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Críticas 125
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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14 de mayo de 2021
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es bien sabido que las grandes películas necesitan, sí o sí, incluir pequeños detalles que se nos queden en la mente. El gran carnaval (Billy Wilder, 1951) es un manantial de pequeños detalles, de frases ingeniosas, de diálogos vitriólicos, de miradas y gestos impactantes, de buenos planos, de talento.

Un "periodista" llamado "Chuck" Tatum (Kirk Douglas) se queda en paro y encuentra (yo diría que exige) empleo en un rotativo de Nuevo Méjico. Allí extiende sus tentáculos y se apodera de mentes y almas con su descaro, su lengua bífida y su desmedida ambición, desde el director hasta los compañeros. Luego van cayendo todos los que pasan a su lado, políticos, policías, técnicos y por supuesto, el público, la masa estúpida y morbosa. Tatum atrae a la masa, la masa atrae a Tatum. Es la simbiosis necesaria, la base del amarillismo periodístico.
Ya desde el principio, en la redacción del periódico, Tatum enciende una cerilla con una máquina de escribir. Es mucho más que un pequeño detalle cinematográfico. Es una metáfora de toda la película: el codicioso arribista usa el periodismo (simbolizado en la máquina de escribir) para "encender" su cerilla (su ego, sutil símil fálico).

Wilder y Douglas. Nada podía salir mal. Es mucho talento junto.

Del maestro Wilder, poco que decir. Siempre recordamos sus comedias. Es nuestro subconsciente, nuestra necesidad de ser felices recordando risas y sonrisas. Pero el gran Billy hizo muchas películas de todo tipo, también amargas, duras, valientes, como "Ace in the hole", una descarnada visión crítica del peor periodismo, de lo peor de los seres humanos, tan real y habitual que la película hasta se queda corta, comparada con la vida real.

No hace falta mirar mucho los medios para saber que la tv nos escupe basura a la cara en cuanto damos al botón de encendido. Yo he dejado de verla hace tiempo. En este país todos (sí, todos) los medios de comunicación generalistas están pagados por los mismos dineros, sirven a los de siempre, estupidizan a las masas y las masas atraen e los Tatums españoles de turno. Todas las tertulias están repletas de ellos. Lacayos a sueldo de los patronos del Ibex que derriban o ningunean a políticos y personas honradas (las pocas que hay) con las "cloacas del Estado", con Indas y Ferreras, con Hormigueros y Rojos Vivos, con Vicentes Vallés y fascistas travestidos de periodistas.

El Gran Carnaval es el pan y circo romano. El espectáculo que ciega a los mediocres como la luz a los insectos.

Maravillosa película. Otra obra maestra de Billy Wilder. Otra más.
Herramienta pedagógica para quien le quede aún un poco de conciencia y alguna neurona. ¡Despierta a los niños que tienen que ver esta película!
9 de enero de 2022 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra, When Dinosaurs Ruled the Earth es de esas película que se prestan para ser devoradas por críticos sedientos de sangre cinéfila por la tremenda obviedad de sus errores históricos (perdón, quise decir: prehistóricos), lo inverosímil de su argumento, los anacronismos y la falta general de calidad.

Sin embargo, muy en la línea de las series B, se trata de una película que hay que valorar con otro tipo de óptica. Es un tipo de cine que si no existiese habría que inventarlo porque, frecuentemente, olvidamos que el Cine es ficción, no un documental, ni siquiera tiene la obligación de ser transcendental. De lo que se trata es de buscar comunicación con el espectador y si se consigue intimidad y complicidad, mucho mejor. También es legítimo divertir.

El primer rasgo de interés es el mero hecho de hacer una película sobre la prehistoria, una época mítica, desconocida pero muy abierta a la especulación y la fantasía. Aún más importante es que se trata de un terreno cinematográfico muy virginal, muy poco usado. Del mismo modo que resulta cargante e indigesto la repetición argumental de historias redundantes, historias que hemos visto ya más veces de lo que podemos soportar (el poli duro que se salta la ley para ganar a los malos, la familia que es traicionada por su mejor amigo-a que luego resulta un-a psicópata pero lo derrotan con violencia, historias de mercenarios que triunfan en la vida, el chico que se enamora de la chica y triunfa el amor platónico, etc, etc) hay muy pocas películas ambientas en la Prehistoria. En sí es ya un aliciente por ser un tema tan infrecuente.

Otro rasgo que muchos no valorarán es el hecho de que esta película se puede ver perfectamente en versión original (en inglés) entre otras cosas porque solo escuchamos una voz en off al principio y tampoco aporta nada que no podamos presuponer. Es meritorio contar una historia perfectamente comprensible por todo tipo de públicos sin que se entienda una sola palabra,

En Cuando Los dinosaurios dominaban la Tierra las tribus están formadas claramente por actores anglosajones de la época (1970), son muy guapos, visten púdicas prendas, aparentemente pieles de animales, que muestran todos sus encantos pero tapan lo que hoy en día censuramos del cuerpo humano, gestualizan de modo poco convincente para una época en que presuponemos que los seres humanos tendrían un comportamiento y aspecto más animalizado que hoy en día, etc.

Pero todos estos errores tan obvios no rompen la diversión de una película de aventuras, de exotismo, de personajes carismáticos, una película para soñar y fomentar la imaginación. Pura evasión.
Sería muy fácil narrar exactamente lo mismo con mucho mayor rigor histórico, con estupendos efectos visuales, con CGI, con más precisión, con dinosaurios creíbles...pero no sería lo mismo. El Cine también es magia y es la libertad de elegir si cambiamos o no la realidad a nuestro antojo, de romper las reglas. De regalarnos el placer de no ser nosotros.

A veces expresa más, comunica más un dibujo animado, una maqueta simplona, lo imperfecto, lo mal hecho que la imagen hiperrealista, el efecto visual perfecto hecho por ordenador.
Ahí radica el encanto de esta curiosa película que muchos no querrán aceptar.
11 de diciembre de 2021 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Raíces profundas es uno de los westerns clásicos más recordados de todos los tiempos. Originalmente titulado en inglés "Shane", el nombre del personaje principal, el pistolero "reconvertido" que interpreta con gran tino Alan Ladd, es una película de culto desde hace años.
El bonito título que eligieron para su exhibición en España ha adquirido una semántica inesperada pues para los que tenemos cierta edad y mucho visionado de cine clásico, la cinta genera metafóricamente precisamente eso: raíces profundas en nuestro recuerdo individual y colectivo. Es una película que llevamos en el corazón.

Curiosamente, los cinéfilos empedernidos han preferido casi siempre referirse a ella por el nombre original y rememorar así al personaje de Ladd, seguramente el mejor que jamás interpretó. Y es que Shane es todo un caramelo para cualquier actor, personaje clásico de western, épico y humano al mismo tiempo, muy bien trabajado por el habilidoso George Stevens, que cuenta con una larga y elogiable filmografía con bastantes títulos que rivalizan en calidad con Raíces profundas: Gigante, Un lugar en el Sol, La historia más grande jamás contada, Serenata nostálgica, etc.

Paradójicamente, también ha habido cierta inercia en muchos críticos y aficionados al Cine, en cuestionar la idoneidad de haber elegido a Alan Ladd para tan jugoso papel. Y es que se trata de un papel tan clásico que permite especular sobre cómo hubiera resultado si hubiera sido interpretado por otros grandes. Es un juego divertido que recomiendo ¿Cómo hubiera sido Shane interpretado por John Wayne? ¿Por Burt Lancaster? ¿Por Brando? Sin duda, todos hubieran imprimido su sello personal al personaje generando una bellísima policromía de interpretaciones potenciales del personaje.

El que es "inamovible" en Raíces profundas, de hecho lo es en todas sus películas, es Jack Palance, que aquí interpreta, cómo no, al pistolero a sueldo Jack Wilson, contratado por el abyecto cacique Rufus Ryker (Emile Meyer), mezquino, como necesariamente tiene que ser un villano y cobarde como para enfrentarse (aunque tenga su banda de acólitos matones, como ya suponíamos, mediocres) a Shane, que no solo es un eficaz y carismático tirador sino que posee la fuerza de la dignidad. Ryker no está a su altura en talento y mucho menos moralmente.

La película plantea una vez más el duelo entre la moral y la inmoralidad, entre la valentía y la cobardía, entre el bien y el mal. Shane, llega a una granja donde vive la familia Starret cuyo padre de familia es el honrado y pacífico Joe Starrett (Van Heflin), su esposa Marian (Jean Arthur) y el niño, rubito y silencioso (Brandon de Wilde). El chiquillo tendrá un protagonismo absoluto en la cinta que habrá que detallar en el spoiler. Shane que llega a la granja buscando una nueva vida tras una violenta trayectoria, que solo insinúa el guion, se entromete en el chantaje y matonismo que Ryker ejerce sobre los Starrett, Simplemente, por una cuestión de conciencia, por el rechazo al abuso, a la injusticia.

Shane intenta resolver el conflicto como no la ha hecho nunca en su vida, con diálogo, con respeto, pacíficamente. Naturalmente las buenas acciones, las buenas palabras no suelen causar efecto en la gentuza, en los violentos. El pasado de Shane regresará como si existiera el fatum, el Destino inexorable que nos obliga a hacer siempre lo que nos ha tocado en la vida. Como si fuera una maldición.

La narración de Stevens no baja la tensión en ningún momento. El conflicto irá in crescendo a medida que Shane no cesa de inmiscuirse en los asuntos de los villanos de turno. Diálogos agresivos, con continuas provocaciones hacia Shane solo conseguirán que afiance sus dudas sobre seguir interviniendo o no en un asunto que no le concernía en lo personal y que podría dejar pasar sin mayores remordimientos.

Y tendrá que llegar Wilson, el matón profesional contratado por Ryker, un Jack Palance como siempre perfecto, con esa mirada tan propia y ese lenguaje gestual, lento, calculador, inquietante que solo él era capaz de imprimir a sus personajes. El Diablo hecho persona.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El duelo Shane vs Wilson era inevitable y es uno de los más recordados de la Historia del Cine, también por su resolución. El niño tendrá un momento crucial que permitirá un final adecuado para que triunfe la decencia. Quizá en el cine actual hubiéramos tenido una conclusión más abierta o incluso incómoda para el espectador, pero esto es cine clásico. Estamos disfrutando de una película de 1953.

El otro gran dilema moral que hace dudar a Shane es la fascinación que involuntariamente genera sobre el niño que observa, desde su ingenuidad de chiquillo, cómo sus padres, personas de bien pero pacíficas, se ven impotentes para frenar el abuso y es Shane el único que puede poner orden. Es una pedagogía que Shane, dolorido por su azarosa vida anterior, no quiere inculcar en el niño. Está "educando" sin querer a un muchacho que de mayor será como él, un mercenario a sueldo, una persona sin raíces, sin familia, errante...

La redención, ni siquiera el éxito tras destrozar al pérfido Wilson y el miserable Ryker, justifican el efecto no deseado en lo que ha aprendido el pequeño Joey. Es el precio que hay que pagar por tener éxito.
7 de diciembre de 2021 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clint Eastwood es una de las figuras con más consenso en torno a su valía y obra cinematográfica. Se podría hacer un estudio pormenorizado, incluso con detalles sociológicos, de por qué gusta tanto a tanta gente llegando a la idolatría. Pero hay una respuesta sencilla que explica lo básico: Eastwood siempre fue una persona inteligente y que sabe escuchar. Es un buen estudiante, sabe aprender.
Todos recordamos sus inicios, hacía películas, aparentemente "menores" donde interpretaba pistoleros y otros personajes rozando lo secundario. Hacía un cine que algunos llamaban spaghetti western que nos encantaba pero no sabíamos, en aquel momento, por qué. Tardamos un tiempo en entender que detrás de esas películas había excelentes actores cuyo talento solo empezaba a ser aprovechado y directores como Sergio Leone que eran literalmente geniales.
Eastwood siguió aprendiendo y, cuando llegó el momento apropiado, dio el siguiente paso, hacerse director. Pero no lo hizo hasta que estuvo seguro de que conocía el oficio. Es un bebé que aprende a gatear, luego usa tacataca, aprende a caminar, luego a correr cada vez mejor y termina triunfando en los Juegos Olímpicos con películas como Sin perdón, Gran Torino y demás.

Gran Torino, de 2008, es atemporal. Ya lo sospechábamos entonces, como las grandes películas. Hoy en día se ve igual que cuando se estrenó y seguirá siendo válida. Habla de muchas cosas, de cosas profundas, la amistad, el sentido de la vida, la vejez, el hastío existencial, de la amistad, de la dignidad, de racismo y xenofobia, de ser padre o madre, de injusticia social,...

Pero la clave de la película está precisamente en su desenlace, en la conclusión de todas las reflexiones que hemos ido haciendo mientras se exponían todos los grandes temas antes mencionados. Paso, por tanto, a zona spoiler para hablar de ello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Toda la película narra el desgarro existencial de Walt Kowalsky, estadounidense de origen polaco, amigo de peluqueros italianos, curas irlandeses, vecinos orientales, latinos, etc, etc. Estadounidense con bandera de barras y estrellas en la puerta de su casa, costumbres anglosajonas, militar patriota en la guerra, ultraconservador, racista, xenófobo y, sobre todo, cascarrabias.
Y todo se diluye en cuestión de las dos horas que dura la película. Walt simplemente se ha hecho mayor, ha fallecido su esposa, su gran apoyo puesto que sus hijos no compensan su soledad, como mucho su fiel y leal perro.
Pero llegan sus vecinos, orientales, a los que Walt considera un estorbo y terminan regalándole justo lo que necesita: una razón para seguir vivo.
Por eso el personaje de Clint Eastwood se sacrifica al final de la película, por eso encierra al chico. Walt sabe que no podrá con la banda de malotes, armados hasta los dientes y rabiosos. No es justo que muera el muchacho, Thao (Bee Vang) o, lo que es peor, que termine siendo como su repulsivo primo y resto de pandilla. Su vida está terminada de antemano, ha hecho todo lo que tenía que hacer y ya solo tose con sangre y se limita a beber o fumar pasivamente. Le gusta trabajar, tiene un taller casero excelente pero no puede él solo con el congelador viejo, por eso se lo regala a la familia de Thao.
Walt muere con su icónico mechero en la mano y los macarras van a prisión. El chico tendrá la ocasión de heredar el Gran Torino, el coche, la metáfora de la pervivencia de lo bueno de la vida y de seguir adelante en la vida por sí mismo. Solo sus errores futuros serán su perdición pero no estará a expensas de los matones de barrio.

Película hermosa. Hay que verla.
17 de abril de 2021 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi siempre vemos las historias de la vida desde el mismo punto de vista. Es inevitable porque solo somos uno, individual, con nuestros sentidos y nuestra mente (portátiles pero anclados a nosotros) y recibimos los puntos de vista de los demás a través de los medios de comunicación de masas y de cultura que terminan siendo también uno porque la mayoría todo lo diluye.
Y, sin embargo, sabemos que nos enriquecemos cuando podemos cotejar varios puntos de vista. Aprendemos, mejoramos, tenemos una visión superior.
Por eso Alemania, año cero es de visión imprescindible. Rossellini nos muestra el otro punto de vista, el que no hemos visto casi nunca, el de los alemanes derrotados en la Segunda Guerra Mundial, su tragedia, su dolor, su pobreza, la derrota como tal. Siempre se nos presenta como inevitable la dicotomía entre los malotes nazis y los aliados, los demócratas. Y, como moralmente es así, así lo aceptamos sin reflexionar un minuto. Yo tampoco puedo dudar que la democracia es superior al fascismo. Ninguna persona decente puede plantear lo contrario.

Pero eso no quita que observemos como niños curiosos el otro lado, eso es lo que hace Rossellini. Y resulta fascinante porque vemos en esa sociedad alemana de los años '40 nuestra sociedad de hoy en día. Vemos cómo se alzó algo tan monstruoso como el fascismo, sin que casi nadie se alterara, ni saltaran alarmas de peligro. Como lo hace hoy, en pleno 2021 y del mismo modo el nuevo fascismo que sigue siendo el de siempre. Con insidias, con calumnias, con el apoyo de los grandes poderes económicos que se disfrazan de libertarios y demócratas.
Y vemos en Alemania, año cero, las consecuencias, las terribles secuelas de tanto desatino.
Podemos aprender mucho para no cometer los mismos errores. ¡Gracias maestro!
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