You must be a loged user to know your affinity with avanti
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred
6
31 de diciembre de 2019
31 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un vampiro para dos, es una película dirigida por Pedro Lazaga en 1965. El cine y sus vampiros nos visita periódicamente igual que en su día lo hicieran el temido Conde Orlok, el inolvidable vampiro de la Universal Bela Lugosi, el sediento Christopher Lee de la Hammer, o el travieso Abuelo de La Familia Monster siempre ávido por encontrar una fuente adecuada de alimento entre un acumulado elenco que ha pasado por el tamiz del escalofriante personaje. El vampiro que Lazaga nos presenta sorprende por su fluidez donde los protagonistas absolutos son varios, incluso con protagonismo más relevante si cabe en dos de ellos.
En la España de los 60 Luisita (Gracita Morales) y Pablo Pardo (José Luis López Vázquez), son, entre muchísimos otros, emigrantes convencidos (por oídas), que el futuro está en Alemania. El pluriempleo les impide llevar la vida que desearían, de modo que dejados llevar por la ilusión de salir adelante, solo quieren conseguir vivir como lo que son: un matrimonio que a toda costa quieren preservar su felicidad en pareja.
Diferentes incidentes generosamente fotografiados por Eloy Meliá, les lleva ante un Empleado de la Casa de España (Adriano Domínguez), generándoles la posibilidad de conseguir lo que tanto deseaban. La nueva ocupación les espera en el castillo del Barón de Rosenthal (Fernando Fernán Gómez), su fiel Wolf (Goyo Lebrero), y Nosferata (Trini Alonso), la impertinente hermana del Barón. Un vampírico relato que se cierne plagado de acontecimientos donde no faltan los espasmódicos sobresaltos de unos personajes tan atípicos como familiares.
Exceptuando la cita obligada a la música de órgano, García Abril nos ofrece algunos melancólicos arreglos musicales tradicionales a la altura de los personajes que bajo el influjo de espiritosas bebidas, les acaba ganando su confianza, incluso por el estómago: jamás el Barón había probado tan exquisitos manjares que inesperadamente les lleva a nuestros protagonistas a plantearse el regreso forzados por un incidente gastronómico indigno de todo Barón noctámbulo que se precie.
Se trata pues de una película ligera, amable, de corte humorístico en la que el realizador toca con acierto el género vampírico que, junto al buen dominio de la comedia y los tópicos en este tipo de películas (nada habitual en su filmografía), se nos muestra a la altura de lo esperado donde el guión de José María Palacios y Pedro Lazaga plantean un giro narrativo que a Pablo y Luisita, junto al sufrido Wolf, les cambian las expectativas a las que de alguna manera les empujó el Baron de Rosenthal.
En la España de los 60 Luisita (Gracita Morales) y Pablo Pardo (José Luis López Vázquez), son, entre muchísimos otros, emigrantes convencidos (por oídas), que el futuro está en Alemania. El pluriempleo les impide llevar la vida que desearían, de modo que dejados llevar por la ilusión de salir adelante, solo quieren conseguir vivir como lo que son: un matrimonio que a toda costa quieren preservar su felicidad en pareja.
Diferentes incidentes generosamente fotografiados por Eloy Meliá, les lleva ante un Empleado de la Casa de España (Adriano Domínguez), generándoles la posibilidad de conseguir lo que tanto deseaban. La nueva ocupación les espera en el castillo del Barón de Rosenthal (Fernando Fernán Gómez), su fiel Wolf (Goyo Lebrero), y Nosferata (Trini Alonso), la impertinente hermana del Barón. Un vampírico relato que se cierne plagado de acontecimientos donde no faltan los espasmódicos sobresaltos de unos personajes tan atípicos como familiares.
Exceptuando la cita obligada a la música de órgano, García Abril nos ofrece algunos melancólicos arreglos musicales tradicionales a la altura de los personajes que bajo el influjo de espiritosas bebidas, les acaba ganando su confianza, incluso por el estómago: jamás el Barón había probado tan exquisitos manjares que inesperadamente les lleva a nuestros protagonistas a plantearse el regreso forzados por un incidente gastronómico indigno de todo Barón noctámbulo que se precie.
Se trata pues de una película ligera, amable, de corte humorístico en la que el realizador toca con acierto el género vampírico que, junto al buen dominio de la comedia y los tópicos en este tipo de películas (nada habitual en su filmografía), se nos muestra a la altura de lo esperado donde el guión de José María Palacios y Pedro Lazaga plantean un giro narrativo que a Pablo y Luisita, junto al sufrido Wolf, les cambian las expectativas a las que de alguna manera les empujó el Baron de Rosenthal.
MediometrajeDocumentalTV

6,3
151
7
22 de diciembre de 2019
22 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fritz Lang, le cercle du destin (Fritz Lang: El círculo del destino) dirigido por Jorge Dana en el año 2000. Un creador como Lang que viene de la arquitectura, la pintura teniendo como referentes al simbolista Klim y al expresionista Schiele, nos da una idea de hacia dónde encaminaría sus primeros pasos que le llevarían a largas experiencias bañadas por la vida bohemia que experimentó a lo largo de un considerable periodo de su vida.
Abocado por diferentes circunstancias a escribir guiones de cine, reflejado posteriormente en su ambiciosa obra donde el concepto de creación integral de una película sería el ideal para sus creaciones, Fritz Lang lo resume de la siguiente Manera: “Las películas son la vida misma. Recibí una cultura alemana y de una forma natural me sentí apasionado por el cine. Mi vida continúa, mis películas son la expresión más directa de lo que he visto, de lo que he aprendido y he sentido. Para mí ha sido una línea ininterrumpida”.
A través de breves imágenes y secuencias Jorge Dana nos introduce en algunas de sus películas más representativas: como “M” (El vampiro de Düsseldorf), o “Encubridora”. Así las cosas, desde “Metrópolis hasta “Los contrabandistas de Moonfleet”, la obra de Fritz ha generado siempre el deseo de hacer soñar a innumerables espectadores a través de su numerosa filmografía que Dana prioriza en su etapa alemana, completada por una larga y fructífera vida creativa incluyendo naturalmente amplias referencias a su etapa americana.
Cineasta del destino desde los albores del cine mudo, el sonoro, y la edad de oro de Hollywood, el documental nos muestra a un realizador iniciando, evolucionando su inimitable estilo mostrado por ejemplo, en “El círculo del destino”, entre otras memorables películas, despertando así expectativas generadas durante el rodaje de “Metrópolis” en directores tan significativos como Buñuel, Hitchcock o Eisenstein, simbolizando así la influencia que la obra de Lang tendría en varias generaciones posteriores de cineastas, tomando buena nota sobre los contrastes emocionales impregnando el devenir de sus protagonistas ineludiblemente ligados a su propio destino como Sigfrido o Mabuse, conceptos y pensamientos ampliamente razonados en este útil documental del que aquí mostramos algunos breves avances de los entrevistados.
Respecto a la impresión causada a Claude Chabrol sobre el cine de Lang, este afirma: “El testamento del doctor Mabuse” me entró una gran excitación, veía un sinfín de cosas que rodaban por mi cabeza, que me preocupaban, sentí profundamente la ‘inexorabilidad’ ¡de una manera tan intensa y al mismo tiempo tan simple!”. Al Igual que Chabrol, el director Volker Schlöndorff, mostró su admiración por Fritz Lang en su primera película “El joven Törless” mediante alguna referencia de atrezzo sacadas de M El vampiro de Dusseldorf.
Para Alfred Eibel, el cine de Lang contiene el paralelismo entre el cineasta y sus personajes convirtiéndose en referentes similares en cuanto a la conducta del cineasta. Desde un punto de vista no demasiado alejado del de Eibel, Pierre Rissient, se refiere a Lang en los siguientes términos: “Sus películas son obsesivas, tendenciosas, pero también muy impulsivas. Cuando conoces a Lang y ves sus películas te das cuenta en cada momento, al menos en algunas de sus mejores películas o en algunas escenas, de la impulsividad, a la manera de un animal salvaje”.
Una visión algo distinta se centra en la opinión que el biógrafo Patrick McGilligan mantiene sobre la manera de hacer cine de Fritz Lang: “Intentaba ser un cineasta completo: operador, decorador, montador…, estaba pendiente de cualquier aspecto, experimentaba sin cesar nuevas técnicas, llegaba a dibujar, a escribir cosas sobre la película en su mano este es un aspecto importante de su fama, el haber sido multidisciplinar en todos los sentidos”. El documental nos ofrece, además de las opiniones ya citadas (ampliadas posteriormente), otras tantas donde se hace referencia sobre la importancia que para Lang tuvo París, la “arquitectura de su puesta en escena” (Volker Schlöndorff), su amplísimo dominio de lo espacial, lo visual y la persona.
Entrar en este documental es entrar en la gran aventura del cine y su evolución de la que Fritz Lang formó y forma parte de este incuestionable séptimo arte, que el realizador llegó a dominar complementado con las otras artes que tanto les ayudó a hacer realidad su propio concepto de lo que para él era el cine, apoyado inexorablemente en la interpretación del elenco: “Siempre, si elijo a un actor y creo que puede interpretar un papel, entonces, si realmente soy un buen director, debo intentar sacar lo que hay dentro de él, lo mejor de sí mismo. Es cierto que a veces eso se produce contra la voluntad del actor, pero acaso esa es la única manera de sacar a flote algo que hasta entonces no se había exteriorizado”. (Fritz Lang)
Abocado por diferentes circunstancias a escribir guiones de cine, reflejado posteriormente en su ambiciosa obra donde el concepto de creación integral de una película sería el ideal para sus creaciones, Fritz Lang lo resume de la siguiente Manera: “Las películas son la vida misma. Recibí una cultura alemana y de una forma natural me sentí apasionado por el cine. Mi vida continúa, mis películas son la expresión más directa de lo que he visto, de lo que he aprendido y he sentido. Para mí ha sido una línea ininterrumpida”.
A través de breves imágenes y secuencias Jorge Dana nos introduce en algunas de sus películas más representativas: como “M” (El vampiro de Düsseldorf), o “Encubridora”. Así las cosas, desde “Metrópolis hasta “Los contrabandistas de Moonfleet”, la obra de Fritz ha generado siempre el deseo de hacer soñar a innumerables espectadores a través de su numerosa filmografía que Dana prioriza en su etapa alemana, completada por una larga y fructífera vida creativa incluyendo naturalmente amplias referencias a su etapa americana.
Cineasta del destino desde los albores del cine mudo, el sonoro, y la edad de oro de Hollywood, el documental nos muestra a un realizador iniciando, evolucionando su inimitable estilo mostrado por ejemplo, en “El círculo del destino”, entre otras memorables películas, despertando así expectativas generadas durante el rodaje de “Metrópolis” en directores tan significativos como Buñuel, Hitchcock o Eisenstein, simbolizando así la influencia que la obra de Lang tendría en varias generaciones posteriores de cineastas, tomando buena nota sobre los contrastes emocionales impregnando el devenir de sus protagonistas ineludiblemente ligados a su propio destino como Sigfrido o Mabuse, conceptos y pensamientos ampliamente razonados en este útil documental del que aquí mostramos algunos breves avances de los entrevistados.
Respecto a la impresión causada a Claude Chabrol sobre el cine de Lang, este afirma: “El testamento del doctor Mabuse” me entró una gran excitación, veía un sinfín de cosas que rodaban por mi cabeza, que me preocupaban, sentí profundamente la ‘inexorabilidad’ ¡de una manera tan intensa y al mismo tiempo tan simple!”. Al Igual que Chabrol, el director Volker Schlöndorff, mostró su admiración por Fritz Lang en su primera película “El joven Törless” mediante alguna referencia de atrezzo sacadas de M El vampiro de Dusseldorf.
Para Alfred Eibel, el cine de Lang contiene el paralelismo entre el cineasta y sus personajes convirtiéndose en referentes similares en cuanto a la conducta del cineasta. Desde un punto de vista no demasiado alejado del de Eibel, Pierre Rissient, se refiere a Lang en los siguientes términos: “Sus películas son obsesivas, tendenciosas, pero también muy impulsivas. Cuando conoces a Lang y ves sus películas te das cuenta en cada momento, al menos en algunas de sus mejores películas o en algunas escenas, de la impulsividad, a la manera de un animal salvaje”.
Una visión algo distinta se centra en la opinión que el biógrafo Patrick McGilligan mantiene sobre la manera de hacer cine de Fritz Lang: “Intentaba ser un cineasta completo: operador, decorador, montador…, estaba pendiente de cualquier aspecto, experimentaba sin cesar nuevas técnicas, llegaba a dibujar, a escribir cosas sobre la película en su mano este es un aspecto importante de su fama, el haber sido multidisciplinar en todos los sentidos”. El documental nos ofrece, además de las opiniones ya citadas (ampliadas posteriormente), otras tantas donde se hace referencia sobre la importancia que para Lang tuvo París, la “arquitectura de su puesta en escena” (Volker Schlöndorff), su amplísimo dominio de lo espacial, lo visual y la persona.
Entrar en este documental es entrar en la gran aventura del cine y su evolución de la que Fritz Lang formó y forma parte de este incuestionable séptimo arte, que el realizador llegó a dominar complementado con las otras artes que tanto les ayudó a hacer realidad su propio concepto de lo que para él era el cine, apoyado inexorablemente en la interpretación del elenco: “Siempre, si elijo a un actor y creo que puede interpretar un papel, entonces, si realmente soy un buen director, debo intentar sacar lo que hay dentro de él, lo mejor de sí mismo. Es cierto que a veces eso se produce contra la voluntad del actor, pero acaso esa es la única manera de sacar a flote algo que hasta entonces no se había exteriorizado”. (Fritz Lang)

4,8
339
6
4 de diciembre de 2019
4 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
That old feeling (Ese loco sentimiento) es una película dirigida por el polifacético Carl Reiner en 1997. Guión de Leslie Dixon. Música de Patrick Williams. Fotografía de Steve Mason. Las nupcias, la duda, el rencoroso enfrentamiento, el oportunismo agazapado, la fama venida a menos, el temido paparazzi, el lento aunque inevitable enamoramiento, o el redescubrimiento de la atracción y la segunda oportunidad son, entre algunos otros, los ingredientes necesarios que el realizador maneja en el entorno de una comedia amablemente divertida.
Reiner nos regala con generosidad las múltiples escenas de un entretenido metraje con el reencuentro como punto de partida convertido en el ingrediente principal de dos maduros personajes públicos…o eso parece, de la escena y la literatura: Lily Leonard (Bette Midler) y Dan De Mora (Dennis Farina) con un pasado en común y una consecuencia: frente a la inexperiencia de dos jóvenes que, por lo que parece, de común no tienen nada: el avispado Joey Donna (Danny Nucci) y la discreta Molly De Mora (Paula Marshall): la consecuencia.
Otros personajes paralelos influirán sobre decisiones comprometedoras creando conflictos cruzados desde la afección, el interés y la imagen pública: la interesada Rowena (Gail O’Grady), el inestable psicólogo Alan (David Rasche) o el ambicioso Keith Marks (James Denton), todo un ramillete de personajes que no desisten de sus metas a pesar de las señales nada estimulantes que se van encontrando en el camino en las múltiples escenas generadas a partir del rencuentro de Lily y Dan en la celebración de las nupcias entre Molly y Keith, dando paso a múltiples situaciones de las que formarán parte inevitable Dan, el rendido paparazzi y admirador de la eximia Lilly.
La evolución de los acontecimientos mediante acciones provocadas, planeadas o improvisadas, facilitarán los posicionamientos de cada cual por la vía de los afectos: para Lilly y Dan, se convierte en el rencuentro pendiente; para Rowena, Alan y Keith la realidad a la que se enfrentan no es la más deseada; para Molly y Joey supone un reto encontrado con la proverbial ayuda de alguien muy próximo para ambos.
Con esta amable comedia, Carl Reiner nos hace pasar un buen rato poniendo en jaque los intereses y los afectos reencontrados mediante la seducción, solucionando así situaciones que de otra forma no hubieran tenido solución ni respuesta alguna, hechos a los que contribuyen entre otros, un discreto Pianista (Blu Mankuma), el sobrio senador Marks (Michael J. Reynolds) o la decisiva tía Iris (Jayne Eastwood). Se trata pues de una comedia que sin lugar a dudas no desmerece en absoluto su resultado final frente a las numerosas películas del mismo género que Carl Reiner ha realizado para goce y disfrute de una audiencia agradecida.
Reiner nos regala con generosidad las múltiples escenas de un entretenido metraje con el reencuentro como punto de partida convertido en el ingrediente principal de dos maduros personajes públicos…o eso parece, de la escena y la literatura: Lily Leonard (Bette Midler) y Dan De Mora (Dennis Farina) con un pasado en común y una consecuencia: frente a la inexperiencia de dos jóvenes que, por lo que parece, de común no tienen nada: el avispado Joey Donna (Danny Nucci) y la discreta Molly De Mora (Paula Marshall): la consecuencia.
Otros personajes paralelos influirán sobre decisiones comprometedoras creando conflictos cruzados desde la afección, el interés y la imagen pública: la interesada Rowena (Gail O’Grady), el inestable psicólogo Alan (David Rasche) o el ambicioso Keith Marks (James Denton), todo un ramillete de personajes que no desisten de sus metas a pesar de las señales nada estimulantes que se van encontrando en el camino en las múltiples escenas generadas a partir del rencuentro de Lily y Dan en la celebración de las nupcias entre Molly y Keith, dando paso a múltiples situaciones de las que formarán parte inevitable Dan, el rendido paparazzi y admirador de la eximia Lilly.
La evolución de los acontecimientos mediante acciones provocadas, planeadas o improvisadas, facilitarán los posicionamientos de cada cual por la vía de los afectos: para Lilly y Dan, se convierte en el rencuentro pendiente; para Rowena, Alan y Keith la realidad a la que se enfrentan no es la más deseada; para Molly y Joey supone un reto encontrado con la proverbial ayuda de alguien muy próximo para ambos.
Con esta amable comedia, Carl Reiner nos hace pasar un buen rato poniendo en jaque los intereses y los afectos reencontrados mediante la seducción, solucionando así situaciones que de otra forma no hubieran tenido solución ni respuesta alguna, hechos a los que contribuyen entre otros, un discreto Pianista (Blu Mankuma), el sobrio senador Marks (Michael J. Reynolds) o la decisiva tía Iris (Jayne Eastwood). Se trata pues de una comedia que sin lugar a dudas no desmerece en absoluto su resultado final frente a las numerosas películas del mismo género que Carl Reiner ha realizado para goce y disfrute de una audiencia agradecida.

5,7
117
8
9 de noviembre de 2019
9 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bregado en la televisión en los primeros años de su carrera cinematográfica y, después de rodar la monumental Doce hombres sin piedad en 1957, Sidney Lumet se enfrascó al año siguiente con Sed de triunfo, remake de Morning Glory (1933) protagonizada por la genial Katharine Hepburn (con gran triunfo por su interpretación) y dirigida por Lowell Sherman sobre la obra de mismo nombre que la dramaturga Zoe Akins escribiera en su día.
La música de Alex North nos abre el idílico paseo de Eva Lovelace (Susan Strasberg) por las candilejas de los numerosos teatros que la rodean, su único propósito es interpretar, un objetivo que de forma ininterrumpida, desde el nacimiento del teatro, se da en cualquier época, en cualquier momento. Se trata de un mundillo nada alejado del resto donde el reto es conseguir una audición y la oportunidad de desarrollar las cualidades interpretativas.
Lumet añade al metraje personajes necesarios en el tortuoso camino de la interpretación, el triunfo y del reconocimiento actoral de una vocación inequívoca donde el actor veterano Robert Harley Hedges (Herbert Marshall), el curtido productor Lewis Easton (Henry Fonda), el escritor y libretista Joe Sheridan (Christopher Plummer), o la diva subida de ego Rita Vernon (Joan Greenwood), se convierten en escalafones habitualmente necesarios para todo artista de la escena con pretensiones de interpretar las obras literarias y teatrales de cualquier época y estilo.
El realizador, como no podía ser de otra manera, desarrolla contenidos repletos de educadas tiranteces entre las relaciones, respetuosos rechazos de las pretensiones de la perfecta desconocida, exigencias irrealizables de la diva y sus caprichos y, cómo no, el momento idóneo de la oportunidad para la aspirante desconocida, donde confluyen las energías del rechazo y la exigencia veterana, frente a la realidad y los miedos de la debutante.
Se trata pues de una magnífica película donde la interpretación de Susan Strasberg alcanza cotas de emotivos e inolvidables momentos propios de su apellido, junto a grandes figuras reflejado en la solidez interpretativa de Herbert Marshall, Henry Fonda, la temperamental Joan Greenwood y el debutante para el cine Christopher Plummer.
Hemos de mencionar, además, a los numeroso secundarios (más de una quincena) entre los cuales Constantine (Daniel Ocko) o Frank (Jack Weston) que con sus interpretaciones escenifican las interioridades del teatro, las bambalinas de las esperas o los ensayos del elenco que una vez más han de levantar el telón que separa dos mundos: el real en el patio de butacas y el interpretativo al otro lado del telón fusionándose todo en diarias e irrepetibles emociones creativas siempre compartidas.
La música de Alex North nos abre el idílico paseo de Eva Lovelace (Susan Strasberg) por las candilejas de los numerosos teatros que la rodean, su único propósito es interpretar, un objetivo que de forma ininterrumpida, desde el nacimiento del teatro, se da en cualquier época, en cualquier momento. Se trata de un mundillo nada alejado del resto donde el reto es conseguir una audición y la oportunidad de desarrollar las cualidades interpretativas.
Lumet añade al metraje personajes necesarios en el tortuoso camino de la interpretación, el triunfo y del reconocimiento actoral de una vocación inequívoca donde el actor veterano Robert Harley Hedges (Herbert Marshall), el curtido productor Lewis Easton (Henry Fonda), el escritor y libretista Joe Sheridan (Christopher Plummer), o la diva subida de ego Rita Vernon (Joan Greenwood), se convierten en escalafones habitualmente necesarios para todo artista de la escena con pretensiones de interpretar las obras literarias y teatrales de cualquier época y estilo.
El realizador, como no podía ser de otra manera, desarrolla contenidos repletos de educadas tiranteces entre las relaciones, respetuosos rechazos de las pretensiones de la perfecta desconocida, exigencias irrealizables de la diva y sus caprichos y, cómo no, el momento idóneo de la oportunidad para la aspirante desconocida, donde confluyen las energías del rechazo y la exigencia veterana, frente a la realidad y los miedos de la debutante.
Se trata pues de una magnífica película donde la interpretación de Susan Strasberg alcanza cotas de emotivos e inolvidables momentos propios de su apellido, junto a grandes figuras reflejado en la solidez interpretativa de Herbert Marshall, Henry Fonda, la temperamental Joan Greenwood y el debutante para el cine Christopher Plummer.
Hemos de mencionar, además, a los numeroso secundarios (más de una quincena) entre los cuales Constantine (Daniel Ocko) o Frank (Jack Weston) que con sus interpretaciones escenifican las interioridades del teatro, las bambalinas de las esperas o los ensayos del elenco que una vez más han de levantar el telón que separa dos mundos: el real en el patio de butacas y el interpretativo al otro lado del telón fusionándose todo en diarias e irrepetibles emociones creativas siempre compartidas.
1 de noviembre de 2019
1 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entierro de un funcionario en primavera, es una película dirigida y guionizada por José María Zabalza en 1958, fotografía de Pablo Ripoll, dirección de producción M. de Rojas, montaje Pablo G. del Amo, y sonido de A. García Tijeras. Alumno del I.I.E.C., a la que José María Zabalza, accedió mediante la promoción posterior a la de Berlanga, entre otros, debió de existir inicialmente algún tipo de influencia mutua en sus respectivas carreras cinematográficas; cosa distinta fue la evolución posterior de ambos directores.
Estamos ante una comedia negra de carácter coral donde la multiplicidad de personajes acumulan escenas urbanas y de interior en la que se nos muestra todo un registro de personajes y situaciones que según el realizador (para dejar claras las cosas) advierte al distinguido público sobre el contenido y la intencionalidad de la película.
Los dibujos de M. Calvo en los títulos de crédito nos da una idea de lo que nos vamos a encontrar, personajes de lo más común en un barrio donde la vida transcurre con algún que otro sobresalto, entre los cuales los entierros, una situación que atrae a personajes tan dispares como: el matrimonio cotilla, los allegados, oportunistas desconocidos, el aprovechado, o un curioso recaudador, entre otros.
Un Carterista (Tony Leblanc) descubre que algo no anda bien en su matrimonio tras un inesperado descubrimiento en una de sus acciones, desencadenando la confusión y el caos allá por donde va, generando desorden, enfados, aclaraciones y situaciones surrealistas que no podrán ser solucionadas hasta dar con Felipe (Fernando Delgado), el afectado.
A la multiplicidad de acciones no podían faltar personajes tan singulares como la desconsolada Viuda de Lupicinio el finado (Pepita C. Velázquez) un Plañidero profesional (Félix Fernández), un alicatado Jefe de Bomberos (Fernando Sancho), la exuberante sirvienta Vicky (Vicky Lagos) o los jovencísimos secundarios en los roles de Rodríguez y García (José María Tasso y Luis Ciges respectivamente) en una breve aparición conjunta donde dan sobrada cuenta de sus posibilidades interpretativas futuras.
Así las cosas, más de treinta personajes dan vida a un metraje que por derecho propio debería ser considerado como una gran película precursora de lo que en su momento opinaba al respecto Luis García Berlanga: “Entierro de un funcionario en primavera, fue el pistoletazo de salida de la corriente de cine de humor negro en España”.
Estamos ante una comedia negra de carácter coral donde la multiplicidad de personajes acumulan escenas urbanas y de interior en la que se nos muestra todo un registro de personajes y situaciones que según el realizador (para dejar claras las cosas) advierte al distinguido público sobre el contenido y la intencionalidad de la película.
Los dibujos de M. Calvo en los títulos de crédito nos da una idea de lo que nos vamos a encontrar, personajes de lo más común en un barrio donde la vida transcurre con algún que otro sobresalto, entre los cuales los entierros, una situación que atrae a personajes tan dispares como: el matrimonio cotilla, los allegados, oportunistas desconocidos, el aprovechado, o un curioso recaudador, entre otros.
Un Carterista (Tony Leblanc) descubre que algo no anda bien en su matrimonio tras un inesperado descubrimiento en una de sus acciones, desencadenando la confusión y el caos allá por donde va, generando desorden, enfados, aclaraciones y situaciones surrealistas que no podrán ser solucionadas hasta dar con Felipe (Fernando Delgado), el afectado.
A la multiplicidad de acciones no podían faltar personajes tan singulares como la desconsolada Viuda de Lupicinio el finado (Pepita C. Velázquez) un Plañidero profesional (Félix Fernández), un alicatado Jefe de Bomberos (Fernando Sancho), la exuberante sirvienta Vicky (Vicky Lagos) o los jovencísimos secundarios en los roles de Rodríguez y García (José María Tasso y Luis Ciges respectivamente) en una breve aparición conjunta donde dan sobrada cuenta de sus posibilidades interpretativas futuras.
Así las cosas, más de treinta personajes dan vida a un metraje que por derecho propio debería ser considerado como una gran película precursora de lo que en su momento opinaba al respecto Luis García Berlanga: “Entierro de un funcionario en primavera, fue el pistoletazo de salida de la corriente de cine de humor negro en España”.
Más sobre avanti
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here