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Críticas ordenadas por utilidad
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6,9
16.443
8
17 de diciembre de 2012
17 de diciembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Audiard nos presenta una versión contemporánea de 'La bella y la bestia'. Una bella mutilada físicamente y una bestia mutilada emocionalmente. Es también un retrato duro y corrosivo de la sociedad de nuestros días, una sociedad de óxido y hueso. Y sin embargo es en el fondo una historia de amor, un amor que brota accidentalmente de los muñones de Stephanie (Marion Cotillard) mientras Alí (Matthias Schoenaerts) se pasea por su vida como un niño grande, totalmente ajeno a los complejos y secreciones mentales de una sociedad materialista y compasiva, enfermiza.
En mi opinión el principal mérito de Jacques es que lo hace sin concesiones gratuitas, sin frases hechas, huyendo de la sensiblería por méritos propios. Los actores no tienen que explicar lo que hacen ni lo que sienten porque la cámara de Jacques esta siempre ahí, en la distancia y el momento justos. Excepcional la naturalidad con la que enfoca los miembros amputados de la protagonista en las escena más íntimas, donde por encima del morbo y la curiosidad acaba imponiéndose la belleza bruta. Muy conseguidas también las dosis de emoción e intriga que Jacques dosifica con maestría hasta el último momento.
Pero no todo es perfecto, la verdad. Reconozco que la historia es explosiva pero difícil de digerir, cuesta creer que una historia así pueda cuajar en los términos que se plantean. Esta parte es lo más ortopédica de la película, más incluso que las prótesis de Stephanie, de la que por cierto sabremos demasiado poco. Es una carencia demasiado acusada a lo largo de toda la historia. Pero lo cierto es que este es otro de los golpes de efecto de la película, a pesar de que es ella quien tiene las armas para liderar la trama, es Ali quien cautivará al espectador sin más recursos que un cerebro infantil rodeado de músculos.
Los actores francamente bien, sin excepción.
Yo la recomiendo, para desoxidar un cine que se esta quedando en los huesos...
En mi opinión el principal mérito de Jacques es que lo hace sin concesiones gratuitas, sin frases hechas, huyendo de la sensiblería por méritos propios. Los actores no tienen que explicar lo que hacen ni lo que sienten porque la cámara de Jacques esta siempre ahí, en la distancia y el momento justos. Excepcional la naturalidad con la que enfoca los miembros amputados de la protagonista en las escena más íntimas, donde por encima del morbo y la curiosidad acaba imponiéndose la belleza bruta. Muy conseguidas también las dosis de emoción e intriga que Jacques dosifica con maestría hasta el último momento.
Pero no todo es perfecto, la verdad. Reconozco que la historia es explosiva pero difícil de digerir, cuesta creer que una historia así pueda cuajar en los términos que se plantean. Esta parte es lo más ortopédica de la película, más incluso que las prótesis de Stephanie, de la que por cierto sabremos demasiado poco. Es una carencia demasiado acusada a lo largo de toda la historia. Pero lo cierto es que este es otro de los golpes de efecto de la película, a pesar de que es ella quien tiene las armas para liderar la trama, es Ali quien cautivará al espectador sin más recursos que un cerebro infantil rodeado de músculos.
Los actores francamente bien, sin excepción.
Yo la recomiendo, para desoxidar un cine que se esta quedando en los huesos...

6,7
13.863
8
8 de marzo de 2010
8 de marzo de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El “Corazón rebelde” de Scott Cooper no cuenta nada nuevo que no hayamos oído o visto ya, pero es el CÓMO lo cuenta lo auténtico y difícil de replicar.
Por un lado la interpretación de un inspiradísimo Jeff Bridges, colosal y en estado de gracia. Por otro lado un planteamiento sobrio y bien resuelto en las distancias cortas por parte de Scott Cooper, que debuta con nota como director. Tampoco es oro todo lo que reluce, hay puntos débiles que no pasan desapercibidos.
Aunque la historia tiene un meritorio mensaje de que es más saludable ver la botella medio lleno que medio vacía (cosa que el protagonista se toma al pie de la letra), lo más notable es la forma de retratar a Bad Blake. Jeff Bridges nos hace vivir y sufrir en sus carnes el declive de un alcoholizado cantante de country en horas bajas (Bad Blake), y nos consigue motivar cuando aparece en escena Jean (Maggie Gyllenhaal), que entrará en su corazón como las grandes baladas, provocando algún desgarro. Scott Cooper hace un análisis psicológico directo y minucioso, con austeridad y sin grandes ambiciones. Y con un final tan vulgar como perfecto para cerrar la obra con nota y credibilidad. El saber ceñirse a la esencia de la historia sin hacer alardes gratuitos es, en estos tiempos, un mérito en sí mismo.
Pero ojo, nada de esto sería posible sin su doble protagonista: Jeff Bridges en el papel de Bad Blake, y Bad Blake reencarnado en un Jeff Bridges que no sólo interpreta al personaje, sino que interpreta con voz propia sus propias canciones. No es de extrañar que Scott Cooperdijera de él: “Cada gesto que hace es sincero, cada cosa que hace es auténtica. Y yo ya sabía que era un músico de talento”.
Pero eso mismo acaba convirtiéndose en uno de los puntos débiles de la película, y es que no hay gran cosa más allá de Jeff Bridges. El resto del reparto, quitando a una Maggie Gyllenhaal correcta, brilla por su ausencia de forma clamorosa. Se echa en falta algo más de riesgo y ambición, algo más de creatividad, en definitiva: algo más de ‘rebeldía’ y menos de ‘corazón’.
No obstante, haciendo honor al protagonista lo justo sería “ver la botella medio llena y no medio vacía”, y sobre todo no quitarle ojo a la magnífica interpretación de Jeff.
Por un lado la interpretación de un inspiradísimo Jeff Bridges, colosal y en estado de gracia. Por otro lado un planteamiento sobrio y bien resuelto en las distancias cortas por parte de Scott Cooper, que debuta con nota como director. Tampoco es oro todo lo que reluce, hay puntos débiles que no pasan desapercibidos.
Aunque la historia tiene un meritorio mensaje de que es más saludable ver la botella medio lleno que medio vacía (cosa que el protagonista se toma al pie de la letra), lo más notable es la forma de retratar a Bad Blake. Jeff Bridges nos hace vivir y sufrir en sus carnes el declive de un alcoholizado cantante de country en horas bajas (Bad Blake), y nos consigue motivar cuando aparece en escena Jean (Maggie Gyllenhaal), que entrará en su corazón como las grandes baladas, provocando algún desgarro. Scott Cooper hace un análisis psicológico directo y minucioso, con austeridad y sin grandes ambiciones. Y con un final tan vulgar como perfecto para cerrar la obra con nota y credibilidad. El saber ceñirse a la esencia de la historia sin hacer alardes gratuitos es, en estos tiempos, un mérito en sí mismo.
Pero ojo, nada de esto sería posible sin su doble protagonista: Jeff Bridges en el papel de Bad Blake, y Bad Blake reencarnado en un Jeff Bridges que no sólo interpreta al personaje, sino que interpreta con voz propia sus propias canciones. No es de extrañar que Scott Cooperdijera de él: “Cada gesto que hace es sincero, cada cosa que hace es auténtica. Y yo ya sabía que era un músico de talento”.
Pero eso mismo acaba convirtiéndose en uno de los puntos débiles de la película, y es que no hay gran cosa más allá de Jeff Bridges. El resto del reparto, quitando a una Maggie Gyllenhaal correcta, brilla por su ausencia de forma clamorosa. Se echa en falta algo más de riesgo y ambición, algo más de creatividad, en definitiva: algo más de ‘rebeldía’ y menos de ‘corazón’.
No obstante, haciendo honor al protagonista lo justo sería “ver la botella medio llena y no medio vacía”, y sobre todo no quitarle ojo a la magnífica interpretación de Jeff.

7,0
68.748
7
11 de febrero de 2010
11 de febrero de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no supiéramos que el director de Invictus es el mismo que el de "Million Dollar Baby" o "Mystic River", es muy posible que nuestra crítica fuera menos respetuosa. De igual modo, el hecho de saber que es Clint Eastwood el que la ha dirigido, nos predispone a gestionar muy al alza nuestras expectativas. La buena fama es un arma de doble filo que esta vez le pasa factura a Clint Eastwood, aunque no tanto a "Invictus", que no dejará de ser una película interesante para entender mejor el porqué del Nobel de la Paz de Nelson Mandela.
i) Suponiendo que nadie nos hubiera dicho quien ha dirigido la película, yo diferenciaría claramente entre el 'fondo' y la 'forma' de la película.
El 'fondo' es sin duda lo que conmueve. Morgan Freeman borda literalmente (recomiendo verla en versión original) a un Mandela mesiánico, líder político y espiritual de un pueblo víctima del apartheid ("Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero"). Cualquier escuela de negocios, o de primaria, podría definir lo que es LA VISIÓN del líder, reproduciendo literalmente alguna de las conversación entre Mandela y François Pienaar, encarnado por un Matt Damon creíble, aunque no 'increíble': "Yo soy el amo de mi destino. Yo soy el capitán de mi alma". La VISION: “Un equipo, un país”.
La 'forma' es sin duda lo que más flojea. Clint Eastwood rinde tanta pleitesía y admiración por Mandela, que acaba siendo presa de ella hasta el punto de hacer a Mandela poco creíble. Por momentos tan predecible y simplista como una película de sobremesa de domingo, con abuso de clichés maniqueistas (polis buenos y malos), líricos que no acaban de cuajar (poemas e himnos que irrumpen sin demasiada continuidad) y emocionales (demasiado 'buenismo'). Pero afortunadamente Clint Eastwood sí pone su sello en el auténtico hilo conductor de la historia: las escenas y primeros planos de los partidos de rugby. Fuerza e intensidad sobre un trasfondo épico bien construido.
ii) No suponiendo cosas absurdas (o sea, que sabemos que Clint Eastwood ha sido nominado a los Globos de Oro por esta película), podríamos parafrasear a Mandela: "Después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo con que hay muchas más colinas que escalar". Esperemos que Clint Eastwood siga intentándolo.
Quien vea "Invictus" no saldrá derrotado, todo lo contrario ... saldrá con algún delirio de grandeza muy propio del ser humano
Lunera, Feb'10
i) Suponiendo que nadie nos hubiera dicho quien ha dirigido la película, yo diferenciaría claramente entre el 'fondo' y la 'forma' de la película.
El 'fondo' es sin duda lo que conmueve. Morgan Freeman borda literalmente (recomiendo verla en versión original) a un Mandela mesiánico, líder político y espiritual de un pueblo víctima del apartheid ("Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero"). Cualquier escuela de negocios, o de primaria, podría definir lo que es LA VISIÓN del líder, reproduciendo literalmente alguna de las conversación entre Mandela y François Pienaar, encarnado por un Matt Damon creíble, aunque no 'increíble': "Yo soy el amo de mi destino. Yo soy el capitán de mi alma". La VISION: “Un equipo, un país”.
La 'forma' es sin duda lo que más flojea. Clint Eastwood rinde tanta pleitesía y admiración por Mandela, que acaba siendo presa de ella hasta el punto de hacer a Mandela poco creíble. Por momentos tan predecible y simplista como una película de sobremesa de domingo, con abuso de clichés maniqueistas (polis buenos y malos), líricos que no acaban de cuajar (poemas e himnos que irrumpen sin demasiada continuidad) y emocionales (demasiado 'buenismo'). Pero afortunadamente Clint Eastwood sí pone su sello en el auténtico hilo conductor de la historia: las escenas y primeros planos de los partidos de rugby. Fuerza e intensidad sobre un trasfondo épico bien construido.
ii) No suponiendo cosas absurdas (o sea, que sabemos que Clint Eastwood ha sido nominado a los Globos de Oro por esta película), podríamos parafrasear a Mandela: "Después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo con que hay muchas más colinas que escalar". Esperemos que Clint Eastwood siga intentándolo.
Quien vea "Invictus" no saldrá derrotado, todo lo contrario ... saldrá con algún delirio de grandeza muy propio del ser humano
Lunera, Feb'10

7,5
52.313
6
6 de noviembre de 2011
6 de noviembre de 2011
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película ... Para una sobremesa televisiva de domingo, sin más. Una historia rosa de blancos y negros con un buen reparto y una más que decente interpretación, especialmente la de las dos protagonistas, Emma Stone y Viola Davis. El vestuario, la ambientación y la fotografía también. Un final feliz y previsible pone la guinda a este delicioso pastel para acompañar el café.
Ahora bien, si en lugar de pasar una agradable sobremesa de domingo aspiramos a algo más, quizá esta película se pueda quedar corta. Y es que el traductor del título de la peli ("The help" es el título del libro original), que estaba igual de inspirado que el guionista de la peli, ha arriesgado exactamente cero y ha profundizado en los personajes lo justito para contarnos algo que ya hemos visto antes unas cuántas veces. El maniqueismo que retrata a las señoras blancas como perversas, "cursis" y frívolas, y a las criadas negras como buenas, adorables y sufridoras le resta credibilidad a una historia que no lo necesitaba.
En resumidas cuentas, "Criadas y señoras" es una traducción cinematográfica de un libro que en la gran pantalla se queda entre lo "naif" (espontáneo e ingenuo) y el "conmovedor homenaje" a una historia que afortunadamente nos suena a otros tiempos. Prescindible, sin más.
Ahora bien, si en lugar de pasar una agradable sobremesa de domingo aspiramos a algo más, quizá esta película se pueda quedar corta. Y es que el traductor del título de la peli ("The help" es el título del libro original), que estaba igual de inspirado que el guionista de la peli, ha arriesgado exactamente cero y ha profundizado en los personajes lo justito para contarnos algo que ya hemos visto antes unas cuántas veces. El maniqueismo que retrata a las señoras blancas como perversas, "cursis" y frívolas, y a las criadas negras como buenas, adorables y sufridoras le resta credibilidad a una historia que no lo necesitaba.
En resumidas cuentas, "Criadas y señoras" es una traducción cinematográfica de un libro que en la gran pantalla se queda entre lo "naif" (espontáneo e ingenuo) y el "conmovedor homenaje" a una historia que afortunadamente nos suena a otros tiempos. Prescindible, sin más.

6,5
9.908
9
26 de septiembre de 2010
26 de septiembre de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pablo Trapero nos lleva a uno de los quirófanos de la Argentina actual. Sin guantes ni mascarilla, sin anestesia, usando su cámara sin esterilizar para RETRATAR uno de los (muchos) mercados negros y corruptos de nuestros días: el negocio de los accidentes de tráfico. En la camilla yacen polizas, seguros de vida, e intereses creados, desprendiendo un hedor irresistible que atrae a todo tipo de caranchos. Abogados carroñeros, policías corruptos, y hospitales usureros traficando con lo más sagrado.
El 'retrato', en carne viva, es un auténtico Caravaggio. Dominando con maestría el claroscuro en ambientes nocturno (que no llegan a cansar, más bien lo contrario), Pablo nos muestra en crudo cómo se ganan la vida los caranchos. Brocha gorda para el fondo oscuro de las mafias, pinceladas finas para perfilar las profundidades psicológicas de los personajes. El resultado, una magnífica composición de cine negro con sombras de thriller. Y es que la acción y el suspense se garantizan hasta el último momento.
Gran parte de la culpa la tiene el equipo de ayudantes del cirujano jefe. Ricardo Darín (en el papel de Sosa) y Martina Gusman (en el de Luján) están soberbios. Sobre todo Darín, que llena de matices y maestría una de sus mejores interpretaciones. Darín ilumina la pantalla incluso en la oscuridad y se confirma como un maestro en el papel de canalla con corazón cinematográfico.
Fuerza, escenas escalofriantes y una historia de amor bastante predecible (todo hay que decirlo) son combinadas y dosificadas con inteligencia. El cóctel resultante mantendrá en permanente estado de excitación a la mayoría de los mortales.
Tampoco es oro todo lo que reluce, las historias paralelas que convergen en el meollo de la cuestión a veces lo hacen a 'trompicones', quizá de forma algo precipitada. La relación tan estrecha entre los protagonistas también podía sacrificarse, ya que en realidad no aporta demasiado. Yo diría que incluso desvirtúa el retrato social. Pero claro está, no sucumbir al idilio entre un Darín inspirado y una atractiva Martina Gusman entre tanta sordidez y tanta crudeza es quizá demasiado pedir (nadie quiere renunciar al éxito de taquilla). Aún así, la credibilidad se mantiene a salvo en todo momento, y es que los actores no bajan la guardia en ningún momento.
Y si os gustan los finales "de película", estamos de enhorabuena ... el de Carancho es técnicamente perfecto.
no os la perdáis!
El 'retrato', en carne viva, es un auténtico Caravaggio. Dominando con maestría el claroscuro en ambientes nocturno (que no llegan a cansar, más bien lo contrario), Pablo nos muestra en crudo cómo se ganan la vida los caranchos. Brocha gorda para el fondo oscuro de las mafias, pinceladas finas para perfilar las profundidades psicológicas de los personajes. El resultado, una magnífica composición de cine negro con sombras de thriller. Y es que la acción y el suspense se garantizan hasta el último momento.
Gran parte de la culpa la tiene el equipo de ayudantes del cirujano jefe. Ricardo Darín (en el papel de Sosa) y Martina Gusman (en el de Luján) están soberbios. Sobre todo Darín, que llena de matices y maestría una de sus mejores interpretaciones. Darín ilumina la pantalla incluso en la oscuridad y se confirma como un maestro en el papel de canalla con corazón cinematográfico.
Fuerza, escenas escalofriantes y una historia de amor bastante predecible (todo hay que decirlo) son combinadas y dosificadas con inteligencia. El cóctel resultante mantendrá en permanente estado de excitación a la mayoría de los mortales.
Tampoco es oro todo lo que reluce, las historias paralelas que convergen en el meollo de la cuestión a veces lo hacen a 'trompicones', quizá de forma algo precipitada. La relación tan estrecha entre los protagonistas también podía sacrificarse, ya que en realidad no aporta demasiado. Yo diría que incluso desvirtúa el retrato social. Pero claro está, no sucumbir al idilio entre un Darín inspirado y una atractiva Martina Gusman entre tanta sordidez y tanta crudeza es quizá demasiado pedir (nadie quiere renunciar al éxito de taquilla). Aún así, la credibilidad se mantiene a salvo en todo momento, y es que los actores no bajan la guardia en ningún momento.
Y si os gustan los finales "de película", estamos de enhorabuena ... el de Carancho es técnicamente perfecto.
no os la perdáis!
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