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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
10 de abril de 2009
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda Alex Proyas se acabará convirtiendo quieran o no, en un claro referente del fantástico moderno, sus ideas oscuras y deprimentes luchan sin parangón con las obligadas impostaciones de productores caprichosos, por eso y omitiendo a la excelente Dark City, su obra más autoral y completa, el restante de su corta filmografía no parecen poder representar al ciento por ciento toda la maestría que engloban sus principios, títulos que se resisten a procrear la película perfecta que Proyas lleva gestando años. Con Señales del futuro lo realiza a medias, pero vuelve a comprimir sus facultades visuales para coreografiar una ecuación apocalíptica que baila con exquisitez en los parámetros del género, o mejor dicho géneros, por que la pieza que Proyas proyecta en nuestras pupilas es uno de los combinados más variados y carentes de complejos que podríamos disfrutar sin sentir el menor rubor por ello, hábil mezcla de cine catastrofista, terror moderado, ciencia ficción y drama familiar salpicado por la filosofía existencial que aproxima su mesiánico thriller a los temores del mejor Shyamalan, y por defecto a la reflexión religiosa del propio Spielberg, la cual inspira el polémico cambio de rumbo elegido para el tramo final de un producto curvilíneo que avisa de mejor reconocimiento del que es actual protagonista, un futuro que englobe con justicia su intrépida visión pesimista de un universo sin descifrar, encerrado en numéricas premoniciones que predican el laberintico tenso y dinámico que el director de Yo, Robot capitanea en todo momento, un pulso extraordinario que lo exime del reproche y lo encarama como un gran director de recursos e intelecto.

Señales del futuro empieza el viaje con ecuánime capacidad para el asombro, dosifica bien los ingredientes y no baja la guardia en ningún momento, posee ritmo y contiene alguna de las mejores set pieces que se han visto últimamente en el cine de catástrofes, se toma en serio a sus personajes dotándoles de sentimientos, algo que no intensifica el inadecuado cast de la cinta, planifica dos horas con acierto y pulso, con un dominio absoluto de la atmósfera, sin dejar pasar por alto las claves que dan sabor al espectáculo, corre veloz por los pasillos de la intriga y el suspense, esos misteriosos emisarios denominados “los que susurran” que invocan a los demoniacos habitantes de El pueblo de los malditos, y finaliza con el arrojo de un creador que necesita de mayor libertad para tejer los hilos de una creatividad que parece no volar plena, seguramente sus próximos proyectos nos permitan disfrutar de un Proyas sin fisuras ni recortes, un adalid de lo alucinante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
LO MEJOR: Las tareas de Proyas en la dirección, como maneja un presupuesto de serie B, apenas 50 millones de dólares, luciendo con el empaque de una superproducción el triple de cara. La música opresiva y acentuada de Marco Beltrami, con notas cercanas a Bernard Hermann, una banda sonora que refuerza la angustia existente en la historia y los dos episodios siniéstrales, el de la avión y el del metro.

LO PEOR: Nicolas Cage, su presencia roba credibilidad al papel de padre atormentado y alcoholizado, y es que a estas alturas los avispados productores de Hollywood deberían haberse dado cuenta de que Cage ya no encaja en este tipo de películas y Rose Byrne, con un enfermizo semblante de desgana y apatía.
11 de octubre de 2009
41 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un enorme despliegue promocional, y una mastodóntica campaña publicitaria, poco o nada usual para un producto español, llega la nueva cinta de Alejandro Amenábar, un acontecimiento con ambición desmesurada que sin duda eclosionará el box office proporcionando cifras millonarias en su primer fin de semana en cartel. La primera y sana de las intenciones por parte de su creador serán cumplidas con creces, en favor de una desorbitada y estudiada cinta histórica con la que el director de Los otros vuelve a poner en entredicho sus carencias e inclinaciones hacia un envoltorio de oropel y brillo en absoluto acorde con las debilidades reales de su cine. Amenábar controla lo espectacular, lo grandioso, y se olvida de lo pequeño, el detalle que da emoción y cohesión al conjunto, realiza un peplum para intelectuales donde abarca demasiadas temáticas, demasiados hechos, demasiados objetivos, los cuales nunca dan entidad a este aburrido, apasional, fresco romano.

Ágora, encierra un discurso obvio, el alegato demagógico sobre los fundamentalismos religiosos y el fanatismo desbocado de una época marcada por el imparable ascenso del cristianismo. En medio de todo ese entorno hostil aparece Hipatia, una mujer única atrapada en un tiempo dominado por hombres. Filósofa, astrónoma, matemática, la bella pensadora es, por meritos propios, un verdadero icono feminista, una mártir pagana que tuvo que convivir en los albores del coronamiento al catolicismo teodosiano, luchando por mantener invictas sus convicciones, alejándose de la fe para solo abrazar la razón y entender el caprichoso funcionamiento del cosmos. La interpretación de Rachel Weisz es de lo poco que se salva de un error de cast imperdonable, con una mala dirección de actores, otra de las lagunas de Amenábar, un tempo circular que no avanza dotando de cierta pesadez a la película, un recorrido árido y espeso que desorienta al espectador, adormecido por un texto sin entusiasmo, expoliado de expresividad narrativa, una carga de la que raramente puede sobreponerse.

Aún con esto, es sorprendente la libertad creativa de la que dispone Amenábar, es un hecho irrefutable que este juega en otra liga distinta al resto de los directores nacionales (aunque habría que ver que son capaces otros muchos con los medios de los que dispone Amenabar), sus ganas de internacionalizar el producto y dar empaque de superproducción, intimista, a un inusual drama épico científico no deben de restar puntos, pero desgraciadamente se necesitan bastante más que pretensiones para ganarse el título de autor, hasta el momento Amenábar es solo un dignísimo artesano, pero sin la autoría de un nombre con estilo propio designado, quizás funcionase mejor al servicio de las historias de otro (uno de sus peores lastres es el guión de Mateo Gil y él mismo), dentro de la industria hollywoodiense de la que tanto parece (copiar) admirar y a la que no tardará demasiado en ajustarse definitivamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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LO MEJOR: La belleza serena, tranquila, espontánea de Rachel Weisz (el simbolismo de Hipatia como mujer liberada, erudita del pensamiento y maestra neoplatónica). La música de Darío Marianelli, bellísimo score en donde destacan los lamentos, muy de estilo morriconiano, con las voces de la cantante iraní Parvin Cox y un emotivo tema central hábilmente desarrollado a lo largo del metraje. El compositor italiano demuestra, nuevamente, su condición de gran plasmador de lugares legendarios, aquí la mítica Alejandría, y su poética capacidad de subrayar emociones. Es en el apoyo de una banda sonora excepcional donde Amenabar consigue lo poco remarcable de su personal y fallido mitin en contra de la extendida violencia natural del ser humano.

LO PEOR: Lo hastiado que acaba uno al termino de la película, sin sentir nada, ni lo más mínimo por sus personajes, y es que difícilmente podemos ver en Ágora sentimiento, no existe, hay lluvia de ideas sin rumbo, y hay un perezoso, apoltronado genio, imbuido por su propia falta de humildad. El trabajo de Oscar Isaac como Orestes, el peor parado del elenco, y el abuso de planos cenitales y desde el cielo al estilo Google earth, que tan de moda parecen estar últimamente.
15 de agosto de 2008
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director irlandés Neil Jordan, adaptó en esta ocasión una obra del escritor inglés Graham Greene, y tras su decepcionante anterior trabajo In Dreams (tópico y trillado filme de terror que pasó con más pena que gloria por las carteleras de medio mundo) consiguió deleitarnos con una historia de amor metafísica con tintes sobrenaturales, que plantea el dilema moral que conllevan la razón frente a la fe; amor, odio y Dios son los interesantísimos temas a tratar en el melodrama El fin del romance, llevado con sublime elegancia por su director y que logra entroncar con esas grandes historias románticas del Hollywood dorado (referencias obvias a Breve Encuentro, salvando las distancias por supuesto, y a la inferior El paciente Inglés), dotada de un halo épico que incluye tremendismo y redención a partes iguales.

La exquisitez formal de cada uno sus planos, su barroquismo, su misticismo, su magistral utilización del "tempo" (nos cuenta una a priori "gran historia" en poco más de 90 minutos, dosificándolo de manera admirable), su opresiva música, y sobretodo sus intérpretes, destacando una soberbia Julianne Moore, en uno de esos papeles dignos de cualquier premio que se precie y que dota a la película de un poder de fascinación francamente sorprendente, mezcla de clasicismo a la par de modernismo.

Toda su poética queda arropada por un guión bien estructurado con pocas fisuras, pero que en su conjunto resulta demasiado perfecto, frìo, aunque nada reprochable habidas cuentas de que Jordan intenta ser sobrio en todo momento y huir de filigranas y de un tratamiento edulcorado de las escenas románticas, rodadas con sensualidad y una madura elegancia nada habitual en los tiempos que corren.

LO MEJOR: El uso de flashback y la diferente perspectiva de los sucesos según el personaje
LO PEOR: Que en algunos instantes se deje entrever una extraña sensación de manipulación de cara al espectador, pero de todas formas eso es cine al fin y al cabo.
13 de diciembre de 2008
31 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil acercarse a este descafeinado remake sin ensañarse vilmente con ella, complicado el compararla con su fuente inspiratoria, una tarea fracasada y decepcionante, y absurdo el intentar ni siquiera puntear cualquiera de los aciertos de aquella, una pieza clásica y brillante que albergaba inteligentemente mensaje pacifista con un discurso clarificador acerca del enfrentamiento entre naciones, un Ultimátum a la tierra versión 1951 que demostraba en su falso ingenuo capacidades asombrosas de convertirse con el tiempo en la película de culto que afortunadamente hoy es.

Ultimátum versión 2008 esconde en su fino manto visual los defectos de un cine fantástico actual que ya ni siquiera parece ser capaz de albergar un mínimo de entretenimiento, una triste actualización que cambia el toque mesiánico de su precedente por un telegráfico mensaje ecologista, una estéril sci fi que se derrumba a pocos minutos de su mermada personalidad y desesperante incapacidad metafórica. Una lástima que con tan buen material originario se fecunden productos tan insatisfactorios, bocetos de un guión involuntariamente cómico, irrisorio y ridículo, bien sea por la catastrófica interpretación de Keanu Reeves, un Klaatu de tercera, o por la mutilada reflexión acerca de nuestro planeta, un sinsentido que su director Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose) no salva en su funcional corte estético de un nervio quemado de ceniza y polvo.

Lo que queda resultante de la ecuación de un casi fugaz John Cleese es que al menos la memoria de la astuta versión de Robert Wise no queda empañada, al contrario la ensalza y glorifica haciendo ver como medio siglo de existencia no es nada para borrar las bondades de una película adelantada a su tiempo, un verdadero film de género extraterrestre que fue y será eternamente recordado.

LO MEJOR: Jennifer Connelly, la única que parece tomarse en serio su trabajo, la ganadora del Oscar sigue bella y pluscuamperfecta aunque asusta su alarmante delgadez en cada nueva aparición en pantalla. Algunos hallazgos infográficos y el autómata Gort, que pedía a gritos mayor protagonismo.

LO PEOR: Es un latazo consumado, no se ciñe a nada concreto en su equivocado rumbo sin norte. Keanu, sosias, Reeves y un repelente pequeño Smith que dan ganas de aniquilar a la raza humana. La inevitable comparación con lecciones recientes de cine apocalíptico, la estupenda The Happening o nuevas versiones de clásicos cincuenteros como la esplendida La guerra de los mundos made in Spielberg o cualesquiera de las diferentes versiones realizadas de la mítica La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel).
3 de septiembre de 2009
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás sea verdad eso de que en España tenemos el cine que nos merecemos, o al menos si es mucho más cierto el hecho de que nuestra cinematografía, como todas, debe y necesita sustentarse en un público que la respalde, que de crédito a sus aciertos del mismo modo que tendría que rechazar sus (continuos) errores, huir de la mediocridad dominante de un panorama industrial desgraciado, politizado y preocupante. Y digo esto enfrascado en una extraña rabieta trompada de impotencia, al descubrir como una cinta tan fresca, divertida y arrolladoramente lucida como Pagafantas no haya conseguido el recibimiento comercial y popular (no así el de la crítica especializada, que nada o poco puede hacer para levantar un cine impedido de éxitos), que sin duda merece, no tanto por sus tibias recaudaciones sino por las vulgares y bochornosas comparaciones con comedias burdas, secas de talento del tipo Fuga de cerebros, dramas impostados y descaradamente oportunistas deudores del peor target televisivo del estilo Mentiras y Gordas, o infladuras mediáticas de autores con desesperante crisis narcisista, Almodóvar y su insufrible Los abrazos Rotos. Ese sentimiento claramente representativo nos debe hacer reflexionar en cuanto a cual es el camino a elegir de nuestro cine, si nos cegamos a descubrir, proclamar sin vergüenzas ni titubeos, una sencilla comedia que no demanda nada más que un sorprendente compromiso artístico con el género. Un campo de pruebas (el del chiste local) que vio crecer y florecer la España de los 80 y principios de los 90 con cineastas singulares y renovadores que hoy parecen recorrer un limbo creativo desarmante, léanse sendos Fernandos, Trueba y Colomo para ser exactos, y del que Pagafantas coge prestado ese tono natural, cotidiano, alocado y medido de un tipo de comedia juvenil bien escrita y mejor interpretada, que sin temores se atreve a fusionar la desternillante risa patria con las nuevas modas humorísticas del hemisferio Apatow (Virgen a los 40 versión ibérica), acogiendo con inteligencia un humor actual que busca sin duda aspiraciones diferentes.

Borja Cobeaga da el salto definitivo al largo después de una reputada y meteórica carrera como cortometrajista (la verdadera semilla productiva de jóvenes talentos con enorme ambición y posibilidades futuras), la cual consolidó internacionalmente con la nominación al Oscar por su magistral corto Éramos Pocos. Todo ese bagaje audiovisual descendiente de su experiencia en los medios proyectan en Cobeaga un prometedor perfil de escritor habilidoso, adecuadamente imbuido por la trabajada definición de personajes (similar al mejor Alex de la Iglesia), y de la narración fluidísima de gags memorables que aciertan en provocar una sonrisa permanente en sus parcos 80 minutos de metraje (a Cobeaga las comedias le gustan cortas).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Borja, como buen vasco, sabe reunirse de una sensacional cuadrilla de aspirantes, una puntuación alzada para que el resultado final sea una bomba de carisma interpretativo, tanto por Gorka Otxoa (colega del realizador y exponente cercano del perdedor simpático y entrañable), por un entonado y recuperado Oscar Ladoire (el tio Jaime es una más que posible, y merecida, candidatura al Goya al mejor actor de reparto) y por la espontaneidad de un lujoso descubrimiento argentino, Sabrina Garciarena ( de una vis cómica inesperada), a ellos y a otros se debe que Pagafantas adquiera el titulo, esperemos que no solo honorifico, de la mejor película española del año.

LO MEJOR: Que da bastante más de lo que parece. El retrato feroz de una juventud perdida y desdibujada, las irracionales relaciones con el sexo opuesto, la mirada nostálgica y compasiva de un pobre desgraciado con el que es imposible no empatizar, excelente pagafantas de la calle, ni demasiado friki, ni demasiado patético, solamente un chico normal con poca (o ninguna) suerte con las mujeres. El diccionario pagafántico, palabras como Cobra, Lémur o koala pasan a ser un manual recurrente del ligoteo noctámbulo y del amigo sufrido, maltratado, por todas esas Claudias que nos han mareado alguna vez con su locura destructiva.

AÚN MEJOR: La escena del cumpleaños y la posterior en el Karaoke con el primo de Chema y las puyas hacia la figura de Enrique Bunbury.

LO PEOR: Que no sepamos diferenciar la paja del fango, Pagafantas no está, por suerte, al nivel de la calidad media del cine nacional acostumbrado.
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