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Críticas ordenadas por utilidad
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5,9
9.757
6
18 de abril de 2015
18 de abril de 2015
30 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El niño 44” está dirigida por Daniel Espinosa (“El invitado”, “Dinero Fácil) y protagonizada por Tom Hardy y Noomi Rapace. Es la adaptación de una novela con el mismo nombre, de la cual se encargó el prestigioso escritor y guionista Richard Price (“El color del dinero”, “Historias de Nueva York”, “The Wire: Bajo escucha”, etc) de traer a la gran pantalla. Producida por Scott Free, la productora de Ridley Scott, esta película tenía visos de convertirse en una agradable sorpresa y quizá una contendiente para los próximos Oscar. Ambientada en Moscú durante la era comunista comandada por Stalin, Leo Demidov (Hardy) un miembro del cuerpo de “seguridad” soviético es perturbado por la muerte del hijo de un viejo amigo suyo y compañero de profesión que clama haber sido asesinado. Teniendo en cuenta que, según su doctrina, el asesinato era una enfermedad capitalista Demidov deberá luchar contra el sistema para atrapar al asesino que continúa matando a niños impunemente.
Empezando por las actuaciones, Tom Hardy y Noomi Rapace ejercen de rotundos protagonistas pese a contar con Gary Oldman, Joel Kinnaman y Vincent Cassel como miembros del reparto. Y es que, aunque ambos cumplen con sus personajes y crean un vínculo creíble como matrimonio en apuros, los demás están relevados al ostracismo y fijándome en la duración de la película esperaba algo más desarrollo de personajes. Me decepcionó que la oportunidad de ver un memorable pulso entre Oldman, Cassel y Hardy no se materializase y en su lugar recibamos demasiado relleno que, desde luego es importante para recrear el tono de los años 50 en la URSS pero que al cabo de un tiempo comienza a repetirse y, por desgracia, caer en el aburrimiento. La dirección llevada por Espinosa es decente, no impresiona ni transmite profundas emociones como otro director más contrastado haría con este concepto, pero consigue algunas tomas poderosas del paisaje ruso y capta bien el ambiente de desconfianza y terror que invadían las calles de Moscú antaño. Sin embargo, el peor aspecto de la película es el trailer, que nos muestra lo que parecía una investigación policial de un asesino de niños, llevada a cabo por un Tom Hardy desquiciado y obsesionado en darle caza como sea. También nos introduce al personaje de Gary Oldman como elemento relevante en la historia, donde ambos parecen actuar conjuntamente para poner a dicho psicópata entre rejas. Sin embargo, cuando terminas la película y recapitulas, el resultado no puede ser más alejado de dicho trailer. ¿Dónde está la historia que nos vendían? ¿Por qué los trailers dañan la película en vez de ayudarla? Sinceramente no entiendo algunas de las campañas publicitarias de hoy día y después de ver “El niño 44”-sin haber leído el libro- jamás la definiría como un thriller de asesinatos y sin embargo eso es lo que nos venden. También tengo queja sobre la duración de la cinta y es que otra mala costumbre hoy día es la de alargar las películas innecesariamente y en este caso se han pasado. Personalmente, le sobran 10 o 15 minutos y sobretodo le sobra mucha trama secundaria que no lleva a ninguna parte ni complementa a la principal y resulta un esfuerzo en vano de parecer más dramática de lo que es. El guión está aquí y allá, muy deslavazado, repleto de personajes intrascendentes y una decepcionante historia de investigación que se disuelve en este mar de confusas ideas.
En conclusión, “El niño 44” es una buena película fijándonos en las interpretaciones -buena química y desarrollo de la inestable relación entre Hardy y Rapace, así como un pétreo y despiadado Kinnaman- pero un producto fallido en su conjunto. Este es un claro ejemplo de que rodearse de gente competente no siempre es la fórmula ganadora y de que la visión del director importa más de lo que parece, actuando como raíles de un tren (soviético) que debe llegar a su destino: ser una película con un propósito y objetivo definido.
Empezando por las actuaciones, Tom Hardy y Noomi Rapace ejercen de rotundos protagonistas pese a contar con Gary Oldman, Joel Kinnaman y Vincent Cassel como miembros del reparto. Y es que, aunque ambos cumplen con sus personajes y crean un vínculo creíble como matrimonio en apuros, los demás están relevados al ostracismo y fijándome en la duración de la película esperaba algo más desarrollo de personajes. Me decepcionó que la oportunidad de ver un memorable pulso entre Oldman, Cassel y Hardy no se materializase y en su lugar recibamos demasiado relleno que, desde luego es importante para recrear el tono de los años 50 en la URSS pero que al cabo de un tiempo comienza a repetirse y, por desgracia, caer en el aburrimiento. La dirección llevada por Espinosa es decente, no impresiona ni transmite profundas emociones como otro director más contrastado haría con este concepto, pero consigue algunas tomas poderosas del paisaje ruso y capta bien el ambiente de desconfianza y terror que invadían las calles de Moscú antaño. Sin embargo, el peor aspecto de la película es el trailer, que nos muestra lo que parecía una investigación policial de un asesino de niños, llevada a cabo por un Tom Hardy desquiciado y obsesionado en darle caza como sea. También nos introduce al personaje de Gary Oldman como elemento relevante en la historia, donde ambos parecen actuar conjuntamente para poner a dicho psicópata entre rejas. Sin embargo, cuando terminas la película y recapitulas, el resultado no puede ser más alejado de dicho trailer. ¿Dónde está la historia que nos vendían? ¿Por qué los trailers dañan la película en vez de ayudarla? Sinceramente no entiendo algunas de las campañas publicitarias de hoy día y después de ver “El niño 44”-sin haber leído el libro- jamás la definiría como un thriller de asesinatos y sin embargo eso es lo que nos venden. También tengo queja sobre la duración de la cinta y es que otra mala costumbre hoy día es la de alargar las películas innecesariamente y en este caso se han pasado. Personalmente, le sobran 10 o 15 minutos y sobretodo le sobra mucha trama secundaria que no lleva a ninguna parte ni complementa a la principal y resulta un esfuerzo en vano de parecer más dramática de lo que es. El guión está aquí y allá, muy deslavazado, repleto de personajes intrascendentes y una decepcionante historia de investigación que se disuelve en este mar de confusas ideas.
En conclusión, “El niño 44” es una buena película fijándonos en las interpretaciones -buena química y desarrollo de la inestable relación entre Hardy y Rapace, así como un pétreo y despiadado Kinnaman- pero un producto fallido en su conjunto. Este es un claro ejemplo de que rodearse de gente competente no siempre es la fórmula ganadora y de que la visión del director importa más de lo que parece, actuando como raíles de un tren (soviético) que debe llegar a su destino: ser una película con un propósito y objetivo definido.

6,5
13.962
6
10 de marzo de 2015
10 de marzo de 2015
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El año más violento” es lo nuevo de J.C. Chandor -realizador de “Margin Call” y “All is lost”- que regresa para escribir y dirigir esta cinta. La trama gira entorno a Abel Morales (Oscar Isaac) quien dirige un negocio de transporte de gasolina en la Nueva York de 1981 -que según reza la película es el año más violento en su historia- viéndose constantemente amenazado y enfrentado a numerosas fuerzas de la ciudad. Por una parte tenemos a la mafia local que harta de su fulgurante éxito tratará de hundirlo a él, a su entorno y a su empresa; por la otra están las fuerzas del orden representadas por el fiscal de la ciudad quien lidera una cruzada contra su negocio. Con la ayuda de su mujer (Jessica Chastain) y su abogado (Albert Brooks) tratará de esclarecer quien está detrás del complot a la vez que continúa su expansión empresarial.
Empezando por la dirección de Chandor que, tratando de imitar la estética de películas mafiosas de antaño, cae en convencionalismos y recursos trillados donde la originalidad brilla por su ausencia, los escenarios dan la continua sensación de dèja-vu y la ambientación está muy poco elaborada -teniendo en cuenta que tenía mucho material donde inspirarse en la NY de principios de los 80- por lo que su visionado no aporta nada nuevo al espectador que se debate entre el aburrimiento y la frustración ante una obra que pudiendo ser notable se conforma con el aprobado raspado. La fotografía es bastante común, de nuevo siguiendo el común denominador, aunque tampoco puede hacer mucho con la ordinaria puesta en escena y la escasa originalidad de la historia. La iluminación imita malamente la genial atmósfera que Gordon Willis creaba en sus exitosos trabajos con Woody Allen o Coppola. Los interiores resultan monocromo con una predominante oscuridad que inunda la gran mayoría de escenas; por otra parte los exteriores se ven mejor aunque son tan breves que resultan inapreciables en su conjunto. Las actuaciones tampoco destacan ya que el reparto no tiene un guión sólido ni unos personajes bien definidos con los que trabajar. El resultado es un Isaac irreconocible, hierático y poco inspirado que tira del “look” de gángster estereotipado visto mil veces en la pantalla; Chastain actúa como la típica mujer del mafioso que se comporta prepotente y agresivamente; Albert Brooks desaprovechado -como la gran mayoría- tiene un papel que muestra muy poco de sus capacidades interpretativas en este género de películas, limitándose a cumplir el rol de escudero de Morales y poco más. El guión es claramente el gran lastre. En mi opinión Chandor no sabía que película quería hacer, lo que sí sabía es que quería hacer un guiño a las cintas de Lumet, Scorsese, Friedkin, Siegel y compañía. Así que decidió incluir todos los elementos que las caracterizaban como la mafia -de Scorsese-, las persecuciones -de Siegel-, el protagonista en constantes problemas -de Lumet- y el legendario telón de fondo neoyorquino, olvidándose de que lo que realmente necesitaba era una historia coherente y unos personajes interesantes que llamasen la atención de la audiencia.
En conclusión, “El año más violento” es un buen envoltorio -muy prometedor- que carece de alma, un diamante en bruto que cayó en malas manos y lo peor de todo es que no la recordarás más allá de la salida del parking del cine. Pese a contar con una premisa y localización llamativas se hunde irremediablemente por culpa de un guión deslavazado, una dirección demasiado conservadora y una caracterización de personajes unidimensional que impide a estos sólidos actores lucirse como les gustaría.
P.D. Esta y más críticas las podrás encontrar en universolumiere.blogspot.com
Empezando por la dirección de Chandor que, tratando de imitar la estética de películas mafiosas de antaño, cae en convencionalismos y recursos trillados donde la originalidad brilla por su ausencia, los escenarios dan la continua sensación de dèja-vu y la ambientación está muy poco elaborada -teniendo en cuenta que tenía mucho material donde inspirarse en la NY de principios de los 80- por lo que su visionado no aporta nada nuevo al espectador que se debate entre el aburrimiento y la frustración ante una obra que pudiendo ser notable se conforma con el aprobado raspado. La fotografía es bastante común, de nuevo siguiendo el común denominador, aunque tampoco puede hacer mucho con la ordinaria puesta en escena y la escasa originalidad de la historia. La iluminación imita malamente la genial atmósfera que Gordon Willis creaba en sus exitosos trabajos con Woody Allen o Coppola. Los interiores resultan monocromo con una predominante oscuridad que inunda la gran mayoría de escenas; por otra parte los exteriores se ven mejor aunque son tan breves que resultan inapreciables en su conjunto. Las actuaciones tampoco destacan ya que el reparto no tiene un guión sólido ni unos personajes bien definidos con los que trabajar. El resultado es un Isaac irreconocible, hierático y poco inspirado que tira del “look” de gángster estereotipado visto mil veces en la pantalla; Chastain actúa como la típica mujer del mafioso que se comporta prepotente y agresivamente; Albert Brooks desaprovechado -como la gran mayoría- tiene un papel que muestra muy poco de sus capacidades interpretativas en este género de películas, limitándose a cumplir el rol de escudero de Morales y poco más. El guión es claramente el gran lastre. En mi opinión Chandor no sabía que película quería hacer, lo que sí sabía es que quería hacer un guiño a las cintas de Lumet, Scorsese, Friedkin, Siegel y compañía. Así que decidió incluir todos los elementos que las caracterizaban como la mafia -de Scorsese-, las persecuciones -de Siegel-, el protagonista en constantes problemas -de Lumet- y el legendario telón de fondo neoyorquino, olvidándose de que lo que realmente necesitaba era una historia coherente y unos personajes interesantes que llamasen la atención de la audiencia.
En conclusión, “El año más violento” es un buen envoltorio -muy prometedor- que carece de alma, un diamante en bruto que cayó en malas manos y lo peor de todo es que no la recordarás más allá de la salida del parking del cine. Pese a contar con una premisa y localización llamativas se hunde irremediablemente por culpa de un guión deslavazado, una dirección demasiado conservadora y una caracterización de personajes unidimensional que impide a estos sólidos actores lucirse como les gustaría.
P.D. Esta y más críticas las podrás encontrar en universolumiere.blogspot.com

7,6
64.674
8
17 de noviembre de 2013
17 de noviembre de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento en sí es común, sólido pero común. El director no arriesga demasiado en su ejecución y los actores en general lo hacen bien. Escuchando esto se diría que Prisoners es una película aceptable, sin demasiadas pretensiones, pero si algo es este filme es desasosegante y angustioso, entre otras cosas porque Jackman y Gyllenhaal desempeñan a la perfección sus roles, que te dejan exhausto de tanta crudeza que logran transmitir. Sus interpretaciones son de 10 y eso eleva notablemente la calidad de la película. El título y el cartel es bastante revelador, ya que ambos son prisioneros de algún modo (Jackman como padre desesperado y Gyllenhaal como policía obsesionado) y nos avisa de lo que nos espera: un puzzle emocional que lleva al límite tanto a sus protagonistas como al espectador, que acaba la sesión pensando menos mal que ha acabado.

7,3
69.508
8
10 de octubre de 2014
10 de octubre de 2014
14 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva cinta del consolidado director David Fincher ("Seven", "The game" o "Zodiac") que se basa en la novela del guionista Gillian Flynn y que protagonizan Ben Affleck y Rosamund Pike.
Esta obra es indiscutiblemente la mejor película de lo que va de año y será difícil de desbancar. Fincher cuenta una historia cruda, salvaje y despiadada sobre el matrimonio: aquel compromiso tan importante y especial que puede cambiar nuestras vidas, tanto para bien como para mal. Nos retrata las dos caras de la moneda, marido y esposa, cada uno con sus problemas y obsesiones, atestiguando que ninguno es ni será completamente honesto con el otro jamás. Por una parte está Nick (Ben Affleck), marido afligido por la repentina desaparición de su mujer, que trata de navegar a contracorriente de la opinión pública, que siempre busca un foco en el cual volcar toda su ira y odio. A medida que la película transcurre se van intercalando, de forma dinámica, acontecimientos presentes y pasados (en forma de flashbacks) donde se destapa el tarro de las esencias que, en mi opinión, hacen de esta película una auténtica obra de arte: las diferentes formas que tenemos de distorsionar la realidad (¡solo hay una!) para construir nuestro punto de vista, algo especialmente usual en la vida de pareja. Esa será la idea principal sobre la que girará la historia. Aquí es donde cobra protagonismo Amy (Rosamund Pike) que dota a la película de un aire misterioso, cautivador y a su vez perturbador. Es un personaje que debe ser descubierto por el espectador a medida que transcurren las dos horas y media de film ya que el verdadero objetivo del realizador es que se vayan descubriendo (Affleck y Pike) el uno al otro mientras tú te sorprendes.
En el apartado técnico, todas las escenas tienen como elemento característico la oscuridad. El escenario es pulcro, inmaculado, perfecto e iluminado, en algunos casos, pero la presencia de los actores, de sus rostros impertérritos y tensos, oscurecen deliberadamente la estancia y la secuencia, dando como resultado a una ambientación inquietante y angustiosa. No lograba quitarme esa sensación agobiante de que todos maquinaban en cierto modo algo y que la intriga aumentaba conforme avanzaba la historia.
El apartado sonoro es meramente ambiental, ayudando a construir tensión, pero nada más. No por esto es mala, solo que en "Perdida" lo importante son las imágenes y las palabras.
En conclusión, imprescindible para todo amante del cine que se precie. "Perdida" es la despiadada y colérica imagen de esa aventura (arriesgada, enigmática y laberíntica) llamada matrimonio. Obra maestra de principio a fin, que lo tiene todo: actores dedicados, director perfeccionista y una historia con forma de madeja que nos invita a tirar y tirar del hilo mientras nos agarramos a la butaca de la emoción y el suspense que nos aguarda.
Esta obra es indiscutiblemente la mejor película de lo que va de año y será difícil de desbancar. Fincher cuenta una historia cruda, salvaje y despiadada sobre el matrimonio: aquel compromiso tan importante y especial que puede cambiar nuestras vidas, tanto para bien como para mal. Nos retrata las dos caras de la moneda, marido y esposa, cada uno con sus problemas y obsesiones, atestiguando que ninguno es ni será completamente honesto con el otro jamás. Por una parte está Nick (Ben Affleck), marido afligido por la repentina desaparición de su mujer, que trata de navegar a contracorriente de la opinión pública, que siempre busca un foco en el cual volcar toda su ira y odio. A medida que la película transcurre se van intercalando, de forma dinámica, acontecimientos presentes y pasados (en forma de flashbacks) donde se destapa el tarro de las esencias que, en mi opinión, hacen de esta película una auténtica obra de arte: las diferentes formas que tenemos de distorsionar la realidad (¡solo hay una!) para construir nuestro punto de vista, algo especialmente usual en la vida de pareja. Esa será la idea principal sobre la que girará la historia. Aquí es donde cobra protagonismo Amy (Rosamund Pike) que dota a la película de un aire misterioso, cautivador y a su vez perturbador. Es un personaje que debe ser descubierto por el espectador a medida que transcurren las dos horas y media de film ya que el verdadero objetivo del realizador es que se vayan descubriendo (Affleck y Pike) el uno al otro mientras tú te sorprendes.
En el apartado técnico, todas las escenas tienen como elemento característico la oscuridad. El escenario es pulcro, inmaculado, perfecto e iluminado, en algunos casos, pero la presencia de los actores, de sus rostros impertérritos y tensos, oscurecen deliberadamente la estancia y la secuencia, dando como resultado a una ambientación inquietante y angustiosa. No lograba quitarme esa sensación agobiante de que todos maquinaban en cierto modo algo y que la intriga aumentaba conforme avanzaba la historia.
El apartado sonoro es meramente ambiental, ayudando a construir tensión, pero nada más. No por esto es mala, solo que en "Perdida" lo importante son las imágenes y las palabras.
En conclusión, imprescindible para todo amante del cine que se precie. "Perdida" es la despiadada y colérica imagen de esa aventura (arriesgada, enigmática y laberíntica) llamada matrimonio. Obra maestra de principio a fin, que lo tiene todo: actores dedicados, director perfeccionista y una historia con forma de madeja que nos invita a tirar y tirar del hilo mientras nos agarramos a la butaca de la emoción y el suspense que nos aguarda.

5,6
27.906
7
13 de mayo de 2017
13 de mayo de 2017
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recordáis aquellas declaraciones en las que Scott repetía como un mantra que Prometheus no pertenecía al universo Alien y rehuía todo paralelismo con la saga? Bueno, pues en algún momento después de su estreno cambió de opinión, abrazando la idea de unir esta serie de películas con la cinta original del ’79. Uno de los problemas principales del filme es su falta de inspiración; el realizador británico no nos da un motivo para creer en su visión. Continúa alimentándonos con un sinfín de conceptos filosóficos, referencias literarias y guiños teológicos pero al final termina dándonos más de los mismo. Quizá por eso Covenant se siente como un Frankenstein cinematográfico que busca incesantemente una razón para existir, si bien sus partes están muy bien diferenciadas: una primera centrada en la presentación y desarrollo de los protagonistas y una segunda que hace lo posible –aunque no lo suficiente- por entretejer esta entrega con Prometheus e incluso proyectarla más allá con vistas a futuras secuelas.
El problema que le veo a esta nueva aventura de terror es que se sustenta demasiado en muy pocos elementos y puebla el resto del metraje con relleno y clichés; si sé que los personajes van a terminar cometiendo los mismos errores en los mismos lugares y por los mismos motivos que en películas anteriores, ¿por qué te molestas en desperdiciar tan valioso tiempo en presentárnoslos? Lamentablemente, esto lastra al filme de manera que cuando llega la mejor parte, ésta se siente apresurada e inconclusa. Aún así, la creatividad visual de Scott basta para mantenerme abrumado al menos con sus imágenes y cruzar los dedos para que lo bueno empiece. Llegados a este punto, cuando el terror se apodera de la cinta y la nueva tripulación se encuentra con un protagonista crucial de Prometheus, la cinta adquiere el propósito de su existencia: desatar los corsés en los que se habían ceñido Fincher, Jeunet y cía. y conocer más no sólo sobre la criatura xenomorfa sino sobre el patógeno que nos habían presentado en la entrega anterior. Una vez más, vuelvo a recalcar que esta parte es la que debió potenciarse en detrimento del desarrollo de los nuevos –e insulsos- personajes; no porque carezcan de potencial, sino porque no hacen nada con ellos. Si el propio Ridley sabía que ésta era una secuela directa de Prometheus, ¿por qué no ceñirse a esa idea?, ¿acaso no merecía la Dra. Shaw continuar su expedición en busca de respuestas sobre los orígenes de la humanidad? Sin embargo, los guionistas sí aciertan de pleno a la hora de exponer la dicotomía entre los dos androides (¿o replicantes?) que aparecen en la trama; esta parte es de lejos la línea argumental más intrigante en vistas al futuro de la franquicia.
En cuanto a las interpretaciones, lo cierto es que todas están a la altura; quizá por ello resulta aún más frustrante que sus personajes sean tan finos como el papel de fumar. Katherine Waterston me obnubiló en Puro Vicio (2014) de Paul Thomas Anderson y aquí se limita a ser un clon de Ripley…¡y ya he perdido la cuenta de cuantos llevan! Danny McBride cumple el mismo rol cómico que Yaphet Kotto y Harry Dean Stanton en la original, Bill Paxton o Idris Elba más recientemente. El resto sirven de carnaza para las despiadadas bestias; no conseguí empatizar con ninguno, de forma que cuando morían el sentimiento de pérdida era nulo. Al final, Alien: Covenant se limita a ser el show interpretativo de Michael Fassbender, el cual encarna a dos androides concebidos con propósitos opuestos.
Otro grave problema de la cinta es la edición y el montaje. Aquí sobra metraje y faltan escenas que hubieran aportado mayor peso narrativo a la historia y más profundidad a los personajes. Se siente demasiado inconexa, como si faltasen piezas del rompecabezas. Además, la banda sonora de Jed Kurzel echa en falta un tema propio que se complemente con el original de Goldsmith y el más reciente de Harry Gregson-Williams. Sin embargo y pese a no conseguir insuflarla con personalidad propia, Kurzel logra crear tensión cuando le toca y rendir homenaje en ciertos compases del filme –y creedme cuando os digo que hay muchos guiños que complacerán al fan acérrimo-. Por lo demás, los efectos especiales están bien hechos, salvo contadas excepciones en las que se les va la mano en escenas gore.
Normalmente concluiría aquí el análisis, pero esta vez haré una excepción porque no puedo dejar de criticar un elemento que puede destrozaros el visionado y que curiosamente no forma parte de la obra en sí: la campaña publicitaria. Este tipo de obras están diseñadas en Cinemascope para verse en la pantalla más grande posible y resulta una blasfemia para el séptimo arte desnudarla en los vídeos promocionales; es lo más cercano a prostituirla. Por eso guardamos en nuestro subconsciente el recuerdo de la primera vez que vimos aquella obra maestra (o cualquier otra), porque sabemos que esa magia es irrepetible. El hecho de que ya hayas visto casi la totalidad del filme en la pantalla de tu ordenador o de tu teléfono le resta emoción y el cine se basa principalmente en transmitir eso. Para mi ese es el gran problema de Alien: Covenant, por encima incluso de su ritmo irregular o de sus fallos de guión.
En definitiva, Alien: Covenant promete más de lo que da; es una pieza que podría ser magistral de contar con los acordes y con los músicos apropiados. No me malinterpretéis, esta nueva incursión del Sr. Scott en el género de la ciencia ficción-terror es ampliamente satisfactorio y cuenta con las dosis de tensión y adrenalina necesarias para ser una más que digna secuela. Lo que pasa es que digna ya no nos vale. No cuando estamos ante la sexta entrada de la saga –sin contar las de Alien vs Predator-y los signos de fatiga hace tiempo que se evidencian; a estas alturas nos esperamos más, porque el propio creador está empeñado en convencernos de que aún le queda una última gran sinfonía por componer.
El problema que le veo a esta nueva aventura de terror es que se sustenta demasiado en muy pocos elementos y puebla el resto del metraje con relleno y clichés; si sé que los personajes van a terminar cometiendo los mismos errores en los mismos lugares y por los mismos motivos que en películas anteriores, ¿por qué te molestas en desperdiciar tan valioso tiempo en presentárnoslos? Lamentablemente, esto lastra al filme de manera que cuando llega la mejor parte, ésta se siente apresurada e inconclusa. Aún así, la creatividad visual de Scott basta para mantenerme abrumado al menos con sus imágenes y cruzar los dedos para que lo bueno empiece. Llegados a este punto, cuando el terror se apodera de la cinta y la nueva tripulación se encuentra con un protagonista crucial de Prometheus, la cinta adquiere el propósito de su existencia: desatar los corsés en los que se habían ceñido Fincher, Jeunet y cía. y conocer más no sólo sobre la criatura xenomorfa sino sobre el patógeno que nos habían presentado en la entrega anterior. Una vez más, vuelvo a recalcar que esta parte es la que debió potenciarse en detrimento del desarrollo de los nuevos –e insulsos- personajes; no porque carezcan de potencial, sino porque no hacen nada con ellos. Si el propio Ridley sabía que ésta era una secuela directa de Prometheus, ¿por qué no ceñirse a esa idea?, ¿acaso no merecía la Dra. Shaw continuar su expedición en busca de respuestas sobre los orígenes de la humanidad? Sin embargo, los guionistas sí aciertan de pleno a la hora de exponer la dicotomía entre los dos androides (¿o replicantes?) que aparecen en la trama; esta parte es de lejos la línea argumental más intrigante en vistas al futuro de la franquicia.
En cuanto a las interpretaciones, lo cierto es que todas están a la altura; quizá por ello resulta aún más frustrante que sus personajes sean tan finos como el papel de fumar. Katherine Waterston me obnubiló en Puro Vicio (2014) de Paul Thomas Anderson y aquí se limita a ser un clon de Ripley…¡y ya he perdido la cuenta de cuantos llevan! Danny McBride cumple el mismo rol cómico que Yaphet Kotto y Harry Dean Stanton en la original, Bill Paxton o Idris Elba más recientemente. El resto sirven de carnaza para las despiadadas bestias; no conseguí empatizar con ninguno, de forma que cuando morían el sentimiento de pérdida era nulo. Al final, Alien: Covenant se limita a ser el show interpretativo de Michael Fassbender, el cual encarna a dos androides concebidos con propósitos opuestos.
Otro grave problema de la cinta es la edición y el montaje. Aquí sobra metraje y faltan escenas que hubieran aportado mayor peso narrativo a la historia y más profundidad a los personajes. Se siente demasiado inconexa, como si faltasen piezas del rompecabezas. Además, la banda sonora de Jed Kurzel echa en falta un tema propio que se complemente con el original de Goldsmith y el más reciente de Harry Gregson-Williams. Sin embargo y pese a no conseguir insuflarla con personalidad propia, Kurzel logra crear tensión cuando le toca y rendir homenaje en ciertos compases del filme –y creedme cuando os digo que hay muchos guiños que complacerán al fan acérrimo-. Por lo demás, los efectos especiales están bien hechos, salvo contadas excepciones en las que se les va la mano en escenas gore.
Normalmente concluiría aquí el análisis, pero esta vez haré una excepción porque no puedo dejar de criticar un elemento que puede destrozaros el visionado y que curiosamente no forma parte de la obra en sí: la campaña publicitaria. Este tipo de obras están diseñadas en Cinemascope para verse en la pantalla más grande posible y resulta una blasfemia para el séptimo arte desnudarla en los vídeos promocionales; es lo más cercano a prostituirla. Por eso guardamos en nuestro subconsciente el recuerdo de la primera vez que vimos aquella obra maestra (o cualquier otra), porque sabemos que esa magia es irrepetible. El hecho de que ya hayas visto casi la totalidad del filme en la pantalla de tu ordenador o de tu teléfono le resta emoción y el cine se basa principalmente en transmitir eso. Para mi ese es el gran problema de Alien: Covenant, por encima incluso de su ritmo irregular o de sus fallos de guión.
En definitiva, Alien: Covenant promete más de lo que da; es una pieza que podría ser magistral de contar con los acordes y con los músicos apropiados. No me malinterpretéis, esta nueva incursión del Sr. Scott en el género de la ciencia ficción-terror es ampliamente satisfactorio y cuenta con las dosis de tensión y adrenalina necesarias para ser una más que digna secuela. Lo que pasa es que digna ya no nos vale. No cuando estamos ante la sexta entrada de la saga –sin contar las de Alien vs Predator-y los signos de fatiga hace tiempo que se evidencian; a estas alturas nos esperamos más, porque el propio creador está empeñado en convencernos de que aún le queda una última gran sinfonía por componer.
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