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Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
12 de noviembre de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anvil es la película que todo artista debería ver. Es más, no sólo ver, sino convertirla en su religión.
Lo es por lo que cuenta. Por la fe inquebrantable de un par de locos en el triunfo, en romper la barrera que separa su propio patetismo del ajeno. Por la determinación con la que buscan su autorrealización sin perder sus valores. Por encontrar la felicidad en el camino más que en el destino.
Lo es también por cómo lo cuenta. Y lo cuenta con verdad. Con una cámara en mano que se vuelve agente doble, se vuelve cómplice de protagonista y espectador. Con un humor que desnuda a los personajes y luego les hace merecedores del calor de un abrazo. Con una ternura idéntica a la de los amigos, a los cuales llegas a querer más por sus virtudes que por sus defectos.
Con todo eso, Sacha Gervasi construye una obra maestra. Un monumento al arte, pero también al al fracaso, a la familia. Una nueva demostración de que es en los márgenes de la realidad y del triunfo donde se encuentran las metáforas que convertir en ejemplo, en referente vital.
Por ello, si el fracaso de Anvil como grupo les dignifica, el tiempo de la peli les glorifica.
10 de enero de 2009
18 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada de lo que diga tiene a partir de ahora ningún valor. Estoy encerrado en un tren. Estoy en la bella localidad de Calatayud. La nieve me rodea y llevo una hora sin avanzar. Estoy con una cerveza y dos copas, tomando la tercera. Estoy feliz.
Acabo de ver Mamma mia. Acabo de llorar, acabo de carcajearme, acabo de reír, acabo de bailar con la imaginación, acabo de martillear el suelo con mis pies. Acabo de volver a disfrutar del noble arte de dibujarte una sonrisa en el rostro y no arrancárterla hasta el icono de copyright.
Sé que no pasará a la historia. Sé que en un rato me habré olvidado de ella. Sé que no será analizado por analistas sesudos. Sé que yo no debiera analizar en este blog. Sé que mi esnobismo la condenó a mi ostracismo en taquilla. Sé que mis pies, mi estómago, mi mandíbula, mis cuerdas vocales la han gozado como pocas.
Nada de lo que estoy diciendo tiene ningún valor. El único valor está en lo que he vivido. Y lo que he vivido no es reflexión, es evocación. No es realidad, es sueño. No es análisis, es experiencia. No es vida, es magia.
La magia no la genera una sublime Meryl Streep. La magia tampoco la genera un montaje superlativo. La magia ni siquiera la genera la misteriosa complicidad de la música de Abba. La magia la genera una coherencia entre forma y fondo tan profunda que hace que las letras adquieran vida, que los sueños se vuelvan tangibles, que la culebronesca trama adquiera ironía, que la risa tornre felicidad y los pies se vuelvan alas.
La magia es vida. Y películas como Mamma mia no volverán a ser mencionadas en mi blog, pero ayudan a hacer un mundo mejor. Ayudan a que tengamos más vida.
Podría seguir explicando la magia, pero nada hay como darle al Play. Puede que el esnobismo haga que el ganador se lo lleve todo. Puede que el perdedor se quede sin nada. Pero ¿qué más da perder cuando has disfrutado del partido?
22 de abril de 2011
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que se creen más listas de lo que son. Hay personas que se creen más listas de las que son. "Sin límites" cuenta con ambas.
Su protagonista se considera un genio. Su director, también. Y por ello, se empeña en ofrecernos mil trucos que le hacen parecer más listo, pero no mejor director. A saber: cambios drásticos de lente, dar la vuelta a la cámara, letras mil, planos-secuencia sin fin, uso de un actor de prestigio. Pero todos, todos son falsos. Parece que todos aportan y sin embargo, son absolutamente inanes.
Y es que todo es inane en "Sin límites" salvo un guión con algún giro de interés. Gracias a él y a la fuerza que trata de imprimirle su director, eres capaz de obviar el tedio de la lluvia de Semana Santa, eres capaz de obviar la falta de lógica y rigor, eres capaz hasta de olvidar la pregunta de qué coño hace ahí metido Robert de Niro y por qué le pone tan poco empeño.
Si la ves, al menos, no hagas como el prota y como el director. No creas que eres más listo por entenderla, no hay nada que entender.
11 de enero de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Hay más verdad que la mentira? ¿Es más importante la verosimilitud que la verdad, el espíritu que la letra?
El cine, la literatura, el teatro, el arte ha construido su historia en base a esto. No hay biografía más falsa y aburrida que la totalmente realista. No hay retrato más fiel que el que toma la persona y la vuelve personaje.
El apasionante protagonista parte de un punto extraordinario: él es personaje. Probablemente ni él mismo sepa si es persona. Probablemente nadie sepa qué hay en Enric Marco que no sea impostura. En su propia persona, su verdad y su ficción se mezclan tanto que, como en el cine, generan una nueva verdad. Un tipo que nos mueve a reírnos y a conmovernos, a sorprendernos y a cabrearnos.
Si eso es la persona o el personaje, lo que cuenta todavía más allá. Y lo que cuenta nos lleva a plantearnos mil preguntas. En un principio, casi todas parecen de respuesta obvia, pero a medida que avanza la narración, a medida que conoces al personaje, todas esas respuestas comienzan a hacerse relativas, comienzan a verse fundidas por la duda.
El éxito del documental está en dejar que la persona sea personaje, que él lo infunda todo. Ante su absoluta modestia de medios, se conforma con colocarle entre imágenes tan potentes y metafóricas como todas las que lo sitúan entre espejos que se reflejan hasta hacerle desaparecer, entre espejos que hacen que su historia se difumine configurando un nuevo significado. Ante su falta de recursos, los directores apuestan por dejar que las preguntas salgan y no interferir en su respuestas.
¿A quién hirió con su mentira? ¿Qué fin consiguió con su nueva verdad? ¿Por qué necesitaba ser protagonista de una vida que no era la suya? ¿Hay más verdad en su emotiva mentira que en los fríos números de los historiadores? ¿Hay más ética en su comportamiento que en el silencio de los pocos supervivientes?
¿Se puede ser buena persona, comportándose como una mala persona?
19 de julio de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he creído que el hijo de García Márquez es mucho mejor que su padre. Mucho más sensible, mucho menos cursi, mucho más depurado, mucho menos exhibicionista.
Lo ha demostrado en los 3 largos que ha estrenado en España. Si Cosas que diría con sólo mirarla y 9 vidas, transmitían su amor e intento de comprensión de las mujeres a través de cortometrajes tan potentes y aislados como vertebrados, Madres e hijas es su primer salto a la narración convencional.
Y es salto, pero menos. Porque los mismos personajes que poblaban sus cortos aparecen en el drama. La misma idea central que se bifurcaba en varias sigue apareciendo aquí. La diferencia es que aquí sí hay unidad de historia, sí hay un hilo común argumental que une a las diferentes historias. Ese hilo es la sangre y es el tiempo, ese hilo es la relación materno-filial que nace de los genes o de la compañía.
Así, el conflicto adopción-legado-educación explota en 3 madres que no lo son, se desarrolla en sus diferentes vertientes, alcanza un grado de profundidad que nos lleva más a vivir sus vidas que a plantearnos preguntas. Más a sentir sus emociones que a replantearnos nuestra realidad.
Para ello se sirve de retratos femeninos tan acerados como los de sus cortos, de vidas tan apasionantes como la de Naomi Watts, uno de esos personajes nacidos para quedarse. Es ella y su relación con un sublime Samuel L. Jackson quienes llevan la película a los terrenos de la perdurabilidad. Su imposible relación es una de las cotas mejores en lo que va de año.
Por eso al bajar de ella para aterrizar en la coherencia de la historia y de los personajes, en la unión de esas 3 madres aparece un desenlace necesario, pero insuficiente para el grandísimo cine que hasta entonces hemos visto.
Un cine en el que el plano-secuencia sólo llega en el último plano. Un cine en el que el montaje y la planificación se dan la mano de una forma tan precisa que cada elipsis genera intriga y metáfora, cada corte es sereno y elegante, cada fin es un comienzo.
Un comienzo libre de emociones, germen de nueva vida. Ya sea por los genes, ya sea por la compañía.
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