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6,9
63.531
9
26 de agosto de 2014
26 de agosto de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marvel se coronó en 2012 cuando estrenó Los Vengadores. Era el punto álgido de la compañía, la película destinada a congregar a la crème de la crème de la factoría de los cómics, el largometraje definitivo de superhéroes. Han pasado dos años y su legado perdura como una resaca, se sigue recordando los momentos buenos -y lúcidos-, pero el frenesí dejó paso a un vacío que solo pudo llenarse a medias con la confirmación de la secuela, prevista para 2015. ¿Y hasta entonces? Marvel debía lanzar un farol. La propuesta, simple, de la casa, parecía descabellada para muchos que desconocíamos este apartado de la compañía: desempolvar los viejos cómics y reclamar la aparición de otros héroes dispuestos a entretener al espectador, cuales cheerleaders, hasta la vuelta al campo del primer equipo, el de los galácticos de Iron Man, Hulk, Thor, Viuda Negra, Capitán América, Ojo de Halcón, Capitán Furia y compañía. Una apuesta arriesgada, bendecida por Kevin Feige y defendida por lass recaudaciones estratosféricas que rodean a Marvel, y que ha sido el bombazo internacional del blockbuster en la gran pantalla en lo que llevamos de 2014 (y espera que no sea el de la década): Guardianes de la Galaxia.
"Todos los héroes tienen un pasado", reza el eslogan promocional de la película. Incluso su director lo tiene. Suena descabellado pensar que James Gunn acabara dirigiendo Guardianes de la galaxia, aunque interés había tras dirigir y escribir Super (2010). Más apartado aún -y anécdotico- es su papel como guionista de Scooby-Doo y su secuela, y como creador de una serie web donde dirigió a las pornstars Belladona y Sasha Grey en 2008. Pero sí, Gunn confirmó y demostró ser capaz de darle una vuelta de 180º al asunto y reconvertir una película de superhéroes en algo diferente, retro y cañero, donde hasta sus guiños a la cultura, a la música y al cine de los 70 y 80 son pequeñas joyas (el inolvidable walkman, el muñeco troll, Alf, Las tortugas ninjas...), algo que también se puede apreciar en su variada banda sonora (aka Awesome Mix), donde se entremezclan temas de The Runaways, Jackson 5, David Bowie o Blue Swede, entre otros. Un compendio musical acorde a cada momento de la película.
Con las referencias culturales antes expuestas, es preciso destacar de dónde mama Guardianes de la Galaxia. Es inconfundible, pues, la esencia y la herencia recibida de George Lucas y la Guerra de las Galaxias, algo que respira por los poros y que se hace evidente en varios momentos de la película, como la escena donde se prepara el ataque contra la Dark Aster, la nave de Ronan, con tintes a Luke Skywalker y la resistencia contra la Estrella de la muerte. Es una producción que homenajea constantemente al cine de superhéroes, y que rebasa en acidez a sus predecesoras (a las que hace guiños notables, véase la disputa por el 12% del plan, que recuerda a Iron Man y Pepper Potts) con unos diálogos que devuelven al género el humor gamberro, cortante y descarado gracias a unos secundarios pringados (Rocket en especial) que van abandonando sus prejuicios en pos de una acción común de la loca patrulla de la galaxia parida por Gunn. Todo ello sin abandonar la parte de acción, que si bien es verdad puede ser más lenta en desarrollo, no se queda corta en varios aspectos, incluyendo el archiconocido discurso de heroicidad ante los malos, pura rutina. Como anécdota, destacan los detalles apartados sobre Gamora y Quill, del que hay un intento de una relación amorosa, más ineficaz que otra cosa debido a la inoperancia de él y a la brutalidad de ella, llegando a ponerse de acuerdo solo en vagas referencias a Kevin Bacon y a la gente estirada de Footlose.
En su conjunto, Guardianes de la Galaxia va mucho más allá que Los Vengadores. Mientras los segundos copan este planeta, la necesidad de Marvel de conquistar nuevos espacios, nuevos universos y dotarles de héroes, villanos y multitud de seguidores, sitúa este filme en la vanguardia de la novísima generación de la factoría. Han puesto la quinta marcha y nada les puede detener.
"Todos los héroes tienen un pasado", reza el eslogan promocional de la película. Incluso su director lo tiene. Suena descabellado pensar que James Gunn acabara dirigiendo Guardianes de la galaxia, aunque interés había tras dirigir y escribir Super (2010). Más apartado aún -y anécdotico- es su papel como guionista de Scooby-Doo y su secuela, y como creador de una serie web donde dirigió a las pornstars Belladona y Sasha Grey en 2008. Pero sí, Gunn confirmó y demostró ser capaz de darle una vuelta de 180º al asunto y reconvertir una película de superhéroes en algo diferente, retro y cañero, donde hasta sus guiños a la cultura, a la música y al cine de los 70 y 80 son pequeñas joyas (el inolvidable walkman, el muñeco troll, Alf, Las tortugas ninjas...), algo que también se puede apreciar en su variada banda sonora (aka Awesome Mix), donde se entremezclan temas de The Runaways, Jackson 5, David Bowie o Blue Swede, entre otros. Un compendio musical acorde a cada momento de la película.
Con las referencias culturales antes expuestas, es preciso destacar de dónde mama Guardianes de la Galaxia. Es inconfundible, pues, la esencia y la herencia recibida de George Lucas y la Guerra de las Galaxias, algo que respira por los poros y que se hace evidente en varios momentos de la película, como la escena donde se prepara el ataque contra la Dark Aster, la nave de Ronan, con tintes a Luke Skywalker y la resistencia contra la Estrella de la muerte. Es una producción que homenajea constantemente al cine de superhéroes, y que rebasa en acidez a sus predecesoras (a las que hace guiños notables, véase la disputa por el 12% del plan, que recuerda a Iron Man y Pepper Potts) con unos diálogos que devuelven al género el humor gamberro, cortante y descarado gracias a unos secundarios pringados (Rocket en especial) que van abandonando sus prejuicios en pos de una acción común de la loca patrulla de la galaxia parida por Gunn. Todo ello sin abandonar la parte de acción, que si bien es verdad puede ser más lenta en desarrollo, no se queda corta en varios aspectos, incluyendo el archiconocido discurso de heroicidad ante los malos, pura rutina. Como anécdota, destacan los detalles apartados sobre Gamora y Quill, del que hay un intento de una relación amorosa, más ineficaz que otra cosa debido a la inoperancia de él y a la brutalidad de ella, llegando a ponerse de acuerdo solo en vagas referencias a Kevin Bacon y a la gente estirada de Footlose.
En su conjunto, Guardianes de la Galaxia va mucho más allá que Los Vengadores. Mientras los segundos copan este planeta, la necesidad de Marvel de conquistar nuevos espacios, nuevos universos y dotarles de héroes, villanos y multitud de seguidores, sitúa este filme en la vanguardia de la novísima generación de la factoría. Han puesto la quinta marcha y nada les puede detener.

7,6
118.664
9
23 de agosto de 2014
23 de agosto de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una razón de peso para ver 'Cisne negro' es su protagonista, Natalie Portman. La peripecia de tratar un personaje esquizofrénico, demente y fatídico hace que su presencia sea formidable. Sabe calcar las necesidades exigidas por el guión, y la obra de Chaikovski hace el resto. La fábula del cisne negro y del cisne negro queda bien representada en ese tándem destructivo de Portman y Kunis, con un "tour de force" final que hace que esos últimos cinco minutos de metraje sean de los más emotivos de los últimos años.
15 de agosto de 2014
15 de agosto de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No llegará a ser la historia más conmovedora del 2013 -algunos alegarán que el argumento es más que predecible-, pero El lado bueno de las cosas consigue dejar el buen sabor de boca que se quería transmitir a la hora de adaptar la novela de Matthew Quick. Catapultada, malamente, como una más dentro del género de la comedia romántica, su visionado lo acepta en un segundo término, pero lejos de todo esto, la nueva película de David O. Russell (The Fighter, 2010) es una tragicomedia que trata la locura.
Tras pasar ocho meses en una institución mental por agredir al amante de Nikki, su mujer, Pat (Bradley Cooper, Resacón en Las Vegas) vuelve a casa de sus padres. Aunque el regreso no es todo lo bueno que se espera, pues Pat sigue empeñado en recuperar a su mujer, para desquicio de sus padres que no saben cómo controlar el comportamiento bipolar de su hijo. Cuando Pat se reúne con un amigo, y éste le invita a cenar a su casa, conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence, Los juegos del hambre), una chica con ciertos problemas que ha perdido recientemente a su marido. Entre ellos empezará a surgir un vínculo especial que terminará por normalizar sus comportamientos y participar en un concurso de baile.
Manteniendo el ritmo en toda la película sin decaer -ardua tarea-, El lado bueno de las cosas ofrece algunos puntazos dignos de mencionar, como el adiós fugaz al libro de Hemingway, la patosidad de Pat y Tiffany en su primera cita o la felicidad compartida en el baile. Quizá hechos el uno para el otro, en su justa medida, Bradley y Jennifer han sabido congeniar con su yo en la película, y ese feeling natural habido en la historia de los dos es el que termina por desprender optimismo. Apartando el cliché, puesto más arriba, de comedia romántica, en el supuesto de "chico conoce a chica", las peculiaridades de cada uno (él, obsesionado con volver con su mujer; ella, perdida por el mundo en busca de un apoyo, un amigo) hacen que su relación sea, en un principio, por la necesidad de tener a alguien con el que salir de sus problemas.
Bradley hace de su personaje, un obsesivo-compulsivo apalancado en su pasado, un personaje atípico, lleno de dolor interno por el shock traumático que le arrastró a un centro psiquiátrico. Con una necesidad imperiosa de volver a su estado previo, su ceguera no le permite ver la nueva realidad que se abre ante sus ojos, ni a fondo a la persona que ha aparecido en su vida, Tiffany. Y quien la encarna es Jennifer Lawrence, que supera a Bradley en la cinta, por cuyo papel ganó el Globo de Oro a la mejor actriz en comedia. Este personaje que mezcla locura con tintes bipolares hacen de Tiffany alguien peculiar y excéntrica. Su lenguaje soez, brusco y directo dan cuenta de una chica con carácter que, alejada de sus problemas mentales, termina por mostrar sus sentimientos y ser entrañable tras derrumbar esa pared que pone ante la gente.
Si antes apuntaba que El lado bueno de las cosas es un drama cuyo tema principal está presente, es de a pie, dos personajes que tienen que hacer frente al problema son Dolores (Jacki Weaver, Animal Kingdom) y Pat Sr. (Robert de Niro, El Padrino II), los progenitores de turno. Entre la impotencia que muestra Jacki a la vuelta de su hijo al darle da los ataques de ansiedad y la falta de contacto -inexistente- entre padre e hijo hacen de ellos unos padres vulnerables con los sentimientos a flor de piel. Quizá es sorprendente que la Academia le haya concedido a Robert de Niro una nominación como mejor actor de reparto dos décadas después de Goodfellas, pero ello no quita de reseñar el buen papel que tiene en la película. Esa frase final de padre que tiene con su hijo en el baile hace recordar a más de uno las charlas con el suyo propio, cuando ellos son los únicos que atinan en el qué hacer.
El lado bueno de las cosas trae a la memoria el número final que se marcan los Monty Phyton en La vida de Brian (1979), y es que invita a sacar partido a las oportunidades que ofrece la vida, consiguiendo que el espectador reaccione con algunas frases que calan hondo, no porque sean profundas, sino porque son llanas, reales, propias de cualquiera de nosotros. No tiene muchas posibilidades de alzarse con alguna estatuilla en los Oscar, pero la película de David O. Russell ha logrado bordar una historia sencilla (cuyo encanto recae en una serendipia) con unos personajes que encandilan con facilidad al público.
Tras pasar ocho meses en una institución mental por agredir al amante de Nikki, su mujer, Pat (Bradley Cooper, Resacón en Las Vegas) vuelve a casa de sus padres. Aunque el regreso no es todo lo bueno que se espera, pues Pat sigue empeñado en recuperar a su mujer, para desquicio de sus padres que no saben cómo controlar el comportamiento bipolar de su hijo. Cuando Pat se reúne con un amigo, y éste le invita a cenar a su casa, conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence, Los juegos del hambre), una chica con ciertos problemas que ha perdido recientemente a su marido. Entre ellos empezará a surgir un vínculo especial que terminará por normalizar sus comportamientos y participar en un concurso de baile.
Manteniendo el ritmo en toda la película sin decaer -ardua tarea-, El lado bueno de las cosas ofrece algunos puntazos dignos de mencionar, como el adiós fugaz al libro de Hemingway, la patosidad de Pat y Tiffany en su primera cita o la felicidad compartida en el baile. Quizá hechos el uno para el otro, en su justa medida, Bradley y Jennifer han sabido congeniar con su yo en la película, y ese feeling natural habido en la historia de los dos es el que termina por desprender optimismo. Apartando el cliché, puesto más arriba, de comedia romántica, en el supuesto de "chico conoce a chica", las peculiaridades de cada uno (él, obsesionado con volver con su mujer; ella, perdida por el mundo en busca de un apoyo, un amigo) hacen que su relación sea, en un principio, por la necesidad de tener a alguien con el que salir de sus problemas.
Bradley hace de su personaje, un obsesivo-compulsivo apalancado en su pasado, un personaje atípico, lleno de dolor interno por el shock traumático que le arrastró a un centro psiquiátrico. Con una necesidad imperiosa de volver a su estado previo, su ceguera no le permite ver la nueva realidad que se abre ante sus ojos, ni a fondo a la persona que ha aparecido en su vida, Tiffany. Y quien la encarna es Jennifer Lawrence, que supera a Bradley en la cinta, por cuyo papel ganó el Globo de Oro a la mejor actriz en comedia. Este personaje que mezcla locura con tintes bipolares hacen de Tiffany alguien peculiar y excéntrica. Su lenguaje soez, brusco y directo dan cuenta de una chica con carácter que, alejada de sus problemas mentales, termina por mostrar sus sentimientos y ser entrañable tras derrumbar esa pared que pone ante la gente.
Si antes apuntaba que El lado bueno de las cosas es un drama cuyo tema principal está presente, es de a pie, dos personajes que tienen que hacer frente al problema son Dolores (Jacki Weaver, Animal Kingdom) y Pat Sr. (Robert de Niro, El Padrino II), los progenitores de turno. Entre la impotencia que muestra Jacki a la vuelta de su hijo al darle da los ataques de ansiedad y la falta de contacto -inexistente- entre padre e hijo hacen de ellos unos padres vulnerables con los sentimientos a flor de piel. Quizá es sorprendente que la Academia le haya concedido a Robert de Niro una nominación como mejor actor de reparto dos décadas después de Goodfellas, pero ello no quita de reseñar el buen papel que tiene en la película. Esa frase final de padre que tiene con su hijo en el baile hace recordar a más de uno las charlas con el suyo propio, cuando ellos son los únicos que atinan en el qué hacer.
El lado bueno de las cosas trae a la memoria el número final que se marcan los Monty Phyton en La vida de Brian (1979), y es que invita a sacar partido a las oportunidades que ofrece la vida, consiguiendo que el espectador reaccione con algunas frases que calan hondo, no porque sean profundas, sino porque son llanas, reales, propias de cualquiera de nosotros. No tiene muchas posibilidades de alzarse con alguna estatuilla en los Oscar, pero la película de David O. Russell ha logrado bordar una historia sencilla (cuyo encanto recae en una serendipia) con unos personajes que encandilan con facilidad al público.

5,2
19.708
6
31 de diciembre de 2014
31 de diciembre de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ciberataque perpetrado este último mes contra Sony Pictures levantó ampollas dentro y fuera de Hollywood. Sobre todo por la mano invisible que movió los hilos y aupó a los autores materiales del ataque (el grupo de hackers Guardianes por la Paz) a realizarlo. ¿Y para qué? Para evitar a toda costa que se estrenara The Interview, una satírica comedia de segunda en la que dos periodistas estadounidenses de poca monta se trasladan hasta Corea del Norte para entrevistar, y de paso matar, a Kim Jong-un, el dirigente del país más hermético de la Tierra. Se consiguió tumbar la compañía y sacar a la luz los trapos sucios y los secretos mejores guardados de sus futuros proyectos, pero no evitar que 300 salas en Estados Unidos la estrenasen el día de Navidad. Las afrentas que Pyongyang aseguraba recibir con esta producción no deberían tomarse en serio tras su visionado. Es innegable que Jong-un es uno de los personajes más destacados de este joven siglo XXI, heredero de una dictadura familiar cuya imagen externa deja mucho que desear. Y ese halo de misterio es el que ha permitido a la imaginación del diablo occidental jugar con él y buscarle las cosquillas, caricaturizándole como un vendido al capitalismo, fanático del baloncesto (como en la vida real), de las mujeres y los margaritas, y con Firework de Katy Perry como máxima referencia musical. La película acabará convirtiendo con el tiempo, para bien o para mal, a Kim Jong-un en un icono cultural. Pero antes que eso ha conseguido colar, desde su mismo estreno en la gran pantalla, una dura crítica social al férreo régimen del país asiático, por medio de pequeñas pero acertadas dosis de humor.
Dave Skylark (James Franco, Juerga hasta el fin) y su productor Aaron Rapoport (Seth Rogen, Malditos vecinos) llevan mil programas al frente del late night Skylark Tonight. Un día descubren que Kim Jong-un (Randall Park, Sex Tape), el dirigente norcoreano, es un gran fan del programa, y ambos se disponen a conseguir una entrevista que repunte el programa. Con todo preparado para volar a Pyongyang, la CIA envía a la agente Lacey (Lizzy Caplan, True Blood) para convencerles de que tras entrevistarle, le asesinen; eliminando así a un enemigo potencial de los Estados Unidos. Pero si la entrevista resulta complicada en manos de ellos dos, asesinar a Kim Jong-un lo será aún más. De nuevo, la dupla artística Franco-Rogen vuelve a la carga con The Interview, película que sirve para comprobar la buena dinámica, el aprecio y el cachondeo que se siguen trayendo tras colaboraciones como Superfumados (2008) o Juerga hasta el fin (2013), donde jugaban con sus propios roles y defectos. No han mostrado reparos a la hora de saciar su lado más sucio y malhablado, algo que se ve en las pullas sobre la posible homosexualidad -en la cinta- de Eminem o las oscuras pasiones caprinas de Matthew McConaughey, pero la saturación que por momentos hacen provoca el colapso del objetivo humorístico del filme. Ha habido gratas sorpresas como la de Randall Park, quien ha idealizado en su papel la imagen que se buscaba transmitir de Kim Jong-un, y cuya caracterización ha ayudado bastante a su credibilidad en pantalla. Mención aparte se llevan las féminas, mientras que Lizzy Caplan ha mostrado un papel más que correcto para sus pocos minutos en pantalla, Diana Bang, la temible oficial norcoreana, acabó llevando gran parte de la trama junto a Seth y James, convirtiéndose junto a Randall en los secundarios indiscutibles del filme.
Gran parte de la película se va a ocupar de la preparación y rodaje de la esperada entrevista a Kim Jong-un. Va a resultar una parafernalia preparada de cabo a rabo y maniatada para evitar cualquier atisbo de realidad que pueda ofender al régimen, como reflejó Jon Sistiaga, no sin polémica, en la televisión con su documental Amarás al líder sobre todas las cosas. Punto relacionado va a ser la demostración visual de esa campaña publicitaria -exagerada en la ficción- impuesta por Pyongyang, como las falsas tiendas de alimentos o la llantina colectiva del grupo de militares norcoreano, del que será testigo y víctima de la manipulación el personaje de James Franco, quien acabará quitándose la venda de los ojos -de una forma y bajeza tragicómica- para volver a su ser y criticar a su entrevistado. En esta estrafalaria historia de buenos contra malos, la cordura cae del lado de Seth Rogen, quien intenta ser el equilibrio constante a la locura estrambótica de showman que muestra James Franco en pantalla. Más allá de la comedia de la que hace halago el filme, y de incorporar acertadamente canciones de artistas como Katy Perry o Scorpions y su balada Wind of Change, una de sus carencias es la ausencia de más escenas de acción, que la hubieran dotado de otra masa y de paso hubiera compensado algunas tonterías vistas en el metraje. The Interview no se planteaba como esa película tan esperada para el 2014, pero todo el encaramado para evitar su estreno ha producido el efecto llamada a las salas y a Internet. A sus autores, la jugada les ha salido rana, y les ha acabado convirtiendo, sin quererlo, en los promotores de la mejor campaña publicitaria para una película en tiempo, aun a costa de un escándalo como el Sonygate.
Dave Skylark (James Franco, Juerga hasta el fin) y su productor Aaron Rapoport (Seth Rogen, Malditos vecinos) llevan mil programas al frente del late night Skylark Tonight. Un día descubren que Kim Jong-un (Randall Park, Sex Tape), el dirigente norcoreano, es un gran fan del programa, y ambos se disponen a conseguir una entrevista que repunte el programa. Con todo preparado para volar a Pyongyang, la CIA envía a la agente Lacey (Lizzy Caplan, True Blood) para convencerles de que tras entrevistarle, le asesinen; eliminando así a un enemigo potencial de los Estados Unidos. Pero si la entrevista resulta complicada en manos de ellos dos, asesinar a Kim Jong-un lo será aún más. De nuevo, la dupla artística Franco-Rogen vuelve a la carga con The Interview, película que sirve para comprobar la buena dinámica, el aprecio y el cachondeo que se siguen trayendo tras colaboraciones como Superfumados (2008) o Juerga hasta el fin (2013), donde jugaban con sus propios roles y defectos. No han mostrado reparos a la hora de saciar su lado más sucio y malhablado, algo que se ve en las pullas sobre la posible homosexualidad -en la cinta- de Eminem o las oscuras pasiones caprinas de Matthew McConaughey, pero la saturación que por momentos hacen provoca el colapso del objetivo humorístico del filme. Ha habido gratas sorpresas como la de Randall Park, quien ha idealizado en su papel la imagen que se buscaba transmitir de Kim Jong-un, y cuya caracterización ha ayudado bastante a su credibilidad en pantalla. Mención aparte se llevan las féminas, mientras que Lizzy Caplan ha mostrado un papel más que correcto para sus pocos minutos en pantalla, Diana Bang, la temible oficial norcoreana, acabó llevando gran parte de la trama junto a Seth y James, convirtiéndose junto a Randall en los secundarios indiscutibles del filme.
Gran parte de la película se va a ocupar de la preparación y rodaje de la esperada entrevista a Kim Jong-un. Va a resultar una parafernalia preparada de cabo a rabo y maniatada para evitar cualquier atisbo de realidad que pueda ofender al régimen, como reflejó Jon Sistiaga, no sin polémica, en la televisión con su documental Amarás al líder sobre todas las cosas. Punto relacionado va a ser la demostración visual de esa campaña publicitaria -exagerada en la ficción- impuesta por Pyongyang, como las falsas tiendas de alimentos o la llantina colectiva del grupo de militares norcoreano, del que será testigo y víctima de la manipulación el personaje de James Franco, quien acabará quitándose la venda de los ojos -de una forma y bajeza tragicómica- para volver a su ser y criticar a su entrevistado. En esta estrafalaria historia de buenos contra malos, la cordura cae del lado de Seth Rogen, quien intenta ser el equilibrio constante a la locura estrambótica de showman que muestra James Franco en pantalla. Más allá de la comedia de la que hace halago el filme, y de incorporar acertadamente canciones de artistas como Katy Perry o Scorpions y su balada Wind of Change, una de sus carencias es la ausencia de más escenas de acción, que la hubieran dotado de otra masa y de paso hubiera compensado algunas tonterías vistas en el metraje. The Interview no se planteaba como esa película tan esperada para el 2014, pero todo el encaramado para evitar su estreno ha producido el efecto llamada a las salas y a Internet. A sus autores, la jugada les ha salido rana, y les ha acabado convirtiendo, sin quererlo, en los promotores de la mejor campaña publicitaria para una película en tiempo, aun a costa de un escándalo como el Sonygate.

7,9
106.310
9
2 de diciembre de 2014
2 de diciembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christopher Nolan parece tener la necesidad de proyectar cada película como un reto personal. Y con el paso de los años se lo ha creído, y de qué manera. Tanto que ha embelesado a la industria y ha aunado las buenas críticas de la prensa y del público. No hay que esperar que sus filmes sean algo fácil de entender de primeras, Memento u Origen como ejemplos, pues él busca llegar al interior del espectador con el objetivo final de que piense, interprete y saque sus propias conclusiones del visionado. Algo no del gusto de todos, pero que cuenta con numerosos defensores. En ese afán de ir in crescendo con cada proyecto, de arriesgar mirando hacia arriba, no era de extrañar que tarde o temprano se apuntara a alcanzar las estrellas. Interstellar es, de largo, su película más ambiciosa. Un drama generacional con un profundo mensaje filosófico y medioambiental, donde prima la necesidad de cuidar del planeta Tierra. Por suerte lo sitúa en una sociedad distópica, donde la raza humana subsiste como puede frente a los envites naturales y donde el polvo devora las cosechas. Y es ahí donde, para asegurar la supervivencia de la civilización y evitar antes de tiempo utilizar el tópico de "polvo eres y en polvo te convertirás", Interstellar se convierte en la particular Elegidos para la gloria, dando el salto intergaláctico en busca de un nuevo hogar. Es muy loable el asesoramiento del físico teórico Kip Thorne, aportándole solidez al análisis dimensional de la película. No obstante, esta ayuda no impide que Interstellar contenga algunos agujeros negros de guión, algo que ni en la teoría ni en la práctica resta interés y entretenimiento a la historia, pues su argumento, puesta en escena y actuaciones hacen que su nombre se sume a la lista de películas de culto del género: 2001: Una odisea del espacio (1968, Stanley Kubrick), Contact (1997, Robert Zemeckis), Misión a Marte (2000, Brian de Palma) o Gravity (2013, Alfonso Cuarón).
En un futuro cercano, la Tierra es incapaz de seguir sosteniendo la vida de la humanidad. Los cultivos son arrasados por plagas y las tormentas de polvo -cogiendo de inspiración el Dust Bowl de los años 1930- asolan el planeta, llevando a la población a la mínima expresión de una sociedad agrícola. Cooper (Matthew McConaughey, True Detective), un antiguo piloto de pruebas de la NASA vive como granjero junto a su suegro y sus dos hijos pequeños, Tom y Murphy, quien piensa que en su habitación vive un poltergeist que trata de ponerse en contacto con ella. Investigando el fenómeno de Murphy, ella y su padre dan con las coordenadas de una instalación secreta de la NASA, dirigida por el antiguo tutor de Cooper, el profesor Brand (Michael Caine, Origen), y en las que colabora su hija Amelia (Anne Hathaway, Los Miserables). Ella, junto a Cooper, Romilly (David Gyasi) y Doyle (Wes Bentley) serán los elegidos para viajar al interespacio y contactar con los participantes del programa Lázaro, lanzados a distintos exoplanetas en busca de un lugar habitable que sustituya a la Tierra. McConaughey vuelve a deleitar con otra actuación notable, ahora bajo los mandos de Nolan. Parece haber encontrado el camino a seguir gracias al género del drama, donde da rienda suelta a un potencial a veces reñido con conatos de sobreactuación. No obstante, Interstellar no se apoya únicamente en él, pues conformado como una trinidad, reparte el peso junto a Anne Hathaway y una notable Jessica Chastain,. Ambas protagonistas femeninas tenían tras de sí la obligación de mostrar mucho más que un guión y una fachada de personaje. Al ser un filme de abundante carga teórica sobre un tema desconocido para muchos era necesario no solo saber sino también aparentar, tarea de la que se encargó el propio Thorne para frenar una fuga de credibilidad al asunto.
Como antes se ha comentado, Interstellar es la película más ambiciosa de Nolan, y dada la envergadura y el destino al que quería llegar, era de esperar un alto despliegue técnico. Siguiendo la estela de Gravity el año pasado, la producción del director británico se puede convertir en la digna sucesora del filme de Cuarón a la parcela técnica, pues buen mérito tiene todo el arsenal de efectos especiales y mezcla de sonido. ¿Cómo si no se explica una película que requiere de cruzar un agujero negro para entrar en otra película? Es sin duda su gran baza, esa que deja al espectador agarrotado en su butaca disfrutando de un lugar que no verá con sus propios ojos, pero que deja esa experiencia para el recuerdo, pues es casi seguro que la temática de ciencia ficción no será tan recordada para la Academia en los próximos premios. No se podría entender Interstellar sin una de las piezas claves de Nolan: Hans Zimmer. Es indudable que el compositor tiene carta blanca en sus producciones, y sabe hacer muy bien de las suyas, pues en esta ocasión deja un producto tan enigmático como sensible, cargado de una agonía acorde a cada momento de drama que desprende la película. A pesar de todos los factores positivos a decir de Interstellar, las críticas seguirán estando ahí. Christopher Nolan ha conseguido algo importante. No se trata de un pionero, sino de un perfeccionista de historias. Más allá de una historia enrevesada y compleja, ha hecho conocido algo desconocido, dejando claro un mensaje final: el tiempo en este planeta se acabará. No es tan descabellado imaginar cómo será ese momento decisivo de la humanidad en el que se deberá mirar al cielo en busca de la respuesta final, de un nuevo hogar, de una nueva luz que nos evite entrar dócilmente en la noche eterna.
En un futuro cercano, la Tierra es incapaz de seguir sosteniendo la vida de la humanidad. Los cultivos son arrasados por plagas y las tormentas de polvo -cogiendo de inspiración el Dust Bowl de los años 1930- asolan el planeta, llevando a la población a la mínima expresión de una sociedad agrícola. Cooper (Matthew McConaughey, True Detective), un antiguo piloto de pruebas de la NASA vive como granjero junto a su suegro y sus dos hijos pequeños, Tom y Murphy, quien piensa que en su habitación vive un poltergeist que trata de ponerse en contacto con ella. Investigando el fenómeno de Murphy, ella y su padre dan con las coordenadas de una instalación secreta de la NASA, dirigida por el antiguo tutor de Cooper, el profesor Brand (Michael Caine, Origen), y en las que colabora su hija Amelia (Anne Hathaway, Los Miserables). Ella, junto a Cooper, Romilly (David Gyasi) y Doyle (Wes Bentley) serán los elegidos para viajar al interespacio y contactar con los participantes del programa Lázaro, lanzados a distintos exoplanetas en busca de un lugar habitable que sustituya a la Tierra. McConaughey vuelve a deleitar con otra actuación notable, ahora bajo los mandos de Nolan. Parece haber encontrado el camino a seguir gracias al género del drama, donde da rienda suelta a un potencial a veces reñido con conatos de sobreactuación. No obstante, Interstellar no se apoya únicamente en él, pues conformado como una trinidad, reparte el peso junto a Anne Hathaway y una notable Jessica Chastain,. Ambas protagonistas femeninas tenían tras de sí la obligación de mostrar mucho más que un guión y una fachada de personaje. Al ser un filme de abundante carga teórica sobre un tema desconocido para muchos era necesario no solo saber sino también aparentar, tarea de la que se encargó el propio Thorne para frenar una fuga de credibilidad al asunto.
Como antes se ha comentado, Interstellar es la película más ambiciosa de Nolan, y dada la envergadura y el destino al que quería llegar, era de esperar un alto despliegue técnico. Siguiendo la estela de Gravity el año pasado, la producción del director británico se puede convertir en la digna sucesora del filme de Cuarón a la parcela técnica, pues buen mérito tiene todo el arsenal de efectos especiales y mezcla de sonido. ¿Cómo si no se explica una película que requiere de cruzar un agujero negro para entrar en otra película? Es sin duda su gran baza, esa que deja al espectador agarrotado en su butaca disfrutando de un lugar que no verá con sus propios ojos, pero que deja esa experiencia para el recuerdo, pues es casi seguro que la temática de ciencia ficción no será tan recordada para la Academia en los próximos premios. No se podría entender Interstellar sin una de las piezas claves de Nolan: Hans Zimmer. Es indudable que el compositor tiene carta blanca en sus producciones, y sabe hacer muy bien de las suyas, pues en esta ocasión deja un producto tan enigmático como sensible, cargado de una agonía acorde a cada momento de drama que desprende la película. A pesar de todos los factores positivos a decir de Interstellar, las críticas seguirán estando ahí. Christopher Nolan ha conseguido algo importante. No se trata de un pionero, sino de un perfeccionista de historias. Más allá de una historia enrevesada y compleja, ha hecho conocido algo desconocido, dejando claro un mensaje final: el tiempo en este planeta se acabará. No es tan descabellado imaginar cómo será ese momento decisivo de la humanidad en el que se deberá mirar al cielo en busca de la respuesta final, de un nuevo hogar, de una nueva luz que nos evite entrar dócilmente en la noche eterna.
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