You must be a loged user to know your affinity with Orson_
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred
7
6 de septiembre de 2018
6 de septiembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida versión del clásico de Alejandro Dumas como cierre a su trilogía sobre los mosqueteros, incluyendo como protagonista a un personaje de reminiscencias verídicas y misteriosas que da mucho juego a la imaginación literaria, como es el hombre de la máscara de hierro.
De factura liviana y despreocupada en las escenas de acción, en las que intenta siempre que impere ela diversión, juega su baza en los momentos de diálogos y relación entre personajes, que curiosamente para una película de aventuras, predominan la historia. Lo que podría hacerle perder dinamismo en el relato, le confiere en cambio un poso sólido sobre el que articular una historia de traiciones, ambiciones siniestras y amores improbables que luchan por una oportunidad.
Whale pone de manifiesto su habilidad y elegancia para mover la cámara en interiores, su dominio del espacio y su buen gusto para la configuración plástica, aprovechándose del lujoso marco histórico en la corte del rey francés, que le facilita algunos escenarios repletos de lujo y suntuosidad en los que lucen encuadres brillantes repletos de detalles.
Esa vida sin escatimar en gasto por parte de la monarquía, mientras el pueblo se moría de hambre lejos de los ambientes palaciegos, entre otras circunstancias, por el abuso de los impuestos aplicados para mantener el tren de vida de los gobernantes, propicia un escenario social conflictivo que hace ganar en intensidad el relato; no se trata sólo de la lucha de dos hombres por hacerse con el poder, sino que está en juego el destino de un reino y su pueblo.
Destacable actuación del hoy no muy recordado Louis Hayward en su doble rol como rey de Francia y su gemelo criado en el anonimato bajo la tutela de D’artagnan, si como valiente espadachín cumple sin problemas, como detestable, cruel y amanerado rey Luis XIV lo borda. A su lado destaca una tierna y bella Joan Bennett, que goza de unos preciosos primeros planos, y Joseph Schildkraut en otro personaje adulador y manipulador como el que encarnaría en “El bazar de las sorpresas” de Lubisch.
Sin llegar a estar en la cima del género de aventuras, esta versión de Whale se ve con agrado y deja lo mejor para el final, cuando la aparición de la máscara cubre el relato con un manto sombrío y siniestro, ahí el pulso del creador de “Frankenstein” se vuelve brillante consiguiendo momentos sombríos de desesperación y angustia, y algunos primeros planos estremecedores.
Imposible en ese momento no asociar ideas entre monstruos que habitan en nuestro imaginario cinéfilo.
De factura liviana y despreocupada en las escenas de acción, en las que intenta siempre que impere ela diversión, juega su baza en los momentos de diálogos y relación entre personajes, que curiosamente para una película de aventuras, predominan la historia. Lo que podría hacerle perder dinamismo en el relato, le confiere en cambio un poso sólido sobre el que articular una historia de traiciones, ambiciones siniestras y amores improbables que luchan por una oportunidad.
Whale pone de manifiesto su habilidad y elegancia para mover la cámara en interiores, su dominio del espacio y su buen gusto para la configuración plástica, aprovechándose del lujoso marco histórico en la corte del rey francés, que le facilita algunos escenarios repletos de lujo y suntuosidad en los que lucen encuadres brillantes repletos de detalles.
Esa vida sin escatimar en gasto por parte de la monarquía, mientras el pueblo se moría de hambre lejos de los ambientes palaciegos, entre otras circunstancias, por el abuso de los impuestos aplicados para mantener el tren de vida de los gobernantes, propicia un escenario social conflictivo que hace ganar en intensidad el relato; no se trata sólo de la lucha de dos hombres por hacerse con el poder, sino que está en juego el destino de un reino y su pueblo.
Destacable actuación del hoy no muy recordado Louis Hayward en su doble rol como rey de Francia y su gemelo criado en el anonimato bajo la tutela de D’artagnan, si como valiente espadachín cumple sin problemas, como detestable, cruel y amanerado rey Luis XIV lo borda. A su lado destaca una tierna y bella Joan Bennett, que goza de unos preciosos primeros planos, y Joseph Schildkraut en otro personaje adulador y manipulador como el que encarnaría en “El bazar de las sorpresas” de Lubisch.
Sin llegar a estar en la cima del género de aventuras, esta versión de Whale se ve con agrado y deja lo mejor para el final, cuando la aparición de la máscara cubre el relato con un manto sombrío y siniestro, ahí el pulso del creador de “Frankenstein” se vuelve brillante consiguiendo momentos sombríos de desesperación y angustia, y algunos primeros planos estremecedores.
Imposible en ese momento no asociar ideas entre monstruos que habitan en nuestro imaginario cinéfilo.

7,6
2.359
8
17 de julio de 2018
17 de julio de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imponente versión de Otelo a cargo de Orson Welles, que podría servir de ejemplo sobre las desventuras vividas por el cineasta cada vez que intentó llevar a cabo un proyecto cinematográfico tras su aclamada ópera prima, primero en Estados Unidos con continuas interferencias y manipulaciones por parte de las productoras, y posteriormente en su etapa europea, que precisamente se iniciaba aquí, pasando un calvario de penurias económicas para poder concretar sus producciones.
Iniciada en 1947, tardó 4 años en finalizarla debido a la falta de recursos económicos, dejando por el camino algún productor en bancarrota, lo que generó descuadres en la disponibilidad de los actores, sustituciones en el reparto, cambios de localizaciones o escasez de material para los decorados y el vestuario. Así, en alguna escena un personaje suelta una frase en Marruecos, y otro personaje le contesta en el contraplano filmado en Roma o Venecia un año después.
Welles hace de la necesidad una virtud y del caos consigue ensamblar una historia tirando de ingenio y talento. Rueda cuando puede, donde puede, con quien puede, embarcando a nuevos productores ocasionales y aportando él mismo todo lo que consigue en esos años actuando en producciones ajenas.
Utiliza el montaje para tapar carencias, imprimirle ritmo febril a algunas partes de la trama para fortalecer de paso la sensación angustiosa de la historia o tira de encuadres barrocos para generar momentos de desconcierto. Pero cuando la acción lo precisa, se detiene en los personajes en alguna secuencia-plano austera pero brillante, y regala enfáticos y poderosos primeros planos, con monólogos cargados de emoción. Al utilizar tantos planos cortos y breves para evitar discrepancias de localizaciones a la par que intentar dotar al conjunto de una unidad de tiempo y espacio lo más compacta posible, en vista de las circunstancias, consigue un efecto de acercamiento a los personajes y a la acción. El espectador deja de ser espectador para estar incrustado en la multitud, junto a los personajes, notar sus cercanas miradas inquisitivas o escuchar sus palabras reflexivas pensando que están dirigidas a él. De repente es una obra teatral que no está realizada para ser vista pasivamente, sino para ser partícipes de la trama y ser envueltos en sus laberínticos recovecos, los cuales llevan todos al sendero de la traición.
Los actores deslumbran, mención especial para el Yago de Micheál Mac Liammóir y por supuesto para el moro de Venecia de Orson Welles, que inteligentemente no roba ninguna escena cuando comparten plano ambos personajes, porque el personaje de Yago es el motor vehicular de la historia, y sus logradas escenas metiendo la vil duda de la infidelidad en la mente de Otelo son magníficas, llenas de metáforas visuales y planos geniales. Para el noble moro se reserva algunos monólogos impresionantes, en primerísimos planos tremendos de fuerza, con juegos de sombras que realzan su imponente presencia física y que al pronunciar con su personal dicción los textos sobrecogedores se erigen en algunos de los momentos cumbre de la película.
La historia de Otelo es la historia trágica de un gran amor destruido por los celos, del veneno que la envidia, la codicia y la traición inoculan en la mente de la persona para distorsionar la realidad y que se transforme en un demonio, en un ser envilecido.
Así como podríamos tratar la historia del rodaje de Otelo como el paradigma del genio de voluntad inquebrantable frente a la adversidad que fue su compañera de viaje.
Iniciada en 1947, tardó 4 años en finalizarla debido a la falta de recursos económicos, dejando por el camino algún productor en bancarrota, lo que generó descuadres en la disponibilidad de los actores, sustituciones en el reparto, cambios de localizaciones o escasez de material para los decorados y el vestuario. Así, en alguna escena un personaje suelta una frase en Marruecos, y otro personaje le contesta en el contraplano filmado en Roma o Venecia un año después.
Welles hace de la necesidad una virtud y del caos consigue ensamblar una historia tirando de ingenio y talento. Rueda cuando puede, donde puede, con quien puede, embarcando a nuevos productores ocasionales y aportando él mismo todo lo que consigue en esos años actuando en producciones ajenas.
Utiliza el montaje para tapar carencias, imprimirle ritmo febril a algunas partes de la trama para fortalecer de paso la sensación angustiosa de la historia o tira de encuadres barrocos para generar momentos de desconcierto. Pero cuando la acción lo precisa, se detiene en los personajes en alguna secuencia-plano austera pero brillante, y regala enfáticos y poderosos primeros planos, con monólogos cargados de emoción. Al utilizar tantos planos cortos y breves para evitar discrepancias de localizaciones a la par que intentar dotar al conjunto de una unidad de tiempo y espacio lo más compacta posible, en vista de las circunstancias, consigue un efecto de acercamiento a los personajes y a la acción. El espectador deja de ser espectador para estar incrustado en la multitud, junto a los personajes, notar sus cercanas miradas inquisitivas o escuchar sus palabras reflexivas pensando que están dirigidas a él. De repente es una obra teatral que no está realizada para ser vista pasivamente, sino para ser partícipes de la trama y ser envueltos en sus laberínticos recovecos, los cuales llevan todos al sendero de la traición.
Los actores deslumbran, mención especial para el Yago de Micheál Mac Liammóir y por supuesto para el moro de Venecia de Orson Welles, que inteligentemente no roba ninguna escena cuando comparten plano ambos personajes, porque el personaje de Yago es el motor vehicular de la historia, y sus logradas escenas metiendo la vil duda de la infidelidad en la mente de Otelo son magníficas, llenas de metáforas visuales y planos geniales. Para el noble moro se reserva algunos monólogos impresionantes, en primerísimos planos tremendos de fuerza, con juegos de sombras que realzan su imponente presencia física y que al pronunciar con su personal dicción los textos sobrecogedores se erigen en algunos de los momentos cumbre de la película.
La historia de Otelo es la historia trágica de un gran amor destruido por los celos, del veneno que la envidia, la codicia y la traición inoculan en la mente de la persona para distorsionar la realidad y que se transforme en un demonio, en un ser envilecido.
Así como podríamos tratar la historia del rodaje de Otelo como el paradigma del genio de voluntad inquebrantable frente a la adversidad que fue su compañera de viaje.
7
27 de mayo de 2018
27 de mayo de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Whale comandando otro proyecto terrorífico del productor por excelencia del género de esos años de revitalización de la Universal, Carl Laemmle Jr., posterior a la impresionante “Frankenstein”, pero anterior a las no menos magníficas “El hombre invisible” y “La novia de Frankenstein”.
Parece en comparación a las otras nombradas una obra inacabada, o interrumpida, tiene un comienzo enigmático y cautivador, una propuesta intrigante y una presentación de personajes esmerada, pero el desenlace parece atropellado, como si hubiesen puesto punto y final a una historia que tenía un desarrollo más largo. Y tampoco parecen encajar demasiado bien los diálogos ligeros y desenfadados de los protagonistas con las situaciones de angustia que viven en algunos momentos.
Aún así, las virtudes pueden más que los defectos, porque la ambientación es magistral y la presencia de Boris Karloff es realmente inquietante y siniestra, la escena de la mano cerrando la puerta de la casa a espaldas de una de las chicas tuvo que acojonar de lo lindo en su día en los cines.
Merece la pena, aunque no tenga el poso de otras obras del mismo director, uno de los grandes del género.
Parece en comparación a las otras nombradas una obra inacabada, o interrumpida, tiene un comienzo enigmático y cautivador, una propuesta intrigante y una presentación de personajes esmerada, pero el desenlace parece atropellado, como si hubiesen puesto punto y final a una historia que tenía un desarrollo más largo. Y tampoco parecen encajar demasiado bien los diálogos ligeros y desenfadados de los protagonistas con las situaciones de angustia que viven en algunos momentos.
Aún así, las virtudes pueden más que los defectos, porque la ambientación es magistral y la presencia de Boris Karloff es realmente inquietante y siniestra, la escena de la mano cerrando la puerta de la casa a espaldas de una de las chicas tuvo que acojonar de lo lindo en su día en los cines.
Merece la pena, aunque no tenga el poso de otras obras del mismo director, uno de los grandes del género.
8
17 de mayo de 2018
17 de mayo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Memorable historia de aventuras aéreas sobre un grupo de pilotos temerarios enclavados en un recóndito paraje montañoso de Sudamérica, encargados del transporte del correo pero capaces igualmente de jugarse la vida llevando nitroglicerina o recogiendo a un herido de la mina en una zona de difícil acceso.
Otra obra maestra de Howard Hawks, capaz de ir modulando el tono del relato entre el drama sobrecogedor y la comedia ligera sin que se le noten las costuras, podemos pasar de ver a los personajes abatidos por la muerte de un compañero a estar cantando cinco minutos después presa del jolgorio … y que todo parezca razonable.
Las escenas de acción son tremendamente emocionantes, impecables, deslumbrantes, pero donde el relato adquiere maestría es cuando toca tierra firme, en ese barracón en el que la oficina colinda con la taberna, que acoge a un grupo de personajes maravillosamente delineados que viven al límite sabiendo que cualquier día puede ser el último, y únicamente llenando sus vasos y brindando por estar vivos consiguen aliviar la tensión. Espantan la pesadumbre de un manotazo, impiden que la tristeza se haga hueco entre sus pensamientos, pero obviamente es una impostura, una coraza que se imponen para no sentirse afligidos en un trabajo puramente vocacional que no se entiende mediante la lógica, sabedores que tendrán que ocupar el hueco del compañero que ya no está, a los mandos de un avión bajo la tormenta en cualquier momento, y los pensamientos sombríos son nefastos compañeros de viaje. El personaje de Cary Grant lo refleja perfectamente cuando Bonnie (Jean Arthur) le echa en cara lo que considera cinismo y desapego, respondiendo: “es cierto, ha muerto hace 20 minutos, pero por mucho que lloremos no estará menos muerto dentro de 20 años.”.
Hay diálogos coronados con silencios demoledores, las conversaciones entre Cary Grant y Jean Arthur, o con su amigo Kid (Thomas Mitchell) o con el holandés (Sig Ruman) son modélicas, maravillosamente descriptivas de la forma de ser de ese personaje enigmático que dirige la línea aérea tras una fachada en apariencia arrogante, casi tirana, pero que le sirve para ahuyentar los fantasmas de los que ya no están y de empalizada para ponerse a salvo del desengaño que una mujer le dejó.
He leído que Howard Hawks se basó en una experiencia propia cuando conoció a un grupo de pilotos en México, encargando el guion a un habitual colaborador suyo, Jules Furthman, que lo pulió de forma majestuosa, y con quien colaboraría en varias obras maestras más como “El sueño eterno”, “Tener y no tener” o “Río Bravo”. El guion es impecable, de largas conversaciones que regalan profundas reflexiones, respuestas muchas veces cortantes, otras veces ocurrentes, siempre ágiles, con continuas declaraciones existenciales que conviven en armonía con momentos de comedia de guerra de sexos tan del gusto de uno de los mejores directores de screw-ball de siempre. Y con sus temas preferidos y recurrentes: el compañerismo en situaciones adversas, el hombre creciéndose frente a los desafíos, el valor puesto a prueba, la oportunidad de redimirse a través del coraje, la vida vivida al límite.
La finalidad del cine de Hawks siempre ha sido entretener, hacer al espectador partícipe de lo que suceda en la pantalla, desechar lo banal y que todo lo que se vea tenga su importancia, que la presencia de la cámara sea invisible con los menores alardes posibles. A fin de cuentas, conseguir la perfección desde la sencillez, lo cual paradójicamente resulta lo más complicado. En ese sentido, “Sólo los ángeles tienen alas” pueden considerarse una de sus obras más logradas, donde sus virtudes son más palpables, disfrutables, y admirables, y donde su talento como narrador nos deslumbra y apasiona. Ese grupo de personas al filo de la navaja acaba por ganarse nuestros corazones, deseamos tenerlos como amigos y compartir con ellos la aventura, a la mierda la vida que vivimos y vamos a brindar por si mañana ya no podemos hacerlo.
Y uno no puede dejar de sorprenderse mientras exclama eufórico en alguna de las escenas: ¡joder, pero qué bueno era Howard Hawks!... qué bueno sigue siendo Howard Hawks todavía hoy en día.
Hoy quizás más que nunca.
Otra obra maestra de Howard Hawks, capaz de ir modulando el tono del relato entre el drama sobrecogedor y la comedia ligera sin que se le noten las costuras, podemos pasar de ver a los personajes abatidos por la muerte de un compañero a estar cantando cinco minutos después presa del jolgorio … y que todo parezca razonable.
Las escenas de acción son tremendamente emocionantes, impecables, deslumbrantes, pero donde el relato adquiere maestría es cuando toca tierra firme, en ese barracón en el que la oficina colinda con la taberna, que acoge a un grupo de personajes maravillosamente delineados que viven al límite sabiendo que cualquier día puede ser el último, y únicamente llenando sus vasos y brindando por estar vivos consiguen aliviar la tensión. Espantan la pesadumbre de un manotazo, impiden que la tristeza se haga hueco entre sus pensamientos, pero obviamente es una impostura, una coraza que se imponen para no sentirse afligidos en un trabajo puramente vocacional que no se entiende mediante la lógica, sabedores que tendrán que ocupar el hueco del compañero que ya no está, a los mandos de un avión bajo la tormenta en cualquier momento, y los pensamientos sombríos son nefastos compañeros de viaje. El personaje de Cary Grant lo refleja perfectamente cuando Bonnie (Jean Arthur) le echa en cara lo que considera cinismo y desapego, respondiendo: “es cierto, ha muerto hace 20 minutos, pero por mucho que lloremos no estará menos muerto dentro de 20 años.”.
Hay diálogos coronados con silencios demoledores, las conversaciones entre Cary Grant y Jean Arthur, o con su amigo Kid (Thomas Mitchell) o con el holandés (Sig Ruman) son modélicas, maravillosamente descriptivas de la forma de ser de ese personaje enigmático que dirige la línea aérea tras una fachada en apariencia arrogante, casi tirana, pero que le sirve para ahuyentar los fantasmas de los que ya no están y de empalizada para ponerse a salvo del desengaño que una mujer le dejó.
He leído que Howard Hawks se basó en una experiencia propia cuando conoció a un grupo de pilotos en México, encargando el guion a un habitual colaborador suyo, Jules Furthman, que lo pulió de forma majestuosa, y con quien colaboraría en varias obras maestras más como “El sueño eterno”, “Tener y no tener” o “Río Bravo”. El guion es impecable, de largas conversaciones que regalan profundas reflexiones, respuestas muchas veces cortantes, otras veces ocurrentes, siempre ágiles, con continuas declaraciones existenciales que conviven en armonía con momentos de comedia de guerra de sexos tan del gusto de uno de los mejores directores de screw-ball de siempre. Y con sus temas preferidos y recurrentes: el compañerismo en situaciones adversas, el hombre creciéndose frente a los desafíos, el valor puesto a prueba, la oportunidad de redimirse a través del coraje, la vida vivida al límite.
La finalidad del cine de Hawks siempre ha sido entretener, hacer al espectador partícipe de lo que suceda en la pantalla, desechar lo banal y que todo lo que se vea tenga su importancia, que la presencia de la cámara sea invisible con los menores alardes posibles. A fin de cuentas, conseguir la perfección desde la sencillez, lo cual paradójicamente resulta lo más complicado. En ese sentido, “Sólo los ángeles tienen alas” pueden considerarse una de sus obras más logradas, donde sus virtudes son más palpables, disfrutables, y admirables, y donde su talento como narrador nos deslumbra y apasiona. Ese grupo de personas al filo de la navaja acaba por ganarse nuestros corazones, deseamos tenerlos como amigos y compartir con ellos la aventura, a la mierda la vida que vivimos y vamos a brindar por si mañana ya no podemos hacerlo.
Y uno no puede dejar de sorprenderse mientras exclama eufórico en alguna de las escenas: ¡joder, pero qué bueno era Howard Hawks!... qué bueno sigue siendo Howard Hawks todavía hoy en día.
Hoy quizás más que nunca.

7,9
133.376
6
3 de julio de 2011
3 de julio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leyendo los comentarios generales tan buenos sobre esta peli, debo estar equivocadco en algo, ya que si bien "Big fish" me parece una buena película, no la considero entre las mejores de Burton.
Yo tengo una teoría al respecto, y es que a mí el cine de Tim Burton no me emociona, lo considero un fantástico director que se ha forjado un maravilloso universo propio, el cual me entretiene y me fascina, pero rara vez me emociona. Por eso cuando vi "Big fish", que es una película envuelta en un halo sentimental, me siguió fascinando ese mundo de recuerdos que sortea realidad e imaginación a partes iguales, pero no me llegó la parte sensible, la de la nostalgia por el tiempo pasado, la de la relación entre padre-hijo. Noté un cambio demasiado brusco entre las escenas tipo cuento de la narración de sus vivencias, con la frialdad del tramo del presente. Estuve toda la película esperando el momento de conectar con ella, y no lo conseguí. Y otro aspecto, no me gusta nada Ewan McGregor, no sé qué me ocurre con este actor, tiene una sonrisa de hiena que me descoloca.
Siento mucho ser un cenizo con esta peli, sobre todo leyendo la cantidad de comentarios favorables que atesora, por lo que sólo puedo decir que claramente el déficit lo tengo yo que no supe entender la película o dejar que me llegara el encanto.
Admiro a Tim Burton por lo que anteriormente he dicho, no me pierdo ninguna peli suya, y algunas como "Ed Wood" o "Sleepy hollow" me parecen maravillosas, pocos directores consiguen encontrar poesía en lo tenebroso. Recuerdo cuando hace ya muchos años vi en el cine "Bitelchús"; a la salida fui corriendo a ver el cartel de nuevo, para fijarme en quién era el director. Yo sabía que aquel tipo iba a seguir dando que hablar.
Yo tengo una teoría al respecto, y es que a mí el cine de Tim Burton no me emociona, lo considero un fantástico director que se ha forjado un maravilloso universo propio, el cual me entretiene y me fascina, pero rara vez me emociona. Por eso cuando vi "Big fish", que es una película envuelta en un halo sentimental, me siguió fascinando ese mundo de recuerdos que sortea realidad e imaginación a partes iguales, pero no me llegó la parte sensible, la de la nostalgia por el tiempo pasado, la de la relación entre padre-hijo. Noté un cambio demasiado brusco entre las escenas tipo cuento de la narración de sus vivencias, con la frialdad del tramo del presente. Estuve toda la película esperando el momento de conectar con ella, y no lo conseguí. Y otro aspecto, no me gusta nada Ewan McGregor, no sé qué me ocurre con este actor, tiene una sonrisa de hiena que me descoloca.
Siento mucho ser un cenizo con esta peli, sobre todo leyendo la cantidad de comentarios favorables que atesora, por lo que sólo puedo decir que claramente el déficit lo tengo yo que no supe entender la película o dejar que me llegara el encanto.
Admiro a Tim Burton por lo que anteriormente he dicho, no me pierdo ninguna peli suya, y algunas como "Ed Wood" o "Sleepy hollow" me parecen maravillosas, pocos directores consiguen encontrar poesía en lo tenebroso. Recuerdo cuando hace ya muchos años vi en el cine "Bitelchús"; a la salida fui corriendo a ver el cartel de nuevo, para fijarme en quién era el director. Yo sabía que aquel tipo iba a seguir dando que hablar.
Más sobre Orson_
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here