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Críticas 235
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
25 de febrero de 2010
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo, llegué a esta película persiguiendo sombras y reflejos del viejo Cassavetes, quien, cuando empezó a ser reconocido y entrevistado, al ser preguntado por sus referentes, entre ellos y muy especialmente siempre mencionaba a Morris Engel y este pequeño fugitivo. Incluso Truffaut sentenció en su momento: "La Nouvelle Vague nunca se habría producido de no haber sido por el joven estadounidense Morris Engel, que nos mostró el camino hacia la producción independiente con su excelente película El pequeño fugitivo". Esta sentencia puede provocar cierto desasosiego, al menos a mí, a pesar del viejo Cassavetes y a pesar de los pesares. Y es que no deja de ser curioso los distintos objetivos que alcanzaron Cassavetes y los franceses partiendo de propuestas similares. Y bien, es fácil reconocerle a esta El Pequeño Fugitivo el carácter innovador y seminal y puede observarse su larga sombra sobre obras como Los Cuatrocientos Golpes, Shadows o El Globo Rojiblanco. Pero esas son obras más ambiciosas, y esta sin embargo es una película que rebosa sencillez por los cuatro costados; la historia de un niño que vaga durante un día por Coney Island pensando que ha matado a su hermano mayor y es perseguido por la justicia. Engel parte de esta premisa para ir pergeñando un entrañable relato del mundo infantil, minimalista y libre de artificios, con una inusitada facilidad para reflejar la fascinación inocente por el extraño mundo que le rodea, creando situaciones llenas de ternura. La antítesis de las estocadas que Rossellini con Alemania Año Cero o De Sica con El Limpiabotas, los verdaderos creadores de todo este invento, propinaron a la infancia unos años antes. Y esa es su mayor baza: el encanto y las buenas vibraciones que transmite, la sencillez de su propuesta. Y si esta caricia sirvió para que una patada en los riñones como Faces viera la luz quince años después, pues bendita caricia.
28 de septiembre de 2009
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo y olvidado drama para mayor gloria de Ingrid Bergman y, en menor medida, Anthony Quinn. Bergman, que ya se ganó la eternidad cinematográfica en los trabajos que realizó con Rossellini en los 50, encadenando maravilla tras maravilla de un calado tremendo y demostrando un talento para el drama desgarrador del cual en Hollywood apenas se le permitió mostrar la punta del iceberg, aquí es la reina absoluta de la función y, ya desde su primera aparición en pantalla, bajando del tren que la devuelve, rica y acaudalada, al pueblo donde nació y más tarde fue repudiada, Bergman aplasta al respetable con su mirada. Una irrupción memorable.
Muchos aspectos del guión y el tratamiento de la historia, así como la música y la manera de acentuar, recuerdan a las producciones que protagonizó Bette Davis en esa época, los 60, cuando los dramas se volvieron más punzantes, incisivos e incluso morbosos, y como en esas mismas producciones, una gozosa sombra de serie B sobrevuela la función. Una vez la película muestra sus cartas, que constituyen una buena mano, sin duda, el asunto se vuelve un poco previsible y reiterativo, y se suceden las secuencias que conducen al inevitable final, unas más reprobables y otras más acertadas, alguna memorable, pero lo cierto es que pese a todo el interés apenas decae y tanto la película como la actuación de Bergman y Quinn se disfrutan sin reservas.
Bastante recomendable.
13 de febrero de 2010
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía meses que ronroneaba y se agitaba en mi disco duro y ayer, por obra y gracia del perverso reproductor multimedia que me agencié hace poco y cuya incipiente supremacía en mis hábitos cinematográficos socava mi moral poco a poco, pude al fin hincarle la retina, después de que mi DVD de sobremesa arrojara la toalla en un par de ocasiones. Llegué a esta película rastreando precedentes, discípulos y contemporáneos de Cassavetes que hubieran intentado soplarle el flequillo. Y en la búsqueda me topé con esta pequeña maravilla, película de culto entre las películas de culto, escrita, dirigida y protagonizada por Barbara Loden, una tipa que sin duda debería haber tenido mucho más que decir en esta vida pero cuya filmografía nació y murió en este suspiro, esposa del director favorito de Txomin, Elia Kazan, y que fue rescatada del olvido hace unos años por Isabelle Huppert. Y lo más justo a la hora de afrontarla sería dejar de lado las comparaciones con Cassavetes, o con Bresson, otro tipo que podría tener vela en este entierro, y juzgarla por sus propios méritos, que no son pocos datando de 1970, dos años después de Faces y cuatro antes de Una Mujer Bajo La Influencia. Rodada con un presupuesto ínfimo y cuya estética recuerda a las películas que John Waters empezaría a defecar poco después, pero con unas intenciones diametralmente opuestas, y especialmente a aquellas olvidadas hostias de los 70's como Los Asesinos De La Luna De Miel y Killer Of Sheep, y esto se traduce en un realismo desaliñado, oscuro y deprimente donde cada dólar, y seguramente no fueron muchos, rinde al máximo. Pero esta Wanda tiene vida propia y suficiente personalidad para bracear cual Fernando Redondo y hacerse un sitio de honor en el maltrecho corazón de los amantes de los golpes bajos. Un drama crudo y triste, tristísimo, de caminar alicaído y apesadumbrado que logra transmitir un vacío existencial y una confusión emocional de las que no se va uno de rositas, de una honestidad brutal, y que nos deja un personaje, Wanda, para el recuerdo. Wanda, la hermana triste, confusa y desorientada de la Mabel de Rowlands, su reverso oscuro y catatónico, despojado de todo amor propio, más triste todavía si cabe, y sin duda más desesperanzado, más solitario, más condenado. Como bien resalta mi compañero de taburete en la licorería, la sentencia que le escupe su patético partenaire en la película la define como ninguna: Wanda, eres una santa. Y la cruz que arrastra pesa toneladas. Y en su corazón siempre llueve. Oh, Wanda...
28 de febrero de 2008
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Zulander me puso sobre la pista de esta pequeña delicatessen hace unos meses y hasta ayer no me decidí. Qué gozada. Se trata de una miniserie de sólo dos capítulos, tres horas de duración en total, dirigida por Walter Hil, en lo que debe ser su mejor trabajo en décadas, y protagonizada por un pletórico Robert Duvall, que firma aquí una de las interpretaciones más emotivas y brillantes que le recuerdo, por el que recibió un merecidísimo Emmy. Cualquier fan del western se sentirá como en casa contemplando esta maravilla. Afable pero cruda, amable pero implacable, como una charla nocturna al calor de una hoguera. Uno acaba deseando haber nacido un siglo y medio antes y haber sido un vaquero. Peca ligeramente de una realización televisiva pero sus logros son absolutamente cinematográficos.
Muy recomendable.
La crítica de emiliobats me ha emocionado. Si no fuera un hombre de pelo en pecho, me echaría a llorar.
19 de septiembre de 2009
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gratísima sorpresa. No sé qué decir. Quizás me ha pillado en uno de esos días del mes pero esta película me ha parecido una verdadera delicia. La más que sobada trama de vaivenes románticos adolescentes cien veces vista pero aquí revestida de toneladas de encanto, como diría Bucco si no supiera qué decir, un tono muy ajustado y logrado que no permite el exceso de azúcar en ningún momento, buenos diálogos, un ritmo que no decae, una BSO que es una verdadera y absoluta delicia; Replacements, Velvet Underground, Bowie, Whitesnake, Poison y un entrañable e incesante chorreo de clásicos ochenteros. Pale Blue Eyes, ese melancólico golpe bajo, es una de las canciones de mi vida, y durante la función me lo han calzado dos veces, nada menos. Y sin olvidar a esa criatura etérea y celestial llamada Kristen Stewart, un verdadero placer para los sentidos, un reverdecer de los instintos adolescentes más románticos. No he visto esa supuesta aberración titulada Crepúsculo pero por momentos me veo capaz de cometer la insensatez. Hay inconvenientes, como la vena humorística más gamberra, bastante controlada para lo que me esperaba viniendo de quien viene el asunto, y el tipo protagonista o ese Ryan Reynolds que, inevitablemente, causan cierto repelús. Pero me han parecido peajes olvidables y he disfrutado la función sin apenas reservas. Y en fin, que debo de haber tenido uno de esos días.
No me cabe otra explicación...
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