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Críticas 677
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
23 de marzo de 2010
29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Popeye Doyle y Buddy, unos excepcionales Hackman (sobre todo, éste) y Scheider, se patean las calles de Brooklyn en busca de joder el negocio de las drogas. Patean a camellos y trapicheantes, buscando algo a lo que aferrarse. “Algo” que encontrarán en una noche de copas, cuando Popeye, siguiendo su corazonada, se fije en un capullo que suelta los billetes como si fueran caramelos. El caso habrá comenzado.

En sus primeros 50 minutos parece preceder en fondo y forma a ‘The Wire’. Hay escucha, hay seguimiento. Van dando pasos importantes, apareciendo la conexión francesa con el Barbas, un gran Fernando Rey. Los siguientes 50 minutos son de una acción pura y dura, de calidad, con persecuciones y redadas, con un nivel de tensión impresionante alcanzado sobre todo en el cara a cara de Hackman con Rey en el vagón, o en la persecución en coche de Popeye al metro del sicario que concluye en esa memorable escena de la escalera.

William Friedkin nos regala un thriller policíaco, con su elaborada investigación y sus dosis de acción (de gran tensión) correspondientes. Se ha servido de Marsella y Brooklyn. Del mar de la costa azul y del metropolitano neoyorquino. Y, sobre todo, de un gran Gene Hackman, un rudo policía, Popeye Doyle, empecinado en desmantelar el negocio de la droga, manteniéndote con su particular carácter la adrenalina por las nubes. Un papelón que pasará a los anales de la historia del cine. Por lo demás, buena película. Recomendada. Como curiosidad, ¿era tan buena como para arrasar en los Oscar del 71?
20 de febrero de 2010
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Carmela y Paulino, varietés a lo fino”. Así se llama la compañía artística formada por Carmela, Paulino y Gustavete. Estamos en 1938, en plena Guerra Civil, y ellos son los encargados de amenizar al frente de Aragón, en zona republicana. Sin embargo, hartos de tanta penuria en Montejo, decidirán dar el palo de gasolina y marcharse a Valencia, en busca de algo mejor.

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La mala fortuna, no podía ser de otra manera en una situación tan triste como esa, se topará con ellos. Caerán en manos del bando fascista. Serán hechos presos, pero tendrán el salvoconducto del arte. Podrán encontrar la libertad a cambio de una actuación apológica del fascismo (con matices) a tres bandas: alemán, italiano y español.

A través de su narración, tanto Saura como Azcona, ponen de claro manifiesto como estuvo el patio por aquel entonces. Las ejecuciones de “comunistas”. Las ayudas italianas (grande Pajarés y su italiano). El carácter “español” de los franquistas (estos italianos son todos unos maricones). Las situaciones que se vivían en los dos frentes, sobre todo, a partir de la comida (si los fascistas comen así todos los días, hemos perdido la guerra). Y, por encima de todo, la ilusión por vivir, la supervivencia en medio de tanta grisez, materializada en Pajarés, Maura y Gabino. Porque Maura, pese a ser republicana, quiere casarse de blanco y por la Iglesia. Pero Pajarés, ya se sabe, todos los hombres son iguales, la escena en la cama del alcalde es muy buena. Y Gabino, éste es un tontorron que le basta con comer y ayudar a su amiga Carmela.

‘Ay, Carmela’ es una historia, podríamos decir anónima, de las muchas que sucedieron, en la guerra. Una historia de carácter cómico. Una comedia trágica que pone el colofón en la actuación teatral en bando fascista. Una actuación en la que salen los sentimientos. La supervivencia de Paulino en contraste con la indignación de Carmela por los pobres desgraciados polacos de Brigadas Internacionales que entonaban el “Ay, Carmela” a golpe de porrazo en la cara. Un final trágico, cabrón. Como lo fue la guerra, dura y sangrienta. La cinta de Carlos Saura es una buena película que ha escarbado en las penurias anónimas de aquel entonces.
15 de junio de 2010
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demoledor alegato en contra de la pena capital realizado por Kieslowski en honor al quinto mandamiento: no matarás. Se aleja un tanto, salvo en contados planos, de los bloques grisáceos regentados hasta ahora por sus personajes, y nos mantiene en vilo todavía el personaje de Artur Barcis.

La primera parte del mediometraje se dedica a resaltar a los tres individuos protagonistas de manera alternada. Un joven que deambula por las calles de Varsovia. Un taxista con sus particulares rutinas. Un abogado que encarna la lucha contra la ejecución. Luego viene el agónico e iracundo detonante del capítulo, y por fin, el cineasta polaco dedica la segunda parte para hacer estallar el sentimiento, la frustración y el desgarro de la ejecución a sangre fría.

Tanto da si es obra de un psicópata o de un simple verdugo en su quehacer diario. O si es fruto de la pasión, o de la venganza. En este caso, Jacek mata por despecho, por desarraigo, por dolor, por locura, con su mente obsesionada con su hermana pequeña. Y la venganza, la justicia del Estado caerá con todo su peso sobre él. Dos muertes deben ser suficientes para que Kieslowski explicite su total repugnancia frente ambas, dejándonos una obra dura, de esas que cuesta engullir por su falta de suavidad y tacto. El tema pedía a gritos un capítulo como este.
19 de enero de 2011
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estructurada de manera muy simple, todo comienza con el crimen. Luego llega nuestro equipo de análisis del comportamiento del FBI. Aquí, véamos, lección magistral dada de forma muy sintética, alternada ésta con los toques justos de terror, intriga, angustia, claustrofobia, tensión o misterio. Esta parte va a gusto del capítulo. Para terminar, pasamos el nudo para llegar a la conclusión del mismo, siempre explícita y terminantemente resolutiva.

Hay capítulos mejores y peores. Los hay buenos, decentes, malos y aburridos. Pero, en líneas generales, la criminología de cafetería propuesta por Jeff Davis me gusta. Me gusta el momento en el que dan el perfil. Me cae bien la pose enigmática de Gideon. También la cita periódica de cada capítulo. Las conversaciones en el lujoso avión. El sex-appeal de Lola Glaudini. Reid con su manual de sabelotodo. En fin, que 'Criminal minds' supone un chute de entretenimiento metido en vena de manera directa. Una píldora perfecta para ocupar los tiempos muertos.
17 de junio de 2010
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo robar algo que te pertenece? Gracias a este séptimo capítulo, el relativo al mandamiento “no robarás”, Kieslowski nos brinda la historia más intrigante, tensa y asfixiante del decálogo visto hasta el momento. Majka vive atormentada por la peculiar relación entre su madre y su hermana. Sin embargo, pronto descubriremos un submundo oculto dentro de esa aparente vida normal de otra familia más de esos bloques grisáceos varsovianos que ya forman parte de la historia del cine.

‘No robarás’ es la historia de una muchacha de la que se aprovechó su ególatra madre en su juventud. Un robo que trató de guardar las apariencias, de no destrozar vidas futuras y de subsanar complejos irreversibles. Es la historia de un dolor profundo que inundó de aflicción la vida de esa solitaria joven. La soledad y melancolía vuelven a ser las grandes compañeras del dueto polaco (Kieslowski, Piesiewicz), inundando de ellas la pantalla, tocando la fibra sensible. Un drama con mayúsculas, que cala hondo, realizado de manera magistral por nuestro admirado cineasta polaco, con su siempre intachable envoltorio.
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