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7
17 de octubre de 2007
17 de octubre de 2007
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inspirada libremente en la novela de Giuseppe Pontaggia “Nacido dos veces”, Las llaves de casa es una dura y conmovedora historia sobre la relación entre un padre y su hijo discapacitado al que no conoce. Lejos de caer en la truculencia o el melodrama sensiblero, la película apuesta por un tono comedido, natural y nada moralista, una mirada que ni enjuicia ni culpabiliza, sólo da testimonio de una cruda situación desde los dos puntos de vista de la historia: el de Paolo, condenado por su minusvalía a ser una personada dependiente el resto de su existencia; y el de Gianni, un padre inseguro a quien tan elevada responsabilidad atemoriza. A destacar la interpretación de Andrea Rossi, un joven que comparte con su personaje cierta minusvalía psíquica.
5
11 de septiembre de 2007
11 de septiembre de 2007
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de estética industrial que en ciertos momentos parece querer fusionar en su argumento “La isla del tesoro” con “Diez negritos”, y que narra las andanzas de Chris, un turista mochilero alemán que, perseguido por la policía en algún remoto lugar del África subsahariana, se verá obligado a viajar de polizón en un barco mercante para regresar a su país. Como es de esperar, Chris no tardará en ser descubierto y obligado a trabajar de pinche de cocina, pero durante la travesía será testigo de cómo la tripulación, antítesis de los ocupantes de la base petrolífera de La vida secreta de las palabras, con el fin de evitar problemas burocráticos, acostumbra a tirar por la borda a los inmigrantes ilegales ocultos en el buque. Pese a contar con una historia escrita por Paul Laverty, guionista habitual de Ken Loach, y con un elenco más que respetable, Cargo, cuya forzada pátina de intriga y misterio resta compostura y contundencia a una voluntad de denuncia que sin duda posee, no pasa de ser un fallido intento de aunar thriller y cine social. Este hallarse entre dos aguas, sumado a un torpe maniqueísmo, que en ocasiones parece parodia sin pretenderlo, anulan toda posibilidad de reflexión de un filme que aborda desde el simplismo bienintencionado un problema complejo y muy serio.

6,5
67.006
6
1 de octubre de 2010
1 de octubre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras su anterior película, Alejandro Amenábar se ha hecho de rogar. Una espera sin duda dilatada por el éxito y la repercusión que en su día tuvo Mar adentro. Sin embargo, después de aguardar impacientemente durante poco más de media década, las expectativas de la mayoría de espectadores se han visto satisfactoriamente colmadas. Amenábar, el chico de oro del Cine español, ha echado el resto con su nueva producción, una película ambiciosa, tanto en lo temático como a nivel técnico, que nos traslada a la antigüedad tardía y nos sumerge en la apasionante vida de Hypatia de Alejandría, considerada por muchos estudiosos la primera mujer científica de la Historia.
Con 50 millones de euros de presupuesto, un reparto internacional de envergadura y rodada íntegramente en inglés, la nueva propuesta de Amenábar es todo un alarde en lo que a despliegue de medios se refiere, y su ambientación detallista, su calidad de vestuario, volumen de extras y convincentes efectos digitales justifican de sobra todos y cada uno de los Goya con los que la Academia Española de Cine la ha premiado, en su mayoría galardones técnicos.
Premios aparte (7 Goya, para ser exactos), el principal interés de la película radica en el compromiso de su historia, un relato con toques épicos, de trasfondo claramente feminista y mensaje abiertamente humanista, que cuestiona sin tapujos la intolerancia religiosa y las actitudes advenedizas, y que encuentra resonancias en la lucha actual de credos que mantienen oriente y occidente. Con Ágora, Amenábar traspasa los límites del péplum para hacer pedagogía y advertirnos de los peligros que entrañan el dogmatismo y la intransigencia.
Es, sin embargo, este afán de trascendencia constante, este esfuerzo discursiva tan evidente, conscientemente plasmados en cada una de las escenas y cada uno de los diálogos, lo que hace bordear al film en el anacronismo histórico y, a la postre, lastra la espontaneidad de la historia, convirtiéndola en ocasiones más en un discurso proselitista que no en un drama histórico que entretenga sin perder la gravedad.
Con 50 millones de euros de presupuesto, un reparto internacional de envergadura y rodada íntegramente en inglés, la nueva propuesta de Amenábar es todo un alarde en lo que a despliegue de medios se refiere, y su ambientación detallista, su calidad de vestuario, volumen de extras y convincentes efectos digitales justifican de sobra todos y cada uno de los Goya con los que la Academia Española de Cine la ha premiado, en su mayoría galardones técnicos.
Premios aparte (7 Goya, para ser exactos), el principal interés de la película radica en el compromiso de su historia, un relato con toques épicos, de trasfondo claramente feminista y mensaje abiertamente humanista, que cuestiona sin tapujos la intolerancia religiosa y las actitudes advenedizas, y que encuentra resonancias en la lucha actual de credos que mantienen oriente y occidente. Con Ágora, Amenábar traspasa los límites del péplum para hacer pedagogía y advertirnos de los peligros que entrañan el dogmatismo y la intransigencia.
Es, sin embargo, este afán de trascendencia constante, este esfuerzo discursiva tan evidente, conscientemente plasmados en cada una de las escenas y cada uno de los diálogos, lo que hace bordear al film en el anacronismo histórico y, a la postre, lastra la espontaneidad de la historia, convirtiéndola en ocasiones más en un discurso proselitista que no en un drama histórico que entretenga sin perder la gravedad.
3 de septiembre de 2010
3 de septiembre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Otra vuelta de tuerca” es un clásico indispensable de la literatura de terror que tiene en la sutileza y la ambigüedad argumental sus mejores bazas. La historia de fantasmas que Henry James escribió en los estertores del XIX no se decantaba a la hora de dar una explicación concluyente sobre las fantasmagóricas apariciones que presenciaba la protagonista: ¿Eran realmente espectros malignos? ¿Perversas travesuras de los dos pequeños quizás? ¿O bien era todo fruto de la mente traumada de la institutriz? Esta nueva versión, situada en nuestra época, sesga toda opción a tal juego de posibilidades, decantándose burdamente por una de ellas, la locura. Un verdadero desperdicio del potencial del libro y la consabida confirmación de que Suspense, de Jack Clayton, es su mejor adaptación realizada hasta la fecha.

5,9
355
7
3 de septiembre de 2010
3 de septiembre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Irreverente, díscola, locuaz, crítica y soberanamente entretenida, así es Jeffrey, una comedia romántica de temática gay, adaptación de una pieza teatral homónima, que reniega de la compasión y de los lacitos rojos. Y lo hace sin tabús, gritando alegremente a favor de la superación del drama del VIH, abogando por la integración plena de los enfermos de SIDA y por la normalización más absoluta de la enfermedad. Esta vitalista posición acaba imponiéndose, de un modo algo ciego si se quiere, a una realidad tan dura como sociológicamente interesante: el miedo atroz que el SIDA desató en el colectivo homosexual de las grandes urbes durante la década de los 80 y buena parte de los 90. Y es que un poco de simpática locura nunca viene mal para aligerar las penas.
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