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5,1
15.461
5
27 de septiembre de 2009
27 de septiembre de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque era lo que hacíamos en mi pueblo para ir a jugar. No progresé con los juegos electrónicos y me mareó un poco el inicio de la película con una acción tan trepidante. Sin embargo, llegó un momento en el que logré hacerme con el hilo conductor y pude sintonizar con los adictos al juego electrónico aún sin serlo. Digamos que el director logró que me tragrada lo que nos quería dar y pude pasar un buen rato apoyando las acciones heróicas del protagonista y maldiciendo al malo deseándole lo peor de lo peor.
Pues eso, ya que pasé un rato entretenido, la pondré como pasable, sin más.
Pues eso, ya que pasé un rato entretenido, la pondré como pasable, sin más.

6,8
82.975
7
25 de septiembre de 2009
25 de septiembre de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El planteamiento de esta película de marcianos es distinto al que estamos acostumbrados y, sin embargo, nos mete muy pronto dentro de la película y yo me pregunto que cómo no se le había ocurrido a nadie antes. Toca temas polémicos como la marginación, la amistad, la crueldad humana, tal vez también la crueldad alienígena, etc. El caso es que me gusta mucho que una película consiga que me meta en ambientes fantásticos, que me haga vivirlos como en una especie de sueño y, en esta película, eso es lo que ha ocurrido.
Sólo hay algunos momentos en que el guión hizo que derrapara un poco dentro de ese sueño pero, por suerte, logré mantener el equilibrio: ¡qué susto!
Sólo hay algunos momentos en que el guión hizo que derrapara un poco dentro de ese sueño pero, por suerte, logré mantener el equilibrio: ¡qué susto!

6,5
67.013
3
19 de octubre de 2009
19 de octubre de 2009
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que la película Mar Adentro no me gustó -si quieres puedes ver mi crítica al respecto-, nos metimos en el Kinépolis ilusionados por ver ésta. ¡Siete euros y pico, cagondiez, cómo se está poniendo el cine!. La cosa comenzó con una especie de Google Earth de alta definición que me dejó encantado: ¡aquí hay pasta tía -fui con Sara-, esto es impresionante!
Sin embargo, te quedas esperando ver "la película", la que emociona, la que me cuenta algo que puedo llevarme a casa, la que toca la fibra pero, lamentablemente, eso no sucedió en absoluto. Lo que vi fue una historia deslavazada, ni siquiera logré entender si el director estaba tratando de hacer un documental -¿científico dentro de un conflicto religioso, o tal vez religioso dentro de un conflicto científico?- o qué se llevaba entre manos: ¿igual era lo de la lucha de una mujer por sus principios y libertades?... Pues no sé, igual era eso. Lo malo es que, cuando tengo que hacer un esfuerzo tan grande para ver si consigo meterme en la película y que no me remuerda la conciencia por los siete euros y pico malgastados creo que bueno no es, ¡qué va!.
Cada vez estoy más convencido: a las películas no nos metemos por la puerta del cine tras sentarnos con las palomitas, nos metemos cuando su director nos da un impulso y nos lanza dentro de la pantalla. Eso es lo que más me mola. En Ágora entré y salí del cine sin encontrarme con la película ¡y eso que era en el Kinépolis!
Aparte de eso, hay algunas escenas ridículas como algunas de las lapidaciones, son tan postizas que me hicieron incluso gracia pues las capté como una caricatura de esos actos y, para reírnos de una lapidación, ya tenemos la memorable escena de La Vida de Brian ¡esa si que es buena! La música parece haberla puesto con un calzador, más pensando en lo que digamos al escucharla que en nuestras emociones al sentirla junto a las imágenes. Bueno, igual está pensando en vender los cedés de la banda sonora, está en su derecho. Además, a veces me recordó la música dulzona de las gaitas de Mar Adentro...¡qué horror!
Qué exclamé tras la película, qué le dije a Sara que venía conmigo: ¡vaya mierda, otra vez me la ha pegado Amenábar, es que no escarmiento con este hombre!...; entonces me di cuenta de que a Sara le había salido una lagrimilla consecuencia de la última escena. Pues ¡mira por dónde, parece que te ha gustado más que a mí! También exclamé eso.
Me alegro por ella, me alegro un montón.
Sin embargo, te quedas esperando ver "la película", la que emociona, la que me cuenta algo que puedo llevarme a casa, la que toca la fibra pero, lamentablemente, eso no sucedió en absoluto. Lo que vi fue una historia deslavazada, ni siquiera logré entender si el director estaba tratando de hacer un documental -¿científico dentro de un conflicto religioso, o tal vez religioso dentro de un conflicto científico?- o qué se llevaba entre manos: ¿igual era lo de la lucha de una mujer por sus principios y libertades?... Pues no sé, igual era eso. Lo malo es que, cuando tengo que hacer un esfuerzo tan grande para ver si consigo meterme en la película y que no me remuerda la conciencia por los siete euros y pico malgastados creo que bueno no es, ¡qué va!.
Cada vez estoy más convencido: a las películas no nos metemos por la puerta del cine tras sentarnos con las palomitas, nos metemos cuando su director nos da un impulso y nos lanza dentro de la pantalla. Eso es lo que más me mola. En Ágora entré y salí del cine sin encontrarme con la película ¡y eso que era en el Kinépolis!
Aparte de eso, hay algunas escenas ridículas como algunas de las lapidaciones, son tan postizas que me hicieron incluso gracia pues las capté como una caricatura de esos actos y, para reírnos de una lapidación, ya tenemos la memorable escena de La Vida de Brian ¡esa si que es buena! La música parece haberla puesto con un calzador, más pensando en lo que digamos al escucharla que en nuestras emociones al sentirla junto a las imágenes. Bueno, igual está pensando en vender los cedés de la banda sonora, está en su derecho. Además, a veces me recordó la música dulzona de las gaitas de Mar Adentro...¡qué horror!
Qué exclamé tras la película, qué le dije a Sara que venía conmigo: ¡vaya mierda, otra vez me la ha pegado Amenábar, es que no escarmiento con este hombre!...; entonces me di cuenta de que a Sara le había salido una lagrimilla consecuencia de la última escena. Pues ¡mira por dónde, parece que te ha gustado más que a mí! También exclamé eso.
Me alegro por ella, me alegro un montón.

6,8
5.913
8
25 de septiembre de 2009
25 de septiembre de 2009
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No quería ir pero Sara lo propuso y le tocaba. Me sorprendió pues, desde el comienzo plantea una situación dramática que logra llegarte, incluso hacerte sufrir un poco: saca lo bueno y malo de nuestras entrañas y, por qué no decirlo, me identifiqué en algunos de los sentimientos y debilidades a pesar de que no me gusta reconocerlo. Creo que soy algo masoca y es una de las cosas que me hizo disfrutar.
Está muy bien contada desde el principio hasta el final y sé que la volveré a ver; me encantó.
Está muy bien contada desde el principio hasta el final y sé que la volveré a ver; me encantó.

7,2
103.368
2
25 de septiembre de 2009
25 de septiembre de 2009
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se estaba hablando tanto de esta película que me metí pronto en los cines Lys y me planté en la puerta a esperar a que saliera el público. Entonces escuché unas gaitas dulzonas -era el final de la sesión anterior- que no pude soportar. Me gusta el café solo y sin azúcar. Me lo pensé un poco y cambié de película, entré en otra sala.
Volví al cabo de unos días pues los medios seguían hablando de esta ¿maravillosa? película. Esta vez entré y, desde el principio, pude verle el plumero al director tratando, sin éxito por el descaro en su método, de sacarnos unas lagrimillas -digo yo si sería eso-. El drama que cuenta Alejandro Amenabar es fuerte pero ya lo conocíamos sobradamente, no aportó absolutamente nada de nada en su película y, por si fuera poco, tuve que soportar una música pastelona que detesto.
Me debes 6 euros Alejandro, tu campaña de promoción me ha engañado.
Volví al cabo de unos días pues los medios seguían hablando de esta ¿maravillosa? película. Esta vez entré y, desde el principio, pude verle el plumero al director tratando, sin éxito por el descaro en su método, de sacarnos unas lagrimillas -digo yo si sería eso-. El drama que cuenta Alejandro Amenabar es fuerte pero ya lo conocíamos sobradamente, no aportó absolutamente nada de nada en su película y, por si fuera poco, tuve que soportar una música pastelona que detesto.
Me debes 6 euros Alejandro, tu campaña de promoción me ha engañado.
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