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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
10 de septiembre de 2010
35 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que el poco cine que he visto de Mikhalkov tiene la capacidad de irritarme hasta la exasperación. Quizá tenga la culpa que la primera película suya que vi fue la insoportable “El barbero de Siberia” y me habrá creado secuelas respecto a la objetividad sobre su cine.

“Quemado por el sol” empieza, después del prólogo, con bellas y bucólicas imágenes que acaban siendo invadidas por personajes gesticulantes y amanerados que van desgranando muecas por las escenas hasta crearme una incomodidad visual que me crispa. Considero a Mikhalkov una narcisista, cosa que no importaría si no fuera porque introduce esa egolatría en su cine. Imagino el fastidio que debió resultarle en la secuencia en que cabalga a caballo por lo campos no haberse podido ver desde la silla del director o filmándose con la cámara.

Esta una película dual. Empieza hinchada, grandilocuente, para al final serenarse, volverse concisa y tomar sentido; lo triste es que para esos últimos minutos, que sí son maravillosos y elocuentes, antes hemos tenido que soportar tanta afectación esteticista y pretendidamente entrañable. Mikalkov sabe filmar cuando quiere, pero siempre se desmadra. Combina escenas intimistas de gran fuerza visual con secuencias corales donde los personajes hacen gestos y muecas que pretenden ser graciosos pero que pueden resultar ridículos. La llegada de los tanques a los campos de trigo, la reacción de las gentes y la “presentación” en sociedad del coronel es sencillamente penosa; tantas escenas familiares, donde la cámara mira a los personajes o los va siguiendo, para mostrarnos ese ambiente hogareño y entrañable se alargan en demasía, y sólo para dotar de rotundidez el contraste con lo dramático del desenlace.

No negaré la calidez de la maravillosa fotografía, mostrando los campos, los caminos, las estancias, los personajes en momentos apacibles; en cambio ciertos simbolismos, como el despliegue de la foto de Stalin elevada por un globo para intercalar la tragedia, resultan pueriles.
Me quedo con los momentos en el río, casi todas las secuencias del Mikhalkov con su hija, (estupenda en toda la película) la mayoría bien filmadas e interpretadas, como ese paseo en barca, que transmiten el tierno amor entre padre e hija; la interpretación concisa y admirable, en ese papel atormentado de Oleg Menshikov, (todos los actores están bien cuando actúan y no son obligados a gesticular por el director) y esos últimos 20 minutos.

La manera como Mikhalkov va desgranando el desenlace y la fuerza con que se concreta valen realmente la pena. Lástima que para ello tengamos que asistir a tanto montón de secuencias esteticistas y de artificiosa emotividad.
Lo seguiré intentado con él, ya que si ha ganado un Òscar, gana Festivales, y hasta hay quien dice que es el mejor director ruso, tendrá algo que yo no veo. Lo cierto que con un estilo visual y formal mucho más estimulante, me recuerda el penoso cine de José Luis Garci.
14 de febrero de 2011
23 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque se parezca a tanta otras, “The Resident” posee y aporta, en parte de su metraje, determinados elementos que la hacen por momentos tan perturbadora como sugestiva. Lástima que después de haber expuesto con bastante corrección todos los elementos con los que tejer la historia, cuando llega el momento del viraje hacia su desenlace, el tópico y la vulgaridad se adueñan de la pantalla y el director malogra lo que durante más de una hora ha conseguido entrelazar con notable pericia.

La historia comienza plácidamente, apuntando los datos básicos para que el espectador pueda ir introduciéndose en el desarrollo hacia el que derivará su argumento y que devendrá en esta especie de malsano thriller psicológico. Una vez expuesto el prólogo empieza el verdadero desarrollo donde predomina el erotismo y la sexualidad enfermiza (con todo ello, Sir Alfred Hitchcock hubiera disfrutado de lo lindo y seguro que nos hubiera perturbado mucho más con el resultado final). Aquí Antti Jokinen demuestra buenas intenciones, ayudado por el diseño de producción y los decorados, así como de una tan malévola como luminosa fotografía. Hilary Swank, nos muestra (dentro de un orden) su cuerpo bien fibrado y de carnes duras para hacer llegar más allá de la cámara toda la sensualidad y erotismo que la historia requiere, y Jeffrey Dean Morgan entre esa mezcla de amabilidad, timidez y retraimiento, ayudado por ese aparente estrabismo en la mirada, consigue construir y hacer creíble ese personaje tan enfermo como dañino.

Cuando ya todo está expuesto, de una forma más o menos elegante y sutil, no sin algún momento estridente y vulgar, llegado el momento de reconducir el argumento hacia su desenlace, se ponen de acuerdo la debilidad de un guion que degenera hacia el tópico y la necedad y el desmadre del director, que está más pendiente de conseguir escenas de efecto llamativo que ajustadas a la lógica de lo que ha ido planteando.

Es bastante normal que un mal final fastidie una interesante historia, bien expuesta y planteada (hasta lo consiguió, mi admirado, el gran Clint Eastwood con su “Deuda de sangre”), por lo que he de acabar sometiéndome a la resignación de espectador frustrado y lamentar que no haya alguien, entre tantos productores que hoy día tienen la mayoría de películas, con el suficiente sentido común para evitar que un notable principio, con un peculiar desarrollo, termine siendo un puro artificio, ramplón y grotesco.
21 de octubre de 2010
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que llama la atención de “El maestro de esgrima” es que para realizar un guión tan simple y casi esquemático hayan hecho falta cuatro guionistas, incluido el autor de la novela, Arturo Pérez Reverte.

La historia está ambientada en el Madrid de 1868, año de convulsiones, intrigas políticas, conspiraciones, cuestionamientos reales y como no, pasiones amorosas. Para hablarnos de todo ello, Olea nos presenta un personaje junto al que iremos descubriendo los acontecimientos que se suceden y en que se mezclarán vivencias sentimentales con cuestiones políticas.

Lo que parece interesar a Reverte, cosa que intuyo porque no he leído su novela, es ese cosmos personal, y anacrónico en que vive ese maestro de esgrima, cerrado en su mundo, sobrio e idealista, de cuando el honor era tan habitual como imprescindible en los caballeros de antaño, y al que ha llegado después de haber vivido una vida más o menos mundana de la que acabó decepcionado, según parece confesar de forma escueta en uno de sus breves momentos de exteriorización personal.

Ese mundo cerrado se alterará cuando aparece una presunta discípula de esgrima, que hará despertar en él sentimientos, ya dormidos y quizás olvidados, de la emoción amorosa que puede producir una mujer. A partir de ahí, una vez seducido, conseguido ella ese objetivo de aprender de él algo que necesita imperiosamente, será abandonado, y el sobrio caballero comenzará a ser testigo y protagonista involuntario de los próximos acontecimientos.

El guión pretende mezclar pasiones amorosas con hechos políticos, pero más que fusionarlos los va encadenando para dar un cierto ritmo y sentido a la historia. La realización es funcional, con muy poco énfasis, y discurre plácidamente sin apasionar ni irritar, aunque hay que reconocerle a Olea una cierta ternura a la hora de tratar a su personaje principal en determinados momentos.

Las actuaciones son correctas en los personajes principales, pero tan básicas como la puesta en escena, la ambientación y las secuencias de revuelta popular. Todo es austero en esta película, desde su ambición hasta su resultado, aunque se puede ver con una cierta placidez.

El poso que nos deja es la tristeza y amargura de quien ha conseguido construir un mundo propio y cerrado en el que vivir sin sobresaltos, para que en determinado momento, algo tan universal como el amor, y sobre todo el no correspondido, haga saltar ese reducido espacio por los aires; abocando, a quien ha dejado entrar un intruso, ha abandonar ese espacio para buscar nuevas propuestas.
(Per l’Anna i la Laura)
11 de febrero de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de Hitchcock se da en esta película en lo que casi fue su testamento fílmico, ya que solo realizaría otra más, la correcta y agradable “La trama/Family Plot” y después de haber realizado una de las peores, la amanerada y artificiosa “Topaz”. No deja de ser sorprendente como a la edad de ya setenta y algunos años el viejo maestro fuera capaz de realizar esta estimulante “casi” obra maestra, a la que no dudo en poner un 10 a pesar de alguna ligerísima impericia hacia al final, tanto a nivel de guion como de resolución escénica. Tengo que aceptar que Alfred Hitchcock no pertenece a mis directores preferidos, ya que su manera de hacer cine, un tanto teatral, no siempre conecta con mi sensibilidad, pero cuando me atrapa con sus trucos de mago consigue subyugarme (“Vértigo/De entre los muertos”, “La ventana indiscreta”…)

Se dan cita en esta película la mayor parte de las obsesiones de Hitchcock, la figura del falso culpable, el humor/cinismo, sexualidad enfermiza y un cierto sadismo, que no duda en recalcar al planificar los asesinatos. Contando con un conjunto de intérpretes no especialmente famosos (después de un par de fracasos económicos las productoras ya no le daban dinero) consigue integrarlos lenta y progresivamente en un guion tan sutil como efectivo. Hitchcock se aplica con ganas y consigue técnicamente momentos tan efectivos como llamativos, a veces dejando quieta la cámara (permanece inmovil junto a la entrada de una vivienda donde una mujer ha sido brutalmente asesinada, alguien entra, se mantiene el plano durante largos segundos hasta que oímos el grito esperado), a veces moviendola (una pareja entra en un piso y tras una frase premonitoria se cierra la puerta. La cámara retrocede en un largo travelling, sale del edificio y termina armonizando el bullicio de la calle con la muerte en la soledad de una habitación)

El comienzo del film ya define su agudo humor negro, (más tarde, una pareja comenta como a un cadaver le han roto los dedos rigidos de la mano y la mujer distraídamente quiebra un colín introduciendo el chasquido en la conversación), que junto a la intriga y el suspense van conformando los parámetros por los que se irá deslizando. Los personajes, extraordinariamente definidos, ayudan con su eficaz interpretación a que la historia desemboque en ese final con epílogo, al que la trama los dirige. Transitan con impecable destreza por todos los vericuetos que todos ellos van asumiendo a nivel individual y acaban entrelazándose para influir inconscientemente en el trágico destino de los otros. Hitchcock encuadra, planifica y redondea en el montaje todas las escenas con la misma efectividad y resolución; desde un cruel asesinato hasta la ironía de cómo un marido debe asumir los guisos de su mujer.

Al señor Alfred Hitchcock (Sir, según los ingleses) se le deben algunas de las películas más llamativas y sugerentes de la historia del cine y ésta desde luego que lo es, por su contenido y su continente.
18 de noviembre de 2015
32 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le dije a mi pareja que me despertara cuando Keanu Reeves dejara de dar mamporros y pegar tiros.

Cuando lo hizo, al mirar la pantalla creí que iba a asistir al monólogo de “Lágrimas en la lluvia...”, pero ni eso!

Lo lamentable de este cine inane es sus perversa estética de la vacuidad violenta...
o peor, la estética de la violencia gratuita.
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