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Tajikistan Tajikistan · Demonlandia
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Críticas 1.160
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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8 de agosto de 2009
49 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reacción de los fans fatales a la película de Dragon Ball en carne hueso estrenada hace unos meses siempre me pareció algo desproporcionaba (¿pues qué podría esperarse si no?) pero eso fue hasta que vi Street Fighter. Vamos a ver, se sobreentiende que una peli llamada Street Fighter y basada en Street Fighter está hecha exclusivamente para jugadores del Street Fighter. Y lo que nosotros pedimos no es mucho, sólo luchas de nuestros personajes favoritos con sus movimientos más emblemáticos y que se parezcan a los muñecos del videojuego, es que no era tan chungo. Pero nooooo, no contentos con hacer la peli que les da la gana y no la que nosotros pedíamos, echan a perder a mis dos personajes favoritos: Vega y Chun Li. Vamos a ver, qué tanto costaba contratar a una china de verdad para hacer el papel y no a una islandesa, o hawaiana o whatever sea esa tipa. Por supuesto, se os caerán los ojos antes de ver una sola patada múltiple chunliesca a lo largo del filme, de hecho se os caerán los ojos antes de ver una sola patada que dé a alguien, porque no, la puntería en lo que vienen a ser las peleas de la no-china con el resto del personal, brilla por su ausencia.

Por si no fuera suficiente el agravio ocasionado a la adorada moñetes, el insulto se extiende a mi otro personaje favorito: Vega. Vega, en el videojuego, era un elegante, mortífero y enigmático luchador español que llevaba una máscara para proteger su hermoso rostro en la lucha. Aquí no sólo no es español (es un chino bastante feo) sino que además no aparece con su característica máscara estilo fantasma japonés, apareciendo en cambio con una especie de fuente sopera plateada incrustada en el jeto que más que una máscara parece una de esas cosas pseudo-imperiales que te ponen en el chino para servir el pato laqueado. La pelea entre Chun-Li y Vega alcanza cotas lamentables por ambos lados y por supuesto, ninguna patada múltiple se atisba ni de casuales. Y ya lo peor: mientras Chun-Li anda con ridículos entrenamientos chichi-zen y unos policías investigan algo que a nadie interesa, no creais que a los guionistas se les enciende la bombilla y orquestan peleas entre el resto de los personajes. Para nada, ellos quieren contar una historia y no se dan cuenta de que mientras nosotros, fans, nos pasábamos el juego por cincuentésima vez lo que menos nos importaba del mundo era la historia de Chun Li o de su abuela la coja. Lo que queríamos es darnos palizas y hacer combos y humillar a nuestros primos/amigos/hermanos. Y si hacen una peli de Street Fighter, queremos ver: a Blanka, Honda, Sodom, Ryu, Zangief, Ken o incluso el horrendo Dhalsim dar patadotes, puñetazos y lanzar bolas de magia. NO NOS INTERESA SU VIDA.

Películas como esta confirman que los gloriosos tiempos de las grandes películas malas han tocado a su fin: y que aún encima de no tener la imaginación para hacer un bodrio con gancho, ni siquiera nos dan lo poco que les pedimos. Porquería de la peor especie.
16 de agosto de 2008
48 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil decidir qué resulta más apasionante en el caso literario de las hermanas Brönte (Emily, Charlotte y Anne), si su biografía plagada de violentos claroscuros o la obra que dejaron atrás, impregnada por unas vidas tan trágicas como apasionantes en lo que se refiere a lo artístico. La mayoría de la gente conoce obras como "Cumbres borrascosas" o "Jane Eyre" pero no muchos saben que ambas forman parte de la crónica de los reinos imaginarios que fundaron aquellas hermanas para evadirse de una realidad de pobreza, maltrato emocional y represión, un entorno hostil que marcó sus novelas con la impronta de un dolor íntimo surgido de la más profunda de las injusticias contra las mujeres y por extensión, contra cualquier ser humano privado de los derechos y las revindicaciones sociales más básicas.

"Cumbres borrascosas", la única obra publicada de Emily, es una convulsa historia de amor más allá de la muerte que se desenvuelve en los páramos de algún lugar muy parecido a Yorkshire (donde vivió y murió la autora). La enfermiza pasión que sienten el gitano Heathcliff y la distinguida Catherine Earnshaw no sólo les amargará la existencia por la imposibilidad de su realización, además marcará la de sus descendientes en una espiral de odios y rencores que prosiguen su imparable curso influyendo en los destinos de las generaciones que les suceden.

Todas las adaptaciones cinematográficas, salvo quizás la que hizo Buñuel en "Abismos de pasión" (que consigue transmitir el ambiente tenebroso y sombrío del original literario) han pecado de esteticistas, clásicas y blanditas en comparación al libro y ésta de Peter Kosminsky no es una excepción. A Juliette Binoche le encaja bien el atormentado personaje de Catherine, pero Fiennes no acaba de captar la esencia de Heathcliff, personaje marcado por un afán de posesión amorosa tan salvaje que acabará derivando en un culto casi necrófilo. Se echa a faltar también el hálito fantasmagórico con que Brönte impregnaba su historia, tan importante para entender en su justa medida la historia de amor de los personajes. Los diálogos no tienen gancho alguno, el recitado carece de alma, la pasión brilla por su ausencia y las cumbres se vuelven farragosas más que borrascosas. Una lástima.

Puede que me deje llevar por subjetivismos literarios y sea ésta una apreciable película de amor, pero desde luego dista mucho de ser una adaptación decente de la novela y como es la única razón por la que me molesté en verla, me es imposible juzgarla con más indulgencia.
21 de diciembre de 2010
47 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una escena, un tranquilo profesor, alguien como tú y como yo, que vive una rutina agradable junto a su familia.

En otra escena, este mismo tranquilo profesor, es decir, tú o yo, acabamos de matar a una persona.

Entre aquella escena y esta escena hay un largo camino que demuestra que la duda ética es el thriller más fascinante.

Aunque esté disfrazada de acción y fugas, no se engañen, la verdadera película sucede...en la cara de Vincent Lindon.

Por ella.
18 de septiembre de 2007
45 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Weir es director de una no muy abundante filmografía: quizás es por eso por lo que todas sus películas, desde la maravillosa "Picnic en Hanging Rock" hasta la trepidante "Master & Commander" tienen ese aire de elaboración casi artesanal que pocos directores americanos saben alentar en sus trabajos.
"El club de los poetas muertos" no es una excepción: el elegante clasicismo, el exquisito gusto y especialmente, el precioso guión son muestras, una vez más, del cuidado que Weir deposita en cada uno de sus filmes. A priori, no parece más que una típica historia de profesor rebelde y aleccionador contra alumnos adocenados, pero de fondo encontramos un alegato por la vida, por el arte, por la libertad de elección y pensamiento en un medio tan poco propicio como un estricto internado inglés.
La clave no es "perseguir vuestros sueños", como razonaba un usuario con anterioridad, sino pensar por uno mismo, ser individual, no dejar que nada ni nadie influya sobre el camino a tomar. La misión del profesor/capitán -Robin Williams, en uno de sus escasos papeles no irritantes- es conducir a estos marineros novatos por el proceloso mar que les separa de la autodeterminación y también inculcarles el valor del carpe diem, convertir cada uno de sus momentos en algo que merezca la pena recordar.
19 de noviembre de 2010
44 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Winter's bone" se puede morder el frío y caminar entre tentáculos de vaho. Su atmósfera, sol de invierno, envuelve y sitúa en una discreta esquina para asomarse a la desesperanza que habita en el interior de una cerrada comunidad Ozark. Una adolescente inicia una investigación para encontrar a su padre y nos invita a seguirla por parajes helados, tristes y pobres, poblados por una fauna hostil pero no carentes en cierto modo de una especie de fascinación atávica.

La preciosa banda sonora de Dickon Hinchliffe, de los Thindersticks evoca un lugar apartado del tiempo, donde las leyes son las propias y donde no se mata, se ejecuta; pero también un lugar en el que todavía quedan vecinos que echan una mano y en el que la gente se reúne en las casas para jugar al póker y cantar canciones dolientes sobre amores que nunca volvieron.

Un lugar con música de mito.

La dirección de Debra Granik evoca el ritmo pausado de la música y refuerza el efecto alienando a la protagonista, cortando el hilo entre nosotros y sus sentimientos; por suerte la interpretación de Jennifer Lawrence supera los peligros de este proceder porque debajo de su dureza se intuye la ternura, la inseguridad o la pérdida definitiva de la infancia. La cámara la persigue y va sumergiéndonos poco a poco en ese universo, en esas vidas, en esa chica.

Es un frío placer seguir toda la película, desgranando como Ree Dolly las claves del misterio de su padre y del misterio de la gente que la rodea, una historia de una sencillez aplastante y por sencillez quiero decir una historia real que sin grandes alardes golpea donde tiene que golpear, porque los males relatados son los pequeños y ruines males de la gélida naturaleza humana.

El paseo por el invierno de "Winter's bone" puede haber acabado pero el frío aún permanecerá un buen rato.
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