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5,9
28.021
8
13 de agosto de 2015
13 de agosto de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que te guste el cine de terror puede llegar a ser un suplicio. Puedes buscar durante meses o años y no encontrar jamás una puta buena película. Las comedias, las de acción, las románticas, están sobreexplotadas, sí. Las históricas suelen ser tendenciosas y falsas. Pero no hay nada peor que las miles de películas de género que salen cada semana desaprovechando un sentimiento humano al que se le puede sacar mucho partido para contar historias: el miedo.
El miedo no es sólo un sentimiento irracional ante lo desconocido. El miedo es un reflejo del mundo que nos rodea y de cómo nos relacionamos con él. En la literatura, el género de horror ha servido desde Poe a Lovecraft, desde las novelas pulp a Stephen King, para metaforizar conflictos sociales o psicológicos. En el cine, esto no ha dejado de pasar (desde La invasión de los Ultracuerpos a Martyrs), pero la repetición del esquema “psicópata porquesí asesina adolescentes uno tras uno sin motivo justificado” ha provocado que el cine de terror se considere pobre en sus perspectivas y logros.
No es el caso en Babadook. De hecho, volviendo con lo anterior, veo mucho de “El Resplandor” y el señor King en este relato, que básicamente parte de la plantilla de “algo sobrenatural que saca a la luz conflictos ocultos”. Pero el mayor terror en el filme, que magistralmente juega al despiste, no es lo sobrenatural, sino lo estrictamente real, las angustias por los traumas pasados, los roles sociales no deseados, las inseguridades y las dependencias emocionales, las angustias y desconfianzas en el ambiente que nos rodea, desde el entorno familiar y afectivo hasta el social y ciudadano (policía, médicos, etc.). Es la sociedad lo que nos infunde desconfianza. Son los fantasmas de nuestro interior los que nos atemorizan.
Hay una línea básica en todo el relato: ni madre ni hijo encajan en el papel que les ha tocado. En este momento es cuando te das cuenta de que el filme está dirigido por una mujer, Jennifer Kent, y todo cuadra. La visión cercana a los personajes y sus dramas internos y no la obsesión con un monstruo acechante. Es una película inteligente, inmersiva. Racionalizada. El terror es importante, no sólo por la tensión imprimida a los momentos puramente terroríficos, si no por cómo poco a poco se muestran los entresijos de las relaciones personales no satisfactorias, no buscadas, como el rencor se apodera de “la necesidad” o “el deber”, necesidad de cuidar lo que no pediste, deber de mantenerte en una posición que rechazas. El tabú del infanticidio, la opresión del rol obligado de maternidad, las mentiras de los cuentos de hadas (qué certero que todo comience con un “inocente” cuento! Alpha y omega de todos los engaños que les contamos a nuestros hijos sobre un futuro idealizado, deformador e imperativo que nunca se corresponde con la cruda realidad). Babadook es un filme valiente, con voz propia y con algo que contar. Características que, por desgracia, no suelen estar presentes en las películas de este tipo. Un hurra por su directora, que nos muestra el enorme potencial desperdiciado que guarda el género para contarnos historias con mensaje.
Mención aparte de las actuaciones (especialmente la del chaval, vaya, vaya!), que se toman a si mismas en serio y no se limitan a gritar si no que desarrollan personajes con conflicto interno y evolución.
No le perdamos el ojo a esta mujer, Jennifer Kent. La voz propia del horror más interesante desde Pascal Lagier.
Y además, coño! El bicho en serio da miedo!
El miedo no es sólo un sentimiento irracional ante lo desconocido. El miedo es un reflejo del mundo que nos rodea y de cómo nos relacionamos con él. En la literatura, el género de horror ha servido desde Poe a Lovecraft, desde las novelas pulp a Stephen King, para metaforizar conflictos sociales o psicológicos. En el cine, esto no ha dejado de pasar (desde La invasión de los Ultracuerpos a Martyrs), pero la repetición del esquema “psicópata porquesí asesina adolescentes uno tras uno sin motivo justificado” ha provocado que el cine de terror se considere pobre en sus perspectivas y logros.
No es el caso en Babadook. De hecho, volviendo con lo anterior, veo mucho de “El Resplandor” y el señor King en este relato, que básicamente parte de la plantilla de “algo sobrenatural que saca a la luz conflictos ocultos”. Pero el mayor terror en el filme, que magistralmente juega al despiste, no es lo sobrenatural, sino lo estrictamente real, las angustias por los traumas pasados, los roles sociales no deseados, las inseguridades y las dependencias emocionales, las angustias y desconfianzas en el ambiente que nos rodea, desde el entorno familiar y afectivo hasta el social y ciudadano (policía, médicos, etc.). Es la sociedad lo que nos infunde desconfianza. Son los fantasmas de nuestro interior los que nos atemorizan.
Hay una línea básica en todo el relato: ni madre ni hijo encajan en el papel que les ha tocado. En este momento es cuando te das cuenta de que el filme está dirigido por una mujer, Jennifer Kent, y todo cuadra. La visión cercana a los personajes y sus dramas internos y no la obsesión con un monstruo acechante. Es una película inteligente, inmersiva. Racionalizada. El terror es importante, no sólo por la tensión imprimida a los momentos puramente terroríficos, si no por cómo poco a poco se muestran los entresijos de las relaciones personales no satisfactorias, no buscadas, como el rencor se apodera de “la necesidad” o “el deber”, necesidad de cuidar lo que no pediste, deber de mantenerte en una posición que rechazas. El tabú del infanticidio, la opresión del rol obligado de maternidad, las mentiras de los cuentos de hadas (qué certero que todo comience con un “inocente” cuento! Alpha y omega de todos los engaños que les contamos a nuestros hijos sobre un futuro idealizado, deformador e imperativo que nunca se corresponde con la cruda realidad). Babadook es un filme valiente, con voz propia y con algo que contar. Características que, por desgracia, no suelen estar presentes en las películas de este tipo. Un hurra por su directora, que nos muestra el enorme potencial desperdiciado que guarda el género para contarnos historias con mensaje.
Mención aparte de las actuaciones (especialmente la del chaval, vaya, vaya!), que se toman a si mismas en serio y no se limitan a gritar si no que desarrollan personajes con conflicto interno y evolución.
No le perdamos el ojo a esta mujer, Jennifer Kent. La voz propia del horror más interesante desde Pascal Lagier.
Y además, coño! El bicho en serio da miedo!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final de la película, como el resto, utiliza reglas del género no gratuitamente, sino para enriquecer el significado de la historia. Un monstruo invencible que al final “resucita”, pero no para darnos el susto post-créditos tan típico de la mano saliendo de debajo de la tierra. No. Babadook pervive. Pero pervive no para dar oportunidad a la explotación de una saga de trilogías y figuras de acción. Babadook pervive porque así son nuestros traumas y temores, no podemos sacárnoslos de encima. Y no sólo pervive por su actuación, que va. Lo más importante es cómo lo hace: escondido en el sótano y siendo alimentado (con gusanos, puagh, que dominio del asco y que oportuna es esta directora, joder) por la propia madre. Más gráfico imposible: nuestros miedos internos sobreviven siempre, escondidos de la luz, pero alimentados incesantemente por nosotros.
Joder, si es que la peli da miedo de verdad...
Joder, si es que la peli da miedo de verdad...
25 de febrero de 2014
25 de febrero de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
...y eso es lo que supone esta película. Los mitos románticos de la pareja perfecta, los príncipes azules de Disney, y todos esos carteles con un chico y una chica de sonrisas irónicas con letras rosa y celeste sobre fondo blanco y títulos que atentan contra la dignidad humana nos han bombardeado desde Hollywood sin descanso desde la creación de la industria cinematográfica yankee, idiotizando medio planeta, desesperando al otro medio, y llenándose los bolsillos a base de crear traumas e inseguridades a aquellos incautos que crecen bajo la esfera de influencia cultural norteamericana.
Pero llegó un filme como éste y puso las cartas boca arriba de nuevo. No existen príncipes azules en caballos blancos ni doncellas sumisas cuya única virtud es un buen par de tetas y cara de muñeca Barbie. No existe el amor para toda la vida, la relación “perfecta” (que palabra más peligrosa) ni el comieron perdices. Que fácil fue acabar el cuento de la Cenicienta justo después de la boda! Pero me la juego que si hurgáramos en la historia un poquito más y pudieramos ver lo que pasa años después, posiblemente veríamos a la pobre princesa gorda, vieja, y desesperada encerrada en su casa cuidando de unos críos diagnosticados con SDA, y un principe gordo y viejo y aburrido gritándole animaladas a “su” mujer delante del televisor con una birra del Mercadona sin gas viendo el enésimo Barça-Madrid de la temporada a modo de único estímulo vital en meses.
Ésta es una de las pocas películas de amor que conozco. De amor humano, de amor real, con todas sus maravillosas imperfecciones, sus verdades ocultas y sus verdades verdades. Es una película de ciencia-ficción que, como toda la buena ciencia-ficción, nos habla de la realidad. No es una narración sobre el amor perfecto, es una narración sobre el amor “real”. Y la realidad, es real, y la perfección no.
Que existan películas como ésta en un mundo de superficialidad y vanidad como es el del cine romántico es un milagro. Pero es real, y lo milagros no lo son. Y eso es lo más emocionante. La madurez de aceptar lo que existe, y no la infantilidad de refugiarnos en falsedades, de negarnos lo que de verdad sabemos. Puede existir una idea más genial mejor llevada a cabo que el borrado de la memoria para ejemplificar la necesidad de aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos?
Pero llegó un filme como éste y puso las cartas boca arriba de nuevo. No existen príncipes azules en caballos blancos ni doncellas sumisas cuya única virtud es un buen par de tetas y cara de muñeca Barbie. No existe el amor para toda la vida, la relación “perfecta” (que palabra más peligrosa) ni el comieron perdices. Que fácil fue acabar el cuento de la Cenicienta justo después de la boda! Pero me la juego que si hurgáramos en la historia un poquito más y pudieramos ver lo que pasa años después, posiblemente veríamos a la pobre princesa gorda, vieja, y desesperada encerrada en su casa cuidando de unos críos diagnosticados con SDA, y un principe gordo y viejo y aburrido gritándole animaladas a “su” mujer delante del televisor con una birra del Mercadona sin gas viendo el enésimo Barça-Madrid de la temporada a modo de único estímulo vital en meses.
Ésta es una de las pocas películas de amor que conozco. De amor humano, de amor real, con todas sus maravillosas imperfecciones, sus verdades ocultas y sus verdades verdades. Es una película de ciencia-ficción que, como toda la buena ciencia-ficción, nos habla de la realidad. No es una narración sobre el amor perfecto, es una narración sobre el amor “real”. Y la realidad, es real, y la perfección no.
Que existan películas como ésta en un mundo de superficialidad y vanidad como es el del cine romántico es un milagro. Pero es real, y lo milagros no lo son. Y eso es lo más emocionante. La madurez de aceptar lo que existe, y no la infantilidad de refugiarnos en falsedades, de negarnos lo que de verdad sabemos. Puede existir una idea más genial mejor llevada a cabo que el borrado de la memoria para ejemplificar la necesidad de aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos?

6,6
128
6
31 de agosto de 2011
31 de agosto de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo de la premisa de crítica al totalitarismo que envolvió su país en las décadas inmediatas a la II Guerra Mundial, el amigo Suzuki justifica su posición como cineasta de culto. Vamos, que la peli es raruna como ella sola. Y bastante hermética. Estoy seguro de que un espectador occidental se pierde muchos detalles y guiños al no conocer profundamente la Historia y el lenguaje japonés, pues hay abundantes juegos de palabras y simbolismos que no acaban de pillarse del todo.
Comedia no es, desde luego, Tiene sus puntos cómicos, un tanto abstractos a veces, y funciona medianamente bien como sátira. El comportamiento del protagonista (remarcable actuación) es un claro símil del militarismo japonés en aquella época. Hay espacio para comentar la estupidez de la educación mediante la obediencia y el castigo (militarismo y cristianismo) y el montaje es experimental y bastante arriesgado para la época. De hecho, esto se convierte en su mayor virtud y su mayor defecto, ya que la narración queda deslabazada, avanza a trompicones y resulta muy fácil perderse en ella. Muy destacables las secuencias de lucha, que ocupan buena parte del filme, violentas, realistas, excelentemente coreografiadas, aunque pueden hacerse un poco repetitivas hacia el final. No me extraña que el friki de Tarantino plagiara con nocturnidad y alevosía a Suzuki en su Kill Bill. El tío sabía lo que se hacía.
En resumidas cuentas, la película es interesante para aquellos que ya estén metidos en el tema que trata, conozcan la historia reciente de Japón y esten bastante acostumbrados a su sensibilidad cinematográfica. Especialmente en lo referido al underground y la serie B. No, no vale haber visto un par de pelis de Kurosawa para digerirla.
Básicamente, el problema que le veo es que es una peli muy personal (el director vivió en primera persona lo que fue el pseudofascismo nipón) y dirigida estrictamente al público japonés. Evidentemente, nadie espera que un vietnamita comprenda "Balada Triste de Trompeta" o un ugandés sepa leer el mensaje detrás de "Goodbye Lenin". Estas obras están intrínsecamente ligadas a una Historia y una sensibilidad propias de la cultura que las vió nacer, con todos los pros y contras que ello conlleva. Avisados estais.
Comedia no es, desde luego, Tiene sus puntos cómicos, un tanto abstractos a veces, y funciona medianamente bien como sátira. El comportamiento del protagonista (remarcable actuación) es un claro símil del militarismo japonés en aquella época. Hay espacio para comentar la estupidez de la educación mediante la obediencia y el castigo (militarismo y cristianismo) y el montaje es experimental y bastante arriesgado para la época. De hecho, esto se convierte en su mayor virtud y su mayor defecto, ya que la narración queda deslabazada, avanza a trompicones y resulta muy fácil perderse en ella. Muy destacables las secuencias de lucha, que ocupan buena parte del filme, violentas, realistas, excelentemente coreografiadas, aunque pueden hacerse un poco repetitivas hacia el final. No me extraña que el friki de Tarantino plagiara con nocturnidad y alevosía a Suzuki en su Kill Bill. El tío sabía lo que se hacía.
En resumidas cuentas, la película es interesante para aquellos que ya estén metidos en el tema que trata, conozcan la historia reciente de Japón y esten bastante acostumbrados a su sensibilidad cinematográfica. Especialmente en lo referido al underground y la serie B. No, no vale haber visto un par de pelis de Kurosawa para digerirla.
Básicamente, el problema que le veo es que es una peli muy personal (el director vivió en primera persona lo que fue el pseudofascismo nipón) y dirigida estrictamente al público japonés. Evidentemente, nadie espera que un vietnamita comprenda "Balada Triste de Trompeta" o un ugandés sepa leer el mensaje detrás de "Goodbye Lenin". Estas obras están intrínsecamente ligadas a una Historia y una sensibilidad propias de la cultura que las vió nacer, con todos los pros y contras que ello conlleva. Avisados estais.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
el guiño al Kita Ikki, hacia el final de la peli. El pobre diablo se lanza, por el honor y la gloria, a un golpe de estado fracasado de antemano, así de estúpido es el comportamiento militar.

6,4
30.463
10
1 de diciembre de 2014
1 de diciembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película con la temática política más atrevida que posiblemente ha salido en décadas de los USA: la lucha del ser humano contra los condicionamientos naturales y los condicionamientos sociales, aquellos que producen determinadas estructuras politicas y economicas. Aquellos que producen “sistemas”: trenes que nos llevan por los raíles del planeta, firmes, seguros, pero a la vez inexorables, inmutables, salvación y condena al mismo tiempo.
La película comienza narrandonos una revolución. Incluso dentro de una revolución, todos ocupan su lugar predeterminado: el héroe, el secundario, el viejo maestro, el retratista que plasma los hechos, la masa, etc. Incluso ello está perfectamente medido. Lo revolucionario, nos comunicarán en adelante, es la ruptura del ciclo, la apertura de una puerta, “esa puta puerta” (la más importante de todas) que acaba convirtiéndose en un muro, una barrera, más mental que física, más social que natural, más metafórica que real.
Porque obviamente en la película todo funciona a nivel metafórico, simbólico. No puede ser de otra forma, ya que el más mínimo análisis en la coherencia del espacio-tiempo o las leyes de la física y la química demuestran que a los creadores les importaba muy poco la verosimilitud, sino únicamente el mensaje. La película funciona, pues, a nivel mitológico: “The train is the world, we the humanity”. Solo de este modo podemos entrar en su juego y aceptar los hechos que dentro de este tren, de este “mundo” con lógica interna propia, suceden.
No es difícil esto tampoco porque, pese a ser una producción mainstream estadounidense, se nota el buen hacer koreano en suficientes momentos (fotografía comiquera, escenas de acción líricas, etc.) como para elevar la película muy por encima del montón de scy-fy de pompa y circunstancia con la que se nos bombardea ultimamente desde los USA. Bong Joo Hoo ha tenido problemas (que raro...!) para finalizar y distribuir su filme, por desaveniencias con parte de los productores. Se ve que el director no quiso renunciar a nada, ni a llevarse a su actor preferido (Song Kan Ho, que nuevamente vuelve a partir la pantalla cada vez que sale), ni a las dosis de violencia gráfica e implícita, ni a un mensaje completamente “antisistema” en el que héroe y villano son parte de la misma moneda, pero al contrario de lo que puede suceder en otros casos recientes similares (pienso en Joker y Batman), el héroe, por mucho que luche por redimir sus pecados, no tiene salvación posible en este tren. Porque no hay salvación dentro de los vagones...
La película comienza narrandonos una revolución. Incluso dentro de una revolución, todos ocupan su lugar predeterminado: el héroe, el secundario, el viejo maestro, el retratista que plasma los hechos, la masa, etc. Incluso ello está perfectamente medido. Lo revolucionario, nos comunicarán en adelante, es la ruptura del ciclo, la apertura de una puerta, “esa puta puerta” (la más importante de todas) que acaba convirtiéndose en un muro, una barrera, más mental que física, más social que natural, más metafórica que real.
Porque obviamente en la película todo funciona a nivel metafórico, simbólico. No puede ser de otra forma, ya que el más mínimo análisis en la coherencia del espacio-tiempo o las leyes de la física y la química demuestran que a los creadores les importaba muy poco la verosimilitud, sino únicamente el mensaje. La película funciona, pues, a nivel mitológico: “The train is the world, we the humanity”. Solo de este modo podemos entrar en su juego y aceptar los hechos que dentro de este tren, de este “mundo” con lógica interna propia, suceden.
No es difícil esto tampoco porque, pese a ser una producción mainstream estadounidense, se nota el buen hacer koreano en suficientes momentos (fotografía comiquera, escenas de acción líricas, etc.) como para elevar la película muy por encima del montón de scy-fy de pompa y circunstancia con la que se nos bombardea ultimamente desde los USA. Bong Joo Hoo ha tenido problemas (que raro...!) para finalizar y distribuir su filme, por desaveniencias con parte de los productores. Se ve que el director no quiso renunciar a nada, ni a llevarse a su actor preferido (Song Kan Ho, que nuevamente vuelve a partir la pantalla cada vez que sale), ni a las dosis de violencia gráfica e implícita, ni a un mensaje completamente “antisistema” en el que héroe y villano son parte de la misma moneda, pero al contrario de lo que puede suceder en otros casos recientes similares (pienso en Joker y Batman), el héroe, por mucho que luche por redimir sus pecados, no tiene salvación posible en este tren. Porque no hay salvación dentro de los vagones...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Porque el tren de Rompenieves es una máquina que busca ser eterna, pero no es un lugar en el que haya cabida la justicia o la revolución social, es únicamente, como todo aquello que ostenta una intención de perdurar estático, una cárcel: un artificio creado como todos los regimenes sociales, económicos y religiosos que los seres humanos creamos, el cual se nos vende como inmutable, como única posibilidad de salvación frente al Leviatán, frente a la lucha fratricida, el “orden” de unos pocos frente al “caos” de las turbas descontroladas.
Huir de la dinámica maniquea, de la jerarquía, el mesianismo, los sacrificios inútiles, la lucha infinita y circular, lo “preestablecido”, en resumidas cuentas, es una tarea improbable a la que asistiremos perplejos, de forma secundaria, como lo hacen la mayor parte de los personajes de este cuento, cada uno con su aspiración personal, pensando que luchan por un todo cuando en realidad sólo forman parte de un sistema que se autorreproduce y cuyo fin es siempre aquel que no nos atrevemos a vislumbrar, no por lo imposible que parece llevarlo a cabo, si no por el miedo que supone “abrir esa puerta, que no es un muro” y mirar más allá, afrontar un mundo nuevo y desconocido, un renacimiento en el que las reglas tengan que ser reescritas y todo reimaginado. Como humanos codificados tan fuertemente en unos valores hegemónicos previos a nuestra existencia, buscamos la destrucción de lo que nos oprime, sin ser capaces de brindar respuestas nuevas y, por ende, repitiendo los mismos esquemas una vez. He ahí el verdadero desafío, la construcción de ideas y posibilidades nuevas que nos liberen de las anteriores cadenas, que nos expulsen del tren hacia lo salvaje, hacia lo desconocido, un lugar en el que podamos, por fin, ser libres para escoger que queremos ser. Un mundo "sin zapatos ni sombreros".
Tal es la proeza a la que asistimos en este relato: no la regeneración o limpieza del Antiguo Régimen, si no la ruptura absoluta del mismo por parte de los más vulnerables e inocentes: unos niños que consiguen liberarse del mundo que de otro modo los habría condenado a un futuro en el que no existía otra elección.
Huir de la dinámica maniquea, de la jerarquía, el mesianismo, los sacrificios inútiles, la lucha infinita y circular, lo “preestablecido”, en resumidas cuentas, es una tarea improbable a la que asistiremos perplejos, de forma secundaria, como lo hacen la mayor parte de los personajes de este cuento, cada uno con su aspiración personal, pensando que luchan por un todo cuando en realidad sólo forman parte de un sistema que se autorreproduce y cuyo fin es siempre aquel que no nos atrevemos a vislumbrar, no por lo imposible que parece llevarlo a cabo, si no por el miedo que supone “abrir esa puerta, que no es un muro” y mirar más allá, afrontar un mundo nuevo y desconocido, un renacimiento en el que las reglas tengan que ser reescritas y todo reimaginado. Como humanos codificados tan fuertemente en unos valores hegemónicos previos a nuestra existencia, buscamos la destrucción de lo que nos oprime, sin ser capaces de brindar respuestas nuevas y, por ende, repitiendo los mismos esquemas una vez. He ahí el verdadero desafío, la construcción de ideas y posibilidades nuevas que nos liberen de las anteriores cadenas, que nos expulsen del tren hacia lo salvaje, hacia lo desconocido, un lugar en el que podamos, por fin, ser libres para escoger que queremos ser. Un mundo "sin zapatos ni sombreros".
Tal es la proeza a la que asistimos en este relato: no la regeneración o limpieza del Antiguo Régimen, si no la ruptura absoluta del mismo por parte de los más vulnerables e inocentes: unos niños que consiguen liberarse del mundo que de otro modo los habría condenado a un futuro en el que no existía otra elección.
5 de enero de 2016
5 de enero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un puñado de perroflautas descerebrados que se la lían a los antidisturbios alemanes peor que Bugs Bunny a Elmer el cazador. Un puñado de crostis que en 15 años pasan del anarquismo de niñato fan de Green Day a ser corredores de bolsa o abogados con remordimientos cristianos puristas. Las vueltas que da la vida, oiga. Un grupo insurreccionalista que , un poco porque sí, (porque los motivos que les llevan a ser anarquistas parece que tiene que ver con el tamaño de sus crestas más que con la cantidad de libros que han leído o la vida que han llevado) les da por okupar casas y, cuando aquello no era posible, dejar bombas en ellas!!! (sic). Bombas caseras hechas en una olla común con utensilios de supermercado, que no explotan cuando deberían, pero que luego su capacidad destructiva es la de 50 kilotones. Bombas que además son creadas en un proceso que se registra TODO en cámara de video para que sus hijos puedan verlo en el futuro y sentirse orgullosos de como sus padres “lucharon contra el imperialismo”!!! (sic, de nuevo, aunque parezca increíble). Bombas que 15 años más tarde causaran problemas al grupo porque, oye, tener 20 años y ser jipi costroso está bien, pero es que quién quiere ser anarquista toda la vida pudiendo ser madre? Parece que nos sugiere el director.
Esta bazofia es tan surrealista (pero en el mal sentido) que mezcla estética de vagabundos yonkis con terroristas antiimperialistas como si todos fueran lo mismo (sólo faltan Colau y Carmena paseándose por Berlín y el festival era total), pero es que además son unos alumnos de Ocean y sus 11 y planean infiltrarse en una comisaría que ríete tu de Guantanamo Bay. Como no les sale bien deciden....pues poner otro zambombazo. Ahí ya tuvimos que quitar la película para ir al baño
Todo aderezado con música punk o gafapasta de lo más palera y descontextualizada, un par de tetas y chistes idiotas para parecer irreverentes.
Muy creíble todo sí
Esta bazofia es tan surrealista (pero en el mal sentido) que mezcla estética de vagabundos yonkis con terroristas antiimperialistas como si todos fueran lo mismo (sólo faltan Colau y Carmena paseándose por Berlín y el festival era total), pero es que además son unos alumnos de Ocean y sus 11 y planean infiltrarse en una comisaría que ríete tu de Guantanamo Bay. Como no les sale bien deciden....pues poner otro zambombazo. Ahí ya tuvimos que quitar la película para ir al baño
Todo aderezado con música punk o gafapasta de lo más palera y descontextualizada, un par de tetas y chistes idiotas para parecer irreverentes.
Muy creíble todo sí
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
"Pensé que serías la nueva Rosa Luxemburgo" es la referencia política más currada de toda la narración. De hecho, es la única. Que Durruti nos coja confesadas
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