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8
21 de noviembre de 2017
21 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se trata de que las ideas que propone esta maravillosa y extrañísima comedia dramática resulten fascinantes por ser rompedoras, pues “Swiss Army Man” habla de la soledad, aislamiento y desesperación a que paulatinamente conducen nuestros “no puedo”, “no sé” o “no quiero hacer el ridículo”. Pero la película desata una ola de emoción tan arrolladora que terminamos sinceramente convencidos de que encontrar la fortaleza necesaria para mostrarnos ante el mundo tal como somos, sin complejos, es todo lo que hace falta para llegar a ser felices.
Esta epifanía se apoya en una pareja de personajes, a su manera, adorables. El magnífico Paul Dano ofrece una interpretación profunda, matizada y emotiva encarnando a un joven quebrado...aunque refrescantemente ingenuo e idealista. Mientras que Daniel Radcliffe se las apaña para proyectar encanto e inocencia desde su papel de cadáver flatulento, inmóvil y mágicamente dotado con el don de la palabra. La tierna relación que se establece entre ellos va construyendo, poco a poco, una visión del mundo tan absolutamente libre de cinismo que termina desarmándonos. Por su parte, la soberbia banda sonora, constituida principalmente por armonías vocales, aporta el punto justo de solemnidad, épica y, una vez más, emoción a este resonante viaje de descubrimiento.
Además de todo lo anterior, “Swiss Army Man” es una comedia negra por momentos divertidísima y siempre inteligente: las líneas más ingeniosas del guión dibujan, al mismo tiempo, los duros antecedentes del personaje de Dano; las bromas escatológicas se presentan, también, como aceptable metáfora de esos complejos a superar; y los abundantes gags visuales del filme suelen ser descacharrantes debido a un admirable diseño de producción reminiscente de aquellas reacreaciones suecadas que contemplábamos en “Rebobine, Por Favor”, de Michel Gondry.
La influencia de Gondry o Spike Jonze se deja sentir, también, en el tratamiento de unos elementos fantásticos que van haciéndose más exhuberantes a medida que la película avanza. Aunque, en este sentido, a “Swiss Army Man” puede reprochársele el hecho de que la trama que involucra a Mary Elizabeth Winstead no esté presentada con el detalle suficiente para dejar de percibirla como un bandazo. En el debe queda también la circunstancia de que la narrativa convencional, que más o menos iba guiando al espectador, se esfume bajo nuestros pies, en favor de lo puramente onírico, justo unos minutos antes del último acto.
Pero entonces la emoción llega a su punto culminante. Y aquello que no alcancemos a comprender del todo, lo sentiremos en cada una de nuestras fibras.
Esta epifanía se apoya en una pareja de personajes, a su manera, adorables. El magnífico Paul Dano ofrece una interpretación profunda, matizada y emotiva encarnando a un joven quebrado...aunque refrescantemente ingenuo e idealista. Mientras que Daniel Radcliffe se las apaña para proyectar encanto e inocencia desde su papel de cadáver flatulento, inmóvil y mágicamente dotado con el don de la palabra. La tierna relación que se establece entre ellos va construyendo, poco a poco, una visión del mundo tan absolutamente libre de cinismo que termina desarmándonos. Por su parte, la soberbia banda sonora, constituida principalmente por armonías vocales, aporta el punto justo de solemnidad, épica y, una vez más, emoción a este resonante viaje de descubrimiento.
Además de todo lo anterior, “Swiss Army Man” es una comedia negra por momentos divertidísima y siempre inteligente: las líneas más ingeniosas del guión dibujan, al mismo tiempo, los duros antecedentes del personaje de Dano; las bromas escatológicas se presentan, también, como aceptable metáfora de esos complejos a superar; y los abundantes gags visuales del filme suelen ser descacharrantes debido a un admirable diseño de producción reminiscente de aquellas reacreaciones suecadas que contemplábamos en “Rebobine, Por Favor”, de Michel Gondry.
La influencia de Gondry o Spike Jonze se deja sentir, también, en el tratamiento de unos elementos fantásticos que van haciéndose más exhuberantes a medida que la película avanza. Aunque, en este sentido, a “Swiss Army Man” puede reprochársele el hecho de que la trama que involucra a Mary Elizabeth Winstead no esté presentada con el detalle suficiente para dejar de percibirla como un bandazo. En el debe queda también la circunstancia de que la narrativa convencional, que más o menos iba guiando al espectador, se esfume bajo nuestros pies, en favor de lo puramente onírico, justo unos minutos antes del último acto.
Pero entonces la emoción llega a su punto culminante. Y aquello que no alcancemos a comprender del todo, lo sentiremos en cada una de nuestras fibras.

6,1
21.558
4
1 de noviembre de 2016
1 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La incursión más reciente de Daniel Calparsoro en el cine de acción se percibe en parte película de atracos y en parte ópera bufa. La premisa se agota a la mitad del metraje y, a partir de ahí, el guión revela todas sus torpezas: Temas obvios, personajes débiles, absurdas subtramas amorosas y un machismo que tira de espaldas. Se cree inteligente, audaz; pero no deja de ser -como diría el atracador interpretado por el carismático Rodrigo de la Serna- una cagada.

6,4
21.212
7
13 de febrero de 2015
13 de febrero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los hermanos Michael y Peter Spierig han elegido cimentar su trayectoria como cineastas frikis con Predestination (2014), su tercera película. Un filme que adapta el relato breve All You Zombis (1959), de Robert A. Heinlein, para conformar un producto que tiene menos que ver con esos trepidantes thrillers futuristas de Tony Scott o John Woo inspirados en la obra de Phillip K. Dick, que con los dramas de estudio de personajes.
Para compensar esta escasez de acción y también su relativa lentitud en el desarrollo, Predestination apuesta por la creación de una cautivadora atmósfera que hará las delicias de los aficionados a la ciencia-ficción. El diseño de producción es austero pero muy estimulante en su eficaz mezcla de ese ambiente retrofuturista tan característico de la edad de oro con ciertos elementos noir. La fotografía sigue esta línea de vistosidad en su alternancia de blancos, verdes, azules y sepias, con distintos niveles de luminosidad según la carga dramática del momento. La banda sonora, de inspiración ambient, se antoja delicada y envolvente tanto en su registro misterioso como en el melodramático. Mientras que la dirección resulta firme, aunque no exenta de algún que otro deje televisivo que no hace otra cosa que añadir un extra de encanto al invento.
Por desgracia, el apartado actoral contrasta fuertemente con el esmero vertido en los valores de producción. El habitual empaque de Ethan Hawke basta para que el resto del elenco palidezca en comparación. Noah Taylor hace lo que puede por seguirle el ritmo, evitando así fracasar con tanto estrépito como Sarah Snook…al menos cuando tiene que sacar adelante la mitad masculina de su personaje.
Desde un punto de vista narrativo, el guión parece lo bastante trabajado como para transmitir una convincente impresión de solidez, a pesar de esa innecesaria sobrecarga de pistas que chafarán alguna sorpresa a más de uno. Pero los verdaderos méritos del libreto se hallan en lo temático. Predestination conjuga sin aparente esfuerzo asuntos tan dispares como la identidad de género, el rol tradicional de la mujer, el libre albedrío, el poder redentor del amor y la malinterpretación de conceptos como Übermensch o voluntad de poder. Discurso interesante y original lastrado, no obstante, por un giro final demasiado facilón para ser intelectualmente satisfactorio.
Para compensar esta escasez de acción y también su relativa lentitud en el desarrollo, Predestination apuesta por la creación de una cautivadora atmósfera que hará las delicias de los aficionados a la ciencia-ficción. El diseño de producción es austero pero muy estimulante en su eficaz mezcla de ese ambiente retrofuturista tan característico de la edad de oro con ciertos elementos noir. La fotografía sigue esta línea de vistosidad en su alternancia de blancos, verdes, azules y sepias, con distintos niveles de luminosidad según la carga dramática del momento. La banda sonora, de inspiración ambient, se antoja delicada y envolvente tanto en su registro misterioso como en el melodramático. Mientras que la dirección resulta firme, aunque no exenta de algún que otro deje televisivo que no hace otra cosa que añadir un extra de encanto al invento.
Por desgracia, el apartado actoral contrasta fuertemente con el esmero vertido en los valores de producción. El habitual empaque de Ethan Hawke basta para que el resto del elenco palidezca en comparación. Noah Taylor hace lo que puede por seguirle el ritmo, evitando así fracasar con tanto estrépito como Sarah Snook…al menos cuando tiene que sacar adelante la mitad masculina de su personaje.
Desde un punto de vista narrativo, el guión parece lo bastante trabajado como para transmitir una convincente impresión de solidez, a pesar de esa innecesaria sobrecarga de pistas que chafarán alguna sorpresa a más de uno. Pero los verdaderos méritos del libreto se hallan en lo temático. Predestination conjuga sin aparente esfuerzo asuntos tan dispares como la identidad de género, el rol tradicional de la mujer, el libre albedrío, el poder redentor del amor y la malinterpretación de conceptos como Übermensch o voluntad de poder. Discurso interesante y original lastrado, no obstante, por un giro final demasiado facilón para ser intelectualmente satisfactorio.

6,3
48.163
6
26 de diciembre de 2014
26 de diciembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con La Gran Estafa Americana (2013) el cineasta neoyorquino David O. Russell intenta expandir los límites de la comedia romántica tipo screwball mediante la inclusión de una trama policial como telón de fondo. Una trama, presentada con un estilo que bebe directamente del mejor Scorsese, donde mafiosos, políticos corruptos, agentes del FBI y estafadores entrelazan sus destinos.
Pero no os dejéis engañar, estos elementos no pasarán de ser meros aderezos, ecos, para una comedia de relaciones donde Russell reflexiona acerca de el lado oscuro del sueño americano, la diferencia entre lo que uno es y lo que querría ser y la grisura moral. Un filme hábilmente sostenido por sus diálogos ágiles e ingeniosos.
Además de estos diálogos, la labor del elenco actoral y la banda sonora constituyen las bazas más potentes de La Gran Estafa Americana. Los actores principales realizan un trabajo muy notable, consiguiendo que Bradley Cooper, el más limitado del conjunto, ni siquiera desentone. Mientras que el acompañamiento musical, compuesto por una acertada selección de clásicos del jazz, R&B, pop/rock y disco, provee a la película de unos cuantos momentazos.
Sin embargo, no nos encontramos ante una gran película, a pesar de sus virtudes. Quizá el remate buenrollista, tan cercano a esa corriente de autoayuda que el director criticaba en trabajos anteriores, o lo sobre-explicado de algunas cuestiones temáticas posean parte de culpa. Aunque la carencia de elementos verdaderamente memorables, más allá de la talentosa Jennifer Lawrence, se antoja un problema más grave. Así, La Gran Estafa Americana ofrece dos horas y pico de entretenimiento sin caídas graves de ritmo. Pero se trata de un entretenimiento, a todas luces, vaporoso.
Pero no os dejéis engañar, estos elementos no pasarán de ser meros aderezos, ecos, para una comedia de relaciones donde Russell reflexiona acerca de el lado oscuro del sueño americano, la diferencia entre lo que uno es y lo que querría ser y la grisura moral. Un filme hábilmente sostenido por sus diálogos ágiles e ingeniosos.
Además de estos diálogos, la labor del elenco actoral y la banda sonora constituyen las bazas más potentes de La Gran Estafa Americana. Los actores principales realizan un trabajo muy notable, consiguiendo que Bradley Cooper, el más limitado del conjunto, ni siquiera desentone. Mientras que el acompañamiento musical, compuesto por una acertada selección de clásicos del jazz, R&B, pop/rock y disco, provee a la película de unos cuantos momentazos.
Sin embargo, no nos encontramos ante una gran película, a pesar de sus virtudes. Quizá el remate buenrollista, tan cercano a esa corriente de autoayuda que el director criticaba en trabajos anteriores, o lo sobre-explicado de algunas cuestiones temáticas posean parte de culpa. Aunque la carencia de elementos verdaderamente memorables, más allá de la talentosa Jennifer Lawrence, se antoja un problema más grave. Así, La Gran Estafa Americana ofrece dos horas y pico de entretenimiento sin caídas graves de ritmo. Pero se trata de un entretenimiento, a todas luces, vaporoso.

5,6
41.449
3
21 de diciembre de 2014
21 de diciembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thor (Kenneth Branagh, 2011) ya me parecía el eslabón más débil de cuantos formaban la Fase Uno del Universo Cinematográfico de Marvel. Condición que el lanzamiento de su infame secuela, Thor: El Mundo Oscuro (Alan Taylor, 2013), no hizo más que extender al conjunto de la franquicia.
La película nos propone un guión chapucero. De esos en que los malos lo son porque deben serlo y donde todo tiene que quedar claramente establecido por medio de algún diálogo, sin importar lo forzado que suene.
El elenco actoral, muy consciente de estas carencias, luce en su mayoría desganado. Con las refrescantes excepciones, eso sí, de una cumplidora René Russo y un Tom Hiddleston siempre brillante. Frigga, madre de Thor, y Loki, hermano de éste, respectivamente.
Al igual que sucedía en aquellas producciones ochenteras de fantasía, tan casposas como inolvidables, la estética de Thor: El Mundo Oscuro se construye mezclando sin pudor retazos de otras sagas de mayor fuste. Principalmente, Star Wars y El Señor de los Anillos.
Además, la trama se desenvuelve según un ritmo uniformemente lento. Un ritmo que si bien no llega a ser del todo aburrido, sí que resulta impropio de una propuesta comiquera, de vocación trepidante, donde los verdaderos protagonistas son los efectos especiales. Claro que estos trucos informáticos, al igual que la estética general del filme, evocan una incómoda sensación de déjà vu. Y lo que transmite la impresión de haber sido visto antes mil veces, se olvida con mucha facilidad. Como debe ser.
La película nos propone un guión chapucero. De esos en que los malos lo son porque deben serlo y donde todo tiene que quedar claramente establecido por medio de algún diálogo, sin importar lo forzado que suene.
El elenco actoral, muy consciente de estas carencias, luce en su mayoría desganado. Con las refrescantes excepciones, eso sí, de una cumplidora René Russo y un Tom Hiddleston siempre brillante. Frigga, madre de Thor, y Loki, hermano de éste, respectivamente.
Al igual que sucedía en aquellas producciones ochenteras de fantasía, tan casposas como inolvidables, la estética de Thor: El Mundo Oscuro se construye mezclando sin pudor retazos de otras sagas de mayor fuste. Principalmente, Star Wars y El Señor de los Anillos.
Además, la trama se desenvuelve según un ritmo uniformemente lento. Un ritmo que si bien no llega a ser del todo aburrido, sí que resulta impropio de una propuesta comiquera, de vocación trepidante, donde los verdaderos protagonistas son los efectos especiales. Claro que estos trucos informáticos, al igual que la estética general del filme, evocan una incómoda sensación de déjà vu. Y lo que transmite la impresión de haber sido visto antes mil veces, se olvida con mucha facilidad. Como debe ser.
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