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7,6
111.397
7
17 de diciembre de 2010
17 de diciembre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Little miss sunshine intenta mostrar al mundo que el ideal de familia norteamericana que se vende al mundo es igual que en todas partes. Tan complejamente humana y llena de sus vicisitudes y demonios como es una familia.
Desde la aparición de “Belleza norteamericana” (American Beauty, 1999) hay una especie de denuncia social provocadora, que intenta reflejar el verdadero estatus de la composición de la tribu. La familia ya no es mostrada como la base fundamental de una comunidad que de alguna manera debiera imitar el Estado, ni tampoco como el ideal del sueño americano. Todo este idealismo se fue a la basura. El norteamericano, con su capitalismo ensoñado vive las mismas vicisitudes y los mismos dolores que los demás. Es más, creería que su mundo es uno de los más deplorables que la modernidad podría gestar. La apariencia, lo incrédulo, el dinero, el amor, el matrimonio, todo se confluye enormemente en esta obra magistral de Jonathan Dayton y Valerie Faris.
Es de admirar la actuación de casi todos los que integran esta fresca y divertida comedia sin ninguneos o chabacanerismos melodramáticos, principalmente los papeles de Abigail Breslin y el enorme compromiso de Paul Dano, actor con un futuro increíble.
Desde la aparición de “Belleza norteamericana” (American Beauty, 1999) hay una especie de denuncia social provocadora, que intenta reflejar el verdadero estatus de la composición de la tribu. La familia ya no es mostrada como la base fundamental de una comunidad que de alguna manera debiera imitar el Estado, ni tampoco como el ideal del sueño americano. Todo este idealismo se fue a la basura. El norteamericano, con su capitalismo ensoñado vive las mismas vicisitudes y los mismos dolores que los demás. Es más, creería que su mundo es uno de los más deplorables que la modernidad podría gestar. La apariencia, lo incrédulo, el dinero, el amor, el matrimonio, todo se confluye enormemente en esta obra magistral de Jonathan Dayton y Valerie Faris.
Es de admirar la actuación de casi todos los que integran esta fresca y divertida comedia sin ninguneos o chabacanerismos melodramáticos, principalmente los papeles de Abigail Breslin y el enorme compromiso de Paul Dano, actor con un futuro increíble.

6,5
9.917
7
28 de noviembre de 2010
28 de noviembre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carancho constituye una perfecta síntesis de lo que en estos momentos representa el nuevo cine argentino. La frescura en cuanto a temáticas, giros, perspectivas es novedosa, interesante y además premiada. La nueva película de Pablo Trapero ha sido nominada para los Pre-Oscars como mejor película extranjera, tratando de seguir la buena suerte de la anteriormente premiada El secreto de sus ojos de Campanela. Ojo, no creo que un premio justifique un buen trabajo, menos si se trata de un trofeo plástico y barnizado como es el Oscars. Pero sí como país de tercer mundo (como le gusta definirnos la sociología imperativa neoliberal) es importante mostrarle al planeta que aquí también hay buenas producciones fílmicas, sin precisar de efectos especiales estelares ni de megas productos caros. Además un premio de esta talla permite generar presupuesto para próximas películas, lo cual es bastante importante para un arte que lo necesita.
Qué puedo decir de esta brillante película. Todo y nada. Además de ser novedosa en cuanto a la temática que trabaja, es ejemplar el trabajo de Trapero, haciendo del film una interesante propuesta. A cada instante nos sorprende con los giros inesperados como así también con las shockeantes escenas de violencia, que se interrelacionan perfectamente con los momentos dramáticos y sinceros de toda la trama. El final sorprende (Se me viene a la cabeza una escena de The Forgotten, donde ocurre algo similar, pero sin el valor puesto en la estructura, dado que ese momento no parece encajar en su cotexto fílmico)
Es digno de mencionar el trabajo exquisito de Ricardo Darín, ya un especie de héroe melodramático, de una plasticidad actoral única en Argentina. Puede ajustarse a cualquier personaje sin estereotiparlo ni hacernos pensar que está actuando. También interesante es el trabajo de Martina Gusmán que ya me había deslumbrado en Leonera y en Nacido y criado, todas dirigidas también por Trapero. Gusmán ya funciona en todos sus film como la actriz fetiche.
Qué puedo decir de esta brillante película. Todo y nada. Además de ser novedosa en cuanto a la temática que trabaja, es ejemplar el trabajo de Trapero, haciendo del film una interesante propuesta. A cada instante nos sorprende con los giros inesperados como así también con las shockeantes escenas de violencia, que se interrelacionan perfectamente con los momentos dramáticos y sinceros de toda la trama. El final sorprende (Se me viene a la cabeza una escena de The Forgotten, donde ocurre algo similar, pero sin el valor puesto en la estructura, dado que ese momento no parece encajar en su cotexto fílmico)
Es digno de mencionar el trabajo exquisito de Ricardo Darín, ya un especie de héroe melodramático, de una plasticidad actoral única en Argentina. Puede ajustarse a cualquier personaje sin estereotiparlo ni hacernos pensar que está actuando. También interesante es el trabajo de Martina Gusmán que ya me había deslumbrado en Leonera y en Nacido y criado, todas dirigidas también por Trapero. Gusmán ya funciona en todos sus film como la actriz fetiche.

6,7
3.831
7
7 de julio de 2010
7 de julio de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este exceso del banquete (sarcasmo asqueroso de cuanta cena, almuerzo, desayuno, etc. se imagine cada uno) la única ley que rige es la de comer. Ni siquiera el sexo es importante. Incluso Phillipe, el abogado, olvida las normas del buen vivir propias de su profesión y al que se ajustan todas las sociedades “civilizadas”, en pos de saturarse hasta reventar, saturar el cuerpo.
¿Qué motivo los lleva a estos señores a semejante desperdicio? ¿Qué genio puede imaginar una orgía culinaria que tenga entre ojos la muerte? ¿Y por qué hasta la muerte?
Más allá de que se piense en una crítica a los desenfrenos de la burguesía, es importante recordar que se trata también de una imagen grotesca del derroche del hombre en general.
No se si tuvieron la oportunidad de leer “El Satiricón” de Petronio y recuerdan esa cena también famosa de Trimalción (que adaptó a su fiel sello el prepotente y genial Fellini) donde la vulgaridad, la desmesura y el asco, pareciera, son percibidas únicamente por el lector. Los demás personajes rodean las escenas con un descompromiso ético fuerte, como si fuera común determinadas acciones. En “La gran comilona” sucede lo mismo a medias. No sólo nosotros vomitamos la gula de imágenes de esos hombres que a cada rato justifican sus existencias engullendo comida, o rodeamos repletos de asquerosidad la casa en la que se internaron, ya sea en el baño o en la cocina; sino además lo hacen aquellos personajes que no ingresan en el círculo reducido de su inexplicable vida, como por ejemplo, las prostitutas. Pocos, parece, tienen esos valores simbólicos necesarios (o el apetito) para ingresar a su selecto modo de vida, como esa extravagante profesora que hace caso al título en español de la película.
Genial modo de entender la burguesía en su auge la de este cineasta, Marco Ferreri pero a la luz de la actualidad un tanto obsoleta. Aun los burgueses siguen su festín, no se han empachado con sus excesos ni muchos menos han explotado por su propia lujuria.
Ferrari, con un gesto profundo, sobre la mesa, nos muestra que los vicios del ser humano aparecen también cuando se come mucho.
¿Qué motivo los lleva a estos señores a semejante desperdicio? ¿Qué genio puede imaginar una orgía culinaria que tenga entre ojos la muerte? ¿Y por qué hasta la muerte?
Más allá de que se piense en una crítica a los desenfrenos de la burguesía, es importante recordar que se trata también de una imagen grotesca del derroche del hombre en general.
No se si tuvieron la oportunidad de leer “El Satiricón” de Petronio y recuerdan esa cena también famosa de Trimalción (que adaptó a su fiel sello el prepotente y genial Fellini) donde la vulgaridad, la desmesura y el asco, pareciera, son percibidas únicamente por el lector. Los demás personajes rodean las escenas con un descompromiso ético fuerte, como si fuera común determinadas acciones. En “La gran comilona” sucede lo mismo a medias. No sólo nosotros vomitamos la gula de imágenes de esos hombres que a cada rato justifican sus existencias engullendo comida, o rodeamos repletos de asquerosidad la casa en la que se internaron, ya sea en el baño o en la cocina; sino además lo hacen aquellos personajes que no ingresan en el círculo reducido de su inexplicable vida, como por ejemplo, las prostitutas. Pocos, parece, tienen esos valores simbólicos necesarios (o el apetito) para ingresar a su selecto modo de vida, como esa extravagante profesora que hace caso al título en español de la película.
Genial modo de entender la burguesía en su auge la de este cineasta, Marco Ferreri pero a la luz de la actualidad un tanto obsoleta. Aun los burgueses siguen su festín, no se han empachado con sus excesos ni muchos menos han explotado por su propia lujuria.
Ferrari, con un gesto profundo, sobre la mesa, nos muestra que los vicios del ser humano aparecen también cuando se come mucho.

7,3
61.129
7
23 de junio de 2009
23 de junio de 2009
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por alguna razón que desconozco (quizás la razón sartreana o tal vez derrideana o "vine al mundo sólo por una expulsión del Paraíso") lo que muchos denominan "La Vida" en estos modernos líquidos tiempos, ha estado merodeando en los zapatos de la dispersión. Pensemos por ejemplo en el ámbito de la Literatura y sus juegos (Kundera a-otra-parte), la filosofía misma (Derrida, como dije), algunos rincones de esa música nuestra que por las noches desespera. El cine mismo. Déjame entrar.
El Ser en su centro ahogandose, tratando de desbordar por los poros la libertad de uno mismo a otra parte, sabiendo (quién sabe por qué) que este espacio que me ha sido delimitado, estructurado, heredado, no es le mío.
Mi espacio está en la sin frontera, en el fantasma, en la explosión que me arroja, en fin, en huir de acá.
Los niños de este film no han nacido para estar acá. Sólo el corrimiento, sólo la dipersión los llama por su nombre, les acentúa su nacionalidad, les presenta un beso sanguinolento en una noche de colmillos, les susurra un anhelo.
Para Eli (y esto parece demostrarnos la cámara fría de Alfredson) morder, retornar al cuello, no es un gesto desencadenado por su condición vampirezca; no es una necesidad, en sentido de supervivencia, sino más bien es una vuelta al Logos que la denomina, al oscuro monstruo que no puede manejar y apenas conoce. En fin, es la vuelta al Ser, al centro, a su mismidad que algunas masas intelectuales podrían ejecutar bajo el concepto de "moi".
¿Cómo definirlo? ¿Cómo escapar de él si por él me determino (tal vez), me soy? Eso es contra lo que Eli batalla, trata de huir o en otras palabras, de no ser, de tachar el verbo, de no impregnarse de su misma mismidad... pero huir, al fin y al cabo, es un desafío que aunque contradictorio, implica Vida. No Ser en el concepto de vida es por lo que lucha Eli pero también Oskar. Niños que huyen a encontrar la vida, a borrar los extremos, a dispersarse, siempre en otra parte, en otra parte.
El Ser en su centro ahogandose, tratando de desbordar por los poros la libertad de uno mismo a otra parte, sabiendo (quién sabe por qué) que este espacio que me ha sido delimitado, estructurado, heredado, no es le mío.
Mi espacio está en la sin frontera, en el fantasma, en la explosión que me arroja, en fin, en huir de acá.
Los niños de este film no han nacido para estar acá. Sólo el corrimiento, sólo la dipersión los llama por su nombre, les acentúa su nacionalidad, les presenta un beso sanguinolento en una noche de colmillos, les susurra un anhelo.
Para Eli (y esto parece demostrarnos la cámara fría de Alfredson) morder, retornar al cuello, no es un gesto desencadenado por su condición vampirezca; no es una necesidad, en sentido de supervivencia, sino más bien es una vuelta al Logos que la denomina, al oscuro monstruo que no puede manejar y apenas conoce. En fin, es la vuelta al Ser, al centro, a su mismidad que algunas masas intelectuales podrían ejecutar bajo el concepto de "moi".
¿Cómo definirlo? ¿Cómo escapar de él si por él me determino (tal vez), me soy? Eso es contra lo que Eli batalla, trata de huir o en otras palabras, de no ser, de tachar el verbo, de no impregnarse de su misma mismidad... pero huir, al fin y al cabo, es un desafío que aunque contradictorio, implica Vida. No Ser en el concepto de vida es por lo que lucha Eli pero también Oskar. Niños que huyen a encontrar la vida, a borrar los extremos, a dispersarse, siempre en otra parte, en otra parte.
5 de marzo de 2011
5 de marzo de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suponer una ruptura es difícil. Más que nada porque eso evidencia una inversión en la estructura (y por tanto, un quiebre a la misma noción de estructura)
Uncle Boomee recuerda sus vidas pasadas constituye una de esas películas que rompen con el canon, agrietándolo, masticándolo, produciendo un efecto desesperante en el que el sentido nunca llega y por lo tanto genera la desdicha del signo. El espectador debe recurrir a una voz, a un consejo, a una desocultamiento, a una metáfora para quizá ahí decir que la suerte está de su lado.
Hubo mucha controversia en torno a esta película dirigida por Apichatpong Weerasethaku (de origen tailandés). Algunos la catalogaban como el renacimiento del séptimo arte, desde los Lumiere. Otros, más escépticos, como una de las peores vergüenzas del cine.
En mi opinión la película representa el camino a un cambio. Hartos de ver lo mismo, hecho de la misma manera (el qué y el cómo repetidos en cadena) nos vamos conformando cada vez más con poco. Esta película es signo de una vuelta de tuerca, de una inversión en la jerarquía, en definitiva, una contractura positiva.
A todo momento nos topamos con una meditación poética en estado puro (no mediocridades filosóficas que no conducen a nada). Una reversión de la vida que no sabemos muy bien que pretende, y esto es lo importante de todo hecho, vida, texto, etc. la inerte determinación del significado. Uncle Boonmee es el retardo ambivalente que permite escribir, generar caos lingüístico, experimentar formas alternas junto al espectador en el cual ninguna experiencia de sentido es la verdadera. Es generar Cine y no simplemente, como un bonus extra, cine.
Uncle Boomee recuerda sus vidas pasadas constituye una de esas películas que rompen con el canon, agrietándolo, masticándolo, produciendo un efecto desesperante en el que el sentido nunca llega y por lo tanto genera la desdicha del signo. El espectador debe recurrir a una voz, a un consejo, a una desocultamiento, a una metáfora para quizá ahí decir que la suerte está de su lado.
Hubo mucha controversia en torno a esta película dirigida por Apichatpong Weerasethaku (de origen tailandés). Algunos la catalogaban como el renacimiento del séptimo arte, desde los Lumiere. Otros, más escépticos, como una de las peores vergüenzas del cine.
En mi opinión la película representa el camino a un cambio. Hartos de ver lo mismo, hecho de la misma manera (el qué y el cómo repetidos en cadena) nos vamos conformando cada vez más con poco. Esta película es signo de una vuelta de tuerca, de una inversión en la jerarquía, en definitiva, una contractura positiva.
A todo momento nos topamos con una meditación poética en estado puro (no mediocridades filosóficas que no conducen a nada). Una reversión de la vida que no sabemos muy bien que pretende, y esto es lo importante de todo hecho, vida, texto, etc. la inerte determinación del significado. Uncle Boonmee es el retardo ambivalente que permite escribir, generar caos lingüístico, experimentar formas alternas junto al espectador en el cual ninguna experiencia de sentido es la verdadera. Es generar Cine y no simplemente, como un bonus extra, cine.
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