Una vez más, los Coen nos vuelven a deleitar con sus grandes dotes cinéfilas. En esta ocasión con el remake de uno de los clásicos del western que tuvo como protagonista al mítico John Wayne, interpretando al andrajoso borracho Marshall Cogburn, aparentemente acabado.
De aquel largometraje de finales de los sesenta, los Coen logran imprimirle su propio sello y dotar a la obra con esa aura tan especial que envuelve todos sus trabajos. Además de rodearse con un plantel de actores de altura, tales como su colega Jeff Bridges, un "valor seguro", que rememora a las mil maravillas al oscarizado Wayne. Matt Damon, interpretando al pedante y orgulloso ranger de Tejas, y la agradable aparición de la adolescente Hailee Steinfeld, que en su estreno en la gran pantalla hace brillar el papel de la huérfana.
Que más decir de la película que no sepamos. Una tragicomedia que trasmite los valores de la amistad y la simpatía, inmersa en el cruel marco del oeste estadounidense aderezado con esas pizcas de humor que nos dejan el singular trío de protagonistas al lo largo del film.
Si a eso le sumamos el gran trabajo de fotografía, la puesta en escena de los Coen y una deliciosa banda sonora...obtenemos el mejor taquillazo de los hermanos de Mineapolis y una película muy recomendable.

Álex de la Iglesia nos muestra en hora y media todo su potencial y conocimiento cinematográfico en una obra emocional e intensa que trata análogamente el amor, la pasión y la rivalidad de dos hombres, dos personalidades, dos ideologías completamente opuestas por una misma mujer, un mismo país.

Así pues, el marco en el que se encuadra la trama del film es el de un circo que, al igual que toda la población española de la década de los setenta, pasa por las dificultades y penurias de la transición. Para mi gusto la película va de más a menos. Me gusta la propuesta de Álex. Un punto de vista realmente original a partir del cual contar su historia. Una puesta en escena alocada, frenética y caricaturesca, muy acorde con el ritmo del largometraje, fulgurante y poco detallista. No me gusta, no se profundiza. Y es que, lo que en la primera media hora o tres cuartos, me agrada y me atrae, la historia en sí, acaba degenerando, a partir del zenit de la misma, en un espectáculo demasiado burdo y grotesco, en el que se prima el maquillaje, sangre y violencia gratuita, al guión y una trama inteligente que no se venda al derroche y exageración de efectismo visual.

Lo que es innegable es el excelente acabado técnico de la película. La atmósfera creada es acojonante, al igual que el vestuario, maquillaje, encuadre histórico con todos los acontecimientos sucedidos en la realidad… En el reparto, Antonio de la Torre está que se sale, borda su papel de “cabronazo”, y Carolina Bang hipnotiza en cada escena en la que aparece. Carlos Areces no es que esté mal, pero, sinceramente no me lo veo como actor dramático, es más, siempre le veo los mismos matices, no me convence.

Con todos sus defectos y virtudes, que no son pocos, Balada triste de trompeta, es una película recomendable y que puede enamorar o desquiciar.

Crónica con mejores intenciones que resultado, que procura impregnar a su historia de la angustia y dureza de la guerra civil española y de todas sus catastróficas consecuencias. Intenta, pero nunca consigue dotar su relato de todo el sentimiento de la tragedia humana que representó la temible odisea que vivieron todos los exiliados del bando comunista.

El filo argumental parece haber sido tejido con retazos inconexos y cuesta seguirle el hilo, como si no se supiera ciertamente hacia donde nos quiere conducir. Resulta un poco infumable por instantes ya que se ralentiza y se pierde por las ramas con escenas que, seguramente trataran de trasmitirnos lo que venía a ser el día a día, su rutina y pésimas expectativas de vida a lo largo de su expedición, pero que al fin resultan, a vista del espectador, un tanto burdas y cutres. Y a esto contribuyen también la mayoría del reparto los cuales dejan bastante que desear y recuerdan más a una telenovela que a una película que a priori se presentaba como una posible nueva perspectiva para tratar un tema tan exprimido en el cine español como lo es la guerra civil.

El trasfondo final, la idea que nos intenta inculcar, se refleja en los tres personajes que son Carlos Iglesias, Esther Regina y el personaje del hermano de esta en el filme. El primero y el tercero, bando comunista y nacional respectivamente, representan los ideales políticos, opuestos, pero que ven la guerra como algo necesario, cruel y terrorífico, pero la única vía para proclamar su verdad. En cambio la segunda, es el personaje que representa a la gente apolítica, que no entiende porque tanto dolor si finalmente todos somos hermanos. Nada, al final lo de siempre.

Al próximo director, productor, guionista etc., que se plantee volver a tratar la guerra civil en el cine solo le pido una cosa: Tráigame algo que merezca la pena, una “Soldados de Salamina” o “Laberinto del fauno”, no más “Ispansi” por favor!