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5
9 de febrero de 2019
9 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se me hacía la boca agua al ver por primera vez después de mucho tiempo un thriller policíaco con todos sus elementos: asesinatos en serie, investigación forense, intriga, suspense... Demasiado bonito para ser verdad: todo se va por el sumidero del sempiterno melodrama paterno-filial hollywoodiense... Tan retorcido que al final todo deja de importar. No obstante, salvo en el sentimental tramo central, entretiene y cumple.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A ver si lo he entendido: tres adolescentes resentidos por sendos traumas infantiles (abuso sexual, insultos homofóbicos y pérdida de una madre) contactan por internet para flagelar al mundo con técnicas e infraestructura propias de las organizaciones criminales más avanzadas. Y eso es creíble. Pues vale.

6,2
668
7
6 de febrero de 2019
6 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perfecta presentación de lo que fue el cristianismo antes del Concilio Vaticano II y comenzó a ser a partir de él. El calado de ese evento fue tan hondo, que incluso a los cristianos más devotos de hoy día toda aquella teología suena ya a medieval o extraterrestre. Antes de los años 60, la renuncia de las monjas a lo mundano, a la vanidad, a los espejos, tenía un doble sentido muy claro: la fidelidad a un único, verdadero y eterno esposo -Dios- y la consecución de un asiento en la primera fila del paraíso. Las privaciones no se consideraban suficientes y cualquier caída en la tentación debía enmendarse por medio de la mortificación, del castigo de la carne que causó esa caída, del deterioro físico de la belleza que desencadena la traición.
La película muestra todo esto con asepsia y al mismo tiempo emoción, haciéndonos comprender al final lo que supuso para las monjas la decisión del Concilio de revocar su privilegio y el de otros religiosos comprometidos con el celibato: un gran palo casi imposible de soportar, si no fuera porque ese mismo castigo se reconducía hacia una provechosa autoflagelación muy del gusto cristiano, como nos hace ver en una escena memorable, desparramada por los suelos, Melissa Leo, que aquí no interpreta sublimente a una monja: lo es. Julianne Nicholson, como madre compungida, no le va a la zaga.
Otro acierto: las escenas de hierofilia. El amor de las monjas hacia Dios no es tan espiritual como se suele creer (basta con leer a Santa Teresa y otros místicos), sino realmente erótico y carnal, aunque no mundano. De ahí la necesidad y la consumación de morbosas fantasías sexuales con otras novicias, antesala de la perfecta mortificación. Si las escenas hubieran sido más explícitas, mi nota habría sido más alta.
La película muestra todo esto con asepsia y al mismo tiempo emoción, haciéndonos comprender al final lo que supuso para las monjas la decisión del Concilio de revocar su privilegio y el de otros religiosos comprometidos con el celibato: un gran palo casi imposible de soportar, si no fuera porque ese mismo castigo se reconducía hacia una provechosa autoflagelación muy del gusto cristiano, como nos hace ver en una escena memorable, desparramada por los suelos, Melissa Leo, que aquí no interpreta sublimente a una monja: lo es. Julianne Nicholson, como madre compungida, no le va a la zaga.
Otro acierto: las escenas de hierofilia. El amor de las monjas hacia Dios no es tan espiritual como se suele creer (basta con leer a Santa Teresa y otros místicos), sino realmente erótico y carnal, aunque no mundano. De ahí la necesidad y la consumación de morbosas fantasías sexuales con otras novicias, antesala de la perfecta mortificación. Si las escenas hubieran sido más explícitas, mi nota habría sido más alta.

5,6
10.908
8
5 de febrero de 2019
5 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oí decir que Nicolas Winding Refn no se tomaba muy en serio esta película, que él calificaba de "fábula". Realmente no lo cree. Es una muletilla que este director, rindiéndose a la dictadura de lo políticamente correcto, repite una y otra vez, por ejemplo a propósito de su "Drive" (2011), que de fábula tampoco tiene mucho.
Lo que el danés nos expone en esta, en efecto, fabulosa cinta es la pura y cruda realidad, literal o metafórica (esa distinción es irrelevante para él como lo es para Darren Aronofsky; ¿acaso no se llegaría a la literalidad si fuera posible?). Me refiero al implacable universo pedófilo y caníbal de las supermodelos ("A los 20 años estás acabada en este mundo"). Las caras y frases amables que trascienden al público son la verdadera actuación (el theatrum mundi) y lo que vemos en esta película es la realidad velada. Un mundo despiadado donde la inocencia tiene las patas muy cortas pero también la simple maldad acaba derrotada por algo que la supera no en vileza, sino en salvajismo: la animalidad primaria.
Y sin embargo toda esa basura es el compendio de la misma existencia, la destilación de la belleza, como se encargan de acentuar Cliff Martinez y Natasha Braier. Pocas veces he visto tanta sintonía entre música y fotografía, y entre estas y la historia. El momento medular de la película es la bellísima escena en que el fotógrafo pinta a la adolescente desnuda: es el atávico ritual guerrero, la iniciación a la vida adulta, la preparación para la caza de seres humanos, para la victoria, la orgía y la euforia demoníaca, como muy bien sabe expresar Elle Fanning con el casi imperceptible pero desolador cambio de gesto.
Una maravilla, la antítesis de la bobalicona "El diablo viste de Prada" (2006).
Lo que el danés nos expone en esta, en efecto, fabulosa cinta es la pura y cruda realidad, literal o metafórica (esa distinción es irrelevante para él como lo es para Darren Aronofsky; ¿acaso no se llegaría a la literalidad si fuera posible?). Me refiero al implacable universo pedófilo y caníbal de las supermodelos ("A los 20 años estás acabada en este mundo"). Las caras y frases amables que trascienden al público son la verdadera actuación (el theatrum mundi) y lo que vemos en esta película es la realidad velada. Un mundo despiadado donde la inocencia tiene las patas muy cortas pero también la simple maldad acaba derrotada por algo que la supera no en vileza, sino en salvajismo: la animalidad primaria.
Y sin embargo toda esa basura es el compendio de la misma existencia, la destilación de la belleza, como se encargan de acentuar Cliff Martinez y Natasha Braier. Pocas veces he visto tanta sintonía entre música y fotografía, y entre estas y la historia. El momento medular de la película es la bellísima escena en que el fotógrafo pinta a la adolescente desnuda: es el atávico ritual guerrero, la iniciación a la vida adulta, la preparación para la caza de seres humanos, para la victoria, la orgía y la euforia demoníaca, como muy bien sabe expresar Elle Fanning con el casi imperceptible pero desolador cambio de gesto.
Una maravilla, la antítesis de la bobalicona "El diablo viste de Prada" (2006).

5,2
1.549
5
21 de octubre de 2018
21 de octubre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un homenaje carece no solo del talento del genio a quien se tributa sino de todo lo demás (chispa, gracia, inteligencia, profundidad, sutileza, intriga, dramatismo), parece que no se trata de un homenaje, sino de una extraña especie de adulteración o mala interpretación bien intencionada. En esta típica comedia francesa, todo resulta inverosímil, forzado, carente de interés, previsible. A años luz de la comedia romántica más floja de Woody Allen. Lo mejor, su aparición en escena, a pesar de ser igualmente descafeinada.

7,2
29.918
4
21 de enero de 2019
21 de enero de 2019
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se encuentra con el eterno problema del arte homoerótico: ocultación y consiguiente sublimación de un tipo de relación que en el fondo se condena. Es lo que encierra toda idealización, como los cuerpos transhumanos de los bronces griegos rescatados en el mar: no existen. Por eso no hay ni sombra de explicitud (por supuesto, no cuela la de la fruta), ni jamás podría haberla: en el mismo momento en que esta hiciese aparición, la idea pánfila de un amor puro ínsito en una relación simétrica se volvería pedestre, mundana, se haría añicos, y la película acabaría siendo justo lo contrario de lo que pretende ser. El director es consciente, por eso lo mata antes de que acabe con su obra de arte. Esto ya lo hicieron los griegos hace más de dos milenios: no sabiendo cómo abordar un tema escabroso para ellos, oscilaron siempre entre la sublimación (Platón), la ocultación (el arte figurativo, que como máximo insinúa) y la doble moral (elogio y escarnio).
Por lo demás, no hay historia, solo postales estereotípicas de la Toscana destinadas a turistas adinerados, conformistas, reacios a saber.
Decir que ha sido sobrevalorada es quedarse muy corto.
Por lo demás, no hay historia, solo postales estereotípicas de la Toscana destinadas a turistas adinerados, conformistas, reacios a saber.
Decir que ha sido sobrevalorada es quedarse muy corto.
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