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Críticas de Jark Prongo
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Críticas 231
Críticas ordenadas por utilidad
6
17 de octubre de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
”C'est comme ci, c'est comme ça
C'est la vie, c'est la mort.”

C'est La Mort, Stereo Total

Kyûzô Kobayashi guionizó en 1968 dos películas japonesas: Goke, Body Snatcher From Hell y esta The Living Skeleton. Una es un perro verde y la otra un gato con jetpack. Hace pocos años Criterion las incluyó junto a otras en un pack y en el ensayo que acompañaba a la edición se defendían sus raras naturalezas desde un blablablao del fantástico japonés post bomba atómica y no sé qué. La movida es que ni idea, pero pocas cosas tan desconcertantes he visto. Hiroshi Matsuno no volvió a hacer cine en la vida. Tampoco me queda claro si eso es algo bueno o una gran pérdida. Yo qué sé. De verdad que no tengo muy claro qué decir.
Jark Prongo
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7
28 de mayo de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Soraya Esfandiary sólo podría conocer otra semejante si Letizia se separase del pelele para protagonizar alguna producción Globomedia tipo Anoréxicas o Escaladoras. Cierto es que existió Grace Kelly, princesa de Mónaco con ficha relativamente amplia en la IMDB, aunque ella fue primero actriz y ya después sus labores deluxe. La princesa Soraya anduvo casada con el último emperador de Irán siete años durante la década de los cincuenta, se separaron por una serie de movidas rollo correrse él mazo de dentro de su chocho y que a los nueve meses la otra no respondiese con un Shah Jr, trinchó su correspondiente título nobiliario y, ya en los sesenta avanzados hasta su mitad –y aprovechando que mantenía un idilio con el director Franco Indovina, quien se ocupa del último segmento de esta producción- vio cómo se mascullaba la posibilidad de añadir la categoría de actriz a ese parco CV que sólo rezaba ”princesa y community manager”. Una posibilidad auspiciada en que la doña no era una cualquiera y las películas se diseñarían, planificarían y producirían ex profeso para su lucimiento, claro, que no es lo mismo una Sofía Loren o una Claudia Cardinale viniendo del arroyo y teniendo que chuparse más pollas que castings en sus comienzos para abrirse paso que una señora que mira altiva porque el suelo que pisa, aunque sea de casa ajena, es suyo. Acabáramos.

I Tre Volti es una de esas habituales cintas italianas de episodios que tanto abundaron en los cincuenta y sesenta, si bien en vez de estar anclados en la sátira o en la comedia y ser independientes y autoconclusivos –el formato más común en los estudios y también el más celebrado por el público, baste recordar si no las notabilísimas Los Complejos, Monstruos de Hoy y su continuación Los Nuevos Monstruos aka Que Viva Italia- tienen de nexo a la princesa Soraya y el tono es dramático. No exento de guasa, pero en esencia eso, dramático, que sirva para vender las dotes interpretativas de la señorita. Es en el segundo segmento donde esto alcanza su cénit gracias a que quien dirige es Mauro Bolognini, que justo venía de cascarse una paja y la excelente La Corrupción. En planos elegantes de cierta amplitud -rollo cuando filmará películas de época en un futuro- narra la aventura de Soraya con un escritor demasiado pagado de sí mismo (encarnado por Richard Harris, que aquí es todo lo opuesto al rudo jugador que interpretase en la gran El Ingenuo Salvaje, barba de homosexual incluída), aventura con una fecha de caducidad cuasi inmediata porque el marido de Soraya volverá de viaje de negocios en nada. Y además lo hace con la forma, con la corporeidad, con el donaire de todo un José Luis de Vilallonga, marqués de Castelbell, Grande de España y Chiquito de la Calzada. Un hombre que es aristócrata y punk a la vez, un señor que es el único ser humano apto para ocupar la segunda plaza del sidecar de Don Jaime de Mora y Aragón, un role model para otro antisistema incomprendido, don Jaime de Marichalar. En definitiva, un drenabragas absoluto contra el que nada puede hacer un tolai que practica el existencialismo de Olivetti. El elemento disruptor, el choque de clases, aparece cuando a Soraya y el pobre diablo juntaletras se les une una amiga de la primera en la playa para ir a tomar un refrigerio al chiringuito. Una amiga que no entra en plano para unírseles andando o bajando de un autocar, no: llega la tía y aterriza un helicóptero en toda la puta playa para bajarse y decirles ”holi, vamos a tomar algo”, un poco el resumen de lo que viene haciendo la gente con dinero para quedar con sus amistades sin darle importancia al hecho en sí porque su vida es así y ya están acostumbrados a cogerse un jet privado para pasear al perro o ir a por el pan, por mucho que eso nos choque a los demás.

El tercer segmento, el de Franco Indovina, es el que más se aproxima a la comedia en su tono general. Un poco por ser parodia de los dos segmentos que le preceden y un mucho porque el coprotagonismo recae en Alberto Sordi haciendo de latin lover que incluso llega a acreditar ser tal a través de un carnet de colegiado en la materia que le muestra a Soraya por si acaso duda de su validez en el tema. Lo de los excesos de la gente de alta alcurnia aquí se trata con el uso de una piscina donde flotan tablas de quesos, bandejas con combinados y juegos de mesa, otra de esas excentricidades que sólo se le pueden ocurrir a la gente que nace rica –y que además sirve para hacer un chiste visual que consiste en que cuando se pregunta por la cheeseboard la cámara muestra la chessboard. Empero, todo el aparente tono frívolo encierra la tragedia que Sordi descubre al final, el drama de la prostitución masculina, ya que él es un latin lover no por convicción sino por sus circunstancias vitales, que incluyen tener esposa y varias bocas que alimentar. Un episodio que bien pueda ser la inspiración de un drama social disfrazado de comedieta Ozoriana, ya que los puntos en común con esa Playboy En Paro que rodase Tomás Aznar no son pocos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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7
10 de junio de 2015
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rape and revenge es un género que no engaña a nadie salvo al necio Test de Bechdel, pues en no pocas ocasiones lo supera sin problemas dándose la casualidad, encima, de que algunos de esos títulos que lo pasan son los más aberrantes, misóginos y difíciles de defender incluso desde un el arte por el arte. Un género que desde su popularización en los setenta -en su faceta más exploit- ha ido mutando en ocasiones atendiendo al contexto temporal (hoy día rape and revenge casi se ha convertido en rape or revenge, se ha pasado de un causa efecto de libro a una situación más propia a un dilema del prisionero de la teoría de juegos) y al geográfico (en Japón hay algunos pinku eigas que, debido a la inmemorial tradición machista y misógina aún imperante en el país, miedo da verlos no por lo que muestran, casi siempre excesivo, sino por lo que puedan decir de sus habitantes al ser lo que se ve norma y no excepción de psicología masculina sobre la mujer) llegando a veces a ser difícil de identificar cuando se sofistica usándose con fines diferentes, baste recordar si no lo que logró Gaspar Noe al invertir la estructura de los tres actos canónicos que suelen definir una película adscribible al género o Tarantino al reflexionarlo con la forma de uno de sus productos en la que quizá sea su mejor película de calle, Death Proof. O la perversión que hizo el propio Quentin en Pulp fiction a dos niveles, el de la violación y sustracción de lo tangible -con Bruce Willis estafando a Ving Rhames al amañar en su beneficio el combate de boxeo amañado de antemano- y el de la violación anal e intangible –del orgullo propio y la integridad- al propio Ving, acciones que se resuelven a tres bandas y quedando en paz Bruce Willis y Marcellus Wallace, se establece una equidad, se da una reciprocidad desde la justicia retributiva fuera de los tribunales que equipara actos, penas aplicadas sobre quienes cometen los mismos y bulas, aparece el perdón en una rape and revenge por vez primera.
Sobre la honestidad, sobre ese no engañar a nadie, hay que alabar que en ningún rape and revenge luego al verlo la cosa sea en realidad un rape and why not better talk about it and beg pardon instead of killing. Aquí se viola y pueden pasar solo dos cosas después, no hay más tu tía: o que la víctima se toma la justicia por su cuenta o que, caso de morir, dicha justicia la aplica algún familiar de la finada, amigo, compañero eventual de Blablacar o quien sea. No hay más. Nunca habrá juicio alguno, esto es lo mismo que un tú la llevas donde cuando te la lía el verdugo dejas de ser la víctima y pasas a ser su ejecutor. Sin paguitas vitalicias (hola, AVT) ni torticeros cambios del código penal (hola de nuevo, AVT) ni nada que se aleje de un concepto muy bello que maneja el derecho y que se llama Ley Del Talión. Un concepto que, siendo la base esencial para que el ciudadano no instruído en leyes -ni mucho menos en la diferencia entre su concepto personal de la justicia y el que reglamenta la convivencia de todos, guste o disguste- pueda entender la notable diferencia entre venganza y ecuanimidad a la hora de crear un marco jurídico, se toca sin excepción en el tercer acto de cada rape and revenge y convierte al género en valioso ejemplo didáctico, si bien de forma involuntaria casi siempre. De hecho sería enorme un debate a tres bandas entre Camille Paglia, Otto Weininger y Torres Dulce a colación de acabar de verse Trampa para un Violador de Ruggero Deodato o la extrema El Espejo Roto del siempre radical Lucio Fulci, que de tan burra, al igual que sucedía en El Descuartizador de Nueva York, transgrede las normas del género para dejarlo en un rape a secas o en un rape y mata a todas las que puedas. Qué hijo de puta el Fulci, qué hombre más loco haciendo cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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9
5 de junio de 2016
7 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Tierra, año 2052. Una tipografia amarilla (no poco reminiscente de la usada en La Décima Víctima, detalle no baladí en esto de las cazas humanas) ubica el contexto espaciotemporal de la ficción. Una extensa sucesión de planos fijos de rascacielos y espacios muertos hace dudar si dirige la película Jorgen Leth, pero no. De repente un señor gordo huye de algo en el interior de un edificio. Es en vano, pues otro señor trajeado le abate. Gente de anciana edad en casas, exhibiendo con orgullo ese salón de los de tapete encima de la televisión. Ahora parece cosa del Ulrich Seidl de Animal Love yéndose a lo kitsch. Más asesinatos. Se tiene la sensación de estar viendo un remake del Elephant de Alan Clarke en el que la única diferencia es que no se usan los tracking shots y el ejecutor siempre es el mismo, el hombre del traje. Conocemos a una familia. Tienen un bebé. Les vemos cenando juntos, contándose anécdotas, fumando. Primer asidero empático. Vemos la noche en la ciudad. El ejecutor baila con una chica. Se besan. Uno de los chicos que estaban cenando habla sobre sus anhelos en la tierra ahora que se ha establecido aquí. La madre del bebé trabaja en un hotel. Una toma cenital que podría definirse como el sueño de un arquitecto fanático del brutalismo -en la media que por el cuasi nadir es Dios observando sus creaciones de cemento- permite apreciar dos figuras en la azotea de un edificio. Es el ejecutor de pie frente a una oveja muerta. El veterinario le dice que es una putada pero que ha de tomar una decisión. Eutanasia. El chico que se mudó a la tierra visita a una médium. Ella le informa sobre un peligro que se aproxima. Igual un nuevo disco de Andy y Lucas. Ancianos bailan en discotecas. El ejecutor y el chico coinciden en el bar donde este último ejerce de bailarín, eufemismo de chapero hoy, en el 2052 y muy probablemente en el 2642 también. Lo que el segundo cree que es flirteo clientelar no es otra cosa que el primero dándole muerte. Imágenes de gente desconocida al son de El Huerfanito. Se ve a la madre del bebé en misa. El ejecutor pregunta sobre precios y garantías en una granja de venta de animales. Le responden en millones de pesetas. La oveja es lo más caro, hay muy pocas ya en el mundo. El ejecutor va en su coche cantando En La provincia de Jaca. Se le ve contento. El padre del bebé se va a currar. Trabaja en el lavadero de coches de una estación de servicio. Se está formando una masa nubosa sobre el cielo de la ciudad. El ejecutor lava el coche. A la vuelta a casa el ejecutor abate al padre del bebé, viéndolo su señora desde el balcón. Imágenes de gente desconocida al son de Ángeles Que Estáis De Guardia. La madre huye con su bebé en brazos aprovechando que el ejecutor sube en el ascensor. Hay una larga persecución a pie subiendo la carretera que lleva a un monte. Madre y bebé abandonan la carretera y trepan un montículo. Las nubes ya invaden el cielo, y son grises. El ejecutor abate a la mujer al lado de una cruz. Las nubes eran ya casi negras. Imágenes de gente desconocida al son de Nana Huertana. Ahora es de noche. El ejecutor acuna al bebé en su regazo. Desaparece del plano. Se ve la ciudad de noche desde el montículo. Una vista increíble. Se escucha un disparo. Ahora es de día. El ejecutor se encuentra con la chica que besaba la otra noche. El ejecutor tiene una oveja de nuevo. Créditos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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7
29 de octubre de 2011
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Human Centipede II abre con el enorme planazo final de la primera parte, el cual sirve para presentarnos a Martin (un magnifico Laurence Harvey) e iniciar un interesante ejercicio de metacine. Si ya dije en su día que la conversión en franquicia de la original era algo peligroso, el resultado, mas bien, es inane: poco o nada aporta a la magnifica idea y desarrollo de la primera, si bien tampoco empaña sus logros y resulta perfectamente disfrutable gracias al buen hacer de Tom Six, tipo listo como pocos en la industria de la serie B que ha sabido vender y publicitar su obra de una forma ejemplar.

Lo que distingue a The Human Centipede de otras sagas del cine de genero es que, en contraste con Freddys, Jasons y Michaels, la entidad que prevalece a lo largo de sus películas es la que conforman las victimas, en un giro muy loco e inteligente. Aunque Martin aquí hace meritos para protagonizar una hipotética tercera parte: a ese físico que le ha dado Dios hay que unirle su perfecta imitación de lo que seria un mermado mental, amen de su admiración por el Dieter Laser de la original. Un esperpento de personaje que sirve otro guiño meta, pues con su barrigón, sus ojos de batracio, su cagarse encima, su curro de mierda y su visionar constantemente cine basura no deja de ser cada uno de nosostros, espectadores de este tipo de cine. Con la diferencia de que Martin es un retrasado con iniciativa que decide llevar a la realidad las cosas que ve en las pelis.

Tom Six sabe a que juega y destaca la presencia de Martin, encuadrándole siempre en picados cuasi documentales que realzan su bajeza, lo infraser que es, hasta que logra su ¨gran creación¨, momento en el cual se sirve de contrapicados que le equiparan con esa deidad que era el Dieter Laser de la primera entrega. La decisión de sacar la película en blanco y negro ayuda a conferir un tono mas desquiciante a la violencia (a veces flasheada por las luces del almacén y siempre acompañada de efectos sonoros que inciden en dar dentera), si bien tampoco seria descabellado pensar que responde a acercar el aspecto a las imágenes obtenidas con cámaras de seguridad de parking, cosa que es evidente en buena parte del metraje y puede llevar a elucubraciones respecto al significado del final en espiral. Lo que no se sabe es si alguna vez vera la luz la versión no mutilada, que parece ser que han podado no menos de 10 minutos de metraje.

En resumen, bien, pero ni de lejos es comparable a la original.
Jark Prongo
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