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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
29 de noviembre de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Jesús de Montreal” es mucho más que una de por si ya muy comprometida representación de la bíblica Pasión de Cristo en los tiempos contemporáneos, es nada mas ni nada menos que la mera demostración de un Denys Arcand que se muestra ambivalente, confuso (como casi todos) con respecto a una religión que nos da una bajada de línea que con el paso de los años ha perdido credibilidad a pasos agigantados.
A Arcand le pasa lo mismo que a nosotros y nos lo demuestra sin tabúes, sin disimularlo siquiera, pues intenta creer en el Cristo divino, en su muerte y resurrección, en sus celestiales milagros, pero sin embargo, los datos cada vez mas fehacientes, el desarrollo caótico del mundo actual y la desazón por los constantes errores de una iglesia católica corrupta lo han llevado a creer cada día mas en un Jesús humano, terrenal, carnal, con los mismos deseos e inquietudes, con los mismo anhelos y equivocaciones que cualquiera de nosotros. Y así, finalmente le rinde homenaje, no sin mostrar cierta vergüenza al respecto, es verdad (la venda en los ojos de la estatua de Jesús así lo demuestra). Con un escepticismo que remarca su humanidad y el poder de su mito, de su espíritu antes que una pureza extrema cada vez mas expuesta como absurda e insensata, a cada momento va convenciéndonos que los fenómenos sobrenaturales que envolvieron la vida del Mesías estaban mas emparentados con una sociedad, la de aquellos años, ignorante, inocente, que consideraba a la tierra como plana, y estaba convencida de la existencia de monstruos marinos, en la diversidad de Dioses que vivían en un plano superior a la tierra, en fin, una sociedad que consideraba al rumor y al relato como la fuente de información mas veraz que podía tener y por ende, la verdad absoluta sobre diferentes circunstancias de la vida. Y no lo hace para desprestigiar la obra de Cristo, sino por el contrario, lo hace para enaltecerlo, para llevar su vida a un nuevo plano, a un punto de observación distinto que lo configuren como un hombre ciertamente noble y hecho “de buena madera” que inspire a los hombres a su emulación, que rote su adoración no a su divinidad sino a la calidez que solo la humanidad de sus actos puede reflejar. Pues así es Coloumbe. Un hombre cotidiano, no el dueño de la verdad absoluta, sino un hombre, que se enamora, que se enoja cuando se encuentra frente a la injusticia, que busca inspirar a sus compañeros a sentir pasión por aquello que han elegido como medio de vida hasta caer victima de un sistema frio y cruel, por el cual va perdiendo poco a poco la luz de su interior, sus ideales de cambiar a la sociedad y su forma de ver las cosas de la mano de la injusticia y el abominable respeto por el status quo.
Coloumbe no es Cristo, Jesús de Montreal no es un relato bíblico…pero durante sus dos horas de calidez y espiritualidad fílmica uno se siente tan cerca de Dios, que olvidarse estar frente a una pantalla de un aparato de rayos catódicos es algo fácil de lograr.
8 de agosto de 2016
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre un harén de oscuridad, prohibiciones, oscurantismo, claustros, vampiros, corruptos, chimenteros, voyeristas y coros que se reproducen como angelicales pero están más cerca de lo infernal, Bellocchio obtiene esperanza e impone el triunfo de la carne, del deseo, de la sexualidad y la belleza natural por sobre la inmaterialidad religiosa y su ubicación absurda del sentido de la vida en el más allá.

Bellocchio es un viejo piola. De los que están cerca de ese más allá, pero se aferran al más acá. A la belleza inconmensurable del cuerpo desnudo de una mujer, del sexo, de los vicios, de la ruptura de las reglas. Y sus historias y personajes hacen honor a eso. Aun parcialmente, aun como oasis en vidas de autocontrol y sumisión, aun con represiones casi eternas a cuestas, sus creaciones siempre encuentran un momento de liberación, de humanidad, de sinceridad con el deseo, con el ciclo budista que promueve el mandato de "siendo quien seas llegaras tarde o temprano a lo eterno".

Su "mona lisa" alcanza la eternidad antes que otros. Incluso antes que el vampiro, quien parece tener el tiempo a su servicio, lo mismo que las voluntades de los funcionarios y el dominio de sus feudos y siervos, aun en el siglo XXI. Porque no mucho ha cambiado en 500 años. Porque pese a la elipsis y las variaciones de la moda y la tecnología al servicio del hombre, todo se parece demasiado. El poder siempre pasa por las mismas manos y los mismos centros albergan la corrupción, el dominio, el control sistemático y lo antinatural.

De eso trata el film. Lo esquematizado y artificial en un esfuerzo colosal por controlar lo esencial del ser humano. Como una represa conteniendo miles de millones de litros de agua. Como una pared encerrando a una mujer que no entiende de jaulas ni de vejaciones. Tarde o temprano los muros caerán y aquello que es “per se” se impondrá. Y cuando todos los sacerdotes, obispos, iglesias, prisiones, funcionarios, mecanismos de dominio y castigo y gobiernos declinen, la naturaleza emergerá de entre las sombras, intacta, pura, luminosa, avasallante, como si nada de todo lo que se intentó por coartarla hubiese podido tener efecto sobre su eterna existencia.

Carne de mi carne. Sangre de mi sangre. Y no más teorías para explicar la vida.
1 de mayo de 2011
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un rumiante que se escapa de sus ataduras, cual espíritu de la naturaleza que se ha cansado de los abusos y violaciones del hombre. Su dueño la recaptura, la naturaleza pierde su primer batalla

Tio Boonmee sabe que está muriendo y en la despedida, la aparición de su esposa muerta y de su hijo desaparecido convertido en mono fantasma, no le resultan extrañas, pues las fronteras entre este mundo y el/los otro/s empiezan a hacerse difusas cuando llega la hora final

Los límites del universo comienzan a desintegrarse

El espectador se entrecierra sus ojos, las barreras entre la realidad y el sueño ya no son distinguibles

Los paisajes reales se vuelven oníricos y Boonmee nos traslada a una de sus vidas pasadas, cuando fue pez gato y le hizo el amor a una princesa que había perdido toda su espiritualidad y solo le preocupaba recuperar la belleza extraviada en su juventud

El occidente con su materialismo y su escala de valores frívola ha llegado a las tierras vírgenes de la selva tropical de oriente

El mundo se cae a pedazos y nuestro sistema de GPS interno también. Ya no reconocemos estar en una butaca de un cine, todo a nuestro alrededor se difumina, se transforma en un infinito limbo donde todo es posible

Los monos fantasmas nos miran tras la espesura de la selva, la luna nos vigila por entre las rocas, las paredes se transforman en miles de puntos centellantes, nos sentimos viajando como estrellas fugaces en la inmensidad aunque no sabemos si nuestra travesía es por parajes lejanos o por nuestros propios chakras interiores

Esto ya no es una película, es una experiencia espiritual

Pasan los minutos comparables a los experimentados en ese recorrido interestelar de “2001, una odisea al espacio” y solo nos queda un monje que reniega de sus sagradas vestiduras y un funeral que lejos esta de parecer tal

Apichatpong nos devuelve de a poquito, como un avión que aterriza suavemente en el continente a esa realidad de la que nos sentimos tan lejanos durante gran parte de su extraordinaria obra

Una música electrónica de sones irritantes y melodía ridícula nos recibe

Y aunque estamos de vuelta en el mundo real ya no podemos decir que somos los mismos que hace 100 minutos atrás

No, ni siquiera que verdaderamente haya pasado ese tiempo podemos considerarlo como seguro. Aunque nuestro reloj nos de la certeza con sus agujas, en nuestro interior algo nos dice que ha pasado mucho más que una hora y pico de buen cine.
17 de marzo de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta un lugar común el señalar que el desierto es lo más parecido a la leyenda bíblica que habla del infierno como un lugar físico, de altas temperaturas y donde la muerte y el padecimiento predominan sobre la vida y la armonía. Es por esto también que se ha llegado a estigmatizar a aquellas personas que por designio divino o cuestiones de la pura suerte, les ha tocado nacer, crecer y vivir allí por el resto de sus días, como barbaros, seres irracionales, violentos, extremistas hasta para entender y desarrollar la religión que profesan, en fin, como apenas un escalón por encima de los animales, por el solo hecho de caminar en dos extremidades y tener pulgares opuestos. Sin dudas, usted lo ha escuchado más de una vez, no con estas palabras, pero si con los ya comunes latiguillos que enuncian “esos salvajes de Arabia y África”, o “que queres? Si viven como animales”, así se los ha descalificado. Y Hollywood y otras ramas del arte y el espectáculo han contribuido con ello, con cintas que no hacen más que reforzar esa estigmatización y representación de los pueblos de aquellas tierras colocándolos en innumerables ocasiones como los villanos desalmados, sanguinarios y de curiosas ropas en las estúpidas películas de guerra y de agentes secretos de los años 80 y 90.
Bueno, antes que toda esa chorrada de idioteces fílmicas, 40 años antes, David Lean nos dejo un legado que todo el tiempo llega a la mente de aquellos que la hemos disfrutado, para recordarnos que la verdad es un poco más compleja que la que nos muestran esas películas de enorme presupuesto, atractivas escenas de acción y por consecuencia enorme convocatoria de público.

Una historia donde los de occidente no son tan caballeros ni los de oriente son tan salvajes, donde los héroes no son tan perfectos, sino seres como cualquiera, como usted, como yo, perturbados, con más dudas que certezas, con temores y miedos, en busca de una respuesta acerca de que si aquello por lo que se está luchando es lo correcto, lo necesario, lo suficientemente valido que justifique los crímenes que se han cometido por tal empresa.

Una obra memorable, inmensa, fantástica y a la vez real, papable, que llega a sentirse tan propia como si cada uno de nosotros fuéramos los que nos calzamos la túnica haciendo hasta lo imposible para ayudar a ese pueblo tan castigado y dominado durante miles de años.

Lawrence de Arabia no es la historia de un hombre que se hizo héroe por sus legendarias victorias, sino la de un héroe que se creía un simple hombre presa de sus derrotas internas.
4 de noviembre de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Delgada línea roja es ejemplo de cuan limitada, frustrada puede quedar una gran meta cuando el exceso de buenas intenciones y una salvaje edición se combinan incongruentemente. Claro está que la cinta es pretenciosa, sanamente ambiciosa y que el producto es finalmente bueno, pero cuan doloroso es ver la potencialidad de un filme que podría haberse convertido en una verdadera obra maestra de la historia del cine, absolutamente inhibida por una falta de concientización de los recursos a la hora de realizarla, alcanzando la no menos digna de categoría de buena, pero ínfima cuando se percibe la grandeza a la que podría haber llegado. Pues el carácter de coral de la obra es interesante pero se presenta tan difuso, tan desordenado y falto de anclaje que a las claras queda que no se trata de una mera finalidad del cineasta sino el resultado de una película con una duración severamente acotada (con personajes que solo dicen una frase y quedan flotando en el imaginario del filme sin una función clara ni una repercusión definida), un sinnúmero de situaciones e interrogantes planteados sin una cercanía a respuesta (y no porque se trate de una cinta meramente descriptiva, su carácter de perturbadoramente incisiva es indiscutible) y con escenas que podrían haberse desarrollado mucho mas explicativa, claramente sin afectar lo original y fuera de las reglas convencionales del filme (la escena del rio aparece de la nada sin una concatenación correspondiente con el resto del filme, con claros cortes de por medio)
Manifiesta muestra de esto es la enorme actuación de Nick Nolte que, junto a Caveziel, tiene espacio en la cinta para desarrollar todo aquello que representa su personaje y evidencia la maestría del guion original y de la dirección de actores así como al mismo tiempo deja expuesta una edición abominable, mutiladora, salvaje, seguramente no dictaminada por el mismo Malick sino por un lineamiento proveniente de las cabezas superiores de las meramente comerciales productoras.
Podría quedarme con la majestuosa fotografía, con su original guion y su innovador fin de mostrar la guerra desde el lado poético, desde lo puramente espiritual (aunque por momentos demasiado idílico para un grupo de infantes reclutados para la guerra, es verdad), por unas escenas de combate extraordinarias (el primer ataque al monte es sencillamente sobrecogedor), pero elijo el plan negativo de esta historia, no por pesimista sino porque tenía todo para ser muy, muy grande y en el camino la han amputado con frialdad, con un pulso tembloroso y dubitativo, no convencido en lo que hacía, que lejos estaba en apoyarse en razones meramente fílmicas seguramente, y me han dejado a esta posible joya del cine, cubierta de barro, esperando por alguien que pase por allí y le dé un aventón para ser lo que otros no quisieron con sus mugrosas decisiones.
Quizás el futuro y una reedición con más horas de metraje original nos lo regalen.
Malick y su violado argumento original así lo merecen.
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