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5,8
2.257
5
27 de junio de 2024
27 de junio de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Las películas antológicas realizadas en colaboración entre distintos artistas siempre han sido un fenómeno interesante para mí. Todas ellas suelen tener un elemento común, desgraciadamente: uno o dos de los directores se tomarán en serio el proyecto, produciendo una interesante muestra de su estilo y talento ajustada a la duración de un cortometraje (véase Fellini en Historias Extraordinarias), y el resto -o bien, en plan experimental o en modo piloto automático- dará lugar a algo muy por debajo de lo que se esperaría de ellos. Tal es el caso de Eros, película de episodios que pretende, en cierta manera, homenajear el cine de Michelangelo Antonioni, quien firma el primero de los tres. Los otros dos corren a cargo de Steven Soderbergh y Wong Kar-Wai.
Presentaciones aparte, cualquiera que haya oído hablar de Eros sabrá que la opinión en torno a ella es unánime. El de Wong Kar-Wai, La Mano, es el único segmento decente. De hecho, hay quien se atreve a considerarlo una de las obras maestras del director hongkonés. Por ello, no hablaré mucho de él y preferiré centrarme en los otros dos. Tan solo diré que es exactamente lo que los fans del cineasta asiático esperaríamos de él: una sutil y elegante historia de amor no correspondido brillantemente fotografiada y espléndidamente interpretada por Li y Cheng. No sé si sería por casualidad, pero colocarlo al final de la película fue un acierto total porque, de otra manera, el conjunto me habría dejado un sabor mucho más amargo en la boca.
Antonioni:
The Dangerous Thread of Things fue el primer trabajo detrás de las cámaras del maestro italiano desde Más Allá de las Nubes, más de una década antes. Y antes de que se me acuse de criticón, diré que para mí, Antonioni es uno de los Grandes. No dudaría en situar la Trilogía de la Incomunicación entre los cinco trabajos más importantes de la historia del cine europeo. Pero lo que aquí nos ocupa -¡ay, amigo!- es algo más que el resultado de estar oxidado tras tantos años sin rodar. Antonioni aquí, a sus ochenta y muchos años, se sitúa a la altura de viejos verdes como Bigas Luna o Vicente Aranda.
La premisa no pinta nada mal, es una clásica historia sobre matrimonios en crisis y "ennui" burgués -puro Antonioni- pero la ejecución es muy mala. No hay nada profundo o sugerente en esto, tan solo un buen número de desnudos uno tras otro. Incluso los diálogos son bastante pobres. Sigo sin poder creer que Tonino Guerra fue el coguionista. No quiero parecer un mojigato quejándome de tantos desnudos, pero es que el corto de veras que parece un intento de imitar el lenguaje cinematográfico de la pornografía. Hasta las imágenes de la Toscana no logran evocar nada en absoluto. Es una verdadera lástima que The Dangerous Thread of Things fuera la última obra de Antonioni, afortunadamente no se la debe de haber visto mucha gente pues, de lo contrario, la reputación de este inmenso autor se habría visto severamente afectada. Es así de embarazoso.
Soderbergh:
La decisión de invitar a Steven Soderbergh a participar en Eros me resulta un tanto rocambolesca. Es con mucho uno de los directores americanos menos estimulantes de su generación y, dado que carece de un estilo y voz propios -a diferencia de Wong Kar-Wai y Antonioni- no le queda más remedio que ponerse experimental y tirar de ironía. Por lo que he leído, sustituyó en el último momento a Pedro Almodóvar, y me da que el manchego habría hecho algo mucho más memorable y Eros habría logrado ser dos tercios de una buena película, pero el destino no lo quiso así.
Equilibrium es una de esas comedietas psico-analísticas con toque vintage. Ambientada en el Nueva York de los cincuenta, tiene una puesta en escena de anuncio de colonia que es muy agradable a la vista y un reparto de rostros conocidos. No obstante, tiene un gran problema. Un GRAN problema. Al menos da la sensación de que, Antonioni, en su respectivo segmento, intentaba decir algo. Su historia era coherente, con un inicio y un final. Equilibrium avanza y avanza y no va a ninguna parte. Vemos a Robert Downey Jr. en el diván quejándose ante su terapeuta Alan Arkin sobre sus sueños eróticos y otras tribulaciones freudianas mientras este lo ignora y centra toda su atención en alguien a quien observa a través de la ventana. Y ya. Eso es todo. Un tontería sin demasiada gracia y una completa pérdida de tiempo.
En conclusión, si apruebo Eros es por el corto de Wong Kar-Wai, que es maravilloso; la hermosa canción de Caetano Veloso que introduce cada capítulo; y porque, pese a sus defectos, respeto la intención detrás de esta antología que, aún con tanta falta de dirección e inspiración, logra por breves instantes evocar el encanto perdido (y la clase) del cine europeo de los sesenta.
Presentaciones aparte, cualquiera que haya oído hablar de Eros sabrá que la opinión en torno a ella es unánime. El de Wong Kar-Wai, La Mano, es el único segmento decente. De hecho, hay quien se atreve a considerarlo una de las obras maestras del director hongkonés. Por ello, no hablaré mucho de él y preferiré centrarme en los otros dos. Tan solo diré que es exactamente lo que los fans del cineasta asiático esperaríamos de él: una sutil y elegante historia de amor no correspondido brillantemente fotografiada y espléndidamente interpretada por Li y Cheng. No sé si sería por casualidad, pero colocarlo al final de la película fue un acierto total porque, de otra manera, el conjunto me habría dejado un sabor mucho más amargo en la boca.
Antonioni:
The Dangerous Thread of Things fue el primer trabajo detrás de las cámaras del maestro italiano desde Más Allá de las Nubes, más de una década antes. Y antes de que se me acuse de criticón, diré que para mí, Antonioni es uno de los Grandes. No dudaría en situar la Trilogía de la Incomunicación entre los cinco trabajos más importantes de la historia del cine europeo. Pero lo que aquí nos ocupa -¡ay, amigo!- es algo más que el resultado de estar oxidado tras tantos años sin rodar. Antonioni aquí, a sus ochenta y muchos años, se sitúa a la altura de viejos verdes como Bigas Luna o Vicente Aranda.
La premisa no pinta nada mal, es una clásica historia sobre matrimonios en crisis y "ennui" burgués -puro Antonioni- pero la ejecución es muy mala. No hay nada profundo o sugerente en esto, tan solo un buen número de desnudos uno tras otro. Incluso los diálogos son bastante pobres. Sigo sin poder creer que Tonino Guerra fue el coguionista. No quiero parecer un mojigato quejándome de tantos desnudos, pero es que el corto de veras que parece un intento de imitar el lenguaje cinematográfico de la pornografía. Hasta las imágenes de la Toscana no logran evocar nada en absoluto. Es una verdadera lástima que The Dangerous Thread of Things fuera la última obra de Antonioni, afortunadamente no se la debe de haber visto mucha gente pues, de lo contrario, la reputación de este inmenso autor se habría visto severamente afectada. Es así de embarazoso.
Soderbergh:
La decisión de invitar a Steven Soderbergh a participar en Eros me resulta un tanto rocambolesca. Es con mucho uno de los directores americanos menos estimulantes de su generación y, dado que carece de un estilo y voz propios -a diferencia de Wong Kar-Wai y Antonioni- no le queda más remedio que ponerse experimental y tirar de ironía. Por lo que he leído, sustituyó en el último momento a Pedro Almodóvar, y me da que el manchego habría hecho algo mucho más memorable y Eros habría logrado ser dos tercios de una buena película, pero el destino no lo quiso así.
Equilibrium es una de esas comedietas psico-analísticas con toque vintage. Ambientada en el Nueva York de los cincuenta, tiene una puesta en escena de anuncio de colonia que es muy agradable a la vista y un reparto de rostros conocidos. No obstante, tiene un gran problema. Un GRAN problema. Al menos da la sensación de que, Antonioni, en su respectivo segmento, intentaba decir algo. Su historia era coherente, con un inicio y un final. Equilibrium avanza y avanza y no va a ninguna parte. Vemos a Robert Downey Jr. en el diván quejándose ante su terapeuta Alan Arkin sobre sus sueños eróticos y otras tribulaciones freudianas mientras este lo ignora y centra toda su atención en alguien a quien observa a través de la ventana. Y ya. Eso es todo. Un tontería sin demasiada gracia y una completa pérdida de tiempo.
En conclusión, si apruebo Eros es por el corto de Wong Kar-Wai, que es maravilloso; la hermosa canción de Caetano Veloso que introduce cada capítulo; y porque, pese a sus defectos, respeto la intención detrás de esta antología que, aún con tanta falta de dirección e inspiración, logra por breves instantes evocar el encanto perdido (y la clase) del cine europeo de los sesenta.

6,5
2.418
6
15 de junio de 2024
15 de junio de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Wong Kar-Wai es uno de esos pocos directores que lograron, desde el minuto uno, establecer un lenguaje cinematográfico y universo propios. No obstante, si seguimos su filmografía en orden cronológico constataremos una clara evolución, y en ninguna es más patente que en su ópera prima El Fluir de las Lágrimas. Esta es sin duda una parada obligatoria para todos los fans del hongkonés, pues resulta de lo más interesante cómo el propio autor tomó nota de los elementos que funcionaban mejor o peor en ella y terminó por entroncar su obra posterior en torno a los mismos.
Veamos, buena parte de sus cintas se presentan a sí mismas como películas de género (Fallen Angels, 2046, The Grandmaster...) pero en una forma de subversión marca de la casa, lo que habitualmente sería una subtrama romántica que acompaña a la narrativa principal termina por convertirse en el alma de la historia. Así, la intriga criminal, la ciencia ficción o las peleas de Kung fu son en realidad complementos al drama romántico. Enriqueciéndolo y aproximándose, en muchas ocasiones, más bien a una forma de "role-play" en los devaneos amorosos de la pareja protagonista. O en un marco para las meditaciones existenciales de sus personajes más solitarios.
Esto no es así del todo en El Fluir de las Lágrimas, pues esta sí que tiene pretensiones de "funcionar" como película de acción. La proporción drama romántico y drama criminal sería más bien de 50/50. Como dos películas distintas entrelazadas. La influencia del cine de Hong Kong del momento resulta indiscutible, y está claro que apunta hacia la misma clase de público que algo como Un Mañana Mejor o The Killer (ambas de John Woo).
Es por tanto un verdadero "rara avis" en lo que concierne a este tipo de cine, pues la historia de tríadas y venganzas en la que se centra -una suerte de remake de Malas Calles- está mucho peor ejecutada que su historia de amor. El melodrama exagerado típico de Hong Kong está desarrollado aquí con su habitual falta de sutileza e interpretaciones exageradas pero, al mismo tiempo, con tanta elegancia y tan buen gusto... Esas miradas llenas de melancolía, esa desesperación por amar y ser amado... Hace falta un verdadero talento para capturar unas imágenes así en el celuloide y que esa emoción primigenia no se pierda en la transición. Wong Kar-Wai lo demuestra en su primera película. Incluso la elección de la música es acertada: logra que una canción tan pasada de rosca como Take My Breath Away resulte poderosa. La fotografía no corre, esta vez, a cargo de Christopher Doyle. Desde luego, no es tan buena. Aún así, no faltan planos de luces de neón y angostos callejones con una predominancia absoluta de los colores primarios. Sin el look "videoclipero" de Doyle, es evidente que el director ya tenía unas ideas básicas muy claras sobre los motivos visuales que terminarían formando parte de su imaginario particular.
Por otro lado, la historia entre el gánster protagonista (Andy Lau) y su mejor amigo (Jacky Cheung) incluye alguna que otra escena de acción, y un tiroteo final a cámara lenta. Pero dudo que satisfaga a quien acuda a esta película buscando una de acción. Es demasiado lenta. Este es el eslabón -la "película"- débil de El Fluir de las Lágrimas.
Wong Kar-Wai debió darse cuenta pues, en sus consecuentes trabajos, utilizaría la narrativa convencional como "soporte" a sus relatos de amor y no como el "motor" de los mismos. En resumidas cuentas, un importante aprendizaje para el que es, sin lugar a dudas, uno de los Grandes del Cine y una obra un tanto irregular que solo podría recomendar a sus fans. Pues todo aquello que de verdad funcionaba en esta, cobra más protagonismo en lo que vendría a continuación.
Veamos, buena parte de sus cintas se presentan a sí mismas como películas de género (Fallen Angels, 2046, The Grandmaster...) pero en una forma de subversión marca de la casa, lo que habitualmente sería una subtrama romántica que acompaña a la narrativa principal termina por convertirse en el alma de la historia. Así, la intriga criminal, la ciencia ficción o las peleas de Kung fu son en realidad complementos al drama romántico. Enriqueciéndolo y aproximándose, en muchas ocasiones, más bien a una forma de "role-play" en los devaneos amorosos de la pareja protagonista. O en un marco para las meditaciones existenciales de sus personajes más solitarios.
Esto no es así del todo en El Fluir de las Lágrimas, pues esta sí que tiene pretensiones de "funcionar" como película de acción. La proporción drama romántico y drama criminal sería más bien de 50/50. Como dos películas distintas entrelazadas. La influencia del cine de Hong Kong del momento resulta indiscutible, y está claro que apunta hacia la misma clase de público que algo como Un Mañana Mejor o The Killer (ambas de John Woo).
Es por tanto un verdadero "rara avis" en lo que concierne a este tipo de cine, pues la historia de tríadas y venganzas en la que se centra -una suerte de remake de Malas Calles- está mucho peor ejecutada que su historia de amor. El melodrama exagerado típico de Hong Kong está desarrollado aquí con su habitual falta de sutileza e interpretaciones exageradas pero, al mismo tiempo, con tanta elegancia y tan buen gusto... Esas miradas llenas de melancolía, esa desesperación por amar y ser amado... Hace falta un verdadero talento para capturar unas imágenes así en el celuloide y que esa emoción primigenia no se pierda en la transición. Wong Kar-Wai lo demuestra en su primera película. Incluso la elección de la música es acertada: logra que una canción tan pasada de rosca como Take My Breath Away resulte poderosa. La fotografía no corre, esta vez, a cargo de Christopher Doyle. Desde luego, no es tan buena. Aún así, no faltan planos de luces de neón y angostos callejones con una predominancia absoluta de los colores primarios. Sin el look "videoclipero" de Doyle, es evidente que el director ya tenía unas ideas básicas muy claras sobre los motivos visuales que terminarían formando parte de su imaginario particular.
Por otro lado, la historia entre el gánster protagonista (Andy Lau) y su mejor amigo (Jacky Cheung) incluye alguna que otra escena de acción, y un tiroteo final a cámara lenta. Pero dudo que satisfaga a quien acuda a esta película buscando una de acción. Es demasiado lenta. Este es el eslabón -la "película"- débil de El Fluir de las Lágrimas.
Wong Kar-Wai debió darse cuenta pues, en sus consecuentes trabajos, utilizaría la narrativa convencional como "soporte" a sus relatos de amor y no como el "motor" de los mismos. En resumidas cuentas, un importante aprendizaje para el que es, sin lugar a dudas, uno de los Grandes del Cine y una obra un tanto irregular que solo podría recomendar a sus fans. Pues todo aquello que de verdad funcionaba en esta, cobra más protagonismo en lo que vendría a continuación.

6,4
4.284
8
13 de junio de 2024
13 de junio de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Cielo Protector vendría a ser el capítulo intermedio de lo que llamaríamos "La Trilogía Oriental" de Bertolucci, completada por El Pequeño Buda. Realizada después de la oscarizada El Último Emperador y reuniendo al realizador con el compositor Ryuichi Sakamoto y el director de fotografía Vittorio Storaro, esta cinta parece haber pasado un tanto sin pena ni gloria.
Ya no nos encontramos ante el Bertolucci político de principios de los 70, sino con el Bertolucci esteta de finales de los 80. Aunque soy y seré siempre un defensor de esta película, comprendo la tibia recepción con la que fue acogida en el momento del estreno. No sé cuántos espectadores estarían familiarizados con el libro de Bowles, pero sí que es cierto que transmite la misma sensación que otras adaptaciones irregulares de grandes clásicos de la literatura. Sin haberse leído la novela, uno no tardará en darse cuenta de que Bertolucci ha preferido centrarse en el drama romántico central, protagonizado por unos extraordinarios Debra Winger y John Malkovich, convirtiendo este en el grueso de la narrativa mientras se recrea en lo embriagador y evocador de los paisajes desérticos. Como intentando que la belleza de estas imágenes sirva de relleno entre lo minimalista de la historia y la riqueza temática de la novela original que la película solo llega a esbozar.
De ahí que hablemos del Bertolucci esteta. En resumidas cuentas: mientras el libro de Paul Bowles ofrece una imagen de los últimos coletazos del colonialismo europeo y la pronta muerte de esa imagen idealizada (el pensamiento "orientalista") del continente africano y sus gentes -podría acusársele de feísta en sus descripciones del Magreb, pero lo que el autor realmente pretende resaltar son las consecuencias sociales y económicas de la guerra en un continente que poco tenía que ver con ella y el absurdo de la sociedad colonial-, Bertolucci prefiere hacer un drama romántico centrándose en la belleza y las cualidades más sensuales de la obra original, ignorando mayoritariamente el resto del trasfondo. Esta es una decisión desde luego controvertida que haría a muchos acusarla de "mala adaptación" o "superficial" pero que yo estimo -hasta cierto punto- correcta; más que nada porque la película, valorada por mérito propio, sobresale como drama romántico.
Aún así, es evidente desde el primer momento que cuenta con una gran baza -dos, en realidad- que la elevan y que justifican la nota que le otorgo. Esto es: el dúo Storaro y Sakamoto.
No diré mucho de El Último Emperador pero tan solo mencionaré que, junto a Blade Runner, es mi banda sonora favorita de todos los tiempos. ¡Y vaya si Sakamoto logró mantener el listón!. Melancólica y poderosa, es -como ya sucedió con las vistas de los tejados dorados de la Ciudad Prohibida- inseparable de esas imágenes de dunas anaranjadas bañadas por el sol poniente que Storaro nos regala en esta ocasión. Un tándem inolvidable, sin duda, que convierte El Cielo Protector en una favorita personal.
A añadir, un detalle interesante acerca del final que ilustra muy bien la mala comprensión del material original del que algunos acusan a la película. A comentar en el spoiler.
Ya no nos encontramos ante el Bertolucci político de principios de los 70, sino con el Bertolucci esteta de finales de los 80. Aunque soy y seré siempre un defensor de esta película, comprendo la tibia recepción con la que fue acogida en el momento del estreno. No sé cuántos espectadores estarían familiarizados con el libro de Bowles, pero sí que es cierto que transmite la misma sensación que otras adaptaciones irregulares de grandes clásicos de la literatura. Sin haberse leído la novela, uno no tardará en darse cuenta de que Bertolucci ha preferido centrarse en el drama romántico central, protagonizado por unos extraordinarios Debra Winger y John Malkovich, convirtiendo este en el grueso de la narrativa mientras se recrea en lo embriagador y evocador de los paisajes desérticos. Como intentando que la belleza de estas imágenes sirva de relleno entre lo minimalista de la historia y la riqueza temática de la novela original que la película solo llega a esbozar.
De ahí que hablemos del Bertolucci esteta. En resumidas cuentas: mientras el libro de Paul Bowles ofrece una imagen de los últimos coletazos del colonialismo europeo y la pronta muerte de esa imagen idealizada (el pensamiento "orientalista") del continente africano y sus gentes -podría acusársele de feísta en sus descripciones del Magreb, pero lo que el autor realmente pretende resaltar son las consecuencias sociales y económicas de la guerra en un continente que poco tenía que ver con ella y el absurdo de la sociedad colonial-, Bertolucci prefiere hacer un drama romántico centrándose en la belleza y las cualidades más sensuales de la obra original, ignorando mayoritariamente el resto del trasfondo. Esta es una decisión desde luego controvertida que haría a muchos acusarla de "mala adaptación" o "superficial" pero que yo estimo -hasta cierto punto- correcta; más que nada porque la película, valorada por mérito propio, sobresale como drama romántico.
Aún así, es evidente desde el primer momento que cuenta con una gran baza -dos, en realidad- que la elevan y que justifican la nota que le otorgo. Esto es: el dúo Storaro y Sakamoto.
No diré mucho de El Último Emperador pero tan solo mencionaré que, junto a Blade Runner, es mi banda sonora favorita de todos los tiempos. ¡Y vaya si Sakamoto logró mantener el listón!. Melancólica y poderosa, es -como ya sucedió con las vistas de los tejados dorados de la Ciudad Prohibida- inseparable de esas imágenes de dunas anaranjadas bañadas por el sol poniente que Storaro nos regala en esta ocasión. Un tándem inolvidable, sin duda, que convierte El Cielo Protector en una favorita personal.
A añadir, un detalle interesante acerca del final que ilustra muy bien la mala comprensión del material original del que algunos acusan a la película. A comentar en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Después de la muerte de su marido Port (John Malkovich), la heroína acaba vagando por el desierto de la mano de una tribu nómada. Cuando finalmente es rescatada por las autoridades francesas, es incapaz de volver a la sociedad civilizada y, en un arranque de locura, desaparece sin dejar rastro. Suponemos que para regresar al Sáhara, ahora que ya nada la une al mundo contemporáneo.
Esto es el final del libro.
En la película, tras caminar sola por el desierto, consigue llegar a una ciudad donde se encuentra con nada más y nada menos que Paul Bowles interpretándose a sí mismo en una cafetería. "¿Estás perdida?", pregunta a la mujer antes de arrancar en un monólogo que sirve como cierre. Un final bastante extraño si tenemos en cuenta que el, para entonces, ya desaparecido Port Moresby es en realidad un alter ego del autor. No tiene mucho sentido, por lo autobiográfico de la novela, presentar la historia como un incidente aislado que Bowles, casualmente, decidió recoger. Esto es algo que él mismo reconoció posteriormente acerca de su aparición, admitiendo que no había sido muy buena idea. Quizá explique la cara de confusión que mantiene durante toda la escena.
Esto es el final del libro.
En la película, tras caminar sola por el desierto, consigue llegar a una ciudad donde se encuentra con nada más y nada menos que Paul Bowles interpretándose a sí mismo en una cafetería. "¿Estás perdida?", pregunta a la mujer antes de arrancar en un monólogo que sirve como cierre. Un final bastante extraño si tenemos en cuenta que el, para entonces, ya desaparecido Port Moresby es en realidad un alter ego del autor. No tiene mucho sentido, por lo autobiográfico de la novela, presentar la historia como un incidente aislado que Bowles, casualmente, decidió recoger. Esto es algo que él mismo reconoció posteriormente acerca de su aparición, admitiendo que no había sido muy buena idea. Quizá explique la cara de confusión que mantiene durante toda la escena.
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