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6,7
18.740
3
4 de abril de 2012
4 de abril de 2012
81 de 140 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro años después de estrenar su primer largometraje (‘Shotgun Stories’), Jeff Nichols regresa para embarcarnos en un viaje al centro de la esquizofrenia paranoide con ‘Take shelter’, película premiada por la crítica en la pasada edición del Festival de Cannes.
Protagonizada por un actor en alza como Michael Shannon, interpretando en esta ocasión a un humilde trabajador que vive en el campo junto a su mujer y su hija y que sufre terribles pesadillas en las que se ve atacado por elementos o personas que le rodean. Y sin embargo no es él quién brilla en la cinta (de hecho le vemos con ciertos problemas para abordar un perfil demasiado complejo o no muy bien escrito) sino una Jessica Chanstain que con menos escenas destila bastante más credibilidad que su pareja de ficción.
Merece la pena rescatar la escena en que el personaje se sincera con su mujer acerca de sus problemas. Los tiempos y diálogos están cuidados y se acierta plenamente en la elección del búnker como símbolo metafórico del aislamiento al que se ven sometidos quienes padecen problemas esquizofrénicos.
Lo peor de ‘Take shelter’ no es que se desinfle sino que jamás llegue a tomar el aire suficiente para formar algo definido. Pese a lograr con creces la atmósfera de la enfermedad y respirar holgadamente en ella durante los minutos siguientes al descubrimiento de la verdadera psique del protagonista, el file se hace aburrido y difícil de asimilar. El resultado no es tan sólido como se espera al principio.
Además de estar repleta de pésimos encuadres, la nueva película del director de Arkansas posee un ritmo cansino y un conflicto que esconde menos misterio de los que sugiere. Pasando por alto algunas pequeñas e insignificantes trampas narrativas del guion, la película derrocha energía en su tramo final, cuando ya es demasiado tarde para un espectador que toca fondo antes que el protagonista y que muy probablemente lleve un buen rato pensando en otros asuntos que le provoquen menos dolores de cabeza.
Protagonizada por un actor en alza como Michael Shannon, interpretando en esta ocasión a un humilde trabajador que vive en el campo junto a su mujer y su hija y que sufre terribles pesadillas en las que se ve atacado por elementos o personas que le rodean. Y sin embargo no es él quién brilla en la cinta (de hecho le vemos con ciertos problemas para abordar un perfil demasiado complejo o no muy bien escrito) sino una Jessica Chanstain que con menos escenas destila bastante más credibilidad que su pareja de ficción.
Merece la pena rescatar la escena en que el personaje se sincera con su mujer acerca de sus problemas. Los tiempos y diálogos están cuidados y se acierta plenamente en la elección del búnker como símbolo metafórico del aislamiento al que se ven sometidos quienes padecen problemas esquizofrénicos.
Lo peor de ‘Take shelter’ no es que se desinfle sino que jamás llegue a tomar el aire suficiente para formar algo definido. Pese a lograr con creces la atmósfera de la enfermedad y respirar holgadamente en ella durante los minutos siguientes al descubrimiento de la verdadera psique del protagonista, el file se hace aburrido y difícil de asimilar. El resultado no es tan sólido como se espera al principio.
Además de estar repleta de pésimos encuadres, la nueva película del director de Arkansas posee un ritmo cansino y un conflicto que esconde menos misterio de los que sugiere. Pasando por alto algunas pequeñas e insignificantes trampas narrativas del guion, la película derrocha energía en su tramo final, cuando ya es demasiado tarde para un espectador que toca fondo antes que el protagonista y que muy probablemente lleve un buen rato pensando en otros asuntos que le provoquen menos dolores de cabeza.
4 de febrero de 2012
4 de febrero de 2012
40 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la filmografía inicial de Icíar Bollaín pudimos encontrar películas acertadas y devastadoras como 'Flores de otro mundo' (1999) y la merecidamente reconocida 'Te doy mis ojos' (2003). En ellas podíamos encontrar a una directora capaz de arriesgar y defender grandes discursos sociales a través de pequeñas historias humanas.
Tras los premios llegó 'Mataharis' (2007), que supuso un giro errático en su forma de contar historias. Su discurso se hizo tan pretencioso como el tratamiento de unos personajes con demasiadas esquinas y conflicto abstracto. 'También la lluvia' (2010) causó indiferencia y aplausos a partes iguales. Las buenas intenciones de Bollaín son indiscutibles, sin embargo su evolución como cineasta genera más dudas. Con más y mejores medios ha conseguido resultados dispares en cuanto a intensidad.
'KATMANDÚ, UN ESPEJO EN EL CIELO' es el título del nuevo filme dirigido por la directora, guionista y actriz (no sería justo olvidarlo) madrileña.
La historia se centra en el personaje de Laia, una profesora catalana empeñada en importar sus métodos docentes y occidentales a una escuela del Nepal. Si algo hay que agradecerle a Bollaín son su valiente posicionamiento y su respeto hacia las diferencias culturales a través del rigor en cuanto a tradiciones, lenguas y paisajes. Sin embargo y pese a estar realizada muy correctamente, cabe la posibilidad de que este sea el largometraje más flojo y fallido de su filmografía.
Su férrea defensa de la educación como base para la libertad del individuo queda difuminada en una narración que tiene demasiados delirios de grandeza y descuida los aspectos más pequeños y significantes. Cada acto se hace más tedioso que el anterior e incluso al espectador menos exigente le rechinarán los dientes durante algún que otro diálogo. La trama romántica invita a salir corriendo de la sala.
Es harto complicado encontrar una explicación lógica a los continuos y desagradables fundidos a negro como principal recurso de transición, por no hablar de los flashbacks inconexos que no conducen a nada. El montaje carece de personalidad y es bastante torpe en líneas generales. Nada que reprochar al reparto no profesional y menos aún a Verónica Echegui, quien trata de defender con sus pocas armas un personaje irrisorio, desastroso y rematadamente mal escrito.
Hay algunos retazos, cuatro o cinco secuencias en las que el espejo nos devuelve un reflejo interesante. De la docencia se obtienen recompensas enormes en la vida real pero en esta ocasión la ficción logra un débil calado. A veces el carácter idealista y luchador de la insoportable profesora Laia parece vivir en 'Los mundos de Yupi'. Demasiado pasada de rosca.
Esta vez los conflictos humanos y sociales de la directora quedan ocultos tras las miserias de un guion que poco se corresponde con su fuerte personalidad. No cabe duda que Icíar Bollaín seguirá haciendo la guerra por su cuenta. No se lo debe a nadie más que a ella a misma.
Tras los premios llegó 'Mataharis' (2007), que supuso un giro errático en su forma de contar historias. Su discurso se hizo tan pretencioso como el tratamiento de unos personajes con demasiadas esquinas y conflicto abstracto. 'También la lluvia' (2010) causó indiferencia y aplausos a partes iguales. Las buenas intenciones de Bollaín son indiscutibles, sin embargo su evolución como cineasta genera más dudas. Con más y mejores medios ha conseguido resultados dispares en cuanto a intensidad.
'KATMANDÚ, UN ESPEJO EN EL CIELO' es el título del nuevo filme dirigido por la directora, guionista y actriz (no sería justo olvidarlo) madrileña.
La historia se centra en el personaje de Laia, una profesora catalana empeñada en importar sus métodos docentes y occidentales a una escuela del Nepal. Si algo hay que agradecerle a Bollaín son su valiente posicionamiento y su respeto hacia las diferencias culturales a través del rigor en cuanto a tradiciones, lenguas y paisajes. Sin embargo y pese a estar realizada muy correctamente, cabe la posibilidad de que este sea el largometraje más flojo y fallido de su filmografía.
Su férrea defensa de la educación como base para la libertad del individuo queda difuminada en una narración que tiene demasiados delirios de grandeza y descuida los aspectos más pequeños y significantes. Cada acto se hace más tedioso que el anterior e incluso al espectador menos exigente le rechinarán los dientes durante algún que otro diálogo. La trama romántica invita a salir corriendo de la sala.
Es harto complicado encontrar una explicación lógica a los continuos y desagradables fundidos a negro como principal recurso de transición, por no hablar de los flashbacks inconexos que no conducen a nada. El montaje carece de personalidad y es bastante torpe en líneas generales. Nada que reprochar al reparto no profesional y menos aún a Verónica Echegui, quien trata de defender con sus pocas armas un personaje irrisorio, desastroso y rematadamente mal escrito.
Hay algunos retazos, cuatro o cinco secuencias en las que el espejo nos devuelve un reflejo interesante. De la docencia se obtienen recompensas enormes en la vida real pero en esta ocasión la ficción logra un débil calado. A veces el carácter idealista y luchador de la insoportable profesora Laia parece vivir en 'Los mundos de Yupi'. Demasiado pasada de rosca.
Esta vez los conflictos humanos y sociales de la directora quedan ocultos tras las miserias de un guion que poco se corresponde con su fuerte personalidad. No cabe duda que Icíar Bollaín seguirá haciendo la guerra por su cuenta. No se lo debe a nadie más que a ella a misma.

4,1
1.748
2
15 de marzo de 2012
15 de marzo de 2012
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emilio Martínez Lázaro todavía no se ha recuperado de aquel pelotazo llamado ‘El otro lado de la cama’. Solo eso puede explicar el camino errático que ha tomado su filmografía desde entonces. Cinco años ha tardado el director madrileño en sacar material nuevo desde ‘Las trece rosas’. El regreso ha sido terrible: ‘La montaña rusa’ saca lo peor del cine español más tópico, descerebrado y casposo. Si diez minutos de toneladas de carnaza y mal gusto son suficientes para decir basta, imagínate casi dos horas.
Lo vertiginoso de esta montaña rusa no son las subidas sino las continuas bajadas. Esta aburrida comedia cae en picado de principio a fin. Cada escena sexual está forzada hasta el extremo. El humor es parvulario y aunque los actores ponen todo su esfuerzo y talento, no logran salvar uno de los textos más flojos de los últimos tiempos.
La puesta en escena es repetitiva y tontorrona. La voz en off no funciona como recurso narrativo y de reconocerle algún mérito, este sería el haberse sabido aprovechar de la química existente entre Verónica Sánchez y Ernesto Alterio en las escenas más tórridas. También las ensoñaciones de sus personajes y el monólogo de Alberto San Juan sobre la fidelidad funcionan correctamente. Por cierto: Alterio es capaz de mostrar lo mejor y lo peor de si mismo en una misma película.
Un aire cutre sobrevuela esta montaña rusa que descarrila y cuyo derroche sexual provoca más mareos que sensualidad, erotismo o apetito. Martínez Lázaro toma muy malas decisiones como director, seguramente consecuencia de un mal trabajo previo en el guion. Cine petardo, en definitiva, que aumenta la lista de películas hechas con más tetas que cabeza.
Lo vertiginoso de esta montaña rusa no son las subidas sino las continuas bajadas. Esta aburrida comedia cae en picado de principio a fin. Cada escena sexual está forzada hasta el extremo. El humor es parvulario y aunque los actores ponen todo su esfuerzo y talento, no logran salvar uno de los textos más flojos de los últimos tiempos.
La puesta en escena es repetitiva y tontorrona. La voz en off no funciona como recurso narrativo y de reconocerle algún mérito, este sería el haberse sabido aprovechar de la química existente entre Verónica Sánchez y Ernesto Alterio en las escenas más tórridas. También las ensoñaciones de sus personajes y el monólogo de Alberto San Juan sobre la fidelidad funcionan correctamente. Por cierto: Alterio es capaz de mostrar lo mejor y lo peor de si mismo en una misma película.
Un aire cutre sobrevuela esta montaña rusa que descarrila y cuyo derroche sexual provoca más mareos que sensualidad, erotismo o apetito. Martínez Lázaro toma muy malas decisiones como director, seguramente consecuencia de un mal trabajo previo en el guion. Cine petardo, en definitiva, que aumenta la lista de películas hechas con más tetas que cabeza.
6
11 de noviembre de 2011
11 de noviembre de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los detractores de Fernando Tejero ya pueden ponerse en la cola del paro. De uno en uno y sin hacer ruido. Adiós a la poca credibilidad de quienes sostienen que un actor que triunfa en la pequeña pantalla con un papel cómico no puede dar la talla en la grande con uno dramático.
Que existe la evolución del actor es algo obvio. Fernando Tejero es un buen ejemplo. Apenas ha necesitado una baldosa (concretamente '5 METROS CUADRADOS') para dar forma a Álex, un personaje con suficiente recorrido y un conflicto tan verosímil como apetecible: la esperanza de tener un piso normalito en propiedad con su pareja a las afueras de la ciudad. El actor está soberbio en los matices y, a ratos, incluso admirable.
Lástima que Max Lemcke (director también de 'Casual day' y de algún que otro capítulo de la serie 'Gran reserva') no sepa desprenderse de ciertos tics televisivos que hacen que la cinta avance con ritmo torpe y cansino, especialmente en el segundo acto, laberinto donde precisamente acostumbran a perderse (y perdernos) la mayoría de ficciones televisivas.
Sin ser un gran guión, los Remón (Pablo y Daniel, Daniel y Pablo) aciertan a tensar la cuerda dramática de su protagonista entre la amargura y la sinrazón en una película construida como un edificio de tres pisos. Los cimientos del planteamiento (primer piso) son correctos y la credibilidad impera en la mayoría de escenas de la trama principal.
Todo lo contrario sucede con la trama que aborda la especulación sin escrúpulos. Lemcke descuida por completo el fondo político de la cinta y los diálogos suenan increíblemente falsos en boca de dos pesos pesados como Gutiérrez Caba y Morón haciendo de políticos con menos tirón en la ficción que en la vida real. Es por esto que la estructura del segundo piso se tambalea y la historia parece venirse abajo.
Sin embargo el edificio logra mantenerse en pie gracias al tercer piso, un desenlace que funciona como una perfecta obra de ingeniería. Tejero se echa toda la coherencia a la espalda y sube al tejado para hacer la revolución por su cuenta en veinte minutos que nos llevan al órdago cuando, una vez abajo, comprendemos que con la especulación no hay final feliz posible.
En tiempos de la burbuja no todo tiene que ser ladrillo: '5 metros cuadrados' puede ser un auténtico boom si la gente se lanza a comprar pensando más en la calidad que en el precio. Aunque todo esté por las nubes, incluido el cine.
Que existe la evolución del actor es algo obvio. Fernando Tejero es un buen ejemplo. Apenas ha necesitado una baldosa (concretamente '5 METROS CUADRADOS') para dar forma a Álex, un personaje con suficiente recorrido y un conflicto tan verosímil como apetecible: la esperanza de tener un piso normalito en propiedad con su pareja a las afueras de la ciudad. El actor está soberbio en los matices y, a ratos, incluso admirable.
Lástima que Max Lemcke (director también de 'Casual day' y de algún que otro capítulo de la serie 'Gran reserva') no sepa desprenderse de ciertos tics televisivos que hacen que la cinta avance con ritmo torpe y cansino, especialmente en el segundo acto, laberinto donde precisamente acostumbran a perderse (y perdernos) la mayoría de ficciones televisivas.
Sin ser un gran guión, los Remón (Pablo y Daniel, Daniel y Pablo) aciertan a tensar la cuerda dramática de su protagonista entre la amargura y la sinrazón en una película construida como un edificio de tres pisos. Los cimientos del planteamiento (primer piso) son correctos y la credibilidad impera en la mayoría de escenas de la trama principal.
Todo lo contrario sucede con la trama que aborda la especulación sin escrúpulos. Lemcke descuida por completo el fondo político de la cinta y los diálogos suenan increíblemente falsos en boca de dos pesos pesados como Gutiérrez Caba y Morón haciendo de políticos con menos tirón en la ficción que en la vida real. Es por esto que la estructura del segundo piso se tambalea y la historia parece venirse abajo.
Sin embargo el edificio logra mantenerse en pie gracias al tercer piso, un desenlace que funciona como una perfecta obra de ingeniería. Tejero se echa toda la coherencia a la espalda y sube al tejado para hacer la revolución por su cuenta en veinte minutos que nos llevan al órdago cuando, una vez abajo, comprendemos que con la especulación no hay final feliz posible.
En tiempos de la burbuja no todo tiene que ser ladrillo: '5 metros cuadrados' puede ser un auténtico boom si la gente se lanza a comprar pensando más en la calidad que en el precio. Aunque todo esté por las nubes, incluido el cine.

6,4
4.539
6
11 de mayo de 2012
11 de mayo de 2012
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que empieza con una paja y un banderín del Barça no puede ir mal. Ese fue el pensamiento de muchos en el inicio de 'STARBUCK' (que nada tiene que ver con la cafetería especializada en guiris), película con que debuta su guionista y director Ken Scott.
El planteamiento es perfecto y su conflicto, sin ser demasiado original, sí es de lo más divertido en su primer desarrollo. Con un humor macarra que acentúa la buena mala leche, 'Starbuck' clava cada punch que lanza al aire. Pero cómo: ¿una comedia en francés que además funciona? Sí, sobre todo porque es canadiense y mezcla lo mejor del humor francés y norteamericano hasta conseguir un producto entretenido y simpático.
El lenguaje cómico está perfectamente dominado desde la primera secuencia resumen hasta el último gag por repetición, al menos durante una primera hora donde todo va como la seda. Después se deja envolver incomprensiblemente por un sentimentalismo pomposo difícil de asimilar.
La cinta pega un bajón estrepitoso al abandonar la comedia y abrazarse al drama de forma descarada, pegándose en todos los morros y desvaneciéndose casi totalmente. Una lástima porque la película llevaba camino de ser algo grande. Menos mal que los minutos finales logran resucitarla un poco y salvarla del abismo.
Lo mejor de 'Starbuck' es que el director se enfrenta a un montón de mitos y no salta ni esquiva las escenas más comprometidas de resolver. Lo peor es cierto tufillo ultracatólico y pro-vida en el mensaje que nos tiene todo el rato con la mosca detrás de la oreja. Las buenas comedias son aquellas que mantienen el pulso al drama, pero en esta ocasión la risa dio su brazo a torcer.
El planteamiento es perfecto y su conflicto, sin ser demasiado original, sí es de lo más divertido en su primer desarrollo. Con un humor macarra que acentúa la buena mala leche, 'Starbuck' clava cada punch que lanza al aire. Pero cómo: ¿una comedia en francés que además funciona? Sí, sobre todo porque es canadiense y mezcla lo mejor del humor francés y norteamericano hasta conseguir un producto entretenido y simpático.
El lenguaje cómico está perfectamente dominado desde la primera secuencia resumen hasta el último gag por repetición, al menos durante una primera hora donde todo va como la seda. Después se deja envolver incomprensiblemente por un sentimentalismo pomposo difícil de asimilar.
La cinta pega un bajón estrepitoso al abandonar la comedia y abrazarse al drama de forma descarada, pegándose en todos los morros y desvaneciéndose casi totalmente. Una lástima porque la película llevaba camino de ser algo grande. Menos mal que los minutos finales logran resucitarla un poco y salvarla del abismo.
Lo mejor de 'Starbuck' es que el director se enfrenta a un montón de mitos y no salta ni esquiva las escenas más comprometidas de resolver. Lo peor es cierto tufillo ultracatólico y pro-vida en el mensaje que nos tiene todo el rato con la mosca detrás de la oreja. Las buenas comedias son aquellas que mantienen el pulso al drama, pero en esta ocasión la risa dio su brazo a torcer.
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