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8
2 de julio de 2016
2 de julio de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
The People v. O.J. de FX Simpson, siendo prosaicos, nos dice algo así; lo del color de la piel no importa, lo importante es tu cartera y cuánto dinero tienes en ella. Volviendo a lo que nos atañe: el nuevo show del provocador Ryan Murphy, que vuelve a la carga, con el concepto American, y esta vez, Crime Story. En esta ocasión, RM, se desprende por completo del contenido de sus últimos trabajos para el FoxFX. Alejándose de las antológicas, macabras y carnavalescas de Murder, Asylum o el reciente Hotel. Murphy parece encontrar aquel tono —de la fantástica Nip/Tuck— y nos presenta un producto con grandes ambiciones políticas y sociales. Un la serie de prestigio y calado; que ha sido un éxito de audiencia. Empero, en American Crime Story, ha puesto toda la carne en el asador para evidenciar lo delicado y embarazoso del fatal affaire. Y es que, 22 años después, ha sido una de las grandes sorpresas de la ficción televisiva de 2016. El juicio de Simpson era a la vez un reflejo de la sociedad tal como era por aquellos 90 y un presagio de la actual sociedad —que en ese trayecto— tan corto tiempo se convertiría. Desde su primer fotograma, la historia del crimen estadounidense deja muy claro, que el éxito del juicio de O.J. Simpson fue la intersección de dos temas fogosos y discutibles en los Estados Unidos: la raza y la celebridad. Es más, la historia del crimen estadounidense —fílmicamente— no arranca con el asesinato de Nicole Brown Simpson y Ron Goldman 1994, sino que se abre dos años antes, con imágenes de la paliza de varios agentes del cuerpo de policía de Los Angeles a Rodney King. El enfado del pueblo afroamericano transformado en rabia desembocó en uno de los mayores altercados sociales y caóticos en la urbe angelina. El sueño de la utópica California se tambaleaba. A este respecto, la miniserie no es un drama histórico, sino una historia contemporánea. Situando al espectador en un mundo que, todavía sigue desgajando aturdimiento, por el insólito ultraje que puede surgir; cuando un ciudadano negro es humillado por la policía, los tribunales en un mar sin islas a las que llegar y encontrar el alivio de la ley. Un territorio donde las vagas excusas y, el resguárdese por su propia cuenta, del nadie conoce a nadie. Desgraciadamente, esto sigue siendo el mismo mundo en el que vivimos y aguantamos. Repasen las páginas de sucesos de los principales diarios norteamericanos, a lo largo del último año, el resultado saca los colores al más crédulo. Obviamente, el personaje O.J. Simpson y su caso judicial, no es más que la extrapolación de una simiente que sigue solapada en la sociedad norteamericana, y en aquel contexto, una de las mayores injusticias de la historia racial del estado de California. Posiblemente, la serie de FX tiene su mejor baza, en la veracidad definitiva que transmite de todo este cruel enredo del mediático juicio de O.J. Simpson: el juicio del S.XX, como muchos incondicionales apodaron. No. Es evidente, que ha habido otros juicios, pero el affaire O.J. Simpson es el pater familias de la sociedad actual de las redes sociales y la nueva televisión digital, donde la ficción y la realidad, conviven en un extraño limbo, de la afectividad repudiada.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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El guion con el que ha trabajado R. Murphy, al lado de Scott Alexander y Larry Karaszewski, para crear esta magnífica serie, se basa en el libro de Jeffrey Tobin “la carrera de su vida”, que es ampliamente considerado como uno de los mejores y más creíbles de todas las versiones habladas, cacareadas y conjeturadas, en torno al asunto de O.J. el juicio de Simpson. Toobin ha trabajado como consultor para los remates finales del show. Incluso, como la propia productora ha utilizado el reclamo en sus tráileres: “Usted lo ha visto todo, pero no se sabe ni la mitad”. Uno de los datos más destacables de las primeras secuencias del primer episodio del total de los 10 que completan la miniserie: es que no vemos a la auténtica Nicole, pero sí; su cadáver. Es presentada de la misma manera que la mayoría de los estadounidenses se toparon con ella por primera vez. Y es que el 13 de junio de 1994, la noticia de que Nicole Brown Simpson, ex esposa del jugador de fútbol retirado O.J. Simpson, había sido apuñalada a los pies de su propia puerta. El que mató a ella, también había atacado y ejecutado Ronald Goldman —un camarero de 25 años de edad—, que trabajaba en el restaurante en el que Nicole había compartido la cena con su madre, unas pocas horas antes. Ron había llegado a la casa de Nicole para dejar un par de gafas que la madre de Nicole había olvidado en el restaurante. Ambos fueron encontrados muertos. De ahí que American Crime Story es en sí mismo, un docudrama, no un documental, y en fondo una serie con una factura impecable. La serie reflexiona constantemente sobre el tema de la fama en sí, como el estado del sequito de celebridades del propio Simpson. Creando un espectáculo alrededor de sus conocidos, abogados defensores, fiscales, familiares de Nicole Brown Simpson y Ronald Goldman, testigos, periodistas, los miembros del jurado y sus familiares más cercanos. Es increíble, el clima de paranoia mediática que se organizó, cuando hasta el mismísimo juez Lance Ito, interpretado por el actor Kenneth Choi, termina cayendo en las garras del engendro de Vocerolandya: el juicio/circo es una realidad. Cuando se trata de los detalles del caso O.J., American Crime history no quiere quedarse a un lado. Todo lo contrario se limita a narrar las pruebas y coincidencias del terrible crimen, con un increíble detallismo. Algo que se deja al espectador con la palabra en la lengua para contrastar que las evidencias expuestas hablen por sí mismas. Y como de una novela de Wolfe, en un tono de gran broma cercana a Twain, el hedor de la certidumbre culpa de Simpson: es escandaloso. A pesar de ello, el show del enjuiciamiento consigue formar una guardia pretoriana; descrita como el “Dream Team” de los abogados de alto perfil: Robert Shapiro (John Travolta), F. Lee Bailey (Nathan Lane), Robert Kardashian (David Schwimmer), y Johnnie Cochran (Courtney B. Vance). Al servicio del petulante O.J. Simpson, alardeando de inocencia frente a un cuerpo fiscal abrumado y sacudido por las contrarréplicas. Y es ahí donde, Cuba Gooding Jr. hace una extraordinaria interpretación (bajo mi punto de vista) del personaje O.J.Simpson que le obliga a alternar entre la histeria y la retirada del consentimiento de niño caprichoso.Y es que, del mismo modo, que en el escándalo de por sí, O.J. se convierte en un nuevo maniquí pleno de acción, que se pasa alrededor de varios hombres poderosos, alternativamente acosados y que acabó embelecando, mitigando y complaciendo ante el gran jurado.
Jon Alonso
Continua leyedo el final de la crítica en https://200mghercianos.wordpress.com
Jon Alonso
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8
25 de noviembre de 2016
25 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La memoria es tan incierta como maleable. El pasado es un estuario de desechos que acoplamos entre sueños, sentimientos, momentos y sensaciones. Una experiencia compartida no se reduce a una verdad comprometida. The Affair, es un retrato elegante, pulcramente diseñado por Hagai Levi —alma mater— de la fascinante In Treatment (2008) HBO, y la guionista Sara Treem de House of Cards (2013); el adictivo bombón de Netflix y David Fincher. El canal Showtime aborda un drama sobre los páramos de la infidelidad y los daños colaterales que produce entre los humanos. En esta ocasión, son dos de los protagonistas del show: Alison (Ruth Wilson) Luther y Noah Solloway (Dominic West) The Wire. Producción de 10 episodios con derecho a una segunda entrega, dependiendo del share y si éste responde; habrá segunda sesión. The Affair ha pasado la prueba del algodón este otoño se estrena su segunda temporada; una magnífica noticia. Bien, en The Affair nos encontramos con varios puntos de vista donde posicionar al espectador. Desde una sala de interrogatorios de la policía, vamos escuchando la versión de los acontecimientos de toda esta historia —por separado—, a través del recurrido efecto del flashback que nos retrotrae a los momentos más anhelados del ciudadano Noah Solloway y la ciudadana Alison Lockhart. Observamos y escuchamos las preguntas de los investigadores, así como las respuestas de los implicados en toda esta historia, a través de una lente narrativa en paralelo. Recuerdan momentos y circunstancias del pasado, eso sí, con gran dispersión y embadurnadas de ausencias inconscientes o ex profeso.
Obviamente, eso lo tendremos que ir descubriendo a medida que la serie transcurra. Una enésima revisión del efecto Rashomon; la exploración de los acontecimientos desde distintas perspectivas y puntos de inflexión va cambiado nuestra comprensión del encuentro inicial. Atisbar o localizar un sentido a lo desconocido, o quizás lo inescrutable que impregna tan a fondo toda esta relación. El hecho del inminente romance se convierte en el auténtico punto de apoyo, a lo largo de todo el capítulo piloto. Historias rotas, como los recuerdos que se comparten y no florecen. Al igual que un espejo roto y sus interpretaciones desde la lectura más freudiana a la más enigmática. El espectador tiene la potestad de resolver el montón de mentiras que discurren entre los diferentes ángulos de introspección. Alrededor de lo que es infidelidad y lo que significa el engaño. En su primer episodio piloto una hora de duración, cualquier espectador partiendo de un sesgo estadístico se inclinaría por la versión de la fémina, Alison Lockhart sobre lo acontecido: El daño colateral y personal. Ya que el personaje masculino, Noah comienza su andadura, en una soleada mañana neoyorkina por Manhattan. Mr. Solloway es un profesor de escuela secundaria pública y quiere escribir novelas. Mejor dicho, acaba de estrenar su primer trabajo con una editorial low cost. Se siente con muchas ganas pero el camino es muy largo. Su esposa, Helen (Maura Tierney la sempiterna enfermera y posterior Dra. Abby Lockhart en ER) tienen cuatro hijos, los cuales, se preparan para pasar el verano en la mansión de Long Island de sus padres. Ya que el suegro, Bruce Butler (John Doman/aquel cabronazo comandante supervisor del departamento de policía en Baltimore Mr.Rawls), es un consagrado escritor al servicio de la todopoderosa industria de Hollywood. Sus apariciones son una proyección de los diálogos en la mítica serie de culto de HBO.
Obviamente, eso lo tendremos que ir descubriendo a medida que la serie transcurra. Una enésima revisión del efecto Rashomon; la exploración de los acontecimientos desde distintas perspectivas y puntos de inflexión va cambiado nuestra comprensión del encuentro inicial. Atisbar o localizar un sentido a lo desconocido, o quizás lo inescrutable que impregna tan a fondo toda esta relación. El hecho del inminente romance se convierte en el auténtico punto de apoyo, a lo largo de todo el capítulo piloto. Historias rotas, como los recuerdos que se comparten y no florecen. Al igual que un espejo roto y sus interpretaciones desde la lectura más freudiana a la más enigmática. El espectador tiene la potestad de resolver el montón de mentiras que discurren entre los diferentes ángulos de introspección. Alrededor de lo que es infidelidad y lo que significa el engaño. En su primer episodio piloto una hora de duración, cualquier espectador partiendo de un sesgo estadístico se inclinaría por la versión de la fémina, Alison Lockhart sobre lo acontecido: El daño colateral y personal. Ya que el personaje masculino, Noah comienza su andadura, en una soleada mañana neoyorkina por Manhattan. Mr. Solloway es un profesor de escuela secundaria pública y quiere escribir novelas. Mejor dicho, acaba de estrenar su primer trabajo con una editorial low cost. Se siente con muchas ganas pero el camino es muy largo. Su esposa, Helen (Maura Tierney la sempiterna enfermera y posterior Dra. Abby Lockhart en ER) tienen cuatro hijos, los cuales, se preparan para pasar el verano en la mansión de Long Island de sus padres. Ya que el suegro, Bruce Butler (John Doman/aquel cabronazo comandante supervisor del departamento de policía en Baltimore Mr.Rawls), es un consagrado escritor al servicio de la todopoderosa industria de Hollywood. Sus apariciones son una proyección de los diálogos en la mítica serie de culto de HBO.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Bien, si exceptuamos un pequeño conato de roce en el primer acto de esta historia provisional donde hay un pequeño flirteo en la piscina del club deportivo, solo encontramos el retrato una familia de clase medio-alta norteamericana donde su cabeza de familia parece sentirse bien, en ese papel de hombre maduro lleno de ego, que despierta sexapil entre otras mujeres más jóvenes. Los hechos se desarrollan en un lugar conocido como el caserón de la playa. Alison despierta junto a su esposo, Cole (Joshua Jackson) Dawson´s Creek, Fringe o The Skulls, —un surfero de gran carácter y espíritu indie— con quien se siente incapaz de compartir intimidades. Es obvio que su relación no es sencilla, muy diferente a la casa de los Solloway. La pérdida del hijo de cuatro años de ambos es un arpón que se clava en las miradas y las conversaciones de la pareja. Más allá de la noción común que el matrimonio Lockharth no recuerde el evento —exactamente— del mismo modo. Los creadores de la serie Hagai Levi y Sarah Treem investigan el porqué de esta situación desde múltiples incógnitas. Ningún recuerdo está formado in situ. ¿Qué complica aún más cosas? La política de género: la fragmentación de Alison para desconectarse de Cole y su propio dolor. O será el sexo, que es el único baluarte en común entre Alison y Noah a compartir… Hablamos de desencanto, pasión, rencor o pura indolencia para jugar brillantemente con las mentes en lo más oculto del propio fracaso dentro del ser humano: la frustración. Lo dicho, The Affair tiene ese plus de intuición y espontaneidad cautivador. Las respuestas son esquivas, pero las preguntas crean uno de los 60 minutos más satisfactorios del 2014 de la TV de cable Made in USA. Seguir leyendo en https://200mghercianos.wordpress.com/2014/11/03/the-affair-2014-family-sex-lies/
Jon Alonso
Jon Alonso
8
9 de octubre de 2016
9 de octubre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las montañas nevadas de Utah, la gran estrella de Hollywood il bello de la década de los 70, Robert Redford tomó una decisión histórica; apostar por el cine independiente y por ende, la industria audiovisual indie. Desde 1978 ya ha llovido de aquello. Tanto como de las palabras del creador de esta utopía postmoderna. Estamos aquí porque el cine necesita de nuevas voces y talentos (R.Redford). De todo ese emporio llamado Sundance Festival, surge ahora con más fuerza que nunca, su canal de TV. Sundance Channel es una realidad.100% puro estilo Sundance por sus cuatro costados. Y es en este hermoso paramo donde nos hemos encontrado con esta maravilla, que un servidor dejó pasar por alto el año pasado; Rectify es una serie de seis capítulos de duración fascinante, sobre la historia de la absolución de un preso, Daniel Holden (Aden Young)— actor canadiense, extraordinario— en el corredor de la muerte. La semana pasada se estrenaba el primer capítulo de la segunda entrega. Bien, la cuestión es que gracias a la aportación de una prueba pericial de ADN, de la mano del abogado defensor John Stern (Luke Kirby), nuestro protagonista Daniel Holden es liberado de la prisión estatal de Georgia. Todo el affaire se remonta 20 años atrás, en su pueblo natal —de la profunda América sureña—, siendo acusado del asesinato y la violación de una chica compañera de clase en la escuela de secundaria. Fue detenido tras confesar el crimen en extrañas circunstancias. A esto se le sumó, un torticero y ambiguo testimonio de un amigo de colegio. Dando fe de haber presenciado el acto de violación y asesinato in situ.
A lo largo de esta primera entrega presenciamos flashbacks, donde se atisba a Daniel Holden al lado del cadáver ensangrentado, exánime y cárdeno. Mientras, DH lo acuna. Holden está anonadado y ensimismado con su liberación. Apenas sabe colocarse la americana. Está alucinando con la actitud generosa de uno de sus guardias del corredor. Ya está fuera de prisión y junto a sus familiares muy excitados e igual de nerviosos que los medios de comunicación, presencian su primera rueda de prensa. Daniel Holden está en libertad. Ahí, arranca esta magnífica serie con el tema central de Linda Cohen. Un drama, que adopta un tono más cercano a la espiritual y corrosiva, “A dos metros bajo tierra” (2001) que fue el debut en la HBO de Alan Ball. Holden emite un aura zen, pacífica y lisérgica ante los acontecimientos más peregrinos de la vida: el césped, el cielo, caminar, pedalear en una bicicleta y observar la naturaleza. Una postura entre la angustia de lo pasado en prisión y la sensación de libertad en un mundo que ha cambio demasiado. Un ejercicio de exploración interior donde la mente y el alma de un hombre, se confunden como el personaje de Starman que personificó Jeff Brigdes y el Bowie musical. Empapada en un déjà vu continuado con esos travellings lentos y la aparición de su mejor amigo en el corredor de la muerte, el recluso afroamericano Kevin Whitman (Johnny Ray Gill), donde mantienen conversaciones a través de la rejilla de ventilación situada en los bajos de la pared.
Una charla donde Whitman, como afroamericano, le dice a Daniel que no puede aceptar su sugerencia de lectura, de Somerset Maugham sobre la esclavitud humana, porque trata de alejarse de la literatura. Y continuamente, expresa una gran admiración hacía Daniel por su capacidad de meditación ante la vida que soportan. Lo dicho, por momentos Daniel Holden derrocha ternura y compasión, con la complejidad de no saber si es culpable o inocente. Hay una serie de elementos bizarros en la atmósfera que a lo largo de estos seis capítulos flotaran a modo de sombra, sobre Holden. Algo de complot e intereses espurios se irán dibujando a medida que el serial avance. Las sospechas sobre un ávido y trepa, senador Roland Foulkes (Michael O’Neill. Actor televisivo, inconmensurable y camaleón). Deseoso por cerrar el caso a su favor, es decir, mantener la tesis de que DH, es culpable. Presionando a la mínima que puede sobre el sheriff del condado; Carl Dagget (J.D. Evermore) y la fiscal del condado Sondra Pearson (Sharon Conley). Al igual que la camarilla de viejos amigos del colegio envueltos en un extraño halo de desconfianza. Creada y escrita por Ray McKinnon, un actor conocido por sus actuaciones en Deadwood (el reverendo atormentado y alocado) y Sons of Anarchy, puntualmente. Acierta con la propuesta de drama, cuasi, metafísico, exquisito y de candencia muy lenta, tremendamente paciente. Por momentos, parece que Malick esté detrás de la cámara. No por ello, aburrido ni pretencioso. Directo a la Georgia rural y profunda. Igual que True Detective se marchó a la Luisiana del horror. Ambas surcan los mismos parámetros del desasosiego y el desencanto.
A lo largo de esta primera entrega presenciamos flashbacks, donde se atisba a Daniel Holden al lado del cadáver ensangrentado, exánime y cárdeno. Mientras, DH lo acuna. Holden está anonadado y ensimismado con su liberación. Apenas sabe colocarse la americana. Está alucinando con la actitud generosa de uno de sus guardias del corredor. Ya está fuera de prisión y junto a sus familiares muy excitados e igual de nerviosos que los medios de comunicación, presencian su primera rueda de prensa. Daniel Holden está en libertad. Ahí, arranca esta magnífica serie con el tema central de Linda Cohen. Un drama, que adopta un tono más cercano a la espiritual y corrosiva, “A dos metros bajo tierra” (2001) que fue el debut en la HBO de Alan Ball. Holden emite un aura zen, pacífica y lisérgica ante los acontecimientos más peregrinos de la vida: el césped, el cielo, caminar, pedalear en una bicicleta y observar la naturaleza. Una postura entre la angustia de lo pasado en prisión y la sensación de libertad en un mundo que ha cambio demasiado. Un ejercicio de exploración interior donde la mente y el alma de un hombre, se confunden como el personaje de Starman que personificó Jeff Brigdes y el Bowie musical. Empapada en un déjà vu continuado con esos travellings lentos y la aparición de su mejor amigo en el corredor de la muerte, el recluso afroamericano Kevin Whitman (Johnny Ray Gill), donde mantienen conversaciones a través de la rejilla de ventilación situada en los bajos de la pared.
Una charla donde Whitman, como afroamericano, le dice a Daniel que no puede aceptar su sugerencia de lectura, de Somerset Maugham sobre la esclavitud humana, porque trata de alejarse de la literatura. Y continuamente, expresa una gran admiración hacía Daniel por su capacidad de meditación ante la vida que soportan. Lo dicho, por momentos Daniel Holden derrocha ternura y compasión, con la complejidad de no saber si es culpable o inocente. Hay una serie de elementos bizarros en la atmósfera que a lo largo de estos seis capítulos flotaran a modo de sombra, sobre Holden. Algo de complot e intereses espurios se irán dibujando a medida que el serial avance. Las sospechas sobre un ávido y trepa, senador Roland Foulkes (Michael O’Neill. Actor televisivo, inconmensurable y camaleón). Deseoso por cerrar el caso a su favor, es decir, mantener la tesis de que DH, es culpable. Presionando a la mínima que puede sobre el sheriff del condado; Carl Dagget (J.D. Evermore) y la fiscal del condado Sondra Pearson (Sharon Conley). Al igual que la camarilla de viejos amigos del colegio envueltos en un extraño halo de desconfianza. Creada y escrita por Ray McKinnon, un actor conocido por sus actuaciones en Deadwood (el reverendo atormentado y alocado) y Sons of Anarchy, puntualmente. Acierta con la propuesta de drama, cuasi, metafísico, exquisito y de candencia muy lenta, tremendamente paciente. Por momentos, parece que Malick esté detrás de la cámara. No por ello, aburrido ni pretencioso. Directo a la Georgia rural y profunda. Igual que True Detective se marchó a la Luisiana del horror. Ambas surcan los mismos parámetros del desasosiego y el desencanto.
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Lo dicho, prepárense para vivir una experiencia sobre sus propias vidas y en un ejercicio de vértigo háganse la gran pregunta: ¿qué pasa con mi vida cuándo ocurre lo imprevisible? Daniel Holden ha conseguido algo muy importante y es darle una repuesta espiritual a su angustia. Un bicho raro no por antonomasia sino por obligación. Convencido de su inminente muerte. Lo dicho, un estupendo escáner sobre el asilamiento carcelario, la soledad y el avasallamiento anímico. En definitiva, un hermoso lienzo sobre el individuo que acepta su propia muerte, la descomposición humana y sorpresa que genera una segunda oportunidad. Seguir leyendo en https://200mghercianos.wordpress.com
Jon Alonso
Jon Alonso
9
5 de julio de 2016
5 de julio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás me hubiera imaginado ver al psiquiatra más divertido de la historia de la TV, Frasier convertido en un alcalde versus Ciudadano Kane. Algo de ello queda en el apellido que encarna, este singular administrador de la vigorosa capital de la ciudad del viento, Chicago. Tom Kane es el alcalde más cruel y poderoso del ayuntamiento de tan insigne villa: un tipo curioso. Nuestro protagonista, el carismático, Kelsey Grammer. Actor de los grandes y siempre al servicio de la Tv y las Sitcom. Desde la adorable Cheers hasta el spin-off de ésta, en la aclamada Fraiser. Siempre he sido del pensar aquello, que los actores de comedia son los mejores. Están hechos de otra pasta. Hacer reír es muy difícil. Empero, lo del drama cualquier tuercebotas de un reality Made in Mediaset te lo puede bordar con un poco de cebolla francesa. La cuestión es que Kelsey Grammer se nos ha convertido en el amo, dueño y actor principal de este producto hiperdiseñado por Gus Van Sant.Un director que no vamos a descubrir a nadie que se precie al gusto por el cine indie y derivados. Es evidente, que “Boss” está perfilado por su sabia mano. Desde el guion, obra de Farhad Safinia (que debutó con la maravillosa Apocalypto 2006 de Mel Gibson) muy bien cosido y al cual, GVS pulimenta de una atmósfera muy personal, para darle el plus de producto de autor. Una historia entre lo Skakesperiano, los Gangs de NY y Boardwalk Empire de Scorsese junto al drama de las esquinas de Baltimore (The Wire) y la acidez del personaje de Walter White en Breaking Bad. Un acierto en toda regla del canal Starz, como bien hablé en la reciente Black Sails (2014), y que sigue sin encontrar una buena recompensa para los directivos de esta cadena, desde los tiempos de Spartacus (2010). Una alegoría del mundo de Wolf en su hoguera de las Vanidades. Un discurso feroz y contundente que llega hasta los gangs más enclaustrados en ese cáncer que padece el capitalismo, pero que no tiene cura. Metáfora de toda esta historia, la cual, bebe en cantidades industriales del genial cronista de la historia de América a golpe de hacha y cuchillo, de carnicero afilado: el extraordinario Herbert Asbury. Hasta los sfumatos que nos dibujan a un Dickens, nuevamente, revisados desde la superlativa The Wire.Incluso las mentiras de toda índole por el mero orgullo que nos trasladarían al cinismo de Twain. En esta representación, al lado del protagonista Tom Kane, le acompañan por ese túnel de las tinieblas y la violencia; su esposa, Meredith Kane (Connie Nielsen, la bella actriz danesa que saltó a la fama por su papel de Galeria Lucila/hermana del emperador Cómodo interpretado por Joaquin Phoenix/en Gladiator de R. Scott 2000) como la perfecta pérfida, gélida y distante dama que hace el papel de comparsa y tapadera. No por ello, tiene algunos tics factura del hábitat donde descansa su bunker personal. La convivencia con el monstruo hace que tengas un espejo donde reflejarte, y en demasiadas ocasiones esa refracción nos es más que un acervo de decisiones finales, muchas de ellas letales para quien no empatiza con los caprichos de tan exquisita señora. En segundo lugar, la mano derecha de TK y principal consejero de la tramoya política en el ayuntamiento, Ezra Stone (Martin Donovan, elegante actor que desde sus inicios en el cine indie hasta sus últimas apariciones en los canales del cable sigue teniendo el mismo oficio y poder de atracción) siendo su más fiel asesor político.
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Después, tenemos a unos personajes, no menos interesantes pero que en la parrilla de efectivos estarían en posiciones de refuerzo. Por un lado, la fría y sensual Kitty O´Neill (Kathleen Robertson), asistente personal del alcalde y como en toda corporación muncipal: el guaperas y tesorero del ayuntamiento—futuro opositor a la candidatura de gobernador— Ben Zajac (Jeff Hephner). Y todo este elenco, añadiríamos a la guapísima Emma (Hanah Ware) una rara avis en todo este affaire, que ha pasado de ex adicta a trabajadora social y auxiliadora en una iglesia evangelista, donde da apoyo a yonquis y sin techo: es la postre hija de Tom Kane. En definitiva, Boss (2011) tiene nervio, irradia inteligencia y una tenacidad de la apreciación del campo de batalla político; como un combate de boxeo sin tregua. Un mundo, donde se encuentra con situaciones de opulencia, pero sin caer en lo glamuroso o tranquilizador de la corrección localista del poder. En su conjunto, es una maravilla de tan solo, 18 capítulos de unos 55 minutos: 2 temporadas envueltas, en torno a la seducción del poder y los tentáculos que lo mueven. Una fascinación difícil de resistir. A día de hoy, enlatadas como piezas de culto de la TV contemporánea del cable para paladares exigentes, de buen Beluga sin aditivos. La factura corre a cargo de directores, que van desde el piloto dirigido por el propio Van Sant, a Mario Van Pebles, Jim McKay o Jean de Segozac. Resumiendo, merece la pena invertir un poco de nuestro ocio en esta gran producción.
Jon Alonso
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19 de octubre de 2010
19 de octubre de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de 2007, nos llegó este film con muy buen sabor de boca de su participación en la Mostra veneciana: las grandes actuaciones de sus protagonistas, Casey Affleck y Brad Pitt que ganó la Copa Volpi, fueron elogiadas por toda la crítica. “El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford” no es un western convencional ni casto de ortodoxia: hay violencia y pulsiones sexuales escondidas. Convirtiendo a este film en una “rara avis" dentro del taquicárdico panorama visual actual. La voz en off nos narra un relato pretérito pero contado en un estilo contemporáneo, Domink, propone y da una vuelta de tuerca más, donde presenta al mito: Mr. Jesse James, más allá, de la fama, y todo lo que implica, y además, verdaderamente bien, para hablar la relación de dos hombres y las reprimidas pulsiones retinianas, de planos largos, de silencios y miradas: el mismo asesinato de un modo tan renacentista, de una belleza osada y precisos planos. El propio Jesse James retirado del mundo de los grandes golpes conocedor de su paranoia a ser traicionado: el héroe y el fan. La fijación de Robert Ford –Cassey Afleck- inicialmente, pueril, y con el transcurso de los minutos; obsesiva y perversa.
Película deudora de grandes narradores, preciosistas y originales en sus propuestas, del western calidoscópico años 70. Un sólido guión que procura decir lo justo, con una descriptiva banda sonora a cargo de Nick Cave y Warren Ellis –muy notable–, solo queda añadir a actores tan carismáticos como los de esta cinta para tener una obra redonda. Destaquemos el elenco de grandes secundarios actualmente estrellas en la TV de cable.
Andrew Dominik nos ofrece un film básicamente intimista, casi onírico, subrayado, que le acompaña, en el que nos da una mirada diferente, en paralelo del héroe y su víctima. Entramos en los territorios de Morfeo y exploramos el universo de las sugerencias. ¿Hasta qué punto el cobarde de Robert Ford no estaba enamorado de Jesse James? En definitiva, cine de alta calidad y compleja recepción: el espectador tiene que ser generoso en su visionado, casi 160 minutos de metraje-para mí necesarios-, empero, difícil empresa en tiempos de crisis. Una gran película de un héroe que ha sido representada tantas veces como años tiene Hollywood aunque esta vez el director la presenta en el Renacimiento, con unos 20 minutos finales, que son una lección de historia y un tributo al cine mudo: bienvenidos al western Davinciano
Película deudora de grandes narradores, preciosistas y originales en sus propuestas, del western calidoscópico años 70. Un sólido guión que procura decir lo justo, con una descriptiva banda sonora a cargo de Nick Cave y Warren Ellis –muy notable–, solo queda añadir a actores tan carismáticos como los de esta cinta para tener una obra redonda. Destaquemos el elenco de grandes secundarios actualmente estrellas en la TV de cable.
Andrew Dominik nos ofrece un film básicamente intimista, casi onírico, subrayado, que le acompaña, en el que nos da una mirada diferente, en paralelo del héroe y su víctima. Entramos en los territorios de Morfeo y exploramos el universo de las sugerencias. ¿Hasta qué punto el cobarde de Robert Ford no estaba enamorado de Jesse James? En definitiva, cine de alta calidad y compleja recepción: el espectador tiene que ser generoso en su visionado, casi 160 minutos de metraje-para mí necesarios-, empero, difícil empresa en tiempos de crisis. Una gran película de un héroe que ha sido representada tantas veces como años tiene Hollywood aunque esta vez el director la presenta en el Renacimiento, con unos 20 minutos finales, que son una lección de historia y un tributo al cine mudo: bienvenidos al western Davinciano
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