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Críticas ordenadas por utilidad
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6,3
153
6
5 de junio de 2011
5 de junio de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Johann Wolfgang es un joven aspirante a la abogacía que no siente ningún interés por la profesión. Mientras sueña con dedicar su vida a la poesía, una carta rechazando la publicación de su obra hace que su padre le obligue a seguir sus pasos. De este modo, empieza a trabajar como ayudante en un tribunal. Junto a su compañero y amigo Wilhelm, tratará de encontrar un refugio de la monotonía en el sexo femenino. Pero su relación con Lotte, una huérfana que cuida a sus hermanos pequeños, no transcurre por el camino deseado. Su historia terminará convirtiéndose en «Die Leiden des jungen Werthers» (Las desventuras del joven Werther), una de las obras más reconocidas de la literatura germana, y una de las primeras escritas bajo el nombre de Goethe.
El director Philipp Stölzl vuelve a mostrar un cierto patriotismo al rodar, de nuevo, una película basada en una figura histórica alemana. Mientras que en «Nordwand» (North Face) se acercaba al drama de dos escaladores que trataron de encumbrar el Eiger por su cara norte, en «Goethe!» cuenta cómo un hombre de cierto talento desarrolla su espíritu para poder dedicarse por completo a la escritura. Stölzl parece haber aprendido de sus errores pasados, ofreciendo esta vez una obra mucho más dinámica y directa que la anterior. Además, se aproxima más al público internacional al tratar temas más universales. No es necesario conocer la cultura germana para entender y disfrutar la película.
El guion trata de perfilar las circunstancias que rodearon la juventud de Johann Wolfgang von Goethe, ya que influyeron notablemente en el desarrollo de sus libros. Aunque sus valores exaltan la belleza, materializada en la poesía, las desventuras provocadas por el amor y por la propia existencia le hacen caer en un desengaño plagado de pesimismo. El romanticismo empieza así a tomar forma, disparándose el número de suicidios.
«Yo soy mi propio infierno»
Las licencias tomadas son numerosas, como el uso de reglas cromáticas para combinar colores atrevidos en la vestimenta, la indiscriminada oscilación entre la torpeza y el éxito profesional en el tribunal, la llegada excesiva e injustificada de la pasión, o el uso y abuso de sustancias alucinógenas. En esa secuencia, el montaje se diluye en un ritmo frenético, haciendo que se esfume toda la credibilidad de esas imágenes.
Los números musicales, correctamente distribuidos por todo el metraje, hacen de «Goethe!» un filme correcto, ameno e incluso entretenido. Sin embargo, no se consigue ir más allá de las fórmulas ya establecidas. Se echa en falta algún elemento arriesgado que experimente cinematográficamente, aunque solo sea durante un instante. El cine también puede ser algo más auténtico que la realidad: también puede ser poesía.
El director Philipp Stölzl vuelve a mostrar un cierto patriotismo al rodar, de nuevo, una película basada en una figura histórica alemana. Mientras que en «Nordwand» (North Face) se acercaba al drama de dos escaladores que trataron de encumbrar el Eiger por su cara norte, en «Goethe!» cuenta cómo un hombre de cierto talento desarrolla su espíritu para poder dedicarse por completo a la escritura. Stölzl parece haber aprendido de sus errores pasados, ofreciendo esta vez una obra mucho más dinámica y directa que la anterior. Además, se aproxima más al público internacional al tratar temas más universales. No es necesario conocer la cultura germana para entender y disfrutar la película.
El guion trata de perfilar las circunstancias que rodearon la juventud de Johann Wolfgang von Goethe, ya que influyeron notablemente en el desarrollo de sus libros. Aunque sus valores exaltan la belleza, materializada en la poesía, las desventuras provocadas por el amor y por la propia existencia le hacen caer en un desengaño plagado de pesimismo. El romanticismo empieza así a tomar forma, disparándose el número de suicidios.
«Yo soy mi propio infierno»
Las licencias tomadas son numerosas, como el uso de reglas cromáticas para combinar colores atrevidos en la vestimenta, la indiscriminada oscilación entre la torpeza y el éxito profesional en el tribunal, la llegada excesiva e injustificada de la pasión, o el uso y abuso de sustancias alucinógenas. En esa secuencia, el montaje se diluye en un ritmo frenético, haciendo que se esfume toda la credibilidad de esas imágenes.
Los números musicales, correctamente distribuidos por todo el metraje, hacen de «Goethe!» un filme correcto, ameno e incluso entretenido. Sin embargo, no se consigue ir más allá de las fórmulas ya establecidas. Se echa en falta algún elemento arriesgado que experimente cinematográficamente, aunque solo sea durante un instante. El cine también puede ser algo más auténtico que la realidad: también puede ser poesía.
4
28 de julio de 2011
28 de julio de 2011
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La prima cosa bella" (Paolo Virzì, 2010) cuenta con una historia centrada en los miembros de una familia italiana. Alternando el presente con el pasado, las escasas acciones ceden su protagonismo al desarrollo de los rasgos psicológicos. En cambio, si el relato estuviese cronológicamente ordenado, no sería posible encontrar en ellos un arco de transformación continuo. La personalidad de la infancia y de la adolescencia no solo no tiene nada que ver con la actual, sino que es totalmente opuesta. ¿O acaso alguien tan introvertido podría haberse enfrentado de pequeño al chico más popular del instituto?
Pese a estos personajes mal construidos, el guion consigue sostener el relato. En él, los momentos de más sensibilidad están cuidadosamente dosificados para no recurrir nunca a la lágrima fácil. Tal vez sea uno de los motivos por los que tampoco crea una gran identificación con los problemas y preocupaciones expuestos. En su búsqueda del neorrealismo italiano, se estanca en un nivel más superficial, en el que la situación dramática en realidad nunca lo fue tanto. Por lo demás, algunos diálogos no responden a una conversación natural, distanciándose todavía más de lo común. Aun así, hay algunas secuencias sobre las que resulta imposible no reflexionar, aunque no sea el espacio más apropiado para hacerlo.
Pese a estos personajes mal construidos, el guion consigue sostener el relato. En él, los momentos de más sensibilidad están cuidadosamente dosificados para no recurrir nunca a la lágrima fácil. Tal vez sea uno de los motivos por los que tampoco crea una gran identificación con los problemas y preocupaciones expuestos. En su búsqueda del neorrealismo italiano, se estanca en un nivel más superficial, en el que la situación dramática en realidad nunca lo fue tanto. Por lo demás, algunos diálogos no responden a una conversación natural, distanciándose todavía más de lo común. Aun así, hay algunas secuencias sobre las que resulta imposible no reflexionar, aunque no sea el espacio más apropiado para hacerlo.

6,1
939
3
27 de diciembre de 2010
27 de diciembre de 2010
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se suele decir que, a lo largo de la vida, el ser humano nunca deja de aprender. Por eso Chano, un hombre de 70 años, quiere aprovechar el tiempo libre del que ahora dispone para cumplir uno de sus sueños: estudiar Literatura en la universidad. La diferencia de edad con el resto de alumnos hará que sea señalado por todos con el dedo. Pero nada importa cuando el deseo de autoestima y superación está por encima de cualquier impedimento. O casi de cualquiera.
En "El estudiante" se produce un hermanamiento entre dos generaciones: la de los jóvenes que día a día construyen el futuro de México y la de aquellos que ya consiguieron levantar a este país norteamericano. Aunque las costumbres sean diferentes, Chano todavía reconoce muchas actitudes de su época en sus compañeros, signo de que no han cambiado tanto las cosas. Una curiosa secuencia en la discoteca evidencia todo esto, creando un paralelismo entre las voces que hablan del pasado y las imágenes que muestran el presente.
A pesar de que la vejez se presenta etiquetada con palabras como sabiduría, reflexión y madurez, se cae en el error de idealizar la etapa de la juventud. En muchos momentos parece que el protagonista simplemente quiere volver a ser joven, alimentando una quimera que actualmente tiene demasiada presencia social. Y ya puestos a idealizar, la literatura española no se salva. Pese a su indudable importancia, reducir toda la narrativa de la madre patria a "Don Quijote de la Mancha" y a "La vida es sueño" es extremadamente superficial, y más si se tiene en cuenta que se produce en el ámbito académico.
El arranque de "El estudiante" no puede ser más desastroso. Sin ningún tipo de transición, la información otorgada al comienzo es demasiado breve y repentina, por lo que no se consigue construir la psicología del personaje. Así, los motivos por los que se produce esta extraña conducta quedan sin una explicación suficiente. La presentación de sus compañeros en el interior del aula tampoco es muy afortunada, llegando a caer en el ridículo con la de dos de ellos. Una vez superada esta fase de la película, el ritmo es políticamente correcto hasta las últimas secuencias, en las que se intentan exaltar hechos de poca importancia con una música orquestada más propia del cine épico. Escuchen lo que escuchen los oídos, han de saber que no están ante ningún gigante, sino ante un simple molino.
En "El estudiante" se produce un hermanamiento entre dos generaciones: la de los jóvenes que día a día construyen el futuro de México y la de aquellos que ya consiguieron levantar a este país norteamericano. Aunque las costumbres sean diferentes, Chano todavía reconoce muchas actitudes de su época en sus compañeros, signo de que no han cambiado tanto las cosas. Una curiosa secuencia en la discoteca evidencia todo esto, creando un paralelismo entre las voces que hablan del pasado y las imágenes que muestran el presente.
A pesar de que la vejez se presenta etiquetada con palabras como sabiduría, reflexión y madurez, se cae en el error de idealizar la etapa de la juventud. En muchos momentos parece que el protagonista simplemente quiere volver a ser joven, alimentando una quimera que actualmente tiene demasiada presencia social. Y ya puestos a idealizar, la literatura española no se salva. Pese a su indudable importancia, reducir toda la narrativa de la madre patria a "Don Quijote de la Mancha" y a "La vida es sueño" es extremadamente superficial, y más si se tiene en cuenta que se produce en el ámbito académico.
El arranque de "El estudiante" no puede ser más desastroso. Sin ningún tipo de transición, la información otorgada al comienzo es demasiado breve y repentina, por lo que no se consigue construir la psicología del personaje. Así, los motivos por los que se produce esta extraña conducta quedan sin una explicación suficiente. La presentación de sus compañeros en el interior del aula tampoco es muy afortunada, llegando a caer en el ridículo con la de dos de ellos. Una vez superada esta fase de la película, el ritmo es políticamente correcto hasta las últimas secuencias, en las que se intentan exaltar hechos de poca importancia con una música orquestada más propia del cine épico. Escuchen lo que escuchen los oídos, han de saber que no están ante ningún gigante, sino ante un simple molino.

6,5
7.100
6
24 de junio de 2011
24 de junio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué pasaría si se uniesen las dos mejores películas de un director de culto? Algo parecido tuvo que preguntarse Jean-Pierre Jeunet a la hora de crear el universo de «Micmacs à tire-larigot». Es evidente que, tras el cambio hacia lo comercial que supuso «Largo domingo de noviazgo», ha querido volver a sus orígenes, a lo que hizo que su cine fuese diferente. Apostando a lo seguro, aunque sin arriesgar demasiado, recupera la locura de los personajes de «Delicatessen». En esta ocasión también se trata de un grupo de individuos extraños, poco sociables y con un aspecto un tanto retro. Igualmente, la historia arranca con la llegada de un hombre a esta comunidad, pese a que la actitud de sus nuevos compañeros es más hospitalaria. La aportación que hace Amelie es más escasa, y solo tiene que ver con cuestiones de la forma del relato. De este modo realiza numerosos paréntesis que tratan de perfilar la personalidad del protagonista. Estos pasajes no se integran tan bien como en la anterior, resultando impostados en muchos casos.
Las referencias cinematográficas son constantes, tanto a otras películas francesas como a las suyas propias. Incluso es posible encontrar en numerosos momentos el cartel de «Micmacs». El intento, aunque no es desastroso, tampoco es del todo acertado. Esta historia llega a ser demasiado surrealista, en la que a veces parece que todo vale. Algunas de las tramas son más propias de los españoles «Mortadelo y Filemón», o de otros tebeos similares. La primera mitad resulta simpática, pero después entra en un cúmulo de casualidades que desdibujan la intención inicial. Eso sí, tras esa monotonía, el final vuelve a dibujar sonrisas que provocan una pequeña reconciliación. El balance final es intermedio. Sin llegar a la brillantez de sus anteriores trabajos, no termina de defraudar. Aún no está todo perdido.
Las referencias cinematográficas son constantes, tanto a otras películas francesas como a las suyas propias. Incluso es posible encontrar en numerosos momentos el cartel de «Micmacs». El intento, aunque no es desastroso, tampoco es del todo acertado. Esta historia llega a ser demasiado surrealista, en la que a veces parece que todo vale. Algunas de las tramas son más propias de los españoles «Mortadelo y Filemón», o de otros tebeos similares. La primera mitad resulta simpática, pero después entra en un cúmulo de casualidades que desdibujan la intención inicial. Eso sí, tras esa monotonía, el final vuelve a dibujar sonrisas que provocan una pequeña reconciliación. El balance final es intermedio. Sin llegar a la brillantez de sus anteriores trabajos, no termina de defraudar. Aún no está todo perdido.

6,5
21.991
7
15 de diciembre de 2010
15 de diciembre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un Javier Bardem más humano que nunca, y en una Barcelona más humilde de lo que el cine suele retratar, "Biutiful" intenta hurgar en las entrañas del espectador para mostrar las miserias que todos llevamos dentro, y que solo afloran en los casos de extrema necesidad. Uxbal, padre de una familia desestructurada, utiliza toda su imaginación para que a sus hijos no les falte todo lo que les falta. Pero cuando las dificultades no escasean, el incontrolable mal humor no consigue otra cosa que devolver a la familia a su cruda realidad, devolviendo ese sufrimiento a los más inocentes.
Alejandro González Iñárritu se ha quedado esta vez a las puertas de hacer una buena película. Y es que, si bien los ingredientes de los que partía eran buenos, el resultado final no lo es tanto. Los diferentes casos de inmigración propuestos reflejan tanto la venta ilegal de música y películas, conocida con el nombre de "top manta", como la explotación humana de trabajadores, pero sin profundizar lo más mínimo en sus respectivas situaciones. Por otro lado, el don especial con el que nació el personaje de Bardem queda aislado del resto del argumento, sin que exista conexión alguna con la historia; incluso se llega a crear una desagradable confusión que, al final del filme, permanece anclada esperando desde el techo de su hogar.
Aunque lo más destacable sean las interpretaciones del padre y de sus hijos, en el fondo "Biutiful" ofrece lo que promete: un cuento sobre la dureza de la vida; una reflexión sobre la supervivencia animal en un entorno hostil. Aunque se intente negar, esa es nuestra naturaleza. De un modo u otro, todos intentamos no entrar con coleta en nuestros bosques para así no aparentar ser un zorro y no espantar a las lechuzas.
Alejandro González Iñárritu se ha quedado esta vez a las puertas de hacer una buena película. Y es que, si bien los ingredientes de los que partía eran buenos, el resultado final no lo es tanto. Los diferentes casos de inmigración propuestos reflejan tanto la venta ilegal de música y películas, conocida con el nombre de "top manta", como la explotación humana de trabajadores, pero sin profundizar lo más mínimo en sus respectivas situaciones. Por otro lado, el don especial con el que nació el personaje de Bardem queda aislado del resto del argumento, sin que exista conexión alguna con la historia; incluso se llega a crear una desagradable confusión que, al final del filme, permanece anclada esperando desde el techo de su hogar.
Aunque lo más destacable sean las interpretaciones del padre y de sus hijos, en el fondo "Biutiful" ofrece lo que promete: un cuento sobre la dureza de la vida; una reflexión sobre la supervivencia animal en un entorno hostil. Aunque se intente negar, esa es nuestra naturaleza. De un modo u otro, todos intentamos no entrar con coleta en nuestros bosques para así no aparentar ser un zorro y no espantar a las lechuzas.
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