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7,3
1.212
9
19 de mayo de 2013
19 de mayo de 2013
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada en los estudios Billancourt de París, “La Chienne”, en España “La golfa” es en 1931 la primera gran película sonora de Jean Renoir y una obra precursora de lo que después sería en Francia la escuela del cine negro, pues se trata aquí de un crimen pasional que Renoir sitúa en un contexto social. Adaptación de la novela de Georges de la Fouchardière, se trata de un drama social, una historia de triángulo, él, ella y el otro, la historia de un hombre honesto, cajero en un banco, que vive con su desagradable y despótica mujer, viuda de un militar que desapareció en la guerra y que se enamora de una joven de mala vida explotada por su chulo.
El magistral actor francés Michel Simon interpreta el papel de ese empleado y pintor de domingo en sus ratos libres, ese hombre que vive sometido y atemorizado por su agresiva y frustrada esposa, y que encuentra en esa joven una vía de escape y de salvación a su triste y monótona existencia, un personaje que tiene mucho en común con aquel profesor de “El ángel azul” de Josef von Sternberg, víctima como éste de la perversa mercantilización del sexo y de la frustración del amor.
En al muy conservadora Francia de los años 30 Renoir denuncia en primer lugar la explotación de la mujer, de esa pobre chica obligada a prostituirse por su chulo, pero arremete también contra la otra cara de la moneda de esa sociedad patriarcal de estrecha e hipócrita moralidad, en donde el divorcio era sólo posible en el caso de aportar explícita constancia del adulterio. Renoir arremete aquí con ironía cargada de acidez contra la sacrosanta institución que sigue uniendo a pesar suyo a los dos agriados cónyuges.
Los productores que encargaron esta película a Renoir esperaban, en base a la novela, la adaptación de una obra ligera y mordaz, pero cuando vieron la primera copia se quedaron un poco asustados y quisieron modificar el montaje, por suerte Renoir consiguió imponer su garra y hacer prevalecer su versión íntegra, que tiene la fuerza visual y dramática de un drama humano siempre universal. Todo un clásico de Renoir.
El magistral actor francés Michel Simon interpreta el papel de ese empleado y pintor de domingo en sus ratos libres, ese hombre que vive sometido y atemorizado por su agresiva y frustrada esposa, y que encuentra en esa joven una vía de escape y de salvación a su triste y monótona existencia, un personaje que tiene mucho en común con aquel profesor de “El ángel azul” de Josef von Sternberg, víctima como éste de la perversa mercantilización del sexo y de la frustración del amor.
En al muy conservadora Francia de los años 30 Renoir denuncia en primer lugar la explotación de la mujer, de esa pobre chica obligada a prostituirse por su chulo, pero arremete también contra la otra cara de la moneda de esa sociedad patriarcal de estrecha e hipócrita moralidad, en donde el divorcio era sólo posible en el caso de aportar explícita constancia del adulterio. Renoir arremete aquí con ironía cargada de acidez contra la sacrosanta institución que sigue uniendo a pesar suyo a los dos agriados cónyuges.
Los productores que encargaron esta película a Renoir esperaban, en base a la novela, la adaptación de una obra ligera y mordaz, pero cuando vieron la primera copia se quedaron un poco asustados y quisieron modificar el montaje, por suerte Renoir consiguió imponer su garra y hacer prevalecer su versión íntegra, que tiene la fuerza visual y dramática de un drama humano siempre universal. Todo un clásico de Renoir.

6,3
557
8
6 de marzo de 2016
6 de marzo de 2016
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un tiempo en donde cualquier realizador con apenas un par de películas, en la mayoría de las ocasiones de calidades muy discutibles, se ponen de moda, son entrevistados en todas partes o se les dedican generosamente libros, nunca es tarde para evocar a uno de los grandes del cine clásico de Hollywood, Jacques Tourneur, un director de culto, un artista de paladares selectos, un cineasta excepcional que nunca disfrutó de un especial reconocimiento en el engranaje de Hollywood. Un director perfectamente dotado para crear atmósferas de lo más turbio, y en las que se daban la mano todo tipo de temas, películas como ‘La noche del demonio’ (‘Night of the Demon’, 1957), ‘Retorno el pasado’ (‘Out of the Past’, 1947) —una de las cumbres del Film Noir—, y sobre todo ‘La mujer pantera’(‘Cat People’, 1942), ‘Yo anduve con un zombie’ (‘I Walked with a Zombie’, 1943) y ‘El hombre leopardo’ (‘The Leopard Man’, 1943) —excepcional trilogía temática de índole fantástica—, entre las más conocidas, respaldan a un director al que le gustaba más sugerir que mostrar, la sutileza por encima de la evidencia.
Adaptación de una novela de Margaret Carpenter que seguía un esquema similar al de ‘Luz de gas’, ‘Noche en el alma’ (‘Experiment Perilous’, 1944) pertenece a la gloriosa época de la productora RKO, productora que duró desde 1928 hasta 1953, y por la que pasaron algunos de los directores y actores más famosos de aquellos años, desde Orson Welles a Alfred Hitchcock, pasando por Katharine Hepburn o Cary Grant, y cómo no, el insigne Val Lewton, especializado en producciones de terror. El presente es el primer film producido por el escritor Warren Duff, que también se encarga del guion, un drama de suspense psicológico, como gustaban de hacer en aquellos años, de resultado estimable aunque sin llegar, claro está, a la perfección de las citadas.
Fantasía y realidad se unen al más puro estilo y gusto de Tourneur en una película construida con un notable sentido de la atmósfera opresiva, con resultados realmente inquietantes. Todo en ‘Noche en el alma’ resulta extraño, acorde con el tono de la historia. El encuentro de Bailey (Brent) con el extraño personaje de Cissie (Olive Blakeney) en el tren, en el que ella se muestra especialmente preocupada; más tarde la repentina muerte de ella, el entierro, el encargo a Bailey, por parte de Nick (Lukas), de que estudie y diagnostique a su esposa; y cómo no, la fascinación que Allida (Lamarr) despierta en todo hombre que se le acerca. A la actriz le toca el personaje más complejo de la función, mezcla de inocencia y siniestra madurez, y sobre la que, hasta el final, no sabemos si es así, si está loca, o sufre algún tipo de conspiración marital. Brent no luce demasiado bien como héroe de la función, incluso no resulta convincente en sus teorías sobre psicología, y pierde la “batalla” actoral frente a un camaleónico Paul Lukas, que borda un personaje muy cambiante y decisivo, la normalidad y la locura dándose la mano en un rol que pasea libre por los góticos decorados, nominados al Oscar.
Una muy curiosa mezcla de drama, romance y suspense, una excelente muestra del talento de un realizador que no siempre ha sido valorado en su justa medida.
Adaptación de una novela de Margaret Carpenter que seguía un esquema similar al de ‘Luz de gas’, ‘Noche en el alma’ (‘Experiment Perilous’, 1944) pertenece a la gloriosa época de la productora RKO, productora que duró desde 1928 hasta 1953, y por la que pasaron algunos de los directores y actores más famosos de aquellos años, desde Orson Welles a Alfred Hitchcock, pasando por Katharine Hepburn o Cary Grant, y cómo no, el insigne Val Lewton, especializado en producciones de terror. El presente es el primer film producido por el escritor Warren Duff, que también se encarga del guion, un drama de suspense psicológico, como gustaban de hacer en aquellos años, de resultado estimable aunque sin llegar, claro está, a la perfección de las citadas.
Fantasía y realidad se unen al más puro estilo y gusto de Tourneur en una película construida con un notable sentido de la atmósfera opresiva, con resultados realmente inquietantes. Todo en ‘Noche en el alma’ resulta extraño, acorde con el tono de la historia. El encuentro de Bailey (Brent) con el extraño personaje de Cissie (Olive Blakeney) en el tren, en el que ella se muestra especialmente preocupada; más tarde la repentina muerte de ella, el entierro, el encargo a Bailey, por parte de Nick (Lukas), de que estudie y diagnostique a su esposa; y cómo no, la fascinación que Allida (Lamarr) despierta en todo hombre que se le acerca. A la actriz le toca el personaje más complejo de la función, mezcla de inocencia y siniestra madurez, y sobre la que, hasta el final, no sabemos si es así, si está loca, o sufre algún tipo de conspiración marital. Brent no luce demasiado bien como héroe de la función, incluso no resulta convincente en sus teorías sobre psicología, y pierde la “batalla” actoral frente a un camaleónico Paul Lukas, que borda un personaje muy cambiante y decisivo, la normalidad y la locura dándose la mano en un rol que pasea libre por los góticos decorados, nominados al Oscar.
Una muy curiosa mezcla de drama, romance y suspense, una excelente muestra del talento de un realizador que no siempre ha sido valorado en su justa medida.
9
8 de diciembre de 2013
8 de diciembre de 2013
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje del director francés Jacques Demy en 1960, “Lola” empieza con una significativa dedicatoria a Max Ophüls, un homenaje del muy cinéfilo Demy a ese maestro del cine que fue el alemán Ophüls y a su célebre película “Lola Montes”, pero que nadie vea en esta dedicatoria una tentativa de imitar a tan venerado cineasta. Jacques Demy firmó con su ópera prima “Lola” una película original y absolutamente personal que se desarrolla en su ciudad natal Nantes, en donde esos mismos decorados urbanos fueron los que lo vieron crecer y en donde se forjaron sus sueños de niño y su pasión por el cine.
Lola es una atractiva cabaretera, una madre soltera que ha educado sola a su hijo de siete años y que espera con confianza, aunque no con fidelidad, el regreso de su primer amor, ese hombre que se fue a las colonias, que le prometió que un día volvería, una esperanza insensata como lo dice la canción que interpreta Anouk Aimée y que compuso para la película Agnès Varda, la esposa de Jacques Demy y ella misma reputada cineasta. El guión está sabiamente construido a partir de varias acciones paralelas que se entrecruzan en esa ciudad portuaria en donde transcurre la adolescencia de Cécile, en donde Lola trabaja en un cabaret y tiene una relación pasajera con Frankie, un marino americano, en donde Roland, un amigo de la infancia de Lola se enamora de ella sin ser correspondido, una ciudad a la que de pronto llega Michel, el amor absoluto y esperado de la protagonista.
Anouk Aimée está magnífica, lozana, chispeante como una copa de champán, en la representación de la feminidad y del amor en su estado más puro, una mujer que sigue creyendo en ese amor aunque para educar a su hijo y seguir con su carrera de bailarina se acueste con uno u otro cliente del cabaret, a sabiendas de que como en el caso de Frankie no serán el amor de su vida.
Poesía, ternura, desenfado al abordar los sueños humanos y las relaciones sexuales en esos años 60, con un lenguaje directo y de absoluta actualidad. Todo esto es “Lola” una de las grandes películas del cine francés. La crítica de la época, que aplaudió el estreno de “Lola”, calificó con razón a Jacques Demy como “El poeta de la nouvelle vague”.
Lola es una atractiva cabaretera, una madre soltera que ha educado sola a su hijo de siete años y que espera con confianza, aunque no con fidelidad, el regreso de su primer amor, ese hombre que se fue a las colonias, que le prometió que un día volvería, una esperanza insensata como lo dice la canción que interpreta Anouk Aimée y que compuso para la película Agnès Varda, la esposa de Jacques Demy y ella misma reputada cineasta. El guión está sabiamente construido a partir de varias acciones paralelas que se entrecruzan en esa ciudad portuaria en donde transcurre la adolescencia de Cécile, en donde Lola trabaja en un cabaret y tiene una relación pasajera con Frankie, un marino americano, en donde Roland, un amigo de la infancia de Lola se enamora de ella sin ser correspondido, una ciudad a la que de pronto llega Michel, el amor absoluto y esperado de la protagonista.
Anouk Aimée está magnífica, lozana, chispeante como una copa de champán, en la representación de la feminidad y del amor en su estado más puro, una mujer que sigue creyendo en ese amor aunque para educar a su hijo y seguir con su carrera de bailarina se acueste con uno u otro cliente del cabaret, a sabiendas de que como en el caso de Frankie no serán el amor de su vida.
Poesía, ternura, desenfado al abordar los sueños humanos y las relaciones sexuales en esos años 60, con un lenguaje directo y de absoluta actualidad. Todo esto es “Lola” una de las grandes películas del cine francés. La crítica de la época, que aplaudió el estreno de “Lola”, calificó con razón a Jacques Demy como “El poeta de la nouvelle vague”.

6,3
728
8
9 de marzo de 2014
9 de marzo de 2014
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizada entre 1938 y 1939, “L’espoir, Sierra de Teruel” de André Malraux es una obra emocionante y emblemática en la representación cinematográfica republicana de la guerra civil española. El guión escrito por Malraux en colaboración con Max Aub y Denis Marion se basa en algunos episodios de la novela “L’espoir” que Malraux había escrito entre mayo y octubre del 37, cuando todavía los progresistas del mundo entero confiaban en la derrota de la sublevación franquista en España. André Malraux, escritor y aviador, fue el responsable y organizador de la escuadrilla “España” de las brigadas internacionales, participando en la batalla de Teruel y siendo sus propias experiencias lo que después relató tanto en la novela como en el film, pero la película se desarrolla respetando una unidad de tiempo, durante 48 horas, y de lugar, todo sucede en la sierra de Teruel, mientras que la novela transcurre entre el 36 y el 37 en diversos lugares.
La película fue comenzada en el 38 con la autorización del gobierno republicano, pero se terminó en el 39 en vísperas de la entrada de las tropas de Franco en Barcelona. El optimismo del relato literario estará así ausente en la narración cinematográfica, concebida por su autor como una especie de réquiem o marcha fúnebre en honor a la República, cuyos aviadores son bajados de la montaña al final en una procesión popular con el apoyo y la solidaridad de toda la población. Un efecto dramático ampliado por la música de Darius Milhaud y por un montaje inspirado en los maestros del cine soviético.
Cuando Malraux llega a París con el material filmado realiza un primer montaje en el mes de julio del 39, pero en septiembre estalla la Segunda Guerra Mundial, entre tanto la derecha ha vuelto al poder en Francia, instaura la censura y prohíbe la difusión de “Sierra de Teruel”, hubo que esperar a 1945 para que esta película militante, concebida por Malraux como un arma en la lucha contra el fascismo, se estrene por fin en Francia, proyectada con un comunicado de Maurice Schumann, portavoz de la Francia libre, en donde se compara la lucha de la República española en el 36, con la que toda Europa libró contra el nacismo durante la Segunda Guerra Mundial, “Ayer en Teruel, hoy en París, es la misma lucha” proclama solemnemente el portavoz de la Francia recién liberada.
La película fue comenzada en el 38 con la autorización del gobierno republicano, pero se terminó en el 39 en vísperas de la entrada de las tropas de Franco en Barcelona. El optimismo del relato literario estará así ausente en la narración cinematográfica, concebida por su autor como una especie de réquiem o marcha fúnebre en honor a la República, cuyos aviadores son bajados de la montaña al final en una procesión popular con el apoyo y la solidaridad de toda la población. Un efecto dramático ampliado por la música de Darius Milhaud y por un montaje inspirado en los maestros del cine soviético.
Cuando Malraux llega a París con el material filmado realiza un primer montaje en el mes de julio del 39, pero en septiembre estalla la Segunda Guerra Mundial, entre tanto la derecha ha vuelto al poder en Francia, instaura la censura y prohíbe la difusión de “Sierra de Teruel”, hubo que esperar a 1945 para que esta película militante, concebida por Malraux como un arma en la lucha contra el fascismo, se estrene por fin en Francia, proyectada con un comunicado de Maurice Schumann, portavoz de la Francia libre, en donde se compara la lucha de la República española en el 36, con la que toda Europa libró contra el nacismo durante la Segunda Guerra Mundial, “Ayer en Teruel, hoy en París, es la misma lucha” proclama solemnemente el portavoz de la Francia recién liberada.
8
26 de marzo de 2017
26 de marzo de 2017
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La comedia de la vida” es una adaptación de la pieza teatral de los exitosos Ben Hecht y Charles McArthur, autores de otros grandes éxitos de Broadway como la maravillosa “Primera Plana”, ellos mismos escribieron el guión para la versión cinematográfica, y eso se tradujo en un libreto plagado de magníficos diálogos rápidos e ingeniosos. La película está considerada, junto a “Sucedió una Noche” (1934) de Capra, la gran película iniciadora de las populares “screwball comedies” que inundarían las pantallas tan solo unos pocos años después, comedias de enredo en que la guerra de sexos jugaba un papel fundamental.
Como de costumbre Hawks no decepciona con esta divertida comedia, uno de los tantos géneros que dominó con sumo arte y uno de los géneros en los que dejó carcajadas a raudales. Hawks inolvidable en “La fiera de mi niña”, “Luna nueva”, “Bola de fuego”, “La novia era él”, “Me siento rejuvenecer” o “Su juego favorito”, comenzó su famosa andadura por el género (aunque ya tenía su experiencia en el cine silente) con “La comedia de la vida” donde como ya comentamos anteriormente se encuentra la semilla de la comedia alocada, la screwball comedy.
Hawks era un director que amaba y respetaba los oficios que llevan a cabo los hombres y mujeres que protagonizan sus películas, es comprensivo con las virtudes y defectos de sus personajes protagonistas que finalmente siempre se entregan apasionadamente al trabajo que aman y que da sentido a sus vidas. En “La comedia de la vida” es el mundo del teatro el que sube al estrado en una de esas combinaciones maravillosas entre pantallas de cine y escenarios. Sus personajes esperpénticos nos dejan una reflexión con la que juegan en sus maravillosos diálogos… en ese mundo ya no hay distinción entre lo real y lo interpretado. No hay freno para el exceso, el juego, los trucos y las mentiras, realidad y ficción se cruzan continuamente como los sentimientos y las pasiones. La vida se transforma en una locura sin hueco para la calma ni el aburrimiento, la propia realidad es un gigantesco e interminable escenario.
Todo el reparto está magnífico, con una galería de personajes secundarios absolutamente delirantes y geniales ofreciendo el que esto suscribe matrícula de honor a Etienne Girardot con un papel delirante y maravilloso. Él es el anciano Mathew J. Clark, hombrecillo con un maletín que va pegando en el tren en el que transcurre la mayor parte del film pegatinas con mensajes religiosos (¡Arrepentíos, que ya es hora!) en ventanas, sombreros, chaquetas…, que se dice empresario y va dejando cheques millonarios sin fondos allá por donde pasa… Pero también le acompañan otros personajes como el “relaciones públicas” Owen O’Malley (Roscoe Karns) apegado a su botella y siempre con frase a punto y el contable del teatro Oliver Webb (Walter Connolly) con sus ‘problemas’ de corazón, sus despidos continuos y el mejor amigo del protagonista. Todo lo anterior arropa a la pareja protagonista: Carole Lombard y John Barrymore… que ofrecen la esencia de la locura y de lo delirante en sus interpretaciones como la actriz principal y el famoso productor. Los dos intérpretes se desatan y su histrionismo, maravillosamente pautado, deja dos interpretaciones de quitarse el sombrero.
Sin llegar a ser una obra maestra, esto no quita para que “La Comedia de la Vida” siga siendo hoy en día una excelente comedia. Un auténtico placer sumergirse en el tren 20th Century con destino a Nueva York y ser testigo de vidas que son puro teatro para nuestro deleite…
Como de costumbre Hawks no decepciona con esta divertida comedia, uno de los tantos géneros que dominó con sumo arte y uno de los géneros en los que dejó carcajadas a raudales. Hawks inolvidable en “La fiera de mi niña”, “Luna nueva”, “Bola de fuego”, “La novia era él”, “Me siento rejuvenecer” o “Su juego favorito”, comenzó su famosa andadura por el género (aunque ya tenía su experiencia en el cine silente) con “La comedia de la vida” donde como ya comentamos anteriormente se encuentra la semilla de la comedia alocada, la screwball comedy.
Hawks era un director que amaba y respetaba los oficios que llevan a cabo los hombres y mujeres que protagonizan sus películas, es comprensivo con las virtudes y defectos de sus personajes protagonistas que finalmente siempre se entregan apasionadamente al trabajo que aman y que da sentido a sus vidas. En “La comedia de la vida” es el mundo del teatro el que sube al estrado en una de esas combinaciones maravillosas entre pantallas de cine y escenarios. Sus personajes esperpénticos nos dejan una reflexión con la que juegan en sus maravillosos diálogos… en ese mundo ya no hay distinción entre lo real y lo interpretado. No hay freno para el exceso, el juego, los trucos y las mentiras, realidad y ficción se cruzan continuamente como los sentimientos y las pasiones. La vida se transforma en una locura sin hueco para la calma ni el aburrimiento, la propia realidad es un gigantesco e interminable escenario.
Todo el reparto está magnífico, con una galería de personajes secundarios absolutamente delirantes y geniales ofreciendo el que esto suscribe matrícula de honor a Etienne Girardot con un papel delirante y maravilloso. Él es el anciano Mathew J. Clark, hombrecillo con un maletín que va pegando en el tren en el que transcurre la mayor parte del film pegatinas con mensajes religiosos (¡Arrepentíos, que ya es hora!) en ventanas, sombreros, chaquetas…, que se dice empresario y va dejando cheques millonarios sin fondos allá por donde pasa… Pero también le acompañan otros personajes como el “relaciones públicas” Owen O’Malley (Roscoe Karns) apegado a su botella y siempre con frase a punto y el contable del teatro Oliver Webb (Walter Connolly) con sus ‘problemas’ de corazón, sus despidos continuos y el mejor amigo del protagonista. Todo lo anterior arropa a la pareja protagonista: Carole Lombard y John Barrymore… que ofrecen la esencia de la locura y de lo delirante en sus interpretaciones como la actriz principal y el famoso productor. Los dos intérpretes se desatan y su histrionismo, maravillosamente pautado, deja dos interpretaciones de quitarse el sombrero.
Sin llegar a ser una obra maestra, esto no quita para que “La Comedia de la Vida” siga siendo hoy en día una excelente comedia. Un auténtico placer sumergirse en el tren 20th Century con destino a Nueva York y ser testigo de vidas que son puro teatro para nuestro deleite…
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