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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de mayo de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La doctora Tuttle, profesora de psicología en las aulas universitarias, bella, recatada y, aunque con escasa justificación, con una cierta conciencia de solterona, resulta acosada por un alumno que precisamente destaca por todo lo contrario: seguro de sí mismo y de sus encantos físicos, osado, descarado y propenso a lanzar sus redes sobre cualquier mujer que se le ponga a tiro. La película, con un arranque excelente que ya capta y se gana la atención del espectador, narra las tremendas consecuencias que se derivan de una imprudente decisión de la doctora Tuttle: dejar que Bill Perry, su alumno, la lleve en su coche cuando, por su culpa, ella ha perdido el autobús que debía conducirla a casa; de lo que, vista esta excelente película, se deduce cuán conveniente resulta echar a correr cuando ves que se te va a escapar el autobús.
17 de noviembre de 2011
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa película ésta. Dentro de la historia del oeste norteamericano opino que debería ser un hito. Hemos visto centenares de películas sobre la colonización, centenares de carromatos en ruta hacia la tierra prometida, por no hablar de la lucha con los indios, de los conflictos por el agua entre ganaderos, de la lucha entre ganaderos y ovejeros, o entre partidarios y detractores del alambre de espino, etc.. Pero ésta retrata una sociedad de escasos vuelos económicos y la lucha se centra entre un ovejero en expansión y necesitado de pastos y una agricultora que se resiste a vender su predio. Sucede a los pocos años de acabar la Guerra de Secesión, o sea que se podría datar en la década de los 70.
Su realización es de 1958. Sus protagonistas, actores tan emblemáticos como Alan Ladd y  Olivia de Havilland, el primero a escasos seis años de su muerte, la segunda dando vida a una mujer madura, que es lo que era entonces la actriz. Alan Ladd, extraordinariamente delgado, muy desmejorado, muestra sus mejillas más de Mariquita Pérez que nunca. Parece mentira que todavía le quedaran seis años de vida. En esta película hace su primera aparición, con ocho o nueve años, su hijo David que luego seguiría una carrera, si no exitosa, sí larga.
Las armas tienen escasa importancia en esta película. En cambio, la tiene y mucha, la circunstancia de que el hijo del protagonista sufra de una mudez traumática que arrastra desde que en la guerra civil asistió al asesinato de su madre. Es pues casi un western de trama psicológica. No hay historia pasional, pero sí amorosa, como corresponde a dos protagonistas con larga vida a sus espaldas. La medicina y sus progresos desempeñan un importante papel, y su concepción se aleja muy mucho de la que presenta la tradición cinematográfica del médico borrachín o del sacamuelas metido a médico.
Hay muy poca épica en esta película y mucho realismo costumbrista. No despierta entusiasmo en el espectador, pero sí curiosidad histórica. Su director es nada menos que Michael Curtiz.
19 de mayo de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí estamos ante una obra maestra absoluta. Becker, como tantos otros grandes directores, no nos oculta nada, no juega con nosotros a la hora de desarrollar una historia y de hallar un final para ella. Desde el primer momento vemos que Philippe Clarence, su protagonista, yace en el suelo del jardín tras haberse precipitado al vacío desde un cuarto o quinto piso. Junto a él yace también un maniquí femenino, casi humano, vestido de novia. A su entorno se arraciman algunas de las modistillas de la firma Clarence que el protagonista dirige y para la que crea sus modelos. Cada una de ellas emite su piadoso comentario.
Recuerdo que cuando la vi por primera vez, hará ya muchos años, en una emisión veraniega de la segunda cadena de TVE (cuando era UHF) no sabía prácticamente ni quién era Jacques Becker, pero la película me deslumbró, me dejó en estado de shock. Y recuerdo que la primera impresión que tuve hacía referencia a que jamás había visto una película en que algo filmado, algo falso, en la medida en que se ha preparado y confeccionado con una finalidad artística, me diera tal sensación de verdad, de que la realidad parecía brotar de la pantalla. Para mí la justificación de esta circunstancia proviene del hecho de que Jacques Becker – al contrario de tantos y tantos otros artistas de todos los medios – sabe de qué habla y lo sabe porque su madre tenía y dirigía una casa de alta costura, es decir, había mamado lo que explica en su película. Y esto es imprescindible si se aspira a que lo que uno crea tenga consistencia y tenga verdad.
La película está rodada en pleno proceso de liberación, tras el desembarco de Normandía, y tuvo que superar enormes dificultades en su rodaje. Impresiona el vacío de las calles parisinas, el escaso número de vehículos que circula por ellas, sobre todo si se compara con cualquier película rodada tan solo unos meses después. Llama también la atención que el desarrollo de una escena, una larga escena, casi fundamental en el desarrollo de la historia, tenga lugar durante una prolongada partida de ping-pong y, al contrario, por ejemplo de lo que sucede en “Match Point”, primera aparición, fulgurante aparición, de la Johansson, donde los jugadores parecen no haber empuñado una pala en su vida, aquí, en “Falbalas” el niño es un experto jugador, pero su hermana tampoco queda oscurecida por él. Una vez más, la importancia de la verdad: los jugadores saben jugar, no aparentan saber hacerlo. Y esto para Jacques Becker es importantísimo.
Y dejamos fuera de campo la historia de la relación entre el trío de protagonistas, Philippe Clarence, Micheline Lafaurie y Daniel Rousseau y la cohorte de novias, ex –novias y demás que rodean a Philippe. Que otro la trate.
20 de abril de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Así decía Gracián, un hombre del XVII, tan jesuita como el nuevo Papa. Y la expresión viene que ni pintiparada para calificar esta película de Richard Fleischer. Tan solo sesenta y dos minutos de proyección. Lejos estamos, pues, de los excesos temporales a que nos tienen acostumbrados algunos directores actuales. Pero en estos sesenta y dos minutos Fleischer consigue explicar perfectamente su historia, sin dejarse nada en el tintero y sin que en ningún momento decaiga la tensión ni el interés de la narración, antes al contrario.
La historia es lineal: no hay el más mínimo meandro narrativo ni se siembran dudas en el espectador sobre la catadura de los diversos personajes (no hay tiempo para ello), pero con un director como Fleischer al timón de la película, ni falta que hace.
El asunto es el siguiente: Mike Carter es un conflictivo detective de la brigada de homicidios. Cuenta con un rico historial de desencuentros con el teniente que es su jefe, y, claro, cuando éste aparece asesinado, no debe de sorprender que se convierta en la clásica figura del falso culpable. Ayudado por su novia, secretaria en el mismo departamento de policía, debe deshacer el enredo antes de que lo detengan por asesinato.
Bodyguard cuenta con la deliciosa Priscilla Lane en el papel de protagonista femenina. La hemos visto anteriormente, por ejemplo, dando la réplica a Cary Grant en “Arsénico por compasión”, 1944, de Frank Capra o, un par de años antes, en “Sabotaje”, de Alfred Hitchcock. Aquí cumple con su papel a la perfección, y es una lástima que fuera ésta su última película, ya que se retiró de la escena, supongo que para encargarse de los cuatro hijos que tuvo con su marido. También podrían haber contratado a una niñera...
Lawrence Tierney es Mike Carter. Menos conocido por estos pagos que en el mercado norteamericano, es un legendario “duro” de Hollywood, tanto dentro como fuera de la pantalla. Su historial incluye algunas de esas peleas morrocotudas en los bares del país que tanto parecen gustar al pueblo americano. Lo hemos visto en películas como por ejemplo “Nacido para matar”, de Robert Wise, y a sus 73 años Tarantino lo llamó para el papel de Joe Cabot en su “Reservoir Dogs”.
28 de enero de 2010
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guión que Hitchcock hubiera rechazado sin pensarlo dos veces. Contradice aquel principio conforme al cual cuanto menos visos de realidad tenga una secuencia, más detallada debe ser su exposición. Y, como ejemplo, bastaría analizar la secuencia, larguísima secuencia, del intento de asesinato de Cary Grant por medio de una avioneta fumigadora en "Con la muerte en los talones". Pretensión absurda donde las haya; hay cientos de formas más sencillas, económicas, rápidas y efectivas de acabar con alguien. Y, no obstante, ahí estamos todos, con el alma en vilo, pendientes del vuelo de la avioneta, de las carreras del señor Roger O. Thornhill, de la parada del autobús, de la llegada del viajero, etc., etc., etc.
Y es lástima, porque, volviendo a "The game", la idea de la película tiene su interés, aunque sea absurda. Y por ello sólo hubiera bastado con que el director se hubiera contenido para explotar al modo hitchcockiano cualquiera de los gags que acumula en ella. Y que conste que el pobre Michael Douglas hace lo que puede... Para que luego digan.
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