Porque no es capaz de mantener un tono cómico constante al tratarse supuestamente de una comedia. Porque aburre ver siempre el mismo tipo de personajes.
Porque la historia de Hopkins ya la habíamos visto en Poderosa Afrodita.
Porque complica siempre las relaciones para hacerlas más entretenidas.
Porque crea un nexo de unión al principio y al final que parece demasiado forzado.
Por la utilización demasiado banal de la voz en off.

Incomprendida y criticada hasta la saciedad. Cuando leí que a Truffaut no le gustó nada y que fue un desastre en todos los términos, no sabía muy bien por qué tomó esta postura. Que si la última escena estaba rodada después del plazo fijado porque no sabía cómo terminar la película, que si está mal hecha la penúltima escena, que si Hitchcock la detestó, que si había actores segundones... Venga ya...
No está entre las cinco mejores (La soga, Vértigo, La ventana indiscreta, Pero quién mató a Harry y 39 escalones, por ejemplo), pero todo su arte, sus escenas memorables, su humor, sus secuencias mudas e intrigantes se hallan aquí y por mucho que su técnica no fuese novedosa en 1969, estamos ante un peliculón de los pies a la cabeza.

¿Obra maestra? Desde el punto de vista técnico, indudable. Recuerdos al cine puro, a las salas con bandas para acoplar la banda sonora, animal circense, entretenimiento puro, romance, actuaciones en el exceso, diferente reproducción del metraje y una magnífica escena final en el que cambia toda nuestra perspectiva, dándonos cuenta de que habíamos sido introducidos en la piel del protagonista. La metáfora del ruido en pleno nudo aumenta la factura de esta película que nos maravilla. Quizás sobre el minuto 30 puede provocar algún bostezo porque cuesta asimilar tanta belleza sin sonido (la banda sonora es más que genial) y tantos gestos que no llegamos a comprender y por ello, por no provocar una tensión y un entretenimiento regularizado durante todo el metraje, haya que baja la nota de 10 a un 7. Experimentos contrastados hace 80 años suponen un gran recuerdo para el cine excelente.

Impresionante guión, impresionantes imágenes, todo medido a la exactitud. El director es buenísimo, pero es Hollywood, es decir, cámaras lentas, acción, cambios de planos inmediatos, espectacularidad y grandes presupuestos. Es decir, con menos presupuesto se habría rodado algo genial y que no se habría basado principalmente en la espectacularidad. Simplemente hay que sacar a relucir Memento, una joya, y esta superproducción, una gran película.

Película pro y anti Hollywood. Pro Hollywood por algunos flashbacks y cámaras lentas. Anti Hollywood por haber compuesto una trama en la que se evitan los enfrentamientos armados y no hay una historia de amor que marque la historia. Por ello, Amenábar sorprende artísticamente y técnicamente con numerosos símbolos antiguos y cinematográficos, pero no evita que la película tenga momentos muy flojos, aburridos y prescindibles.
Lo mejor es que hace ver que la religión es una estupidez y que la filosofía es el camino del saber.
Lo peor es que le falta algo de coherencia en algunas escenas para que cuaje el conjunto.
Sin embargo, una película menos grandilocuente de lo que se puede esperar.