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Críticas ordenadas por utilidad
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8
7 de febrero de 2008
7 de febrero de 2008
33 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
El instinto animal del hombre hace su aparición de nuevo. Esta vez nace en algún lugar de Guipúzcoa, durante tres generaciones de dos familias vecinas, de la mano de Manuel Irigibel y Carmelo Mendiluce, rivales y compañeros de trincheras. Mientras Manuel, ya anciano, se dedica a pintar vacas - que no son sino alegorías de sí mismo, de un fragoso remordimiento que le persigue desde aquel día en que cruzara la mirada con una vaca, único testigo presencial de su "bajeza"-, su hijo y su nieto desarrollan distintas formas de ver la vida, pero siempre cargando con ese lastre que el apellido Irigibel parece llevar inscrito.
Seguramente nadie nunca haya podido disfrutar de esta película como lo he hecho yo, y posiblemente sea porque no soy el tipo de persona que se queda mirando la lluvia tras los cristales, porque prefiero notar cómo se hunden mis pies en el barro y saber que, cuando me acueste, el constipado traerá a mi memoria esa dulce sensación. De este modo, donde en el film ustedes vieron un ojo lleno de moscas, yo vi la mirada crítica de la sociedad del siglo XIX, carroñeros que se alimentan de las desgracias ajenas; el fotograma de un hombre frente a una vaca es algo más que un hombre y una vaca, es la misteriosa distancia que separa al hombre del animal, es el oscuro abismo que se esconde tras dos ojos, que aunque aparentemente sólo se ven, se están mirando, se están reconociendo.
Tras los prados, los bosques, los olores; tras la sangre y el sudor se encuentra una auténtica obra maestra, extravagante, sutil y de belleza grotesca. La mezcla de sencillos efectos visuales, el impacto de algunos de éstos en consonancia con el guión y el desasosiego que provoca la música de fondo hacen del complicado argumento todo un reto, ya que entre el simbolismo y las diferentes relaciones entre los personajes a veces resulta un poco difícil no perderse. Un detalle que favorece, o no (según se vea), lo anterior es que tanto el abuelo, como el padre y el hijo de las diferentes familias están interpretados por los mismos actores.
El reparto es espectacular (el que aparezca Carmelo Gómez contribuye mucho), la historia original y escalofriante, y la película... la película es Julio Medem en todo su esplendor. De las mejores de los 90.
Seguramente nadie nunca haya podido disfrutar de esta película como lo he hecho yo, y posiblemente sea porque no soy el tipo de persona que se queda mirando la lluvia tras los cristales, porque prefiero notar cómo se hunden mis pies en el barro y saber que, cuando me acueste, el constipado traerá a mi memoria esa dulce sensación. De este modo, donde en el film ustedes vieron un ojo lleno de moscas, yo vi la mirada crítica de la sociedad del siglo XIX, carroñeros que se alimentan de las desgracias ajenas; el fotograma de un hombre frente a una vaca es algo más que un hombre y una vaca, es la misteriosa distancia que separa al hombre del animal, es el oscuro abismo que se esconde tras dos ojos, que aunque aparentemente sólo se ven, se están mirando, se están reconociendo.
Tras los prados, los bosques, los olores; tras la sangre y el sudor se encuentra una auténtica obra maestra, extravagante, sutil y de belleza grotesca. La mezcla de sencillos efectos visuales, el impacto de algunos de éstos en consonancia con el guión y el desasosiego que provoca la música de fondo hacen del complicado argumento todo un reto, ya que entre el simbolismo y las diferentes relaciones entre los personajes a veces resulta un poco difícil no perderse. Un detalle que favorece, o no (según se vea), lo anterior es que tanto el abuelo, como el padre y el hijo de las diferentes familias están interpretados por los mismos actores.
El reparto es espectacular (el que aparezca Carmelo Gómez contribuye mucho), la historia original y escalofriante, y la película... la película es Julio Medem en todo su esplendor. De las mejores de los 90.

6,2
11.343
8
7 de diciembre de 2007
7 de diciembre de 2007
30 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
"En vez de estar tomando café en su casa", balbucea mi abuela. Risas.
Las grandes catástrofes comienzan por lo más insignificante, como pisar una mariposa, tirar dos mojones a un lago o, en este caso, hacerse una pajilla. Está la protagonista tan agusto en su cama, escuchando reggae después de haberse fumado un pitillo y buscando petróleo en su entrepierna, cuando de repente llega un viejo mugriento con una ridícula cuchillita y ras, ras, ras, y ay, ay, ay. Vamos, que Álex no se esmera demasiado en prepararte el estómago.
Así, el espectáculo de sangre de todas las tonalidades de rojo existentes en la Tierra, la masacre explícita, el uso de cualquier artilugio para matar (cuchilla, hacha, cuchillo de cocina, mueblecito del salón, palo de cultivo, motosierra, pistola...), etc, pueden llegar a hacer que te plantees no cenar. Eso sí, cuando ya el asesino se queda más tranquilito, cual niño que llega a casa para merendar tras haber jugado al escondite, reflexiona Álex: "pensarán que soy un macabro, un psicópata...¿con qué me puedo excusar?, ¿con qué, con qué?...Voilà!, ¡la psicología! ¡Psicosis y esquizofrenia!"
Gracias a este tipo de películas, una se da cuenta de que el mundo va bien (bueno, digamos como siempre), porque al menos la esencia de las cosas importantes, en este caso del terror, no se está perdiendo, porque aunque no existan argumentos consistentes ni espesos aún podemos poner un film de este tipo un sábado por la noche esperando pasar un rato de sustos y angustia, de miedo y asco. He ahí la razón de mi nota, pues he recibido con creces lo que esperaba.
Pero no todo es dorado en este campo de trigo. La mala hierba se ha hecho sitio, los cuervos lo sobrevuelan. Quedan demasiados cabos sueltos.
Las grandes catástrofes comienzan por lo más insignificante, como pisar una mariposa, tirar dos mojones a un lago o, en este caso, hacerse una pajilla. Está la protagonista tan agusto en su cama, escuchando reggae después de haberse fumado un pitillo y buscando petróleo en su entrepierna, cuando de repente llega un viejo mugriento con una ridícula cuchillita y ras, ras, ras, y ay, ay, ay. Vamos, que Álex no se esmera demasiado en prepararte el estómago.
Así, el espectáculo de sangre de todas las tonalidades de rojo existentes en la Tierra, la masacre explícita, el uso de cualquier artilugio para matar (cuchilla, hacha, cuchillo de cocina, mueblecito del salón, palo de cultivo, motosierra, pistola...), etc, pueden llegar a hacer que te plantees no cenar. Eso sí, cuando ya el asesino se queda más tranquilito, cual niño que llega a casa para merendar tras haber jugado al escondite, reflexiona Álex: "pensarán que soy un macabro, un psicópata...¿con qué me puedo excusar?, ¿con qué, con qué?...Voilà!, ¡la psicología! ¡Psicosis y esquizofrenia!"
Gracias a este tipo de películas, una se da cuenta de que el mundo va bien (bueno, digamos como siempre), porque al menos la esencia de las cosas importantes, en este caso del terror, no se está perdiendo, porque aunque no existan argumentos consistentes ni espesos aún podemos poner un film de este tipo un sábado por la noche esperando pasar un rato de sustos y angustia, de miedo y asco. He ahí la razón de mi nota, pues he recibido con creces lo que esperaba.
Pero no todo es dorado en este campo de trigo. La mala hierba se ha hecho sitio, los cuervos lo sobrevuelan. Quedan demasiados cabos sueltos.
9 de diciembre de 2007
9 de diciembre de 2007
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del amor no se puede hablar a la ligera, pero tampoco hay que ponerle límites, cerrarle las puertas sin saber lo que tiene que decir. Oliverio hablaba al amor y en nombre del amor, tanto, que a veces se olvidaba de escucharlo.
El lado oscuro del corazón es la delgada ranura que permite distinguir el color y el olor tras la pantomima, la gran lupa que advierte la tinta corrida de un poema, el reflejo interior de un cuadro, o, para generalizar, el complejo universo del alma de un artista. ¿Qué es un escritor?, ¿lo que escribe?...¿o lo que no escribe? Porque Oliverio presume de libertad, de no estar sometido a ningún tipo de ataduras, de buscar el auténtico sentimiento, y en realidad es una persona muy triste, que es todo lo que critica, todo lo que odia; una persona que siempre va acompañada, pero a la vez siempre se siente solo.
Las referencias a poetas hispanoamericanos, de la boca de Darío Grandinetti, no se hacen de rogar. Poemas tan extraordinarios como "Rostro de vos" de Mario Benedetti o "Poco se sabe" de Juan Gelman aportan al largometraje un tono íntimo y desalentador, desgarrador en cualquier caso, que junto a la banda sonora completan ese montón de ideas mezcladas que es el film y mecen esos hermosos diálogos que se nos quedarán grabados en la memoria para la posteridad.
La desnudez, el dinero en metálico, "La Muerte", la prostitución...existen un cúmulo de alegorías que bien necesitarían de dos o tres folios para ser analizadas. No obstante, yo no soy forense y no voy a despedazar una obra tan grande, y sencilla en apariencia, como ésta. Lo que sí voy a hacer es contarles lo que ha supuesto en mi filosofía de la vida: para qué buscar la tranquilidad de lo seguro si eso no te va a hacer feliz, para qué trabajar en algo que no te gusta si eso te hace una persona vacía, para qué estar con una persona si no te hace volar...preferiría, al igual que Oliverio, recitar poemas a los coches, cambiarlos por un bocadillo o, simplemente, tener amigos cuyas palabras me emocionaran.
En el momento en que elegí ver esta película, elegí ser un poco menos pobre, un poco más persona, un poco menos ambiciosa y un poco más feliz. Quién sabe, a lo mejor el secreto está en que a veces hay que poner unos pocos dólares en un plato con nuestro corazón por compañero, y esperar que el amor venga por donde tenga que venir; eso sí, hay algo en lo que soy irreductible: tiene que saber volar.
El lado oscuro del corazón es la delgada ranura que permite distinguir el color y el olor tras la pantomima, la gran lupa que advierte la tinta corrida de un poema, el reflejo interior de un cuadro, o, para generalizar, el complejo universo del alma de un artista. ¿Qué es un escritor?, ¿lo que escribe?...¿o lo que no escribe? Porque Oliverio presume de libertad, de no estar sometido a ningún tipo de ataduras, de buscar el auténtico sentimiento, y en realidad es una persona muy triste, que es todo lo que critica, todo lo que odia; una persona que siempre va acompañada, pero a la vez siempre se siente solo.
Las referencias a poetas hispanoamericanos, de la boca de Darío Grandinetti, no se hacen de rogar. Poemas tan extraordinarios como "Rostro de vos" de Mario Benedetti o "Poco se sabe" de Juan Gelman aportan al largometraje un tono íntimo y desalentador, desgarrador en cualquier caso, que junto a la banda sonora completan ese montón de ideas mezcladas que es el film y mecen esos hermosos diálogos que se nos quedarán grabados en la memoria para la posteridad.
La desnudez, el dinero en metálico, "La Muerte", la prostitución...existen un cúmulo de alegorías que bien necesitarían de dos o tres folios para ser analizadas. No obstante, yo no soy forense y no voy a despedazar una obra tan grande, y sencilla en apariencia, como ésta. Lo que sí voy a hacer es contarles lo que ha supuesto en mi filosofía de la vida: para qué buscar la tranquilidad de lo seguro si eso no te va a hacer feliz, para qué trabajar en algo que no te gusta si eso te hace una persona vacía, para qué estar con una persona si no te hace volar...preferiría, al igual que Oliverio, recitar poemas a los coches, cambiarlos por un bocadillo o, simplemente, tener amigos cuyas palabras me emocionaran.
En el momento en que elegí ver esta película, elegí ser un poco menos pobre, un poco más persona, un poco menos ambiciosa y un poco más feliz. Quién sabe, a lo mejor el secreto está en que a veces hay que poner unos pocos dólares en un plato con nuestro corazón por compañero, y esperar que el amor venga por donde tenga que venir; eso sí, hay algo en lo que soy irreductible: tiene que saber volar.

5,9
301
6
16 de abril de 2008
16 de abril de 2008
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es todo un honor para mí ser la primera en hablar sobre Black Caesar, conocida por la mayoría como "El padrino de Harlem", una de las grandes del blaxploitation. Como veo que no hay mucho fanático del género por aquí (ni siquiera han incluido la sinopsis en esta ocasión), me tomaré el privilegio de haceros un resumen casero.
Tommy Gibbs ha crecido en Harlem, rodeado de mafiosos y rufianes, teniendo que convivir con el absoluto desprecio de los blancos hacia los negros. Pero él no es un muchacho inocente y bobalicón, él ha decidido que ha llegado el momento de ser el jefe y no el esclavo, de que ha de luchar por sus hermanos aunque para ello tengan que rodar cabezas. Lo que ocurre es que cuando hay dinero de por medio, las buenas intenciones se olvidan...
Bien sabido es por todos que cuando el nombre de James Brown aparece, el resto se esfuma, el aire se espesa, los pasos se transforman en notas y el cuerpo de deshuesa. Cuando James Brown aparece, sólo importa la música. Este factor, bauticémoslo "el Factor Brown", es absolutamente crucial para valorar y disfrutar cualquier obra de este género, porque el género en sí es una fusión donde la música es casi tan fundamental como el argumento, tan imprescindible como los actores. Ya puede ser la sangre más falsa que un melón de plástico: si tenemos en cuenta el Factor Brown, podríamos incluso encontrar similitudes con "Scarface" de Brian de Palma.
Si el mundo se escandalizó en 1972 por el estreno de "El Padrino" de Coppola, la película más perfecta y preciosa de todos los tiempos, un año más tarde lo haría a un nivel infinitamente menos elevado con "Black Caesar", un padrino que contaba con menos presupuesto que el anterior, tanto en la pantalla como fuera de ella, pero no por ello menos mítico. Afortunadamente es una de las joyitas (bueno, digamos bisutería) de este estilo que menos difícil es de encontrar.
Una advertencia: no utiliceis el blaxploitation para ir de gafapastas, no porque me moleste, cada uno que utilice el culo para lo que quiera, sino porque podeis conseguir el efecto contrario al deseado. Sólo es un consejo.
Tommy Gibbs ha crecido en Harlem, rodeado de mafiosos y rufianes, teniendo que convivir con el absoluto desprecio de los blancos hacia los negros. Pero él no es un muchacho inocente y bobalicón, él ha decidido que ha llegado el momento de ser el jefe y no el esclavo, de que ha de luchar por sus hermanos aunque para ello tengan que rodar cabezas. Lo que ocurre es que cuando hay dinero de por medio, las buenas intenciones se olvidan...
Bien sabido es por todos que cuando el nombre de James Brown aparece, el resto se esfuma, el aire se espesa, los pasos se transforman en notas y el cuerpo de deshuesa. Cuando James Brown aparece, sólo importa la música. Este factor, bauticémoslo "el Factor Brown", es absolutamente crucial para valorar y disfrutar cualquier obra de este género, porque el género en sí es una fusión donde la música es casi tan fundamental como el argumento, tan imprescindible como los actores. Ya puede ser la sangre más falsa que un melón de plástico: si tenemos en cuenta el Factor Brown, podríamos incluso encontrar similitudes con "Scarface" de Brian de Palma.
Si el mundo se escandalizó en 1972 por el estreno de "El Padrino" de Coppola, la película más perfecta y preciosa de todos los tiempos, un año más tarde lo haría a un nivel infinitamente menos elevado con "Black Caesar", un padrino que contaba con menos presupuesto que el anterior, tanto en la pantalla como fuera de ella, pero no por ello menos mítico. Afortunadamente es una de las joyitas (bueno, digamos bisutería) de este estilo que menos difícil es de encontrar.
Una advertencia: no utiliceis el blaxploitation para ir de gafapastas, no porque me moleste, cada uno que utilice el culo para lo que quiera, sino porque podeis conseguir el efecto contrario al deseado. Sólo es un consejo.

7,1
13.742
7
6 de mayo de 2008
6 de mayo de 2008
34 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando hablamos de los hippies, solemos hacerlo con total falta de respeto hacia su cultura, hacia sus costumbres; lo primero que viene a la mente es un tipo con pelos largos, pinta estrafalaria y fumando marihuana. Y, si bien es cierto que uno de los aspectos que los caracterizan es este, hay muchos otros tantos que nos son conocidos sólo superficialmente.
Para mí, hablar sobre ellos es hablar de libertad en mayúsculas...¿qué más si no? Ellos van más allá de lo espiritual y lo clasificable: liberan al amor, se desprenden de prejuicios, renuncian a la forma en que la mente percibe la realidad, se niegan a asentarse quedando tanto por conocer y tanto por vivir, son tu familia en el mismo instante en que los conoces y están dispuestos a dejarse el pellejo por ti; para ellos el consumismo es impensable porque son conscientes de cuán efímero es todo... a esto puede llamársele realmente filosofía.
Pues bien, todo esto es lo que encontrarán en Hair, desde el minuto cero hasta los créditos finales, de la mano de George Berger, el auténtico protagonista de esta historia. Un hombre con fe en sí mismo y en los demás, que cree en lo que hace y en lo que dice, que sigue una religión en la que confía y a la que se entrega, que es muchísimo más de lo que nosotros tendremos jamás.
Para mí, hablar sobre ellos es hablar de libertad en mayúsculas...¿qué más si no? Ellos van más allá de lo espiritual y lo clasificable: liberan al amor, se desprenden de prejuicios, renuncian a la forma en que la mente percibe la realidad, se niegan a asentarse quedando tanto por conocer y tanto por vivir, son tu familia en el mismo instante en que los conoces y están dispuestos a dejarse el pellejo por ti; para ellos el consumismo es impensable porque son conscientes de cuán efímero es todo... a esto puede llamársele realmente filosofía.
Pues bien, todo esto es lo que encontrarán en Hair, desde el minuto cero hasta los créditos finales, de la mano de George Berger, el auténtico protagonista de esta historia. Un hombre con fe en sí mismo y en los demás, que cree en lo que hace y en lo que dice, que sigue una religión en la que confía y a la que se entrega, que es muchísimo más de lo que nosotros tendremos jamás.
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