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Críticas ordenadas por utilidad
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7
5 de enero de 2013
5 de enero de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está película me ha roto los esquemas. Yo no sé quién ha dicho que Joaquím Jordá no se posiciona. Está clarísimo que el director toma partido por los pederastas confesos. Confesos de ser pederastas y tener que lidiar con sus impulsos, pero pederastas que se confiesan inocentes de haber culminado su pederastia abusando de menores, tal como la fiscalía les acusa. Yo no me acuerdo del caso de pederastia en concreto, del proceso que desde 1997 hasta 2001 tuvo a los medios de comunicación pendientes del caso de El Raval. Debía estar a otra cosa. Lo cierto es que Jordá pone la cámara para cuestionar las acusaciones, la falta de pruebas, la falta de garantías, el prejuicio social, la cuestionable actuación policial y el descarado posicionamiento del juez contra los acusados. Parece la historia de un veredicto anunciado. También desconocía que el famoso periodista Arcadi Espada hubiera comparecido en el proceso o escrito un libro a favor también del "protagonista" de la película Xabier Tamarit Tamarit, que todavía sigue preso
Me ha sorprendido que alguien sea capaz de hacer un documental para hacernos reflexionar sobre la pederastia sin culpar de antemano al acusado. Es cierto, que al hablar de pederastia los matices desaparecen, el criminal ya está expulsado, culpado y nadie parece dispuesto a defender la existencia de esta tendencia sexual. No ya del crimen, sino de la tendencia. Tanto Jordá como Espada son capaces de filmar y escribir sobre la conveniencia de meditar sobre la existencia de tendencias pederastas sin dictar veredicto de culpabilidad sobre la tendencia. Es un sapo que me resulta dificil de tragar. Yo también he renunciado, hasta esta película, a meditar sobre el tema. Mi veredicto era de culpabilidad. Y eso es lo que me parece tan duro. La franqueza con la que habla Xabier Tamarit sobre su tendencia sexual, aclarando que el no ha decidido ser así pero que ha decidido no hacer daño a nadie -ningún menor- culminando sus instintos. El personaje no es ningún palurdo y Jordá le presta los micrófonos y el espacio que nadie en la sociedad cede a un pederasta confeso y Tamarit se explica con empatía y convicción.
La película muestra como el juez, la prensa y la policía protegen con tanto celo el tabú de la pederastia que la condena parece predeterminada, y su determinación por el bien social parece cruel y dictada por una fuerza que no quiere oír hablar del tema, solo apartarlo de la vista. Subyace, sin embargo una hipocresía social en el tratamiento sensacionalista que se da en prensa a temas de los que presuntamente nadie quiere tratar, pero sobre los que todo el mundo esta dispuesto a leer con fruición. Jordá pone al descubierto otra paradoja: ¿no es el propio sistema el que hace más daño a los niños con pruebas periciales, preguntas impúdicas o escrutrinio público sin piedad que el presunto crimen?
Nunca me había planteado el derecho de los pederastas a su tendencia sexual, toda vez que no pueden consumarlo puesto que sería delito. Debatir sobre esta tendencia en profundidad se ve que rasga capas de la moral pública que pocos están dispuestos a abordar.
Me ha sorprendido que alguien sea capaz de hacer un documental para hacernos reflexionar sobre la pederastia sin culpar de antemano al acusado. Es cierto, que al hablar de pederastia los matices desaparecen, el criminal ya está expulsado, culpado y nadie parece dispuesto a defender la existencia de esta tendencia sexual. No ya del crimen, sino de la tendencia. Tanto Jordá como Espada son capaces de filmar y escribir sobre la conveniencia de meditar sobre la existencia de tendencias pederastas sin dictar veredicto de culpabilidad sobre la tendencia. Es un sapo que me resulta dificil de tragar. Yo también he renunciado, hasta esta película, a meditar sobre el tema. Mi veredicto era de culpabilidad. Y eso es lo que me parece tan duro. La franqueza con la que habla Xabier Tamarit sobre su tendencia sexual, aclarando que el no ha decidido ser así pero que ha decidido no hacer daño a nadie -ningún menor- culminando sus instintos. El personaje no es ningún palurdo y Jordá le presta los micrófonos y el espacio que nadie en la sociedad cede a un pederasta confeso y Tamarit se explica con empatía y convicción.
La película muestra como el juez, la prensa y la policía protegen con tanto celo el tabú de la pederastia que la condena parece predeterminada, y su determinación por el bien social parece cruel y dictada por una fuerza que no quiere oír hablar del tema, solo apartarlo de la vista. Subyace, sin embargo una hipocresía social en el tratamiento sensacionalista que se da en prensa a temas de los que presuntamente nadie quiere tratar, pero sobre los que todo el mundo esta dispuesto a leer con fruición. Jordá pone al descubierto otra paradoja: ¿no es el propio sistema el que hace más daño a los niños con pruebas periciales, preguntas impúdicas o escrutrinio público sin piedad que el presunto crimen?
Nunca me había planteado el derecho de los pederastas a su tendencia sexual, toda vez que no pueden consumarlo puesto que sería delito. Debatir sobre esta tendencia en profundidad se ve que rasga capas de la moral pública que pocos están dispuestos a abordar.

7,6
31.348
2
14 de abril de 2019
14 de abril de 2019
50 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si nos ponemos a seguir la doctrina políticamente correcta de la Interseccionalidad, lo hacemos a conciencia, sin que falte detalle. Ya sabemos que los superhéroes se están poniendo al día. Black Panther cubre el abanico racial, después de tantos héroes blancos. Capitana Marvel le da el equilibrio de sexos a la franquicia con un personaje destinado a salvar el mundo, no una comparsa sexy del héroe anglosajón de toda la vida. Los Increíbles 2 deja a Mister Increíble al cuidado de las tareas del hogar, mientras Elastic Girl trabaja de superheroína a tiempo completo, para compensar tanta testosterona heroica del pasado.
Todo cool hasta aquí, pero este Miles Morales rompe con la pana. Ya de entrada es hijo de afroamericano y puertorriqueña, lo cual cubre muy bien los requerimientos de la representatividad racial más exigente. Pero es que, gracias al recurso de los multiversos, esto ya es un carnaval interseccional. Spidermans de todas las razas, sexos, edades, especies. Antagonistas con sexos y razas más plurales que los antiguos y caducos malos de Marvel. Fallan un poco al hacer a Kingpin gordo, calvo y blanco, como siempre. Cuánto mejor no hubiera sido un Kingpin delgado, musulmán y con greñas de cantante heavy. Ahí me han fallado. También me ha faltado el toque homosexual o algún personaje de género no binario para hacer visibles las distintas identidades de género. Algún héroe o villano transexual también le hubiera dado un punto más diverso a este pastiche. Ese es el agujero negro del guión, donde la película se sale de ese juego de ingeniería social multiculturracial, génerista y antiespecista, tan necesario para que nuestros hijos no se creen con vicios del pasado. Esa carencia de gays y trans hace la película muy cisheteronormativa. Mal, muy mal.
Mira que iba bien. No solo se representaba el universo Marvel con un 3D lleno de guiños comiqueros, también se acogía a la diversidad y la pluralidad estilística, tan necesaria en el siglo XXI, con personajes que representan el manga, el cartoon caricaturesco y el blanco y negro noir. Hasta hay un Spiderman no humano para que los antiespecistas defensores de los animales de Twitter estén correctamente representados. Sería maravilloso si tuviésemos un Spiderman gay obeso, una octopus lesbiana discapacitada, o un Kingpin dragqueen vegano.
Por lo demás bien. Si después de ver este tipo de películas, nuestros hijos no salen tolerantes y ejemplares, yo ya no sé qué mas pueden hacer en Hollywood.
Yo ya estoy demasiado viejo para tanta tontería.
Todo cool hasta aquí, pero este Miles Morales rompe con la pana. Ya de entrada es hijo de afroamericano y puertorriqueña, lo cual cubre muy bien los requerimientos de la representatividad racial más exigente. Pero es que, gracias al recurso de los multiversos, esto ya es un carnaval interseccional. Spidermans de todas las razas, sexos, edades, especies. Antagonistas con sexos y razas más plurales que los antiguos y caducos malos de Marvel. Fallan un poco al hacer a Kingpin gordo, calvo y blanco, como siempre. Cuánto mejor no hubiera sido un Kingpin delgado, musulmán y con greñas de cantante heavy. Ahí me han fallado. También me ha faltado el toque homosexual o algún personaje de género no binario para hacer visibles las distintas identidades de género. Algún héroe o villano transexual también le hubiera dado un punto más diverso a este pastiche. Ese es el agujero negro del guión, donde la película se sale de ese juego de ingeniería social multiculturracial, génerista y antiespecista, tan necesario para que nuestros hijos no se creen con vicios del pasado. Esa carencia de gays y trans hace la película muy cisheteronormativa. Mal, muy mal.
Mira que iba bien. No solo se representaba el universo Marvel con un 3D lleno de guiños comiqueros, también se acogía a la diversidad y la pluralidad estilística, tan necesaria en el siglo XXI, con personajes que representan el manga, el cartoon caricaturesco y el blanco y negro noir. Hasta hay un Spiderman no humano para que los antiespecistas defensores de los animales de Twitter estén correctamente representados. Sería maravilloso si tuviésemos un Spiderman gay obeso, una octopus lesbiana discapacitada, o un Kingpin dragqueen vegano.
Por lo demás bien. Si después de ver este tipo de películas, nuestros hijos no salen tolerantes y ejemplares, yo ya no sé qué mas pueden hacer en Hollywood.
Yo ya estoy demasiado viejo para tanta tontería.

7,5
9.505
8
26 de diciembre de 2013
26 de diciembre de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece japonesa. Y no sé por qué digo eso. Supongo que me refiero a que parece un París vacío, aunque este lleno de gente. Y todo es tan ascético. El apartamento de Jeff Costello, la jaula con el canario. La investigación policial parece una autopsia. Supongo que no es casual que se titule Le samourai. Estoy repasando a Melville. Miento, no había visto su obra. Estaba tronado. El cine negro francés me parecía de segunda. Y ya tengo una edad y cientos de películas a mis espaldas. Estaba confundido. Melville es grande y afortunadamente aún no he visto muchas de sus grandes películas. Voy a poner remedio a eso. Será un placer.

7,4
3.619
9
27 de diciembre de 2016
27 de diciembre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podríamos atrevernos a decir -erróneamente- que es la más “teatral” de las adaptaciones de Macbeth. Con la clásica carencia presupuestaria de algunas obras de Welles, decorados de cartón piedra, un atrezzo casi simbólico y un aire a película de estudio, el proteico director es capaz de desplegar sus señas de identidad puramente cinematográficas: con un puñado de memorables planos secuencia, un escenario cortado por haces de luz con actores moviéndose entre la luz y la oscuridad, contrapicados en profundidad de campo, personajes colocados a diferentes alturas, travellings de gran potencia visual y una fidelidad al texto teatral llena de energía cinematográfica, Welles construye una obra llena de potencia fílmica en un espacio mínimo y agónico.
Una forma tangencial de disfrutar del bardo inglés y de la potencia irrepetible del genio americano.
Una forma tangencial de disfrutar del bardo inglés y de la potencia irrepetible del genio americano.

6,0
4.048
7
14 de diciembre de 2014
14 de diciembre de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda la filmografía de los hermanos Marx es una parodia de los géneros en boga en aquellos años. Mel Brooks hizo lo propio, pero en color. Con Sillas de montar calientes comienza su filmografía como parodiador oficial de convenciones cinematográficas. Luego vino Leslie Nielsen. En la actualidad las Scary movies y demás franquicias de parodias llenan las carteleras, quizá porque después de más de un siglo de películas es el momento histórico en que más llenos de convenciones están los géneros. El terror, los thrillers, películas románticas, ciencia ficción, etc. Y no hay parodia sin género.
Dicen que es la primera película que tiene el dudoso récord de contener la primera escena coral de pedos producida por una major, un gran estudio. Warner Bros quería quitar esa escatología y algunas otras escenas. Brooks tenía el corte final y sólo consintió en quitar un gag. La chica de salón, completamente a oscuras seduce al protagonista negro, bien dotado, que le dice:
-Eso que estás chupando es mi brazo.
No lo veréis en el filme. Tampoco veréis a Richard Pryor, que aunque fue coguionista y propuesto para protagonizar el film, el estudio consideró que estaba demasiado pasado por su abuso de drogas y rechazó al actor.
Dicen que es la primera película que tiene el dudoso récord de contener la primera escena coral de pedos producida por una major, un gran estudio. Warner Bros quería quitar esa escatología y algunas otras escenas. Brooks tenía el corte final y sólo consintió en quitar un gag. La chica de salón, completamente a oscuras seduce al protagonista negro, bien dotado, que le dice:
-Eso que estás chupando es mi brazo.
No lo veréis en el filme. Tampoco veréis a Richard Pryor, que aunque fue coguionista y propuesto para protagonizar el film, el estudio consideró que estaba demasiado pasado por su abuso de drogas y rechazó al actor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sillas de montar calientes, traducción casi literal del título inglés, es una hábil parodia que juega a desmontar el artificio hasta sus últimas consecuencias. Ese loco final no se les hubiera ocurrido ni a los hermanos Marx. Cine dentro del cine, que continua fuera y dentro de la pantalla en la que se estrena la propia película. Una locura. El malo de la película coge un “taxi” y da la dirección al conductor:
-Sáqueme de esta película.
No se puede ir más lejos.
El tiempo la ha conservado bastante bien e incluso, aunque empieza floja y parodia un género ya marginal, te engancha con ese epílogo largo y surrealista y contagiado de una vorágine loca.
-Sáqueme de esta película.
No se puede ir más lejos.
El tiempo la ha conservado bastante bien e incluso, aunque empieza floja y parodia un género ya marginal, te engancha con ese epílogo largo y surrealista y contagiado de una vorágine loca.
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