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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
4 de diciembre de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clive Barker firmo lo que hoy día podemos considerar uno de los grandes clásicos de terror, su influencia del mejor Carpenter acompañada de su metafórica novela, quien guionizó y dirigió él mismo, es, con rotundidad, una de las obras de terror más interesante de estudiar hoy día.

El recaudador del infierno es como el mensajero de un Dios cruel y vengativo que decide castigar a su protagonista por ser un gran buscador de nuevas experiencias sensoriales a través del erotismo. Barker se influencia de estéticas como la punk, nazi, y gay para narrarnos los horrores víricos de la época. Es probable que su director evite la lectura unívoca, pues los cenobitas, son demonios, a la vez denominados ángeles. Si el miedo al SIDA en los 80 era prácticamente como el mismo apocalipsis, Barker nos traslada al extremo ese horror del disfrute sexual por miedo a un castigo. Si investigamos sobre el origen de la epidemia, seguimos sin saber su origen real. Lo mismo ocurre con el origen de la creación. La fantasía en casos como estos es menester para poder entender, aunque sea ficticio, parte de nuestra esencia y nuestro mal.

Las puertas del infierno se abren cuando no somos coherentes entre lo que pensamos, sentimos y hacemos, y es así como la maldición del sufrimiento y las enfermedades ganan fuerza para desarrollarse, en esos pequeños huecos vacíos que abandonamos ante la incertidumbre, la duda o el miedo. La inseguridad de ser quien queremos ser, nos lleva a traer a nuestro presente el mismo infierno. Los cenobitas son como esas enfermedades que esperan que abandones esa puerta al miedo para poder entrar en tu vida dando un portazo y poseyendo tu realidad para convertirla en el reino del infierno lleno de horror, como a nuestros protagonistas.

El sexo es, por ende, la puerta más grande por la que pueden entrar los demonios (enfermedades) debido al castigo religioso que esta práctica ha recibido a lo largo de nuestra historia, y que curiosamente es lo que nos da la vida, lo que deberíamos celebrar y alabar, pero nos han educado en temer. El placer es vida, es cura, pero ya se han encargado bien de estigmatizarlo para que se convierta en su propio antagonista.


Para más críticas en instagram; @risard_egoteabsorbo
14 de octubre de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intensa película que sin en el espléndido guion de su director podría haber pasado como telefilm, acompañado de unas tremendas interpretaciones de los grandes Sissy Spacek y Tom Wilkinson acompañados de una inmensa Marisa Tomei que justificaría su (inmerecido) Oscar allá por principios de los '90.

La trama es sencilla, padres que pierden a un hijo, algo injusto y antinatural, pues ningún padre debería enterrar a sus hijos. Su director nos disecciona el dolor y sufrimiento que conlleva perder a un ser amado tras dramática situación como un homicidio, y ante tanta sobriedad y contención podemos leer entre líneas valores típicamente cristianos, donde además nos recuerdan a través de canto coral, cuál es la redención de sus protagonistas. Si las reglas se rompen, se rompen todas, un padre dolorido y ansiando venganza por un asesinato que ha sido atraído por una relación, que bajo su mirada religiosa, era sucia e inválida. La culpabilidad nunca recae en quien debería, más bien en quien parece haber provocado la situación, y esa es una madre separada que no cumple las expectativas de unos padres que prevén el futuro de su único hijo.

Pese al discurso moralista religioso típico de América, Todd Field nos desborda con una película contenciosa entre el amor fraternal y el amor romántico que se disputan siempre el primer puesto de cualquier individuo. Si bien entendemos que ambos pierden, es esta historia el claro ejemplo de cómo dos partes irreconciliables prefieren vivir en el drama que los separa, que superarlo juntos.

El año de su estreno, aparte de coincidir con una semejante de Nanni Moretti, tuvo que ser ignorada por la Academia por una pedantería de Ron Howard, que terminó ignorando a films tan magnánimos como el de Baz Luhrmann, Peter Jackson o Robert Altman. El señor Field rueda una historia sin efectismos, desnuda, honesta, dolorosa, sincera... Pero la sencillez pierde ante los efectismos baratos de otro director sobre valorado con un film que no pasará al recuerdo y que injustamente (como la historia del film) ensombrecerá a quien debiera ser recordada, pero ya estamos algunos dispuestos a reivindicarla como se debiera.



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3 de octubre de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La bohemia ¡Oh, la bohemia! Ese movimiento modernista subcultural que nació en los suburbios de París, es el anclaje donde su director va a desarrollar un espectáculo de música moderna, color chispeante y planos electrizantes que jamás habíamos visto en el cine, acompañado de grandes estrellas, y de dispendiosa producción.

El australiano Baz Luhrmann sorprendió para bien más que para mal, reinventando el género musical, tan falto en nuestras pantallas con algo realmente impactante y tarareante, el último musical que consiguió hacer algo de ruido fue el biopic de la difunta Evita, y fue más por su polémica protagonista que por el film en sí. Sin embargo, nuestro excéntrico visionario revive el género como nunca, con su particular visión, acompañado de una inmensa Nicole Kidman, un sorprendente Ewan McGregor y un excelentísimo Jim Broadbent entre otros. Su trama es contada a partir de un flashback, por lo que esperamos un film dramático, y pese a que contenta ese género, también nos aporta el de la comedia, así cerrándose en un cuadrilátero con cuatro géneros, comedia, musical, drama y romántico, los cuatro igual de equilibrados, nada fácil señor Luhrmann, nada fácil. Al acabar el film, uno queda tan satisfecho (o irritado) que pese a que la lacrimosidad pueda parecer que ha ganado, el trayecto a través de todas sus impactantes imágenes nos deja en un equilibrio perfecto y dejando en empate la batalla entre géneros.

Algo a destacar es cómo decide dar marcha atrás en el tiempo y hacer de influencia la postmodernidad en el modernismo del cual se empapa el film con música más cerca de nuestra época que de la original, su rompedora estética anti-cinematográfica, mamando así más del teatro, o incluso del cómic, estrecha ambas etapas para hacernos entender cómo podría ser un Moulin Rouge actualmente, o cómo habría sido con más excéntricas actuaciones, o cómo es en nuestra mentalidad más adolescente, a través de éxitos de David Bowie, Madonna, The Queen, Elton John o Nirvana. La selección y remezcla de canciones es inmejorable, reinventando tanto la música como el film, al nivel de grandes estrellas pop de nuestra época. Satine es una cortesana con ínfulas de actriz que no se puede permitir amar nada más que a su trabajo, maldición de muchos artistas con ambiciones de divinidad. Christian es un joven recién llegado a París acogido por el pequeño gran Toulouse-Lautrec y sus secuaces para convencer a Zidler de transformar el cabaret en teatro y poder abandonar la austera vida en la que flotan a duras penas.

Si por algo se caracteriza alguien bohemio a día de hoy es precisamente por desbordar talento pero no saber enriquecerse de él, aunque también se considera una actitud despreocupada ante la vida y entregada por y para el arte. Parece ser que el auténtico artista ha sido a día de hoy adjudicado a la pobreza, siendo indiferente el estatus para el proceso creativo, cuando más bien es un aliciente, tanto en un bando como en el otro, el saber utilizar sus recursos y brillar pese a todo. Si a esa lucha por ser esplendoroso, le sumamos un saturado colorismo, excéntrico ritmo, cómicas situaciones, romance desmedido y profundo drama, tenemos una de las películas más intensas del cine, creando una avalancha de amor y odio por partes iguales, un film que será recordado por sus excesos, sus entonadas y apasionadas canciones, y sus excelentes coreografías, un film que se ha convertido de imprescindible visionado.

Entre tuberculosos, aristócratas, criminales, andrajosos y hambrientos artistas flota este visionario y artificioso espectáculo empapado de absenta que hace chispear el cerebro de los protagonistas como el del espectador, que ha conseguido sorprender a todo el planeta y pese a ello ser infravalorada en festivales y ceremonias de premios. Su dirección artística y su vestuario no pasó desapercibida para la Academia, pero la evasión que recibió su protagonista fue harto escandalosa, ya que es muchísimo más difícil hacer reír, cantar y bailar, que soltar unas tristes lagrimitas en cualquier drama.

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30 de septiembre de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1975 se estrenó uno de los musicales más importantes de la historia 'Chicago'. La historia del juicio de las asesinas Beulah Annan y Belva Gaertner en 1924 resultó tan popular que decidieron escribir una obra teatral basada en ellas. Tal fue la repercusión que llegó a manos de Gwen Verdon, la mayor estrella que conoció Broadway en sus años más dorados. Ésta leyó el libreto y le pidió a su marido Bob Fosse que lo transformara en un musical estilo vaudeville. A día de hoy se ha convertido en la reposición más duradera en teatros y fue el punto de inflexión en la carrera de dos genios, la pareja Verdon/Fosse.

Tras casi veinticinco años después, el heredero más fiel del estilo jazz que la pareja afianzó en la iluminada avenida de Nueva York, Rob Marshall se lanza a realizar la versión cinematográfica. Para ser su primer film cabe destacar su maestría de planos musicales donde luz, sombra y color dejan disfrutar al espectador de coreografías que no le dejan a uno tener los pies quietos bajo la butaca. Su desenfrenado ritmo, sus consecutivos y animados números no dejan cabecear ni un momento. La historia de la rebelde Roxie Hart y la peligrosa Velma Kelly interpretadas por una más que correcta Renée Zellweger y una apabullante Catherine Zeta-Jones, en el mejor papel de su carrera, ya ha sido grabado en nuestros oídos a través de canciones pegadizas que defienden el mejor jazz de vaudeville y unas coreografías dignas del gran Fosse. John C. Reilly está espectacular en su papel de marido obtuso y Richard Gere borda su papel de abogado del diablo.

Rob Marshall firma un film digno de los mejores musicales de Hollywood, homenajeando a su análogo en el teatro, destelleante, colorido pero lóbrega historia de dos mujeres que sólo buscan alcanzar su sueño, ser grandes estrellas del teatro musical. Aunque los años 30 no fueron el mejor momento para los cafés de variedades, donde confluían mafiosos traficando con alcohol y desafiando la ley seca, en la época de Al Capone o Bugsy, Velma y Roxie se equiparan a sus antagónicos masculinos pero siendo estas más directas y descaradas, asesinando aquellos hombres que las traicionan. Chicago es un ejercicio de lucha femenina por reivindicar su capacidad de ser un monstruo para conseguir su objetivo, que no es sólo una característica de ellos. Es una película que demuestra cómo los medios de comunicación construyen historias al mismo tiempo que el teatro las ensalza. Un reflejo de cómo una cárcel matriarcal es igual de traicionera que su opuesta o que los abogados los carga el diablo.

Posiblemente su defecto sea que no esté dirigida por su creador y enormemente influenciada por Hollywood, donde es más importante hacer brillar a las estrellas que ellos escogen que respetar la originalidad de la obra. O que la transformación de Roxie de mujer lenguaraz a pusilánime no convenza. O que Richard Gere no tenga una voz prodigiosa. Sea cual sea su mayor error, Marshall nos deja con una delicia de musical que vale la pena ver una y otra vez, porque se mantiene joven y fresco con el paso del tiempo.

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22 de septiembre de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El lacónico romance entre una estrella del cine venida a menos y una filósofa perdida sin comprender su vida, se ha convertido en una de las historias más románticas del cine. Una historia casta pero sensual, de dos personas que se atraen más de forma intelectual que física, rompió esquemas en una cultura inundada por el afecto sexual.

Este film es tan humano, tan de a pie entre la timidez de los pubertos y de la senectud, que se lanza a los brazos de la irresponsbilidad con gracia y chamba. La paradoja del actor tímido, un actor interpretado por un excelente Bill Murray en puro estado de gracia, en mofa hacia lo que se dirigía su propia vida y una Scarlett discreta y silenciosa, A veces el cine es sólo un estado de animo hecho película, a veces sólo es un recuerdo, una noche mágica con un desconocido con el que podemos compartir muchas más cosas que nuestra propia pareja, es la posibilidad de conectar con alguien que sin saber porqué, amamos casi ipso facto.

Este film es tan humano, tan de a pie entre la timidez de los pubertos y de la senectud, que se lanza a los brazos de la irresponsabilidad con gracia y chamba. La paradoja del actor tímido, un actor interpretado por un excelente Bill Murray en puro estado de gracia, en mofa hacia lo que se dirigía su propia vida y una Scarlett discreta y silenciosa, A veces el cine es sólo un estado de animo hecho película, a veces sólo es un recuerdo, una noche mágica con un desconocido con el que podemos compartir muchas más cosas que nuestra propia pareja, es la posibilidad de conectar con alguien que sin saber porqué, amamos casi ipsofacto.

Es como la 'Casablanca' del siglo XXI pero en lugar de conflictos externos este se debate en los internos. En qué va a ser de la propia vida si decidimos darle un vuelco radical de 180º, qué pasaría si nos fugamos, arrebatando así a la vida, la magia que nos otorga. Pero no, como buenos irresponsables se mantienen en cobardía y su decisión es lo que arbitrariamente podrían haber desestimado siguiendo las pautas marcadas hasta el final. Hay quién está hecho para cometer locuras un ratito, y hay quién su vida es una locura irremediable pero divertida. Sus protagonistas prefieren ser del primer clan, no vaya a ser que al desestabilizar toda su vida no puedan luego sostenerla y responsabilizarse de ella, preferirán seguir culpando al mundo escudándose en sus miedos. O tal vez, simplemente asuman lo efímero que puede ser un amor platónico, sin ningún ápice de carnalidad, marcando como punto y a parte una historia que recordar en sus tristes vidas.

Sofia Coppola decide regalarle al mundo un romanticismo sutil, discreto y silencioso, que se comparte a través de susurros en karaokes o miradas de soslayo en bares vacíos. Hay quién no soportará su soporifidad, hay quién agradecerá sus sensibilidad y detallismo ante tanto aluvión de brusquedad en las relaciones humanas. Tal vez roza el otro extremo, pero ya sabemos que para equilibrar la balanza a veces tenemos que dar un fuerte pisotón, y aquí está Sofia para darlo, y no precisamente de forma discreta sino llevándose diversos premios importantes del celuloide y la aclamación unánime de la crítica. Felicidades Sofia, esta es sin duda tu película más redonda.

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