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4,7
13.677
6
1 de febrero de 2018
1 de febrero de 2018
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para Kevin Reynolds, la hazaña y el consecuente fracaso total que supuso la post-apocalíptica aventura de acción "Waterworld" fue más que suficiente.
Para él, pero no para el sr. Costner, que poco después se lanzó en cuerpo y alma a dirigir, producir y protagonizar una nueva y mastodóntica producción.
Esta peripecia nos lleva a un 2.013 en el que el mundo ha sido completamente destruido por la guerra, transformado en un vasto páramo, inhóspito y hostil. No hay grandes ciudades, no hay tecnología, la civilización tal como la conocíamos no existe ahora, únicamente pequeñas poblaciones y aldeas cuyas gentes sobreviven como buenamente pueden a tiempos de catástrofe y reconstrucción. En esta tierra destruida deambula un hombre junto a su asno atravesando las grandes llanuras desiertas y yendo de pueblo en pueblo, ganándose un poco de comida a cambio de realizar representaciones "shakespearianas".
Por desgracia el destino ha hecho que se cruce en el camino del despótico Bethlehem, cabecilla de los Holnistas, un gran ejército que gobierna con puño de hierro el territorio y tiene sometido a todos sus habitantes; tras lograr huir del general y sus tropas el nómada se refugia en el coche de un mensajero y se cubre con sus ropas. Un inocente gesto que el hombre únicamente aprovecha para conseguir comida en el pueblo de Pineview, pero sin esperarlo insuflará esperanza a las gentes del lugar al hablar de un supuesto reestablecido congreso de los EE.UU.. Poco a poco, este "mensajero" marcará el comienzo de una nueva era, y no sólo para el país, sino para toda la civilización.
Lo dicho, el pobre Reynolds acabó hasta la coronilla de Kevin Costner cuando por última vez colaboraron en la fastuosa "Waterworld", sobre todo porque el ego del actor era demasiado grande y cargante como para llegar a un acuerdo con él; el que la película se estrellase en la taquilla fue la gota que colmó el vaso, así que imagínense el poco cuerpo que tenía Kevin Reynolds para más fantasías post-apocalípticas.
Sin embargo, poco después, Costner decidió abarcar otra historia de base distópico-futurista poniéndose tras las cámaras por segunda y penúltima vez (siete años después de "Bailando con Lobos") para "Mensajero del Futuro", con el guión de Eric Roth y Brian Helgeland basándose en la premiada novela homónima de David Brin, escrita a mediados de los '80. Dicha novela estaba formada por dos partes, y Costner se salta premeditadamente la segunda, donde Brin nos presentaba una ciudad a la que llega el protagonista dominada por una especie de Inteligencia Artificial dañada y en la que unos científicos trabajan; una sección sin duda mucho más enfocada a la ciencia-ficción de corte fantástico que el director prefirió omitir, haciendo del film un "western" futurista de tonos épicos, eso sí, respetando el mensaje de la obra original.
"Mensajero del Futuro" poco o nada tiene que ver con "Bailando con Lobos", el mayor logro de Costner como director, y la razón es que, aparte de ser terriblemente larga (que eso es lo de menos, la verdad), se revela demasiado sentimental, demasiado patriótica y lo más importante, demasiado pretenciosa: según el actor/director, el país está en ruinas y él va a levantarlo de nuevo; la esperanza, los sueños y el amor van a ayudar a reestablecer la tierra apocalíptica y destruida en la que se ha convertido EE.UU.. Oye, que la intención es preciosa, claro que sí, pero también utópica, porque a ver quien se lo cree, y más teniendo que combatir con un ejército armado despiadado.
Bien, lo que nos encontramos aquí son 2 horas y 54 minutos (todo seguido y sin pausas) que nos confirman las aspiraciones mesiánicas del sr. Costner, quien se creyó una mezcla de Cecil B. DeMille y Michael Cimino al intentar contener todo el megalómano mundo de la obra de David Brin en esta película, algo que desde el inicio ya era la crónica de una muerte anunciada, aunque el autor sin duda tenía fe en Costner. Pese a estar situada en un futuro distópico, tampoco tiene nada que ver con "Waterworld". Aquella era una copia de "Mad Max 3", sólo que en un mundo acuático en lugar de un desierto; la que nos ocupa se parece más a un clásico "western" de John Ford que otra cosa: hay malos muy malos y buenos muy buenos, y los buenos vencerán a los malos gracias a obrar conforme a un sistema de valores basado en la bondad, la dedicación, la humildad, la piedad, la fe y el amor por la patria (no sé ustedes, yo perdí la cuenta la de veces que dicen que creen en los EE.UU.).
A pesar de todas las trabas argumentales y sus intenciones, el film contiene grandes secuencias de acción y un despliegue de medios absolutamente brutal. Es más, como "western" propiamente dicho creo que es genial.
Kevin Costner está feliz de ser el Mensajero, si se le ve en la cara; disfruta siendo el protagonista más que una niña con zapatos nuevos, y aquí es el protagonista absoluto, un combinado de sus personajes de "Waterworld", "Robin Hood" y "Bailando con Lobos", pero esta vez el papel le va muy grande. De toda la retahíla de actores que hay en la película se salva Will Patton, que está que se sale como Bethlehem, un villano de esos que hace honor a su condición. Y para resaltar las raíces americanas del film qué mejor que contar con el artista Tom Petty como al chiflado alcalde de Bridge City.
La he visto dos veces en mi vida, en VHS a los 15 años, y la desilusión que me llevé fue de aúpa (yo esperaba otro "Mad Max", pero no), y ahora. Dos veces, y de principio a fin. Sí, sí, no me invento nada.
Ahora bien, no sé si habrá una tercera vez...
Para él, pero no para el sr. Costner, que poco después se lanzó en cuerpo y alma a dirigir, producir y protagonizar una nueva y mastodóntica producción.
Esta peripecia nos lleva a un 2.013 en el que el mundo ha sido completamente destruido por la guerra, transformado en un vasto páramo, inhóspito y hostil. No hay grandes ciudades, no hay tecnología, la civilización tal como la conocíamos no existe ahora, únicamente pequeñas poblaciones y aldeas cuyas gentes sobreviven como buenamente pueden a tiempos de catástrofe y reconstrucción. En esta tierra destruida deambula un hombre junto a su asno atravesando las grandes llanuras desiertas y yendo de pueblo en pueblo, ganándose un poco de comida a cambio de realizar representaciones "shakespearianas".
Por desgracia el destino ha hecho que se cruce en el camino del despótico Bethlehem, cabecilla de los Holnistas, un gran ejército que gobierna con puño de hierro el territorio y tiene sometido a todos sus habitantes; tras lograr huir del general y sus tropas el nómada se refugia en el coche de un mensajero y se cubre con sus ropas. Un inocente gesto que el hombre únicamente aprovecha para conseguir comida en el pueblo de Pineview, pero sin esperarlo insuflará esperanza a las gentes del lugar al hablar de un supuesto reestablecido congreso de los EE.UU.. Poco a poco, este "mensajero" marcará el comienzo de una nueva era, y no sólo para el país, sino para toda la civilización.
Lo dicho, el pobre Reynolds acabó hasta la coronilla de Kevin Costner cuando por última vez colaboraron en la fastuosa "Waterworld", sobre todo porque el ego del actor era demasiado grande y cargante como para llegar a un acuerdo con él; el que la película se estrellase en la taquilla fue la gota que colmó el vaso, así que imagínense el poco cuerpo que tenía Kevin Reynolds para más fantasías post-apocalípticas.
Sin embargo, poco después, Costner decidió abarcar otra historia de base distópico-futurista poniéndose tras las cámaras por segunda y penúltima vez (siete años después de "Bailando con Lobos") para "Mensajero del Futuro", con el guión de Eric Roth y Brian Helgeland basándose en la premiada novela homónima de David Brin, escrita a mediados de los '80. Dicha novela estaba formada por dos partes, y Costner se salta premeditadamente la segunda, donde Brin nos presentaba una ciudad a la que llega el protagonista dominada por una especie de Inteligencia Artificial dañada y en la que unos científicos trabajan; una sección sin duda mucho más enfocada a la ciencia-ficción de corte fantástico que el director prefirió omitir, haciendo del film un "western" futurista de tonos épicos, eso sí, respetando el mensaje de la obra original.
"Mensajero del Futuro" poco o nada tiene que ver con "Bailando con Lobos", el mayor logro de Costner como director, y la razón es que, aparte de ser terriblemente larga (que eso es lo de menos, la verdad), se revela demasiado sentimental, demasiado patriótica y lo más importante, demasiado pretenciosa: según el actor/director, el país está en ruinas y él va a levantarlo de nuevo; la esperanza, los sueños y el amor van a ayudar a reestablecer la tierra apocalíptica y destruida en la que se ha convertido EE.UU.. Oye, que la intención es preciosa, claro que sí, pero también utópica, porque a ver quien se lo cree, y más teniendo que combatir con un ejército armado despiadado.
Bien, lo que nos encontramos aquí son 2 horas y 54 minutos (todo seguido y sin pausas) que nos confirman las aspiraciones mesiánicas del sr. Costner, quien se creyó una mezcla de Cecil B. DeMille y Michael Cimino al intentar contener todo el megalómano mundo de la obra de David Brin en esta película, algo que desde el inicio ya era la crónica de una muerte anunciada, aunque el autor sin duda tenía fe en Costner. Pese a estar situada en un futuro distópico, tampoco tiene nada que ver con "Waterworld". Aquella era una copia de "Mad Max 3", sólo que en un mundo acuático en lugar de un desierto; la que nos ocupa se parece más a un clásico "western" de John Ford que otra cosa: hay malos muy malos y buenos muy buenos, y los buenos vencerán a los malos gracias a obrar conforme a un sistema de valores basado en la bondad, la dedicación, la humildad, la piedad, la fe y el amor por la patria (no sé ustedes, yo perdí la cuenta la de veces que dicen que creen en los EE.UU.).
A pesar de todas las trabas argumentales y sus intenciones, el film contiene grandes secuencias de acción y un despliegue de medios absolutamente brutal. Es más, como "western" propiamente dicho creo que es genial.
Kevin Costner está feliz de ser el Mensajero, si se le ve en la cara; disfruta siendo el protagonista más que una niña con zapatos nuevos, y aquí es el protagonista absoluto, un combinado de sus personajes de "Waterworld", "Robin Hood" y "Bailando con Lobos", pero esta vez el papel le va muy grande. De toda la retahíla de actores que hay en la película se salva Will Patton, que está que se sale como Bethlehem, un villano de esos que hace honor a su condición. Y para resaltar las raíces americanas del film qué mejor que contar con el artista Tom Petty como al chiflado alcalde de Bridge City.
La he visto dos veces en mi vida, en VHS a los 15 años, y la desilusión que me llevé fue de aúpa (yo esperaba otro "Mad Max", pero no), y ahora. Dos veces, y de principio a fin. Sí, sí, no me invento nada.
Ahora bien, no sé si habrá una tercera vez...

5,8
32.753
7
13 de noviembre de 2017
13 de noviembre de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me digáis que no. ¿Sabéis lo que es un jefe? Yo sí, desde luego, y poca suerte he tenido, porque si trabajas en el negocio de la hostelería y los restaurantes de comida rápida te puedes encontrar con verdaderos capullos por encima de ti...aunque malos jefes hay en todas partes, desde luego.
Y poco me importa si digo que me habría encantado agarrar a aquel pedazo de hijo de su madre y meterle la cabeza en toda la freidora...aunque esas cosas, por desgracia, sólo las puedes pensar.
Y eso mismo es lo que piensan los tres protagonistas de esta irreverente comedia negra, Nick, Kurt y Dale, tres hombres que tienen que aguantar las sucesivas putadas a las que les someten sus respectivos superiores: Nick ha de lidiar en su empresa con un déspota retorcido que se dedica a tratar mal ha todos sus subordinados, Kurt tiene que ver cómo el drogadicto hijo de su recién fallecido jefe puede arruinar completamente el negocio familiar y Dale está siendo acosado sin compasión por la obscena y libertina de su jefa (parece un mal menor, pero también es problemático). Lo único que se les ocurre para mejorar su situación, ya que dejar el trabajo no es una opción, es cargarse a sus jefes. ¿Y cómo tres pobres botarates podrían ser capaces de hacer una cosa así?
Pues matando cada uno al jefe del otro...¡como en "Extraños en un Tren", demonios! (para que luego digan que no se aprende viendo películas). Michael Markowitz tuvo que tener una experiencia pésima con sus jefes cuando ideó la historia para el film, que vendió y llegó a manos de la productora de Brett Ratner, eminente director de exitazos como "Hora Punta" o "X-Men: La Decisión Final", quien tiempo después pensaba en dirigirlo pero estaba ocupado con "Un Golpe de Altura". Reescrito el guión se encargaría del proyecto Seth Gordon, creador de "Breaking In" y mayormente director de series de televisión.
Esta película es para los que les guste la comedia negra, y punto. Habrá personas que echen mano de Woody Allen o Billy Wilder para justificar que directores como ellos sí que hacían verdaderas comedias, pues a la mierda. Sí, claro, también me gustan sus películas, pero igualmente satisfactorio es el humor grueso, así que, ¿qué hay chistes que parecen ser racistas, homofóbicos o machistas? Poco importa si consiguen ser divertidos de verdad, y los que encontramos aquí lo son.
"Cómo Acabar con tu Jefe" coge del humor retorcido de pura vena "tarantiniana", de la comedia tonta con devenires escatológicos de Kevin Smith y de la más ácida heredada de los Coen de "Quemar Después de Leer", mezclándolo con la fórmula de las comedias para adolescentes tan típicamente americanas, y hasta tenemos un homenaje al cine negro, reconocido literalmente al nombrarse la obra del maestro Hitchcock. Las referencias cinéfilas son varias y si prestamos atención veremos cosas que han sido sacadas directamente de "Pulp Fiction", "Very Bad Things", "Resacón en Las Vegas", de donde se puede obtener el parecido más directo, además del prácticamente desconocido film "Cómo Eliminar a su Jefe", realizado por Colin Higgins en 1.980 y cuya trama está casi calcada en el que nos ocupa.
La película es una montaña rusa; el guión no para de bombardearnos con chistes la mar de ofensivos y brutos, metiéndonos en una trama bien construida, repleta de violencia, acción y giros hilarantes, estando filmada con un ritmo frenético y vibrante, así que esto es puro entretenimiento, señoras y señores. Otro punto clave son los personajes. Bueno, algunos de los estereotipos de nuestra sociedad, y el trío protagonista lo pone de manifiesto: el pobre amargado sin valentía, el ligón seguro de sí mismo y el tío escandalizado del tipo de los que se ven "El Diario de Noah" (una especie en alza en nuestros días, por desgracia).
Jason Bateman, Jason Sudeikis y Charlie Day demuestran brillantes actuaciones y una estupenda química en pantalla con la que no puedes parar de reír por las ocurrencias que, una detrás de otra, van soltando con toda naturalidad. A su alrededor se erige un equipo de veteranos que incluso en ocasiones se ponen por encima de los protas: Kevin Spacey, Jamie Foxx y Colin Farrell están inmensos, sobre todo este último como el subnormal de Bobby, y da gusto ver a Jennifer Aniston haciendo un papel que no sea una repetición del de Rachel Green (buf, como está aquí la tía esta...). Todos consiguen sacar de maravilla su lado más idiota y gamberro.
No aburre ni un momento y no da un respiro. Es una con otra, y así la breve hora y media de metraje. Bien demostrado tuvo su éxito al recaudar casi el séxtuple de lo que costó. La disfrutarán los que lo hicieron con el cine de Tarantino, los Coen, Smith o del más actual Martin McDonagh...si te gustan esas mariconadas de películas como al personaje de Day ponte a correr en otra dirección.
Por cierto, ese "¡Zorra...hija de puta...loca!" que éste grita a Aniston al final la verdad es que a uno lo deja bien a gusto, sí.
Y poco me importa si digo que me habría encantado agarrar a aquel pedazo de hijo de su madre y meterle la cabeza en toda la freidora...aunque esas cosas, por desgracia, sólo las puedes pensar.
Y eso mismo es lo que piensan los tres protagonistas de esta irreverente comedia negra, Nick, Kurt y Dale, tres hombres que tienen que aguantar las sucesivas putadas a las que les someten sus respectivos superiores: Nick ha de lidiar en su empresa con un déspota retorcido que se dedica a tratar mal ha todos sus subordinados, Kurt tiene que ver cómo el drogadicto hijo de su recién fallecido jefe puede arruinar completamente el negocio familiar y Dale está siendo acosado sin compasión por la obscena y libertina de su jefa (parece un mal menor, pero también es problemático). Lo único que se les ocurre para mejorar su situación, ya que dejar el trabajo no es una opción, es cargarse a sus jefes. ¿Y cómo tres pobres botarates podrían ser capaces de hacer una cosa así?
Pues matando cada uno al jefe del otro...¡como en "Extraños en un Tren", demonios! (para que luego digan que no se aprende viendo películas). Michael Markowitz tuvo que tener una experiencia pésima con sus jefes cuando ideó la historia para el film, que vendió y llegó a manos de la productora de Brett Ratner, eminente director de exitazos como "Hora Punta" o "X-Men: La Decisión Final", quien tiempo después pensaba en dirigirlo pero estaba ocupado con "Un Golpe de Altura". Reescrito el guión se encargaría del proyecto Seth Gordon, creador de "Breaking In" y mayormente director de series de televisión.
Esta película es para los que les guste la comedia negra, y punto. Habrá personas que echen mano de Woody Allen o Billy Wilder para justificar que directores como ellos sí que hacían verdaderas comedias, pues a la mierda. Sí, claro, también me gustan sus películas, pero igualmente satisfactorio es el humor grueso, así que, ¿qué hay chistes que parecen ser racistas, homofóbicos o machistas? Poco importa si consiguen ser divertidos de verdad, y los que encontramos aquí lo son.
"Cómo Acabar con tu Jefe" coge del humor retorcido de pura vena "tarantiniana", de la comedia tonta con devenires escatológicos de Kevin Smith y de la más ácida heredada de los Coen de "Quemar Después de Leer", mezclándolo con la fórmula de las comedias para adolescentes tan típicamente americanas, y hasta tenemos un homenaje al cine negro, reconocido literalmente al nombrarse la obra del maestro Hitchcock. Las referencias cinéfilas son varias y si prestamos atención veremos cosas que han sido sacadas directamente de "Pulp Fiction", "Very Bad Things", "Resacón en Las Vegas", de donde se puede obtener el parecido más directo, además del prácticamente desconocido film "Cómo Eliminar a su Jefe", realizado por Colin Higgins en 1.980 y cuya trama está casi calcada en el que nos ocupa.
La película es una montaña rusa; el guión no para de bombardearnos con chistes la mar de ofensivos y brutos, metiéndonos en una trama bien construida, repleta de violencia, acción y giros hilarantes, estando filmada con un ritmo frenético y vibrante, así que esto es puro entretenimiento, señoras y señores. Otro punto clave son los personajes. Bueno, algunos de los estereotipos de nuestra sociedad, y el trío protagonista lo pone de manifiesto: el pobre amargado sin valentía, el ligón seguro de sí mismo y el tío escandalizado del tipo de los que se ven "El Diario de Noah" (una especie en alza en nuestros días, por desgracia).
Jason Bateman, Jason Sudeikis y Charlie Day demuestran brillantes actuaciones y una estupenda química en pantalla con la que no puedes parar de reír por las ocurrencias que, una detrás de otra, van soltando con toda naturalidad. A su alrededor se erige un equipo de veteranos que incluso en ocasiones se ponen por encima de los protas: Kevin Spacey, Jamie Foxx y Colin Farrell están inmensos, sobre todo este último como el subnormal de Bobby, y da gusto ver a Jennifer Aniston haciendo un papel que no sea una repetición del de Rachel Green (buf, como está aquí la tía esta...). Todos consiguen sacar de maravilla su lado más idiota y gamberro.
No aburre ni un momento y no da un respiro. Es una con otra, y así la breve hora y media de metraje. Bien demostrado tuvo su éxito al recaudar casi el séxtuple de lo que costó. La disfrutarán los que lo hicieron con el cine de Tarantino, los Coen, Smith o del más actual Martin McDonagh...si te gustan esas mariconadas de películas como al personaje de Day ponte a correr en otra dirección.
Por cierto, ese "¡Zorra...hija de puta...loca!" que éste grita a Aniston al final la verdad es que a uno lo deja bien a gusto, sí.

7,4
11.430
3
7 de noviembre de 2017
7 de noviembre de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aparece de un salto en pantalla, él, Vallo, el llamado "Pirata Rojo", y orgulloso nos impresiona con sus palabras, la obligación de que no pensemos y creamos lo que vemos, bueno, sólo la mitad de lo que vemos, dispuesto a conducirnos a la aventura de nuestras vidas.
A algunos les cuesta encajar una obra dentro de la filmografía de un director cuando se sale de los márgenes establecidos que él mismo ha adoptado, y si por algo destacó y destacará la carrera del mítico Robert Siodmak es por sus incursiones en el melodrama y el cine negro, de las más inolvidables de la Historia; pero la llegada de la década de los '50 y la poca atención que logra "Deported" parecen ser incentivos suficientes para desviarse hacia alguna ruta alternativa. Si ese era su objetivo no podría haber elegido, desde luego, una tan increíble y extraña como la presente.
El guionista de "Diez Valientes" y (la revitalizadora para los hermanos Marx) "Una Noche en Casablanca", Roland Kibbee, era un buen amigo y colaborador de la súperestrella Burt Lancaster, al igual que el productor Harold Hecht, quienes siempre intentaron repetir el enorme éxito de "El Halcón y la Flecha", aun con irregulares resultados, y la primera mencionada, donde todos ellos se dieron cita, es un buen ejemplo. Pero aún quedaba por ver "The Crimson Pirate", donde (no sé muy bien por qué ni deseo saberlo jamás) vino a inmiscuirse el natural de Dresden, en ese acto rebelde de dar la vuelta a su cine.
Es curioso que se concibiera la primera versión del guión de un modo mucho más violento, oscuro y con ciertas connotaciones políticas (de la mano de Lancaster), pero cualesquiera de esas intenciones se esfuman desde el primer momento en que le vemos realizando unas cabriolas en el aire al más puro estilo de Fairbanks o Flynn como carta de presentación de su personaje, un alegre y descarado bucanero, invitándonos al espectáculo. Y aún es más curioso que fuese el mismo Siodmak quien apostase por lo que parecía ser la vertiente más festiva y espectacular de un género muy prolífico en aquellos tiempos, el de capa y espada.
Sí, la introducción lo deja claro, pero nadie lo afirmaría con esos primeros minutos donde vemos en las aguas del Caribe a un navío británico acercándose a otro cuya tripulación a muerto de una epidemia; esto es lo único que debió quedar del guión original de Kibbee, estas secuencias tétricas que siguen exhalando el aroma del "noir" del cineasta, filmadas en la penumbra y fotografiadas con extrema belleza por Otto Heller. A poco que se puede se descubre la verdad, los muertos resucitan, la trampa a los ingleses ha sido un éxito, la aventura ha comenzado realmente...¿pero para bien o para mal?
La trama, impulsada por la captura de un influyente individuo enviado a eliminar una rebelión en una isla, con cargamento que traficar de por medio, daría para una buena intriga de bucaneros, oficiales, asesinos y motines; sin embargo, cuando el capitán y su segundo (ojo, interpretado por Nick Cravat, viejo amigo íntimo y compañero de fatigas de Lancaster) parten solos a tierra, se adueñarán del film y su sentido de la lógica, que destruyen a base de interminables "gags" más cerca de Dean Martin y Jerry Lewis o los Marx, estableciendo que todo lo sucedido debe ser tomado como una parodia disparatada del género al que se está rindiendo tributo...
Y poco puede apelar al humor del espectador que pase de la pubertad e incluso de la infancia; "The Crimson Pirate" se pierde por los siete mares de la incoherencia queriendo ser más divertida de lo que se puede permitir, presentando estereotipos terriblemente desarrollados a lo largo de una historia que es un ir y venir continuo de los protagonistas, cuyos viajes siempre acaban en fracaso o grandes peleas, sin lograrse nada. La venta de armas se cruza con la historia de Consuelo (Eva Bartok, lo único hermoso aquí), y la de su padre, el rebelde que todos quieren asesinar, de ahí al obligatorio romance, rebajando el papel de ella a lo más plano e imbécil, y de golpe un motín y un aparente cambio de atmósfera, más dramática y oscura...
Pero la velocidad no ayuda a la cantidad de sucesos y secundarios que se presentan en esa primera mitad de metraje, todos con sus propias tramas a desvelar. En realidad es Bellows (un genial Torin Thatcher) quien debiera ser el protagonista desde el principio, con sus aires traidores, rastreros y miserables, como los de los piratas auténticos y no estas caricaturas descerebradas; con la chica pasando de manos cual baratija nunca sabemos en qué historia ni villano nos hemos de centrar, mientras Lancaster se va a vivir la suya, colaborando para derrocar a los repugnantes oficiales y rescatar (¡pues para eso está!) a la damisela en apuros.
Siodmak rueda una monumental hazaña de capa y espada, en Technicolor y abusando del presupuesto (lo que daría problemas a Warner), pero en lugar de tomar ejemplo de Haskin, Murphy, Curtiz o Walsh, culpables de revitalizar y sofisticar este cine que se creía olvidado (el último estrenaría unos meses después la imprescindible "El Pirata "Barbanegra" "), se sale por la tangente y deja a Lancaster y Cravat a su aire, apropiándose de la función, al igual que deja reinar el absurdo más infantiloide, y es clara su incapacidad para filmar comedia y aventura y mezclarlas como es debido...
Aun prolongándose el despliegue de medios y las dimensiones de la aventura, el sentido común de los personajes descarrila así como el ingenio del humor, que ya pasa al insoportable delirio; el colmo de los colmos es ver al protagonista en globo, luego manejando explosivos, e incluso travestido (¡!), todo sea para salvar a la chica.
Lancaster se lo pasa muy bien en su gusto ilimitado por la pendencia y la chulería, pero tanto a él como al director (y a todos los implicados si hiciese falta) habría que pasarlos por la quilla y echarlos a los tiburones. Así termina éste, de tan mala manera, su idilio norteamericano, para regresar a Europa...
A algunos les cuesta encajar una obra dentro de la filmografía de un director cuando se sale de los márgenes establecidos que él mismo ha adoptado, y si por algo destacó y destacará la carrera del mítico Robert Siodmak es por sus incursiones en el melodrama y el cine negro, de las más inolvidables de la Historia; pero la llegada de la década de los '50 y la poca atención que logra "Deported" parecen ser incentivos suficientes para desviarse hacia alguna ruta alternativa. Si ese era su objetivo no podría haber elegido, desde luego, una tan increíble y extraña como la presente.
El guionista de "Diez Valientes" y (la revitalizadora para los hermanos Marx) "Una Noche en Casablanca", Roland Kibbee, era un buen amigo y colaborador de la súperestrella Burt Lancaster, al igual que el productor Harold Hecht, quienes siempre intentaron repetir el enorme éxito de "El Halcón y la Flecha", aun con irregulares resultados, y la primera mencionada, donde todos ellos se dieron cita, es un buen ejemplo. Pero aún quedaba por ver "The Crimson Pirate", donde (no sé muy bien por qué ni deseo saberlo jamás) vino a inmiscuirse el natural de Dresden, en ese acto rebelde de dar la vuelta a su cine.
Es curioso que se concibiera la primera versión del guión de un modo mucho más violento, oscuro y con ciertas connotaciones políticas (de la mano de Lancaster), pero cualesquiera de esas intenciones se esfuman desde el primer momento en que le vemos realizando unas cabriolas en el aire al más puro estilo de Fairbanks o Flynn como carta de presentación de su personaje, un alegre y descarado bucanero, invitándonos al espectáculo. Y aún es más curioso que fuese el mismo Siodmak quien apostase por lo que parecía ser la vertiente más festiva y espectacular de un género muy prolífico en aquellos tiempos, el de capa y espada.
Sí, la introducción lo deja claro, pero nadie lo afirmaría con esos primeros minutos donde vemos en las aguas del Caribe a un navío británico acercándose a otro cuya tripulación a muerto de una epidemia; esto es lo único que debió quedar del guión original de Kibbee, estas secuencias tétricas que siguen exhalando el aroma del "noir" del cineasta, filmadas en la penumbra y fotografiadas con extrema belleza por Otto Heller. A poco que se puede se descubre la verdad, los muertos resucitan, la trampa a los ingleses ha sido un éxito, la aventura ha comenzado realmente...¿pero para bien o para mal?
La trama, impulsada por la captura de un influyente individuo enviado a eliminar una rebelión en una isla, con cargamento que traficar de por medio, daría para una buena intriga de bucaneros, oficiales, asesinos y motines; sin embargo, cuando el capitán y su segundo (ojo, interpretado por Nick Cravat, viejo amigo íntimo y compañero de fatigas de Lancaster) parten solos a tierra, se adueñarán del film y su sentido de la lógica, que destruyen a base de interminables "gags" más cerca de Dean Martin y Jerry Lewis o los Marx, estableciendo que todo lo sucedido debe ser tomado como una parodia disparatada del género al que se está rindiendo tributo...
Y poco puede apelar al humor del espectador que pase de la pubertad e incluso de la infancia; "The Crimson Pirate" se pierde por los siete mares de la incoherencia queriendo ser más divertida de lo que se puede permitir, presentando estereotipos terriblemente desarrollados a lo largo de una historia que es un ir y venir continuo de los protagonistas, cuyos viajes siempre acaban en fracaso o grandes peleas, sin lograrse nada. La venta de armas se cruza con la historia de Consuelo (Eva Bartok, lo único hermoso aquí), y la de su padre, el rebelde que todos quieren asesinar, de ahí al obligatorio romance, rebajando el papel de ella a lo más plano e imbécil, y de golpe un motín y un aparente cambio de atmósfera, más dramática y oscura...
Pero la velocidad no ayuda a la cantidad de sucesos y secundarios que se presentan en esa primera mitad de metraje, todos con sus propias tramas a desvelar. En realidad es Bellows (un genial Torin Thatcher) quien debiera ser el protagonista desde el principio, con sus aires traidores, rastreros y miserables, como los de los piratas auténticos y no estas caricaturas descerebradas; con la chica pasando de manos cual baratija nunca sabemos en qué historia ni villano nos hemos de centrar, mientras Lancaster se va a vivir la suya, colaborando para derrocar a los repugnantes oficiales y rescatar (¡pues para eso está!) a la damisela en apuros.
Siodmak rueda una monumental hazaña de capa y espada, en Technicolor y abusando del presupuesto (lo que daría problemas a Warner), pero en lugar de tomar ejemplo de Haskin, Murphy, Curtiz o Walsh, culpables de revitalizar y sofisticar este cine que se creía olvidado (el último estrenaría unos meses después la imprescindible "El Pirata "Barbanegra" "), se sale por la tangente y deja a Lancaster y Cravat a su aire, apropiándose de la función, al igual que deja reinar el absurdo más infantiloide, y es clara su incapacidad para filmar comedia y aventura y mezclarlas como es debido...
Aun prolongándose el despliegue de medios y las dimensiones de la aventura, el sentido común de los personajes descarrila así como el ingenio del humor, que ya pasa al insoportable delirio; el colmo de los colmos es ver al protagonista en globo, luego manejando explosivos, e incluso travestido (¡!), todo sea para salvar a la chica.
Lancaster se lo pasa muy bien en su gusto ilimitado por la pendencia y la chulería, pero tanto a él como al director (y a todos los implicados si hiciese falta) habría que pasarlos por la quilla y echarlos a los tiburones. Así termina éste, de tan mala manera, su idilio norteamericano, para regresar a Europa...

7,1
58.786
9
24 de julio de 2017
24 de julio de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sonido de la osadía, la rebelión, la traición, la guerra, es el sonido del silencio.
Tan monumental en su tamaño como en su sofisticación, el submarino más imponente de tierras soviéticas zarpa hacia Norteamérica, el Mundo entero echa a temblar, pero sólo un hombre comprende sus intenciones y las de su capitán...
De esta manera no sólo se nos introducía en la primera de las muchas y suicidas misiones protagonizadas por el sagaz analista y asesor de seguridad nacional para la C.I.A. John P. Ryan (quien para mí siempre tuvo el físico de Michael Caine), sino en la primera de las muchas obras que pondrían a Thomas Clancy en las listas de los autores más reconocidos y prestigiosos de todos los tiempos. Resulta increíble que un tipo rechazado en el ejército por su mala vista y que pasaba horas trabajando en una agencia de seguros, propiedad de la familia de su esposa, pusiera de los nervios a un considerable número de militares y civiles con "The Hunt for Red October".
La razón fue su tremenda labor para documentarse, alimentado por su pasión por la historia naval y todo lo referente a tácticas militares, elementos técnicos y avances dentro del universo de defensa y del bélico; la época hizo el resto, pues su debut, que incluso pasó a ser elogiado por Reagan, llegó en un momento de incertidumbre con respecto a la Guerra Fría, un año después de que la tensión entre EE.UU. y la U.R.S.S. creciera hasta temerse un definitivo ataque nuclear, con la flota estadounidense aproximándose al Báltico y poniendo en alerta a Andropov y sus camaradas. Por fortuna esta "reaganiana" "Guerra de las Galaxias" de "tácticas psicológicas" se enfrió antes de que estallara del todo...
Un curioso clima de insatisfacción para proponer la hazaña del capitán de un submarino soviético en pos de la solicitud de asilo político en terreno enemigo huyendo de su país, relato que parece inviable llevar al cine pero que termina sucediendo tras un largo proceso de preproducción, donde se ha reunido un presupuesto millonario, un John McTiernan que gracias a "Jungla de Cristal" ha quedado entre los más eficaces directores de acción del momento y un sólido reparto con el hacía poco resucitado Sean Connery, de casi 60 años, a la cabeza, encarnando a ese Marko Ramius que a finales de 1.984 escapa en el Octubre Rojo, presentado en una introducción perfecta para el escocés, solemne y consciente de sus actos.
Es por tanto que pese a ser la primera aventura de Ryan y de demostrar madera de héroe aun siendo una rata de oficina de la C.I.A., nunca roba el protagonismo al anterior; Alec Baldwin aporta credibilidad y simpatía al analista de 34 años, a quien ya encontramos junto a Caroline y Olivia y a las órdenes de Greer, preparado para entrar en acción. McTiernan hace buen uso de los más de 30 millones de presupuesto y de la ayuda especial del ejército y la marina, lo que asegura un despliegue de medios colosal durante el desarrollo de esta historia con cierto sabor británico, cocinada a fuego lento y avanzando gracias a las interacciones/intervenciones de los personajes.
A fuego lento aun con los cambios oportunos ante la tarea de adaptar una novela que casi llega a las 400 páginas; Donald Stewart y Larry Ferguson tienen que condensar las muchas disertaciones del nativo de Maryland, con gusto por la profundización a base de monólogos interiores y la extensión en las operaciones para llegar a una conclusión. En lo primero se acierta de pleno, pues aquí no hay tales monólogos, sería una maniobra ridícula; las primeras páginas dejaban al descubierto el objetivo de abandono y deserción de Ramius...los guionistas, sin embargo, lo presentan como el aparente villano, cuando no lo es.
Pero su postura ante la tripulación que comanda y, cómo no, todos los del exterior, es la de un extremista chiflado que desea desencadenar una guerra, apropiado para el marco de mitad de los '80 en el que se ubica la acción, dando pie a aflorar con intensidad (no cuando se estrena el film, pues el muro de Berlín acababa de ser derribado y esto no representa ningún peligro) el tan antiquísimo pánico arraigado al poder de invasión comunista. Aun esbozando a un grupo de soviéticos, enemigos por definición de EE.UU., desde lo humanista e íntimo, ese pánico de las páginas se traslada al film.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Y la película rompe récords de taquilla y confirma la maestría absoluta de McTiernan para el "techno-thriller" de intriga de alto voltaje, sin por ello tener que atarse a los típicamente recargados efectismos de Hollywood; a cada paso que da la trama, sobrio e inteligente, más es nuestro deseo de sumergirnos a bordo del Octubre Rojo junto a sus protagonistas, y más cosas descubrimos en cada visionado.
Por otra parte, Baldwin demuestra ser un buen Ryan, y ello hizo despegar su carrera, pero Harrison Ford, que curiosamente había rechazado el papel en primera instancia, tomaría el relevo en sus futuras aventuras...
Tan monumental en su tamaño como en su sofisticación, el submarino más imponente de tierras soviéticas zarpa hacia Norteamérica, el Mundo entero echa a temblar, pero sólo un hombre comprende sus intenciones y las de su capitán...
De esta manera no sólo se nos introducía en la primera de las muchas y suicidas misiones protagonizadas por el sagaz analista y asesor de seguridad nacional para la C.I.A. John P. Ryan (quien para mí siempre tuvo el físico de Michael Caine), sino en la primera de las muchas obras que pondrían a Thomas Clancy en las listas de los autores más reconocidos y prestigiosos de todos los tiempos. Resulta increíble que un tipo rechazado en el ejército por su mala vista y que pasaba horas trabajando en una agencia de seguros, propiedad de la familia de su esposa, pusiera de los nervios a un considerable número de militares y civiles con "The Hunt for Red October".
La razón fue su tremenda labor para documentarse, alimentado por su pasión por la historia naval y todo lo referente a tácticas militares, elementos técnicos y avances dentro del universo de defensa y del bélico; la época hizo el resto, pues su debut, que incluso pasó a ser elogiado por Reagan, llegó en un momento de incertidumbre con respecto a la Guerra Fría, un año después de que la tensión entre EE.UU. y la U.R.S.S. creciera hasta temerse un definitivo ataque nuclear, con la flota estadounidense aproximándose al Báltico y poniendo en alerta a Andropov y sus camaradas. Por fortuna esta "reaganiana" "Guerra de las Galaxias" de "tácticas psicológicas" se enfrió antes de que estallara del todo...
Un curioso clima de insatisfacción para proponer la hazaña del capitán de un submarino soviético en pos de la solicitud de asilo político en terreno enemigo huyendo de su país, relato que parece inviable llevar al cine pero que termina sucediendo tras un largo proceso de preproducción, donde se ha reunido un presupuesto millonario, un John McTiernan que gracias a "Jungla de Cristal" ha quedado entre los más eficaces directores de acción del momento y un sólido reparto con el hacía poco resucitado Sean Connery, de casi 60 años, a la cabeza, encarnando a ese Marko Ramius que a finales de 1.984 escapa en el Octubre Rojo, presentado en una introducción perfecta para el escocés, solemne y consciente de sus actos.
Es por tanto que pese a ser la primera aventura de Ryan y de demostrar madera de héroe aun siendo una rata de oficina de la C.I.A., nunca roba el protagonismo al anterior; Alec Baldwin aporta credibilidad y simpatía al analista de 34 años, a quien ya encontramos junto a Caroline y Olivia y a las órdenes de Greer, preparado para entrar en acción. McTiernan hace buen uso de los más de 30 millones de presupuesto y de la ayuda especial del ejército y la marina, lo que asegura un despliegue de medios colosal durante el desarrollo de esta historia con cierto sabor británico, cocinada a fuego lento y avanzando gracias a las interacciones/intervenciones de los personajes.
A fuego lento aun con los cambios oportunos ante la tarea de adaptar una novela que casi llega a las 400 páginas; Donald Stewart y Larry Ferguson tienen que condensar las muchas disertaciones del nativo de Maryland, con gusto por la profundización a base de monólogos interiores y la extensión en las operaciones para llegar a una conclusión. En lo primero se acierta de pleno, pues aquí no hay tales monólogos, sería una maniobra ridícula; las primeras páginas dejaban al descubierto el objetivo de abandono y deserción de Ramius...los guionistas, sin embargo, lo presentan como el aparente villano, cuando no lo es.
Pero su postura ante la tripulación que comanda y, cómo no, todos los del exterior, es la de un extremista chiflado que desea desencadenar una guerra, apropiado para el marco de mitad de los '80 en el que se ubica la acción, dando pie a aflorar con intensidad (no cuando se estrena el film, pues el muro de Berlín acababa de ser derribado y esto no representa ningún peligro) el tan antiquísimo pánico arraigado al poder de invasión comunista. Aun esbozando a un grupo de soviéticos, enemigos por definición de EE.UU., desde lo humanista e íntimo, ese pánico de las páginas se traslada al film.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Y la película rompe récords de taquilla y confirma la maestría absoluta de McTiernan para el "techno-thriller" de intriga de alto voltaje, sin por ello tener que atarse a los típicamente recargados efectismos de Hollywood; a cada paso que da la trama, sobrio e inteligente, más es nuestro deseo de sumergirnos a bordo del Octubre Rojo junto a sus protagonistas, y más cosas descubrimos en cada visionado.
Por otra parte, Baldwin demuestra ser un buen Ryan, y ello hizo despegar su carrera, pero Harrison Ford, que curiosamente había rechazado el papel en primera instancia, tomaría el relevo en sus futuras aventuras...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ese pánico hace saltar alarmas en todos, incluso el embajador soviético (lo que no sucede en el libro) contacta con el Gobierno para informar, en una bien urdida treta, del suceso.
Ese pánico que también estuvo a punto de desatar una auténtica guerra en Noviembre de 1.983, debido a la posesión de armas nucleares y a las erróneas suposiciones. Gracias a que está Ryan, la cinta adhesiva entre la ignorancia de su propio Gobierno y las sospechosas acciones del "enemigo", la trama promueve la gran sorpresa de los "thrillers" situados durante la Guerra Fría.
Y es que, al menos para a un servidor, lo más atractivo del debut de Clancy no es su verborrea tecno-científico-militar, ni de las estudiadas estrategias marinas, ni de la exposición tan detallada de armamento avanzado que debería estar en posesión de un secretario de la marina y no de un agente de seguros (luego resulta que todo era un invento suyo), sino la idea de que, en un punto tan peliagudo de la longeva Guerra Fría, militares de uno y otro bando pudiesen llegar a un acuerdo, a dialogar en la misma sala sin tener previamente que abrir fuego o dejar por el camino unos cuantos cadáveres, a confraternizar.
El papel de Ryan es vital: no es militar propiamente dicho, sabe ruso, conoce personalmente al "invasor" (aunque todo el pasado acerca de la mujer de Ramius, que incluye tráfico de influencia política, quede sin revelarse, una lástima...), y aplica sus conocimientos en logística y su poder para el diálogo a la emoción humana. Un estadounidense que justifica los actos del enemigo y que desea convencer a todos de su buena intención, haciéndole un blanco indudable de miradas recelosas por parte de los que están a su alrededor, desde los funcionarios del Gobierno a los oficiales que se hacen cargo de la situación bajo el agua, como el capitán Mancuso (Scott Glenn en su habitual pero solvente interpretación).
Ante todo, dentro de estos espacios de soledad, sudor, aire irrespirable, claustrofobia y mínima capacidad de movimiento a los que el director nos arrastra como hiciera poco antes con McClane en el Nakatomi (similar e intenso duelo libra Ryan contra un saboteador entre los estrechos pasillos del Octubre) destaca su acercamiento psicológico, que se podrá expresar en una interacción memorable entre Sam Neill (un Borodin mucho más "emocional" que en el libro) y Connery, dando su visión desesperanzadora sobre el Mundo, sujeto a los hombres que a su vez se hallan sujetos a los conflictos.
La desilusión de un individuo por su patria soviética que no podría ir con peor sentido en la novela, presente en el guión: el de situar a los militares americanos en la mejor posición, la de la más infalible respuesta naval, mejor preparación y toma de decisiones, y pronunciada hospitalidad frente a las autodepredadoras maniobras soviéticas; lejos del agua y los submarinos está el entramado de conspiraciones, secretos, intrigas político-militares, medias mentiras, medias verdades y traiciones disfrazadas entre miembros del mismo bando, ambos presas del terror ante esas misteriosas intenciones de Ramius.
Traiciones las cuales dejan al descubierto una enorme brecha de seguridad interior, y mayor en el bando soviético, claro. Pobres rusos, que quedan como incompetentes y desamparados cuando ellos siempre han sabido marcar la ofensiva.
En un momento dado, para reforzar ese afán por la humillación y ya concluido el argumento, el embajador habla de otro percance en su flota, a lo que el consejero de seguridad nacional responde divertido "Andrei...no me dirá que han perdido otro submarino". Vence el Tío Sam al lobo de la estepa, y a Clancy y a toda la marina de EE.UU. esto le tiene que encantar.
Ese pánico que también estuvo a punto de desatar una auténtica guerra en Noviembre de 1.983, debido a la posesión de armas nucleares y a las erróneas suposiciones. Gracias a que está Ryan, la cinta adhesiva entre la ignorancia de su propio Gobierno y las sospechosas acciones del "enemigo", la trama promueve la gran sorpresa de los "thrillers" situados durante la Guerra Fría.
Y es que, al menos para a un servidor, lo más atractivo del debut de Clancy no es su verborrea tecno-científico-militar, ni de las estudiadas estrategias marinas, ni de la exposición tan detallada de armamento avanzado que debería estar en posesión de un secretario de la marina y no de un agente de seguros (luego resulta que todo era un invento suyo), sino la idea de que, en un punto tan peliagudo de la longeva Guerra Fría, militares de uno y otro bando pudiesen llegar a un acuerdo, a dialogar en la misma sala sin tener previamente que abrir fuego o dejar por el camino unos cuantos cadáveres, a confraternizar.
El papel de Ryan es vital: no es militar propiamente dicho, sabe ruso, conoce personalmente al "invasor" (aunque todo el pasado acerca de la mujer de Ramius, que incluye tráfico de influencia política, quede sin revelarse, una lástima...), y aplica sus conocimientos en logística y su poder para el diálogo a la emoción humana. Un estadounidense que justifica los actos del enemigo y que desea convencer a todos de su buena intención, haciéndole un blanco indudable de miradas recelosas por parte de los que están a su alrededor, desde los funcionarios del Gobierno a los oficiales que se hacen cargo de la situación bajo el agua, como el capitán Mancuso (Scott Glenn en su habitual pero solvente interpretación).
Ante todo, dentro de estos espacios de soledad, sudor, aire irrespirable, claustrofobia y mínima capacidad de movimiento a los que el director nos arrastra como hiciera poco antes con McClane en el Nakatomi (similar e intenso duelo libra Ryan contra un saboteador entre los estrechos pasillos del Octubre) destaca su acercamiento psicológico, que se podrá expresar en una interacción memorable entre Sam Neill (un Borodin mucho más "emocional" que en el libro) y Connery, dando su visión desesperanzadora sobre el Mundo, sujeto a los hombres que a su vez se hallan sujetos a los conflictos.
La desilusión de un individuo por su patria soviética que no podría ir con peor sentido en la novela, presente en el guión: el de situar a los militares americanos en la mejor posición, la de la más infalible respuesta naval, mejor preparación y toma de decisiones, y pronunciada hospitalidad frente a las autodepredadoras maniobras soviéticas; lejos del agua y los submarinos está el entramado de conspiraciones, secretos, intrigas político-militares, medias mentiras, medias verdades y traiciones disfrazadas entre miembros del mismo bando, ambos presas del terror ante esas misteriosas intenciones de Ramius.
Traiciones las cuales dejan al descubierto una enorme brecha de seguridad interior, y mayor en el bando soviético, claro. Pobres rusos, que quedan como incompetentes y desamparados cuando ellos siempre han sabido marcar la ofensiva.
En un momento dado, para reforzar ese afán por la humillación y ya concluido el argumento, el embajador habla de otro percance en su flota, a lo que el consejero de seguridad nacional responde divertido "Andrei...no me dirá que han perdido otro submarino". Vence el Tío Sam al lobo de la estepa, y a Clancy y a toda la marina de EE.UU. esto le tiene que encantar.
13 de junio de 2017
13 de junio de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno se entera que va a ser padre lo primero que siente son sudores fríos y un pinchazo que le recorre la espalda, aunque inmediatamente después se tranquiliza y es invadido por una gran alegría...¿pero cómo no dejar de sentir los sudores y el pinchazo si te enteras de que tu hijo puede ser de otro?
En 1.979 el veterano Mariano Ozores tuvo la suerte de unirse a dos estrellas del momento como Andrés Pajares y Fernando Esteso para firmar uno de esos pequeños clásicos del humor (habrá quienes sigan negándolo, pero mejor no escucharles...), con el cual arrasaron en la taquilla española y se acabaría convirtiendo en la película más lucrativa del año, de nombre "Los Bingueros", y fue la primera de una serie de obras que le darían el éxito definitivo a su director popularizando además el "destape", derivado del "landismo" y cuya cúspide fueron los '80.
Mucho, pero mucho, había llovido desde aquella primera colaboración entre los tres genios. La década siguió y Ozores rodaría con ambos o con los dos por separado, pero siempre, y pese a la irregularidad de los títulos, recibiendo buenas respuestas por parte del público. Su último proyecto conjunto, "Agítese antes de Usarla", en efecto las recibió, pero al cineasta le pareció que ya era hora de ir suvizando el tono humorístico de su cine, de probar algo diferente y menos disparatado acorde a los nuevos gustos de los espectadores. Su última película rodada aquel 1.983 sería, también, la última donde el triunvirato se encontraba en pantalla...
De ahí nace la idea de "La Lola nos lleva al Huerto", que ya desde el principio nos presenta una farsa en toda regla; dos son los protagonistas, Ataulfo y Paco, muy diferentes entre sí: mientras el primero es un hombre devoto, ordenado y serio el segundo es jovial, pasota e informal. El film se hace ciertamente extraño cuando una chica de físico idéntico y mismo nombre, Lola (o Dolores), aunque gustos distintos, anuncia a los dos individuos que va a ser madre; todo podría hacernos pensar que se trata de dos gemelas que quizás no se conozcan (las hipótesis dan para mucho...), pero Ozores prefiere retorcer el argumento a su gusto.
No hay dos hermanas, claro, se trata de la misma, una joven que se ha creado una doble identidad y mantiene relaciones al mismo tiempo con Ataulfo y Paco, a todas luces una terrible "femme fatale" aunque sin la elegancia de la figura clásica del "noir". Pero como bien demuestra el cineasta nada es lo que parece en esta comedia de enredo de retazos melodramáticos; los posibles padres, compañeros del mismo club regional (cuya canción que bailan incluye como aviso la historia de una chica que puede quedar preñada...) se han aprovechado de la chica con mentiras increíbles para evitar el matrimonio.
El embarazo es la puntilla que le faltaba a este confuso triángulo amoroso. Si en anteriores obras de Ozores la mujer ha sido objeto de sumisión y resignación por la actitud del marido y para su beneficio o sufridora de tragedias por su hipocresía y despreciables artimañas (cosa que aquí criticará con dureza), ahora éste da un vuelco a la situación haciendo de la mujer instigadora de tensiones y conflictos y devolviendo todos los males a aquellos dos tipejos que la usaron y engañaron, una joven de precioso y angelical rostro cuya inocencia sólo forma parte de su juego de identidades.
Es decir, que según este extraño guión no somos capaces de averiguar quién de los tres es más sinvergüenza. Descubierto el pastel (que todo hay que decirlo, se descubre demasiado pronto) es entonces cuando la incoherencia campa a sus anchas por el argumento, sobre todo teniendo en cuenta que éste alberga (o, por lo menos, debiera hacerlo) más drama que comedia, pero donde ni un género ni otro parece encontrar un punto de equilibrio. A la ridícula cacería en la que se embarcan los protagonistas para "rescatar" a la muchacha de una secta de chiflados vendrán los problemas de los dos cuando se vuelvan a cruzar más tarde para seguir ayudándola con el embarazo.
Y lo cierto es que, más que humor, este tercer acto y todos los acontecimientos que se van sucediendo en él, termina provocando una sensación de vergüenza ajena y patetismo a unos niveles imposibles de describir (y ello lo corroboran secuencias como la de la clase de parto asistido o cuando descubrimos que tanto Ataulfo como Paco se han buscado otras novias y las dejan tiradas en cuanto tienen noticias de Lola, o cuando deciden continuar con su estúpida farsa buscando un padre y una esposa falsos). Por estas y otras cosas es imposible que simpaticemos con los protagonistas (ni con ellos ni con ella, ¿eh?).
Pajares de hombre pío y serio (que no hay quien se lo crea) y Esteso de pasota tozudo intentan dar vida a unos personajes agradables de primeras, pero cuanto más tiempo pasamos con ellos más desagradables y repelentes nos parecen; en unas apariciones bastante breves Antonio Ozores y Juanito Navarro derrochan más carisma que los anteriores y logran meterse al espectador en el bolsillo. Antonio Gamero en un papel ridículo, Emilio Fornet impagable como siempre y Rafael Hernández y Pilar Bardem completan el reparto donde destaca la preciosa debutante Susana Bequer (Blázquez en el film), quien no hizo nada importante después.
Como muchos han afirmado, éste no fue el broche de oro mágico que se esperó para una genial enealogía iniciada hacía ya casi cinco años con algunos de los títulos más divertidos que dio el cine patrio en la década. Ozores no eligió bien los cauces de su historia ni el tono adecuado para contarla...
El destino querría que en la última escena de la última película conjunta de Pajares y Esteso apareciesen en los pasillos de un hospital rechazando seguir a una provocativa joven que pasaba frente a ellos, contraviniendo así los propios principios sobre los que se habían apoyado sus obras. No sólo es el final de una colaboración, sino del mismo cine del "destape"...
En 1.979 el veterano Mariano Ozores tuvo la suerte de unirse a dos estrellas del momento como Andrés Pajares y Fernando Esteso para firmar uno de esos pequeños clásicos del humor (habrá quienes sigan negándolo, pero mejor no escucharles...), con el cual arrasaron en la taquilla española y se acabaría convirtiendo en la película más lucrativa del año, de nombre "Los Bingueros", y fue la primera de una serie de obras que le darían el éxito definitivo a su director popularizando además el "destape", derivado del "landismo" y cuya cúspide fueron los '80.
Mucho, pero mucho, había llovido desde aquella primera colaboración entre los tres genios. La década siguió y Ozores rodaría con ambos o con los dos por separado, pero siempre, y pese a la irregularidad de los títulos, recibiendo buenas respuestas por parte del público. Su último proyecto conjunto, "Agítese antes de Usarla", en efecto las recibió, pero al cineasta le pareció que ya era hora de ir suvizando el tono humorístico de su cine, de probar algo diferente y menos disparatado acorde a los nuevos gustos de los espectadores. Su última película rodada aquel 1.983 sería, también, la última donde el triunvirato se encontraba en pantalla...
De ahí nace la idea de "La Lola nos lleva al Huerto", que ya desde el principio nos presenta una farsa en toda regla; dos son los protagonistas, Ataulfo y Paco, muy diferentes entre sí: mientras el primero es un hombre devoto, ordenado y serio el segundo es jovial, pasota e informal. El film se hace ciertamente extraño cuando una chica de físico idéntico y mismo nombre, Lola (o Dolores), aunque gustos distintos, anuncia a los dos individuos que va a ser madre; todo podría hacernos pensar que se trata de dos gemelas que quizás no se conozcan (las hipótesis dan para mucho...), pero Ozores prefiere retorcer el argumento a su gusto.
No hay dos hermanas, claro, se trata de la misma, una joven que se ha creado una doble identidad y mantiene relaciones al mismo tiempo con Ataulfo y Paco, a todas luces una terrible "femme fatale" aunque sin la elegancia de la figura clásica del "noir". Pero como bien demuestra el cineasta nada es lo que parece en esta comedia de enredo de retazos melodramáticos; los posibles padres, compañeros del mismo club regional (cuya canción que bailan incluye como aviso la historia de una chica que puede quedar preñada...) se han aprovechado de la chica con mentiras increíbles para evitar el matrimonio.
El embarazo es la puntilla que le faltaba a este confuso triángulo amoroso. Si en anteriores obras de Ozores la mujer ha sido objeto de sumisión y resignación por la actitud del marido y para su beneficio o sufridora de tragedias por su hipocresía y despreciables artimañas (cosa que aquí criticará con dureza), ahora éste da un vuelco a la situación haciendo de la mujer instigadora de tensiones y conflictos y devolviendo todos los males a aquellos dos tipejos que la usaron y engañaron, una joven de precioso y angelical rostro cuya inocencia sólo forma parte de su juego de identidades.
Es decir, que según este extraño guión no somos capaces de averiguar quién de los tres es más sinvergüenza. Descubierto el pastel (que todo hay que decirlo, se descubre demasiado pronto) es entonces cuando la incoherencia campa a sus anchas por el argumento, sobre todo teniendo en cuenta que éste alberga (o, por lo menos, debiera hacerlo) más drama que comedia, pero donde ni un género ni otro parece encontrar un punto de equilibrio. A la ridícula cacería en la que se embarcan los protagonistas para "rescatar" a la muchacha de una secta de chiflados vendrán los problemas de los dos cuando se vuelvan a cruzar más tarde para seguir ayudándola con el embarazo.
Y lo cierto es que, más que humor, este tercer acto y todos los acontecimientos que se van sucediendo en él, termina provocando una sensación de vergüenza ajena y patetismo a unos niveles imposibles de describir (y ello lo corroboran secuencias como la de la clase de parto asistido o cuando descubrimos que tanto Ataulfo como Paco se han buscado otras novias y las dejan tiradas en cuanto tienen noticias de Lola, o cuando deciden continuar con su estúpida farsa buscando un padre y una esposa falsos). Por estas y otras cosas es imposible que simpaticemos con los protagonistas (ni con ellos ni con ella, ¿eh?).
Pajares de hombre pío y serio (que no hay quien se lo crea) y Esteso de pasota tozudo intentan dar vida a unos personajes agradables de primeras, pero cuanto más tiempo pasamos con ellos más desagradables y repelentes nos parecen; en unas apariciones bastante breves Antonio Ozores y Juanito Navarro derrochan más carisma que los anteriores y logran meterse al espectador en el bolsillo. Antonio Gamero en un papel ridículo, Emilio Fornet impagable como siempre y Rafael Hernández y Pilar Bardem completan el reparto donde destaca la preciosa debutante Susana Bequer (Blázquez en el film), quien no hizo nada importante después.
Como muchos han afirmado, éste no fue el broche de oro mágico que se esperó para una genial enealogía iniciada hacía ya casi cinco años con algunos de los títulos más divertidos que dio el cine patrio en la década. Ozores no eligió bien los cauces de su historia ni el tono adecuado para contarla...
El destino querría que en la última escena de la última película conjunta de Pajares y Esteso apareciesen en los pasillos de un hospital rechazando seguir a una provocativa joven que pasaba frente a ellos, contraviniendo así los propios principios sobre los que se habían apoyado sus obras. No sólo es el final de una colaboración, sino del mismo cine del "destape"...
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