Indignación es el principal sentimiento que me provocó "Esencia de mujer" desde el planteamiento al desenlace. Así pues, la consideraré arte puro por su capacidad para emocionarme. Pero como no me complace sentirme frustrada y estafada, hago uso del privilegio que me ofrece Filmaffinity y la valoro con un muy deficiente.
El director Martin Brest y sus secuaces lograron que no me creyera nada, empezando por la primera escena. Mi primer choque fue darme cuenta de que estaba situada en una escuela de bachillerato, y no en la universidad. Claro, claro, como el coprotagonista Chris O'Donell pasa de los 22 y Philip Seymour Hoffman de los 25, los demás supuestos adolescentes tienen que hacer juego y se buscan creciditos. El teniente coronel Frank Slade (Al Pacino) se preocupa en vano: en esta película el acné juvenil brilla por su ausencia.
Pronto cambia el escenario, aparece Al Pacino y, para mí, la película ya no es nada más que un monumento a su mayor gloria. He leído comentarios de otros usuarios de Filmaffinity y he visto que a muchos les conmovió su interpretación. Desafortunadamente no fue mi caso. Me pareció narcisista, histriónico. Sus exabruptos y lenguaje obsceno no me resultaron nada espontáneos, sino colocados con intención manifiesta: "Aquí pon chocho y verás como saltan de la butaca". Ni me lo creí ni me hizo gracia. La misma apatía y incredulidad que me transmitieron sus largos monólogos y sus ataques verbales al sacrificado Chris O'Donell, que le hace de "sparring".
Sin recrearme en ello, hago una referencia breve al sinfin de topicazos de la película: la escuela de film para adolescentes, con el chico pobre honesto, los niños ricos ruines y el director tonto del culo; el veterano gruñón y buenazo; la discapacidad que te garantiza el Oscar; la agudeza perceptiva del "maestro" que deja boquiabierto al joven pisaverde; el triumfo de los valores americanos...
En fin, "Esencia de mujer" no me aportó nada nuevo.

Con grandes dosis de humor negro y elementos surrealistas, "Langosta" nos narra la historia de David, un soltero en una sociedad contemporánea ficticia que no tolera tal estado.
Yorgos Lanthimos (director y guionista) y Efthymis Filoppou (guionista) desarrollan su historia caricaturizando valores y prejuicios reales de la sociedad actual: tener pareja es lo esperable y deseable; no tenerla es lastimoso. La soltería únicamente se entiende como estado inmaduro, provisional o terminal. Una persona adulta sin pareja o relación conocida es sospechosa de rareza o directamente una desgraciada.
En La Ciudad de la película, el celibato es moralmente despreciable y fuera de la ley. Para combatirlo, los solteros y las solteras són internados y forzados a encontrar pareja mientras se los estimula con recursos crueles y estrambóticos.
Sin embargo, los miembros de esta extraña sociedad, aunque tengan pareja, no parecen especialmente felices. No ríen, no expresan pasión, y necesitan justificar la afinidad con su media naranja a través de un rasgo distintivo común: los dos somos cojos, los dos tocamos la guitarra...
En contraposición a las reglas de La Ciudad, un grupo de solteros y solteras recalcitrantes se oculta en El Bosque y actúa a modo de resistencia. Para desgracia de David, tocado por el amor a destiempo, resultan ser tan radicales y de mente tan retorcida como sus enemigos.
Una película original pero quizás demasiado larga que me hizo reir con sus absurdidades y sufrir con sus situaciones angustiosas.