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6,3
3.360
8
16 de agosto de 2022
16 de agosto de 2022
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A todos los compadres decepcionados por Bacurau, les recomiendo darle una segunda oportunidad. Las relecturas siempre deparan sorpresas, y en este caso permite asimilar aún mejor el sentido de este film futurista con tintes gore y de serie B. El film sorprende desde el inicio, por la fuerza de sus metáforas, por su originalidad y atrevimiento, incluso por su aburrimiento en ciertas fases, logrando recrear la rutina monótona y extravagante de un “quilombo” brasileiro en su lucha por subsistir.
De inicio, el hilo conductor puede parecer un disparate, la historia caricaturesca con primeros planos grotescos y transiciones bastante fortuitas. Sin embargo, a medida que avanza la película, Kleber Mendonça Filho logra recrear una sátira llena de realismo mágico que incomoda y perturba al espectador, demasiado acostumbrado a consumir la narrativa blockbuster netflixiana.
En su significado original, Bacurau representa un pájaro nocturno siempre al acecho del enemigo, siempre dispuesto a resistir para existir. En el film, descubrimos un pueblo indígena y excéntrico en las profundidades de la Brasil olvidada representada por cada una de sus habitantes: la Dra Domingas, Pacote, Lunga, Plinio,.. No hay protagonista principal en Bacurau - la fuerza del pueblo reside en la comunidad, en el hacer perdurar la memoria colectiva, en las raíces del ayer.
Bacurau rescata los valores universales de la resistencia, de la lucha colectiva y espiritual por la existencia del oprimido, de la fé en la fuerza de los símbolos y de la supervivencia de las costumbres y creencias ancestrales ante el avance de un mundo globalizado donde la verdadera diversidad regional ha desaparecido para dar paso a un concepto marketeado vacío de contenido al servicio del Brand building.
El inicio del film empieza con la muerte de la chamán del pueblo, Carmelita, presagio de que nunca nada volverá a ser igual.
El frágil destino de Bacurau amenaza con colapsar: la falta de abastecimiento de agua de la presa, la desaparición de los mapas negando su existencia, los ataúdes caídos símbolo de un peligro inminente ,..
Pocas escenas después, descubrimos a Tony Junior encarnando un Bolsonaro provincial lleno de descaro, ambición y cinismo que pretende conquistar al pueblo con promesas vanas. Su sed de poder no tiene límites y utilizará todos los medios, cueste lo que cueste, para perpetuarse en el poder.
Al servicio del opresor, un dron en forma de platillo volante, unos mercenarios wagnerianos secuaces de Udo Kier y una tecnología superior dispuesta a aniquilar lo que imponga el Poder. Al servicio de Lunga y sus camaradas, unas píldoras psicotrópicas para apelar a la bravura, el conocimiento del terreno del guerrillero y una fé inquebrantable en la fuerza del colectivo.
Kleber Mendonça Filho ofrece una potente alegoría brasileña sobre la lucha contra el capitalismo imperialista, sobre la supervivencia de David contra Goliath y sobre todo, sobre la defensa de los derechos de todos los colectivos vulnerables.
Para unos, el fin justifica los medios. Para otros, como decía Benedetti, el olvido está lleno de memoria. Esa memoria colectiva, dispuesta a perdurar y subsistir, con la imaginación al poder. Esa memoria representada por el museo de Bacurau, pasado y presente de un pueblo unido ¡!
Habrá secuela de Bacurau ?
De inicio, el hilo conductor puede parecer un disparate, la historia caricaturesca con primeros planos grotescos y transiciones bastante fortuitas. Sin embargo, a medida que avanza la película, Kleber Mendonça Filho logra recrear una sátira llena de realismo mágico que incomoda y perturba al espectador, demasiado acostumbrado a consumir la narrativa blockbuster netflixiana.
En su significado original, Bacurau representa un pájaro nocturno siempre al acecho del enemigo, siempre dispuesto a resistir para existir. En el film, descubrimos un pueblo indígena y excéntrico en las profundidades de la Brasil olvidada representada por cada una de sus habitantes: la Dra Domingas, Pacote, Lunga, Plinio,.. No hay protagonista principal en Bacurau - la fuerza del pueblo reside en la comunidad, en el hacer perdurar la memoria colectiva, en las raíces del ayer.
Bacurau rescata los valores universales de la resistencia, de la lucha colectiva y espiritual por la existencia del oprimido, de la fé en la fuerza de los símbolos y de la supervivencia de las costumbres y creencias ancestrales ante el avance de un mundo globalizado donde la verdadera diversidad regional ha desaparecido para dar paso a un concepto marketeado vacío de contenido al servicio del Brand building.
El inicio del film empieza con la muerte de la chamán del pueblo, Carmelita, presagio de que nunca nada volverá a ser igual.
El frágil destino de Bacurau amenaza con colapsar: la falta de abastecimiento de agua de la presa, la desaparición de los mapas negando su existencia, los ataúdes caídos símbolo de un peligro inminente ,..
Pocas escenas después, descubrimos a Tony Junior encarnando un Bolsonaro provincial lleno de descaro, ambición y cinismo que pretende conquistar al pueblo con promesas vanas. Su sed de poder no tiene límites y utilizará todos los medios, cueste lo que cueste, para perpetuarse en el poder.
Al servicio del opresor, un dron en forma de platillo volante, unos mercenarios wagnerianos secuaces de Udo Kier y una tecnología superior dispuesta a aniquilar lo que imponga el Poder. Al servicio de Lunga y sus camaradas, unas píldoras psicotrópicas para apelar a la bravura, el conocimiento del terreno del guerrillero y una fé inquebrantable en la fuerza del colectivo.
Kleber Mendonça Filho ofrece una potente alegoría brasileña sobre la lucha contra el capitalismo imperialista, sobre la supervivencia de David contra Goliath y sobre todo, sobre la defensa de los derechos de todos los colectivos vulnerables.
Para unos, el fin justifica los medios. Para otros, como decía Benedetti, el olvido está lleno de memoria. Esa memoria colectiva, dispuesta a perdurar y subsistir, con la imaginación al poder. Esa memoria representada por el museo de Bacurau, pasado y presente de un pueblo unido ¡!
Habrá secuela de Bacurau ?

7,0
16.993
8
7 de febrero de 2023
7 de febrero de 2023
14 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años 60. Cincinatti. New Jersey. Arizona. Una familia de clase media judía. Unos padres completamente opuestos: el padre, Burt, ingeniero eléctrico obsesionado por la naturaleza exacta de las cosas. La madre, Mitzi, artista y núcleo de la familia, un espiritú libre, guiada por el amor al arte, a la emoción, a la evasión.Y fruto de esas contradicciones, vemos crecer a Sammy y su vocación precoz: el poder de soñar y contar historias.
Steven destapa el origen de su vocación y los traumas de su infancia en su cinta más personal en un gran homenaje póstumo a sus queridos padres.
La película empieza como termina. Con un homenaje al cine y sus padres fundadores. Con satories por doquier. De Cecil B. Demille a John Ford. De la importancia de la técnica a la importancia de la perspectiva. Del arte de contar historias y del control de la narrativa. Díganselo sino a Logan, en la cinta después del baile de fin de curso.
Más en lo personal, nos desvela también las entrañas del frágil y delicado equilibrio de la familia Fabelmans. Su condición de judíos que les persigue en aquellos años allá dónde se muden. O como el descubrimiento de la pasión cinéfila de Sammy trasciende en la pérdida de la inocencia añorada de la infancia. Esa escena, tierna y desgarradora donde Sammy capta y revela a través de su cámara a Mitzi (brillante Michele Williams) su desengaño amoroso con Benny.
En tiempos donde nuestra sociedad está dominada por la tiranía de la diversión y de lo digital, Steven nos brinda dos horas y media de largometraje donde la lentitud de las escenas nos mece y nos hace viajar a la nostalgia de una época pasada . Donde la variable tiempo significaba Tiempo para los demás. Tiempo para sí mismo. Tiempo fuera de sí mismo.Tiempo.
Menos retiros espirituales y más Stevens.
Como dice el tío Boris (un excelso Judd Hirsch), en su definición personal de la vocación artística, meter la cabeza en la boca del león es tener pelotas. Que no te la coma, eso, es arte.
Dominar la técnica y gobernar la emoción.
Sigue rugiendo Steven !
Steven destapa el origen de su vocación y los traumas de su infancia en su cinta más personal en un gran homenaje póstumo a sus queridos padres.
La película empieza como termina. Con un homenaje al cine y sus padres fundadores. Con satories por doquier. De Cecil B. Demille a John Ford. De la importancia de la técnica a la importancia de la perspectiva. Del arte de contar historias y del control de la narrativa. Díganselo sino a Logan, en la cinta después del baile de fin de curso.
Más en lo personal, nos desvela también las entrañas del frágil y delicado equilibrio de la familia Fabelmans. Su condición de judíos que les persigue en aquellos años allá dónde se muden. O como el descubrimiento de la pasión cinéfila de Sammy trasciende en la pérdida de la inocencia añorada de la infancia. Esa escena, tierna y desgarradora donde Sammy capta y revela a través de su cámara a Mitzi (brillante Michele Williams) su desengaño amoroso con Benny.
En tiempos donde nuestra sociedad está dominada por la tiranía de la diversión y de lo digital, Steven nos brinda dos horas y media de largometraje donde la lentitud de las escenas nos mece y nos hace viajar a la nostalgia de una época pasada . Donde la variable tiempo significaba Tiempo para los demás. Tiempo para sí mismo. Tiempo fuera de sí mismo.Tiempo.
Menos retiros espirituales y más Stevens.
Como dice el tío Boris (un excelso Judd Hirsch), en su definición personal de la vocación artística, meter la cabeza en la boca del león es tener pelotas. Que no te la coma, eso, es arte.
Dominar la técnica y gobernar la emoción.
Sigue rugiendo Steven !
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