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Críticas 439
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de septiembre de 2008
165 de 182 usuarios han encontrado esta crítica útil
[1] La idea inicial era una película diáfana, para el gran público, cuya primera parte, en el Norte y fotografiada en tonos sombríos, se opondría a la viveza luminosa de la segunda, en el Sur. Pero el productor eliminó la etapa andaluza del rodaje, concluido a la mitad.
Para Erice, el proyecto quedó incompleto.
Las supresiones y consiguientes lagunas narrativas oscurecen el relato: el sur escamoteado arroja sobre el norte su sombra, que es lo único filmado y visible. Su poética belleza es profundamente melancólica.
Repleta de calidad y significación en cada escena, entristece pensar que esta obra mayor del cine europeo esté descompensada a causa de percances financieros.


[2] Lo primero es la luz, su avance en la tiniebla: amanece gradualmente por una ventana azul en el dormitorio de Estrella adolescente. Llegan voces, gritos alarmados llamando a Agustín, el padre desaparecido.
Ella comprende que no lo verá más cuando encuentra bajo la almohada el péndulo.
Desde un presente indefinido, la voz en off de Estrella adulta e invisible evoca emotiva a partir de ese recuerdo la vida junto al padre, hasta ese amanecer fatídico, en un gran flashback circular que abarca toda la película: un íntimo revivir el vínculo filial.
Tras ello, la voz anuncia el viaje al Sur, por fin, al encuentro del secreto mundo paterno y la identidad propia.

El intraexilio ha empujado al médico Agustín (excelente Antonutti introspectivo, barojiano) a las afueras de una ciudad norteña, amurallada junto a un río.
A ojos de la niña, su padre tiene el poder de un mago. Se recluye en el desván para cultivar esa fuerza misteriosa que Estrella aspira a compartir. Con su péndulo, Agustín es capaz de encontrar agua subterránea para los vecinos. Estrella, ayudante, recibe enseñanzas: mantener la mente vacía para dejar a las corrientes magnéticas actuar.
Con la madre, culta maestra confinada por la represión a tareas domésticas, aprende a escribir.

El padre procede del Sur, remoto lugar de fantasía concretado en postales exóticas (casas blancas y palmeras, bailaoras y flamencos, balcones y fuentes, luz y geranios) y en la llegada, para la primera comunión, de la abuela paterna y su criada Milagros, diminuta e inmensa Rafaela Aparicio, emocionante irrupción que inunda la película de arte expresivo. Aparece ante Estrella como personificación de ese Sur (una de las efusiones de luz dorada asociadas a la adquisición de conocimiento) y eslabón entre dos mundos conectados por desgracias ocultas que la niña va entreviendo en frases a medio decir: enfrentamientos familiares, rebeldía, guerra civil…

El pasado meridional, fuente simultánea de luz, dolor y enigmas opacos.


[3] Cuando viajemos geográfica o anímicamente al Sur no filmado, mitificado, como en una Arcadia encontraremos a Agustín en su plenitud serena, liberado de la pesadumbre de la derrota, y a Estrella conciliada con él y crecida…

Con ellos regresaremos incesantemente al Origen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Junto a las viejas postales, música de Granados, danzas españolas.

Tras el banquete de primera comunión (‘Pareces una novia, Estrellita’) suena “En er mundo” mientras padre e hija bailan. Años después el mismo pasodoble sonará por una boda en el mismo salón, en una escena desoladora, tristísima.

Entre tanto, ese mundo misterioso del Sur destila enigmas: el nombre de Irene Ríos, en un papel del desván, aparece también en la cartelera del cine, “Una flor en la sombra”, donde el padre se refugia y sufre ante la pantalla (“Podíamos haber sido tan felices…”, se oye).
O las cartas que escribe y lee a escondidas en el café (las oímos en off, decisivas, terminantes), cuando el silencio empieza a instalarse en ‘La Gaviota’ y envolver a un Agustín alejado de sus fuentes vitales por el lento desastre.
26 de diciembre de 2008
153 de 158 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Buñuel opinaba que una película debe comunicar indirectamente que vivimos en un mundo “brutal, hipócrita e injusto”. Y no mediante tesis abstractas sino con imágenes contundentes que revelan al espectador la injusticia y le niegan el consuelo imaginario: la infelicidad continúa en el sueño, que no es la válvula surrealista a mundos paralelos. Buñuel va también más allá de un planteamiento neorrealista como el de “El limpiabotas”, carente de discurso sobre lo interior y lo irracional. Integrando sueños, visiones y alucinaciones, amplía y desborda ese planteamiento, atravesándolo con hilos subliminales y envolviéndolo en dura poesía.
Tragedia afrontada con despiadada lucidez y sin compasión, la tenebrosa música de R. Halffter ya anticipa el tono desde los créditos.
Mientras desfilan panorámicas de Nueva York, París, Londres y al final México DF, una voz neutra advierte que se contarán hechos de la vida real, protagonizados por personajes auténticos, y que la película deja a las fuerzas progresistas de la sociedad la solución del problema expuesto.

Durante meses, con ropas viejas, en compañía de Alcoriza y del fotógrafo Fitzgerald, Buñuel exploró los míseros arrabales del DF. Ranchitos de madera y casas desmoronadas.

2) Cuando el delincuente juvenil Jaibo sale del correccional, reasume el liderazgo de la pandilla callejera para ejecutar venganzas, robos y crueles palizas, sin respetar a tullidos ni a ciegos.
Entre los pandilleros, el niño Pedro es repudiado por su madre, quien lo tuvo a los 14 años, antes de ser abandonada por el marido. Pedro tiene que robar en su propia casa la comida que se le niega. Suplicante, dice a su madre una frase tremenda:
—¡Quiero portarme bien, pero no sé cómo!
La madre, el principal personaje de la película para Buñuel, se desentiende del hijo, indiferente a la nulidad de la bienintencionada institución donde piensa entregarlo, dejándolo sin escapatoria ante el destino.
—¡Castíguenlo hasta que escarmiente!

3) Buñuel no tuvo toda la libertad requerida por su inventiva (detalles como la orquesta de cien músicos tocando en un edificio en obras o los chabolistas con chistera fueron suprimidos), pero se dedicó a un uso reiterado de las gallinas, que aparecen a todas horas. No falta el sello fetichista (la leche de burra en los muslos de la adolescente, las mujeres lavándose las piernas), ni el magistral sueño en que a Pedro le ofrece la madre un trozo de carne, una víscera, o la no menos magistral escena muda del pederasta, a través de un escaparate, con ecos expresionistas.

4) El indio “Ojitos” es olvidado por su padre, Pedro es olvidado por su madre, ésta por el marido, y todos por la sociedad.

El film rezuma cruel fatalidad, destino trágico que todo lo tuerce y arruina. Bien y Mal conducen al agujero negro de la muerte, anunciada por un perro sarnoso.

El espectador no se libra: el huevo estrellado contra su ojo, la lente de la cámara, le impide agresivamente la neutralidad contemplativa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El rodaje duró 21 días, en medio de gran hostilidad del equipo, indignado por el perfil del personaje materno. Una madre mexicana jamás se comportaría a sí, alegaban. ¿Por qué no rodar una ‘verdadera’ película mexicana y dejar en paz las miserias? La peluquera dimitió y Urdemalas, asesor de vocabulario, se negó a aparecer en los créditos.
El estreno fue lamentable, con reacciones violentas. Estuvo sólo 4 días en cartel.
En Cannes la película fue bien acogida por Breton y los surrealistas, pero rechazada por la crítica del PCF, que la tachaba de “burguesa” por no ofrecer soluciones y porque salía un policía realizando una acción positiva. En cambio, ‘Pravda’ la ensalzó. Octavio Paz escribió a favor y repartió en el festival copias del artículo. Tras obtener algunos premios, la película volvió a un México apaciguado por el prestigio ganado en Europa y duró unos meses en las salas.
7 de abril de 2011
154 de 167 usuarios han encontrado esta crítica útil
Susanne Bier ha alcanzado gran madurez en esta obra reflexiva. Expone con perfecto dominio una constelación de temas, conectados entre sí por el principal: la violencia.

-La relación entre padres e hijos; incomunicación entre las partes, pervivencia de residuos autoritarios.
-La orfandad, la viudez; el dolor que fermenta en el vacío.
-Los conflictos conyugales, el horizonte de la reconciliación.
-El acoso escolar, la miopía de las autoridades.
-La violencia adolescente, sus distintos modos: el físico y directo, o el retorcido y maquiavélico.
-Los trastornos del carácter en la pubertad.
-El abismo entre el Primer Mundo (primerísimo: Dinamarca) y el Tercero, una mísera aldea africana.
-El valor ético de la cooperación solidaria.
-La dificultad de abstenerse de la agresión, aun en defensa propia.
-La delgada lámina entre la vida y la muerte.
-La duda sobre si, en determinadas situaciones extremas, la violencia se justifica.

Podría parecer un planteamiento denso, pero su exposición, regida por una lúcida sabiduría narrativa, es de principio a fin sencilla y fluida, según un ritmo sereno, una suave ondulación que acerca y aleja los temas en gradual progresión dramática, en sucesión totalmente coherente, apoyándose para los enlaces en una soberbia fotografía del paisaje, y aprovechando el alto rendimiento de los actores de escuela danesa, que dan excelentes primeros planos.

La película contempla lo que está bien y lo que está mal en relación a la violencia, sí, pero sin traza alguna de maniqueísmo. Rastrea los focos, la génesis de esas emociones que se acumulan como grisú en los corazones y convierten a las personas en material inflamable, explosivo.

Contrasta la violencia sofisticada del mundo acomodado con la brutal del mundo hambriento y paupérrimo. Sirve de enlace el abnegado doctor, abocado a serios conflictos personales en ambos ámbitos.

Una noción básica se decanta: en general, el principio de la civilización está en inhibir la respuesta violenta ante las agresiones y provocaciones del matón o el idiota de turno, y que se entienda que esa inhibición no es cobardía sino coraje ético. En general. Hay muchos matices, y la película sabe reflejarlos equilibradamente, sin excluir dudas e incertidumbre.

Es una propuesta de meditación seria para una Humanidad que aspire a ser justa.
19 de diciembre de 2008
138 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Un relato protagonizado por un animal tiene de mano visos de fábula, pero en la seriedad de esta película de Bresson no cabe lo naif. La pensó durante quince años y la realizó casi ensamblada con “Mouchette”. Primera obra completamente suya, es también la más compleja, con más personajes implicados.
Los ojos del burro, testigos de un mundo dominado por impulsos destructivos, son el hilo conductor. El animal sirve de perfecto ‘modelo’ bressoniano: no actúa ni interpreta. Sin amaestrar, era del todo materia en bruto para filmar, y presencia muy conmovedora en varias escenas.

2) La vida del burro empieza y termina en la montaña, entre campanas de ovejas, pero transcurre entre hombres en los valles donde, tras un periodo como juguetona mascota de unos niños que lo bautizan como Balthazar, conocerá de golpe el trabajo: el látigo y la herradura, las vueltas a la noria, tirar del carro y el arado, arrastrar cargas, pasando de un dueño a otro, y conociendo el repertorio de lo cruel con el labrador, los panaderos y su brutal recadero, con el borracho, el circo (donde Balthazar brilla efímero como asno matemático), el comerciante de grano …
En paralelo discurre la vida de su primera dueña, Marie, otra víctima, maltratada por el recadero Gerard, a cuya tiranía es incapaz de sustraerse.
El paralelismo permite evitar la estructura episódica simple, dando ritmo a un relato que, centrado sólo en la azarosa vida de Balthazar habría quedado muy estático.

3) En cada película Bresson alcanza el límite de la austeridad estilística, y en la siguiente, mediante poda y despojamiento radicales, la depura aún más. Quita varias escenas del guión, apurando las elipsis.
Parte de dos esquemas: la visión cíclica de los periodos vitales (infancia, caricias; madurez, trabajo; plenitud, talento; vejez, aproximación mística a la muerte), y el trayecto a través de las lacras morales, descritas como algo natural.
Los organiza sin que parezca un sistema; muy ordenado, pero sin que se note. Como mezcla Schubert, rebuznos, canciones de guateque, jazz y petardos…
La culminante escena en que Balthazar se encuentra, presentados desde su punto de vista, uno por uno con los animales del circo, marca al espectador la pauta de total distanciamiento de lo humano.

4) En entrevista con Godard (V-66), Bresson consideraba esta película la más libre de las suyas hasta entonces; en la que más había puesto de sí mismo.
Comentaba sus creencias jansenistas sobre azar y predestinación: por especial 'azar', el pasaje de “El Idiota” dostoievskiano donde alguien al ver un asno tiene una revelación, le sugirió de pronto una película protagonizada por un burro. Como pintor que era, Bresson veía plásticamente atractiva la cabeza del animal.

Con seco fatalismo, los azares de Balthazar entre los hombres hablan del porvenir de la bondad en un mundo donde tiene poco sitio.
La única salida, se diría, es la desnuda pureza en que Bresson vuelca del todo su arte.

(8,5)
18 de enero de 2009
129 de 130 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al triunfar la revolución soviética, Lenin señaló al cine como el arte futuro. Décadas después, cualquier rastro de iniciativa creadora estaba apisonado por Stalin, tras cuya muerte comenzaron síntomas de descongelación.
La película-insignia del rebrote fue ésta de Kalatozov, que en plena Guerra Fría alcanzó distribución en USA.

Tradicional historia de amor y guerra (basada en una obra de teatro de Rozov), cuenta cómo la destrucción bélica incide devastadoramente en la vida sentimental.
En la retaguardia sufre la joven cuyo prometido no envía noticias desde el frente, no se sabe si porque ha muerto. Y también en la retaguardia permanece un pianista librado de la movilización, un tipo de artista insolidario especialmente detestado en la mentalidad soviética. Además de al parasitismo, se dedica a acosar a la novia de su primo.
Hay algo de novedad en desplazar tanto el foco al drama emocional, dejando muy al fondo los acontecimientos propiamente militares, aunque el dilema de las mujeres que intentan mantenerse fieles al novio o esposo soldado, mientras sufren el asedio de dudas y aprovechados, es un tema muy clásico.
Y el final, moldeado ideológicamente, cuando se hace la luz en la conciencia y se revela el alma colectiva que redime todo sufrimiento, no puede ser más ortodoxo.

Pero lo que en esta película destaca es la riqueza y modernidad del lenguaje visual, el dinamismo extraordinario de la cámara (Urusevski), animada sin cesar por un espíritu danzante, coreográfico.

Kalatozov tenía varios oficios en la industria: actor, técnico de laboratorio, operador y montador. Sus primeras obras habían consistido en trabajos de montaje con material de noticiarios, en la línea de un cine documental y propagandístico.
Como si fuera la última oportunidad de plasmar la destreza técnica, los conocimientos y recursos acumulados, hay aquí un aprovechamiento total de la grúa y el travelling, la profundidad de las panorámicas, la viveza incansable de la cámara en mano, en lo que se ha encontrado (vía Festival de Cannes) anticipación de la Nouvelle Vague.

Son muchas las escenas memorables, como la subida a la carrera por la escalera interior de un edificio de pisos, acompañada por la cámara en espiral ascendente; la descripción inicial del amor de los jóvenes, en su vagar por calles geométricas y desiertas como en un ballet constructivista; la huida de la chica en paralelo al tren, dando imágenes troceadas a ritmo de bólido; las carreras frenéticas de ella entre la multitud; el regreso de las tropas en un convoy que entra en un Moscú atestado y jubiloso… Pero, sobre todas, la escena en que, entretejidas a unos árboles que giran, se disparan las visiones de quien al borde de la muerte ve cómo en la pantalla de su conciencia se suceden en vértigo los recuerdos y anhelos esenciales de su vida. Quien haya vivido una experiencia semejante puede reconocer cómo aquí se representa con asombrosa habilidad, como pocas veces en el cine.
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