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Críticas ordenadas por utilidad
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6,6
5.288
8
25 de agosto de 2023
25 de agosto de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es una reseña; hay algunos spoilers. No la leas si aún no has visto la película.
Cuando un niño juega está viviendo la fantasía del juego, pero, en el fondo, sabe que está jugando. Algo similar me pasa con estas películas donde el guion claramente busca tocar los resortes adecuados para emocionar al espectador (que se lo digan a Marvel y DC). Por eso no soy exigente y, simplemente, me dejo llevar. Veo al héroe de turno y me emociono porque, al final, el deporte —o la guerra en el cine bélico— no son más que un pretexto para enseñarnos quiénes somos, cómo somos o quiénes nos gustaría ser.
Un personaje le cita al prota a Homero. No es casual. Desde la Antigüedad nos han seducido los héroes. Un héroe es alguien que las tiene todas en su contra y, aún así, es capaz de triunfar. Y, además, dar ejemplo a los niños. Un niño es un mar abierto de posibilidades. Un niño tiene posibilidad de soñar y hasta de cumplir sueños. Por eso a los chavales les encantan los superhéroes y por eso nuestro héroe se acerca a los críos y les firma autógrafos y alienta sus sueños. Un chavalín del equipo le pregunta sobre su bate. Él le dice que compre una buena madera y que lo ayudará a construir uno.
Nuestro héroe es viejo. Una perturbada le pegó un tiro en la barriga y lo alejó del béisbol 16 años. Esa es una gran sorpresa al principio de la película. Tiene dificultades. Nadie cree en él. Nadie creía en él cuando salió de su pueblo. Pero un héroe no habla. Un héroe actúa y demuestra quién es. Tienes que hacerlo todo el rato cuando eres viejo o joven, cuando eres mujer, cuando eres negro, gordo o un enano. Así funcionan las cosas. Pero Roy Hobbs cierra bocas y no se vanagloria*.
Otro punto interesante es el bate del héroe. Un compañero dice de él que, pese a batear tan fuerte, no tiene ni un rasguño. Es un bate creado con la madera de un árbol partido por un rayo. El árbol junto al que murió su padre, prematuramente, que lo adiestró en el deporte sabiendo que tenía un gran potencial. ¿Te suena a alguna película de superhéroes o te suena a TODAS? Influenciado por la fuerza del rayo, al final, el bate se rompe. Pero Hobbs le dice al chavalín al que ayudó a hacer el otro bate que le traiga el mejor. Y le lleva el que han hecho juntos, y triunfa. La prueba de que la flecha no hace al indio. Aquí solo hay corazón.
Respecto a los villanos, están bien definidos. Hay un antiguo juez, convertido en empresario deportivo, que habita en la penumbra. Él mismo dice que de niño temía a la oscuridad, superó ese miedo y ahora prefiere la oscuridad (es la típica historia del antagonista del superhéroe, que empezó siendo un niño débil y miedoso y se convierte en un aliado de la oscuridad). La oscuridad aporta ambages evidentes. El otro personaje es un apostador profesional, alguien sin valores que solo piensa en el dinero, con un ojo saltón con el que dice que adivina todo. La tercera en discordia es una mujer fatal llamada Memo (memoria) a la que el héroe, al final, le dice que sí que le recordaba a alguien (a la perturbada que le disparó en el estómago, cuando Memo dispara el revólver).
Luego hay personajes amorales: el periodista Duvall. Alguien a quien solo le importa la noticia, sea buena o mala, y nunca ha jugado al béisbol. Es el peor, según Dante: «El peor lugar del Infierno se reserva para aquellos que se mantienen neutrales en tiempos de crisis» (o algo así). El canon norteamericano de buenos y malos, ganadores y perdedores y maniqueísmo sin matices viene de la Antigua Grecia, igual que sus calles rectilíneas en ciudades creadas «ad hoc», sobre plano. Pero yo no creo que esa falta de grises cree peores productos. En las primeras etapas de nuestra vida todos necesitamos ver claros los límites. Lo infantil no es disfrutar de esas ficciones, sino creérselas. Con esto quiero tirar de las orejas a los «críticos» que desprecian esta cinta por ser un cuento de hadas edulcorado, como si eso fuese algo horroroso e imperdonable.
Tenemos al héroe, a los villanos, a los amorales (creo que había un jugador vendido por ahí). Y al final tenemos a un lanzador zurdo venido de un pueblo humilde de EEUU, como nuestro prota, que es una gran promesa. Pero Hobbs lo revienta porque, pese a ser más viejo y pese a sangrarle el estómago, él puede más.
Hobbs no es un intelectual. No sabía quién era Homero y le faltaba vocabulario al hablar con el juez. Pero no se avergüenza. Él es lo que es y su valores son ganar: batir récords, ser el mejor, hacer historia. Ser recordado. No de una forma vanidosa, sino sabiendo que tiene un don, que su padre creía en él y que debe honrarle. Y se lamenta de no haber podido hacerlo antes. Y eso nos encanta. Un héroe con muchas trabas que se sobrepone a todas. Al final, el cuento de hadas sale bien, se revela que el hijo de su ex es su hijo y acaba la película con una secuencia donde juega al béisbol con su hijo en un campo. Ha sobrevivido y ha llegado a ser lo más importante que puede ser un hombre en la vida (según K. Costner en 'A Perfect World'): «Un buen padre de familia». Esa es la trascendencia del héroe. Un hijo es el logro del hombre. Ese es el récord y aquello por lo que merece la pena luchar: hacer que la historia se repita.
Es un tema que me resulta especialmente interesante, el de las gestas, porque EEUU nos ha dado las mejores, bien sea a través de héroes o de antihéroes. Pero hay dos cosas que les encantan a los americanos: las competiciones deportivas y las verbales. Este tipo de películas acaba con un partido donde se demuestra quién es el mejor o con un juicio. Un partido y un juicio es casi lo mismo (por eso no sorprende que el accionista del equipo hubiese sido juez antes).
Podría desarrollar más esto y dar ejemplos de pelis que me apasionan y atestiguan este análisis, pero me quedo sin espacio y, al final, solo quería hacer una apología de esta película, defenderla y sacar al niño que todos llevamos dentro... y que hay que dejar salir de vez en cuando.
Cuando un niño juega está viviendo la fantasía del juego, pero, en el fondo, sabe que está jugando. Algo similar me pasa con estas películas donde el guion claramente busca tocar los resortes adecuados para emocionar al espectador (que se lo digan a Marvel y DC). Por eso no soy exigente y, simplemente, me dejo llevar. Veo al héroe de turno y me emociono porque, al final, el deporte —o la guerra en el cine bélico— no son más que un pretexto para enseñarnos quiénes somos, cómo somos o quiénes nos gustaría ser.
Un personaje le cita al prota a Homero. No es casual. Desde la Antigüedad nos han seducido los héroes. Un héroe es alguien que las tiene todas en su contra y, aún así, es capaz de triunfar. Y, además, dar ejemplo a los niños. Un niño es un mar abierto de posibilidades. Un niño tiene posibilidad de soñar y hasta de cumplir sueños. Por eso a los chavales les encantan los superhéroes y por eso nuestro héroe se acerca a los críos y les firma autógrafos y alienta sus sueños. Un chavalín del equipo le pregunta sobre su bate. Él le dice que compre una buena madera y que lo ayudará a construir uno.
Nuestro héroe es viejo. Una perturbada le pegó un tiro en la barriga y lo alejó del béisbol 16 años. Esa es una gran sorpresa al principio de la película. Tiene dificultades. Nadie cree en él. Nadie creía en él cuando salió de su pueblo. Pero un héroe no habla. Un héroe actúa y demuestra quién es. Tienes que hacerlo todo el rato cuando eres viejo o joven, cuando eres mujer, cuando eres negro, gordo o un enano. Así funcionan las cosas. Pero Roy Hobbs cierra bocas y no se vanagloria*.
Otro punto interesante es el bate del héroe. Un compañero dice de él que, pese a batear tan fuerte, no tiene ni un rasguño. Es un bate creado con la madera de un árbol partido por un rayo. El árbol junto al que murió su padre, prematuramente, que lo adiestró en el deporte sabiendo que tenía un gran potencial. ¿Te suena a alguna película de superhéroes o te suena a TODAS? Influenciado por la fuerza del rayo, al final, el bate se rompe. Pero Hobbs le dice al chavalín al que ayudó a hacer el otro bate que le traiga el mejor. Y le lleva el que han hecho juntos, y triunfa. La prueba de que la flecha no hace al indio. Aquí solo hay corazón.
Respecto a los villanos, están bien definidos. Hay un antiguo juez, convertido en empresario deportivo, que habita en la penumbra. Él mismo dice que de niño temía a la oscuridad, superó ese miedo y ahora prefiere la oscuridad (es la típica historia del antagonista del superhéroe, que empezó siendo un niño débil y miedoso y se convierte en un aliado de la oscuridad). La oscuridad aporta ambages evidentes. El otro personaje es un apostador profesional, alguien sin valores que solo piensa en el dinero, con un ojo saltón con el que dice que adivina todo. La tercera en discordia es una mujer fatal llamada Memo (memoria) a la que el héroe, al final, le dice que sí que le recordaba a alguien (a la perturbada que le disparó en el estómago, cuando Memo dispara el revólver).
Luego hay personajes amorales: el periodista Duvall. Alguien a quien solo le importa la noticia, sea buena o mala, y nunca ha jugado al béisbol. Es el peor, según Dante: «El peor lugar del Infierno se reserva para aquellos que se mantienen neutrales en tiempos de crisis» (o algo así). El canon norteamericano de buenos y malos, ganadores y perdedores y maniqueísmo sin matices viene de la Antigua Grecia, igual que sus calles rectilíneas en ciudades creadas «ad hoc», sobre plano. Pero yo no creo que esa falta de grises cree peores productos. En las primeras etapas de nuestra vida todos necesitamos ver claros los límites. Lo infantil no es disfrutar de esas ficciones, sino creérselas. Con esto quiero tirar de las orejas a los «críticos» que desprecian esta cinta por ser un cuento de hadas edulcorado, como si eso fuese algo horroroso e imperdonable.
Tenemos al héroe, a los villanos, a los amorales (creo que había un jugador vendido por ahí). Y al final tenemos a un lanzador zurdo venido de un pueblo humilde de EEUU, como nuestro prota, que es una gran promesa. Pero Hobbs lo revienta porque, pese a ser más viejo y pese a sangrarle el estómago, él puede más.
Hobbs no es un intelectual. No sabía quién era Homero y le faltaba vocabulario al hablar con el juez. Pero no se avergüenza. Él es lo que es y su valores son ganar: batir récords, ser el mejor, hacer historia. Ser recordado. No de una forma vanidosa, sino sabiendo que tiene un don, que su padre creía en él y que debe honrarle. Y se lamenta de no haber podido hacerlo antes. Y eso nos encanta. Un héroe con muchas trabas que se sobrepone a todas. Al final, el cuento de hadas sale bien, se revela que el hijo de su ex es su hijo y acaba la película con una secuencia donde juega al béisbol con su hijo en un campo. Ha sobrevivido y ha llegado a ser lo más importante que puede ser un hombre en la vida (según K. Costner en 'A Perfect World'): «Un buen padre de familia». Esa es la trascendencia del héroe. Un hijo es el logro del hombre. Ese es el récord y aquello por lo que merece la pena luchar: hacer que la historia se repita.
Es un tema que me resulta especialmente interesante, el de las gestas, porque EEUU nos ha dado las mejores, bien sea a través de héroes o de antihéroes. Pero hay dos cosas que les encantan a los americanos: las competiciones deportivas y las verbales. Este tipo de películas acaba con un partido donde se demuestra quién es el mejor o con un juicio. Un partido y un juicio es casi lo mismo (por eso no sorprende que el accionista del equipo hubiese sido juez antes).
Podría desarrollar más esto y dar ejemplos de pelis que me apasionan y atestiguan este análisis, pero me quedo sin espacio y, al final, solo quería hacer una apología de esta película, defenderla y sacar al niño que todos llevamos dentro... y que hay que dejar salir de vez en cuando.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*Su nombre, por cierto, es muy parecido a Roi (rey en francés) y Job, el siervo más trabajador y fiel de Dios, que supera todas las pruebas a las que este lo somete, incitado por el Diablo. Si lo unimos, tenemos lo que hace falta para construir un héroe: mucho trabajo, ser el rey del trabajo. También Hobbes escribió el Leviatán. El Leviatán es una criatura divina que alberga el caos, pero que es necesaria para la Creación. Implica una destrucción y una transformación. Habría que revisar el Génesis y Job para ver si hay algo más ahí.

6,0
103
6
22 de julio de 2022
22 de julio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los flamencos, desde que empieza, apunta maneras. Esa presentación del bar del pueblo, Vinos Paco, a ritmo del cante del Terremoto de Jerez... Uno sabe que está ante algo bien hecho. Y mantiene ese ritmo, cierto. Pero con altibajos.
Sinopsis:
La película trata sobre un chaval, interpretado por Julián Mateos, que tuvo una enfermedad que lo retiró del baile. Debido a ello perdió a su gran amor y compañera de profesión, que lo abandonó, yéndose a probar suerte a Las Américas. A Julián Mateos (Diego) le consume la vida el quedarse en el pueblo, pudriéndose, sabiendo que este amor, la Antonia (Pilar Cansino), ha vuelto a Madrid. En esa pulsión de volver a buscarla comienza la película. Por cierto, no leáis la sinopsis que hay en la ficha de FA porque el spoiler que os vais a comer es gordo como una vaca.
Por su retrato del Madrid de los sesenta, con la chavalada bebiendo vino, anís, coñac y frecuentando las tabernas y las casas de mujeres buenas, se puede relacionar con otro buen puñado de películas como la maravillosa 'Con el viento solano', de Mario Camus, con 'Tiempo de silencio' o la estupendísima ópera prima de Saura: 'Los Golfos', en la que un grupo de pillos, entre vino y tablaos, cometen una serie de delitos para ayudar a un colega a entrar al ruedo.
Esta película, a diferencia de las otras —incluso comparándola con 'Con el viento solano', que cuenta con un inconmensurable Antonio Gades—, es mucho más musical que las demás. Si no tragas el flamenco, no vas a aguantar sin aburrirte, porque hay secuencias que son más deleite musical o documental que un aporte sustancial a la trama. Yo habría quitado un buen puñado de minutos. No porque no me guste, sino por el excesivo sumergimiento musical. En ese sentido se acerca a 'Vengo' (año 2000, con Antonio Canales) en la que la música y la forma pesaba muchísimo más que, por ejemplo..., las interpretaciones o la naturalidad de los diálogos (entre tú y yo: infumables).
En cuanto a la historia, es buena. Es simple. Es efectiva. Los diálogos son bastante naturales. No me han chocado en exceso. Agustín González, muy jovencito, haciendo de pueblerino borrachín, muy correcto. Juan Diego hace un papelillo curioso donde ya empieza a apuntar maneras sobre el tipo de personajes con los que despuntaría. Pero el que más llama la atención, como secundario, probablemente sea José María Prada, cuyo papel de canalla de los bajos fondos le viene como anillaco de oro al dedo.
Sin embargo, hay unos derrames de defectos menores que a mí me decepcionaron desde el primer momento. En primer lugar, en la secuencia inicial, al entrar en Vinos Paco y oír al Terremoto de Jerez... Pues salta a la legua que el sonido —magnífico, limpísimo— es «playback». No está captado en la escena. De igual manera, creo que es Julián Mateos quien coge una guitarra y ni se esfuerza en colocar los dedos medio bien para que parezca que toca de verdad. Pero luego, más adelante, en un jolgorio con unos americanos, ya es ofensivo cuando el afroamericano marchoso coge la guitarra flamenca para tocar un «rock and roll» y coloca los dedos POR ENCIMA DE LA CEJILLA. ¡Alma de cántaro, cómo esperas que suene ahí nada? Habiendo colaborado tantos flamencos en la película, alguno podría haber echado un cable ahí para que la verosimilitud de una parte tan gruesa en esta peli como es la musical no se afee con tonterías tan insignificantes como esas.
Respecto a la realización, me parece notable. La cámara está ahí para servir a la historia, aportando algunos planos con significado que colaboran en la narración. Hay un plano muy estético donde vemos a Julián Mateos beber una copa a través de un ventanuco en un tabique que comunica dos salas de una tasca. Algo similar pasaba en 'Con el viento solano' cuando el gitano Sebastián se situaba detrás de una puerta acristalada, mientras esperaba para pedir ayuda a un antiguo maestro, tras el crimen que cometió. Ambos planos transmiten una idea de ahogo, de separación o aislamiento que definen muy bien el estado mental del protagonista**.
En general, es una gran película. Quizá merezca más de mi seis. Pero, por algún motivo, no ha acabado de parecerme todo lo atractiva y desenvuelta que podría haber sido. Aún así, tampoco hay mucha más chicha, más allá de describir el estado psicológico de un protagonista asfixiado y enrabiado. Me da la sensación de que es de lo poco bueno que podré ver de Jesús Yagüe de aquí en adelante, salvando, quizá, por el título, una o dos más. El resto, por lo que he ojeado, parecen películas de corte landista y colaboraciones con De Armiñán para la tele donde, aunque Yagüe dirija —cosa que no hace mal—, la calidad del contenido será debida a los guiones de De Armiñán, que suelen ser una mina.
22-7-22.
Sinopsis:
La película trata sobre un chaval, interpretado por Julián Mateos, que tuvo una enfermedad que lo retiró del baile. Debido a ello perdió a su gran amor y compañera de profesión, que lo abandonó, yéndose a probar suerte a Las Américas. A Julián Mateos (Diego) le consume la vida el quedarse en el pueblo, pudriéndose, sabiendo que este amor, la Antonia (Pilar Cansino), ha vuelto a Madrid. En esa pulsión de volver a buscarla comienza la película. Por cierto, no leáis la sinopsis que hay en la ficha de FA porque el spoiler que os vais a comer es gordo como una vaca.
Por su retrato del Madrid de los sesenta, con la chavalada bebiendo vino, anís, coñac y frecuentando las tabernas y las casas de mujeres buenas, se puede relacionar con otro buen puñado de películas como la maravillosa 'Con el viento solano', de Mario Camus, con 'Tiempo de silencio' o la estupendísima ópera prima de Saura: 'Los Golfos', en la que un grupo de pillos, entre vino y tablaos, cometen una serie de delitos para ayudar a un colega a entrar al ruedo.
Esta película, a diferencia de las otras —incluso comparándola con 'Con el viento solano', que cuenta con un inconmensurable Antonio Gades—, es mucho más musical que las demás. Si no tragas el flamenco, no vas a aguantar sin aburrirte, porque hay secuencias que son más deleite musical o documental que un aporte sustancial a la trama. Yo habría quitado un buen puñado de minutos. No porque no me guste, sino por el excesivo sumergimiento musical. En ese sentido se acerca a 'Vengo' (año 2000, con Antonio Canales) en la que la música y la forma pesaba muchísimo más que, por ejemplo..., las interpretaciones o la naturalidad de los diálogos (entre tú y yo: infumables).
En cuanto a la historia, es buena. Es simple. Es efectiva. Los diálogos son bastante naturales. No me han chocado en exceso. Agustín González, muy jovencito, haciendo de pueblerino borrachín, muy correcto. Juan Diego hace un papelillo curioso donde ya empieza a apuntar maneras sobre el tipo de personajes con los que despuntaría. Pero el que más llama la atención, como secundario, probablemente sea José María Prada, cuyo papel de canalla de los bajos fondos le viene como anillaco de oro al dedo.
Sin embargo, hay unos derrames de defectos menores que a mí me decepcionaron desde el primer momento. En primer lugar, en la secuencia inicial, al entrar en Vinos Paco y oír al Terremoto de Jerez... Pues salta a la legua que el sonido —magnífico, limpísimo— es «playback». No está captado en la escena. De igual manera, creo que es Julián Mateos quien coge una guitarra y ni se esfuerza en colocar los dedos medio bien para que parezca que toca de verdad. Pero luego, más adelante, en un jolgorio con unos americanos, ya es ofensivo cuando el afroamericano marchoso coge la guitarra flamenca para tocar un «rock and roll» y coloca los dedos POR ENCIMA DE LA CEJILLA. ¡Alma de cántaro, cómo esperas que suene ahí nada? Habiendo colaborado tantos flamencos en la película, alguno podría haber echado un cable ahí para que la verosimilitud de una parte tan gruesa en esta peli como es la musical no se afee con tonterías tan insignificantes como esas.
Respecto a la realización, me parece notable. La cámara está ahí para servir a la historia, aportando algunos planos con significado que colaboran en la narración. Hay un plano muy estético donde vemos a Julián Mateos beber una copa a través de un ventanuco en un tabique que comunica dos salas de una tasca. Algo similar pasaba en 'Con el viento solano' cuando el gitano Sebastián se situaba detrás de una puerta acristalada, mientras esperaba para pedir ayuda a un antiguo maestro, tras el crimen que cometió. Ambos planos transmiten una idea de ahogo, de separación o aislamiento que definen muy bien el estado mental del protagonista**.
En general, es una gran película. Quizá merezca más de mi seis. Pero, por algún motivo, no ha acabado de parecerme todo lo atractiva y desenvuelta que podría haber sido. Aún así, tampoco hay mucha más chicha, más allá de describir el estado psicológico de un protagonista asfixiado y enrabiado. Me da la sensación de que es de lo poco bueno que podré ver de Jesús Yagüe de aquí en adelante, salvando, quizá, por el título, una o dos más. El resto, por lo que he ojeado, parecen películas de corte landista y colaboraciones con De Armiñán para la tele donde, aunque Yagüe dirija —cosa que no hace mal—, la calidad del contenido será debida a los guiones de De Armiñán, que suelen ser una mina.
22-7-22.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
**Cerca del final hay otro plano muy explícito donde, tras la paliza de José María Prada a Julián Mateos, este se apoya convaleciente sobre una vitrina enrejada llena de cuchillos. Cuchillos, además, parecidos —creo— al que usó para dar la puñalada que terminaría de arruinarle la vida.
Notable, por cierto, la discreta línea de diáologo que uso como título de esta crítica cuando Juan Diego se encuentra con Julián Mateos y le recrimina su distraimiento o su ensimismamiento al no reconocer un nombre que este le cita. Se percibe la amargura de Julián, que está comido por el rencor del abandono, la rabia por la enfermedad que padeció y los celos por el nuevo hombre que hay en la vida de aquel antiguo amor loco. Es un personaje con un único propósito, irreal y nocivo, que se mueve de puntillas, ajeno a un mundo al que ya no quiere volver..., pero acaba volviendo para terminar disolviéndose en el cuartel.
Julián no se atreve a volver a bailar, no se le conoce otro trabajo y no quiere hacer chapuzas como ladrón o tunante. Cuando acepta un trabajo de cuatrero lo hace por pagar un favor de una fianza (por una pelea porque delató a un ladrón, irónicamente), y se las arregla para cargárselo todo robándole al ladrón que le conminó el encargo. Es uno de esos personajes obsesionados con echarlo todo a perder. Y esto es, en gran parte, el gran atractivo del film.
Notable, por cierto, la discreta línea de diáologo que uso como título de esta crítica cuando Juan Diego se encuentra con Julián Mateos y le recrimina su distraimiento o su ensimismamiento al no reconocer un nombre que este le cita. Se percibe la amargura de Julián, que está comido por el rencor del abandono, la rabia por la enfermedad que padeció y los celos por el nuevo hombre que hay en la vida de aquel antiguo amor loco. Es un personaje con un único propósito, irreal y nocivo, que se mueve de puntillas, ajeno a un mundo al que ya no quiere volver..., pero acaba volviendo para terminar disolviéndose en el cuartel.
Julián no se atreve a volver a bailar, no se le conoce otro trabajo y no quiere hacer chapuzas como ladrón o tunante. Cuando acepta un trabajo de cuatrero lo hace por pagar un favor de una fianza (por una pelea porque delató a un ladrón, irónicamente), y se las arregla para cargárselo todo robándole al ladrón que le conminó el encargo. Es uno de esos personajes obsesionados con echarlo todo a perder. Y esto es, en gran parte, el gran atractivo del film.

5,9
820
7
9 de julio de 2021
9 de julio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película, sin nada en especial y de la que no sabía mucho antes de comenzarla, no es una gran película.
Sin embargo, tiene elementos que la hacen grande. Yo destacaría tres: su fotografía, su banda sonora y la sonrisa de Concha Velasco. Esas son mis razones, pero tengo otras.
La idea de la película es algo simple. A lo largo de verla me preguntaba: «¿A dónde me llevas?, ¿cuál es el conflicto?». Puede parecer que no hay, pero lo hay. Simplemente es que muy sutil, algo muy propio del carácter intimista de las películas de Armiñán, aunque es cierto que resulta mucho más liviana de contenido que otras de sus obras.
La maravilla de La hora bruja radica en los elementos que la componen más que en la propia historia en sí. Aquí mis razones:
—La fotografía, con bellísimos paisajes gallegos y con su luz y ese aire veraniego de antaño en las plazas de los pueblos. Gran parte de los planos son bellísimos. La mayoría son muy documentales: dejan que el sujeto se muestre como es, sin que te pares demasiado a pensar en la dificultad técnica o la apuesta artística, salvo en un par de casos que enumeré.
—Galicia en sí, con su tradición mitológica, que refuerza la idea del relato en torno a la magia, la brujería y lo oculto.
—Referencias al romanticismo en música (la adaptación orquestal que hizo Debussy de Satie) y a la literatura (Bécquer, sin ir más lejos; aunque también con referencias a la muerte que no son románticas: «Miré a los muros de la patria mía», etc.).
—Las interepretaciones. Son cojonudas. Concha Velasco aún tiene un aire antiguo, linamorganesco, propio del cine de los sesenta, algo más expresivo que en los ochenta. La oratoria de Paco Rabal es similar a la de Juncal. Lo que allí, con su acento murciano, forzado al sevillano, era un manjar, aquí me sobra un poco. Pero ambos tienen tantas tablas que hacen que te olvides fácilmente de esas menudencias.
—Las líneas de diálogo no me sonaban muy naturales en algunos momentos. Pero también se pueden tomar como elementos causales de la estructura, en el sentido de que ambos personajes llevan muchos años dedicados al mundo de la farándula, ajenos un poco a los tiempos, insertos en su burbuja ambulante de cine clásico y espectáculos de principios de siglo.
—¡Ah!, Sancho Gracia haciendo de Diablo que imita a Sancho Gracia: espectacular. No acabo de entenderlo muy bien a ese personaje, pero qué chulazo es y qué Gracia tiene, haga lo que haga.
Sigo en el spoiler. En el spoiler..., pues hay spoiler (aunque no mucho).
Sin embargo, tiene elementos que la hacen grande. Yo destacaría tres: su fotografía, su banda sonora y la sonrisa de Concha Velasco. Esas son mis razones, pero tengo otras.
La idea de la película es algo simple. A lo largo de verla me preguntaba: «¿A dónde me llevas?, ¿cuál es el conflicto?». Puede parecer que no hay, pero lo hay. Simplemente es que muy sutil, algo muy propio del carácter intimista de las películas de Armiñán, aunque es cierto que resulta mucho más liviana de contenido que otras de sus obras.
La maravilla de La hora bruja radica en los elementos que la componen más que en la propia historia en sí. Aquí mis razones:
—La fotografía, con bellísimos paisajes gallegos y con su luz y ese aire veraniego de antaño en las plazas de los pueblos. Gran parte de los planos son bellísimos. La mayoría son muy documentales: dejan que el sujeto se muestre como es, sin que te pares demasiado a pensar en la dificultad técnica o la apuesta artística, salvo en un par de casos que enumeré.
—Galicia en sí, con su tradición mitológica, que refuerza la idea del relato en torno a la magia, la brujería y lo oculto.
—Referencias al romanticismo en música (la adaptación orquestal que hizo Debussy de Satie) y a la literatura (Bécquer, sin ir más lejos; aunque también con referencias a la muerte que no son románticas: «Miré a los muros de la patria mía», etc.).
—Las interepretaciones. Son cojonudas. Concha Velasco aún tiene un aire antiguo, linamorganesco, propio del cine de los sesenta, algo más expresivo que en los ochenta. La oratoria de Paco Rabal es similar a la de Juncal. Lo que allí, con su acento murciano, forzado al sevillano, era un manjar, aquí me sobra un poco. Pero ambos tienen tantas tablas que hacen que te olvides fácilmente de esas menudencias.
—Las líneas de diálogo no me sonaban muy naturales en algunos momentos. Pero también se pueden tomar como elementos causales de la estructura, en el sentido de que ambos personajes llevan muchos años dedicados al mundo de la farándula, ajenos un poco a los tiempos, insertos en su burbuja ambulante de cine clásico y espectáculos de principios de siglo.
—¡Ah!, Sancho Gracia haciendo de Diablo que imita a Sancho Gracia: espectacular. No acabo de entenderlo muy bien a ese personaje, pero qué chulazo es y qué Gracia tiene, haga lo que haga.
Sigo en el spoiler. En el spoiler..., pues hay spoiler (aunque no mucho).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La historia, en realidad, es muy dulce.
César y Pilar son un matrimonio que viven en un autocar, de forma errante, llevando magia y cine a los pueblos. Él es mayor que ella (quizá demasiado, pero no es algo que rompa excesivamente la verosimilitud). Se quieren, pero estan algo distanciados. Las cosas no parecen brillar tanto como deberían.
Entonces César conoce a un personaje misterioso (¿el Diablo?) que siembra en él ciertas dudas que antes parecía no tener. Después la pareja conoce a Victoria Abril (¿una bruja?; ¿el mismo diablo en forma de súcubo?). Ella es joven y vivaracha e inicia una relación con ambos. Ellos crean cierta dependencia para con la chica a la vez que parece revitalizarse en su amor.
Al final, por obra del Diablo o por el encanto de Galicia y sus mitos, la historia es una road movie con un viaje que crea un impacto en los protagonistas. Un impacto positivo, en este caso, que les hace reflexionar sobre esos universales tan susceptibles de ser poetizados: el tiempo, la muerte, la vida, el amor...
Como colofón, me guardo este diálogo del final, cargado de vitalidad, cuando están marchándose en su autocar. Pilar dice:
—Estoy tan bien, tan bien, que no me importaría morir ahora mismo.
—Pues yo quiero... ¡vivir! —contesta César.
Sin duda, iré a Galicia, si llego a tener una crisis matrimonial.
César y Pilar son un matrimonio que viven en un autocar, de forma errante, llevando magia y cine a los pueblos. Él es mayor que ella (quizá demasiado, pero no es algo que rompa excesivamente la verosimilitud). Se quieren, pero estan algo distanciados. Las cosas no parecen brillar tanto como deberían.
Entonces César conoce a un personaje misterioso (¿el Diablo?) que siembra en él ciertas dudas que antes parecía no tener. Después la pareja conoce a Victoria Abril (¿una bruja?; ¿el mismo diablo en forma de súcubo?). Ella es joven y vivaracha e inicia una relación con ambos. Ellos crean cierta dependencia para con la chica a la vez que parece revitalizarse en su amor.
Al final, por obra del Diablo o por el encanto de Galicia y sus mitos, la historia es una road movie con un viaje que crea un impacto en los protagonistas. Un impacto positivo, en este caso, que les hace reflexionar sobre esos universales tan susceptibles de ser poetizados: el tiempo, la muerte, la vida, el amor...
Como colofón, me guardo este diálogo del final, cargado de vitalidad, cuando están marchándose en su autocar. Pilar dice:
—Estoy tan bien, tan bien, que no me importaría morir ahora mismo.
—Pues yo quiero... ¡vivir! —contesta César.
Sin duda, iré a Galicia, si llego a tener una crisis matrimonial.
Serie

5,3
1.304
5
11 de enero de 2023
11 de enero de 2023
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin me he decidido a escribir unas líneas sobre ¡García! Es una serie que no pensaba ver. No daba mucho por ella, después de ver el tráiler. Los actores no me transmitían mucho y parecía otro de estos proyectos de imitar fórmulas americanas, como hicieron los italianos con Jeeg Robot —que, por cierto, no estaba mal del todo.
Hay una cosa que odio de esta serie, pero que yo mismo he acabado en cierto modo justificando. Las escenas de acción, las peleas: el hecho de que con cada golpe que dé el protagonista todos los enemigos vuelen literalmente. La realización técnica me parece algo pobre. No puedo dejar de imaginarme la colchoneta y los cables. Creo que se abusa de ese efecto. Lo puedo justificar por algo que descubrí después: la serie está basada en un cómic. Y el lenguaje del cómic, para bien o para mal, usa, abusa y disfruta de los BAM y los BUM. Hasta ahí, vale.
Otra cosa que detesto es el casting. Casi ningún actor me convence ni hace que me lo crea. Gutierrez Caba es una excepción, pero está tan desproporcionado en su papel... Lo más verosímil de la serie, para mí, es que un tío haya estado congelado sesenta años bajo El Valle. La culpa es de los diálogos, como siempre. Hay que entender que aunque se quiera conservar esa esencia «comiquera» (que no tiene por qué ser una copia americana), hay cosas que funcionan en cómic y que no lo hacen en el cine. (Miedo me daría de ver una adaptación cinematográfica de Maus, por ejemplo). Los actores, los diálogos acartonados, las frasecitas hechas a la antigua usanza («¡Diablo de chico...!») al final son cosas a las que te acostumbras. A unas, por simpatía o porque crees que solo están representando a personajes tipo; y a otras porque te has dado cuenta de que no puedes pedirle peras al olmo (muchos diálogos son de teleserie merdasetera de estreno los jueves a las 22).
SIN EMBARGO, hay cosas que me han encantado en la serie:
La banda sonora. La adoro. No solamente porque el que escribe esto sea de alma carca, sino que me han parecido muy bien introducidas en el montaje, teniendo un efecto muy potente a veces. En terreno patrio es algo que sabe hacer muy bien Álex de la Iglesia, cuando en Balada triste de trompeta mete un tema de Marisol o en Acción mutante, de Karina, por ejemplo. Hablaré sobre esto un poco más en el spoiler.
Otra cosa que me ha gustado es el respeto que se nota entre las dos facciones políticas y el juego de contrastes con el que se juega a lo largo de la serie: los fachas, los progres, lo antiguo, lo moderno, lo viejo, lo joven, etc. En esos juegos se construye toda la serie y, de haber estado mejor escrita, menudo caramelito habría sido, pardiez. Aún así, volviendo al point: los personajes de Gutiérrez Caba y su hija son opuestos ideológicamente, por ejemplo; pero ambos se tratan con una suerte de condescendencia cariñosa. No hay una fricción fuerte en ese sentido. No es una obra donde un bando critique o caricaturice al otro. El personaje de García, por ejemplo, podría haber sufrido una deformación caricaturesca tremenda; sin embargo, la forma de tratarlo es sumamente respetuosa. Es un héroe canónico. Da igual de qué tiempo sea: un héroe siempre es un héroe. En este caso, García no es una reliquia del fascismo o del franquismo. Es un patriota. Y ese respeto por los personajes me parece muy acertado.
A lo largo de la serie se juega mucho con los choques de contrastes culturales-cronológicos. Incluso hay enfrentamientos entre las dos españas, como la escena con los extras en el tumulto en El Valle. Hay fricciones en esas capas, es cierto. Pero la ideología, en cambio, no define a los personajes principales; o no en exceso. Antes que eso predominan los moldes de personajes tipo de producto de superhéroes (no sabría decirte qué es peor al final).
Hay una cosa que odio de esta serie, pero que yo mismo he acabado en cierto modo justificando. Las escenas de acción, las peleas: el hecho de que con cada golpe que dé el protagonista todos los enemigos vuelen literalmente. La realización técnica me parece algo pobre. No puedo dejar de imaginarme la colchoneta y los cables. Creo que se abusa de ese efecto. Lo puedo justificar por algo que descubrí después: la serie está basada en un cómic. Y el lenguaje del cómic, para bien o para mal, usa, abusa y disfruta de los BAM y los BUM. Hasta ahí, vale.
Otra cosa que detesto es el casting. Casi ningún actor me convence ni hace que me lo crea. Gutierrez Caba es una excepción, pero está tan desproporcionado en su papel... Lo más verosímil de la serie, para mí, es que un tío haya estado congelado sesenta años bajo El Valle. La culpa es de los diálogos, como siempre. Hay que entender que aunque se quiera conservar esa esencia «comiquera» (que no tiene por qué ser una copia americana), hay cosas que funcionan en cómic y que no lo hacen en el cine. (Miedo me daría de ver una adaptación cinematográfica de Maus, por ejemplo). Los actores, los diálogos acartonados, las frasecitas hechas a la antigua usanza («¡Diablo de chico...!») al final son cosas a las que te acostumbras. A unas, por simpatía o porque crees que solo están representando a personajes tipo; y a otras porque te has dado cuenta de que no puedes pedirle peras al olmo (muchos diálogos son de teleserie merdasetera de estreno los jueves a las 22).
SIN EMBARGO, hay cosas que me han encantado en la serie:
La banda sonora. La adoro. No solamente porque el que escribe esto sea de alma carca, sino que me han parecido muy bien introducidas en el montaje, teniendo un efecto muy potente a veces. En terreno patrio es algo que sabe hacer muy bien Álex de la Iglesia, cuando en Balada triste de trompeta mete un tema de Marisol o en Acción mutante, de Karina, por ejemplo. Hablaré sobre esto un poco más en el spoiler.
Otra cosa que me ha gustado es el respeto que se nota entre las dos facciones políticas y el juego de contrastes con el que se juega a lo largo de la serie: los fachas, los progres, lo antiguo, lo moderno, lo viejo, lo joven, etc. En esos juegos se construye toda la serie y, de haber estado mejor escrita, menudo caramelito habría sido, pardiez. Aún así, volviendo al point: los personajes de Gutiérrez Caba y su hija son opuestos ideológicamente, por ejemplo; pero ambos se tratan con una suerte de condescendencia cariñosa. No hay una fricción fuerte en ese sentido. No es una obra donde un bando critique o caricaturice al otro. El personaje de García, por ejemplo, podría haber sufrido una deformación caricaturesca tremenda; sin embargo, la forma de tratarlo es sumamente respetuosa. Es un héroe canónico. Da igual de qué tiempo sea: un héroe siempre es un héroe. En este caso, García no es una reliquia del fascismo o del franquismo. Es un patriota. Y ese respeto por los personajes me parece muy acertado.
A lo largo de la serie se juega mucho con los choques de contrastes culturales-cronológicos. Incluso hay enfrentamientos entre las dos españas, como la escena con los extras en el tumulto en El Valle. Hay fricciones en esas capas, es cierto. Pero la ideología, en cambio, no define a los personajes principales; o no en exceso. Antes que eso predominan los moldes de personajes tipo de producto de superhéroes (no sabría decirte qué es peor al final).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Quizá este sea el motivo que me ha movido a escribir hoy la crítica: me he acordado de una escena que recuerdo a menudo y que me encantó. Me parece —habiendo visto El cumpleaños de Eugenio Mira— que este tuvo mucho que ver en el montaje de esta escena. O no.
Me refiero a la escena final del capítulo tres. García se reencuentra con su amor de juventud. Creo que ese capítulo arrancaba en una verbena con el tema de «Alma, corazón y vida» de Los Panchos. La forma tan magistral en la que se recupera esa canción al final de ese capítulo me emociona profundamente. La serie es un pasatiempo frívolo, seamos sinceros; pero esa subtrama de la historia del prota posee un peso filosófico muy potente que lo desarrollan y cierran de una forma muy bien realizada. Y toda la emoción de esa secuencia se asienta sobre Los Panchos.
El montaje arranca con la canción empezando a sonar, mientras el villano (Gutiérrez Caba) cena tranquilamente en su casa con su hija y su yerno, como un Padrino mafioso. Y luego se sucede todo lo demás, de forma paralela. El reencuentro entre García y su novia. A partir de ahí, todo es de un goce estético tremendo. Tanto el baile que vuelven a compartir García y su novia, como la escena en la que la pasma irrumpe en casa y empieza la pelea de mamporros voladores. Es una delicia y, diga lo que diga hoy, no encontraré las palabras para expresar lo deliciosa que me parece toda esa secuencia y lo bien montada que está.
Por esos momentos y por su banda sonora, como ese divertidísimo «Rascayú», muy inteligentemente colocado al final del capítulo piloto (tanto por el argumento de la serie como por la historia asociada a esa canción), me parece una serie muy chula —uso ese adjetivo a propósito—; y me dan más ganas de echarle un ojo al cómic que de llegar a ver una segunda temporada.
No ha sido una experiencia tan desagradable, después de todo. Simpática.
Me refiero a la escena final del capítulo tres. García se reencuentra con su amor de juventud. Creo que ese capítulo arrancaba en una verbena con el tema de «Alma, corazón y vida» de Los Panchos. La forma tan magistral en la que se recupera esa canción al final de ese capítulo me emociona profundamente. La serie es un pasatiempo frívolo, seamos sinceros; pero esa subtrama de la historia del prota posee un peso filosófico muy potente que lo desarrollan y cierran de una forma muy bien realizada. Y toda la emoción de esa secuencia se asienta sobre Los Panchos.
El montaje arranca con la canción empezando a sonar, mientras el villano (Gutiérrez Caba) cena tranquilamente en su casa con su hija y su yerno, como un Padrino mafioso. Y luego se sucede todo lo demás, de forma paralela. El reencuentro entre García y su novia. A partir de ahí, todo es de un goce estético tremendo. Tanto el baile que vuelven a compartir García y su novia, como la escena en la que la pasma irrumpe en casa y empieza la pelea de mamporros voladores. Es una delicia y, diga lo que diga hoy, no encontraré las palabras para expresar lo deliciosa que me parece toda esa secuencia y lo bien montada que está.
Por esos momentos y por su banda sonora, como ese divertidísimo «Rascayú», muy inteligentemente colocado al final del capítulo piloto (tanto por el argumento de la serie como por la historia asociada a esa canción), me parece una serie muy chula —uso ese adjetivo a propósito—; y me dan más ganas de echarle un ojo al cómic que de llegar a ver una segunda temporada.
No ha sido una experiencia tan desagradable, después de todo. Simpática.
3 de septiembre de 2021
3 de septiembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las primeras películas de Schwarzenegger. Es malilla. También sale Jeff Bridges cuando era joven. Pero sigue siendo malilla.
Sin embargo, me anoto un par de cosas al respecto:
Me pregunto cómo de moda estaba el culturismo en la América de los 70 y cuántas películas sobre este deporte habría. Sin duda, gracias a la figura de Arnold (que es un personaje que también viene de Austria, como el actor) se le da bastante respeto. Igual se respetan más los valores humanos que fomenta el deporte que el aprecio en la época por los negros o las mujeres. Eran los 70.
El personaje de Bridges es el de un gestor inmobiliario de noble (burgués) linaje que tiene la tarea deshumanizadora de comprar un humilde gimnasio en el que Arnold lucha a diario para conseguir un premio. Ambos se hacen amigos, comparten mujer (esto es algo que sigo sin entender) y plis plas.
Lo que me llama la atención de este filme y quiero apuntar aquí es que el personaje de Bridges es el de un joven perdido que no sabe muy bien en qué enfocar su vida. Sigo en el spoiler para más detalles sin destripar más.
Sin embargo, me anoto un par de cosas al respecto:
Me pregunto cómo de moda estaba el culturismo en la América de los 70 y cuántas películas sobre este deporte habría. Sin duda, gracias a la figura de Arnold (que es un personaje que también viene de Austria, como el actor) se le da bastante respeto. Igual se respetan más los valores humanos que fomenta el deporte que el aprecio en la época por los negros o las mujeres. Eran los 70.
El personaje de Bridges es el de un gestor inmobiliario de noble (burgués) linaje que tiene la tarea deshumanizadora de comprar un humilde gimnasio en el que Arnold lucha a diario para conseguir un premio. Ambos se hacen amigos, comparten mujer (esto es algo que sigo sin entender) y plis plas.
Lo que me llama la atención de este filme y quiero apuntar aquí es que el personaje de Bridges es el de un joven perdido que no sabe muy bien en qué enfocar su vida. Sigo en el spoiler para más detalles sin destripar más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Bridges no está satisfecho con la que parece ser su chica ni con la mansión familiar en la que vive, a la que ni siquiera llama su casa, sino: «La casa de mis padres». Todo parece etéreo y sin sentido (¡bendita vida burguesa!). Al tratar de comprar el gimnasio en el que trabaja Arnold traba amistad con este. Descubre a un hombre sencillo y amable que le contagia de pasión.
En principio uno piensa que Bridges quiere embaucar a Arnold y este, a su vez, le «presta» a su novia y parece pretender embaucarlo a él. Pero luego todo es más naíf y menos maquiavélico de lo que parece. Es una historia sencilla, sin pretensiones, sobre la amistad y el propósito en la vida.
A mí me ha recordado a dos películas posteriores: una, Results, película de personas corrientes con una pasión común y un vínculo con el deporte; la otra, Wall Street.
Aquí viene lo interesante. Charlie Sheen en Wall Street no venía de una familia burguesa ni parecía estar perdido o insatisfecho (solo cegado por el hambre y el dinero). Al final se daba cuenta de que era mejor CREAR algo y poner pasión en ello (como su padre, que curraba en los astilleros) en vez de especular como hacía Gekko. Es exactamente lo que le sucede al personaje de Jeff.
En Wall Street, el joven Sheen se guiaba por dos figuras de «senex». Una noble: su padre; otra, perniciosa, Gekko. Esa figura de «viejo sabio» existe también para el personaje de Jeff: un tío lejano suyo con el que se escribe cartas en voz en off, y el viejo mayordomo negro de la familia. Ellos dos son la brújula moral (positiva) del huérfano. Para Arnold, en cambio, su mentor es el dueño del gimnasio, un tipo que hizo mucho por él en el pasado, pero que en la actualidad tiene un comportamiento muy cuestionable (quizá por culpa de esos especuladores inmobiliarios), (o quizá no tanto).
Bonus:
—Cuando Bridges le pregunta a Arnold por qué pasó de una tía, él le contestó que no le gustaban las cosas fáciles, que era mejor mantenerse con hambre. Metáfora deportiva-romántica-vital-asceta-de-coaching.
—Los personajes son simpáticos y amables, en general. Hay uno, incluso, que le da un aire a Sean Penn en Carlito's Way. ¿Será esta película germen de tantas otras?
—La escena de los culturistas corriendo por la calle al final es bastante graciosa. Seguramente no eran actores profesionales y debió de ser un momento muy loco en el que se lo pasaron bien dando la nota.
Eso es todo. Solo quería tener a mano estos apuntes para mí.
P.S. Results es una película menos mala de lo que pueda parecer.
En principio uno piensa que Bridges quiere embaucar a Arnold y este, a su vez, le «presta» a su novia y parece pretender embaucarlo a él. Pero luego todo es más naíf y menos maquiavélico de lo que parece. Es una historia sencilla, sin pretensiones, sobre la amistad y el propósito en la vida.
A mí me ha recordado a dos películas posteriores: una, Results, película de personas corrientes con una pasión común y un vínculo con el deporte; la otra, Wall Street.
Aquí viene lo interesante. Charlie Sheen en Wall Street no venía de una familia burguesa ni parecía estar perdido o insatisfecho (solo cegado por el hambre y el dinero). Al final se daba cuenta de que era mejor CREAR algo y poner pasión en ello (como su padre, que curraba en los astilleros) en vez de especular como hacía Gekko. Es exactamente lo que le sucede al personaje de Jeff.
En Wall Street, el joven Sheen se guiaba por dos figuras de «senex». Una noble: su padre; otra, perniciosa, Gekko. Esa figura de «viejo sabio» existe también para el personaje de Jeff: un tío lejano suyo con el que se escribe cartas en voz en off, y el viejo mayordomo negro de la familia. Ellos dos son la brújula moral (positiva) del huérfano. Para Arnold, en cambio, su mentor es el dueño del gimnasio, un tipo que hizo mucho por él en el pasado, pero que en la actualidad tiene un comportamiento muy cuestionable (quizá por culpa de esos especuladores inmobiliarios), (o quizá no tanto).
Bonus:
—Cuando Bridges le pregunta a Arnold por qué pasó de una tía, él le contestó que no le gustaban las cosas fáciles, que era mejor mantenerse con hambre. Metáfora deportiva-romántica-vital-asceta-de-coaching.
—Los personajes son simpáticos y amables, en general. Hay uno, incluso, que le da un aire a Sean Penn en Carlito's Way. ¿Será esta película germen de tantas otras?
—La escena de los culturistas corriendo por la calle al final es bastante graciosa. Seguramente no eran actores profesionales y debió de ser un momento muy loco en el que se lo pasaron bien dando la nota.
Eso es todo. Solo quería tener a mano estos apuntes para mí.
P.S. Results es una película menos mala de lo que pueda parecer.
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