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5,8
2.349
8
4 de abril de 2024
4 de abril de 2024
40 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo reconozco, los primeros títulos de Betrand Bonello apenas me despertaron un agrado templado, sólo un paso por encima de la indiferencia, cero entusiasmos. No fue hasta que unos productores creyeron en él y le ofrecieron dirigir el biopic "Saint-Laurent" que para mí comenzó a contar como un gran artista. Esa visión del diseñador de moda como un personaje salido de las páginas de Proust, que cambiaba los valses por música disco, me fascinó y desde entonces cada lanzamiento merece especial atención. Porque también se da la circunstancia que a partir de ese título específico comenzó a emplear los códigos del cine de género como herramienta para interrogar el presente, con lo cual no sólo ganó atractivo, también su punto de mira se volvió más preciso, se dotó de una inyección de vitalidad y profundidad con la que los contornos de su mundo brillan con más fuerza.
Todo esto me parece que se percibe tras ver "La bestia". Narración con múltiples capas conceptuales y temporales, donde Bonello quiere tomar el esquema del melodrama para observar el peligro de la deshumanización como consecuencia del avance tecnológico. El director se sirve de tres líneas temporales y sólo en la clásica, la de 1910, parece que interviene una fuerza externa que podríamos llamar el destino (en forma de grandes inundaciones), en la de 2014 lo que se interpone en la historia de Gabrielle y Louis por ejemplo es el capitalismo, alienante y que influye en sus entornos de formas distintas, mientras que en un futuro distópico, situado en 2044, la inteligencia artificial la que gobierna el mundo, maneja y condiciona a las personas, demanda que deben apagar y alejarse de sus emociones, de La Bestia en sí, para ser considerados como gente válida y confiable.
El gusto y la elegancia de la trama que transcurre en 1910, filmada en 35mm, destacan en unos entornos suntuosos, de alta sociedad, que hacen honor al imaginario esperado para una película de época. Pero no estamos frente a un pastiche. En ese entorno, recreado por la IA, se pone a prueba a Gabrille para que domine sus emociones. Por los salones asoma un joven llamado Louis que interpela a Gabrielle, se teje entre ambos una historia de la que ella debe purgarse, pero que si cae en las redes de la pasión, entonces se desatan unas grandes catástrofes. Ciertas pinturas, que parecen realizadas por un trasunto de Egon Schiele, se erigen como objetos inquietantes, advierten del peligro de esa visión emocional y torturada de la existencia. También otros símbolos entran en juego como ahora las muñecas que fabrica el marido de Gabrielle. Más adelante entendemos que esas muñecas son una metáfora de lo que la Inteligencia Artificial ejerce sobre los humanos de carne y hueso, a los que moldea según sus designios, convirtiéndolos en sus juguetes. Escenas del mundo de 2044, que se supone el tiempo presente de la narración, se intercalan y muestran las dudas de Gabrielle, finalmente las emociones pilotan la mente de Gabrielle y el destino se interpone en forma de inundaciones de proporciones bíblicas.
En la de 2014 transcurre en Los Angeles. Gabrielle es entonces una modelo que no parece cosechar gran éxito y es sometida a presiones sociales para operarse y adecuarse más al gusto comercial. Sufre así una crisis narcisista en un mundo de constante competitividad, las relaciones que entabla entonces no son significativas y de hecho el contacto entre personas resulta superficial. Louis también aparece como un incel resentido. Si en Gabrielle la belleza es alienante, para él sentirse rechazado sexualmente perturba su mente y lo conduce por sendas muy oscuras. Al final esa bestia de las mil caras que es el machismo ejerce de motor externo que actúa sobre ellos, reservándose la tecnología la última palabra (*)
Hay quien ha señalado que este largometraje de Bonello queda quizás demasiado disperso y que las cuestiones quedan demasiado en el aire. No me lo pareció a mí. Hay una evidente preocupación por esa influencia de la tecnología sobre lo que nos hace humanos. No ve nada positivo el hecho de aguardar que una fuerza externa venga a resolver los conflictos de la especie, se expone al peligro de ser minimizada y neutralizada, aunque no sea de una forma brutal y violenta como en "Terminator", resulta igualmente inquietante ser desprovistos de lo que ha distinguido a nuestra especie, de lo que ha conducido a experimentar la vitalidad en una dimensión mayor, aunque por desgracia eso tenga un precio a veces doloroso. No son cuestiones cerradas en las que sea fácil dictar sentencia, por lo tanto es razonable abrir esas cuestiones y legar a la sensibilidad del espectador esa interpretación.
Narración en ocasiones muy ascética, con una música muy dosificada, que con un ritmo tenue que se adecua esa densidad de las emociones de sus personajes, lejos del metrónomo efectista comercial, no apto para impacientes y amantes de lo obvio e inmediato. Demanda cierta atención por parte del espectador, que debe atender a diferentes resonancias y recurrencias que aparecen entre las tramas para ligar cabos, asimilar símbolos para captar con más profundidad su significado. Bonello ofrece con su narración sugestiva, en la que muchas veces destaca la belleza del plano, una fachada atractiva bajo la cual late un mundo sutilmente oscuro e inquietante, que dramáticamente arrolla a sus personajes e intelectualmente interroga al espectador frente a lo que ya parecen acontecimientos más o menos inevitables.
Todo esto me parece que se percibe tras ver "La bestia". Narración con múltiples capas conceptuales y temporales, donde Bonello quiere tomar el esquema del melodrama para observar el peligro de la deshumanización como consecuencia del avance tecnológico. El director se sirve de tres líneas temporales y sólo en la clásica, la de 1910, parece que interviene una fuerza externa que podríamos llamar el destino (en forma de grandes inundaciones), en la de 2014 lo que se interpone en la historia de Gabrielle y Louis por ejemplo es el capitalismo, alienante y que influye en sus entornos de formas distintas, mientras que en un futuro distópico, situado en 2044, la inteligencia artificial la que gobierna el mundo, maneja y condiciona a las personas, demanda que deben apagar y alejarse de sus emociones, de La Bestia en sí, para ser considerados como gente válida y confiable.
El gusto y la elegancia de la trama que transcurre en 1910, filmada en 35mm, destacan en unos entornos suntuosos, de alta sociedad, que hacen honor al imaginario esperado para una película de época. Pero no estamos frente a un pastiche. En ese entorno, recreado por la IA, se pone a prueba a Gabrille para que domine sus emociones. Por los salones asoma un joven llamado Louis que interpela a Gabrielle, se teje entre ambos una historia de la que ella debe purgarse, pero que si cae en las redes de la pasión, entonces se desatan unas grandes catástrofes. Ciertas pinturas, que parecen realizadas por un trasunto de Egon Schiele, se erigen como objetos inquietantes, advierten del peligro de esa visión emocional y torturada de la existencia. También otros símbolos entran en juego como ahora las muñecas que fabrica el marido de Gabrielle. Más adelante entendemos que esas muñecas son una metáfora de lo que la Inteligencia Artificial ejerce sobre los humanos de carne y hueso, a los que moldea según sus designios, convirtiéndolos en sus juguetes. Escenas del mundo de 2044, que se supone el tiempo presente de la narración, se intercalan y muestran las dudas de Gabrielle, finalmente las emociones pilotan la mente de Gabrielle y el destino se interpone en forma de inundaciones de proporciones bíblicas.
En la de 2014 transcurre en Los Angeles. Gabrielle es entonces una modelo que no parece cosechar gran éxito y es sometida a presiones sociales para operarse y adecuarse más al gusto comercial. Sufre así una crisis narcisista en un mundo de constante competitividad, las relaciones que entabla entonces no son significativas y de hecho el contacto entre personas resulta superficial. Louis también aparece como un incel resentido. Si en Gabrielle la belleza es alienante, para él sentirse rechazado sexualmente perturba su mente y lo conduce por sendas muy oscuras. Al final esa bestia de las mil caras que es el machismo ejerce de motor externo que actúa sobre ellos, reservándose la tecnología la última palabra (*)
Hay quien ha señalado que este largometraje de Bonello queda quizás demasiado disperso y que las cuestiones quedan demasiado en el aire. No me lo pareció a mí. Hay una evidente preocupación por esa influencia de la tecnología sobre lo que nos hace humanos. No ve nada positivo el hecho de aguardar que una fuerza externa venga a resolver los conflictos de la especie, se expone al peligro de ser minimizada y neutralizada, aunque no sea de una forma brutal y violenta como en "Terminator", resulta igualmente inquietante ser desprovistos de lo que ha distinguido a nuestra especie, de lo que ha conducido a experimentar la vitalidad en una dimensión mayor, aunque por desgracia eso tenga un precio a veces doloroso. No son cuestiones cerradas en las que sea fácil dictar sentencia, por lo tanto es razonable abrir esas cuestiones y legar a la sensibilidad del espectador esa interpretación.
Narración en ocasiones muy ascética, con una música muy dosificada, que con un ritmo tenue que se adecua esa densidad de las emociones de sus personajes, lejos del metrónomo efectista comercial, no apto para impacientes y amantes de lo obvio e inmediato. Demanda cierta atención por parte del espectador, que debe atender a diferentes resonancias y recurrencias que aparecen entre las tramas para ligar cabos, asimilar símbolos para captar con más profundidad su significado. Bonello ofrece con su narración sugestiva, en la que muchas veces destaca la belleza del plano, una fachada atractiva bajo la cual late un mundo sutilmente oscuro e inquietante, que dramáticamente arrolla a sus personajes e intelectualmente interroga al espectador frente a lo que ya parecen acontecimientos más o menos inevitables.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(*) En un desenlace de lo más extraño, en ese mundo de 2014, cuando Gabrielle vence a todas las barreras para tenderle su mano a esa versión misógina de Louis, se producen una serie de cortes y reiteraciones que se entiende son la lucha de la inteligencia artificial por evitar ese contacto, hasta que finalmente fuerza el asesinato y el fin de esa simulación. En el mundo de 2044 no hace falta bregar, al condicionar a Louis, la fuente de las pasiones de Gabrielle queda secada y por eso ella grita, comprende que también es el fin de sus emociones, es decir, de ahí sólo le espera la abulia.

4,6
1.505
8
5 de enero de 2012
5 de enero de 2012
39 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace años unos amigos viajaron a Holanda y, al volver, entre las fotos que me mostraron, la que más me llamó la atención fue unas que ofrecían la visión del mar del Norte absolutamente helado. Se me ocurre que el caso de esta obra bien se asemeja al de esas aguas pues parece que se ignora lo que en verdad ocurre bajo esa superficie aterida.
A simple vista vemos la historia de una universitaria que se adentra en el mundo de la prostitución de lujo. Este mundo se muestra como crudo y sumamente impersonal y está envuelto en un halo amenazador lo suficientemente sólido como para hacer comprender que ése no es un mundo asequible y que, al igual que en “Eyes Wide Shut”, es mejor no dar cuenta de esas fiestas a nadie. No es por lo tanto una representación acogedora y onanista a lo Jean-Claude Brisseau, ideal para recrearse en el morbo (las escenas de sexo ni se ven), si no que transmite esa atmósfera viciada y hostil que se respira en ciertas esferas, dónde hasta el placer, de tanto abusar de él, tiene que ser retorcido para resultar satisfactorio. Las imágenes, filmadas con una paleta en la que predominan los colores blancos, parecen envueltas en un halo onírico y aún hacen que la historia parezca más turbadora. Eso, unido a su rigor dramático, dan una buena película pero ver sólo eso es quedarse en la gélida superficie.
Cierto: la protagonista no despierta ninguna empatía. No creo que exista esa intención. La elección del título no es algo gratuito, es la alerta que sus verdaderas intenciones se ocultan en el subtexto. A esta Bella Durmiente no hay quien que la despierte y rescate porque vive en un mundo sin príncipes, cada vez más indolente, egoísta y exento de ideales. No estamos viendo la descripción del las escorts de lujo si no de las relaciones humanas en tiempos de la globalización. La distancia que toma la cámara, así como la simetría de gran parte de sus encuadres, acaso evidente muestra de su inspiración Pasoliniana, son la consecuencia de la temperatura que en líneas generales predominan en las relaciones. En un mundo dónde cada vez es más habitual mirarse sin verse, la proximidad y el afecto resultan insólitos. No por ello se nos muestra a Lucy como una víctima. También ella participa de esa comedia. En ninguno de sus empleos, la casa que comparte o la universidad vemos que tenga una relación verdadera. Lo único parecido a ello es Birdman, el amigo alcohólico, al que en verdad no ayuda y sólo frecuenta porque le parece manejable y sufre la misma adicción que la madre de Lucy, a la que ella esquiva e ignora. No es excepcional a sus semejantes.
A simple vista vemos la historia de una universitaria que se adentra en el mundo de la prostitución de lujo. Este mundo se muestra como crudo y sumamente impersonal y está envuelto en un halo amenazador lo suficientemente sólido como para hacer comprender que ése no es un mundo asequible y que, al igual que en “Eyes Wide Shut”, es mejor no dar cuenta de esas fiestas a nadie. No es por lo tanto una representación acogedora y onanista a lo Jean-Claude Brisseau, ideal para recrearse en el morbo (las escenas de sexo ni se ven), si no que transmite esa atmósfera viciada y hostil que se respira en ciertas esferas, dónde hasta el placer, de tanto abusar de él, tiene que ser retorcido para resultar satisfactorio. Las imágenes, filmadas con una paleta en la que predominan los colores blancos, parecen envueltas en un halo onírico y aún hacen que la historia parezca más turbadora. Eso, unido a su rigor dramático, dan una buena película pero ver sólo eso es quedarse en la gélida superficie.
Cierto: la protagonista no despierta ninguna empatía. No creo que exista esa intención. La elección del título no es algo gratuito, es la alerta que sus verdaderas intenciones se ocultan en el subtexto. A esta Bella Durmiente no hay quien que la despierte y rescate porque vive en un mundo sin príncipes, cada vez más indolente, egoísta y exento de ideales. No estamos viendo la descripción del las escorts de lujo si no de las relaciones humanas en tiempos de la globalización. La distancia que toma la cámara, así como la simetría de gran parte de sus encuadres, acaso evidente muestra de su inspiración Pasoliniana, son la consecuencia de la temperatura que en líneas generales predominan en las relaciones. En un mundo dónde cada vez es más habitual mirarse sin verse, la proximidad y el afecto resultan insólitos. No por ello se nos muestra a Lucy como una víctima. También ella participa de esa comedia. En ninguno de sus empleos, la casa que comparte o la universidad vemos que tenga una relación verdadera. Lo único parecido a ello es Birdman, el amigo alcohólico, al que en verdad no ayuda y sólo frecuenta porque le parece manejable y sufre la misma adicción que la madre de Lucy, a la que ella esquiva e ignora. No es excepcional a sus semejantes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y me parece que la directora aún propone otra lectura. Lucy, la chica que ha de tener tres empleos e incluso someterse a angustiosos ensayos científicos para poder subsistir, ha de prostituirse y alquilar su cuerpo para que unos burgueses adinerados puedan emplearlo para sus perversos designios. ¿No es ese otro signo de cómo se configura el mundo de las multinacionales o de cualquier infraestructura de envergadura? La carne de la clase trabajadora puesta al servicio de unos explotadores sobreprotegidos a los que nunca verán. Da igual que Lucy tenga carácter y sepa manejar a la gente, al final siempre tendrá que ser sumisa. Por supuesto se puede hacer con mucho más énfasis y menos alambicado, pero entonces también perdería esa capacidad de mimetizar las formas del sistema, que bajo una apariencia de trivialidad oculta un trasfondo mucho más emponzoñado.
Es en la suma de esas dos alegorías dónde se ha de encontrar el verdadero valor de la película y no en compadecerse de una pobre chica. Por todo ello, dado que es evidente que posee un discurso elaborado y nada obvio de captar, creo que no se trata de una simple intentona de escandalizar. Me extraña la agresividad con la que, por tendencia mayoritaria, se acoge a esta película. Parece que cuando una película, como es el caso tanto de “A Serbian Film” como de ésta, adopta un tono descarnado y áspero y no emplean paños calientes, es obligado vapulearlas sin analizarlas, pero quizá valga la pena no dejarse llevar por la apariencia, coger el pico y rascar el hielo de la faz y ver si en verdad ahí abajo hay algo que ver o sólo el gran vacío.
Es en la suma de esas dos alegorías dónde se ha de encontrar el verdadero valor de la película y no en compadecerse de una pobre chica. Por todo ello, dado que es evidente que posee un discurso elaborado y nada obvio de captar, creo que no se trata de una simple intentona de escandalizar. Me extraña la agresividad con la que, por tendencia mayoritaria, se acoge a esta película. Parece que cuando una película, como es el caso tanto de “A Serbian Film” como de ésta, adopta un tono descarnado y áspero y no emplean paños calientes, es obligado vapulearlas sin analizarlas, pero quizá valga la pena no dejarse llevar por la apariencia, coger el pico y rascar el hielo de la faz y ver si en verdad ahí abajo hay algo que ver o sólo el gran vacío.

7,1
8.947
9
31 de enero de 2006
31 de enero de 2006
39 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo importante es tener una buena historia y saber como contarla y Fucking Åmål es prueba fehaciente de ello. Quién necesita una fotografía preciosista, una épica banda sonora o unos rostros famosos si a cambio se cuenta con un guión excelente, una dirección acertada y unas actores verdaderamente naturales? Es con la honestidad y con la naturalidad que esta película atesora que una historia romántica consigue llegar y desprenderse de la cursilería y la ridiculez y encima no aburrir.
Estamos ante una película de adolescentes pero no se puede comparar esas americanadas tan exageradametne zafias y cargadas de absurdos; en esta película se nos muestra un desmenuzamiento muy lúcido de lo que es la adolescencia y se nos enseña a unos jóvenes perfectamente creíbles que no necesitan hacer el ridículo para transmitir algo. En verdad parece que estén sintiendo lo que les va sucediendo. Y además una historia de homosexualidad, pero que no explota su lado morboso, esta no es de esas películas. Prima la sinceridad y como muestra un botón: ese espléndido beso en la parte trasera del coche, uno de los besos más honestos y maravillosos visto en el cine.
Para mí se trata de una pequeña gran joya, una de las mejores películas románticas que he visto jamás. No se la pierdan.
Tanto se nota que me maravilló?
Estamos ante una película de adolescentes pero no se puede comparar esas americanadas tan exageradametne zafias y cargadas de absurdos; en esta película se nos muestra un desmenuzamiento muy lúcido de lo que es la adolescencia y se nos enseña a unos jóvenes perfectamente creíbles que no necesitan hacer el ridículo para transmitir algo. En verdad parece que estén sintiendo lo que les va sucediendo. Y además una historia de homosexualidad, pero que no explota su lado morboso, esta no es de esas películas. Prima la sinceridad y como muestra un botón: ese espléndido beso en la parte trasera del coche, uno de los besos más honestos y maravillosos visto en el cine.
Para mí se trata de una pequeña gran joya, una de las mejores películas románticas que he visto jamás. No se la pierdan.
Tanto se nota que me maravilló?

6,2
3.551
4
5 de julio de 2013
5 de julio de 2013
45 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso, sí. Por varios motivos. Es singular porque escribe libros para gente que no lee demasiado y dirige películas para gente que no ve demasiadas películas. Cuando escribe un guión o un libro no es porque esa idea sólo se pueda expresar por ese medio, si no porque parece que así le da el venazo y no hay más. No es que sea un escritor brillante a lo Goytisolo ni tiene ideas visuales grandiosas y dotes para el montaje como Paul Thomas Anderson. Nunca le he notado talento alguno. Toda su obra se basa en la búsqueda de ese aforismo de barra de bar insertado en una historia dónde abunda el elogio al perdedor, la amargura aséptica y de escaparate, la auto ironía indulgente y predomina, siempre, invariablemente el regusto meloso. Sea intencionado o no, siempre apunta al que es su feudo genuino: el articulito de dominical. Un producto orientado para gente que le gusta contactar con la cultura, aunque sin mancharse. Todo es convenientemente leve, agradable e inofensivo, con citas culturetas aseadas y convencionales hasta las trancas, idóneo para ser la opción refinada de los estantes de novedades, justo al lado de los libros de auto ayuda y los recetarios presentados por personajes televisivos.
Eso está en esta película. Su estilo visual inexistente y académico, sus reflexiones de sobremesa, el viejo que imparte lecciones desde su púlpito y la chiquita dulce, agradable y dúctil, con mucho labio y poca teta, de sexualidad inofensiva, catalizador de una historia sin demasiada hondura y sin demasiada brillantez, todo estupendo para reconfortarse después de otro día pesado en la oficina y no sentirse demasiado bruto por contentarse con el estrépito de los efectos especiales. Para darle algo de tono hace un poco de name-dropping chachi y por eso oyes por ahí los típicos de la alta cultura: Proust, Joyce, Faulkner, pero sin que tengas que conocerlos a fondo para comprender lo que se habla de ellos y sin que su cita luego tenga trascendencia alguna en las escenas. A ratos es simpático, pero la mayoría de las veces es cargante porque sus quejas suenan a jeremiadas, a tópicos que no llevan a ningún lado y que sólo pretenden ser el eco del descontento... pero dejándote al final con una sonrisa. En teoría. Igual que un encuentro en la escalera con un vecino simpático del que tienes buena opinión porque no lo conoces demasiado. A que todo suena a trivialidad? Para mí lo es. Y vano, que por eso elogia con tanta insistencia la sencillez, no porque ésa sea una perla de la experiencia como intenta fingir en la película, sino porque sus creaciones siempre han empezado y terminado en la simpleza y nunca ha alcanzado ninguna grandeza. Desde luego David Trueba no tira piedras contra su propio tejado, que tampoco es tonto como para eso.
A mí este hombre me empalaga. Y lo digo después de un libro y cuatro películas suyas. Estoy harto de sus tópicos, de sus manierismos, de sus chicas formales y pasivas, de su aire de profe enrollado. También digo que es curioso porque parece que se mete dónde no le llaman, que hace gestos para una universidad de ciegos y declama para los sordos, que todo lo que crea es huero y extraño, como si fueran de un planeta ajeno, un planeta al que espero no ir a parar nunca salvo en una pesadilla apocalíptica.
Eso está en esta película. Su estilo visual inexistente y académico, sus reflexiones de sobremesa, el viejo que imparte lecciones desde su púlpito y la chiquita dulce, agradable y dúctil, con mucho labio y poca teta, de sexualidad inofensiva, catalizador de una historia sin demasiada hondura y sin demasiada brillantez, todo estupendo para reconfortarse después de otro día pesado en la oficina y no sentirse demasiado bruto por contentarse con el estrépito de los efectos especiales. Para darle algo de tono hace un poco de name-dropping chachi y por eso oyes por ahí los típicos de la alta cultura: Proust, Joyce, Faulkner, pero sin que tengas que conocerlos a fondo para comprender lo que se habla de ellos y sin que su cita luego tenga trascendencia alguna en las escenas. A ratos es simpático, pero la mayoría de las veces es cargante porque sus quejas suenan a jeremiadas, a tópicos que no llevan a ningún lado y que sólo pretenden ser el eco del descontento... pero dejándote al final con una sonrisa. En teoría. Igual que un encuentro en la escalera con un vecino simpático del que tienes buena opinión porque no lo conoces demasiado. A que todo suena a trivialidad? Para mí lo es. Y vano, que por eso elogia con tanta insistencia la sencillez, no porque ésa sea una perla de la experiencia como intenta fingir en la película, sino porque sus creaciones siempre han empezado y terminado en la simpleza y nunca ha alcanzado ninguna grandeza. Desde luego David Trueba no tira piedras contra su propio tejado, que tampoco es tonto como para eso.
A mí este hombre me empalaga. Y lo digo después de un libro y cuatro películas suyas. Estoy harto de sus tópicos, de sus manierismos, de sus chicas formales y pasivas, de su aire de profe enrollado. También digo que es curioso porque parece que se mete dónde no le llaman, que hace gestos para una universidad de ciegos y declama para los sordos, que todo lo que crea es huero y extraño, como si fueran de un planeta ajeno, un planeta al que espero no ir a parar nunca salvo en una pesadilla apocalíptica.

7,1
13.864
9
4 de julio de 2006
4 de julio de 2006
40 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ojalá todas las películas fueran capaces de contagiar tanta vitalidad a base de genio e ingenio. Ojalá todas las películas supieran resultar interesantes mientras te divierten y sin por ello olvidar que se puede desplegar originalidad en el proceso, porque lo que es este film está bien hecha de cojones. La de tiempo que hacía que no disfrutaba tanto viendo una película!
Sin ser seguidor de la movida de Manchester, sin ser incondicional de New Order, Joy Division y menos aún de los Happy Mondays, he conseguido disfrutar de todo esas historias, de todas esas imágnees porque está hecha con frescura y no sólo se obsesiona por explicar los hechos y realzarlos, también sabe escenificarlo con gracia, con arte y sabe presentarnos a unos personajes interesantes y músicos creíbles (no como esas rídiculas caricaturas que aparecen en Casi Famosos), (muy) excéntricos y que si no fuese por su valor histórico podrían ser igualmente grandes personajes de una comedia. No hay muchas películas que consigan enseñar algo y a la vez resultar divertidas, por desgracia en el cine parecen conceptos reñidos (al fin y al cabo es algo complejo de hacer). Ni que decir tiene que al finalizar la película, y si hemos prestado un mínimo de atención, habremos aprendido algo acerca de un movimiento cultural del siglo pasado, lo que significaba Manchester y también nos habremos reído generosa y gustosamente.
En lo actoral hay que decir que Steve Coogan se ganó cada libra que le pagaron por esta película, pues él es el sustento (a pesar de los estupendos secundarios que van apareciendo) y sabe transmitir la locuacidad y el genio de ese loco llamado Tony Wilson. Otro que, según mi humidle opinión, también lo borda es el actor que interpreta a Ian Curtis, que clava sus bailes espasmódicos que tanto le caracterizaron y transmitir su cáracter sombrío y excéntrico. Puede que no tenga el nivel de Phillip Seymour Hoffman haciendo de Capote, pero deja bien claro como se encarna a un ídolo popero.
Hace algún tiempo vi otra película de Winterbottom, Wonderland, y no me gustó demasiado. Creía que el director no merecía la pena a pesar de su esfuerzo por resultar ecléctico, pero con esta me ha demostrado que me equivocaba, que como todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, de modo que recomiendo a todo el mundo que no confíe demasiado en Winterbottom que vea esta película antes de juzgarlo de manera definitiva. Es una película entre mil. Una joya generacional.
Sin ser seguidor de la movida de Manchester, sin ser incondicional de New Order, Joy Division y menos aún de los Happy Mondays, he conseguido disfrutar de todo esas historias, de todas esas imágnees porque está hecha con frescura y no sólo se obsesiona por explicar los hechos y realzarlos, también sabe escenificarlo con gracia, con arte y sabe presentarnos a unos personajes interesantes y músicos creíbles (no como esas rídiculas caricaturas que aparecen en Casi Famosos), (muy) excéntricos y que si no fuese por su valor histórico podrían ser igualmente grandes personajes de una comedia. No hay muchas películas que consigan enseñar algo y a la vez resultar divertidas, por desgracia en el cine parecen conceptos reñidos (al fin y al cabo es algo complejo de hacer). Ni que decir tiene que al finalizar la película, y si hemos prestado un mínimo de atención, habremos aprendido algo acerca de un movimiento cultural del siglo pasado, lo que significaba Manchester y también nos habremos reído generosa y gustosamente.
En lo actoral hay que decir que Steve Coogan se ganó cada libra que le pagaron por esta película, pues él es el sustento (a pesar de los estupendos secundarios que van apareciendo) y sabe transmitir la locuacidad y el genio de ese loco llamado Tony Wilson. Otro que, según mi humidle opinión, también lo borda es el actor que interpreta a Ian Curtis, que clava sus bailes espasmódicos que tanto le caracterizaron y transmitir su cáracter sombrío y excéntrico. Puede que no tenga el nivel de Phillip Seymour Hoffman haciendo de Capote, pero deja bien claro como se encarna a un ídolo popero.
Hace algún tiempo vi otra película de Winterbottom, Wonderland, y no me gustó demasiado. Creía que el director no merecía la pena a pesar de su esfuerzo por resultar ecléctico, pero con esta me ha demostrado que me equivocaba, que como todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, de modo que recomiendo a todo el mundo que no confíe demasiado en Winterbottom que vea esta película antes de juzgarlo de manera definitiva. Es una película entre mil. Una joya generacional.
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