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7,1
10.435
7
11 de diciembre de 2009
11 de diciembre de 2009
35 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es la adaptación de un libro que ha sido un éxito en ventas.
¿Se debe, en un caso así, leer primero el libro y luego ver la película, o al contrario?
¿O tal vez la lectura del libro o la asistencia a la proyección de la película aconsejen no acudir a su complementario artístico para evitar la decepción, en el primer caso, o el aburrimiento, en el segundo?
He ido a ver la película sin haber leído el libro y tengo la intención de leerlo una vez vista la película. Mi opinión no está pues contaminada por la fidelidad de la adaptación.
Estamos ante una reflexión bastante lúcida sobre algunos temas eternos: la incomunicación, la afinidad, la sensibilidad, la mediocridad, la familia, la cultura, la muerte… pero, sobre todo, acerca de la soledad y de los mecanismos que utilizamos para evitar reconocerla. Gira en torno a tres personajes atípicos, magistralmente interpretados: una niña superdotada, una intelectual camuflada y un sabio oriental vitalista y receptivo.
La rareza de los personajes es un arma de doble filo: permite composiciones inéditas pero deja un poso de inverosimilitud.
Los tres personajes están solos, pero sus soledades son diferentes: la de la niña se debe a la incomprensión del medio debido a sus características; la de la mujer, a su desconfianza de poder relacionarse con sus iguales culturales; la del hombre, a sus circunstancias espacio-temporales. El engarce entre ellos es lógico aunque, de inicio, un poco forzado. Su relación a tres bandas, interclasista, intergeneracional, interracial, intercultural e interprofesional, pone de manifiesto que por encima de todas las cosas, incluidos los vínculos de sangre, nos une la sensibilidad, la capacidad de emocionarnos con las mismas cosas. "Toda la luz del Universo, la verá un día el hombre por la ventana de una lágrima", decía León Felipe. Los afines no se buscan, se reconocen a medida que se encuentran.
Una persona con inquietudes culturales nunca está del todo sola, viene a decir la película. La soledad es, entonces, mucho más llevadera. En caso contrario se tiene una pobre vida interior y el que no tiene una vida interior intensa convive con un extraño. Si amar la soledad es preferirse, poder sobrellevarla es aceptarse, lo que no está al alcance de todos. Y cuando dos personas con inquietudes culturales similares se percatan de la existencia de ese otro con análoga sensibilidad se produce una atracción, un magnetismo, que inevitablemente lleva implícita una sinergia vital que, como otros grandes sentimientos, será perpetua mientras dure.
¿Se debe, en un caso así, leer primero el libro y luego ver la película, o al contrario?
¿O tal vez la lectura del libro o la asistencia a la proyección de la película aconsejen no acudir a su complementario artístico para evitar la decepción, en el primer caso, o el aburrimiento, en el segundo?
He ido a ver la película sin haber leído el libro y tengo la intención de leerlo una vez vista la película. Mi opinión no está pues contaminada por la fidelidad de la adaptación.
Estamos ante una reflexión bastante lúcida sobre algunos temas eternos: la incomunicación, la afinidad, la sensibilidad, la mediocridad, la familia, la cultura, la muerte… pero, sobre todo, acerca de la soledad y de los mecanismos que utilizamos para evitar reconocerla. Gira en torno a tres personajes atípicos, magistralmente interpretados: una niña superdotada, una intelectual camuflada y un sabio oriental vitalista y receptivo.
La rareza de los personajes es un arma de doble filo: permite composiciones inéditas pero deja un poso de inverosimilitud.
Los tres personajes están solos, pero sus soledades son diferentes: la de la niña se debe a la incomprensión del medio debido a sus características; la de la mujer, a su desconfianza de poder relacionarse con sus iguales culturales; la del hombre, a sus circunstancias espacio-temporales. El engarce entre ellos es lógico aunque, de inicio, un poco forzado. Su relación a tres bandas, interclasista, intergeneracional, interracial, intercultural e interprofesional, pone de manifiesto que por encima de todas las cosas, incluidos los vínculos de sangre, nos une la sensibilidad, la capacidad de emocionarnos con las mismas cosas. "Toda la luz del Universo, la verá un día el hombre por la ventana de una lágrima", decía León Felipe. Los afines no se buscan, se reconocen a medida que se encuentran.
Una persona con inquietudes culturales nunca está del todo sola, viene a decir la película. La soledad es, entonces, mucho más llevadera. En caso contrario se tiene una pobre vida interior y el que no tiene una vida interior intensa convive con un extraño. Si amar la soledad es preferirse, poder sobrellevarla es aceptarse, lo que no está al alcance de todos. Y cuando dos personas con inquietudes culturales similares se percatan de la existencia de ese otro con análoga sensibilidad se produce una atracción, un magnetismo, que inevitablemente lleva implícita una sinergia vital que, como otros grandes sentimientos, será perpetua mientras dure.

6,6
1.259
6
15 de julio de 2011
15 de julio de 2011
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Donde estuvo el sobrecogedor campo de concentración de Auschwitz se recoge en una placa la frase de un filósofo español (Jorge Santayana): "El que olvida su historia está condenado a repetirla".
Hay que agradecer al director de esta película, Danis Tanovic, y al autor del libro en que está basada, Ivica Djikic, el recordatorio de la guerra de los Balcanes, con la estela de brutalidad y terror que trajo consigo la eufemísticamente llamada "limpieza étnica", que más exactamente debió haberse llamado "aniquilación étnica".
El alegato de la película contra la guerra huye de la grandilocuencia para hacernos ver cómo pueden cambiar las cosas sin que una mayoría sea consciente de que se está precipitando al abismo. Unamuno tuvo el acierto de acuñar el concepto de "la intrahistoria": sobre una humanidad silenciosa se encaraman los que meten bulla —por decirlo con sus propias palabras—, que son los que se acaban apropiando de la Historia. Por debajo de los grandes acontecimientos —venturosos o trágicos— late la vida cotidiana, la de aquellos que no tienen el foco de los medios de comunicación y cuyas actuaciones no serán recogidas en los libros de texto, pero que al final determinan lo que acaba ocurriendo.
Se nos muestra la rutina diaria de una sociedad que pronto va a verse bruscamente sacudida por una cruenta contienda. Así, cuando Martin se enemista con el que había sido su gran amigo, los bandos enfrentados habían sustituido ya a los grupos nacionalistas diferenciados que habían podido convivir. Así, cuando su madre, Lucija, arroja el agua que empezaba a hervir en su olla a los policías que se habían presentado en su casa para desahuciarla, ya había empezado a hervir en la gran olla de la Historia la monstruosa guerra civil.
Tanovic ha entendido muy bien la mecánica de la guerra: "Si prescindes de sus motivos abstractos —ideología, religión…— y haces un análisis en profundidad, te encuentras con los verdaderos motivos, los motivos eternos: la envidia, la avaricia, el miedo…". A los que habría que añadir la venganza. Venganza que solo es dulce para aquéllos a los que el rencor les ha destrozado el gusto. Un sentimiento tan negativo no engendrará nunca sentimientos positivos.
Efectivamente, el protagonista, Divko Buntic —personaje ambivalente interpretado por un inspirado Miki Manojlovic, que sabe hacérnoslo rechazar y apreciar cuando así lo requiere el guión— ha sido obligado a exiliarse. Cuando cambian las tornas y puede regresar a su tierra trae una fijación que le ha reconcomido durante veinte años: su particular "ajuste de cuentas" familiar por agravios pasados —que acabarán demostrándose infundados—. Ésa es la gran lección de la película: lo que a muy pequeña escala parecía que era irreconciliable acaba muy reconciliado, mientras que a una escala mucho mayor prevalece la incompatibilidad que conducirá a la guerra por haberse descartado una conciliación, que siempre y en cualquier lugar debiera preferirse a la confrontación.
Hay que agradecer al director de esta película, Danis Tanovic, y al autor del libro en que está basada, Ivica Djikic, el recordatorio de la guerra de los Balcanes, con la estela de brutalidad y terror que trajo consigo la eufemísticamente llamada "limpieza étnica", que más exactamente debió haberse llamado "aniquilación étnica".
El alegato de la película contra la guerra huye de la grandilocuencia para hacernos ver cómo pueden cambiar las cosas sin que una mayoría sea consciente de que se está precipitando al abismo. Unamuno tuvo el acierto de acuñar el concepto de "la intrahistoria": sobre una humanidad silenciosa se encaraman los que meten bulla —por decirlo con sus propias palabras—, que son los que se acaban apropiando de la Historia. Por debajo de los grandes acontecimientos —venturosos o trágicos— late la vida cotidiana, la de aquellos que no tienen el foco de los medios de comunicación y cuyas actuaciones no serán recogidas en los libros de texto, pero que al final determinan lo que acaba ocurriendo.
Se nos muestra la rutina diaria de una sociedad que pronto va a verse bruscamente sacudida por una cruenta contienda. Así, cuando Martin se enemista con el que había sido su gran amigo, los bandos enfrentados habían sustituido ya a los grupos nacionalistas diferenciados que habían podido convivir. Así, cuando su madre, Lucija, arroja el agua que empezaba a hervir en su olla a los policías que se habían presentado en su casa para desahuciarla, ya había empezado a hervir en la gran olla de la Historia la monstruosa guerra civil.
Tanovic ha entendido muy bien la mecánica de la guerra: "Si prescindes de sus motivos abstractos —ideología, religión…— y haces un análisis en profundidad, te encuentras con los verdaderos motivos, los motivos eternos: la envidia, la avaricia, el miedo…". A los que habría que añadir la venganza. Venganza que solo es dulce para aquéllos a los que el rencor les ha destrozado el gusto. Un sentimiento tan negativo no engendrará nunca sentimientos positivos.
Efectivamente, el protagonista, Divko Buntic —personaje ambivalente interpretado por un inspirado Miki Manojlovic, que sabe hacérnoslo rechazar y apreciar cuando así lo requiere el guión— ha sido obligado a exiliarse. Cuando cambian las tornas y puede regresar a su tierra trae una fijación que le ha reconcomido durante veinte años: su particular "ajuste de cuentas" familiar por agravios pasados —que acabarán demostrándose infundados—. Ésa es la gran lección de la película: lo que a muy pequeña escala parecía que era irreconciliable acaba muy reconciliado, mientras que a una escala mucho mayor prevalece la incompatibilidad que conducirá a la guerra por haberse descartado una conciliación, que siempre y en cualquier lugar debiera preferirse a la confrontación.
7
5 de noviembre de 2021
5 de noviembre de 2021
39 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que me gustó, como atestigua mi valoración, pero que no me atrevería a recomendar.
Las interpretaciones son brillantes dentro de la escasa paleta de exteriorización de emociones que tienen, en general, los japoneses. La fotografía da sorpresas agradables, dentro de escenografías muy prolongadas en el tiempo, la música es sobresaliente y hay un intento, en buena parte conseguido, de aproximarse al núcleo duro de la personalidad de los personajes. Lo que Ortega llamaba "el yo insobornable".
La película está basada en conversaciones agudas y definitorias y fluye con lentitud sin dejar de captar la atención. Las historias, en cuanto a entidad, son contradictorias. Son minimalistas, por momentáneas, pero de gran calado, porque condicionan o pueden llegar a condicionar de manera crucial la vida de los personajes.
El director Ryûsuke Hamaguchi ha tenido, en mi opinión, el acierto de disponer los episodios de forma cualitativamente creciente: creo que el segundo es superior al primero e inferior al tercero, siendo este último el más sencillo y el más intenso.
¿Por qué digo que, aunque me gustó, no me atrevería a recomendarla?
Es una película desmesuradamente verbalizada. El que más y el que menos se acaba sintiendo como si bracease en un océano de palabras, y no todo el mundo es avezado nadador en ese medio. La versión que vi, por otra parte, fue la original con subtítulos —desconozco si hay una versión doblada al castellano en tiempos de "covid"— por lo que cuando termina, uno tiene la sensación de haber leído un libro de cierta envergadura contra-reloj.
Las interpretaciones son brillantes dentro de la escasa paleta de exteriorización de emociones que tienen, en general, los japoneses. La fotografía da sorpresas agradables, dentro de escenografías muy prolongadas en el tiempo, la música es sobresaliente y hay un intento, en buena parte conseguido, de aproximarse al núcleo duro de la personalidad de los personajes. Lo que Ortega llamaba "el yo insobornable".
La película está basada en conversaciones agudas y definitorias y fluye con lentitud sin dejar de captar la atención. Las historias, en cuanto a entidad, son contradictorias. Son minimalistas, por momentáneas, pero de gran calado, porque condicionan o pueden llegar a condicionar de manera crucial la vida de los personajes.
El director Ryûsuke Hamaguchi ha tenido, en mi opinión, el acierto de disponer los episodios de forma cualitativamente creciente: creo que el segundo es superior al primero e inferior al tercero, siendo este último el más sencillo y el más intenso.
¿Por qué digo que, aunque me gustó, no me atrevería a recomendarla?
Es una película desmesuradamente verbalizada. El que más y el que menos se acaba sintiendo como si bracease en un océano de palabras, y no todo el mundo es avezado nadador en ese medio. La versión que vi, por otra parte, fue la original con subtítulos —desconozco si hay una versión doblada al castellano en tiempos de "covid"— por lo que cuando termina, uno tiene la sensación de haber leído un libro de cierta envergadura contra-reloj.

6,1
3.921
6
5 de octubre de 2021
5 de octubre de 2021
46 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película con fortalezas y debilidades.
Las fortalezas:
1 ) La fotografía de Marc Gómez del Moral es muy buena..
Gómez del Moral hace un gran trabajo retratando el paisaje jienense, árido pero de singular belleza. Los planos cenitales son excelentes.
2 ) El fatalismo de la historia
Tiene un aroma a la sensacional "Furtivos" de Borau, en mi opinión una de las mejores películas del cine patrio.
3 ) La creación de ambientes
Que son necesarios para el desenlace final.
Las debilidades:
1 ) La premiosidad narrativa.
Matín Cuenca opta por no contar, sino desvelar a medida que transcurre la película. Se echa de menos una mayor fluidez.
2 ) El casting.
Gutiérrez es un gran actor, justamente reconocido, pero tengo mis dudas que le venga bien el personaje de Javier. En cambio, Patricia López Arnaiz resulta muy verosímil en el de Adela. La actriz Irene Virgüez, que hace una meritoria interpretación de niña/mujer muy contenida, me parece demasiado dulce y educada para ser el personaje marginado y desarraigado que se pretende que sea.
3 ) La falta de originalidad.
Aunque la película es "dura, en el mejor sentido de la palabra" como nos dijo el que presentó en la Academia de Cine a Martín Cuenca —de cuyo nombre lamento no acordarme— para que el director de la película nos la presentara a su vez, "no arrebata" en cuanto a contar con un argumento innovador.
Hecho el balance entre fortalezas y debilidades, mi valoración final es que es una película que merece la pena verse.
Las fortalezas:
1 ) La fotografía de Marc Gómez del Moral es muy buena..
Gómez del Moral hace un gran trabajo retratando el paisaje jienense, árido pero de singular belleza. Los planos cenitales son excelentes.
2 ) El fatalismo de la historia
Tiene un aroma a la sensacional "Furtivos" de Borau, en mi opinión una de las mejores películas del cine patrio.
3 ) La creación de ambientes
Que son necesarios para el desenlace final.
Las debilidades:
1 ) La premiosidad narrativa.
Matín Cuenca opta por no contar, sino desvelar a medida que transcurre la película. Se echa de menos una mayor fluidez.
2 ) El casting.
Gutiérrez es un gran actor, justamente reconocido, pero tengo mis dudas que le venga bien el personaje de Javier. En cambio, Patricia López Arnaiz resulta muy verosímil en el de Adela. La actriz Irene Virgüez, que hace una meritoria interpretación de niña/mujer muy contenida, me parece demasiado dulce y educada para ser el personaje marginado y desarraigado que se pretende que sea.
3 ) La falta de originalidad.
Aunque la película es "dura, en el mejor sentido de la palabra" como nos dijo el que presentó en la Academia de Cine a Martín Cuenca —de cuyo nombre lamento no acordarme— para que el director de la película nos la presentara a su vez, "no arrebata" en cuanto a contar con un argumento innovador.
Hecho el balance entre fortalezas y debilidades, mi valoración final es que es una película que merece la pena verse.

6,5
3.705
7
20 de mayo de 2010
20 de mayo de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta puede ser una película muy polémica. Fui a verla con un grupo de amigos cinéfilos, y resultamos aplastada minoría aquéllos a los que nos gustó.
En mi opinión, es una película notable en la que importa menos la trama —muy liviana— que la voluntad del Director, Luca Guadagnino, de lograr escenas sobre realidades que todos hemos vivido que traspasen la pantalla, lo que consigue en un buen número de ocasiones. Su intención parece haber sido enhebrar estas escenas a través de una tópica historia de amor. En cualquier caso, cada sentimiento: amor, amistad, desprecio, indignación, odio, dolor, deseperación... tiene un tratamiento cinematográfico diferente con la pretensión de obtener el máximo realismo. La música, un tanto sorprendente en ocasiones, está también, estimo que con éxito, al servicio de este objetivo.
Los personajes de esta fábula amorosa tienen una gran profundidad psicológica y resultan muy verosímiles. La extranjera que se aclimata sin pasión a una vida de boato de una clase a la que no pertenece pero en la que se integra merced a dos características que sólo la definen en parte: la discreción y la laboriosidad. Y su amante, también extranjero, o descendiente de extranjeros, perteneciente a una segunda generación de inmigrantes ya razonablemente adaptada, hombre que vive para la pasión culinaria, que le llena y le absorbe, pero que, paradójicamente, al saberse un virtuoso en ella, le proporciona la autoestima suficiente para, llegado el momento, ser muy decidido ante una relación que se presenta compleja y tormentosa.
La victoria del amor sobre la muerte en la eterna confrontación entre "Eros" y "Tanatos" no me parece relevante en una película en la que, como ya he dicho, el guión tiene mucho de pretexto.
Excelente la interpretación de Tilda Swinton. Ante las hipertérmicas escenas de amor, que para mí ya justificarían la película por su originalidad y rotundidad, uno se acuerda de la teoría hitchcockiana de que una gélida rubia —Grace Kelly, por ejemplo— era mucho más eficaz en las secuencias eróticas por lo impredecible que era en ella una fogosa sexualidad.
No creo que para los espectadores que disfruten con esta película, que a buen seguro los habrá, su larga duración (dos horas) sea un defecto, ya que viene impuesta por recrearse en los detalles que es lo que da fuerza a las escenas, dotándolas de una gran tactilidad, sensualidad y carnalidad.
Como aspectos negativos, determinados juegos de cámara, no todos innovadores y acertados
—aunque algunos, sin lugar a dudas, lo son—, y la última escena, posterior al final oficial, ininteligible y claramente suprimible, pues pone de manifiesto un defecto que no se debe achacar, en términos generales, a la película: la pretenciosidad.
En mi opinión, es una película notable en la que importa menos la trama —muy liviana— que la voluntad del Director, Luca Guadagnino, de lograr escenas sobre realidades que todos hemos vivido que traspasen la pantalla, lo que consigue en un buen número de ocasiones. Su intención parece haber sido enhebrar estas escenas a través de una tópica historia de amor. En cualquier caso, cada sentimiento: amor, amistad, desprecio, indignación, odio, dolor, deseperación... tiene un tratamiento cinematográfico diferente con la pretensión de obtener el máximo realismo. La música, un tanto sorprendente en ocasiones, está también, estimo que con éxito, al servicio de este objetivo.
Los personajes de esta fábula amorosa tienen una gran profundidad psicológica y resultan muy verosímiles. La extranjera que se aclimata sin pasión a una vida de boato de una clase a la que no pertenece pero en la que se integra merced a dos características que sólo la definen en parte: la discreción y la laboriosidad. Y su amante, también extranjero, o descendiente de extranjeros, perteneciente a una segunda generación de inmigrantes ya razonablemente adaptada, hombre que vive para la pasión culinaria, que le llena y le absorbe, pero que, paradójicamente, al saberse un virtuoso en ella, le proporciona la autoestima suficiente para, llegado el momento, ser muy decidido ante una relación que se presenta compleja y tormentosa.
La victoria del amor sobre la muerte en la eterna confrontación entre "Eros" y "Tanatos" no me parece relevante en una película en la que, como ya he dicho, el guión tiene mucho de pretexto.
Excelente la interpretación de Tilda Swinton. Ante las hipertérmicas escenas de amor, que para mí ya justificarían la película por su originalidad y rotundidad, uno se acuerda de la teoría hitchcockiana de que una gélida rubia —Grace Kelly, por ejemplo— era mucho más eficaz en las secuencias eróticas por lo impredecible que era en ella una fogosa sexualidad.
No creo que para los espectadores que disfruten con esta película, que a buen seguro los habrá, su larga duración (dos horas) sea un defecto, ya que viene impuesta por recrearse en los detalles que es lo que da fuerza a las escenas, dotándolas de una gran tactilidad, sensualidad y carnalidad.
Como aspectos negativos, determinados juegos de cámara, no todos innovadores y acertados
—aunque algunos, sin lugar a dudas, lo son—, y la última escena, posterior al final oficial, ininteligible y claramente suprimible, pues pone de manifiesto un defecto que no se debe achacar, en términos generales, a la película: la pretenciosidad.
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