'Midnight in Paris' es una película anticuada; incluso en 2010, el año en que se estrenó, ya lo era. El hecho de que el peso total de la obra recaiga sobre el recurso de creación de una interesección entre pasado y presente es todo lo contrario a la originalidad pretendida por Allen; un recurso absolutamente manido, que no resiste bien el paso de los años, y que, actualmente, en pleno 2020, roza ya la obsolescencia. A ello se suma un guión que no tiene ni pies ni cabeza, con unos diálogos poco ingeniosos que, curiosamente son, -o eran-, sin duda, una de las grandes bazas de las películas de Allen. Ni si quiera el célebre plantel actoral, plagado de archiconocidos nombres en la industria, es capaz de rescatar la película del desastre.

Scorsese peca de exceso; exceso de suntuosidad, de afectación... Sin embargo, su exacerbada pretenciosidad de dramatismo motiva que la historia parezca irreal e inverosímil y los actantes que participan en ella, de cartón piedra. A ello se suma un torpe desarrollo de la acción; lento, plagado de elipsis y lastrado en exceso por la novela en la que se inspira. Resulta paradójico que, pese a contar con unos núcleos temáticos tan proclives al desarrollo del dramatismo y el enredo como son los amores prohibidos y las relaciones extramatrimoniales, Scorsese no sea capaz de crear ni un solo momento de tensión o intriga. Las escenas se van deslizando lánguidamente, al igual que sus criaturas, que más que partícipes, parecen simplemente espectadores de su propia tragedia, sumidos en un eterno sopor que traspasa la pantalla y que termina por extinguir cualquier asomo de interés por leer la obra en la que se inspira. .

"A simple favor" es entretenida, eso no se le puede negar: es una buena opción para pasar el rato, pero nada más. La historia parece desenvolverse con cierta gracia debido a las incursiones de una chispeante Kendrick; si bien el rumbo se tuerce cuando la película cambia abruptamente de ritmo y se pasa al 'thriller' en un intento fallido de intentar sorprender y asemejarse a "Perdida" de David Fincher. Pero lo que en la película de Fincher era sorprendente y macabro aquí solo logra ser ridículo y previsible.

Polanski articula una historia retorcidamente oscura, envuelta en una atmósfera asfixiante. Más allá de constituir una reflexión a partir de un tópico tan transitado como es el de la complejidad de las relaciones de pareja, el enfoque es totalmente novedoso y está desprovisto de cualquier tipo de convencionalismo: extremadamente obscena, aunque nunca vulgar, establece nuevos límites de la crueldad y la pasión en la relación de pareja de forma totalmente cruda y desvergonzada. El interés no decae en ningún momento, pues el relato va encadenando brillantes e inesperados giros de guión que, de no ser por su naturaleza repulsiva, podrían resultar hasta placenteros.

Allen articula un hábil entramado de temporalidad en el que los flashback son la pieza clave. A medida que avanza el filme, una se da cuenta de que esas vivencias pasadas, que a priori pudieran parecer superfluas, son mucho más relevantes que las actuales, pues, al fin y al cabo, Jasmine, pese a estar en el presente, vive en el pasado; hecho que motivará que se vea atrapada en terreno fronterizo: entre pasado y presente; locura y cordura; sueño y realidad...El espectador se sumerge de lleno en esta montaña rusa de emociones de la mano de una poderosa Cate Blanchett, que da vida (de la forma más literal posible) a Jasmine y hace llegar al espectador todos los matices de su intrincada y contradictoria personalidad: hace que la odiemos por su superficialidad y engreimiento, pero también que acabemos por abrazar sus defectos, porque nos identificamos con ella, ya que, al fin y al cabo, Jasmine es un ser indefenso que sufre, como nosotros.