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Críticas ordenadas por utilidad
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7
18 de diciembre de 2008
18 de diciembre de 2008
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película de Snyder se debe genéticamente al cómic y a partir de ahí desarrolla su estética en dirección videojuego, utilizando las técnicas de la virtualización. Esto posibilita una estetización novedosa e impactante que quedará grabada en retinas y subconscientes. Y que desde luego no es políticamente neutra. Termópilas en la historia de occidente siempre fue una referencia álgida, y lo sigue siendo a pesar de la fatal baja que ha sufrido la conciencia histórica durante los últimos 50 años y aunque Snyder desmienta connotaciones políticas. Esta desmentida se entiende, porque cuando el arte renuncia al compromiso y a su función crítica, como sucede regularmente en la postmodernidad, lo político se torna impresentable y el artista esconde la mano que tiró la piedra refugiándose en la belleza.
Interpretaciones políticas... ¿Acaso "300" sería un simulacro que da ánimo a los yanquis de Leónidas Bush contra los islamistas de Jerjes Bin Laden, un gran videoclip de reclutamiento del Tío Sam? Esto, increíblemente, llegó a insinuar más de un crítico, y así también parece haberlo entendido el presidente iraní. Desde luego esto es un disparate. Snyder milita en Hollywood, esa fabulosa usina productora de ilusiones e oráculos para la cultura global de masas que no refleja tanto los pareceres de sus creadores como la conciencia de las masas consumistas a nivel global. Esta conciencia es manipulada en gran parte pero contiene también anticuerpos contra la manipulación, en todo caso está lejos de ser homogénea. Y el cine que la refleja no le escapa ni a sus contradicciones ni a sus preterintencionalidades.
La interpretación política a la que aludimos me parece sintomática de las dificultades de lectura que ofrece la conciencia global. Pareciera que muchos compraron sin más la fácil y endeble ecuación Persia = Irán = Oriente musulmán fundamentalista, Sparta = EEUU = Occidente cristiano pluralista. Hay datos que sugieren todo lo contrario. Con los espartanos la película asocia: condición de agredidos, inferioridad numérica y tecnológica, falta de apoyo de aliados y gobierno, fanatismo y fundamentalismo, con los persas en cambio: superpotencia agresiva, superioridad numérica y tecnológica, sofisticación, multiculturalidad. Visto así, los términos de la ecuación se invierten. Persia parece Estados Unidos y los 300 espartanos los islamistas desesperados que se le oponen. Hasta el "physique du rôle" de Gerald Butler remite mucho más a un mujadehin que a un héroe yanqui…
¿Sería "300" entonces todo lo contrario de lo que parece, una pieza de propaganda islámica y Snyder un infiltrado de Al-Qaeda? La idea es tan irónica y seductora como absurda, desde luego. Snyder sigue siendo una pitonisa del ambiguo oráculo de la postmodernidad. Y su obra una sentencia oracular, équivoca, esquiva y enredada adrede, que refleja la voz distorsionada de una conciencia global plagada de brutales contradicciones y sorpresas impensadas.
Interpretaciones políticas... ¿Acaso "300" sería un simulacro que da ánimo a los yanquis de Leónidas Bush contra los islamistas de Jerjes Bin Laden, un gran videoclip de reclutamiento del Tío Sam? Esto, increíblemente, llegó a insinuar más de un crítico, y así también parece haberlo entendido el presidente iraní. Desde luego esto es un disparate. Snyder milita en Hollywood, esa fabulosa usina productora de ilusiones e oráculos para la cultura global de masas que no refleja tanto los pareceres de sus creadores como la conciencia de las masas consumistas a nivel global. Esta conciencia es manipulada en gran parte pero contiene también anticuerpos contra la manipulación, en todo caso está lejos de ser homogénea. Y el cine que la refleja no le escapa ni a sus contradicciones ni a sus preterintencionalidades.
La interpretación política a la que aludimos me parece sintomática de las dificultades de lectura que ofrece la conciencia global. Pareciera que muchos compraron sin más la fácil y endeble ecuación Persia = Irán = Oriente musulmán fundamentalista, Sparta = EEUU = Occidente cristiano pluralista. Hay datos que sugieren todo lo contrario. Con los espartanos la película asocia: condición de agredidos, inferioridad numérica y tecnológica, falta de apoyo de aliados y gobierno, fanatismo y fundamentalismo, con los persas en cambio: superpotencia agresiva, superioridad numérica y tecnológica, sofisticación, multiculturalidad. Visto así, los términos de la ecuación se invierten. Persia parece Estados Unidos y los 300 espartanos los islamistas desesperados que se le oponen. Hasta el "physique du rôle" de Gerald Butler remite mucho más a un mujadehin que a un héroe yanqui…
¿Sería "300" entonces todo lo contrario de lo que parece, una pieza de propaganda islámica y Snyder un infiltrado de Al-Qaeda? La idea es tan irónica y seductora como absurda, desde luego. Snyder sigue siendo una pitonisa del ambiguo oráculo de la postmodernidad. Y su obra una sentencia oracular, équivoca, esquiva y enredada adrede, que refleja la voz distorsionada de una conciencia global plagada de brutales contradicciones y sorpresas impensadas.
5
4 de febrero de 2012
4 de febrero de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta comedia, como corresponde, en tarde de sábado lluvioso en la pantalla chica. Se trata de un producto comercial (ni siquiera muy exitoso), que no pasa de una anodina gringada con pésimo guión y dirección de diletante. Las pocas buenas ideas que se perciben se difuminan al instante y algún destello de gracia queda demasiado desperdigado para hacer méritos. Todo gira alrededor de Jim Varney, un cómico que se hizo conocido en avisos televisivos, que fue explotado por su productor en varias cintas por el estilo y que aquí se desempeña con bravura en tres papeles contrapuestos. Es de la calaña de Jim Carrey pero no se sorprendan si les pasa como a mí y les parece superior al capocómico de La Máscara. Aunque a pesar de todo no logra salvar la mediocridad del producto, Varney queda muy bien parado como un actorazo para no olvidar, digno en todo caso de mejores convites.

6,3
48.303
6
5 de marzo de 2010
5 de marzo de 2010
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trama de "Romancing the stone" es más bien delgadita pero no deja de ser una comedia de aventuras bastante entretenida y divertida. Kathleen Turner está espléndida, encantadora, y si bien Michael Douglas no es Indiana Jones, tampoco está del todo desacertado. La pareja en todo caso tiene su química. Lástima que a Danny de Vito le toque un rol tan, pero tan tonto, en el que es imposible lucirse. Un poco mejor está su primo Zack Norman.
El problema de la película comienza con confusiones de orden geográfico. Cuando Kathleen llega a un inubicable aeropuerto colombiano donde hasta marranos hay, pregunta por el bus para Cartagena y la hacen montar en una carcaza folklórica que dizque va al Castillo de San Felipe como reza el cartel, es decir pleno centro de las fortificaciones hispánicas de la noble ciudad de Indias. Al rato sin embargo están en plena selva andina... Habrán asociado con el Castillo de Drácula al elegir el destino, pero, ok, convengamos que la libertad artística no tiene límites. A los problemas geográficos se le suman confusiones antropológicas. Los colombianos aparecen como payasos excesivos, aldeanos brutos o forajidos cerriles, siniestros y malhumorados, de anteojos oscuros obligatorios, todos de inconfundible acento mexicano. ¡Ándele pues! Gran parte de la película evidentemente fue filmada en Colombia, así que no hubiera costado nada informarse aunque sea superficialmente y contratar algunos extras autóctonos. Con todo esto, uno como lugareño podría sentirse ofendido. Pero haría mal en hacerlo, porque a Zemeckis ni de lejos le interesa retratar a Colombia. Lo que hace es más bien utilizar los más básicos estereotipos latinos para retratar el alma simplona e insegura de su propia gente. La confusión geográfica y antropológica refleja en forma cómica la confusión e ignorancia de su público en cuanto a las realidades allende del Río Bravo. Refleja sobre todo lo que siente el turista americano cuando viaja por estas tierras, munido solamente de sus tarjetas de crédito, su miedo y sus complejos imperialistas. O como le contesta Danny de Vito, con esa carita que tiene, al más forajido de los bandidos mexicanos cuando este le pregunta si es americano: "nou comprendou..... oddío americanous... americanous are scummou, scum". A mi me pareció desternillante. Los gringos siempre se salvan por esa virtud que tienen de reirse de ellos mismos.
El problema de la película comienza con confusiones de orden geográfico. Cuando Kathleen llega a un inubicable aeropuerto colombiano donde hasta marranos hay, pregunta por el bus para Cartagena y la hacen montar en una carcaza folklórica que dizque va al Castillo de San Felipe como reza el cartel, es decir pleno centro de las fortificaciones hispánicas de la noble ciudad de Indias. Al rato sin embargo están en plena selva andina... Habrán asociado con el Castillo de Drácula al elegir el destino, pero, ok, convengamos que la libertad artística no tiene límites. A los problemas geográficos se le suman confusiones antropológicas. Los colombianos aparecen como payasos excesivos, aldeanos brutos o forajidos cerriles, siniestros y malhumorados, de anteojos oscuros obligatorios, todos de inconfundible acento mexicano. ¡Ándele pues! Gran parte de la película evidentemente fue filmada en Colombia, así que no hubiera costado nada informarse aunque sea superficialmente y contratar algunos extras autóctonos. Con todo esto, uno como lugareño podría sentirse ofendido. Pero haría mal en hacerlo, porque a Zemeckis ni de lejos le interesa retratar a Colombia. Lo que hace es más bien utilizar los más básicos estereotipos latinos para retratar el alma simplona e insegura de su propia gente. La confusión geográfica y antropológica refleja en forma cómica la confusión e ignorancia de su público en cuanto a las realidades allende del Río Bravo. Refleja sobre todo lo que siente el turista americano cuando viaja por estas tierras, munido solamente de sus tarjetas de crédito, su miedo y sus complejos imperialistas. O como le contesta Danny de Vito, con esa carita que tiene, al más forajido de los bandidos mexicanos cuando este le pregunta si es americano: "nou comprendou..... oddío americanous... americanous are scummou, scum". A mi me pareció desternillante. Los gringos siempre se salvan por esa virtud que tienen de reirse de ellos mismos.

6,7
67.219
7
21 de enero de 2011
21 de enero de 2011
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Vaya uno a saber qué habrá llevado a los votantes de la Academia a concederle tantos Óscares a esta película guerrera de Katheryn Bigelow. Porque a pesar de los increíbles elogios de críticos generalmente serios y confiables no puedo creer que la hayan votado por méritos cinematográficos, que el film sí los tiene, pero demasiado modestos y limitados para semejante galardoneada
.
Vaya uno a saber… De todos modos los premios Óscar no son cualquier cosa y muchas veces revelan más sobre el estado actual del cine que las mismas películas que los consiguen y no los consiguen. Seguí por lo tanto dos intuiciones, sospechas, hipótesis al respecto que me vinieron en mente.
La primera pista es la trama que da marco a la instauración del film en la lista de los aspirantes al Óscar. Es un cartel de dimensiones hollywodescas: la discreta ex mujer de James Cameron se enfrenta al über-macho del que fuera su hombre, ganador perpetuo en justas y taquillas, el más admirado y tal vez más envidiado del ambiente. Hagan sus apuestas, señores. A los votantes de la Academia se les sirvió en bandeja pues una fábula moral de la underdog vencedora, al más inveterado gusto de la casa, y ellos estaban en condiciones de decidir el desenlace. Como para no aprovechar sin más esta hermosa lección de corrección política y acción positiva. Ahora bien, tan significativas como la simpatía de los votantes son las armas de la vencedora. No es que derrote a su macho con las supuestas armas de la mujer, seducción, comprensión, sensibilidad, cosa que al fin y al cabo podría interpretarse como victoria tramposa. No, el profumo di donna que riega es testosterona pura. Avatar en todo caso es un dechado de sensiblería femininoide, una mariconada pues, comparada con lo de la Bigelow. Es decir esta señora consigue una victoria completa derrotando al macho en terreno de machos. Igual que las ambiciosas ejecutivas de la politiquería y las multinacionales, damas de hierro y titanio que compiten sin remilgos ni vainas: a lo mero macho.
(por falta de espacio sigue en el "spoiler")
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Vaya uno a saber… De todos modos los premios Óscar no son cualquier cosa y muchas veces revelan más sobre el estado actual del cine que las mismas películas que los consiguen y no los consiguen. Seguí por lo tanto dos intuiciones, sospechas, hipótesis al respecto que me vinieron en mente.
La primera pista es la trama que da marco a la instauración del film en la lista de los aspirantes al Óscar. Es un cartel de dimensiones hollywodescas: la discreta ex mujer de James Cameron se enfrenta al über-macho del que fuera su hombre, ganador perpetuo en justas y taquillas, el más admirado y tal vez más envidiado del ambiente. Hagan sus apuestas, señores. A los votantes de la Academia se les sirvió en bandeja pues una fábula moral de la underdog vencedora, al más inveterado gusto de la casa, y ellos estaban en condiciones de decidir el desenlace. Como para no aprovechar sin más esta hermosa lección de corrección política y acción positiva. Ahora bien, tan significativas como la simpatía de los votantes son las armas de la vencedora. No es que derrote a su macho con las supuestas armas de la mujer, seducción, comprensión, sensibilidad, cosa que al fin y al cabo podría interpretarse como victoria tramposa. No, el profumo di donna que riega es testosterona pura. Avatar en todo caso es un dechado de sensiblería femininoide, una mariconada pues, comparada con lo de la Bigelow. Es decir esta señora consigue una victoria completa derrotando al macho en terreno de machos. Igual que las ambiciosas ejecutivas de la politiquería y las multinacionales, damas de hierro y titanio que compiten sin remilgos ni vainas: a lo mero macho.
(por falta de espacio sigue en el "spoiler")
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La segunda pista la encontré leyendo las peroratas laudatorias de los críticos. Varios de entre ellos insistían con ahínco en el carácter neutro en cuanto a la cuestión bélica y política que subyace a la trama. Ensalzaban la película porque dizque no tomaba partido ni a favor ni en contra de la guerra, ni justificaba ni condenaba el compromiso de EE.UU. en Irak. A pesar de lo dudoso del elogio, el juicio se apoya en buenas (aunque solo aparentes y superficiales) razones que percibieron agradecidos los votantes de la Academia que no podrían haberle dado los Óscares a un panfleto belicista por lo de la famosa agenda política liberal hollywoodense que a pesar de todo sigue siendo de rigor. La supuesta neutralidad de la Bigelow la recibieron como un momento oportuno, un kairós, para coincidir por una vez con el sentir patriótico y belicista de una gran parte de los espectadores norteamericanos. Es cierto que The Hurt Locker no justifica la guerra en Irak, porque para la Bigelow, como buena postmoderna, la guerra está justificada por el solo hecho de existir. La facticidad ha sustituido enteramente la utopía y el deber ser. Esta guerra entonces, que no hace falta justificar, le sirve de marco para reposicionar al héroe americano que venía en caída desde hace decenios, desde antes de Vietnam, desde el ocaso del western y la desaparición de John Wayne. Se había vuelto imposible, inviable, y tuvo que ser sustituido por falsos artilugios como el antihéroe, el superhéroe, los Rambos y los Schwarzenegger que dieron sus frutos en imaginario y taquilla pero nunca dejaron de ser sucedáneos del real thing: el héroe americano. Es entonces justamente la aparente asepsia ideológica de la película la que permite reintroducir como quien no quiere la cosa al héroe americano que igual que el icónico Gary Cooper a la hora señalada se bambolea por la desolada y enemistosa avenida bagdadina. Las profundidades del alma estadunidense que también están presentes en el seno de la Academia aplaudieron agradecidos.
4 de febrero de 2012
4 de febrero de 2012
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de curas perversos, motocicleros diabólicos, putas y lesbianas subnormales y sobre todo monjitas atolondradas capaces de convertirse en ninjas vengadoras. Se trata de un revival de la línea "nunsplotation" de los años 70 con abundante sangre y sexo explicito al por mayor y algún dejo tarantino-rodriguezco mal digerido y peor aplicado. El guión parece escrito por un débil mental, pero las actuaciones tienen lo suyo a pesar de lo malas, la cinematografía está muy por encima de productos de esta índole y hay ideas visuales que hasta incitan a sospechar que este potaje indeglutible podría convertirse el día menos pensado en una obrita de culto...
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