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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de abril de 2010
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nirvana Live! Tonight! Sold Out!! no es un documental al uso. No sigue un hilo conductor, ni narra historia alguna. Se trata básicamente de una compilación de actuaciones, entrevistas y momentos de backstage de la banda entre 1992 y 1993, en el auge de Nevermind, ordenadas de forma aparentemente aleatoria. El típico VHS-reliquia que en la era pre-youtube casi suponía nuestro único acceso al material audiovisual de nuestros grupos de música favoritos. La calidad de imagen es irregular, y la estética es... pues “sucia”, como toca, con pinceladas de onirismo y humor grunge (para quien sepa y/o quiera verlas).

Aparte de eso, no hay mucho más que comentar y tratar de promocionarlo a estas alturas quizá sea una tarea inútil. Parece obvio que quienes no estén interesados en Nirvana seguirán sin verlo y que quienes sí lo estén, probablemente ya lo han visto. Pero en cualquier caso no está de más reivindicar esa cinta VHS, seguro algo deteriorada por tanto uso (pero aguantando estoicamente el paso de los años, casi indestructible xD), que nos regaló momentos tan míticos como:

- Kurt y su elegantísimo vestido de gala amarillo “para el baile de graduación”, en la entrevista en Austin (Tejas).
- La banda mofándose “sutilmente” de las actuaciones para la tele con música pregrabada durante Smells Like Teen Spirit.
- Lithium, por supuesto.
- El homenaje ¿involuntario? de Kurt a Porculio durante la entrevista en el muelle.
- La breve pero estelar intervención de Chris Robinson de The Black Crowes y su mini crisis psicótica xD (“BECAUSE THEY SOLD SO MANY RECORDS”).
- Etc.

¿La nota? 10 ABSOLUTO, claro.
16 de marzo de 2007
41 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, me ha costado lo suyo acabarla. He tenido que verla en 5 o 6 partes y eso es bastante frustrante, pero es que tengo la costumbre de ponerme pelis densas a altas horas de la noche y luego pasa lo que pasa. Además, por lo que he podido comprobar, el cine de Nagisa Oshima tiende a producir un ligero efecto sedante.
En teoría pretende ser una reflexión sobre las diferencias o conflictos culturales (no políticos) entre oriente y occidente en tiempos de guerra, pero personalmente creo que esa es una cuestión secundaria y que, en cualquier caso, las que aquí destacan son en realidad nuestras similitudes. Al parecer, la obra está plagada de simbolismos (sobre el honor y demás) que no siempre he logrado comprender. Quizá alguien más puesto en cultura japonesa podría descifrarlos fácilmente. Lo que sí resulta perfecta y universalmente reconocible es lo que para mí constituye su tesis: que incluso entre enemigos irreconciliables el día a día conduce al acercamiento, el acercamiento al cariño y el cariño a la amistad. Y la amistad no conoce ni fronteras idiomáticas ni culturales, o no debería. De la barrera ideológica, bastante más difícil de traspasar, no dice nada y gracias, porque tendríamos para 3 o 4 horas más de metraje y no hay para qué.
Los actores están muy bien (especialmente Takeshi Kitano), a excepción de algunos secundarios o los del harakiri, que sobreactúan más que Jim Carrey y Tom Cruise juntos de protas en... mmm... en una peli del Adolfo Aristarain, o qué-sé-xó… No sé, quizá sea el temple nipón…
La fotografía es estupenda y la música, aunque un poco machacona, también tiene su aquel. Supongo que Oshima era consciente de que se esperaba algún tema interpretado por el Bowie y justifica su renuncia con una frase (la del título de esta crítica) que viene que ni al pelo.
14 de abril de 2009
33 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la novela de Hesse, Harry malvive sobrellevando la lucha intermitente entre los dos individuos que coexisten en él: el hombre dócil, necesitado de la aceptación y compañía de sus semejantes; y el lobo indómito, libre e instintivo, que afirma su individualidad renunciando a la vida gregaria. Un Jekyll-Hyde intelectualizado, incapaz de alcanzar placer en los términos medios, pero con un extraordinario aguante para el sufrimiento, por resumir. Es un buen libro. Intocable, inadaptable como su protagonista. Nunca sospeché que existiera un film homónimo pero, cágate lorito, que lo hay desde 1974. Lo sé porque las bibliotecas ofrecen algo más que wifi gratis, y la de mi barrio ahora exhibe un ejemplar en la estantería de novedades, donde nadie mira, a kilómetros del grueso de la colección de DVDs. Lo descubrí de pura chamba mientras me pasaban el código de barras de Crimen Ferpecto, y me abalancé sobre él en un acto reflejo. Me la he tragado de cabo a rabo y es una caca, lo adelanto, pero una caca evocadora...

En la velada en sociedad observo a Harry sentado a la mesa bajo la espada de Damocles, disfrazado de burgués, reprimido, atrapado entre zalameros apocalípticos y decentísimas damas lobotomizadas. Asfixiado por la pulcritud del salón... y por abuso de primerísimos planos. ¡Y encima sin tele! Con el traje, la raya ladeada, y esas gafas tan british, me recuerda a un arrogante profesor de economía de Surrey que buscaba la risa y complicidad del auditorio por medio de chistes denigrantes para con el pueblo irlandés. Se me va la olla y por instantes se me aparece el mismo espejismo que en clase: creo verlo vestido con ropa interior femenina de encaje, con sus elegantes mocasines de charol y calcetines blancos hasta la rodillas, preparado para una sesión de lluvia dorada tras los postres, a lo Burdeles de Páprika, y sin perder la cara de palo y la compostura. Lo cierto es que Harry no encaja tan bien como aquél en el cuadro. La virtud del lobo, para desgracia del hombre en Harry, es no alcanzar placer en ningún tipo de sumisión. Deseo que se ponga la pajarita por diadema, que monte un numerito antológico y los mande a todos a la mierda. Por fin, tras unos cuantos hidalgos de whisky, se caga en Goethe, en la Patria, en su anfitrión... y se da el piro haciendo eses. ¡Bravo!

El lobo estepario destinado a no encajar, hace amigos (alucinatorios, creo) y pone algún empeño por integrarse en la bohemia local empolvándose la nariz y aprendiendo a bailar jazz (inexplicablemente esto hace que me acuerde de un sketch de Muchachada sobre Allan Poe y un buen defenestre). Para entonces el cuadro es desolador: interpretaciones casposas de todo secundario, decorados desfasados, zooms digitales a mansalva y efectos especiales deplorables. Qué asco de existencia, Harry.

[Sigue en spoiler, sin destripe]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo bueno llega en la recta final, que por su naturaleza suponía la principal razón por la que, hasta hace poco, creía imposible que alguien se atreviese a imaginar atreverse a imaginar atreverse a imaginar llevar la obra al cine. El resultado es una diarrea del tamaño de Groenlandia. Media hora de decorados oníricos de clase de parvularios y música psicodélica rallante, e imágenes de archivo insertadas al tuntún, a lo Ed Wood. No falta detalle. Media puta hora o más de tedio y bochorno, en una insólita reducción de toda la complejidad esquizoide original a mera experimentación cromática y sónica setentera. A puro delirio hortera. Aparecen Wagner y Mozart. Y Sócrates, creo. Y en el segundo 1:40:17 se ve una pilila. No tiene pérdida.

Te luciste, Fred Haines. La conclusión es que me cago en tus muertos.
14 de diciembre de 2009
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
1986. Han pasado 41 años desde los trágicos episodios de Hiroshima y Nagasaki; faltan dos para el estreno de “La tumba de las luciérnagas”, de Isao Takahata. Jimmy T. Murakami consigue llevar la novela “When the Wind Blows” de Raymond Briggs, al cine contando con la colaboración de Roger Waters y David Bowie, entre otros, para la música (fascinante), y de Richard Fawdry para la animación (sublime). Narra la conmovedora historia de una pareja de ancianos que, desde su pequeña casa aislada en el campo, se prepara como puede para sobrevivir al ataque de un inminente bombardeo nuclear, en el contexto de la Guerra Fría.

El resultado: toda una joya artesanal prácticamente olvidada, sencilla y honesta, bella, profundamente dolorosa, dolorosamente humana, que nadie debería perderse.

“Basta ya. Basta ya. Basta ya...”
12 de agosto de 2007
32 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la formación de la casi sistemática identificación, tan extendida en la actualidad, de la ciencia-ficción de los años 50 con la más cachonda cutrez han contribuido en enorme medida las nada desdeñables comedias involuntarias o auténticas parodias de la serie B de los años 60, 70 y posteriores, que para los más inexpertos en la materia por juventud o dejadez (entre los que por supuesto me incluyo), marcados a fuego con la indescriptible Plan 9 from Outer Space, constituyen las únicas referencias al género que conocemos. Al menos las únicas anteriores a Alien, que muchos consideran como la primera aproximación seria y atemporal del Cine a la cuestión de la vida extraterrestre. Pero nada más alejado de la realidad...

Quede por delante que El enigma de otro mundo (también conocida por muchos como La cosa)no es 2001: Odisea en el espacio (sería de locos medir todas las obras del género a partir de tal patrón). Pero si bien resulta prácticamente imposible experimentar el terror y la fascinación que provocó a sus primeros espectadores en su día, los que asistimos por vez primera a su visionado, casi seis décadas después de su estreno y sin demasiadas expectativas pero con el debido respeto a las limitaciones materiales y referenciales de otras épocas del Cine y cierta permeabilidad a los grandes logros de antaño al respecto, este estupendo enigma llegará a sorprendernos con la seriedad demostrada en la cuidada elaboración de sus planteamientos y a admirarnos con su vigente capacidad para producir intriga y mantener en todo momento nuestra atención en todo lo que acontece (especialmente en uno de los puntos más fuertes de la película: las teorías del doctor Carrington); para entreteneros y a la vez hacernos reflexionar un poco... para ofrecernos muchísimo más de lo que pedimos y dejarnos boquiabiertos y desarmados de argumentos justos, meditados y consistentes, capaces de cuestionar la calidad y seriedad de una de las obras más influyentes del género.

Y ya como mera curiosidad podremos percatarnos de que, si bien el remake de Carpenter era todo él un alargado anuncio de whisky JB (con no menos escandalosas alusiones a la factoría Windows), en esta ocasión la RKO tampoco se cortó mucho en meter en al menos 6 o 7 planos (como en tantas otras ocasiones) la distintiva torre eléctrica que constituye su logotipo. Eso si omitimos la más que considerable posibilidad de que la presencia de las torrecitas de marras se deba una mera casualidad o, mejor aún, a la necesidad de dotar de verosimilitud los decorados. En cualquier caso, a diferencia del descaro al respecto de su sucesora, este supuesto ejercicio autopromocional fue realizado con discreción y (¿por qué no?) pertinencia, cosa que se agradece.
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