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7
25 de abril de 2025
25 de abril de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film de atracos que empieza como muchos, pero no termina como esperas. Juego de ladrones: El atraco perfecto mezcla acción, tensión policial y un ambiente de calle dura con un giro que te hace replantearte todo lo que creías haber entendido.
Gerard Butler hace de poli duro en modo “no me mires que te detengo”, mientras el grupo de ladrones parece sacado de un manual militar. Lo que arranca como un juego del gato y el ratón acaba revelando una partida de ajedrez que no veías venir.
Buena atmósfera, ritmo potente y un guion que, sin reinventar la rueda, sabe guardar bien sus cartas hasta el momento justo. A destacar también la música y cómo maneja los silencios....
No es solo una peli de tiros. Tiene capas. Y en la última media hora, si estabas medio distraído, te la clava por la espalda... pero con elegancia.
Gerard Butler hace de poli duro en modo “no me mires que te detengo”, mientras el grupo de ladrones parece sacado de un manual militar. Lo que arranca como un juego del gato y el ratón acaba revelando una partida de ajedrez que no veías venir.
Buena atmósfera, ritmo potente y un guion que, sin reinventar la rueda, sabe guardar bien sus cartas hasta el momento justo. A destacar también la música y cómo maneja los silencios....
No es solo una peli de tiros. Tiene capas. Y en la última media hora, si estabas medio distraído, te la clava por la espalda... pero con elegancia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo interesante de Juego de ladrones no es solo su puesta en escena cruda y realista, sino la inteligencia con la que esconde su verdadero motor narrativo. Lo que parece una clásica historia de atracadores versus policía, con testosterona y fuego cruzado, se revela como un juego de estrategia perfectamente orquestado por quien menos te esperas.
La película se toma su tiempo en construir a sus personajes, especialmente al grupo de asaltantes, liderado por un tipo que parece tenerlo todo bajo control. Pero cuando las piezas empiezan a caer, descubrimos que el ajedrez no lo jugaban quienes creíamos.
El golpe a la Reserva Federal no es ruidoso ni explosivo, sino quirúrgico y silencioso, aprovechando los huecos del sistema en lugar de romperlo. Lo más interesante: el botín se esfuma delante de todos, sin necesidad de armas ni violencia en el momento clave. Y mientras los protagonistas visibles se enfrentan a su destino, alguien más tranquilo ya se ha bajado del tablero con todo en el bolsillo.
Final redondo y con humor sutil, que deja la puerta abierta a seguir soñando con un nuevo golpe… ¿quizá en otro continente?
La película se toma su tiempo en construir a sus personajes, especialmente al grupo de asaltantes, liderado por un tipo que parece tenerlo todo bajo control. Pero cuando las piezas empiezan a caer, descubrimos que el ajedrez no lo jugaban quienes creíamos.
El golpe a la Reserva Federal no es ruidoso ni explosivo, sino quirúrgico y silencioso, aprovechando los huecos del sistema en lugar de romperlo. Lo más interesante: el botín se esfuma delante de todos, sin necesidad de armas ni violencia en el momento clave. Y mientras los protagonistas visibles se enfrentan a su destino, alguien más tranquilo ya se ha bajado del tablero con todo en el bolsillo.
Final redondo y con humor sutil, que deja la puerta abierta a seguir soñando con un nuevo golpe… ¿quizá en otro continente?

7,0
21.686
8
7 de febrero de 2025
7 de febrero de 2025
6 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arantxa Echevarría nos mete de lleno en los años 90 con La Infiltrada, una historia que va más allá del thriller sobre el terrorismo en España. La película sigue a Aranzazu Berradre, una policía que decide meterse voluntariamente en la boca del lobo: el Comando Donosti de ETA. Pero esto no es solo una misión encubierta llena de tensión y peligro, sino también un viaje emocional brutal, con dilemas morales que te golpean de lleno. Desde el primer momento, me sentí atrapado por su historia, por la sensación de que en cualquier momento todo podía venirse abajo.
Carolina Yuste está simplemente increíble. Su papel como Aranzazu tiene esa mezcla perfecta de fragilidad y determinación. Se nota en su mirada, en su manera de moverse, en cómo aguanta cada escena sin caer en el dramatismo fácil. Hay momentos en los que te preguntas cómo aguanta tanto, cómo sobrevive a ese infierno sin romperse. Y la tensión… uff. Se siente en cada conversación, en cada mirada sospechosa de los miembros de ETA, en cada escena en la que parece que la van a descubrir. Hay secuencias que te dejan sin respiración, especialmente cuando el machismo asfixiante de la época entra en juego.
La dirección de Echevarría es otro nivel. No se va por la vía fácil del morbo o la espectacularidad gratuita. Aquí la violencia no es solo física, es psicológica, y se nota en cada decisión, en cada silencio incómodo. La ambientación está tan bien lograda que sientes que estás ahí, viviendo esa angustia constante. Me encantó cómo la película retrata el desgaste emocional de Aranzazu, la necesidad de adaptarse, de ser un camaleón para sobrevivir sin que nadie sospeche.
Y luego está Luis Tosar, que como siempre, lo clava. Su personaje, Ángel, es el tipo de líder que tiene que tomar decisiones imposibles con un peso sobre los hombros que se siente real. La relación entre él y Aranzazu está llena de matices, de miradas que dicen más que las palabras. No es solo una cuestión de trabajo, es una conexión profunda que hace que todo sea aún más intenso.
Un punto que me pareció muy bien tratado es el papel de la mujer en un entorno completamente dominado por hombres. No es solo que Aranzazu esté infiltrada en un grupo terrorista, es que también tiene que lidiar con el paternalismo, las tareas domésticas impuestas y la constante sensación de estar bajo control. Todo esto se muestra de manera tan natural que duele, porque sabes que fue (y sigue siendo) una realidad para muchas mujeres.
Si tuviera que sacarle una pega, quizás algunos esperen más acción o detalles sobre la operación policial en sí. Pero, sinceramente, a mí el enfoque en la parte emocional y psicológica me pareció un acierto total.
En resumen, La Infiltrada es de esas películas que se te quedan dentro. Carolina Yuste (ganadora del Goya 2025, y con razón) y Luis Tosar están espectaculares. Arantxa Echevarría consigue un thriller de los que te agarran y no te sueltan. Suspense, emoción y un trasfondo que la hace todavía más potente. Cine español del bueno, del que te deja pensando mucho después de que se enciendan las luces de la sala.
Carolina Yuste está simplemente increíble. Su papel como Aranzazu tiene esa mezcla perfecta de fragilidad y determinación. Se nota en su mirada, en su manera de moverse, en cómo aguanta cada escena sin caer en el dramatismo fácil. Hay momentos en los que te preguntas cómo aguanta tanto, cómo sobrevive a ese infierno sin romperse. Y la tensión… uff. Se siente en cada conversación, en cada mirada sospechosa de los miembros de ETA, en cada escena en la que parece que la van a descubrir. Hay secuencias que te dejan sin respiración, especialmente cuando el machismo asfixiante de la época entra en juego.
La dirección de Echevarría es otro nivel. No se va por la vía fácil del morbo o la espectacularidad gratuita. Aquí la violencia no es solo física, es psicológica, y se nota en cada decisión, en cada silencio incómodo. La ambientación está tan bien lograda que sientes que estás ahí, viviendo esa angustia constante. Me encantó cómo la película retrata el desgaste emocional de Aranzazu, la necesidad de adaptarse, de ser un camaleón para sobrevivir sin que nadie sospeche.
Y luego está Luis Tosar, que como siempre, lo clava. Su personaje, Ángel, es el tipo de líder que tiene que tomar decisiones imposibles con un peso sobre los hombros que se siente real. La relación entre él y Aranzazu está llena de matices, de miradas que dicen más que las palabras. No es solo una cuestión de trabajo, es una conexión profunda que hace que todo sea aún más intenso.
Un punto que me pareció muy bien tratado es el papel de la mujer en un entorno completamente dominado por hombres. No es solo que Aranzazu esté infiltrada en un grupo terrorista, es que también tiene que lidiar con el paternalismo, las tareas domésticas impuestas y la constante sensación de estar bajo control. Todo esto se muestra de manera tan natural que duele, porque sabes que fue (y sigue siendo) una realidad para muchas mujeres.
Si tuviera que sacarle una pega, quizás algunos esperen más acción o detalles sobre la operación policial en sí. Pero, sinceramente, a mí el enfoque en la parte emocional y psicológica me pareció un acierto total.
En resumen, La Infiltrada es de esas películas que se te quedan dentro. Carolina Yuste (ganadora del Goya 2025, y con razón) y Luis Tosar están espectaculares. Arantxa Echevarría consigue un thriller de los que te agarran y no te sueltan. Suspense, emoción y un trasfondo que la hace todavía más potente. Cine español del bueno, del que te deja pensando mucho después de que se enciendan las luces de la sala.

6,8
17.564
8
7 de febrero de 2025
7 de febrero de 2025
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a ver, cómo explicarlo… Robert Eggers hace aquí eso que solo saben hacer los grandes directores: convertir cada fotograma en una experiencia inolvidable. Bill Skarsgård como Nosferatu impresiona profundamente con su actuación. Esa cara de yeso agrietado y esos ojos que parecen pozos sin fondo transmiten una angustia palpable.
La fotografía es sobresaliente. Jarin Blaschke (el mismo de The Lighthouse) juega con las sombras de una manera magistral. Hay planos que parecen obras de arte robadas de un museo alemán. Las paredes de la mansión exudan una atmósfera de obsesión pura. Y el vestuario es digno de mención, cada detalle contribuye a la inquietante ambientación.
La música es otra pieza clave. Robin Carolan utiliza violines que crean una atmósfera tensa y enervante. El tema principal es especialmente memorable, provocando una sensación de incomodidad muy efectiva. A algunas personas les puede resultar demasiado intenso, pero eso depende del gusto personal.
El primer acto puede resultar un poco lento, arrastrando más de lo esperado. Algunos diálogos suenan excesivamente filosóficos, como “La eternidad es un banquete de sombras”. Sin embargo, la película mejora considerablemente después. La escena del barco fantasma con las ratas es particularmente impresionante.
Eggers no se limita a hacer un homenaje; toma el Nosferatu original y lo adapta a los tiempos modernos. Hay guiños sutiles para los aficionados (como esa silueta en el ventanal que dura apenas unos fotogramas), pero también momentos de auténtico terror que te harán saltar del asiento. Esto es cine de verdad, no entretenimiento pasajero.
El final es impactante. Sin revelar demasiado, digamos que deja una sensación de venganza, melancolía y una extraña necesidad de comprar ajo. Cada espectador tendrá su propia interpretación. Yo salí del cine con una sensación de inquietud duradera. 70% arte, 30% trauma.
La fotografía es sobresaliente. Jarin Blaschke (el mismo de The Lighthouse) juega con las sombras de una manera magistral. Hay planos que parecen obras de arte robadas de un museo alemán. Las paredes de la mansión exudan una atmósfera de obsesión pura. Y el vestuario es digno de mención, cada detalle contribuye a la inquietante ambientación.
La música es otra pieza clave. Robin Carolan utiliza violines que crean una atmósfera tensa y enervante. El tema principal es especialmente memorable, provocando una sensación de incomodidad muy efectiva. A algunas personas les puede resultar demasiado intenso, pero eso depende del gusto personal.
El primer acto puede resultar un poco lento, arrastrando más de lo esperado. Algunos diálogos suenan excesivamente filosóficos, como “La eternidad es un banquete de sombras”. Sin embargo, la película mejora considerablemente después. La escena del barco fantasma con las ratas es particularmente impresionante.
Eggers no se limita a hacer un homenaje; toma el Nosferatu original y lo adapta a los tiempos modernos. Hay guiños sutiles para los aficionados (como esa silueta en el ventanal que dura apenas unos fotogramas), pero también momentos de auténtico terror que te harán saltar del asiento. Esto es cine de verdad, no entretenimiento pasajero.
El final es impactante. Sin revelar demasiado, digamos que deja una sensación de venganza, melancolía y una extraña necesidad de comprar ajo. Cada espectador tendrá su propia interpretación. Yo salí del cine con una sensación de inquietud duradera. 70% arte, 30% trauma.
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