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Críticas 84
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de febrero de 2008
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el mundo fuera justo ahora cada vez que viéramos algo asombroso diríamos: "Mira, una daga voladora de Zhang Yimou".

Bienvenidos al cine espectáculo, al de verdad. Al de aplaudir en mitad de las escenas. Al que te coge de la garganta y no te suelta. Bienvenidos al cine de aventuras. Al cine de entrelazar tus ojos con la pantalla y que no los puedas quitar. Al de la inocencia en favor de la excelencia de un gran espectáculo. Al de la sublime sencillez por querer contar algo sin tener que recurrir a mil explicaciones filosóficas. Al de la belleza en pos de la propia belleza ¿Hace falta mostrar algo hermoso por más razones que la propia hermosura?

Zhang Yimou realiza un espectáculo fílmico fascinante, con una composición de colores asombrosa, una técnica fotográfica depuradísima y una constante obsesión por la espectacularidad de la imágenes ¿Acaso alguna escena de aventuras puede superar la de la batalla en el bosque de bambús? ¿Alguna escena puede superar la belleza del baile de la chica ciega?

Si además la película tiene como protagonista a Zhang Ziyi, con esa mirada eléctrica, esa inocencia en su rostro y ese magnetismo con la cámara, lo que obtenemos es la oda perfecta a la belleza, dentro del gran espectáculo que su director ha querido regalarnos.

Olvídense del "cómo" y el "cuándo" y piensen sólo en el "qué". Se ahorrarán tiempo de encontrar respuestas a preguntas que no las tienen y presenciarán uno de los espectáculos mas bellos que nos ha regalado el cine en los últimos años.
26 de enero de 2007
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya está bien de hacernos los machotes, de mirar a la gente por encima del hombro, de creernos lo que no somos. Paul Thomas Anderson echa al ruedo a un puñado de perdedores muy diferentes entre sí pero con un parecido en común, la necesidad de perdonar y ser perdonados, de amar y ser amados.
Un dirección sobresaliente del propio Anderson, uno de los mejores guiones de todos los tiempos y la sobrecogedora actuación de un grupo de actores dando lo mejor de si mismos forman el puzzle de este film, en el que Anderson baja a la tierra árida y seca que conforma la vida de la mayoría de nosotros. Devuelve a las personas toda su humanidad y a la vida toda su gracia y su dolor, dándonos 3 horas de una materia narrativa y visual estremecedora, que pincha en la piel y duele en el alma.
Porque ya va siendo hora de decirlo esto no es una película... es un milagro.
17 de diciembre de 2022
22 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía que venir tito Cameron para recordarnos lo que es hacer un blockbuster con alma, con corazón y con emoción y, de paso, revolucionar de nuevo la tecnología audiovisual, llevándola a cotas jamás vistas.

Bienvenidos a Pandora:

Lo primero es lo primero, por mucho que a algunos les pese, y en Avatar es obligado empezar por el apartado audiovisual. Ese aspecto tantas veces ninguneado, aún siendo el motor básico de cualquier película (el cine es, ante todo, imagen y sonido). El motion capture de los actores y el CGI de Avatar el Sentido del Agua deja en pañales a cualquier producción de Marvel y cuántas películas más se le presenten. Apabullante y fascinante a partes iguales, obligatoria en su visionado en 3D, la recreación de Pandora, ese planeta al cual Cameron se iría a vivir si pudiera, es absolutamente inmersiva y una invitación a no poder pestañear por miedo a perderte el siguiente plano. Tecnología al más alto nivel, sí, pero siempre al servicio de la narración y la dirección artística. Siempre acompañando, siempre con el propósito de sumergir al espectador en Pandora.

Pura fantasía, pura ensoñación, cine en estado puro, en pantalla grande, en mayúsculas. Cine de magia y asombro. Cameron nos recuerda el motivo por el que se inventó el séptimo arte.

La música además siempre acompaña de manera certera a la imagen, logrando en no pocas ocasiones ese moméntum tan sumamente preciado y tantas veces inalcanzable de pura expresión de placer, de felicidad, de sonrisa que no puedes quitarte de la boca.

Cameron ha hecho una película con un corazón enorme, gigantesco. Avatar el Sentido del Agua es pura emotividad, grandilocuente, sí, pero siempre honesta, auto-consciente y llena de amor, a Pandora, a la naturaleza, al mundo océanico especialmente y, en última instancia, a la familia, al poder que de ella emana y a la naturaleza humana cuando está presente. Auténtica poesía en movimiento, a veces incluso rozando lo cursi, lo sentimental.

Dicho esto, ahora sí, entremos en la narración. La polémica absurda de la que algunos hacen bandera. Tantas vueltas con lo mismo cuando se habla de Avatar y después nos tragamos cualquier estupidez de blockbuster con la mitad de cerebro y diez veces menos de corazón.

La narración de Avatar el Sentido del Agua es sencilla, sí, y se siente a gusto siendo así, vistiéndose desde el principio de esta manera, sin engañarte, ni tomarte como estúpido (ejem, ejem, Spider-man No Way Home).

Nunca es compleja, densa ni rimbombante. Valores que aquí hubieran sido un punto claramente negativo, aunque algunos no logren entenderlo.

No cuenta nada fuera de lo común, ni original y tampoco lo pretende. Reclama tu corazón y tu emoción a través de un viaje épico impregnado de valores universales. Una narración siempre efectiva y clara en su mensaje y en sus motivaciones.

Es un blockbuster, lo que significa que es una película de masas, de enormes comunidades, de millones de personas adentrándose en una sala oscura a disfrutar de una gran aventura. Castigar a Cameron por hacer un guión sencillo es, no solo injusto, sino la enésima demostración de qué el público muchas veces pierde de vista la naturaleza del contenido que luego consume.

Para dejarlo claro, eso sí, el guión de esta segunda parte es, en su mayoría, claramente superior al propuesto en la primera parte. Aquí se nota que Cameron no ha estado sólo a la hora de abordarlo (la escritura nunca ha sido su punto fuerte), lo que permite encontrarnos con un mejor tratamiento de personajes, más historias cruzadas, más profundidad en ellas y con mayor grado de emotividad.

Sólo dos apuntes apartan a Avatar el Sentido del Agua del sobresaliente:

Cuando tienes que meter tijera en una película de tres horas y cuarto es para hacértelo mirar y mucho. Aquí se nota perfectamente como han tenido que recortar ciertos momentos y ciertas cosas quedan sin explicar. El caso más flagrante es el personaje de Kiri (interpretado por Sigourney Weaver), cuya resolución queda difuminada por este motivo.

Toda la parte de los humanos está representada como un mero esbozo, sin depurar. Puro cliché estereotipado, sin ningún disimulo. Cameron es honesto hasta en eso y no le preocupa. Para él, su presencia es una mera obligación contractual. Nadie te da 400 millones de dólares para hacer una película sobre el océano y la familia.

Héroe contra villano, es la exigencia mínima de cualquier blockbuster que se precie. Lucha, acción, aventura, buenos y malos... Cuando la película entra en ese terreno, la magia comienza a evaporarse, el corazón de Avatar mengua y su fantasía se difumina, pero el retorno de la inversión es más importante, es lo que le permitirá a Cameron seguir viviendo más años en Pandora.

Nada es más importante para él. Su corazón está allí, entre esas montañas flotantes, entre esos corales infinitos, entre esos arrecifes, en alguna de sus cientos de islas. Allí nos espera dentro de dos años.

Hasta entonces tenemos esta carta de amor a la naturaleza, al agua y a la familia. Eso es todo. No hay nada más (ni menos).
18 de diciembre de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces ocurre, pocas, es cierto, pero a veces pasa. Ves a Finn, a Rey, a Kylo, incluso a Poe... Ves ese inicio sólido y bien construido durante la primera media hora, como todo se va hilvanando perfectamente en una sucesión de secuencia emocionantes y excitantes. Luego ves a BB8 y te convences de que, efectivamente, todo lo que estás viendo tiene muy buena pinta. Los diálogos son sueltos, ágiles, bien hilados unos con otros y la factura visual y sonora es excelente. Y entonces, de repente, aparece el miedo.

El miedo de Hollywood a que todo eso no sea suficiente, a que con eso no se gane a la audiencia. Y Disney, que ha pagado mucho por este filón taquillero, permanece escondida, asustada, mientras reza para ver los billetes volar. Y es ese miedo el que hecha al lastre a estos jóvenes actores dándolo todo en pantalla, a un robot simpatiquísimo (que no necesitaba a nadie a su lado), a un villano perfectamente construido y a un puñado de escenas, que sí, que vienen de donde vienen, pero que a día de hoy seguían sonando muy bien, con un ritmo trepidante que no dejaba ni un descanso a tu vista.

Con ese miedo comienza a aparecer la nostalgia en forma de personajes míticos que todo conocemos (con esto no cuento nada de spoiler, están en el mismo cartel de la película) y, a partir de ahí, la historia comienza a perder fuelle, porque ya no es tan importante hacer avanzar la trama, sino darle el espacio necesario a cada personaje mítico y centrarse en el guiño al fan, el momento del aplauso...

Las posibilidades de llevar Star Wars a nuevos y atrevidos lugares se esfuman. Ahora todo está mucho más medido, más cortado por un patrón en el que los personajes míticos deben actuar como ganchos comerciales y siendo sinceros hasta puedo entender que sea así. Todo el mundo entró al cine para ver a Han Solo, a Leia, a Chewbacca, a C3PO... incluido yo, por supuesto. Casi todos entrábamos a la sala de cine para volver a viajar con ellos a una galaxia muy, muy lejana y vivir de nuevo las mismas sensaciones que hace ya varias décadas. Porque admitámoslo, nosotros también teníamos miedo.

Ese miedo que nos empujaba a pensar que sin ellos nada sería lo mismo, que no podríamos vivir grandes aventuras sin nuestros queridos amigos, pero cuanto más avanza la película más te das cuenta de que para vivir una nueva gran aventura no hacía falta ir de la mano con ellos. Nadie les conocía en 1975 y encontrarles fue una maravillosa noticia. ¿Por qué no podía repetirse de nuevo? Todo era posible, pero el miedo, origen del reverso tenebroso, siempre lo cubre todo.

Para cuando comprendes que el viaje de Rey prometía muchísimo, que Kylo Ren es un villano perfectamente diseñado, que Finn tiene una presentación interesante y original y que BB8 es lo mejor que ha dado la robótica al cine desde Wall-e, ya es demasiado tarde para volver atrás.

El poder del lado oscuro ha acabado obteniendo su pequeño éxito, dentro de una película que, ciertamente hay que decirlo, es absolutamente notable en ritmo, intensidad y entretenimiento y tiene un despliegue visual y sonoro de enorme nivel. El miedo a que contar una gran aventura con buenos personajes no sea suficiente, miedo a no darle al público lo que reclama, miedo a no cumplir con un pasado tan brillante como inalcanzable, miedo a perder taquilla y, finalmente, miedo a que las nuevas ideas no fueran lo suficientemente buenas... cuando en realidad eran justo lo contrario.
5 de julio de 2008
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay más virtud y mérito que excelencia en esta abrumadora aventura. La recreación fantástica de su mundo llevada a su máxima magnificencia. Todo forma parte de un juego deslumbrante y fastuoso, al límite de las posibilidades humanas, en el que el público está cruzando permanentemente el puente entre lo real y lo imposible. Debes encontrar una enorme ambición y seguridad en ti mismo, para realizar una odisea fílmica como esta.

Hay una técnica prodigiosa en cada secuencia, parece que Jackson ha hecho todo lo posible para que se note que cientos de personas trabajaron durante años, para hacer realidad esta enorme aventura. Hay una gran consideración por el tamaño, que aquí claramente si importa. En el Señor de los Anillos las cosas no se miden por buenas o malas, sino por grandes o pequeñas. Aquí todo es enorme y abrumador, tanto que en ocasiones el espectador se siente agotado, diminuto, empequeñecido ante lo que ve (principalmente en su tercera parte).

Hay personajes que pasarán a la historia del cine, Gandalf, Gollum y Aragorn; hay actores que vinieron de segunda y se forjaron un enorme futuro, Viggo Mortensen; otros que ya nunca se quitarán el personaje de su piel, aunque nunca llegaron a bordarlo, Elijah Wood, y otros que hicieron de roba-planos en cada escena que aparecían, Sean Astin como Sam.

Hay diálogos hechos para degustar el paladar que suenan algo vacíos, otros tan grandiosos que ya forman parte de la historia del cine. Hay escenas dispuestas para más admiración que oficio y tantas batallas y tan grandes que uno no sabe donde está el límite de la propia aventura. Pero todo está tan a gusto del propio Jackson que suena a real, a que debe ser así, a que la trilogía del anillo tiene esa extraña forma de comunicarse con el público.

En su grandiosidad y ambición podemos encontrar defectos de forma y fondo, sobre todo de lo último. Encontré un número exagerado de finales en el Retorno del Rey y en ocasiones algunas escenas me resultaron ciertamente hinchadas en duración, pero nada de eso empañará el hecho de que es la aventura más grande que jamás se ha realizado en la historia del cine, para contar la aventura, por excelencia, magna de la historia de la literatura.

Jackson ha dibujado la obra de Tolkien de la mejor forma posible, le ha dado vida como nadie antes (y después) se ha atrevido a hacer con ninguna otra obra y eso, más allá de méritos y virtudes, merece un gran aplauso.
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