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Críticas 1.558
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de marzo de 2013
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El puente" es una película que quería ver desde hace mucho tiempo, y que por fin he visto, y que, afortunadamente, no sólo no me ha decepcionado, sino que me ha gustado mucho. Juan Antonio Bardem traza en este film un retrato agudo, certero, vigoroso y lleno de vida de la España de 1976, con sus contradicciones, tensiones, contrastes, mitos y violencias; y hace del viaje del protagonista, un mecánico llamado Juan (Alfredo Landa), un viaje iniciático de tomo y lomo. Un viaje iniciático en el que el protagonista pasa del egoísmo a la solidaridad, de la ignorancia a la concienciación social y política, por lo que es un viaje tanto físico como interior, o mental. Juan es un hombre que, de pronto, y sin haberlo planeado, se enfrenta al mundo, a lo que hay fuera, solo, con la única compañía de su moto, a la que llama "la poderosa".

Alfredo Landa, protagonista indiscutible, y un actor genial que literalmente llena la pantalla, compone aquí a un "easy rider" español, y, de hecho, por seguir con la comparación con el famoso largometraje dirigido por Dennis Hopper, "Easy Rider (Buscando mi destino)" (Easy Rider, 1969), en la película de Bardem no faltarán los "hippies", las drogas, la música, los rebeldes, y las fuerzas represoras. Como en "Easy Rider", cada curva del camino abre un nuevo interrogante, una nueva oportunidad, un nuevo peligro para el viajero.

Alfredo Landa está muy bien en su papel de proletario -esta palabra puede molestar a algún lector, algún lector que crea que la lucha de clases es cosa del pasado, y que el consumismo nos iguala a todos, ¿y si en vez de proletario digo currele?- aburrido en el comienzo del puente de la Virgen de Agosto, porque su chica, o su ligue, le da plantón. Su personaje es un poco autoparódico, en relación con los previos papeles de Landa como "macho ibérico", siempre a la caza de extranjeras. Torremolinos, la Ítaca de este peculiar Ulises perdido en un mundo confuso, es por eso un lugar mítico, un paraíso soñado del cine español del desarrollismo, que Bardem convierte, sin embargo, en una playa vacía al atardecer, en un espejismo. "El puente" es una excelente "road movie", un gran retrato de una época, y una de las mejores películas de su director.
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La secuencia en la que Landa se para a la altura de Valdepeñas y ve cómo un cortejo fúnebre cruza la carretera, mientras los del cortejo, de negro riguroso en mitad de la canícula, miran escandalizados al motorista, sin que el espectador entienda esa hostilidad (luego sabremos el por qué), es una secuencia de antología, digna de estar en cualquier antología o historia del cine español.
1 de agosto de 2013
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine español anterior a los años 60 había un género definido y ramificado en subgéneros, la película con cantante; en los años 60 aparece, con una furia típicamente española, la película con cantante pop. "Los chicos con las chicas" pertenece a este último género, cultivado con especial intensidad en los años 1965-1970, y se define por tanto como una sucesión de canciones justificadas por una trama argumental dispuesta a tal fin. Supongo que, por ser un "fan" de Los Bravos, la película me gusta, y me gusta tanto como la posterior "Dame un poco de amooor..." (1968), de José María Forqué, aunque ni en un caso ni en el otro tenga razones objetivas para decir que se trata de buenas películas. Bueno, pero son películas simpáticas, que no es poco.

En la película de Aguirre aparece un asunto que es fundamental para entender el cine español de los años 60, y que es la confrontación entre tradición y modernidad, entre lo viejo y lo nuevo. Los Bravos, y su música, representan la modernidad, el afán de cambio, de ruptura con lo viejo; el colegio de señoritas, en el que todo está terriblemente anticuado (el tiempo allí parece haberse detenido 60 años antes, en 1907) es la tradición, repleta de absurdos y sinsentidos. Este colegio puede entenderse, en una lectura no demasiado rebuscada, como un símbolo de la España franquista, es decir, como un mundo encerrado en sí mismo, en sus tradiciones, que, de forma inevitable, entra en contacto con el mundo exterior y sus modas. Como cantaba Mike, "la Edad de Piedra ya pasó, al menos por aquí". La modernidad vence, en forma de grupo de música pop. Pero vence en una revolución pacífica, llena de amor y de ingenuidad.

Es necesario recordar y destacar los actores y actrices que, aunque secundarios, dignificaban el producto: José Luis Coll, Luis Sánchez Polack, Rafaela Aparicio, Manolo Gómez Bur, Lola Gaos, Enriqueta Carballeira, María Luisa Ponte, Guadalupe Muñoz Sampedro...Y también, recordar la aportación de Francisco Macián, desde el campo de la animación, en un film que oscila entre el "pop" y el "op art".
16 de mayo de 2013
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La ciudad sin ley" es un western con su propia leyenda: parece ser que Don Siegel recomendó a Robert Totten para que éste dirigiera la película, pero, en pleno rodaje, por presiones de Richard Widmark, y de Lew Wasserman, Siegel tuvo que sustituir a Totten como director. Como Totten no quiso figurar como director en los títulos de crédito (Widmark se opuso a ello) y Siegel, que había rodado menos días que Totten, hizo lo mismo, la DGA propuso un pseudónimo colectivo, Allen Smithee, que a partir de entonces se convirtió en un pseudónimo para los directores que, por la razón que fuera, no querían figurar como tales en los títulos de crédito.

Aparte de esto, creo que se trata de un film infravalorado, con una música estupenda, y una gran planificación para el inicio (rodado por Siegel), un inicio que es a la vez el final. Richard Widmark llena la pantalla y está perfecto en su papel, y si hay algo que lamentar es que haya que ver esta película en versión doblada, con voces diferentes en los momentos donde actuó la censura. La breve aparición del entrañable John Saxon, como comisario de origen mexicano, también es digna de reseñar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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La película de Totten y Siegel, por otro lado, va mucho más lejos que la mucho más prestigiosa "Solo ante el peligro" (High Noon, 1952), de Fred Zinnemann: si en la película de Zinnemann la pareja protagonista, recién casada, se va del pueblo para siempre, en la de "Allen Smithee" los personajes de Widmark y Horne, recién casados, también se van del pueblo para siempre, pero...Frank Patch se va con los pies por delante, en un ataúd, y Claire Quintana se marcha vestida de viuda. En "Solo..." se termina la historia con un final feliz un tanto forzado: el héroe, solo ante el peligro, vence a sus enemigos. En "La ciudad..." no hay finales felices, sino un desenlace coherente, amargo, cruel: el sheriff, solo ante el peligro, cae acribillado por los disparos de unos pistoleros pagados por la élite local. La misma élite que le contrató 20 años atrás.
12 de julio de 2012
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una de las mejores películas de Robert Siodmak, y también es una obra destacada del cine negro estadounidense de la segunda mitad de la década de los 40, cinco años que son claves en el género, entre otras cosas porque marcan su apogeo. El argumento y sus ingredientes (la mujer más o menos fatal que engatusa al protagonista masculino, la misoginia que se deriva del ingrediente anterior, la fatalidad, el final trágico, las fuerzas que se interponen en la consecución del amor y la felicidad, la ambigüedad y lo engañoso de las apariencias) ya eran, en 1949, bastante tópicos -de ahí que este film pueda recordar en mucho o en poco a "Perdición" (Double Indemnity, 1944), de Billy Wilder; a "Detour" (1945), de Edgar G. Ulmer; a "Forajidos" (The Killers, 1946), dirigida también por Siodmak; a "La dama de Shanghai" (The Lady from Shanghai, 1947), de Orson Wellles; o a "Retorno al pasado" (Out of the Past, 1947), de Jacques Tourneur, por citar sólo algunos títulos muy conocidos- pero la realización y el guión consiguen dar a la historia, y a sus personajes, una viveza, una frescura y una fuerza sorprendentes. La música de Miklos Rozsa (un compositor con un estilo propio, reconocible, como Bernard Herrmann) es muy buena. Tony Curtis aparece brevemente, en uno de sus primeros trabajos como actor, y volvería a coincidir con Burt Lancaster.

(Sigo en los "spoilers")
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Los personajes principales, Burt Lancaster e Yvonne De Carlo, transmiten verdad y autenticidad, hasta el punto de que, aunque se modelen sobre arquetipos del género, nos parecen seres reales, con sus luces y sombras, con sus contradicciones y vacilaciones. De Carlo es mucho más que una mujer fatal sin corazón, es una mujer acomodaticia, traicionera, engañosa y débil.

El final es seco y conciso; es brutal e impactante, pero lógico. Y, como toda la película, magistral.
24 de septiembre de 2015
14 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece injusta la puntuación que da Filmaffinity a una película que, situada en el final de la filmografía de su director, merece estar entre lo más destacado de su carrera, aunque ello no suponga mucho, teniendo en cuenta lo desprestigiado y olvidado que está, en general, el cine de José Luis Sáenz de Heredia, a lo que el propio director contribuyó un poco, también es cierto, en los años 60 y 70, con sus películas con Manolo Escobar, por ejemplo. El mecanismo del guión funciona de manera parecida a la dialéctica del marxismo clásico: tesis/antítesis/síntesis.

El gran reparto de actores y actrices -con sus voces auténticas, salvo Lili Murati y Ángel del Pozo, que están doblados-, y entre los que destaca José María Rodero en el papel de fiscal, un papel sólido pero antipático;
la fotografía, la excelente labor de montaje, y la reconstrucción en estudio de la Sinagoga del Tránsito de Toledo son elementos en los que me baso para alabar este film. También, por supuesto, el guión, que es una adaptación al cine de la obra de teatro del italiano Diego Fabbri, co-guionista, por ejemplo, de una gran película como "El general de la Rovere" (Il generale Della Rovere, 1959), de Roberto Rossellini. Al calor de películas como "Jesucristo superstar" (Jesus Christ Superstar, 1973), de Norman Jewison, o de los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II, la película plantea una visión del cristianismo desde la actualidad de los años 70, de ahí la mezcla del teatro con el formato, tan popularizado por la televisión, del juicio. A través de la revisión de la Pasión de Cristo se hace no sólo una interesante e inteligente reflexión sobre la culpa y el amor, sino también una reflexión abierta sobre el cristianismo como religión, frente al mundo moderno.

Sin duda, es un film-debate muy interesante y estimulante, que a través del formato del juicio lleva a la catarsis y a la confesión. La parte del debate protagonizada por Carlos Lemos (un cura católico) y Armando Calvo (un intelectual) es realmente intensa.
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