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Críticas ordenadas por utilidad
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7
11 de enero de 2012
11 de enero de 2012
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A diferencia de varios largometrajes que también han salido de la ESCAC, como Tres días con la familia, Lo mejor de mí o Blog, Eva pertenece a esa clase de debuts que pretenden que nadie aprecie que lo son. Igual que El orfanato, combina de una forma muy hollywoodiense una serie de elementos claves con tal de llegar a ser una producción “perfecta”: una técnica impecable, un reparto conocido y una historia con un alto grado de nivel emocional. Y, en gran medida, consigue deslumbrar. Aunque un servidor echa en falta esa pizca de frescura –o imperfección de principiante- que todos los primeros films mencionados no se molestaban en dejar ver. Sin embargo, eso tampoco lo pretende.
El debutante realizador consigue armonizar de forma asombrosa una elaboradísima post-producción con la historia principal, sin caer en ningún momento en el exhibicionismo técnico. Y pese a no pretender ser intimista, llega también a emocionar al espectador en varios momentos. Estas no son tareas fáciles -y menos, si se trata de un primer largometraje de gran presupuesto-, por lo que cabe agradecer a Kike Maíllo su ambición, inteligencia y generosidad hacia el espectador.
En un futuro de aire retro con robots, Eva nos habla de temas universales sin quedarse en lo superficial: desde el amor como fuerza irracional que lo barre todo, hasta una reflexión sobre lo que los humanos, con la tecnología más avanzada en nuestras manos, podemos cambiar. Y parte de ese ambiente setentero viene a decirnos que, por mucho que las cosas avancen a nivel científico, los humanos seguiremos sintiendo lo mismo.
Esta no es una película que se quede en lo correcto, aunque tampoco llega a ser brillante. No es fácil de digerir, y es original, pero nunca rompe las normas de lo clásico. Evidentemente, le faltan los dotes maestros de alguien con experiencia, pero como debut que es y trata de no parecerlo, no puede ser menos ambicioso y, por consiguiente, más logrado.
El debutante realizador consigue armonizar de forma asombrosa una elaboradísima post-producción con la historia principal, sin caer en ningún momento en el exhibicionismo técnico. Y pese a no pretender ser intimista, llega también a emocionar al espectador en varios momentos. Estas no son tareas fáciles -y menos, si se trata de un primer largometraje de gran presupuesto-, por lo que cabe agradecer a Kike Maíllo su ambición, inteligencia y generosidad hacia el espectador.
En un futuro de aire retro con robots, Eva nos habla de temas universales sin quedarse en lo superficial: desde el amor como fuerza irracional que lo barre todo, hasta una reflexión sobre lo que los humanos, con la tecnología más avanzada en nuestras manos, podemos cambiar. Y parte de ese ambiente setentero viene a decirnos que, por mucho que las cosas avancen a nivel científico, los humanos seguiremos sintiendo lo mismo.
Esta no es una película que se quede en lo correcto, aunque tampoco llega a ser brillante. No es fácil de digerir, y es original, pero nunca rompe las normas de lo clásico. Evidentemente, le faltan los dotes maestros de alguien con experiencia, pero como debut que es y trata de no parecerlo, no puede ser menos ambicioso y, por consiguiente, más logrado.

7,9
139.590
8
29 de octubre de 2006
29 de octubre de 2006
19 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
En varios meses nunca había visto tal obra maestra. ¡Scorsese es grande, qué digo, GRANDIOSO! Y vaya interpretaciones. Un Leonardo DiCaprio a la altura de De Niro; Matt Damon, igualito que Ray Liotta; Nicholson, igualito que Nicholson; y Mark Wahlberg, un auténtico descubrimiento.
Esta tragedia shakespiriana se convertirá en un auténtico clásico. Inmejorable.
Qué grande que es Scorsese, por Dios!
Esta tragedia shakespiriana se convertirá en un auténtico clásico. Inmejorable.
Qué grande que es Scorsese, por Dios!

5,7
31.693
1
2 de diciembre de 2006
2 de diciembre de 2006
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues no lo sé, porque por suerte, no lo he visto nunca, pero desde luego no cabe duda de que Saw III es la película con el peor guión que he visto nunca. Terriblemente repugnante y sin apenas crear tensión, la pelicula de Bousman es una auténtica basura. Parece que esté hecha por un crío, ¿maduro?.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¡Vaya con el final! ¡Una cuarta parte no por favor! ¡Y además con ese agonías y su hija secuestrada!

7,1
46.265
5
10 de junio de 2006
10 de junio de 2006
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es, ni mucho menos, una gran película, pero es suficientemente buena como para llevarse 7 estrellas. A primera vista parecerá el típico culebrón-dramón americano que transcurre en otro país para impresionar más. Pero no, aunque sea de Tony Scott, tiene varios aspectos muy buenos: las interpretaciones de Washington, Fanning, Walken y Giannini; la excelente, pero mareante, fotografía; y un final sorprendente.
Lo que no me acaba de convencer es la división de la película en dos historias totalmente diferentes. La primera mitad es la relación entre un tipo duro y la niñita rica, pero tierna, a la que ha de cuidar. La segunda es la desesperación de él por encontrarla después de ser secuestrada.
Aunque la fusión de ambas es estupenda, la película tiene varios defectos.
Lo que no me acaba de convencer es la división de la película en dos historias totalmente diferentes. La primera mitad es la relación entre un tipo duro y la niñita rica, pero tierna, a la que ha de cuidar. La segunda es la desesperación de él por encontrarla después de ser secuestrada.
Aunque la fusión de ambas es estupenda, la película tiene varios defectos.

6,4
24.891
7
11 de enero de 2012
11 de enero de 2012
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde Munich (Spielberg, 2005) que no presenciábamos una película de espías tan absorbente e inteligente como El topo. Se le nota su condición de adaptación novelesca. Y mucho. Pero eso no le impide tener una personalidad propia. Es más: aprovecha la ventaja de contar con una historia compleja y profunda, y la lleva a su terreno, sin desviarse pero nunca sometiéndose por completo. El estilo de Tomas Alfredson, además de un laborioso guión y unas soberbias interpretaciones, es lo que acaba por dotar a este film de una identidad propia, como ya lo hizo Meirelles con El jardinero fiel, también de Le Carré.
Igual que esa obra maestra “de vampiros” que el mismo cineasta sueco nos brindó hace ya tres años llamada Déjame entrar, la película en cuestión plantea un género clásico como el de espías para ir más allá: aquí no hay pizca de acción, y aunque la trama es compleja y laberíntica, se acaban abordando temas mucho más complejos que los habituales en este tipo de proyectos. Y es que en tiempos de “misiones imposibles”, se aprecian filmes que, dentro de los parámetros del género, brillen por la inteligencia y contengan una trabajada vertiente psicológica.
Lógicamente, si el espectador no ha leído la novela en la que se basa, como un servidor, es prácticamente imposible ligar todos los cabos narrativos que van surgiendo a medida que avanza la película: muchos detalles del guión se pierden o pasan desapercibidos, pese a estar éste asombrosamente planteado y elaborado; pero si hay algo que es imposible no palpar es su profundidad psicológica. Hay muchos personajes, pero aun y así, y pese a la contención de todos ellos, sus personalidades están dibujadas de una forma extraordinaria, además de interpretadas por un reparto “british” en estado de gracia. Destacar, por encima de todo, la impresionante creación de Gary Oldman como el protagonista George Smiley, un hombre con el que pese a ser sentimentalmente hermético y solitario, el espectador consigue llegar a empatizar o, si más no, a conectar.
De forma también meritoria, Alfredson contextualiza la historia en una atmosfera asfixiante y fría, que transmite en cada situación concreta lo que ésta le pide –véase el habilidoso juego de las sombras en los interiores-. Técnicamente es impecable y coherente, pero si hay algo asombroso en este filme es la puesta en escena: con ecos de los 70 y siempre transmitiendo de la forma más adecuada las emociones y sensaciones que se desprenden de la historia, el realizador logra mantenernos en una tensión constante y, como ya hizo en su anterior creación, apuesta por la difícil vía de la sugestión.
Los amantes del cine de espionaje (de verdad) disfrutarán con El topo más que nadie. Pero a su vez lo harán los cinéfilos, y aquellos espectadores que quieran ser tratados con inteligencia y estén dispuestos a dejarse seducir durante dos horas por una magnífica y meditada película sobre la traición, la amistad, la soledad y, también, sobre espías.
Igual que esa obra maestra “de vampiros” que el mismo cineasta sueco nos brindó hace ya tres años llamada Déjame entrar, la película en cuestión plantea un género clásico como el de espías para ir más allá: aquí no hay pizca de acción, y aunque la trama es compleja y laberíntica, se acaban abordando temas mucho más complejos que los habituales en este tipo de proyectos. Y es que en tiempos de “misiones imposibles”, se aprecian filmes que, dentro de los parámetros del género, brillen por la inteligencia y contengan una trabajada vertiente psicológica.
Lógicamente, si el espectador no ha leído la novela en la que se basa, como un servidor, es prácticamente imposible ligar todos los cabos narrativos que van surgiendo a medida que avanza la película: muchos detalles del guión se pierden o pasan desapercibidos, pese a estar éste asombrosamente planteado y elaborado; pero si hay algo que es imposible no palpar es su profundidad psicológica. Hay muchos personajes, pero aun y así, y pese a la contención de todos ellos, sus personalidades están dibujadas de una forma extraordinaria, además de interpretadas por un reparto “british” en estado de gracia. Destacar, por encima de todo, la impresionante creación de Gary Oldman como el protagonista George Smiley, un hombre con el que pese a ser sentimentalmente hermético y solitario, el espectador consigue llegar a empatizar o, si más no, a conectar.
De forma también meritoria, Alfredson contextualiza la historia en una atmosfera asfixiante y fría, que transmite en cada situación concreta lo que ésta le pide –véase el habilidoso juego de las sombras en los interiores-. Técnicamente es impecable y coherente, pero si hay algo asombroso en este filme es la puesta en escena: con ecos de los 70 y siempre transmitiendo de la forma más adecuada las emociones y sensaciones que se desprenden de la historia, el realizador logra mantenernos en una tensión constante y, como ya hizo en su anterior creación, apuesta por la difícil vía de la sugestión.
Los amantes del cine de espionaje (de verdad) disfrutarán con El topo más que nadie. Pero a su vez lo harán los cinéfilos, y aquellos espectadores que quieran ser tratados con inteligencia y estén dispuestos a dejarse seducir durante dos horas por una magnífica y meditada película sobre la traición, la amistad, la soledad y, también, sobre espías.
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