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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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6 de julio de 2015
28 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Imitation Game tuvo un montón de nominaciones a los Oscars. Finalmente solo se llevó el premio al Mejor Guión Adaptado. No conozco el libro en el que se basa, pero el guión es… malo. Para qué voy a buscar otro adjetivo: malo. A veces hasta parece una película de Disney, solo que con un protagonista homosexual.

La cosa empieza mal con esa especie de entrevista de trabajo de Turing con el comandante del ejército. Nos quieren tomar el pelo a cambio de darle un tono un poco burlesco a la situación. ¿Alguien se puede creer que esa entrevista es posible en esos términos, en esa época?

Supongo que se pretende que el espectador conozca el peculiar carácter de Turing. Resulta que al final, Turing (el de la película, no sé el verdadero cómo sería) es otro genio orgulloso que tartamudea. El mismo personaje de cientos de películas pero con otro nombre. “¿Para qué vamos a crear un carácter original y único si el espectador se siente más cómodo con la idea de genio más tópica?”.

Yo creo que buena parte de los guionistas que trabajan en grandes proyectos tienen que ser tipos de gran valía, pero no se les permite escribir como realmente les gustaría hacerlo. A final, la mano negra de la producción (o quien sea, no sé) solo les autoriza a reinterpretar arquetipos literarios y/o cinematográficos.

¿A qué se debe todo esto? Es una desastrosa combinación entre la falta de pretensiones del espectador y la poca ambición artística de la producción de cine, hablando siempre en términos generales. El cine me recuerda a veces al panorama político y social. Sueño de forma absurda con grandes manifestaciones en las plazas de las ciudades con pancartas tipo: “Sí, podemos aspirar a otro cine” u “Otro cine es posible”.

Pero esto es diferente. El cine actual es pura evasión y/o satisfacción de los instintos más básicos. El cine comercial de los últimos tiempos es como los videos de gatitos de YouTube. ¿Queremos hacer reír? Ponemos un gatito gracioso. ¿Queremos hacer llorar? Maltrato de gatito. Así es el cine. Instintos básicos.

Y confort, por supuesto. El espectador quiere confort, y el cine se lo da. Quiere vibrar en la sala de cine, pero sin pasarse, que todo lo que vea, oiga y sienta, sea exactamente lo que quiere ver, oir y sentir, que nada sea nuevo, chocante, realmente provocador, que ofrezca una nueva visión de la realidad. No, nada de eso. Como en la política. Que todo parezca nuevo en la superficie para que nada cambie en el fondo.

Así que el Turing de The Imitation Game no es Alan Turing. Es el mismo genio súper genial de los biopic sobre genios. Incluso me resulta un poco deficiente la actuación de Cumberbatch, atrapado en un personaje totalmente predecible, sin chicha.

Luego, para rematar tenemos al personaje de Keira Knightley, cuya función es puramente instrumental, es decir, necesitamos una mujer en esta película de hombres.

Y cuando ya directamente me entran ganas de quitar la película es cuando repiten por tercera vez la frasecita. Si es que nos toman por tontos. “A veces la persona que nadie imagina capaz de nada es la que hace cosas que nadie imagina”. Y todos a soñar durante un microsegundo que podemos hacer algo más que mascar palomitas.

Lo Mejor: tal vez los flashback de Turing adolescente.

Lo Peor: siguen creyendo que los espectadores somos idiotas. ¿Por qué no me repites la frase otra vez más? Venga, otra…

Por david rubio para alucine.es
16 de enero de 2016
26 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spielberg, macho, estoy harto de ti. De lo grueso de tu simbología, de tu corrección política, del cuidado que pones en no ofender a nadie mientras certificas en cada película que los estadounidenses son el no va más a todos los niveles.

Estoy harto de tu concepto de entretenimiento en el cine, para ti entretener es simplificar, suavizar, convertir cada historia, sea bélica, de ciencia ficción o histórica en un pasatiempo sensiblero en el que el espectador llore un poco y ría otro tanto y salga del cine muy contento de sí mismo, porque es capaz de emocionarse.

Tus películas siempre son para todos los públicos, y para ti el público es una masa aborregada que necesita ser llevada de la mano mientras tú le indicas en qué momento toca lloriquear y en qué momento ha de sonreír. Cucharaditas de puré en forma de cine. Sí, tus películas son puré: fácilmente digerible, fácilmente expulsable.

Estoy cansado de que Tom Hanks siempre haga el mismo personaje, cansado de las fanfarrias cargantes de tus bandas sonoras, cansado de que un erudito del cine como tú, con un dominio técnico tan abrumador, sea incapaz de aparcar su tendencia pedagógica en el cine.

(...)

Vi El puente de los espías casi por obligación, amparándome en el interés que tengo por la Guerra fría y Berlín. Spielberg vuelve a demostrar que técnicamente es un superdotado. Pero también vuelve a mostrar todos sus defectos, que son infinidad y han sido inflados por el paso del tiempo.

La historia de El puente de los espías no daba para 135 minutos, tal y como Spielberg la plantea centrándose en el personaje de Donovan. Y es que si algo se puede decir de este director es que, a pesar de todo, rara vez aburre gracias a su ‘legendario’ sentido del ritmo. Pues en este caso aburre fino.

Que el guión de esta película esté nominado en los Oscar, demuestra que el criterio de estos premios es más que discutible. Pero con los Oscar yo mismo cometo idéntico error año tras año: creer que el criterio artístico se antepondrá a otros valores, cuando, obviamente, nunca ha sido así.

Muchas críticas ya han señalado los errores de esta cinta, así que tampoco merece la pena seguir más, tan solo me quedo con la última y elocuente secuencia. Un Donovan enfriado y cansado deja el gélido Berlín y llega a la ‘primavera’ de Nueva York, con su familia recibiéndole en mangas de camisa. Grueso como una Big Mac, Steven.

Lo Mejor: Mark Rylance está bastante bien, pero estaría mejor si no repitiese su coletilla ‘¿importa?’ hasta tres veces, no vaya ser que se nos olvide en qué momento tenemos que reír…

Lo Peor: acabar harto de un director tan capacitado como Spielberg.

[david rubio bolsamania.com/cine]
12 de enero de 2014
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dijo Goethe que la originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro. O algo así, pero en alemán. Cuando acudimos al cine a ver una película encumbrada por la crítica, esperamos, entre otras cosas, originalidad. Y ser original no supone abordar nuevos temas, sino hacerlo desde una nueva perspectiva, ya sea estilística, narrativa o analítica. La gran estafa americana no es original desde cualquiera de esas perspectivas.

El estilo, el ritmo y sus recursos narrativos, y el análisis de la sociedad estadounidense es el que venimos observando en la última década (o más) a través de directores como Scorsese o Soderbergh. Podríamos ser complacientes y decir que David O. Russell se halla dentro de una escuela cinematográfica que bebe de algunos grandes nombres. O podríamos decir que La gran estafa americana es decepcionante.

(...)

La película se abre con una escena que pone las cartas sobre la mesa. Todos los personajes de esta película ocultan cosas. La intención de Russell es tejer una historia en la que los engaños se vayan acumulando y el espectador no pise tierra firma en ningún momento. Y luego llegan los obligados flashbacks y las voces en off al estilo Scorsese. De acuerdo, Scorsese no ha sido el primero en utilizar este recurso, pero la forma en que lo hace Russell es idéntica, hasta el punto de que volvemos a mirar para cerciorarnos de quién es el director.

El aspecto estético de La gran estafa americana es lujoso, opulento y sexy… Muuuy sexy. Ou Yeah! Solo necesitamos mirar los labios o las piernas de Amy Adams. Son los años 70, como se encarga de recordarnos plúmbeamente la banda sonora. Una temazo por aquí, otro por allá. Voz en off, vestido de lentejuelas y una gran solapa. Soderbergh. No, perdón, Russell.

Y el ritmo. ¿Agilidad o precipitación? La primera media hora es sofocante. A nuestro juicio, un ritmo vivo no tiene necesidad de noquear al espectador. Solo hay que bajar un poco las revoluciones. Irv y Sid viven una vida acelerada, pero a La Gran estafa americana, especialmente en su inicio, le sobran anfetaminas.

La trama empieza a carburar una vez que el personaje de Bale toma el mando. Los encuentros con su mujer son los mejores momentos de la película. Rosalyn (Lawrence) es el personaje que mejor funciona de la historia, tal vez porque es el más original. La fiesta en la que hace acto de presencia Victor Tellegio hace contener el aliento y la tensión alcanza su punto culminante. Pero pronto Russel vuelve al hedonismo acelerado en el cual más cómodo parece sentirse.

La gran estafa americana pretende ser políticamente incorrecta en su fondo. La resolución de la historia, en la que los papeles de buenos y malos quedan muy desdibujados, ofrece una perspectiva interesante, aunque discutible. Pero la forma de American Hustle no puede ser más políticamente correcta. Es lo que se lleva. Lo que piden los espectadores… Y los productores, que es más importante.

En definitiva, La gran estafa americana es una película entretenida, con varios actores en estado de gracia, pero algo larga, visualmente excesiva y formalmente correcta. Demasiado correcta para un David O. Russell que, suponemos, pretende encontrar un estilo propio.

Lo Mejor: El personaje de Rosalyn. La escena de Victor Tellegio. La ambigüedad moral.

Lo Peor: Estilo políticamente correcto. Falta de originalidad. Empacho musical.
3 de febrero de 2014
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
No nos andamos por las ramas. Lo mejor de Dallas Buyers Club es el papel de Matthew McConaughey. Su presencia eleva la categoría de una película que, en su desarrollo, no pasa de convencional. Sí, está basada en una historia real, pero eso no es óbice para caer en el efectismo y la estructura narrativa rutinaria de biopic. Favorita para los Oscars 2014 en la categoría de mejor actor y mejor secundario (Jared Leto), Dallas Buyers Club es una cinta agradable, pero decepcionante en su resultado final.

(...)

El primer tercio de Dallas Buyers Club es muy superior al resto del metraje. Asistimos al descenso al infierno de la enfermedad de Ron. Se calza las gafas y acude a la biblioteca. El SIDA empieza a aterrorizar al mundo. Los gays ya no son los únicos afectados. La población “normal” se asusta. La industria farmacéutica y las autoridades de control sanitario toman posiciones. El SIDA es un problema. Y una oportunidad. Según como se mire.

(...)

Durante esta parte de la historia es cuando mejor comprendemos la soledad y angustia del enfermo terminal. Porque tener SIDA y tener cáncer, por ejemplo, no es lo mismo. Sí, con ambas tienes muchas papeletas para morir. Pero con la primera, además, eres contagioso. Das asco.

Y del electricista que conduce a México en busca de una solución pasamos, de la noche a la mañana, al líder de un gran negocio de trapicheo de medicamentos para enfermos de SIDA. No sabemos hasta qué punto la película es fiel a la historia real. Y tampoco nos importa demasiado. Esto es cine, ficción, y tiene que atenerse a ello. El giro que da el personaje de Ron nos resulta un tanto abrupto y poco verosímil. La escena del supermercado es muy bonita, pero es el momento en el que Dallas Buyers Club pone sobre la mesa todas las cartas. Y algunas de ellas están marcadas.

Por otro lado, comienza a ganar peso la trama médica. ¿Real? Probablemente. Pero muy convencional en su tratamiento: personaje maltratado se lía la manta a la cabeza y diseña un negocio clandestino de venta de medicamentos que entra en conflicto con las autoridades sanitarias que velan, también, por los intereses de las grandes corporaciones farmacéuticas. O dicho de forma más resumida: Personaje solitario y luminoso, con iniciativa y un par, se enfrenta a la fría burocracia. ¿Cuántas veces?

Y si el espectador no está suficientemente entregado al personaje de McConaughey, el guión añade un médico bueno y un médico malo. El personaje interpretado por Jennifer Garner pulula por la película molestando más que otra cosa y añadiendo azúcar a una cinta que no lo precisa.

Por suerte, la película se cierra con una escena potente que nos devuelve a los mejores momentos de su inicio. Porque, insistimos, Dallas Buyers Club es Matthew McConaughey. Y no mucho más.

El responsable de esta cinta es Jean-Marc Vallée, autor canadiense célebre por C.R.A.Z.Y., película triunfadora en su día en el Festival de Cine de Gijón y que ya anunciaba sus luces y sus sombras: historias interesantes, bien rodadas, pero rutinarias en sus planteamientos narrativos. Jean-Marc quiere contentar al espectador. Y en ese afán cae en la trampa del efectismo.

No obstante, Dallas Buyers Club es una cinta recomendable, agradable y que marcará un hito en la carrera de McConaughey, actor que por méritos propios se sitúa en la vanguardia de los intérpretes de Hollywood.

Lo Mejor: Su primer tercio. La escena final. Matthew McConaughey.

Lo Peor: La evolución de la historia es convencional y con tendencia al efectismo. Cierto maniqueísmo. El papel de Jennifer Garner.
22 de octubre de 2014
55 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que una película en la que te aburres, no puede ser muy buena. No me refiero a que sea lenta, árida o hiperrealista, hablo de aburrimiento, de ser previsible. A veces también me aburro de mi mismo, de decir una y otra vez lo mismo. Y en este caso, me voy a repetir y me aburre: tocar un tema social (o político) comprometido, poniéndose del lado de los derrotados no convierte (automáticamente) a una película en buena. Dos días, una noche presenta una temática muy actual, pero poco habitual en el cine comercial. En ese sentido, es una cinta reivindicable, pero la presenta con una forma y un fondo que no convence.

Por eso, Dos días y una noche no es la obra maestra (buff, qué aburrimiento) que casi todo el mundo dice que es. Es una película necesaria, pero no es buena. Y más, decir que esta película es buena, o una obra maestra, no nos convierte en mejores personas. ¿Qué nos convierte en buenas personas? Ser buenas personas. Pero eso es como pedir a un buitre que deje de comer carroña.

(...)

Esa es la película. Sandra de piso en piso, de casa en casa. Defendiéndose, luchando, mendigando y humillándose. Pero también señalando a sus compañeros, comprometiéndoles, mostrándoles su verdadera cara. La idea es buena. Dos días, una noche, nos muestra las diferentes caras de las personas, exhibe la fragilidad, el cinismo, la falta de solidaridad, la frustración, el odio y la fraternidad. De todo hay. ¿Qué personaje encarna mejor nuestra forma de ser? Es un ejercicio interesante. A buen seguro que todos renunciaríamos a nuestra prima. Porque yo lo valgo.

Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué Dos días y una noche no es buena? Porque a la media hora me cansa. Porque ya podemos visualizar lo que queda de película. Porque creo que no son necesarios 90 minutos para contarnos esta historia. No porque la historia sea pequeña, que no lo es, es muy grande, pero su desarrollo lineal, cansa.

Y más. El desarrollo de la película esconde algunos elementos efectistas detrás del entramado hiperrealista “yo solo pongo la cámara y rueda lo que pasa en el mundo”. Los hermanos Dardenne juegan a dos bandas. Tal vez a ellos mismos les parecía un poco aburrido el desarrollo de la historia y nos cuelan un (spoiler1) y un par de situaciones poco creíbles (la reacción de dos parejas a la visita de Sandra).

Por otro lado, el personaje del marido de Sandra tampoco convence. No entiendo su actitud. Parece ser el encargado de espolear la película con su pesada presencia. A medida que el final se acerca, el aburrimiento deja paso al enfado. Me enfado por lo que muestra la cinta, y ese es uno de los objetivos de la misma, pero me enfado también por la actitud de los protagonistas. ¿Es esto luchar? Entiendo la situación por la que pasa Sandra, necesitada de un argumento para seguir, de volver a sentirse útil, aunque su proyecto no llegue a buen término. Pero no creo que ese sea el camino. Y menos aun entiendo que el marido no sea capaz de verlo. Esto no es luchar, amigo. Esto es una mierda.

No sé, quedarse en el paro con una familia que mantener es muy jodido. ¿Dignidad o pan?, parece preguntarse la película. Dos días, una noche es una cinta que debe verse. Su discurso obliga al debate, y eso siempre es bueno. Pero el desarrollo narrativo de la película aburre y algún personaje exaspera. Cuando llega el final, y vemos sonreír a Sandra, nos alegramos y nos cabreamos. ¿Por qué no empezamos por ahí? ¿Por qué todo lo anterior? Dignidad y pan.

Lo Mejor: Marion Cotillard. Crea debate.

Lo Peor: Aburre. Algunas situaciones son efectistas y no cuadran con el estilo de la cinta. El personaje del marido enerva.

[crítica de david rubio publicada en alucine.es]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
spoiler1: intento de suicidio solucionado in extremis
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