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Críticas ordenadas por utilidad
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7,4
87.290
8
11 de agosto de 2012
11 de agosto de 2012
54 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay que elegir, yo estoy entre los que prefieren «Alien: el octavo pasajero» por encima de este «Aliens: el regreso». La primera entrega es otro nivel. La segunda es una película de acción; una buena película de acción, lo cual no es poco. Es mucho, a decir verdad.
Esta vez, Cameron desnuda la película de cualquier virguería artística y nos ofrece acción y más acción, con unos Aliens que cobran protagonismo (impresionante su realización) pero que tardan por lo menos una hora en salir. De eso se trata, claro, de ir de la Tierra a un planeta ya maldito, de cruzar el universo, de conocer y empatizar con unos personajes, y de prepararse el cuerpo para lo que viene después: adrenalina en estado puro. No me avergüenza confesar que he saltado del asiento, que he chillado y que me he llevado no sé cuántos repullos. En fin, que me lo he pasado en grande.
Por supuesto, nada sería lo mismo sin la tripulación que embarca James Cameron en esta nueva nave sin nombre. Quizá comete el fallo de meter al principio demasiados personajes para, más pronto que tarde, reducir el grupo drásticamente, aunque los que quedan son de matrícula de honor. Todos están de diez, pero algunos son de veinte como mínimo. La niña es un escándalo, mejor que cualquier protagonista que podamos encontrarnos ahora; lo que hace sigue pareciéndole una de las grandes proezas de la historia del cine. Ripley, desde luego, magnífica, quizá algo más dura e igualmente sensible. Y Vasquez... no hay palabras para catalogarla. Ella comparte protagonismo en una de las más grandes y emotivas escenas de la película, realmente imborrable. Estas sí son mujeres de los pies a la cabeza, heroínas antológicas, fuertes y decididas; leales, amigas de sus amigos, nobles, bellas, luchadoras con lágrimas en los ojos. Yo quiero ser como vosotras.
Los hombres tampoco se quedan atrás, al contrario. Inolvidable el cabo Hicks, también descomunal como héroe. Masculinidad como la suya es arqueología. Todo un guerrero, en apariencia apático, pero lleno de ternura, de humildad, de entereza; la combinación perfecta de cabeza, cuerpo y corazón. ¿Cómo un chico tan atractivo (Michael Biehn) pudo desaparecer de esa manera del cine? Si ya sólo viendo cómo se fuma un cigarrillo te enamoras.
Se nota que me ha encantado y que, además, me ha emocionado, ¿no? Personalmente, cierro aquí la saga porque nada bueno puede venir después. Esto es un broche de oro. Dejemos las cosas como están y que Ripley descanse de tanto ácido y visitas espaciales. Ya le toca.
Vamos, nenes, tenéis que verla.
Esta vez, Cameron desnuda la película de cualquier virguería artística y nos ofrece acción y más acción, con unos Aliens que cobran protagonismo (impresionante su realización) pero que tardan por lo menos una hora en salir. De eso se trata, claro, de ir de la Tierra a un planeta ya maldito, de cruzar el universo, de conocer y empatizar con unos personajes, y de prepararse el cuerpo para lo que viene después: adrenalina en estado puro. No me avergüenza confesar que he saltado del asiento, que he chillado y que me he llevado no sé cuántos repullos. En fin, que me lo he pasado en grande.
Por supuesto, nada sería lo mismo sin la tripulación que embarca James Cameron en esta nueva nave sin nombre. Quizá comete el fallo de meter al principio demasiados personajes para, más pronto que tarde, reducir el grupo drásticamente, aunque los que quedan son de matrícula de honor. Todos están de diez, pero algunos son de veinte como mínimo. La niña es un escándalo, mejor que cualquier protagonista que podamos encontrarnos ahora; lo que hace sigue pareciéndole una de las grandes proezas de la historia del cine. Ripley, desde luego, magnífica, quizá algo más dura e igualmente sensible. Y Vasquez... no hay palabras para catalogarla. Ella comparte protagonismo en una de las más grandes y emotivas escenas de la película, realmente imborrable. Estas sí son mujeres de los pies a la cabeza, heroínas antológicas, fuertes y decididas; leales, amigas de sus amigos, nobles, bellas, luchadoras con lágrimas en los ojos. Yo quiero ser como vosotras.
Los hombres tampoco se quedan atrás, al contrario. Inolvidable el cabo Hicks, también descomunal como héroe. Masculinidad como la suya es arqueología. Todo un guerrero, en apariencia apático, pero lleno de ternura, de humildad, de entereza; la combinación perfecta de cabeza, cuerpo y corazón. ¿Cómo un chico tan atractivo (Michael Biehn) pudo desaparecer de esa manera del cine? Si ya sólo viendo cómo se fuma un cigarrillo te enamoras.
Se nota que me ha encantado y que, además, me ha emocionado, ¿no? Personalmente, cierro aquí la saga porque nada bueno puede venir después. Esto es un broche de oro. Dejemos las cosas como están y que Ripley descanse de tanto ácido y visitas espaciales. Ya le toca.
Vamos, nenes, tenéis que verla.
5
3 de diciembre de 2017
3 de diciembre de 2017
82 de 124 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notaza de «La casa de papel» en la web, ¿no?, sobre todo teniendo en cuenta que es una serie española. Lo entiendo, pero no nos pasemos.
Cierto que el planteamiento es bastante bueno: un robo atípico en pleno Madrid ejecutado por una banda de delincuentes de mayor y menor pelaje encabezada por un misterioso personaje llamado el Profesor. Del Profesor hablaremos luego.
Hasta aquí, bien. La realización está trabajada, de película. Los actores, destacables. No sé si en algún momento he podido decir la gran actriz que es Úrsula Corberó; camaleónica, sólida, con su Tokio rabiosa y desquiciada. Esta ladrona es realmente una impresentable, dañina y carne de cañón, y ella la interpreta que da gusto.
El problema de todo esto es que los personajes son, en una palabra, estúpidos. De esta manera, la trama que se desarrolla es igual de estúpida en líneas generales si exceptuamos al Profesor. Digo yo que si eres un delincuente profesional debes de tener una serie de principios claros a la hora de delinquir; por ejemplo, no improvisar, obedecer, tomarse el golpe en serio o mantener la cabeza fría. Y eso que Río, Oslo, Berlín (el segundo mejor personaje seguramente), Denver, Moscú, Helsinki, Nairobi y Tokio no tienen que pensar nada, solo seguir el plan que previamente y durante años ha ideado el Profesor.
Si «La casa de papel» te engancha y te convierte en una persona inmoral que quiere que el robo salga bien, es exclusivamente por ese personaje, llamémosle Salvador, alias el Profesor, a cargo de Álvaro Morte. Este hombre metódico, típico empollón, inteligente, tranquilo y tirando a tímido es quien de verdad logra nuestra admiración por ser tan puñeteramente eficiente. Salvador siempre va un paso por delante incluso cuando va por detrás y lo que te saca de quicio es que tenga que ir solventando las estupideces y meteduras de pata de sus compinches, unos inútiles perdidos a quienes deseas ver entre rejas.
Ninguna historia puede sobrevivir forzando la credibilidad. «La casa de papel» se pasa de la raya y el final con ese toque de crítica social me parece totalmente gratuito.
Cierto que el planteamiento es bastante bueno: un robo atípico en pleno Madrid ejecutado por una banda de delincuentes de mayor y menor pelaje encabezada por un misterioso personaje llamado el Profesor. Del Profesor hablaremos luego.
Hasta aquí, bien. La realización está trabajada, de película. Los actores, destacables. No sé si en algún momento he podido decir la gran actriz que es Úrsula Corberó; camaleónica, sólida, con su Tokio rabiosa y desquiciada. Esta ladrona es realmente una impresentable, dañina y carne de cañón, y ella la interpreta que da gusto.
El problema de todo esto es que los personajes son, en una palabra, estúpidos. De esta manera, la trama que se desarrolla es igual de estúpida en líneas generales si exceptuamos al Profesor. Digo yo que si eres un delincuente profesional debes de tener una serie de principios claros a la hora de delinquir; por ejemplo, no improvisar, obedecer, tomarse el golpe en serio o mantener la cabeza fría. Y eso que Río, Oslo, Berlín (el segundo mejor personaje seguramente), Denver, Moscú, Helsinki, Nairobi y Tokio no tienen que pensar nada, solo seguir el plan que previamente y durante años ha ideado el Profesor.
Si «La casa de papel» te engancha y te convierte en una persona inmoral que quiere que el robo salga bien, es exclusivamente por ese personaje, llamémosle Salvador, alias el Profesor, a cargo de Álvaro Morte. Este hombre metódico, típico empollón, inteligente, tranquilo y tirando a tímido es quien de verdad logra nuestra admiración por ser tan puñeteramente eficiente. Salvador siempre va un paso por delante incluso cuando va por detrás y lo que te saca de quicio es que tenga que ir solventando las estupideces y meteduras de pata de sus compinches, unos inútiles perdidos a quienes deseas ver entre rejas.
Ninguna historia puede sobrevivir forzando la credibilidad. «La casa de papel» se pasa de la raya y el final con ese toque de crítica social me parece totalmente gratuito.

6,7
29.855
3
26 de julio de 2014
26 de julio de 2014
63 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero qué me estáis contando. ¡Cómo que obra maestra del terror! ¿En qué mundo? Porque en este, desde luego, no. Después de «La cosa», Carpenter puede ponerme delante un cubo de basura envuelto en celuloide, que igualmente le respetaré, pero eso no quita para que siga siendo un cubo de basura. No es que «Halloween» merezca la comparación, pero que es mala, lo es, aun aceptando su mérito por ser la primera y, a su modo, inventar un género. De acuerdo, pero ¿qué más? La culpa es de los que vinieron luego, que se fijaron en una chorrada para copiarla. Por fortuna, se ha ido perfeccionando.
Sobria, decís. Sí, no lo niego: tan sobria es que no hay historia, ni ocurre nada de interés en una hora como mínimo. ¿Pero es que alguien con más de diez años ha sentido miedo viendo esto? Me pregunto con qué. Michael Myers, que en teoría es el villano de los villanos, no produce ninguna sensación de estrés. De hecho, sólo podemos explicar sus múltiples errores en su camino criminal (escena del teléfono, del armario, su lentitud a la hora de atrapar a la víctima... ¡uff!) atribuyéndoselo a la estupidez. Este tío no es que sea el mal personificado, tal y como asegura, en un alarde de sabiduría y concreción científica, el doctor Loomis: es que es tonto. Aunque para tontas, las chicas objeto de su deseo sangriento, que tampoco se sabe por qué ellas y no otras. En fin, dejémoslo.
Sea como sea, la protagonista, Laurie, demuestra tan pocas luces, forzando así la acción de un modo lamentable, que me ha hecho tener una revelación. ¿Por qué este género slasher suele contar con protagonistas femeninas? Pensando bien, diríamos que es por una cuestión de fuerza, empatía, ternura... Sin embargo, me he convencido de que es por otros motivos más innobles: porque parece que aceptamos con mayor facilidad que una mujer se comporte tontamente o, siendo buenos, con menos iniciativa, pero no así un hombre. Imaginemos en vez de tres chicas, tres chicos en la misma situación. Imposible. Se ve que ellos no pueden quedar así de mal.
A mi lo que de verdad me da miedo de «Halloween» es lo rápido que acaban todos los galanes en sus escarceos sexuales. Cuestión de segundos. Terrible.
Sobria, decís. Sí, no lo niego: tan sobria es que no hay historia, ni ocurre nada de interés en una hora como mínimo. ¿Pero es que alguien con más de diez años ha sentido miedo viendo esto? Me pregunto con qué. Michael Myers, que en teoría es el villano de los villanos, no produce ninguna sensación de estrés. De hecho, sólo podemos explicar sus múltiples errores en su camino criminal (escena del teléfono, del armario, su lentitud a la hora de atrapar a la víctima... ¡uff!) atribuyéndoselo a la estupidez. Este tío no es que sea el mal personificado, tal y como asegura, en un alarde de sabiduría y concreción científica, el doctor Loomis: es que es tonto. Aunque para tontas, las chicas objeto de su deseo sangriento, que tampoco se sabe por qué ellas y no otras. En fin, dejémoslo.
Sea como sea, la protagonista, Laurie, demuestra tan pocas luces, forzando así la acción de un modo lamentable, que me ha hecho tener una revelación. ¿Por qué este género slasher suele contar con protagonistas femeninas? Pensando bien, diríamos que es por una cuestión de fuerza, empatía, ternura... Sin embargo, me he convencido de que es por otros motivos más innobles: porque parece que aceptamos con mayor facilidad que una mujer se comporte tontamente o, siendo buenos, con menos iniciativa, pero no así un hombre. Imaginemos en vez de tres chicas, tres chicos en la misma situación. Imposible. Se ve que ellos no pueden quedar así de mal.
A mi lo que de verdad me da miedo de «Halloween» es lo rápido que acaban todos los galanes en sus escarceos sexuales. Cuestión de segundos. Terrible.

6,6
73.858
8
19 de junio de 2011
19 de junio de 2011
44 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me pregunto si a los niños de nuestros tiempos les gustaría esta película. Me pregunto qué sensación causaría en ellos ver esta forma, nueva para ellos, de hacer cine, ya prácticamente olvidada, donde el dibujo se hace a mano y priman las emociones y la imagen por encima del argumento; lo que no quiere decir que esté vacía de contenido...
A mi me maravilla. "Bambi" (o cualquier otra del Disney clásico) me parece una preciosidad. Que bosque más hermoso, que animales tan bonitos, casi peluches de tan gordos y "peluditos"; que música tan bien orquestada, que colorido, que ternura... Un reclamo para los sentidos y para el corazón, consiguiendo sacar lo mejor de uno mismo.
Cierto que "Bambi" en particular carece de una historia propiamente dicha, con planteamiento, nudo y desenlace, sin duda lo más criticable; se trata más bien de una sucensión de experiencias vitales, no exclusivas de un ciervo. Me explico: lo que nos narra esta película es la vida misma de todo humano. El nacimiento, el descubrimiento del mundo exterior y la socialización del individuo a través de otros seres con los que conoce la alegría, la amistad y el juego como parte imprescindible del desarrollo; más tarde, el encuentro con la muerte, y por lo tanto con la pérdida y el dolor; en la adolescencia, el impacto del amor y la sexualidad, al mismo tiempo que la personalidad se define y se concreta, para, finalmente, encontrar nuestro lugar en el mundo, asentarnos y perpetuar la especie ya como adultos. Un retrato impecable de los hechos fundamentales de la existencia.
Contado todo con la elegancia típica de la época, sabiendo combinar a la perfección el drama con la comedia. Porque los niños no son tontos, señores; los niños deben conocer la realidad de la vida y qué mejor forma que a través de la fantasía que proporcionan los cuentos. En ellos están las más grandes eseñanzas. Ojalá se hicieran películas como está hoy en día. Ojalá.
A mi me maravilla. "Bambi" (o cualquier otra del Disney clásico) me parece una preciosidad. Que bosque más hermoso, que animales tan bonitos, casi peluches de tan gordos y "peluditos"; que música tan bien orquestada, que colorido, que ternura... Un reclamo para los sentidos y para el corazón, consiguiendo sacar lo mejor de uno mismo.
Cierto que "Bambi" en particular carece de una historia propiamente dicha, con planteamiento, nudo y desenlace, sin duda lo más criticable; se trata más bien de una sucensión de experiencias vitales, no exclusivas de un ciervo. Me explico: lo que nos narra esta película es la vida misma de todo humano. El nacimiento, el descubrimiento del mundo exterior y la socialización del individuo a través de otros seres con los que conoce la alegría, la amistad y el juego como parte imprescindible del desarrollo; más tarde, el encuentro con la muerte, y por lo tanto con la pérdida y el dolor; en la adolescencia, el impacto del amor y la sexualidad, al mismo tiempo que la personalidad se define y se concreta, para, finalmente, encontrar nuestro lugar en el mundo, asentarnos y perpetuar la especie ya como adultos. Un retrato impecable de los hechos fundamentales de la existencia.
Contado todo con la elegancia típica de la época, sabiendo combinar a la perfección el drama con la comedia. Porque los niños no son tontos, señores; los niños deben conocer la realidad de la vida y qué mejor forma que a través de la fantasía que proporcionan los cuentos. En ellos están las más grandes eseñanzas. Ojalá se hicieran películas como está hoy en día. Ojalá.

5,7
10.067
4
17 de septiembre de 2017
17 de septiembre de 2017
50 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hombre, si tengo que elegir entre un Wall Street que me pone enferma de estrés y un balneario-secta, pues con los ojos cerrados me quedo enferma en mi ajetreada vida capitalista, que al menos en Nueva York los dentistas no son unos sádicos.
«La cura del bienestar» parte de esta idea, la idea del malestar generalizado que azota las sociedades ricas, insatisfechas, solitarias, estresadas y ambiciosas, y que produce la autodestrucción del hombre. Solo que no nos damos cuenta del daño que nos hace, del mismo modo que los pacientes del balneario no se dan cuenta del daño que le hacen a ellos, seguros y engañados por un falso sueño de felicidad. ¿No hay forma, acaso, de despertar de este círculo inacabable, de esta habitación sin salida?
Gore Verbinski ofrece una película impactante y bien realizada pero que comete unas cuantas imprudencias argumentales que podrían haberse evitado con facilidad. «La cura del bienestar» tiene un formato inquietante, personajes sospechosos en cuanto aparecen, lo que ya está muy visto, y un desenlace que encuentro demasiado ficticio. DeHaan está muy bien, su misma cara inquieta de por sí, Jason Isaacs es el anfitrión perfecto para un idílico balneario suizo en el que cuesta creer que en pleno siglo veintiuno ocurran estas cosas y Mia Goth tiene ese punto erótico-perverso que poco a poco se irá asentando por causas ajenas a ella. Pobrecita Hannah. Sin duda la película cuenta con el acierto de saber introducir tensión en el espectador: ver sufrir a una persona suele producir empatía con el espectador, pero mayor simpatía aún es si quien sufre, o puede sufrir, es una joven inocente. Entonces ambos sufrimientos se combinan y el encanto reside en llegar al límite sin sobrepasarlo, y «La cura del bienestar» logra este punto en el que, después del horror, podemos respirar algo más tranquilos.
Eso sí, las dos horas y media son demasiado y algunas escenas son realmente desagradables, y no porque haya nada especialmente sangriento o elementos asquerosos, al contrario, la peli es bastante limpia; sino que el dolor, el malestar, puede venir de dónde menos te lo esperes y de formas que no habías imaginado.
Suiza es muy bonita, no le tengáis miedo.
«La cura del bienestar» parte de esta idea, la idea del malestar generalizado que azota las sociedades ricas, insatisfechas, solitarias, estresadas y ambiciosas, y que produce la autodestrucción del hombre. Solo que no nos damos cuenta del daño que nos hace, del mismo modo que los pacientes del balneario no se dan cuenta del daño que le hacen a ellos, seguros y engañados por un falso sueño de felicidad. ¿No hay forma, acaso, de despertar de este círculo inacabable, de esta habitación sin salida?
Gore Verbinski ofrece una película impactante y bien realizada pero que comete unas cuantas imprudencias argumentales que podrían haberse evitado con facilidad. «La cura del bienestar» tiene un formato inquietante, personajes sospechosos en cuanto aparecen, lo que ya está muy visto, y un desenlace que encuentro demasiado ficticio. DeHaan está muy bien, su misma cara inquieta de por sí, Jason Isaacs es el anfitrión perfecto para un idílico balneario suizo en el que cuesta creer que en pleno siglo veintiuno ocurran estas cosas y Mia Goth tiene ese punto erótico-perverso que poco a poco se irá asentando por causas ajenas a ella. Pobrecita Hannah. Sin duda la película cuenta con el acierto de saber introducir tensión en el espectador: ver sufrir a una persona suele producir empatía con el espectador, pero mayor simpatía aún es si quien sufre, o puede sufrir, es una joven inocente. Entonces ambos sufrimientos se combinan y el encanto reside en llegar al límite sin sobrepasarlo, y «La cura del bienestar» logra este punto en el que, después del horror, podemos respirar algo más tranquilos.
Eso sí, las dos horas y media son demasiado y algunas escenas son realmente desagradables, y no porque haya nada especialmente sangriento o elementos asquerosos, al contrario, la peli es bastante limpia; sino que el dolor, el malestar, puede venir de dónde menos te lo esperes y de formas que no habías imaginado.
Suiza es muy bonita, no le tengáis miedo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
-La trama principal no queda para nada esclarecida. ¿Es el agua de esa zona lo que alarga la vida de las anguilas? Si es así, ¿por qué no se la toman y punto? Si no es así, ¿por qué viven más las anguilas? ¿El agua tiene algo especial? ¿Cómo se llegó a esa fusión de agua-anguilas-humanos para destilar el elixir? Las anguilas, ¿se alimentan de humanos para poder seguir viviendo? Quién entiende esto.
-¿Puede mantenerse un balneario durante doscientos años con gente inmortal sin que nadie se dé cuenta, ni siquiera en 2016 y con un pueblo al lado? Que Suiza no está aislada de la civilización, ¿eh?
-¿Pueden desaparecer personas de todo el mundo durante doscientos años sin que se sospeche ni un poquito? ¿De verdad no hay alguien de los que van al balneario que tenga ni un mísero amigo, el portero mismo de su edificio, para que denuncie su desaparición?
-Ya es mucho suponer que: queman a una mujer, le abren el vientre, sacan el feto, lo tiran al agua... y el bebé sobrevive. Ejem.
-¿Por qué los pacientes parecen haber perdido la razón? ¿Qué les pasa en el cerebro? ¿Por qué unos sí y otros no?
-¿Cómo se inserta la escena en la que se ve a Lockhart en la cremación de su madre? En esos momentos él está en Suiza...
-Pero ¿por qué narices el doctor Volmer ingresa contra su voluntad a Lockhart? Vamos a ver: este chico ha ido allí para llevarse a un paciente. Si el chico se va con el paciente, aquí no ha pasado nada y todos sus planes siguen adelante. Pero no, al chaval le empiezan a comer la cabeza, a mirar rarito, un misterio por allí, un vasito de agua por acá, y así retenerlo a toda costa. ¿Por qué te delatas tú solo, Volmer?
-Peor aún es cuando Lockhart ya empieza de verdad a meter las narices donde no le llaman y los malos... ¡no hacen nada para evitarlo! Le siguen dando cuerda y, como mucho, lo torturan. Pues hijo, mátalo, deshidrátalo. Volmer, amigo, llevas siglos esperando poder engendrar con tu hija y así continuar tu linaje puro... y lo echas todo por la borda por empeñarte en tener como paciente a Lockhart. No tiene sentido.
-¿Y la manía de Lockhart por llevarse a Prembroke? No es nada suyo, solo su jefe, no ha tenido mucho contacto con él... y el chaval es una especie de «no sin mi hija» pero con Prembroke.
-Estos tres últimos puntos se hubieran solucionado simplemente haciendo que Lockhart fuese un paciente más que va por su propia voluntad al balneario. De esta manera, evitas lo del ingreso involuntario porque sí y no fuerzas el guion de esa manera. Luego el chico puede ir descubriendo cosas que no le gustan y, de hecho, el resto de la historia puede ser casi la misma.
-¿Puede mantenerse un balneario durante doscientos años con gente inmortal sin que nadie se dé cuenta, ni siquiera en 2016 y con un pueblo al lado? Que Suiza no está aislada de la civilización, ¿eh?
-¿Pueden desaparecer personas de todo el mundo durante doscientos años sin que se sospeche ni un poquito? ¿De verdad no hay alguien de los que van al balneario que tenga ni un mísero amigo, el portero mismo de su edificio, para que denuncie su desaparición?
-Ya es mucho suponer que: queman a una mujer, le abren el vientre, sacan el feto, lo tiran al agua... y el bebé sobrevive. Ejem.
-¿Por qué los pacientes parecen haber perdido la razón? ¿Qué les pasa en el cerebro? ¿Por qué unos sí y otros no?
-¿Cómo se inserta la escena en la que se ve a Lockhart en la cremación de su madre? En esos momentos él está en Suiza...
-Pero ¿por qué narices el doctor Volmer ingresa contra su voluntad a Lockhart? Vamos a ver: este chico ha ido allí para llevarse a un paciente. Si el chico se va con el paciente, aquí no ha pasado nada y todos sus planes siguen adelante. Pero no, al chaval le empiezan a comer la cabeza, a mirar rarito, un misterio por allí, un vasito de agua por acá, y así retenerlo a toda costa. ¿Por qué te delatas tú solo, Volmer?
-Peor aún es cuando Lockhart ya empieza de verdad a meter las narices donde no le llaman y los malos... ¡no hacen nada para evitarlo! Le siguen dando cuerda y, como mucho, lo torturan. Pues hijo, mátalo, deshidrátalo. Volmer, amigo, llevas siglos esperando poder engendrar con tu hija y así continuar tu linaje puro... y lo echas todo por la borda por empeñarte en tener como paciente a Lockhart. No tiene sentido.
-¿Y la manía de Lockhart por llevarse a Prembroke? No es nada suyo, solo su jefe, no ha tenido mucho contacto con él... y el chaval es una especie de «no sin mi hija» pero con Prembroke.
-Estos tres últimos puntos se hubieran solucionado simplemente haciendo que Lockhart fuese un paciente más que va por su propia voluntad al balneario. De esta manera, evitas lo del ingreso involuntario porque sí y no fuerzas el guion de esa manera. Luego el chico puede ir descubriendo cosas que no le gustan y, de hecho, el resto de la historia puede ser casi la misma.
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