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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
20 de enero de 2008
37 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los últimos años y en los últimos meses el cine ha ido experimentando un cambio notable en la forma de dirigir de numerosos nuevos talentos que han podido consolidarse. La narrativa clásica y austera al estilo Ivory ha ido desapareciendo, o mejor dicho, cediendo el paso, a un tipo de dirección mucho más extrema y arriesgada que ha levantado las iras de los más puristas.
Por supuesto hablamos del término recientemente acuñado como “Pop-modernismo”. Para los que jamás hayáis oído semejante palabreja, que ya se esta empezando a hacer un sitio entre las publicaciones y los circuitos cinematográficos os daré unos apuntes. Se considera al cine pop-modernista como ese tipo de cine que hace gala de un uso de la imagen y la música podríamos decir que llevado a su extremo. La imagen no solo posee la cualidad de narrar sobriamente una historia mediante un plano bien encuadrado, también se puede modificar y jugar con ella a antojo del director, superponiendo unas con otras, ralentizándola o añadiéndole música alternativa todo con el objetivo de transmitir más directa y pasionalmente el sentimiento deseado.
La imagen ofrece multitud de posibilidades, entonces, ¿Por qué no explotarlas? La directora Julie Taymor, que antes de dirigir ya había adquirido un estatus notable como directora de teatro en Broadway, es la última gran exponente de esta nueva corriente pop-modernista de la que me considero fan, digan lo que digan unos u otros. En Across the Universe la directora de Frida lleva la psicodelia y la transgresión en la imagen hasta sus últimas consecuencias. Los números, no son solo números, sino literalmente, colages visuales repletos de color y música que dejarán a más de uno pasmado en la butaca ante semejante osadía, ya no para con el clásico uso de la imagen sino además con las grandes canciones de Los Beatles utilizadas de semejante manera.
Desde luego encuadrar al último y popero film de la Taymor solo como un musical es quedarse bien corto y es que la directora se salta a la torera todas las convenciones de los musicales clásicos y de la propia narración para imprimirle a su película un ritmo vertiginoso en el que el máximo exponente son las canciones, la emoción y el poder de la imagen. Sí, porque a pesar de estructurarse como una montaña rusa sin freno ninguno, la película consigue emocionar (y cómo) en algunos y muy bien plasmados momentos de la historia, estructurada en un guión que como ya se han apurado a clamar algunos puede pecar de sencillo, pero no por ello de frío, frívolo o insensible. No hay que confundir la sencillez con la eficacia, y eso lo hace mucha gente. El guión de “Across the Universe” no posee 20 subtramas ni 50 ramificaciones, sino que opta por una bonita historia de amor que se acopla como una horma a su zapato al espíritu que desprenden las canciones del grupo británico.
Por otro lado en el ámbito interpretativo quien brilla con luz propia es la nueva estrella de la constelación juvenil de Hollywood,...
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spoiler:
...el debutante Jim Sturgess como Jude (si, el mismo de la canción “Hey, Jude”) . Sin duda es el que más se luce entre todo el reparto de jóvenes promesas que irradian frescura a toda la película. El actor protagoniza algunos de los mejores números musicales del film, tales como el de la mítica “Across the Universe” o la increíble “Strawberry Fields Forever” que convierte las fresas en bombas de guerra. A su lado la rubia Evan Rachel Wood se erige como la actriz más angelical y adecuada para un papel como el de Lucy, (si, la misma de “Lucy in the Sky with Diamonds”). La joven actriz se muestra talentosa y correcta en cada de una de sus escenas y números y sin duda sus solos como cantante son muy destacables, pero donde especialmente brillan estos jóvenes interpretes es en sus escenas juntos. El trabajo de casting llevado a cabo no podría haber sido mejor.
Por otro lado el film no escatima en numerosos guiños tales como la anécdota de los nombres, muchos de los cuales se han escogido en base a algunas de las canciones de los Beatles, el parecido que se ha buscado entre algunos actores y algunas figuras míticas como Janis Joplin y Jimi Hendrix, o los cameos realizados por figuras como Joe Cocker, Salma Hayek o Bono. Por supuesto el talento teatral de Taymor se hace notar sobre todo en la dirección artística, la cual resulta sencillamente sublime y de obligado Oscar.
El colorido, el espectáculo y la originalidad se respiran en cada escenario y en cada localización. Finalmente esta claro que mediante la conjunción de todos estos elementos llevados a su máximo extremo, la directora de la apreciable Frida ha compuesto una obra hermosa, divertida y vertiginosa que hace gala de un espíritu popero que muchos no tardarán en atacar debido a su osadía y su valentía, pero ante todo, debido a su eficacia. Si eres de los que acepta que la imagen y la música están hechas para explotar todas sus posibilidades en el cine, de los que aceptas de buen grado los juegos visuales de Tarantino o los “videoclips” de Coppola a ritmo melancólico o los de Wes Anderson a ritmo humorístico aderezado con buena música alternativa, de los que te empapas del tan cacareado cine kitsch, pop, modernista, videoclipero, o como deseen llamarlo los puristas, sin duda esta es tu película.
Por el contrario, si eres una persona que disfruta con la narración clásica, y que no soportas las innecesarias excentricidades de directores como los anteriormente mencionados y crees que el cine solo es cine cuando es clásico y sobrio, entonces ni se te ocurra acercarte a este musical, porque sin duda se convertirá en una aberración para ti. Una película que desde ya tiene visos de poder entrar en la controvertida lista de películas de culto de esas que traen consigo la inevitable división de opiniones, el inevitable sino de los directores que se arriesgan sin pensarlo.
11 de enero de 2009
34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede una película abarcar la esencia de la vida? ¿Puede una película emocionar de una manera tan honda, que sientas que difícilmente vayas a poder ver algo parecido en bastante tiempo? Son pocas las que lo consiguen, pero esas pocas siempre las recordamos. “Amelie” es ya el paradigma cinematográfico de la felicidad; “Lost in Translation”, la sutilidad hecha cine; “American Beauty” la opera prima más recordada de los últimos 10 años, y “El Curioso Caso de Benjamin Button” la película que definitivamente ha consagrado a David Fincher a los anales de la historia del cine, confirmado ya su talento con una deslumbrante carrera.
La historia que aquí se nos presenta, narrada (para quienes lo desconozcan) en clave de realismo mágico e inspirada en un relato del autor de “El Gran Gatsby” F. Scott. Fitzgerald, viene a contarnos las desventuras vitales de un hombre con el extraño “don” de crecer rejuveneciendo. Mientras él muere de joven, los demás lo hacen de viejos. Mientras unos siguen el curso natural, él va contra el tiempo. A lo largo de su vida Benjamin crece, aprende, se enamora, le rompen el corazón, pierde la esperanza, la recupera, conoce a personas que le aman, y a personas a las que él amará de por vida. Realiza un circuito vital, básicamente, como cualquier persona, con la particularidad de que él va hacia atrás.
Esta idea, tan jugosa como peligrosa, da lugar a una sólida base sobre la cual Fincher construye el perfecto entramado de un guión milimétrico, (característica común en él) que posteriormente recubre de una fachada gruesa y hermosísima que da lugar a una película como pocas, de esas en periodo de extinción, que inevitablemente acaba revelándose como un film casi perfecto. Romántico, sí; recubierto de un esteticismo nada disimulado, también; con una profunda base de drama, por supuesto; con un guión que sigue una estructura perfectamente medida para conseguir aplausos, joder, pues claro;
Tal hecho no es críticable. Todas las películas nos manipulan emocionalmente, todas buscan provocarnos alguna emoción concreta, todas buscan meterse en nuestra cabeza, y activar algún resorte concreto de nuestra mente. Quien hace una película es porque pretende contar algo. La pretensión es algo inherente al cine, y no se puede decir que “El Curioso Caso de Benjamin Button” sea una excepción a la regla. Sus resortes emocionales pueden vislumbrarse más de una vez, pero están ensamblados con tal maestría, con tal finura, elegancia y gusto, que quien quiera fijarse en ellos y, como consecuencia, sentirse ultrajado, es que no se da cuenta de la honestidad tan sincera con la que ha sido levantada toda la historia. Es definitivo que se perderá algo grande, porque al fin y al cabo, uno de los núcleos de la cinta es el amor, ese elemento eterno que mueve nuestras vidas.

(continuo en Spoiler sin revelar nada)
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El amor de un envejecido Brad Pitt perfectamente digitalizado; de una bellísima Cate Blanchett, que pocas veces había resultado tan cercana y tierna; de una Julia Ormond en uno de los papeles más empáticos de su carrera. Pocos filmes consiguen hablar de temas tan trascendentales (la vida y sus oportunidades, nuestras decisiones y como decidimos afrontarlas), sin resultar pedantes y artificiales. Fincher lo consigue mediante una historia ambiciosa, (por abarcar una vida, y por lo tanto, muchas emociones) pero no por ello sin resultar menos verdadera.
Una historia así, construida con la precisión de un relojero suizo, requería ambición y un gran ensamblaje. De cualquier otra forma, se habría venido abajo.
La cinta puede verse como un perfecto reloj suizo. Su alarma emociona (lloras en momentos puntuales, ries en otros tantos), su pulimentada superficie dorada encandila (sabes reconocer un precioso plano porque está construido para verlo). Sus agujas talladas se mueven a un compas armonioso (todos los actores estan perfectamente ajustados a sus papeles).

Es de metal (todo es artificial), vale, ¿y que más da?
27 de enero de 2008
34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el primer momento en el que intenté informarme con mayor claridad acerca del último estreno de la siempre interesante Julianne Moore me sorprendió comprobar la enorme indiferencia hacia la última película de esta siempre interesante actriz. Contados carteles, ningún trailer, ningún teaser, alguna que otra crítica de alguna publicación americana, prácticamente ninguna reseña en las revistas especializadas más que unas cuantas líneas que dejaban pocas cosas en claro. En definitiva, total indiferencia. Lo primero que pensé fue que la razón seguramente se encontraría en que el ambicioso proyecto del director Tom Kalin seguramente al final había sido un completo desastre. Pero aún con esas expectativas no podía renunciar a ver a la siempre talentosa Moore en acción en uno de esos papeles de mujer de la década los 60 que tan bien sabía encarnar.
Al término del film, la conclusión que me quedó es que a pesar de que la película no era un completo desastre, sí que era tremendamente irregular y sórdida.
La historia, basada en hechos reales, se centra en una multimillonaria llamada Bárbara, una mujer caprichosa y solitaria, que desde que su hijo nace, va estrechando lazos con él de una manera cada vez mayor, dejando entrever una relación ambigua que confundirá el término de madre e hijo, por amante y mujer. Así con estos pocos datos uno ya se espera algo fuera de lo común, un material interesante que bien dirigido podría dar para una muy interesante película y aunque el resultado final no es ninguna obra maestra, tampoco es un engendro de los abismos.

La película de Kalin pretende resultar sugerente y mostrar sin tabúes las relaciones sexuales que se establecen entre una madre y su hijo homosexual. En ocasiones la excentricidad de la propuesta es tal que uno no puede más que arquear la ceja ante semejante panorama. Tampoco es que la película sea escatológica y muestre algo desagradable pero la moralidad de lo que muestra es muy cuestionable y la manera de plasmarla y de dirigirla de Kalin es, en ocasione, bastante desastrosa a nivel narrativo, saltando de una localización a otra sin previo aviso, confundiendo al espectador y dejándole sin saber donde esta ni que está sucediendo, haciendo que los personajes no paren de pronunciar nombres en francés que la mitad ni los entenderemos ni nos importarán.

Por otro lado, el director tampoco es capaz de hacer que sintamos empatía por sus criaturas, las cuales se mueven como figuras de cera en un entorno de la alta, altísima sociedad, esa de duques y príncipes, hablando francés y actuando como verdaderos pijos snobs, haciendo extremadamente difícil que nos impliquemos con ellos en la trama, y siendo meros testigos de una situación que la mayoría solucionaríamos de manera completamente diferente.
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Está claro que cuando vas al cine, los personajes con los que lidiarás no siempre actuarán como tu la harías, y eso es así, pero en el caso de “Savage Grace” Kalin dibuja a sus personajes de manera caótica y altiva, pretendiendo dar importancia a una historia de sexo y, supuestamente, amor, que en el fondo lo que a todos nos da por pensar, es que eran fantasías de un niño rico, trastornado por las presiones que la madre ejercía sobre él de la manera más brutal.

Julianne Moore dibuja a su personaje, Bárbara, según lo que el mismo rol le pide. Sobreactuación, como la misma Bárbara sería en el ámbito social, altivez, orgullo, mirada fría, sonrisa malvada. Un papel ligeramente distinto a las anterior mujeres de los 60 que ya encarnara anteriormente. Stephen Dillane como su marido, en ocasiones parece estar repitiendo el mismo papel que ya ejerciera en “Las Horas” y cumple de manera correcta. Eddie Redmayne haciendo de desafortunado hijo lo calca, especialmente por que resulta fácil imaginarse a un joven de esas características y rasgos como joven perteneciente a la alta sociedad. Por último los actores españoles presentes en el film, son meras marionetas de una historia de cartón piedra, que, aunque interesante en algunos aspectos, resulta un tremebundo fracaso como adaptación, tanto de una historia real como del libro en el que se basa escrito por Natalie Robins. Belen Rueda pone su simpática sonrisa y cumple sin más en los cuatro planos que le tocan, y Elena Anaya, como no podía ser de otra manera, ofrece su cuerpo a la cámara en una escena de cama con Eddie Redmayne. A continuación la veremos un par de veces más pero las palabras que dirá serán mínimas y todo se limitará a presencia y caritas.

A nivel técnico Kalin hace un trabajo encomiable, haciendo uso de una fotografía de Juan Miguel Azpiroz que se decanta por los blancos y cremas, con contrastes de rojo, de una banda sonora de Fernando Velázquez que resulta tremendamente eficaz y una grata sorpresa, ayudando a sustentar algunas escenas que sorprendentemente ganan mucho con el track que mantienen de fondo.

Sin duda, Kalin se excede en algunos aspectos de su película, confundiendo el atrevimiento con la sordidez. Solo la interesante mezcla de nacionalidades además del impoluto aspecto técnico y el buen trabajo actoral por parte de una siempre efectiva Moore, son los alicientes más destacados para ver esta interesante propuesta que se queda en eso: en interesante.

Lo mejor: Julianne Moore ejerciendo como siempre un trabajo interpretativo muy notable. Algunas secuencias que ganan mucho con la banda sonora. Un aspecto técnico muy cuidado

Lo peor: Una dirección caótica. Unos actores españoles totalmente desaprovechados. El matiz que adquiere la mezcla de nacionalidades se pierde en el doblaje. Kalin confunde atrevimiento con morbosidad y sordidez. Unos personajes que nunca consiguen empatizar con el espectador.
13 de enero de 2007
31 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una joya de documental, enormemente desconocido para el gran público a pesar de que se estrenó en cines (gracias a dios, ya que esta obra debe ser vista en pantalla grande) y que merece ser vista por todo aquel que goze, no solo de las aves sino de la imaginación misma. Es un film-documental que despierta la imaginación de todo ser humano, despertando su instinto y su deseo más ansiado: el de volar. Cuando uno se queda hipnotizado ante tal belleza poética lo único en lo que uno piensa es en volar, en despegar y recorrer el mundo junto a esas aves, acompañarlas en su dura travesía y fundirse con esos hermosos paisajes. A mi personalmente es una película que me resulta tremendamente evocadora. Me trae a la mente imagenes de ensueño, paisajes de cuento, y mundos de maravillas. Es una película que consigue humanizar a las aves de una manera increíble. Las imágenes y la música que las acompaña son de tal belleza (coincido con los demás en que el tema central es simplemente maravilloso, melancólico, triste y esperanzador) que hay pasajes en los que uno puede incluso llegar a emocionarse. Es de verdad impresionante que un film que se nos presenta en principio como un simple documental sobre aves consiga emocinar y ya solo por eso merece el respeto de cualquier espectador que se precie. Además hay que tener en cuenta que para conseguir tales imagenes ha habido mucho trabajo duro. Trabajo de varios años que debió haber merecido más reconocimientos.Por ello me resulta tremendamente dificil de entender la poca valoración de esta obra de arte. Incomprensible me resulta. En fin todo aquel que este abierto a nuevas maravillas y este dispuesto a disfrutar de algo casi mágico y sobrenatural, le recomiendo encarecidamente que se sumerga en este eterno viaje hacia la vida plasmado muy acertadamente en este gran documental de los mejores que se hayan hecho en mucho tiempo. Y a los que ya lo hayais visto pues volvedlo a ver e imaginad...imaginad...y simplemente...dejaros llevar por este viaje épico hacia los confines de nuestra imaginación.
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A destacar los maravillosos planos de las aves volando a ras de "agua" sobre el rio en un atardecer cualquiera, con la evocadora música de Bruno Coulais sonando de fondo. Y una imagen que simplemente me robo el corazón, el sentido y el alma: la de la señora anciana despidiendose de estos nómadas, sola, en medio del prado al amanecer. Una imagen para el recuerdo.
15 de septiembre de 2009
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me pasa algo raro con los Coen. Nunca espero sus películas con impaciencia. Nunca me han llamado la atención especialmente. Nunca me he interesado en exceso por su filmografía. Eso fue hasta hace poco tiempo. Por casualidades del destino, las mismas fuerzas del azar que a veces sentencian el final de los personajes en sus películas, gran parte de sus filmes han acabado en mi poder. Unas porque las adquirí por propia voluntad, otras porque ya andaban perdidas en mi videoteca, otras porque las vi en el cine en su día. Hoy, habiendo visto su opera prima he hecho balance. He pensado en todo aquello que he visto en su cine, en todos esos villanos únicos que siempre nos han regalado, en toda esa tensión bañada de cinismo que siempre les ha caracterizado, en cómo casi siempre me han regalado un par de horas de inmersión profunda en un universo especialmente negro, irónico e inteligente.

Sí, he hecho balance. Y viendo las valoraciones que hasta ahora les he dado a sus filmes, aún me resulta extraño que no me vea a mi mismo como un fan de su desbordante talento. Que siga causándome indiferencia si un estreno suyo se retrasa o se cancela y siga esperando otras películas, casi siempre peores, con más ansias que las suyas.

El hecho es que estos cineastas nunca hacen algo que pueda calificarse de malo. A veces erran el tiro, a veces se decantan por derroteros más comerciales y en ocasiones se dejan llevar demasiado por la amistad hacía algunos actores, dejandoles que les convenzan de dirigir un guión no escrito por ellos. En esas ocasiones, sí, nos ofrecen films un tanto flojos, un tanto endebles. Películas que evidencian que ahí falta el sello, falta esa autoría única que les diferencia.

Todo ésto surge de mi cabeza a raíz de haber visto su primera película, “Sangre Fácil”.
Le decía a una amiga que siempre he considerado que, generalmente, las óperas primas tienen algo único, una frescura y una ilusión, que luego se sustituye por experiencia y elegancia. En ellas captas algo que, a la tercera, tal vez a la cuarta película, ya no está ahí. Todo eso ha dado lugar al aprendizaje, a la mano firme y al aliento del que ya no es nuevo en su mundo. Sigue habiendo ilusión, pero aparece la racionalidad. En cambio en las “operas primas”, las buenas, las únicas, esas en las que el director define por fin su estilo, a veces a la primera, a veces después de uno o dos experimentos, se capta algo mágico, no solo una historia, no solo unos personajes buscando ser felices, sino algo más. La esencia de una personalidad, de unas inquietudes, de un joven que llega y deja claro, con más o menos acierto, que está dispuesto a dejar su imprenta. Las más de las veces todo acaba en agua de borrajas, pero en otras ocasiones surgen personas, como los hermanos Coen, que tienen claro lo que quieren hacer, el estilo en el que se quieren mover, las historias que quieren contar. Que ya a la primera nos regalan una pequeña joya del cine norteamericano.

-continua en spoiler-
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Que no les hace falta usar un par de películas de entrenamiento para, a la tercera, hacer la verdadera “primera película”, como sí sucede normalmente. Nó, los Coen la clavan a la primera, como Mendes cuando apareció en la Industria, como Malick y sus “Malas Tierras” o como Jonze y su introducción en Malkovich. Todos cineastas con talento que desde el principio aportaron tesoros del cine a la lista de las óperas primas que prevalecen en la memoria del buen cinéfilo.

El hecho es que los Coen, como algunos de sus contemporáneos, también lo consiguieron. Llegaron e hicieron “Sangre Fácil”. Como si no les hubiera costado nada, como si ya lo llevaran en la sangre, nunca mejor dicho. Llegaron y encuadraron la cámara, trabajaron la iluminación, los diálogos, el guión y los actores y punto. Los dejaron en su sitio y ellos simplemente ejecutaron su tarea. Con una mano digna del que ya lleva años en su trabajo, pero con la mente y las historias aún bullendo en su cabeza. Y pienso en ello, y pienso en cómo es posible que aún no me considere a mi mismo fan de estos tíos, porque es que es indudable, lo hacen de puta madre. Cuando llaman la atención nunca es por ellos mismos, sino por los Pitt o Clooney de turno que, en ese momento , trabajan en su último proyecto.

En los blogs lees sus rodajes, la sinopsis, piensas “estará bien” pero no te entusiasmas. Meses después entras en la sala de cine o en el salón de tu casa y sales maravillado. Sin haberte dado cuenta del tiempo que ha pasado, de que fuera la noche ha aparecido y de que mientras tu has ayudado a McDormand, inocente ella, a no sufrir ningún daño, el mundo ha seguido su curso. Y sabes que eso solo lo consiguen los buenos. Y aún pesar de todo, estos genios siguen sin ser tus favoritos.

Y me cabreo conmigo mismo y me digo, “algo no anda bien en ti”. Porque ¿cómo es posible que yo esté cuerdo, si no me entusiasman los Coen pero lo que hacen sí?.
Adoro "Sangre Fácil", adoro "Barton Fink", adoro "Muerte entre las flores" y "El hombre que nunca estuvo allí", adoro a McDormand y los crimenes, los villanos y el cine negro.

Definitivamente, estoy como una puta cabra.
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