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Críticas 4.594
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
23 de octubre de 2011
109 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las críticas que se le suele hacer al cine acerca de la Guerra Civil o de la posguerra es su maniqueísmo. No hay medias tintas. Todo es blanco o es negro. Los republicanos son gente buena, humilde y luchadora, mientras que los franquistas son malvados y crueles.
Es cierto. No voy a ser yo quien lo niegue.
No estaría de más alguna que otra película que, por una vez, presentara republicanos llenos de defectos y franquistas con virtudes, o personas que, simplemente, hacen su trabajo, aunque éste sea el de carcelero o torturador...
Ahora bien. Reconocer ésto, que es la verdad, no debería ser impedimento para reconocer algo mucho, muchísimo más importante: La represión de posguerra se llevó por delante a muchas, demasiadas personas cuyo único delito había sido conocer a un militante de izquierdas o tener una serie de ideas. Ésa es la triste historia de nuestro país, y quien no lo reconozca se engaña a sí mismo.... viendo esta película y viendo la televisión, cuando es tan fácil denunciar en Siria, Libia o Cuba lo que hemos negado dentro de nuestras fronteras durante tantos y tantos años....
Así, partiendo de esta triste premisa, Benito Zambrano regresa al gran cine después de la sobrevaloradísima Habana Blues, y lo hace demostrando que es un maestro como pocos. Zambrano es un habilísimo narrador, y maneja luces, sombras y colores con una pericia envidiable. La fotografía, el vestuario y la dirección de arte recuerdan mucho a las de otras películas similares, como Las 13 Rosas, pero no por ello resultan menos destacables.
Pero es en la dirección de actores donde reside la clave de la película. Las presencias de Marc Clotet y Daniel Holguín son fascinantes y emotivas. Ana Wagener y Lola Casamayor se convierten en auténticas robaescenas. Ángela Cremonte confirma las buenísimas sensaciones que ha dejado en Hispania. Miryam Gallego, con sólo tres secuencias, se hace inmortal en un personaje sin peso pero maravillosamente escrito. Y por supuesto, Inma Cuesta y María León, María León e Inma Cuesta. Las dos en el mismo estado de gracia, y las dos distintas.... Cuesta emociona a cada paso, con esa rabia, esa contención, esa dignidad que imprime a Hortensia. Viniendo de un personaje tan distinto como el que interpreta en Águila Roja, es un lujazo verla llevando sobre sus espaldas el peso de la película, y dando una auténtica lección de sacrificio y alma.
Pero si Cuesta está increíble, lo de León es ya extraterrestre. Su naturalidad, su dulzura, su sentido del humor y su expresión a través de esos ojos son tan grandes que consigue que te hundas en el corazón enorme de Pepita desde el primer minuto y hasta el final. Éstos son los papeles que marcan una carrera, y el momento de María León ha llegado. Si no se lleva el Goya, habrá una gran injusticia...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En definitiva, una película difícil de ver, muchas veces dura de contemplar, con la que deseas volver la cabeza y no seguir mirando.... pero una película necesaria. Muy necesaria.
Porque no se trata de remover nada ni de buscar venganza. Se trata de no olvidar. Nunca.

Lo mejor: María León e Inma Cuesta, al frente de un reparto simplemente soberbio.
Lo peor: No es mejor que otras películas de temática similar, y tiene dos escenas algo excesivas (especialmente la de la monja y el niño Jesús).
24 de agosto de 2015
87 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León de Aranoa es sin duda uno de los realizadores más particulares y de estilo más definido de nuestro país, aparte de uno de los más laureados (cinco premios Goya hasta la fecha por cuatro producciones distintas, más premios en San Sebastián, Ondas o incluso Sundance). Es el gran abanderado del cine social en España, ese que siempre se pone de parte de los más débiles (izquierdista, dirían algunos), y ha retratado como nadie la situación de desamparo de los solitarios que se acercan a la vejez sin nada a lo que agarrarse (Familia, 1996), los jóvenes del extrarradio de una gran ciudad (Barrio, 1998), los parados (Los lunes al sol, 2002), las prostitutas (Princesas, 2005) o los inmigrantes ilegales (Amador, 2010). Con mayor o menor acierto, León de Aranoa siempre ha estado ahí para hablarnos de esa realidad que no queremos ver pero que existe, acercándose al corazón y a los sentimientos de personas que normalmente sólo son un número en unas estadísticas o una cara triste más en un telediario.
Pues bien, León de Aranoa dice adiós (¿momentáneamente? ¿para siempre?) a su peculiar estilo, ese que han seguido fielmente otros realizadores (Daniel Guzmán en la premiadísima en Málaga 2015 A cambio de nada, sin ir más lejos), y filma con Un día perfecto su película más extraña y arriesgada hasta la fecha, porque no se parece nada a nada que haya hecho antes el madrileño y porque nadie diría que se trata de una cinta del mismo director que las arriba mencionadas. León de Aranoa tenía/tiene su estilo propio, su identidad como cineasta, y en ese campo era el mejor. El público tendrá que decidir si este cambio le sienta bien... o no.
Por lo pronto, Un día perfecto es sin duda la película más lograda que ha filmado Aranoa en lo que a técnica se refiere. Su realización es aquí mucho más depurada, más cuidada y, en una palabra, más estética de lo que ha sido nunca. Ese estilo informal que tenía con la cámara en su cine puramente social español, casi "descuidado", casi como si fuera un reportero gráfico grabando un reportaje a pie de calle, deja paso aquí a unos planos muy medidos de antemano, mucho más planificados y más deudores de la sala de montaje que en anteriores ocasiones. Ello da como resultado momentos, como los de las largas travesías en coche por las montañas de Bosnia, de una belleza visual que sencillamente nunca habían existido antes en el cine de Aranoa.
Sin embargo, la película, al igual que hace un personaje secundario en un momento de la película, también enarbola e iza una bandera en el horizonte, que es la de la indefinición. La película nunca sabe lo que quiere ser. ¿Es una road movie con chistes de carretera (y tiene mucho de ambas cosas, de comedia y de road movie)? ¿Es un drama bélico? ¿Es denuncia social? No se sabe, y la mezcla de las tres cosas da una sensación al conjunto un poco extraña, teniendo en cuenta que además es una película sin apenas argumento (unos cooperantes buscando la manera de sacar un cadáver de un pozo durante 100 minutos, y paren de contar). Uno se pregunta también si la historia de ¿amor? entre los personajes de Katya y Mambrú sirve verdaderamente para algo, si la propia Katya aporta algo a la trama o podría no haber estado ni siquiera presente, o si incluso el niño Nikola podría haber sido prescindible (y ya para qué hablar del personaje de un fugaz Sergi López). Mención aparte merece la música, que más allá de que gusten o no las canciones que suenan, supone una de las selecciones musicales más desgraciadas que se recuerdan recientemente en una pantalla, apareciendo sin orden ni concierto y ahogando continuamente las emociones que provocan las escenas (atención al uso que se hace de la versión de "Sweet dreams" que grabó Marilyn Manson... y eso que se trata de uno de los momentos más acertados del largometraje).
Sin embargo, sería una injusticia negarle a Un día perfecto un poder hipnótico verdaderamente auténtico, que hace que el espectador esté pendiente continuamente de la pantalla sin mirar el reloj. Quizás es el enorme carisma de Benicio del Toro, uno de esos actores que hacen fácil el difícil arte de la actuación, o el humor que aporta un soberbio Tim Robbins (la película tiene momentos muy divertidos, y casi todos ellos son protagonizados por el oscarizado intérprete), o el inspirador idealismo de Sophie, a quien da vida una Melanie Thierry que borda la inocencia de su personaje. Quizás sea el estupendo Fedja Stukan en su rol de hombre normal y corriente que sólo desea que su país vuelva a la normalidad. Quizás es la angustia que se palpa a lo largo y ancho del metraje, contagiada de esa tierra sangrante durante demasiado tiempo que fueron los Balcanes en los 90.
Sea lo que sea, hay algo en Un día perfecto que deja un buen sabor de boca final en el espectador, aunque la propuesta no sea ni mucho menos sobresaliente. Su metáfora de la búsqueda de la cuerda como la dignidad y la bondad de las personas en tiempos de guerra puede que sea tópica, sí, pero no por ello es menor poderosa.

Lo mejor: Todos los actores y ese algo especial que tiene, tan difícil de definir pero tan hermoso y mágico a la vez.
Lo peor: La selección musical y su indefinición.
27 de diciembre de 2015
70 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se puede entender por qué Brooklyn está gustando tanto.
Es una película realmente encantadora, y con una factura impecable que sin duda le da más puntos de los que hubiera merecido la misma historia contada en modo Gran Relato cutre de tarde de sábado. Es bonita, entretenida, emotiva, tiene una bella historia de amor, adapta una novela del prestigioso Colm Tóibín y sobre todo cuenta con un reparto inmaculado. Aparte de Julie Walters, que siempre es una delicia de ver haga lo que haga, cabe aplaudir a Emory Cohen como dulce enamorado de la protagonista, Ellis, y por supuesto a Saoirse Ronan, que ya hace años que ha confirmado lo que apuntaba en 2007 con su inolvidable personaje en Expiación: es una actriz como la copa de un pino. No es casualidad que esté nominada a todo y bien situada para colarse también en los Oscar. Su interpretación es estupenda, matizada, sensible, y a la vez firme como una roca.
Lo que sí sorprende es que se la esté considerando en casi todos los rankings como una de las mejores películas del año. Sinceramente, tampoco es para tanto. Igual es porque está más vista que el tebeo (¿cuántas veces hemos visto la historia del pobre inmigrante, irlandés, además, en América buscándose la vida y encontrando el amor en contra de los deseos de su familia?), pero Brooklyn falla a la hora de resultar verdaderamente trascendente. Más que verdadera emoción en su narración, lo que hay es sentimentalismo, tópicos a granel, y un tono convencional que desprende frialdad por mucho que la música se empeñe en martillear los momentos "importantes" con notas cargadas de pasión.
En definitiva, una película más que correcta y realmente bonita, aunque ciertamente sobrevalorada.

Lo mejor: Saoirse Ronan y su perfección formal.
Lo peor: Está ya todo tan visto... llega menos al espectador de lo que debería.
21 de septiembre de 2024
67 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
No parece muy probable que La historia de Lyle y Erik Menéndez vaya a lograr la misma repercusión que consiguió hace dos años Dahmer, primera entrega de la antología Monstruos, de nuevo creada por Ryan Murphy (el rey de las series-antología). Veremos qué ocurre con la tercera entrega, ya en preparación, que nos traerá a Charlie Hunnam en la piel del infame Ed Gein, que inspiró a asesinos de ficción como Norman Bates o Leatherface. Pero sí está claro, o debería estarlo para cualquiera que la vea sin prejuicios, que esta historia del crimen cometido por los mencionados hermanos Menéndez es una gran miniserie.
Y lo es porque los seis primeros capítulos son un ejemplo de narración prácticamente perfecta, que combina emoción y virtuosismo formal en unos diálogos y unas escenas cuidadas hasta el extremo. En eso, Murphy es un experto, y además sabe lo que el público quiere ver. Es cierto que, siendo justos, se pasa un poco de rosca (las insinuaciones que se hacen sobre la sexualidad de Erik o incluso un posible incesto entre los hermanos), pero su relato del crimen es ambiguo, como lo es el propio caso, y nos presenta las dos versiones del motivo del crimen: la venganza y el terror de dos chavales asustados y traumatizados por años de abuso terrible a manos de sus padres, y los pijos consentidos que desean cobrar la herencia para vivir del cuento. La narración muestra todos los ángulos, y de hecho ni siquiera Lyle cae demasiado bien. Es impulsivo, malhablado, impaciente, y se mueve en un total contraste con Erik, tímido, transpirando dolor y siempre a la sombra de su hermano mayor.
Pero sobre todo es una serie elevada a un nivel superlativo por los cuatro intérpretes que dan vida a José, Kitty, Lyle y Erik Menéndez. Javier Bardem y Chlöe Sevigny están soberbios los dos, aterradores y francamente repugnantes, que es de lo que trataba, sobre todo el español, que realiza uno de sus mejores trabajos, para quien esto firma. Pero son Nicholas Alexander Chavez y Cooper Koch las auténticas revelaciones de la serie. El primero, pese a que el retrato que se hace de Lyle es, cuanto menos, controvertido, está excelente, especialmente en el episodio cuatro, cuando cuenta la pesadilla vivida a manos de su padre. Koch tiene su momento estelar sobre todo en el capítulo quinto, que debería bastar para darle todos los premios del mundo. Su mirada derrotada, sus gestos contenidos, su debilidad emocional de persona destruida por el abuso, es sencillamente excepcional de contemplar.
El problema es que los últimos tres capítulos suponen un bajón notable en el interés y en la calidad de la narración. Primero porque deberían haberse resumido en dos, o incluso en uno más largo, quizás de 90 minutos. Y segundo porque, en comparación con, por ejemplo, las ejemplares escenas de juicio que hemos visto este año en El caso Asunta, las de Monstruos palidecen. Aun así, Murphy se las arregla para criticar lo mediático del proceso de los hermanos Menéndez, como tantos otros juicios mediatizados, y la influencia de asuntos totalmente extrajudiciales en el resultado de un proceso. Por eso están allí los personajes de Nathan Lane (algo descolgado al final del conjunto, pero su labor es esa: representar la voz de la calle) y de Ari Graynor, una abogada "estrella" que cae mal y eso también acaba pasando factura a sus clientes, como le reconoce una de las miembros del jurado del primer juicio.
Una lástima, porque esta segunda entrega de la antología Monstruos apuntaba a sobresaliente, pero no lo consigue porque va de más a menos. Aun así, puede contarse como otro gran acierto en la algo irregular carrera de Ryan Murphy, siempre polémico, pero un hombre que comprende lo que el espectador espera. Y no hay muchos que consigan eso.

Lo mejor: Los primeros seis episodios, impecables, y la extraordinaria actuación de Bardem, Sevigny, Chavez y muy especialmente Koch.
Lo peor: La conclusión no está a la altura del resto.
2 de enero de 2008
79 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
... y muy bien, por cierto.
Esta película representa exactamente lo que es Harry Potter: magia pura. Y no me refiero a la ocupación de sus protagonistas, sino a la sensación que produce en el lector/ espectador. Es la sensación de creer que todo es posible, que el colegio al que todos soñamos ir existe, que podemos volar en escoba y enfrentarnos a peligros inimaginables.
Cierto es que la historia es la más infantil y pueril de las cinco estrenadas hasta la fecha, y que Columbus pierde mucho tiempo (necesario, por otra parte) en presentar a todos los personajes y ambientes, pero eso no quita para que sea una excelente película de aventuras para todos los públicos. Los tres jóvenes protagonistas ya apuntaban excelentes maneras aquí, y el resto de los actores... pues qué decir de ellos. Desde Maggie Smith hasta el excelente Richard Harris (también el Dumbledore más cercano al del libro. Una lástima que nos dejase) pasando por Alan Rickman o John Hurt, todos brillan, sea su papel importante o no.
Para soñar, entretenerse y admirarse del talento de Columbus y su equipo (esa música maravillosa de John Williams, esos decorados de Stuart Craig...).

Lo mejor: El tono de la película, 100% Harry Potter.
Lo peor: Nada, salvo que todas las otras películas, con la excepción de la quinta, han sido mejores, aunque éso no es culpa suya.
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