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6,1
6.885
5
26 de junio de 2014
26 de junio de 2014
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
«El sueño de Ellis», título en España de la quinta película de James Gray, realiza una trabajada ambientación del muelle de Nueva York en 1921, sumamente atractiva, y refleja la llegada de inmigrantes centroeuropeos escapando de la destrucción causada por la primera guerra mundial en sus países de origen.
Se mezclan someramente en el film el atractivo del sueño americano con el clima cainita de las sociedades de aluvión, como lo era el NY de la época. Y a ellos se suman las condiciones de vida en aquel momento, cuando por ejemplo el agua corriente no estaba asegurada en cada casa del país más pujante.
La cuestión más interesante del argumento es, en mi opinión, el feo lugar que la sociedad de recepción ofrece a los extranjeros, infringiéndoles un trato deshumanizador y sometiéndolos a una especie de experimento darvinista en cuya competición no hay otra ley que la de no entrometerse en el mundo de los naturales, el de los ciudadanos que sí poseen derechos.
Una temática que ya abordó Kafka en su relato «América», y que cubre el cine actual en multitud de películas acerca de la frontera sur de EEUU. Fluye el tiempo, pero las situaciones parecen calcadas.
Destaca la aparición de Joaquin Phoenix, totalmente creíble en su papel y que muestra un aspecto físico totalmente diferente al de su aparición en «Her». Su capacidad camaleónica es uno de los puntos fuertes del film.
Asimismo, Marion Cotillard, a la que recuerdo en un papel muy diferente en el musical «Nine», crea un personaje inolvidable.
Junto a las actuaciones y el trabajo de decorados y vestuario como virtudes aparecen puntos débiles. El más importante, en mi opinión, un guión endeble que no contiene la lógica propia que dote de credibilidad a los hechos. Demasiadas circunstancias suceden al final del relato porque así lo exige el guión y el metraje llama a su fin, pero podrían haber sucedido mucho antes. El problema es que entonces no hubiéramos tenido película.
Inaki Lancelot
Se mezclan someramente en el film el atractivo del sueño americano con el clima cainita de las sociedades de aluvión, como lo era el NY de la época. Y a ellos se suman las condiciones de vida en aquel momento, cuando por ejemplo el agua corriente no estaba asegurada en cada casa del país más pujante.
La cuestión más interesante del argumento es, en mi opinión, el feo lugar que la sociedad de recepción ofrece a los extranjeros, infringiéndoles un trato deshumanizador y sometiéndolos a una especie de experimento darvinista en cuya competición no hay otra ley que la de no entrometerse en el mundo de los naturales, el de los ciudadanos que sí poseen derechos.
Una temática que ya abordó Kafka en su relato «América», y que cubre el cine actual en multitud de películas acerca de la frontera sur de EEUU. Fluye el tiempo, pero las situaciones parecen calcadas.
Destaca la aparición de Joaquin Phoenix, totalmente creíble en su papel y que muestra un aspecto físico totalmente diferente al de su aparición en «Her». Su capacidad camaleónica es uno de los puntos fuertes del film.
Asimismo, Marion Cotillard, a la que recuerdo en un papel muy diferente en el musical «Nine», crea un personaje inolvidable.
Junto a las actuaciones y el trabajo de decorados y vestuario como virtudes aparecen puntos débiles. El más importante, en mi opinión, un guión endeble que no contiene la lógica propia que dote de credibilidad a los hechos. Demasiadas circunstancias suceden al final del relato porque así lo exige el guión y el metraje llama a su fin, pero podrían haber sucedido mucho antes. El problema es que entonces no hubiéramos tenido película.
Inaki Lancelot

6,4
1.731
7
2 de enero de 2009
2 de enero de 2009
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine bélico es uno de los géneros fundamentales de tal arte. Hubo y hay guerras. Y existe la prensa para informar de los acontecimientos, pero se demuestra insuficiente para saciar la necesidad de conocimiento de aquellos espectadores que desean profundizar en la intrahistoria de las fechas señaladas. Por ello, muy pronto, el aparato estadounidense pudo ensalzar el espíritu patriota a través de “El puente sobre el río Kwai” o “Los cañones de Navarone”.
Aquella visión idealizada de guerreros que no pasaban hambre ni frío, provocó otras miradas que reflejaran la vida lejos del frente, en las ciudades sitiadas o bombardeadas. Se trataba de conocer el tipo de vida que le quedaba a quien no había decidido la guerra, a quien no empuñaba el fusil. En España siempre quedará la magistral “Las bicicletas son para el verano” como documento de las condiciones en Madrid durante la guerra civil.
Llega ahora a la cartelera española un film danés sobre la ocupación alemana de su país durante la segunda guerra mundial, cuando la extensión del ejército nazi por Europa alcanzó Copenhague. El director Christian Madsen nos presenta la historia de dos héroes daneses de la resistencia. Evitando con absoluta destreza el ensalzamiento irreflexivo de sus protagonistas, despliega un cuadro realista sobre las relaciones de poder existentes en la ciudad y la psicología a la que responden los personajes.
Con una ambientación excelente de la ciudad en la época en que sitúa la acción, Madsen crea una serie de fuertes personalidades que se recuerdan a la salida del cine. Son personas de carne y hueso a las que llegamos a conocer en profundidad, mostradas a un ritmo excelente y muy bien interpretadas.
La pregunta que parece hacerse el director es “si desgraciadamente nos conducen a una guerra, ¿quiénes forman parte de la resistencia?”. Y de su respuesta se deduce que poco hueco queda para la gente de bien en tales circunstancias. Flame es un joven aún inmaduro que descubre el poder que otorga un arma de fuego. Citron es un fanático con poco apego afectivo. Ninguno de ellos es lo peor. Serán víctimas utilizadas en vida por los negociadores de la guerra. A su muerte serán convertidos en héroes por los negociadores de la paz, que los utilizarán como instrumento de manipulación popular.
El drama es descubrir que los negociadores de ambos momentos, guerra y paz, son los mismos. Ellos no acuden al frente, no sufren las penurias de la población civil danesa. Sólo negocian y deciden. Son los profesionales del cargo. Si pudiéramos cuidarnos de ellos…
Aquella visión idealizada de guerreros que no pasaban hambre ni frío, provocó otras miradas que reflejaran la vida lejos del frente, en las ciudades sitiadas o bombardeadas. Se trataba de conocer el tipo de vida que le quedaba a quien no había decidido la guerra, a quien no empuñaba el fusil. En España siempre quedará la magistral “Las bicicletas son para el verano” como documento de las condiciones en Madrid durante la guerra civil.
Llega ahora a la cartelera española un film danés sobre la ocupación alemana de su país durante la segunda guerra mundial, cuando la extensión del ejército nazi por Europa alcanzó Copenhague. El director Christian Madsen nos presenta la historia de dos héroes daneses de la resistencia. Evitando con absoluta destreza el ensalzamiento irreflexivo de sus protagonistas, despliega un cuadro realista sobre las relaciones de poder existentes en la ciudad y la psicología a la que responden los personajes.
Con una ambientación excelente de la ciudad en la época en que sitúa la acción, Madsen crea una serie de fuertes personalidades que se recuerdan a la salida del cine. Son personas de carne y hueso a las que llegamos a conocer en profundidad, mostradas a un ritmo excelente y muy bien interpretadas.
La pregunta que parece hacerse el director es “si desgraciadamente nos conducen a una guerra, ¿quiénes forman parte de la resistencia?”. Y de su respuesta se deduce que poco hueco queda para la gente de bien en tales circunstancias. Flame es un joven aún inmaduro que descubre el poder que otorga un arma de fuego. Citron es un fanático con poco apego afectivo. Ninguno de ellos es lo peor. Serán víctimas utilizadas en vida por los negociadores de la guerra. A su muerte serán convertidos en héroes por los negociadores de la paz, que los utilizarán como instrumento de manipulación popular.
El drama es descubrir que los negociadores de ambos momentos, guerra y paz, son los mismos. Ellos no acuden al frente, no sufren las penurias de la población civil danesa. Sólo negocian y deciden. Son los profesionales del cargo. Si pudiéramos cuidarnos de ellos…

5,8
2.094
8
3 de diciembre de 2015
3 de diciembre de 2015
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se entromete hasta la médula una sensación de malestar y mal rollo que recorre la corriente subterránea de esta excelente primera película de la jovencísima Lara Izagirre.
Un exordio que contiene miedo a vivir y entrega desinteresada, mientras escarba en los límites del amor.
Que habla de la enfermedad desde el punto de vista del acompañante, de quien se queda. Del silencio que acompaña al luto en quien es dado a la introspección y guardarlo todo dentro.
De la firmeza y la seguridad ya presentes en la infancia. De la convicción que emana un niño contra convicciones sociales.
De embarazos y nuevas vidas y de amigos, cuya presencia ha ayudado tanto.
De huidas y recorridos circulares como el del argumento, que empieza donde acaba, pero en espiral. Porque las personas ya no son las mismas.
De familias mononucleares, por pérdida. Sin que aparezca en pantalla ninguna pareja vigente.
Del martirio del creador atormentado, de la fragilidad del artista. Del mito del principito y el miedo a crecer. De quien sólo asocia sentirse bien con los cuentos de la niñez.
De la incomunicación de hijos con madres o de padres con hijos. De padres recios trabajadores y su dificultad de expresar algo íntimo a los más queridos.
De quien sólo puede comunicarse a través de la escritura. De la creación como único medio de expresión y nexo con los demás.
De determinaciones personales por salir adelante por encima y a pesar de todo. Y de personas incapaces de dar el paso.
Del maravilloso efecto del acaramelamiento con otra persona para sacar lo mejor de uno y superar el dolor.
Siempre presente una maravillosa Irene Escolar, inolvidable. Natural hasta lo inseparable de su personaje. Qué grande.
En un registro interpretativo opuesto, Tamar Novas. Impresionante. También inolvidable.
En la dedicatoria, el recuerdo a Koro Argote. De escenario, la Amorebieta natal de la directora.
Fantástica. Admirable.
Un exordio que contiene miedo a vivir y entrega desinteresada, mientras escarba en los límites del amor.
Que habla de la enfermedad desde el punto de vista del acompañante, de quien se queda. Del silencio que acompaña al luto en quien es dado a la introspección y guardarlo todo dentro.
De la firmeza y la seguridad ya presentes en la infancia. De la convicción que emana un niño contra convicciones sociales.
De embarazos y nuevas vidas y de amigos, cuya presencia ha ayudado tanto.
De huidas y recorridos circulares como el del argumento, que empieza donde acaba, pero en espiral. Porque las personas ya no son las mismas.
De familias mononucleares, por pérdida. Sin que aparezca en pantalla ninguna pareja vigente.
Del martirio del creador atormentado, de la fragilidad del artista. Del mito del principito y el miedo a crecer. De quien sólo asocia sentirse bien con los cuentos de la niñez.
De la incomunicación de hijos con madres o de padres con hijos. De padres recios trabajadores y su dificultad de expresar algo íntimo a los más queridos.
De quien sólo puede comunicarse a través de la escritura. De la creación como único medio de expresión y nexo con los demás.
De determinaciones personales por salir adelante por encima y a pesar de todo. Y de personas incapaces de dar el paso.
Del maravilloso efecto del acaramelamiento con otra persona para sacar lo mejor de uno y superar el dolor.
Siempre presente una maravillosa Irene Escolar, inolvidable. Natural hasta lo inseparable de su personaje. Qué grande.
En un registro interpretativo opuesto, Tamar Novas. Impresionante. También inolvidable.
En la dedicatoria, el recuerdo a Koro Argote. De escenario, la Amorebieta natal de la directora.
Fantástica. Admirable.

6,3
2.083
7
27 de febrero de 2015
27 de febrero de 2015
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me contaba hace unos años un amigo agricultor que veía cercana la desaparición de su pueblo porque él (próximo ya a la jubilación) era el habitante de menor edad. Había presenciado la llegada de algunos jóvenes con la intención fugaz de instalarse, a los que pronto habían apodado como los jipis, pero era rasgo común de estos originarios urbanitas su impericia para el cuidado del ganado, que terminaban perdiendo rápidamente y abandonando el lugar.
Me viene este recuerdo a la mente ahora que la comedia española de principio del 2015, «Las ovejas no pierden el tren», aboga por la solución rural como salida frente a la desoladora crisis laboral. Porque no conviene menospreciar las dificultades para salir adelante como agricultor o ganadero.
De hecho, viene de antiguo la existencia de una corriente idealista atraída por el mito de la vida salvaje, opuesta a la tendencia modernizadora que ofrece comodidades, aunque también unifica el tipo de ocio, llegando incluso a globalizar hasta los alimentos que podemos tomar. Una tendencia que vivió un cierto esplendor en los 60’ y llevó a multitud de jóvenes a reflotar localidades previamente desaparecidas por despoblación, como el pueblo de Patones, en Madrid, u otros lugares del Pirineo español.
Uno de estos soñadores protagoniza la segunda película de la italiana Alice Rohrwacher, «Le meraviglie», que relata la cotidianidad de una familia de apicultores en la Italia rural, a la que han llegado como respuesta a ese ímpetu de lucha contra lo establecido. Una familia poco convencional formada por tres adultos, de los cuales dos son pareja, más sus cuatro hijas. El único varón de la casa es un alemán de firmes convicciones contracorriente, en las que mantiene al grupo contra viento y marea, fiel a su ideal de vida salvaje que le llevó a convertirse en un hombre de campo, tan trabajador como tosco.
El principal conflicto en la superficie del film es doble. Por un lado, la escasez económica, el reducido valor moneda de su actividad, y su terrible fragilidad frente al empuje del mercado, representado aquí por las exigencias crecientes de las normativas para la fabricación de miel. Igual que queda clara la fantástica libertad de bañarse en un mar cálido cuando uno lo desee, se muestra la servidumbre de atención diaria de las abejas y el huerto.
En segundo lugar, y tal como detalló la francesa «Vida salvaje», se revela la imposibilidad de transmitir una elección propia tan radical a los hijos. Porque es inasumible que una vez llegados a la edad de decidir, acepten las renuncias que implica la opción sin experimentar otras posibilidades, que son más comunes y a cuya exhibición de atractivos están inevitablemente expuestos. Un choque generacional en el que ya incidió, de manera muy diferente, la sorprendente «Mujeres en el parque».
Desde un punto de vista menos centrado en el argumento, el cual presenta el interesantísimo debate ya aludido, me intriga la forma en que se ha construido este film. Me pregunto si se han filmado multitud de escenas, de las que luego se ha incluido sólo parte del material en el montaje final. Si se ha cambiado el argumento y las tramas secundarias durante el rodaje, o si siempre tuvo la estructura que se presenta como definitiva. La duración es de 110 minutos y en mi opinión, el mensaje habría llegado igual de bien en un metraje más corto, al que le ayudaría un ritmo menos descriptivo. También se podrían eliminar escenas que o bien son irrelevantes de cara al argumento definitivo, o bien no han quedado suficientemente claras para que se aprecie su importancia.
Del mismo modo, la inserción de ciertas secuencias fantásticas en un conjunto absolutamente realista es difícil de aceptar si no se explica muy bien. Y no creo que el final sea en absoluto elocuente.
Son puntos débiles, a mi juicio, de una obra que no es redonda, pero contiene otros aciertos como la creación de Cocó, la tercera de los adultos, un tipo de personalidad dependiente, que no suele tratarse cinematográficamente. Y como la mirada plena de afecto de un padre hacia su primogénita, en la que vuelca sus esperanzas y su saber. A la que teme perder y con ella, su apuesta de alternativa social.
En cualquier caso, «Le meraviglie» pertenece a un tipo de cine muy poco habitual en la cartelera, e introduce con valentía temas de sumo interés. Genera debate, expone puntos de vista no dominantes y, pese a su defectos, abre la mente. La recomiendo.
Me viene este recuerdo a la mente ahora que la comedia española de principio del 2015, «Las ovejas no pierden el tren», aboga por la solución rural como salida frente a la desoladora crisis laboral. Porque no conviene menospreciar las dificultades para salir adelante como agricultor o ganadero.
De hecho, viene de antiguo la existencia de una corriente idealista atraída por el mito de la vida salvaje, opuesta a la tendencia modernizadora que ofrece comodidades, aunque también unifica el tipo de ocio, llegando incluso a globalizar hasta los alimentos que podemos tomar. Una tendencia que vivió un cierto esplendor en los 60’ y llevó a multitud de jóvenes a reflotar localidades previamente desaparecidas por despoblación, como el pueblo de Patones, en Madrid, u otros lugares del Pirineo español.
Uno de estos soñadores protagoniza la segunda película de la italiana Alice Rohrwacher, «Le meraviglie», que relata la cotidianidad de una familia de apicultores en la Italia rural, a la que han llegado como respuesta a ese ímpetu de lucha contra lo establecido. Una familia poco convencional formada por tres adultos, de los cuales dos son pareja, más sus cuatro hijas. El único varón de la casa es un alemán de firmes convicciones contracorriente, en las que mantiene al grupo contra viento y marea, fiel a su ideal de vida salvaje que le llevó a convertirse en un hombre de campo, tan trabajador como tosco.
El principal conflicto en la superficie del film es doble. Por un lado, la escasez económica, el reducido valor moneda de su actividad, y su terrible fragilidad frente al empuje del mercado, representado aquí por las exigencias crecientes de las normativas para la fabricación de miel. Igual que queda clara la fantástica libertad de bañarse en un mar cálido cuando uno lo desee, se muestra la servidumbre de atención diaria de las abejas y el huerto.
En segundo lugar, y tal como detalló la francesa «Vida salvaje», se revela la imposibilidad de transmitir una elección propia tan radical a los hijos. Porque es inasumible que una vez llegados a la edad de decidir, acepten las renuncias que implica la opción sin experimentar otras posibilidades, que son más comunes y a cuya exhibición de atractivos están inevitablemente expuestos. Un choque generacional en el que ya incidió, de manera muy diferente, la sorprendente «Mujeres en el parque».
Desde un punto de vista menos centrado en el argumento, el cual presenta el interesantísimo debate ya aludido, me intriga la forma en que se ha construido este film. Me pregunto si se han filmado multitud de escenas, de las que luego se ha incluido sólo parte del material en el montaje final. Si se ha cambiado el argumento y las tramas secundarias durante el rodaje, o si siempre tuvo la estructura que se presenta como definitiva. La duración es de 110 minutos y en mi opinión, el mensaje habría llegado igual de bien en un metraje más corto, al que le ayudaría un ritmo menos descriptivo. También se podrían eliminar escenas que o bien son irrelevantes de cara al argumento definitivo, o bien no han quedado suficientemente claras para que se aprecie su importancia.
Del mismo modo, la inserción de ciertas secuencias fantásticas en un conjunto absolutamente realista es difícil de aceptar si no se explica muy bien. Y no creo que el final sea en absoluto elocuente.
Son puntos débiles, a mi juicio, de una obra que no es redonda, pero contiene otros aciertos como la creación de Cocó, la tercera de los adultos, un tipo de personalidad dependiente, que no suele tratarse cinematográficamente. Y como la mirada plena de afecto de un padre hacia su primogénita, en la que vuelca sus esperanzas y su saber. A la que teme perder y con ella, su apuesta de alternativa social.
En cualquier caso, «Le meraviglie» pertenece a un tipo de cine muy poco habitual en la cartelera, e introduce con valentía temas de sumo interés. Genera debate, expone puntos de vista no dominantes y, pese a su defectos, abre la mente. La recomiendo.
23 de abril de 2015
23 de abril de 2015
23 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una trayectoria aclamada por la crítica más académica, que culminó con la Kontxa de Oro en el Zinemaldia 2011, Isaki Lacuesta cambia de rumbo para internarse en esta su sexta película en el campo de la comedia desaforada.
«Murieron por encima de sus posibilidades» aborda desde la sátira el contexto económico actual, la denominada crisis. Trata someramente los diversos desastres en la sanidad y el funcionariado, los desmanes inmobiliarios o la mercantilista enseñanza privada. Para ensalzar apologéticamente la aplicación de violencia directa contra los culpables, encarnados por ciertos cerebros económicos de masa ciertamente blanda.
Caracterizada por el ritmo saltarín, como de casiotone, de la canción estrella de su banda sonora, la profética “Hay un hombre en España (que lo hace todo)” publicada por el dúo catalán Astrid en 2004, esta comedia burlesca recoge el espíritu de revuelta en el frenopático al que cantó Kortatu durante la crisis de los primeros ochenta. Y ha logrado atraer a un número elevadísimo de actores, de modo que quien no está presente queda por ello retratado.
Entre guiños al movimiento del 15 de marzo y el deseo de conocer de cerca quiénes son esos mercados que usurpan la soberanía popular, Lacuesta enfatiza la dificultad de comprender lo sucedido desde el raciocinio y la honestidad y nos lega un discurso de Albert Plá, que podría figurar entre los mejores realizados en el campo político en las últimas décadas.
«Murieron por encima de sus posibilidades» se posiciona ya desde el título. Tan desmesurada como la realidad de la que se chifla.
«Murieron por encima de sus posibilidades» aborda desde la sátira el contexto económico actual, la denominada crisis. Trata someramente los diversos desastres en la sanidad y el funcionariado, los desmanes inmobiliarios o la mercantilista enseñanza privada. Para ensalzar apologéticamente la aplicación de violencia directa contra los culpables, encarnados por ciertos cerebros económicos de masa ciertamente blanda.
Caracterizada por el ritmo saltarín, como de casiotone, de la canción estrella de su banda sonora, la profética “Hay un hombre en España (que lo hace todo)” publicada por el dúo catalán Astrid en 2004, esta comedia burlesca recoge el espíritu de revuelta en el frenopático al que cantó Kortatu durante la crisis de los primeros ochenta. Y ha logrado atraer a un número elevadísimo de actores, de modo que quien no está presente queda por ello retratado.
Entre guiños al movimiento del 15 de marzo y el deseo de conocer de cerca quiénes son esos mercados que usurpan la soberanía popular, Lacuesta enfatiza la dificultad de comprender lo sucedido desde el raciocinio y la honestidad y nos lega un discurso de Albert Plá, que podría figurar entre los mejores realizados en el campo político en las últimas décadas.
«Murieron por encima de sus posibilidades» se posiciona ya desde el título. Tan desmesurada como la realidad de la que se chifla.
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